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Capítulo 27: Desalmado

Yoon-gi fue extenuado sobre el sofá con ayuda de Jung-kook y Lizz. Las cinco heridas en su pecho no poseían un tamaño magno, mas habían sido desgarrados su corazón y pulmones, por lo que la pérdida de sangre sí era mayúscula.

Jimin, aunque incapacitado momentáneamente, debido al gas tóxico, ofreció su sangre para que el proceso de autocuración fuese menos tardío.

Y en ese mismo lugar, no menos maltrecho, estaba Kim Seok-jin, como no se lo había visto hasta el momento: drástico y terminante. Tenía aún su mano extendida hacia el demonio Kim Nam-joon frente a él, más que dispuesto a dejar atrás su alma para ayudar a Taehyung y librarlos a todos además de una amenaza apremiante.

―Toma mi alma, Nam-joon. Te la entrego, es tuya. ―Insistió una vez más.

―Jin, ¡¿qué estás diciendo?! ¡Sin tu alma ya no podrás volver! ―Intervino Chlorine exaltada, situándose delante de él y tomándolo de los hombros.

―Seok-jin, espera ―secundó Ho-seok, todavía sin poder abrir del todo sus ojos, restregándolos un poco―. Pensemos bien esta mierda ―dijo, deteniendo el paso al lado del jefe.

―¡No hay nada que pensar!

―Estás enfadado y te estás dejando llevar por eso. Es normal. ―Continuó Jimin.

Los susurros continuaron hasta que la voz grave y autoritaria de Nam-joon se superpuso sobre todas las demás, ocasionando no sorpresa, sino escándalo.

―Está bien. ―Había dicho de manera rotunda―. Sí sabes que no hay vuelta atrás después de eso, ¿verdad? No solo no podrás regresar a tu mundo, sino que perderás una esencia de ti que jamás recobrarás y seguramente lo lamentes.

―¡Nam-joon, ¿qué dices?! ―Protestó la diablesa.

―¿Tienen una mejor opción? Además, si él está dispuesto a volverse un desalmado como todos aquí, a mí me vale una mierda, yo no voy a perder, por el contrario.

Ante el diálogo del jefe, Jin bufó con una sonrisa y rio entre dientes.

―Tú... De verdad...

―¿Qué carajos es tan gracioso, Kim?

―Tú lo eres, Kim Nam-joon. ―Lo apuntó con un cabeceo.

Y en un solo instante, el silencio reinó y la tensión se elevó de golpe.

»Estás intentando asustarme para que me retracte, pero eso no ocurrirá. ―Continuó―. ¿Y te haces llamar desalmado? ¡¿Todos ustedes?! ―Exclamó, dirigiendo la mirada hacia todos a su alrededor con un giro a su cuerpo y retornando al final sus pupilas al jefe, quien ni siquiera parpadeaba, y dejaba ver su mandíbula tensa, pero la postura del muchacho era absoluta y no se detendría ahí, no―. Si ustedes fueran unos verdaderos desalmados mi alma ya habría sido diseccionada y devorada por todos ustedes el primer día que pisé este lugar. ―Apuntó con su dedo índice al suelo―. Utilizarme como atracción, tal y como me lo dijiste cuando nos conocimos, Nam-joon: encadenarme y vender mi culo al mejor postor. Lo que realmente tienen todos ustedes... ―Volvió a girar el cuerpo, con su dedo en alto esta vez ―...lo que tienen es una calentura enfermiza del putísimo culo. ¡Sí! ¡Lo dije! Lo he vivido noche tras noche. ¡Me tienen los huevos por el piso y arrastrándolos unas tres calles!

Y con esa adición, Yoon-gi chistó con una muy leve sonrisa; le resultaba gracioso aunque no se daba por aludido. Chlorine se llevó unos dedos sobre los labios, reprimiendo una mueca, y es que todo lo dicho por su chico hasta ahora le resultaba hilarante. Ho-seok por su parte ni siquiera se molestó en comprimir su mohín, aunque fue discreto. Con Jimin fue casi lo mismo, pues no se contuvo tanto y se llevó además una mano a la cara. Jung-kook arrugó los labios y empujó su mejilla desde adentro con su lengua. En cuanto al jefe, bajó y torció un poco la cabeza, chupando sus mejillas desde el interior de su boca; no aceptaría que se notara ni el más mínimo ápice de júbilo en su rostro. Lizz tan solo se limitó a pasear sus pupilas de un extremo al otro, divirtiéndose con las caras de los demás.

»¿Y todavía me quieres hacer creer que son unos desalmados? ¡Por favor, Nam-joon! Ustedes no son desalmados. ―Meneó la cabeza vagamente en negación―. ¿Quieren que les diga quién sí es un desalmado? ―Hubo una muy breve pausa―. El demonio hijo de puta que me secuestró, me golpeó y mutiló... por puro placer. Porque quería y podía hacerlo. El mismo que me hubiera desgarrado con su maldito pene demoníaco, de no ser porque... Tú, J-Hope, Jimin, Jung-kook, Yoon-gi, Taehyung...―Enderezó un dedo por cada uno―...fueron a rescatarme, arriesgando no solo sus culos, sino su pellejo entero en el proceso. Y me siento una basura sin ningún valor porque Tae se quedó atrás. ―Su voz se quebró un poco y sus ojos se cristalizaron―, con ese auténtico DESALMADO, haciéndole ahora quién sabe qué mierda.

Ya nadie sonreía en lo más mínimo, por el contrario, todos estaban con más de un músculo tenso en sus semblantes serios.

»Ya no volveré. Puedo aceptar eso. Después de todo... no tengo a nadie esperándome en casa, solo... personas indeseables y... malos recuerdos. Estudiaba y trabajaba a toda hora, en diferentes lugares, porque quería escapar, pero no lo conseguía nunca. Estando tanto tiempo allá, me sentía atrapado. Aquí... ni siquiera pedí quedarme, fui obligado. Aunque fue difícil adaptarme, fueron minúsculos también los momentos en que me sentí un prisionero lastimero. Aquí es diferente... por todos ustedes. Yo...

―Tampoco nos cuentes tu vida, crack. ―Interrumpió Yoon-gi, todavía tumbado en el sillón, con un brazo cubriendo sus ojos.

―Todo se estaba poniendo muy melancólico de repente, ¿eh? ―Esnifó y sonrió, con la cabeza a gachas―. Trataré de no volverlo a hacer. ―Se pasó una mano por los ojos y tomó un respiro, volviendo a sentir el ardor de sus heridas que por tanta adrenalina olvidó.

Pensó por unos momentos que caería ante el cansancio, pero fue sostenido a tiempo, sintiendo un pequeño peso contra su espalda y un agarre que apretaba su cintura.

―¡Yoon-gi-ah! ―Reveló, al ladear un poco la cabeza.

―Eres uno de nosotros, y como tal nunca te dejaríamos a la deriva. Probablemente esto se escape de mí en los próximos minutos, así que... recuérdalo por mí, ¿está bien? Si intentas recordármelo tú de seguro quiera darte un puñetazo... porque así soy yo, no puedo luchar contra ello. Pero nunca, ninguno de ustedes me ha mortificado o pedido que cambie, tan solo aceptaron la catástrofe que soy. Siempre tendrán mi estima por eso.

Nadie disimuló la sonrisa en su cara ante sus palabras, exceptuando al jefe, orgulloso y rígido ante todo.

―Está bien. Lo haré. ―Contestó Jin.

Yoon-gi se separó de él, dándole luego una fuerte palmada en la espalda, justo sobre sus heridas.

―Ay hijo de... ―Exclamó, conteniendo su enfado y más aún su dolencia, mientras pasaba una mano por su rostro―. Muy bien, Nam-joon... ―Carraspeó―. Dame paz interior o te pongo pinto.

―Está bien, Kim. Aceptaré tu alma entonces. Ahora bájate los pantalones y ponte en cuatro.

―¿Perdona? ―Emitió, realzando un poco la cabeza y mirándolo con sus ojos bien abiertos, casi saliéndose de sus cuencas.

―¿Cómo pensabas tú que se toma el alma de un humano? Éste debe copular con el demonio a quien desee dársela. ―Expuso con total seriedad, llevándose las manos a los bolsillos e inclinándose hacia él.

―Namu, no seas malo ―dijo Chlorine, dándole una suave palmada en el brazo.

―¡Sabía que era mentira! ―Reclamó Jin, apuntándolo con el dedo.

―El pobrecillo está nervioso y adolorido.

―Gracias, Chlorine.

―Ya habrá tiempo para que te lo cojas después más a gusto.

―¡Oye! ―Giró el rostro hacia ella―. Él me estaba mintiendo, ¿verdad? ―Murmuró.

―Técnicamente no, Jin-jin.

―¿CÓMO?

―Existen muchas maneras de tomar un alma humana, Jinnie. Esa es una, por ejemplo. Pero es más que nada un morbo o preferencia personal. ―Explicó Jimin, sentado en un banquillo alto, con una rodilla alzada y su otra pierna guindando, exhalando el humo del cigarrillo que llevaba unos minutos degustando.

No era un hábito usual en él, a no ser que la ansiedad lo carcomiera, tal y como lo estaba haciendo ahora. Y no era el tipo de persona que reflejara emociones negativas en absoluto, por lo que, si no lo conocieran como lo hacían, de seguro dirían que estaba perfectamente, cosa que no podría estar más lejos de la realidad en ese momento.

Para su persona era intolerable que alguien le pusiese una sola huella dactilar encima a Taehyung para causarle cualquier tipo de mal. Le resultaba simplemente inadmisible.

―Bien, hagámoslo de la manera aburrida. ―Declaró Nam-joon, extendiendo su brazo con la palma abierta ―. Estrecha mi mano y no la sueltes.

Seok lo miró a los ojos y luego observó su mano. Respiró profundo y con un fuerte impulso llevó su mano hacia la opuesta, chocando sonoramente las palmas. Lo último que recordó fueron los ojos de Nam-joon volverse amarillentos, en ese ilustre tono ámbar, junto a un resplandor cada vez más colosal, hasta el punto en que se vio obligado a cerrar los propios.

Divisó un blanco despampanante, aunque poco a poco comenzó a ser mancillado por manchones negros que lo cubrieron todo muy rápido. Pantallazos corrieron frente a su campo de visión, como fotografías interminables hasta crear un fotograma en movimiento: se vio a sí mismo en la secundaria, con ese rostro aniñado y cargando su mochila al hombro, girando sobre su hombro con una sonrisa al encontrarse con esos seis amigos que tiempo después desaparecieron sin dejar rastro. Las imágenes, tornándose borrosas, giraron a gran velocidad. Visualizó a una niña, su vecina a quién le había ayudado a andar en bicicleta porque nadie más quería hacerlo. La misma que al crecer se transformó en su primer beso, su primera novia, su primer cuerpo. Su primer am... No.

Un soplido inflando sus mofletes y en el recuadro siguiente exhalaba y limpiaba las gotas de sudor de su frente, antes de terminar con su jornada de trabajo de medio tiempo. Un fuerte suspiro y miraba hacia abajo, intimidado por los gritos de sus padres, por haber llegado tarde a la casa o pelearse en la escuela. Sus mejillas estaban enrojecidas.

―¿Se te acabó el dinero? ―Aquella voz era un molesto eco retumbante.

Lágrimas destilaban por sus ojos, tan sonrosados como su nariz, que no dejaba de esnifar. La última mascota que tenía consigo se había ido.

Más proyecciones transitaron a toda velocidad y de mil colores. Ahora estaba con su madre, haciendo las compras, pero una punzada tocó su pecho al ver a la mujer tomando cosas a escondidas sin pagar. Otro respiro, otra vez mirando hacia abajo y sus mejillas rojas, luego de cuestionar a su progenitora.

―¿Tienes dinero? ―Su hermano esta vez.

Le dijo que no, aunque tuvo que apresurarse a tapar unos billetes que se asomaban por el cajón de su escritorio.

Maldición.

―¡Mamá! ¡Papá! ¡Jin está escondiendo dinero! ―Salió corriendo.

Las imágenes iban demasiado rápido, las luces, los colores, eran una danza esquizofrénica y tormentosa.

―Me alegra que hayas conseguido otro trabajo. Mientras más trabajes, más dinero ganaremos. ―Su madre, mientras bebía su té.

―¿Y solo yo voy a trabajar por tod...?

Un violento bofetón estridente lo acalló al instante.

―¡¿Cómo se te ocurre hablarle así a tus mayores?! ¡Deberías estar agradecido con nosotros!

Lágrimas y estremecimiento. Ardiendo. La piel. La cocina, la sala. La tetera, vapor caliente. Quema. Porcelana rota. Derramado. Lágrimas otra vez.

―Me estoy cansando... ―Se dijo a sí mismo, desplegando las cortinas de la ventana de su dormitorio, encontrándose con un fuego abrazador al otro lado ―. Si tan solo pudiera volar lejos... ¿A dónde se fueron todos de repente?

Parpadeó lento y se dio la vuelta. Había unos pétalos de flores blancas quemándose en el suelo, a unos metros frente a él. Por inercia alzó la cabeza; la negrura avanzaba por el corredor hacia su persona, así como lo hacían aquellos ojos amarillos, afanoso por poseerlo. Lo asustó. Lo dejó tieso y perplejo. Pero aun así bajó los párpados y se dejó ser tomado íntegro.

* * *

Gotas diáfanas, gotas carmesíes, se desprendían de su torrente hasta estrellase contra el piso, adornándolo ingratamente. Dichos salpicones eran acompañados por unos apagados quejidos, choques en lo que pretendían ser exhalaciones, pero el dueño de éstas no se permitía liberarlas.

Taehyung estaba siendo azotado brutalmente por el fúrico demonio que estaba hecho Astarot en estos momentos. Después de haberle dado la paliza de su vida en la planta baja, lo arrastró escaleras arriba, conduciéndolo no al cuarto gris, sino a su dormitorio personal. Un amplio espacio con muebles oscuros y paredes blancas, ya que le gustaba que los salpicones de la sangre en sus prácticas sádicas las impregnaran poco a poco. Allí mismo, lo despojó de su calzado y las prendas sobre su torso, dejándolo tan solo con aquellos pantalones de cuero negro. Lo amarró por las muñecas con unos gruesos grilletes y cadena, tirando hasta separar sus pies del suelo de mármol blanco y negro, como el tablero de un ajedrez.

Lo obligó a recobrar el conocimiento, no solo arrojándole agua helada encima, sino también con el toque de una picana eléctrica, haciendo que indeliberadamente le regalase su primer grito. Prosiguió golpeando su rostro de ambos lados, no con su palma abierta, sino con su puño cerrado, abriendo de inmediato la carne sobre los huesos de sus pómulos. ¿Por qué contenerse? Estaba verdaderamente furioso ante los últimos acontecimientos, y este chico no era un frágil humano como Seok-jin; podría ser tan despiadado como quisiera.

Después de contemplar la sangre escurriendo tenuemente por las heridas en su cara, tomó posesión de su látigo, que contenía un pequeño filo en la punta, adornando todo el frente de su torso con laceraciones y cortes que no tardaron en destilar ese dulce líquido rojo. Ahora que estaba prosiguiendo con su espalda, marcándola y haciendo correr más sangre, comenzaba a sentir que su furia era ligeramente sosegada.

Taehyung por su parte, desde aquel único grito dado, se dedicó a morder y tirar de su labio inferior con tal magnitud, que su propia sangre se desparramaba junto a la saliva, por ambas comisuras de su boca, derrapando hasta su mentón y dejando caer pequeñas gotas al suelo, en conjunto con el sudor.

―Como en los viejos tiempos, ¿Eh, Taehyung? ―Habló el villano entre suspiros.

* * *

Todo no era más que un celaje azabache, sin nada, sin nadie. Hasta que... comenzó a escuchar voces distorsionadas, que pronto se volvieron más nítidas; llamaban su nombre: Kim...; Jin-jin...; Seok-jinnie...; Jinnie...; Hyung...; Chico hermoso...; ¿Cómo se llamaba este pobre diablo?

El mil mencionado separó los párpados con lentitud, viéndose rodeado por un círculo formado por cabezas, cuyos fanales lo miraban atentamente.

―Apártense. Déjenlo respirar. ―Ordenó el jefe, a lo que todos obedecieron, mas Jin permaneció postrado en el piso, aunque habían puesto previamente un pequeño almohadón bajo su cabeza ―. ¿Cómo te sientes, Kim?

―No sé... Como que quiero fumar.

―Estarás bien. ―Le tendió su mano y lo ayudó a ponerse de pie.

―¿Y cuándo vamos a buscar a Taehyung?

―Al único lugar que irás tu es a tu cuarto, a descansar un poco. ―Señaló con su dedo.

―Espera, ¿eres mi puto padre acaso?, ¿mandándome a dormir? ―Más de uno levantó las cejas y contuvo una carcajada antes su inesperada e inmediata contestación.

Los humanos desalmados podían ponerse un poco... difíciles al despertar por primera vez. Asimismo, sus emociones podrían verse un tanto revueltas, lo que conllevaba a que se comportaran como niños caprichosos en primera instancia. Sin embargo, Nam-joon era alguien que tenía bastante práctica con los de su tipo:

―Soy tu puto jefe. Y si me vuelves a hablar así te voy a romper la cara.

―Okey. ―Levantó el pulgar―. ¿Por qué mierda no puedo ir? Taehyung fue por mí, quiero hacer lo mismo por él también.

―Aun conservas los vestigios de tu alma, y eso es algo que cualquier demonio puede absorber de ti y usarlo como energía a su favor. Si Astarot llega a apropiarse de eso se convertirá en un nuevo problema.

―¡¿Pero es que ni con mi maldita alma es suficiente, Nam-joon?! ―Bramó con frustración.

―Jin. ―Volvió a apodarlo con un tono más suave―, tienes que entender que este sujeto lleva devorando almas incluso antes de que yo me convirtiera en un demonio. Incluso con mi «batería cargada» ahora, no debe ser tomado a la ligera. A diferencia de otros he sido perseverante y le he dado tanta pelea como ha querido, consiguiendo que me tenga en la mira. Pero nada de esto es por él, sino por mi propia supervivencia. Ahora será también por el bienestar de mi gente.

Jin bajó la cabeza con el ceño fruncido y asintió muy despacio.

―Ahora hazme puto caso y descansa, o dúchate; fornica, lo que quieras. Los muchachos y yo traeremos a nuestro chico de la basura de vuelta.

―Más te vale. O el que te va a romper la cara voy a ser yo.

―Me parece justo. ―Asintió y le dio una fuerte palmada en cada hombro.

―Ahora también puedes abrir tus propios portales, hyung. ―Expuso Jung-kook, con una sonrisa ladina.

―¿P-Puedo? ¿Cómo? ―Preguntó curioso, pero el muchachito tan solo se encogió de hombros mirando en otra dirección.

―No se me antoja decirte.

Como era habitual, Ho-seok se encargaría de darle un toque en la nuca como reprimenda, pero fue reemplazado por Yoon-gi esta vez, ya que se encontraba más cerca.

―Concéntrate hacia dónde quieres dirigirte y lleva tu mano o tus dedos de un pequeño extremo hacia otro, entonces el pasaje se abrirá. ―Explicó Ho-seok, haciendo algún que otro ademán con sus manos.

El receptor se tomó unos segundos, respiró profundo e hizo lo que le indicaron, consiguiendo abrir exitosamente su primer vórtice. Separó sus párpados de par en par mirando al resto, llevó las comisuras de su boca hacia abajo, asintiendo, y marcó un «OK» con sus dedos, sintiéndose muy orgulloso de su pequeña obra, y sin más lo cruzó.

―Rayos, ¿por qué estoy sintiendo una espinilla en el culo ahora mismo? ―Preguntó el jefe, con el ceño fruncido.

―¿Porque Seok-jin se convertirá en un maldito dolor en el ano? ―Sondeó Ho-seok, cruzándose de brazos y arqueando una ceja.

―Probablemente.

―Si se pasa de la raya lo castigaré.

―Cuento con ello. ―Consintió, dándole un manotazo en la espalda a su compañero a su lado, luego una nalgada―. Bien, desgraciados. Abriré el portal y cruzaremos. Esta vez las cosas serán diferentes. ―Expuso a sus camaradas, dejando que sus ojos fueran envueltos por un fulgor amarillento.

* * *

El demonio de cabellos rubios movió con dificultad los dedos de sus manos, provocando que apretara los párpados con dolor, ya que dos gruesos y largos clavos atravesaban los grilletes, por ende sus muñecas, haciendo que la sangre chorreara. Dichos «accesorios» habían sido un premio que se había ganado en un principio, luego de un intento de escape fallido, aunque la penitencia estuvo lejos de terminar ahí, pues, sádico y cafre como lo era Astarot, lo tomó por los cabellos, templando su cabeza hacia atrás, y con esos afilados dientes que poseía le dio un mordisco a su cuello, en el área de la tráquea. Lamió y succionó su nuez de Adán también, buscando alaridos que no llegaron, por lo que descendió hasta su pecho; lo tocó con descaro, lamiendo la sangre y sudor, y mordió la suave piel de sus pezones hasta hacer que más fluido carmesí brotara. Taehyung jadeaba y gimoteaba por lo bajo, y el demonio, decepcionado por no obtener los gritos que quería se desquitó tomándolo de un arrebato por el rostro, apretando su carne y con fuerza bruta abrió su mandíbula, le cedió el paso a su lengua, la cual alargó hasta profanar poco más de su tuvo muscular que era su esófago, causándole más de una arcada y espasmo al cuerpo, hasta que lo ahogó. Aguardó entonces, a que se cumpliera el tiempo requerido para que recobrara sus signos vitales para continuar su retorcido entretenimiento.

Ahora, al sentir que el fustigo había pausado, se tomó un respiro, dejó ir su labio y abrió más la boca para regular su respiración. No obstante, otro azote fue dado sin previo aviso, por supuesto. Taehyung gruñó audible y con rabia.

―Te has vuelto un tipo duro con el tiempo, V. Antes eras mucho más dócil.

―No tienes... la potestad ni mucho menos la confianza... para apodarme, asqueroso hijo de puta ―murmuró pausado y con su voz quebrada.

―Mmm... pero qué lengua tan sublevada has adquirido... ¿Debería cortártela? ―Contestó, girando a su alrededor y deteniéndose frente a él, sosteniendo su látigo detrás de su espalda.

―Has lo que se te de la puta gana... Lee Dong-wook.

El demonio siseó y chasqueó la lengua, contrayendo algunos músculos de su rostro.

―De verdad detesto que me llamen por mi nombre de pila. Pero supongo que tratándose de ti, te lo puedo permitir, ¿no? ―Convino, posando el mango de la fusta contra su barbilla y levantando bruscamente su rostro―. Después de todo... mi perra se ha ido y tendré que reemplazarla. Y para poder divertirme con mi nuevo juguete... o bueno... no tan nuevo, si tenemos en cuenta que ya te desplumé el culo.

―Córtalo ya, bastardo infeliz. Mejor decapítame de una vez.

―¿Y perderme la oportunidad de hacerte gritar como antes?

―Ah, cierto... ―Suspiró y realzó un poco la cabeza―. Cierto que si no haces gritar a tus víctimas no se te para y no puedes cogértelas. Vaya vida sexual tan triste y patética. ―Espetó, haciendo que su pecho se contrajera mientras exhalaba por la nariz, ante la tentación de risa.

Astarot, lejos de enfadarse y flagelarlo nuevamente, se mostró bastante apacible y relajado.

―Sí, puedo entender que lo veas de ese modo. ¿Pero qué podemos hacer contra nuestros propios morbos y parafilias? ―Expuso, dando unas vueltas a su alrededor hasta detenerse a su espalda, apegando su frente contra el pequeño espacio que había entre su oreja y su hombro―. ¿Pero sabes algo? Lo que muchos ven como una debilidad, yo lo veo como un desafío... Uno muy divertido en realidad. ―Declaró en un susurro contra su oído, erizándole la piel y dándole escalofríos―. ¿Y sabes qué más... Tae? ―Apegó sus labios contra el cartílago―. Hay muchas formas de hacer gritar a alguien. ―Pronunció mucho más quedo, regalándole un casto beso sobre la zona.

Se apartó y desplazó, permaneciendo delante. Se paseó esta vez de un lado hacia el otro, contemplando a su prisionero y cavilando.

―Me pregunto... ―Se le acercó―, ¿qué tanto gritarías... si te rompo un hueso grande? ―Dio un pequeño toque con la yema de su índice sobre la punta de la nariz impropia―. Podría ser el húmero. ―Posó sus dedos fríos sobre su brazo, deslizándolos despacio―. El radio. ―Palpó esa zona más arriba también―. O puede ser el fémur tal vez. ―Expresó con más ímpetu, llevando repentina y rudamente su palma hacia uno de sus muslos, apretando su carne con fuerza, provocando que el chico frunciera el ceño y apretara los dientes, dejando ir un jadeo―. También podría romperte la tibia, o... todos los mencionados a la vez. ―Aflojó su agarre para comenzar a deslizar su mano hacia arriba y hacia abajo por esa área en la pierna―. Y después de deleitarme con cada uno de tus dulces gritos... ―Se adosó invasivo hacia su rostro, tomándolo de los cabellos y dirigiendo su mirada hacia el frente―...te arrastraré con todo y huesos rotos hasta esa gran cama de allá y te empotraré hasta el hartazgo, e incluso así no pararé hasta que colapses. Después, cuando tus heridas sanen, volveré a profanar tu cuerpo de la forma más asquerosa y humillante posible, hasta que tus gritos sean puros gemidos de placer.

―Placer dices... Como si pudiera producirme placer ser tomado por algo como tú, cerdo asqueroso.

―Créeme, me encantará testear eso.

Dando fin a su nauseabundo y desagradable enunciado, lo soltó y se retiró, situándose detrás de él una vez más. Se inclinó y con algo de pelea de por medio, logró agarrar firmemente el tobillo de Taehyung, flexionando una de sus piernas hacia atrás.

―Lo bueno es que no necesito ningún objeto contundente. Bastará solo con un buen golpe por parte de mi pie para romper tu fémur a la mitad.

El chico apretó los párpados y respiró cada vez más profundo y sonoro, mientras que el vil demonio solo relamía sus labios con cada suspiro dado. Hasta que de repente...

―¡Ding-Dong, hijo de puta! ―Bramó Jung-kook, haciendo eco desde la planta baja.

Los cuatro muchachos en compañía ahora del jefe, habían arribado al fin. Taehyung alzó las pupilas y las paseó lentamente, sin poder evitar que un «ja» saliera débilmente despedido de su boca. Astarot por su lado, abrió sus ojos de par en par, tan alterado como excitado.

―¿Sientes eso, hijo de puta? Nam-joon está aquí... para patear tu diabólico trasero.

―Sin lugar a dudas será todo un espectáculo... Tae. ―Le dedicó la mirada, asintiendo despacio.

A continuación, inclinó con sutileza su cabeza hacia un lado, sostuvo su tobillo con mayor solidez, y sin contemplación alguna enterró su calzado contra la parte de atrás de su muslo, quebrando el hueso tal y como prometió que lo haría.

El grito fue inevitable, agónico, desgarrador y mucho más que solo audible, retumbando por cada rincón del castillo. Dejando a los recién llegados en alerta.

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