Capítulo 3: Perdidos
Jin subió corriendo las escaleras, solo deteniéndose en cuanto llegó a la puerta de la oficina de Nam-joon, golpeando y llamándolo repetidas veces hasta que recibió una respuesta, entonces abrió de golpe y escandalizado.
― ¡Nam-joon-ah! ¡Abajo! ¡La puerta! ¡La-! ¡WOW!
Seok dejó su exaltación de lado en cuanto se encontró al jefe colgado de una viga en lo alto de la habitación haciendo flexiones, completamente desnudo. Con un ágil salto plantó sus pies en el piso y se acercó a una toalla sobre el respaldo de uno de los sillones, limpiando el sudor de su cuello.
―Sí. Esos desgraciados han venido a fastidiar. Estoy enterado. ―Dijo, desplazándose unos pasos en su dirección.
― ¡¿Y por qué no bajaste si lo sabías?! ―Respondió retrocediendo, con sus manos en alto y desviando la mirada.
―Porque para eso tengo gente trabajando para mí, Kim. El chico de la basura hizo su trabajo, como siempre. ―Declaró, azotando su cuello con la toalla, dejando que tendiera de éste ―. ¿Era todo lo que querías decirme? ―Indagó, aproximándose un paso más, intrusivo.
―Ajá. ―Expresó, retrocediendo y manteniendo sus manos en alto una vez más. Pero sus ojos continuaban bajando curiosos, encontrando aquello que lo hizo alzar las cejas ―. Oye, ¿no piensas cubrirte?
― ¿Por qué mierda cubriría mi desnudez? Estoy en mi oficina, mi espacio. Tú eres el que se aparece aquí con un triste intento por no mirarme la verga. ―Expuso, dando media vuelta y caminando hacia su escritorio ―. Si no vas a chupármela mejor vuelve a tu trabajo de una vez. Espero a alguien.
―Ah, vaya, ¿por qué tiene que ser tan vulgar? Demonio desagradable.
―Escuché eso. No querrás que te castigue por tu insolencia, ¿o sí?
―Lo siento, señor. Ya me voy, señor, ―farfulló, dibujando de manera automática una sonrisa en su rostro e inclinándose brevemente.
Al girarse para cruzar la puerta se encontró con el rostro de una chica, encimada al suyo, lo que lo hizo volverse de un sobresalto.
― ¡Joonie! ―Llamó al jefe, inclinando su cuerpo hacia un costado, ya que Seok-jin tapaba su campo de visión.
Sin siquiera darse la vuelta, el referido le hizo un gesto con su mano para cederle el paso.
―No me digas que el humano se nos unirá. Qué emocionante. ―Dijo, ingresando a la habitación.
― ¿Ese virgen pseudo cristiano? Olvídalo. Tiene el culo demasiado apretado.
―Qué lástima. Con lo lindo y delicioso que se ve. ―Expresó desilusionada, dándole una palmada en la mejilla al chico al pasar por su lado.
El joven chistó con amargura. Y antes de poder hacer algún movimiento, tres personas más pasaron frente a él y entraron a la oficina del jefe, dejándolo con los ojos bien abiertos y totalmente anonadado. ¿Esa gente era ese "alguien" que esperaba? Chasqueó la lengua, meneando la cabeza y llevándose las manos a la cintura.
―Esto es increíble. El sujeto es un sátiro total. ¡Y yo no soy virgen! Para que lo sepas.
― ¡KIM!
Un gruñido grave y aterrador se escuchó desde el fondo de la habitación.
― ¡Vuelvo al trabajo! ¡Me voy! ¡Ya me fui! ¡Ya no estoy aquí! ―Exclamó, caminando a paso acelerado, casi corriendo, hacia las escaleras.
Al bajar los últimos peldaños, suspirando, pasándose una mano por su nuca y cuello, refunfuñando con frustración y subir la cabeza, lo primero que vio fue a Jung-kook encargándose de reparar la puerta principal. Llevaba puesto unos auriculares y se movía frenético ante lo que fuese que estuviese escuchando.
La puerta que había apoyado contra la pared empezó a venírsele encima; Seok separó alarmado los párpados, pero antes de que pudiera siquiera tomar aire para decir algo, el chico detuvo la tabla en el aire con tan solo un dedo, empujándola con el mismo y estabilizándola. Ágil y fuerte. Podía entender ahora por qué a los demás les costaba tanto trabajo atraparlo y castigarlo cuando hacía de las suyas.
Inmerso en sus pensamientos, Seok no se percató de las manos sombreando su espalda. Las mismas que se apoderaron de sus hombros, jaloneando y arrastrándolo a las sombras más oscuras del lugar. El pobre pegó un alarido; gritó el nombre de Jung-kook pero éste, con los audífonos puestos sumado a la música ambientando el lugar entero, ni siquiera se inmutó.
Aterrizó finalmente sobre los inflados cojines de un sillón curvo. Pronto, unas manos lo abordaron, posándose gentilmente sobre sus hombros y sus piernas.
―Ay, lamento que te hayamos arrastrado así, solo queríamos verte de cerca, conocerte mejor, aprovechando que Nam-joon o alguno de sus esbirros no andan rondando cerca. ―Habló una voz masculina.
―Y-Yo... debería volver al trabajo ahora mismo. ―Dijo, tratando de levantarse, pero esas manos lo retuvieron con fuerza, manteniéndolo sobre el asiento.
― ¿Cómo era su nombre? ¿Han?
― ¿Chan?
―Jin. Es Seok-jin. ―Esclareció con nerviosismo.
―Oh, pero miren que apuesto es. ―Dialogó la voz de una mujer ahora, deslizando sus dedos debajo de su barbilla y causándole escalofríos.
Eran varias personas que lo rodeaban, lo adulaban, y paseaban sus manos por su cara, su cabello; acariciaban sus hombros y también sus rodillas, produciéndole un desasosiego que solo iba en aumento.
―Estás muy tenso, relájate y bebe algo con nosotros.
―No, no, yo no puedo-
―Dale algo afrodisíaco, así aflojará esos músculos. ―Propuso uno de los entes, dándole un apretón a su muslo, cosa que le dio una sacudida a todo el cuerpo.
Acercaron de inmediato una copa de cristal hacia él.
―Oh, no, no, no. Gracias. ―Declinó, apartando su cara y negando con ambas manos ―. De verdad debería irme. ―Trató de levantarse de nuevo, y otra vez se lo impidieron.
― ¡Oh, vamos! ―Tiraron un poco de uno de sus brazos.
―Que no. ―Persistió, tirando hacia sí mismo, recuperando su extremidad.
―Rechazar un trago es de mala educación, ―le dijeron, casi rosando sus labios con el cristal, aunque alcanzó a apartarse.
― ¡Interrumpir el trabajo de otros también lo es! ―Exclamó con enfado, pronunciando aceleradamente y alborotado.
― ¡Oigan!
Una voz femenina se alzó por encima de las demás y de la propia música incluso.
―Dejen al humano marchar o le diré a Nam-joon que los vete de por vida.
―Ay, ¡pero que aguafiestas!
Y con ese breve pero exacto discurso, las manos liberaron por fin a Seok-jin, quien no demoró en ponerse de pie prácticamente de un salto.
―Zorra entrometida.
―Más bien hiena, cariño. Así que cuidado, porque devoraré tu carne si me place.
Jin acomodó su ropa y carraspeó.
―Ustedes son unos vulgares. ―Culminó, dándoles la espalda.
Pero no consiguió marcharse sin que uno de ellos le regalase una suave caricia a sus glúteos, lo que lo hizo gritar y dar un salto ante el repentino toque. Con sus ojos bien abiertos y girándose sin poder creer tal osadía, les diría un par de cosas. Sin embargo, la mujer que lo había ayudado a salir del pequeño antro que era ese rincón, lo tomó del brazo y ambos dejaron esa área cerrada para volver al sector de las mesas regulares.
La indignación de Seok prevaleció por unos segundos, y en cuanto logró calmarse y llevó la vista a lo que moraba frente a él, en su rostro reinó una nueva conmoción: la fémina delante era muy bien parecida, de tez pálida, labios carnosos y negros, así como su negra, larga y lisa cabellera, con las puntas de un verde esmeralda. Llevaba un vestido fucsia abrillantado y ajustado, marcando muy bien su silueta, con un escote bastante pronunciado, del cual sus ojos trataban de apartarse rápidamente.
― ¿Te encuentras bien?
―Sí. A decir verdad, llegaste justo a tiempo. Sus manos estaban por todas partes. ―Explicó, exhalando un gran caudal de aire. Ella sonrió y rio entre dientes.
― ¿Y bien?
― ¿Y bien qué?
― ¿Qué me vas a dar por haberte ayudado?
―Cielos... nada es gratis aquí, ¿eh? ―Dijo, rascándose un poco la nuca ―. Así que quieres algo de mí... ¿Qué puedo darte?
Se quedó pensativo mientras ella, vivaracha, imitaba su postura.
― ¡Ya lo tengo! Te daré un trago.
― ¿Es en serio? ―Expresó con desilusión, levantando una ceja.
―Sígueme, por aquí. ―Dijo, tomándola instintivamente de la mano y caminando.
Ella abrió grande los ojos, y luego sonrió siguiendo sus pasos. Él la invitó a ocupar uno de los asientos frente al bar y avanzó hacia el otro lado de la barra.
―Bien, pídeme lo que quieras. ―Ofreció, con los codos apoyados sobre la mesa, y al ver que ella alzó las cejas con una sonrisa voluptuosa en el rostro, se vio obligado a aclararse de inmediato ―. ¡De bebida! Me refiero a la bebida que quieras, estamos hablando de bebidas, ¿verdad? ―Aceleró más con cada palabra añadida.
―Sorpréndeme. Dame lo más potente que esas... manos... puedan preparar.
Su tono era incontrolablemente seductor, sin siquiera exagerar o gesticular demasiado. Le subía la temperatura de manera indeliberada y le provocaba un inquietante hormigueo en la nuca, pero con un simple carraspear logró mantenerse impoluto. Preparó el trago y se lo entregó.
―¡Mmm! Sabe exquisito. Eres muy bueno.
―Ah, qué bien. No sabía si estaría a la altura del paladar de los demonios.
―Nos llevamos bien con el alcohol, sí. ―Comentó, asintiendo ligeramente y estacionando sus ojos en su rostro, contemplándolo bien ―. Tienes labios carnosos, y tu piel se ve tan reluciente. Crees que... ¿Podría tocarla?
―¿Cómo dic...? ―Separó considerablemente sus párpados.
Sin más, ella adosó muy despacio sus manos y palpó sus mejillas. A diferencia de todas las manos que había tenido encima hasta ahora, sus dedos deslizándose delicadamente por el contorno de su cara hasta su barbilla, se sentía suave y relajante, casi hipnotizante. Poco a poco sus pupilas abandonaron su mirada profunda, descendiendo por su arco de cupido, encontrando un discreto lunar ahí, siguió el hoyuelo en su mentón, luego su cuello, su clavícula. No obstante, en cuanto llegaron hasta sus pechos Seok tomó las manos de la chica y las apartó de su rostro, carraspeando a la vez que ladeaba su cabeza.
―Está bien. Puedes mirarme las tetas, para eso es el escote.
―No, no. Yo no...
―Bueno, los verás de cualquier manera, ya que mi espectáculo comenzará pronto.
― ¿Espectáculo?
―En el escenario. ―Señaló el lugar con los ojos, bajando del asiento ―. Gracias por el trago, ehm...
―Cuanto lo siento. Soy Seok-jin.
―Jin... ―Asintió, mordiéndose la esquinilla de su labio inferior ―. No lo olvidaré. Ni a tu bonito rostro tampoco. Seguro deben decírtelo mucho.
―Bueno, sí... me han apodado "worldwide handsome" por mi rostro bonito. Y mi inglés no es muy profundo, por lo que siempre suelo mencionarlo más como una broma inocente.
Sin darse cuenta estaba aumentando la velocidad con la que hablaba. La chica sonrió mostrando sus blancos dientes y riendo después.
―Te gusta que te hagan cumplidos, ¿eh? Pero no te ves o hablas como alguien vanidoso.
―Sí, bueno... yo...
Ella le sostuvo la mirada y él, habiendo superado su cuota de seguridad y elocuencia, vio en otra dirección mientras movía nervioso sus dedos sobre la barra, en tanto sus orejas se tornaban cada vez más rojas. Por supuesto la muchacha sabía eso, pero su show estaba a punto de llevarse a cabo, por lo que decidió dejar de ponerlo a prueba.
―Te veré pronto... Jin-jin. ―Se despidió, reposando su mano sobre su brazo y frotando con suavidad un momento, retirándola al momento siguiente y alejándose en dirección hacia el escenario.
―¡Espera! No me has dicho tu nombre. ―Expresó de repente, alcanzando a atrapar su muñeca en el aire y haciendo que se girara hacia él.
Se vio sorprendida; él la soltó e inmediatamente se disculpó, agachando brevemente la cabeza. No le había parecido algo muy cordial de su parte.
―Chlorine. ―Desprendió de esos negros aunque relucientes labios.
―¿En... serio? ―Arqueó una ceja.
―Es mi "nombre artístico".
―Vamos, dime tu nombre real. ―Solicitó, torciendo la cabeza de una forma adorable.
La chica sonrió y paseó su mano por su brazo reiteradamente, mientras se le arrimaba, adosando en último lugar sus labios a su oreja.
―Si te ganas el privilegio, te lo diré.
Al concluir se apartó, realzando una de las comisuras de sus labios y guiñándole un ojo para finalmente dar la vuelta y marcharse. Aquel murmullo, calando directo contra su tímpano y bailando dentro de su cabeza, había sido tan intenso, tan íntimo, casi dejando sus ojos en blanco. Seok sintió un hervor en el cuerpo tan inexplicable como agobiante, llegando incluso a entrecortarle el aire, obligándolo a llevarse una mano al cuello de su camisa, tratando de hallar alivio. Pudo sentir como el calor se escapaba por cada poro de su piel, calentando su ropa, arrugándola y adhiriéndola. Sin demorar, salió corriendo de allí, dirigiéndose al baño. Se detuvo en el primer orinal y ahí mismo desprendió el cinto, bajó el cierre de sus pantalones y volcando su cabeza hacia atrás, con un profundo quejido, lo dejó salir todo. Mientras el alivio poco a poco lo poblaba de nuevo, en tanto despedía las últimas gotas de orina, se mantuvo absorto tratando de descifrar qué había ocurrido exactamente. Volvió la cabeza hacia el frente despacio, y por inercia los iris se dirigieron a un extremo, encontrando así el rostro de Jeon Jung-kook encimado a él y con sus ojos curiosos y bien abiertos, mirando hacia abajo, causando que el pobre Seok se zarandeara con un grito, casi tropezando del susto.
―¡¿Q-Qué crees que estás haciendo?! ―Le gritó, girándose un poco mientras resguardaba su miembro expuesto y acomodaba su pantalón.
Sus orejas estaban enrojecidas otra vez.
―Te miro el pito. ¿O qué? ¿No puedo? ―Respondió con frescura, levantando las cejas.
―Ah, ¡por supuesto que no! ¡¿Qué sucede contigo?!
Su rostro al completo se encontraba rojo para este punto, mientras que el chico mantenía una sonrisa que podría describirse como adorable, adorable y maliciosa.
―Me sorprendiste, hyung. Pensé que lo tenías más pequeño, pero me equivoqué.
―¡Cállate, insolente! ¿Qué rayos haces aquí si no vienes a orinar?
―Este es mi lugar de trabajo.
―¿Haciendo...?
―Tráfico de dulces, sexo oral, engullir almas perdidas, desviar las almas de animales en el camino correcto. ―Expuso, llevando la mirada hacia arriba y contando con sus dedos.
Era un auténtico "pequeño demonio", un chiquillo dentro de un joven cuerpo adulto. ¿Qué había podido ocurrirle para terminar así? Aquí. No pudo evitar preguntarle en ese mismo momento.
―Vendí mi alma a un demonio poderoso. ―Replicó sin más.
―¿Que tú qué? ¡¿Por qué?! ―Expresó estupefacto y sus ojos saltones como dos huevos.
―Tuve un accidente. Un maldito auto me atropelló. Lesionó mi columna y me dejó en silla de ruedas. No me iba a poder levantar de nuevo. No iba a poder bailar nunca más.
Jin tragó saliva en ese momento. Si no se esperaba para nada la primera respuesta que había proyectado, mucho menos se esperaba tal argumento.
―El mal nacido que me arrolló era un bailarín que asistió a la misma audición que yo. Gané limpiamente. Y él simplemente me quitó del medio sin vacilar. ―Continuó, expresando cada palabra con una amargura y una ira muy bien controladas.
―Entonces tú...
―Hice lo que tenía que hacer.
―Diste lo mejor de ti en el baile a partir de ese entonces. ―Conjeturó, sonriéndole con algo de empatía.
―¿Qué? ¡No! Ni bien me puse de pie lo atropellé yo con mi auto, dejándolo a él en silla de ruedas.
Jin arrugó el entrecejo y entrecerró los ojos, perdiendo con ello cualquier atisbo de comprensión posible. Jung-kook pretendía seguir el relato, pero el mayor apretó los párpados y gruñó con disgusto, decidiendo que había sido suficiente. Se lavaría las manos y se iría en un santiamén. La noche se estaba tornando larga, y desgraciadamente no se terminaba aún.
Al volver a ocupar su puesto pudo observar el show de "Chlorine", quien por cierto bailaba de manera provocativa sin llevar nada puesto, a lo que Jin inmediatamente desvió la vista. Por fortuna para él, su posición detrás del bar estaba a espaldas del escenario, por lo que resistiría la ligera sensación de voltearse a mirar. No lo consideraba prudente.
Cuando el último espectáculo culminó, la mayoría de los invitados comenzaron a retirarse, muchos de ellos despidiéndose del barman, adulando su aroma así como su apostura; él respondía a ello lanzando algunos besos al aire y volviendo loco a más de uno, tal vez demasiado. Pero por supuesto estaba tranquilo, ya que el chico de la basura estaba allí presente, gruñéndole a cualquiera que se le intentase acercar.
Así como unos salían, otros, clientes, se fueron con las chicas a las habitaciones de arriba. Chlorine, más específicamente no se fue con uno, sino con tres; era claramente una servidora muy popular. Pero lo saludó con una dulce sonrisa al pasar al lado del bar. Él respondió del mismo modo, aunque no pudo evitar sentir un poco de desilusión, y también un poco de frustración sexual, negándose a darle ese nombre, e ignorando totalmente el por qué.
Más tarde, cuando ya estaba listo para un merecido descanso, su frustración tomó otro nivel, ya que le resultaba imposible conciliar el sueño escuchando movimientos, auténticas sacudidas de muebles en conjunto con miles de inagotables GEMIDOS, proviniendo de literalmente todas direcciones. Pudo entenderlo estando donde estaba, pero después de pasadas dos horas le resultaba aberrante, ¡insoportable!
Apretó los lados de su almohada contra sus orejas y se puso de lado en su espaciosa cama, pero el sonido persistía.
―Ah... Esto no es un burdel... ¡Aquí habitan auténticos ninfómanos!
Los cuartos para recibir a los clientes se encontraban en el segundo piso. Seok-jin estaba alojándose en el quinto, por lo que no entendía cómo demonios, y nunca mejor dicho, todos esos alaridos se escuchaban como si estuviesen al otro lado de su puerta. ¿Acaso todo el maldito mundo ahí dentro se había puesto de acuerdo?
Cansado de la situación arrojó su almohada contra el techo.
―¡Cállense ya, maldita sea! ¡Dejen dormir al prójimo, mierda! ―Bramó con furia, apretando el puño con fuerza.
Después de que aquellas palabras se desprendieron de sus labios, Jin se quedó estático y meditabundo: "maldita sea"; "mierda". Incluso si se enfadaba mucho, él solía medir sus palabras; solía ser bastante cauteloso y comedido. Arqueó una ceja, repasando los eventos en la noche, prestándole especial atención a ciertas... peculiaridades. Tal vez solo fueron simples arrebatos. Tal vez el hecho de ser asediado y sentirse constantemente amenazado lo tenía un poco vulnerable de carácter. O tal vez... tal vez empezaba a inhalar demasiado de ese espacio y... lentamente... se estaba... ¿dejando llevar?
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