Capítulo 6: Libertinaje
Después de su breve pero profunda charla con Taehyung, Seok-Jin volvió al bar, sintiendo una presión en su pecho y la nuca al recordar lo último que le dijo: «Por favor, no pienses tan mal de Hobi-hyung. Él es una de esas personas que ha dado mucho en su vida. Hasta su alma. Se quedó sin nada. Vacío totalmente. Si le pides ayuda, él te la concederá. Si hay obstáculos que no puedas afrontar, él te dará ese empujón. Aunque sea poco ortodoxo, te ayudará. Pero por lo que más quieras, hyung... No... No lo hagas enojar. Porque cuando es ofendido... ni siquiera el jefe puede manejarlo».
Jin se detuvo frente a la barra, decepcionado al no encontrar allí a Chlorine, aunque rápidamente la localizó al alzar la mirada al pasillo del segundo piso. La vio reír con un acompañante que apretaba su cintura y acariciaba su larga cabellera. Chistó por lo bajo, sin ser consciente de ello, y rascó con rabia su cabello en la cerviz, tampoco percatándose de la acción.
Limpió y guardó lo último que quedaba de la vajilla; ya estaba listo para marcharse. Aquella larga y tediosa noche se había acabado por fin, de lo que se alegraba un montón. Sin embargo, se detuvo antes de poner un pie en el primer escalón: tanto su cuerpo como su cerebro se hallaban agotados y eran cinco pisos los que tendría que subir para llegar a su dormitorio, cosa que lo hizo exhalar con pereza de solo imaginar semejante pateada. Giró la cabeza en dirección a la puerta que lo llevaría con Taehyung. Si se lo pedía, estaba seguro de que accedería a abrirle un portal que lo dejara en su piso. Así que se aproximó a paso acelerado y empujó la placa de hierro.
―Taehyung-ah, ¿te importaría...?
Y ahí nomas zanjó el habla con un grito, alzando sus manos sobre su cara, al encontrarse a aquel que estaba buscando medio tendido sobre uno de los contenedores de basura, con una rodilla en alto y su otra pierna colgando aun lado. La parte baja de su ropa se hallaba desprendida y una chica, la misma que lo había acompañado con anterioridad, devoraba sus genitales con desquicio y lo ahogaba en sus propios gemidos.
―Ah, hyung. ¿Qué haces aquí?
―Yo... Disculpa, este es tu lugar y yo no...
―Ah, cuidado bebé, no muerdas tan fuerte. ―Se dirigió a su compañera, palpando su cabeza, tras hacer una mueca de dolor muy leve.
«No muerdas tan fuerte», repitió Jin en su cabeza, estupefacto. «¿Estaba realmente hablándole a su chica o a una planta carnívora?». Al instante siguiente dio un sacudón a su cabeza; no quería indagar más ni elaborar respuestas tampoco.
―¿Y tu amigo es voyerista? ―preguntó la fémina, mientras paseaba su lengua por el falo de su pareja.
Tras un audible gemido que lo hizo abrir con notoriedad la mandíbula, él habló:
―No sé... Hyung, ¿eres voyerista? ―preguntó entre suspiros, girando el rostro hacia él.
―¡No! Yo... ―balbuceó, manteniendo la vista apartada de ellos.
―Porque le podemos hacer un lugar con nosotros si quiere ―dijo, guiñándole un ojo al mayor.
―¡NO! No. Pe-Perdón por mi intromisión, y-ya me voy ―se excusó, cruzando la puerta sin más, cerrándola con fuerza y casi corriendo camino a las escaleras.
De repente sintió mucha energía, por lo que en menos de un parpadeo ya estaba en el tercer piso, el mismo donde los clientes eran atendidos, y esta noche parecía estar bastante concurrida. Había música suave y agradable de fondo, un perfume encandilador, por lo que el chico cubrió de inmediato sus fosas nasales, y lo más palmario y evidente de todo: gemidos, de todo tipo y matiz. Seok contuvo la respiración y cruzó el pasillo con prisa, evadiendo a las personas fumando, apoyadas en los marcos de algunas de las puertas, esquivó su roce, ya que extendían sus brazos, manos y dedos, tratando de alcanzarlo, al ser llamados por la sensación de su alma pululando entre ellos. Llegó a las escaleras y continuó su camino. Pero... si el tercer piso ya había resultado desafiante... El cuarto piso... era una verdadera odisea: con solo pisar ese suelo, pudo sentir un ambiente muy ardiente, casi sintiendo que quemaba sus mejillas y las yemas de sus dedos. El muchacho recordó entonces algo clave en esa noche: la orgía. La misma que habían planeado esos dos locos. Avanzó tan solo un paso y se sintió sofocado por la cálida fragancia en el aire. No solo abundaban los gemidos, sino también los gritos, los lamentos y constantes sonidos de... ¿aporreos? Definitivamente no iba a dejar a su mente profundizar en detalles; tenía que cruzar hasta el final para acceder a la otra escalera que lo dejaría en su piso, por lo que emprendió camino, no obstante, no conseguía avanzar con rapidez. Asimismo, su respiración se volvía pesada, así como todo el cuerpo, privándolo de cubrir los lados de su cara para no mirar lo que sentía que no debía, aunque era bastante difícil ya que todas las habitaciones estaban abiertas, y algunos de los demonios fornicaban en los pasillos sin existencia alguna de pudor.
Como pudo, transitó por el corredor, y sus malditos ojos curiosos, frenéticos, se desviaban sin su consentimiento, encontrando rostros conocidos, como el de Ho-seok, que estaba muy arrimado a una chica, aplacándola contra la pared, apropiándose de sus labios con dulzura mientras otra a su espalda llenaba su nuca de besos y algún que otro mordisco. Como si sintiera su presencia, desvió sus ojos hacia Seok-jin, se desprendió un poco de los labios de la fémina y sonrió de lado con perversidad. Alzó uno de los muslos de la chica y embistió más profundo dentro de ella, arrancándole un grito placentero.
Jin apartó rápido la mirada, encontrándose de pie a Jung-kook, muy calmado y bebiendo un vaso de leche. Hizo una V con sus dedos y le guiñó un ojo a modo de saludo en el momento en que lo vio. «Damas y caballeros: el voyerista por excelencia».
Avanzando un par de habitaciones más con grupos grandes y pequeños de personas llevando a cabo el coito de maneras que Jin podría definir como «poco convencionales», logró divisar a Jimin dentro de otro gran grupo de demonios sádicos, besuqueándose muy fervientemente con una chica, mientras otro de los presentes vertía, justo en el medio, donde sus lenguas se estrechaban, un grueso hilo de lo que parecía ser no otra cosa más que miel, embarrando sus bocas con ella. Por supuesto no estaban solos en acto, y desde luego tampoco nadie ahí se quedaba de brazos cruzados, oh no. Pero para Jin con tan solo presenciar aquello había sido más que suficiente y, antes de que su cerebro pudiese procesar lo que sus ojos estaban viendo, apartó la vista sin más.
Después de aquella difícil tarea consiguió llegar por fin a las escaleras. Casi tropezó tratando de alcanzar el primer escalón, de no ser porque Jung-kook lo atrapó prácticamente en el aire.
―Ten cuidado. No te vayas a lastimar ―le dijo, con una sonrisa sarcástica.
El mayor se apartó, a él era a quien menos quería tener cerca, mucho menos en ese piso, en ese momento que sentía que todo a su alrededor se le vendría encima, aplastándolo. Plantó con firmeza su pie en el escalón y tan rápido como le fue posible subió.
Ya en su piso, inhaló y exhaló profundo, sintiéndose considerablemente más liviano, pero su cabeza todavía le daba vueltas, eso sin mencionar la cantidad exuberante de gemidos y chillidos que continuaba escuchando desde el piso de abajo, y también dentro de la habitación del jefe, donde otra «fiesta privada» se estaba llevando a cabo.
Se apresuró a llegar a su habitación, cerró la puerta con un fuerte envión y se quedó pegado a ella, como si quisiera evitar que su peor pesadilla la cruzara. Volvió a tomar un inmenso respiro. Podía mover su cuerpo con mayor libertad, pero se sentía afiebrado, su corazón estaba precipitado y sus rodillas presentaban un cosquilleo extraño. Bajó sus manos de su pecho hasta los muslos, frotando las manos y percibiendo entonces algo inusual. Llevó una de sus manos a su entrepierna para confirmar lo que se negaba a aceptar: estaba duro. Se llevó una mano al rostro y la deslizó hasta sus labios con chasco. Eso no era normal en su persona, ya que para obtener una erección le llevaba por lo general más tiempo y sobre todo habiendo estímulo directo sobre su piel. Se quejó y maldijo, dando unas vueltas en el cuarto. Comenzaba a doler y a frustrarlo mucho más, por lo que se dirigió al baño a atender aquello.
Cuando terminó se bañó el rostro en agua helada, tratando de recobrar temperatura ambiente. Con el pijama ya puesto ni siquiera apartó las sábanas, sino que se desplomó sobre ellas. Pellizcó una de las puntas de su almohada y la arrastró hasta él, poniéndola sobre su cabeza, esperando dejar de escuchar esas molestas voces ahogadas a su alrededor, pero no había caso.
Más tarde, ya bien acomodado bajo las sábanas y con todo el escándalo apagándose poco a poco, Seok estaba casi inmerso en el sueño, con sus párpados ya cayendo por sí solos. Hasta que un repentino sonido proveniente de la puerta lo volvió a sus cinco sentidos en un instante. El picaporte se desplazó hacia abajo muy lentamente, haciendo que su corazón tuviese un vuelco. Pronto la puerta se separó del marco con un rechinido y unos largos y delgados dedos, vestidos con diferentes anillos, se posaron sobre ella.
―Hyung... ¿Estás despierto? ―Un susurro rasposo.
―¿T-Taehyung? ―emitió, aferrado a las sábanas y pisando el límite entre el susto y el alivio.
Al escuchar su nombre, el mencionado se reveló sin más cruzando la puerta. Estaba mojado y regaba gotas en el suelo.
―¿Qué te pasó? ¿Qué haces aquí?
―Lamento molestarte pero... la lluvia se puso intensa afuera. Y como tú me caes bien y sé que no me meterás nada en ningún orificio mientras duerma, me preguntaba si podría dormir aquí por esta noche.
El muchacho suspiró, masajeando otra vez ese músculo en medio de sus cejas. Si bien le tranquilizaba saber que no se trataba de algún peligro inminente, se encontraba consumido, tanto que solo pudo asimilar su pregunta, la cual meditó por unos segundos, ya que no ignoraba la plática sensata que habían tenido hace no mucho tiempo. El chico era un asesino y, al igual que el resto de demonios ahí dentro, no reprimía su lujuria. «¿Y si solo era una fachada? ¿Y si desde un principio pretendía hacerle algo malo, disfrazándose con esa carita inocente? ¿Cómo fiarse?». Masajeó su sien ahora, con sus ojos cerrados. De verdad estaba exhausto.
―Tú... ―Lo miró de reojo ―. ¿Te lavaste las manos después de... eso?
―¿Lavarme? ―Levantó una ceja. No lo entendió del todo hasta pasados unos segundos ―. ¡Oh! Sí, sí.
―Bie...
―Me lavé el pito también, ¿te muestro?
―¡NO! ¡Rayos! No es... ―Suspiró ―. No es necesario. Puedes quedarte. Pero nada de exhibicionismo.
―Gra-Gracias. Gracias. ―Se inclinó repetidas veces.
Jin se acomodó para por fin poder conciliar el sueño, y antes de advertirle a su acompañante que por nada del mundo se le ocurriera acercarse a su colchón, él ya se encontraba en posición fetal frente a la cama y apoyado contra la pared, descansaba su cabeza sobre sus brazos y abrazaba sus piernas. Seok exhaló un gran caudal de aire. Tal vez sí podría confiar en él al menos.
En cuanto la voz de Nam-joon, seguida por un intenso heavy metal, invadió el lugar, supo que otro día había comenzado. Incluso si no deseaba levantarse aún, no le quedó de otra ya que la música lo había despertado. Gruñó un poco, desplazando lentamente sus piernas bajo las suaves sábanas y aferrándose con fuerza a su almohada, aunque ésta emitió un «mmm» en el momento en que la estrujó entre sus brazos. Realzó con vaguedad la cabeza, separando un poco más los párpados, y se encontró con que lo que estaba abrazando no era un algo sino un alguien que llevaba una prenda de cuero con mangas de jean. Su cabeza estaba siendo cubierta por la mitad de la almohada. Incrédulo y no tan despierto todavía, Jin volvió a estrujar escuchando el mismo sonido, más fuerte que el primero.
―Ah, cielos... ―se quejó, apretando los párpados ―. Ah, Taehyung... Me cago en la...
―¿Te cagas en qué? ―respondió de repente el susodicho, situado a su espalda.
Seok giró la cabeza, sin importarle que pudiera contraer tortícolis. Taehyung estaba de pie, inclinado, con las cejas en alto y sus manos detrás de la espalda, curioso por oír lo que estuvo a punto de decir. El muchacho llevó sus pupilas y por consiguiente su cabeza en dirección contraria. No se trataba de Jimin u Ho-seok, puesto que ellos no vestían cuero, al menos no en la parte superior, o mezclilla, mucho menos camisas escocesas atadas a la cintura. Aquellos pies medio percudidos tampoco podrían pertenecer a Yoon-gi, ya que su piel era mucho más blanca. Jin entrecerró los ojos y movió sus brazos, depositando sus manos en las costillas y picando con las yemas de sus dedos. Un «Ay» agudo y adolorido fue lo que escuchó. Levantó la cabeza, luego la almohada y allí lo vio, reafirmando sus sospechas.
―¡Jung-kook! ―gritó, dándole un almohadazo sobre la cabeza ―. Maldita sea, ¡¿qué mierda haces en mi cama?! ―Le propinó otro porrazo, consiguiendo despertarlo.
―¡¿Yo qué?!
―¡Te metiste en mi cama mientras dormía, sinvergüenza! ―Otro almohadazo.
―¿Yo? Tú eres el que se quedó sobre mí, y yo sintiendo tu morcilla sobre la raya de mi culo, ¿qué dices a eso?
―Uy, acoso sexual. ―Intervino Taehyung.
―¡Cierra la boca! ―Desvió un instante la vista hacia él ―. ¡¿Piensas que voy a creer esas sandeces?! ―Se giró hacia el otro de nuevo.
―Pero es cierto, hyung.
Los ojos de Jin se abrieron grandes y los dirigió hacia Taehyung una vez más, como si le preguntase de qué lado estaba.
―Yo vi cómo lo atrapaste y Kookie cayó. Traté de sacarlo pero no pude.
Hubo un breve silencio.
―Eso no explica qué carajos hacías en mi habitación. ¡Además! Nunca lo hubiera «atrapado» si no se encontrara ya en la cama.
―La puerta estaba abierta y entré. ¡Estaba buscando a V-hyung!
―Tú nunca me buscas, mitómano de mierda ―reprochó, con los párpados bajos.
Ahora era Jung-kook quien lo veía de reojo, preguntándole con la mirada de qué lado estaba, mas Taehyung tan solo apelaba a la honestidad, o más bien, solamente lo hacía por fastidiar y regocijarse con sus reacciones.
―Muéstrale lo que hiciste, Jung-kookie-ah ―le dijo, separando ampliamente sus párpados. Bendita dualidad tan extraña.
―Oh, cierto ―dijo, sacando un trozo de papel doblado del bolsillo de su chaqueta.
Aunque desconfiado y con el ceño fruncido, Jin tomó la hoja y la desplegó. Su semblante cambió de inmediato (hablando de dualidades extrañas). Se trataba de un dibujo: Eran ellos dos muy sonrientes.
―Oh, vaya eres muy buen...
Se cortó al ver lo que escribió en el reverso: «mi estúpido hyung y yo».
―Ah, no me vas a conmover, Jeon Jung-kook.
―Yo también firmé en la esquinilla ―añadió Taehyung, riendo entre dientes y señalando con su dedo.
«Nos vemos en el cuarto. Mis mejores deseos. V», leyó el mayor en voz alta, luego de mirar atentamente junto al menor a su lado, quien rio entre dientes. Jin por su parte solo frunció los labios de lado, doblando el papel.
Los días continuaron transcurriendo. Al no tener presencia del tiempo, el joven ya no tan forastero no tardó mucho en perder la cuenta de cuánto llevaba inmerso en El infierno en la tierra, con ese entorno viciado y sus entes corrompidos, quienes muy lentamente lo envolvían, tentándolo a entregarse al abismo de la perdición. Él lo sabía muy bien, y mantenía su compostura intachable.
Empezó a conversar más frecuentemente con Chlorine, adquiriendo más confianza y menor frenesí al platicar largo y tendido con ella. Asimismo, fue ella quien le recomendó tomar parte en el escenario para así hacer decrecer más rápido su deuda, convirtiéndose de inmediato en la sensación del lugar, deslumbrando y derritiendo a todos con sus baladas, su encandilador tenor y sus elegantes y discretos pasos de baile. A veces tan solo bastaba con guiñar un ojo o lanzar un beso al aire para enloquecer al público; y desde luego más de un desenfrenado se abalanzaba contra el escenario queriendo alcanzarlo, pero "el chico de la basura" estaba ahí para poner orden de inmediato, y lo hacía con ganas, ya que su paga había sido aumentada.
Ya sea arriba de la tarima o detrás de la barra sirviendo tragos, Jin encantaba a todos con su sola presencia, y aunque los demonios no perdían un solo segundo en tratar de perforar sus defensas, nada más que negativas era lo que conseguían de él. A veces era sumamente difícil, pero no abandonaba su disciplina, cosa que lo tranquilizaba, aunque mientras más se resistía, más enloquecía de tentación a los demonios surcando su entorno.
―Ah, ¡esto es muy bueno! ―exclamó Jimin, reposando con ímpetu su vaso de cristal sobre la barra ―. ¿Cómo es que no había probado uno de tus tragos hasta ahora, Jinnie?
―Me alegra que te haya gustado ―respondió, sonriendo de lado.
―Sé más lindo de lo que ya eres y sírveme otro, ¿quieres?
El referido tomó el vaso y se dispuso a la tarea mientras el muchacho le daba la espalda y se relajaba sobre su asiento, apoyando los codos sobre la mesa.
Aquella noche pudo haber seguido su curso como cualquier otra, de no ser porque, incluso con la música tan audible, ambos lograron escuchar una voz femenina quejarse. Al pie de las escaleras vieron a Chlorine discutir con un cliente, cosa muy poco habitual, debido a que ella era muy diestra para manejar cualquier tipo de situación con cualquier tipo de consumidor. No por nada era la "chica de oro" en todo el maldito burdel. No obstante, si se enfrentaba a alguna injusticia o iniquidad contra su persona no se quedaría callada ni mucho menos, sin importarle armar un escándalo monumental.
―Por favor, linda. Intentémoslo de nuevo ―dijo el hombre a su lado, tomando su mano en el aire.
―¡Olvídalo! ―Se soltó con desdén ―. Tu sexo es malo. No volveré a acostarme contigo.
En cuanto ella le dio la espalda, haciéndole un gesto con su mano para que se esfumara, agarró su brazo y la giró hacia su persona con brusquedad.
―Oye, yo ya he pagado por ti. Que no se te olvide ―reprochó, agarrándola con firmeza de los hombros y dándole un zarandeo ―. Así que subiremos tranquilamente y nos pondremos manos a la obra.
―Métete tu cochino dinero en el culo ―lo atacó, escapando de su agarre con arrebato ―. Tal vez descubras que te da más placer que metérmela a mí.
El sujeto despidió una risilla socarrona, solo para atrapar su brazo una vez más, jalando con fuerza y clavando sus garras en su piel.
―Escúchame bien, reina ramera. Obtendré el servicio por el cual pagué, así tenga que llevarte a rastras.
Fue ese el momento en que Jimin inspiró, llevando sus retinas hasta arriba, a la vez que meneaba la cabeza con fastidio. Sabía que no era nada que Chlorine no pudiese manejar, sin embargo, no permitiría esa actitud contra ninguno de los empleados. Empero, antes de que se impulsara de su asiento, delante de él avanzó Seok-jin, dejándolo pasmado e irresoluto.
Se detuvo lo suficientemente cerca de ambos y aclaró su garganta para acabar de llamar su atención.
―Disculpe, ehm... caballero... ―Mantuvo su puño cerrado cerca de sus labios, en tanto lo observaba de pies a cabeza.
El tipo era más alto que ella por media cabeza, aunque a Seok tan solo lo rebasaba por unos escasos centímetros. Su piel era casi blanca como nieve y se oscurecía en sus falanges, las puntas de sus orejas y el cuero cabelludo en un negro total, tal y como yacía su cabello, muy bien acomodado hacia atrás. Lo miraba con petulancia, con esas escleras negras y unos iris blancos. El traje oscuro que lucía y tintineaba ante las tenues iluminaciones del espacio en conjunto con todo lo demás lo hacían ver imponente, y ciertamente Jin se sentía un poco intimidado por el simple hecho de saber que se había plantado frente a un demonio, pero no se echaría para atrás ahora. No después de haber presenciado ese mal trato hacia una mujer; importándole muy poco que tan demonio fuese ella también. No lo sentía correcto.
Los dos giraron la cabeza hacia él, mirándolo con una ceja en alto.
―Voy a tener que pedirle de la forma más atenta que suelte a la dama y se retire pacíficamente ―continuó, sacando a relucir lo mejor de su diplomacia.
―Ajá. ¿Y tú eres...? ―preguntó con un tono arrogante, soltando a la fémina con desprecio.
El barman desvió sus ojos ante aquello, borrando la calidez en su rostro y retornando a él, mirándolo con una seriedad absoluta.
―Kim Seok-jin. Trabajo aquí.
―Jin-jin, no tienes por qué... ―Intentó intermediar la chica, pero fue inútil.
―Y antes de que te largues por donde viniste te disculparás con la señorita por comportarte como un verdadero bárbaro ―prosiguió, señalando primero la puerta y luego a Chlorine.
Jimin por poco se ahoga con ese gran sorbo que le había dado a su trago, tentado totalmente. «¿Es que ese chico aun no terminaba de comprender dónde estaba y con quién lidiaba?». No obstante, aquel regodeo se esfumó en cuanto el malviviente sujetó a Jin del cuello. Separó sus pies del suelo y lo arrojó contra la puerta principal, derribándola en el proceso.
―¡SEOK-JIN!
La muchacha gritó a todo pulmón y salió corriendo hacia el exterior.
Los ojos de Jimin permanecieron fijos, tiesos hacia el frente, inmortalizando la imagen que segundos antes había tenido delante. Su mandíbula se tensó y una vena comenzó a pronunciarse a un costado de su sien. Logró parpadear un segundo después, teniendo un cambio radical en su semblante. Bajó del asiento y dirigió su mirada hacia donde ese hijo de la gran puta se había dirigido. Había cruzado la línea y ahora afrontaría las consecuencias.
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