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Capítulo 16: Memorias

―¡¡MALDITA SEA!!

Con un iracundo y carrasposo gruñido, Kim Nam-joon arrojó todo lo que yacía sobre el escritorio de su oficina al suelo y las paredes de un solo tirón, desparramando papeles importantes y esparciendo cristales por doquier.

Había conseguido recobrar la consciencia en lo que su organismo comenzaba a curarse solo para ver a Chlorine entregarse en bandeja a aquel desquiciado y repugnante de Astarot. Incluso malherido como estaba pensaba pararse sobre sus pies e impedirlo, pero la fémina, siendo una experta sensitiva con sus camaradas, lo percibió, ubicó su mano detrás y movió su dedo de un lado a otro, negando. Sabía lo que pretendía, fue por ello que se quedó en su sitio.

Con solo recordar aquello, dio vuelta el maldito mueble, arrojó cada silla o sillón que sus manos alcanzaron a tocar y le dio repetidos puñetazos a las paredes hasta que sus nudillos se llenaron de sangre. Se le iba la respiración en puro cólera, con su pecho elevándose y bajando asiduamente, quedando sudoroso, con la piel enrojecida y más de una vena sobresaliendo en diferentes partes de su cuerpo.

Recordó luego, cuando se reencontró con Seok-jin en el pasillo, tras abandonar con desgana la enfermería:

―¡Nam-joon-ah! ―Se le aproximó, reposando sus manos sobre sus hombros y estrechándolo brevemente en sus brazos. Acción por la cual el aludido ni siquiera se inmutó.

El muchacho era un manojo de nervios andante y parlante, transpirado, con sus manos temblorosas, sus ojos enrojecidos y sus mejillas húmedas por las lágrimas previas. No solo inquirió por su estado, sino también por el de todos, especialmente el de Jung-kook.

―Tranquilízate, Kim. Todos están bien. Yo estoy bien, ¿acaso no me ves? ―Irguió su postura, abriendo un poco los brazos para que viese su pecho intacto.

―J-Jung-koo...

―Él tardará en recobrar el conocimiento, ya que recibió daño directo en la cabeza. Pero estará bien. Su ojo también se reconstruirá. Nosotros solo moriremos si se nos arranca la cabeza de cuajo... o si Satán decidiese chasquear sus dedos, pero tiene mejores cosas que hacer, quiero decir... si yo tuviera los centímetros de verga que tiene él no estaría aquí hablando contigo, ¿me entiendes?

―¡No bromees!

―¿Por qué dices que es broma?

―¡Chlorine! ¡Hay que rescatarla de las manos de ese loco!

―Seok-jin...

―Dime qué hacer y lo haré, ¡por favor, Nam-joon! ¡Por favor! ―Lo tomó una vez más por los hombros y lo zarandeó un poco.

―Nadie va a salvar a Chlorine ―ultimó, quitando sus manos de encima con algo de brusquedad ―. Ella sabe lo que está haciendo. No es ninguna damisela en peligro, sabe cuidarse muy bien sola. No la subestimes.

―¡Pe-Pero...! ¡¿Cómo?! ¡¿Cuándo regresará?!

―No lo sé. Cuando Astarot se canse de jugar con ella, supongo.

―¿Ju-Jugar? ¡¿Cómo mierda puedes hablar así?!

―Chlorine va a estar bien. Es preferible que se la haya llevado a ella en lugar de a ti. Eso nos dará tiempo para...

―¡¿Tiempo para qué?! ¡Hay que hacer algo ya! ¡Le daré mi puta alma si eso es lo que quiere el infeliz!

―No sabes lo que dices.

―¡¡Qué lo haga!! ¡Ya estoy harto de toda esta mierda!

Y con esa declaración Nam-joon lo sujetó, arrugando la parte superior de su camisa en su puño y empujándolo contra la pared del pasillo.

―Escúchame bien pedazo de mierda, no voy a permitir que hables basura en mi cara, mucho menos cuando mis mejores muchachos han mordido el polvo por defender tu maldito trasero. Que no se te ocurra repetir eso ni como un chiste inocente, porque te juro por las pelotas de Satán que el que te quitará el alma ¡voy a ser yo! ―Apretó su agarre, tirando de su ropa para soltarlo después.

Jin arrastró la espalda contra la pared hasta caer sentado al suelo. Su pecho subía y bajaba, reflejo de cómo se sentía: alterado, asustado e indefenso. Encontró veracidad en las palabras del jefe, aunque no comprendía ni aceptaba del todo su postura ante la situación. Se llevó las manos al cabello, enmarañándolo, y empezó a sollozar bajo.

―Kim... ¿Acaso tú estás...? Maldita sea. No, no, no... ―Negó cabizbajo.

―¿Qué? ―Bajó los brazos, mirándolo con el ceño fruncido.

―No es bueno invertir tus emociones en un demonio ―dijo, apoyándose contra la pared y de pie a su lado ―. Eso es lo peor que le podrías hacer a tu yo humano. ―Se cruzó de brazos.

―¿Qué sabrás tú? ―Le dio vuelta el rostro.

―Si te lo estoy diciendo es porque sé. De lo contrario me callaría la puta boca, no soy ningún maldito charlatán.

Dos chicas salieron de la enfermería en ese momento, se acercaron al jefe y dejaron un vaso con un brebaje rosa en su mano. Él agradeció inclinando la cabeza prestamente y ellas se retiraron, entonces procedió a golpear con sutileza el hombro de Seok-jin con él.

―Tómalo. ―Se lo dijo casi como una orden, arrimándole el cristal.

―¿Qu-Qué es? ―Lo agarró, aunque lo miró con desconfianza.

―Es para que dejes de temblar, de llorisquear y repongas fuerzas ―le explicó con un tono pacífico, sacando de su bolsillo un cigarrillo que le había robado a Yoon-gi.

Se lo llevó a los labios y con un chasqueo de sus dedos, emitió un chispazo que encendió el cilindro, dando una profunda y silentemente rabiosa pitada, en tanto Seok comenzaba a beber.

―Nam-joon... Si le ofrecemos mi alma a ese tipo a cambio de...

―Cállate ―espetó, manteniendo la mirada al frente y exhalando el humo ―. Si pierdes tu alma de manera violenta... terminarás convirtiéndote en algo como Lee Dong-wook, o incluso peor, con solo dos pensamientos en la cabeza. No quisiera ese destino para ti... eres mejor que eso. Y sé que también yo lo soy... por eso jamás podría quitarte tu alma.

Un tintineo fue escuchado a continuación. Nam-joon volteó a ver, encontrándose con Jin desmayado y el vaso rodando a pocos centímetros de su mano. El sedante había actuado más rápido de lo que imaginó.

Dio una última calada al cigarro, evaporándolo entre sus dedos al momento siguiente. Recogió al muchacho del piso cargándolo sobre su hombro y sintiendo una leve molestia, ya que su herida no estaba curada por dentro aún. Lo llevó a su habitación, lo recostó en su cama, le quitó los zapatos y lo arropó. Ya afuera, con la mano sobre la perilla, lo miró unos segundos dormir de manera pacífica. Dejaría de temblar, llorisquear y repondría fuerzas, por lo que, técnicamente, no le había mentido. No había mentido en nada de lo dicho en realidad.

El jefe permaneció estático, con la cabeza y sus ojos apuntando al piso, pero su mente todavía nadando en sus remembranzas, aquellas que volvían a él de tanto en tanto.

Rememoró con amargura cómo la delincuencia, diversas mafias, pandillas y drogas habían consumido el pueblo donde había nacido y crecido. Cómo quienes los que alguna vez fueron sus buenos vecinos, sus mejores amigos, lentamente fueron corroídos por todo ese mal. Cómo fue traicionado, amenazado, perseguido y maltratado incluso por su propia sangre. Estaba solo. Solo con su alma. Deseaba, quería, NECESITABA, la fuerza requerida para resistir. Poder. Y lo obtuvo... por un módico precio. Sin embargo, aquí no hubo rituales siniestros o tratos de por medio, porque el mismo Kim Nam-joon sacudió las puertas del averno en cuanto devoró su propia alma. Querían borrarlo del mapa a cómo diera lugar, pero él, pese a ser solo un chiquillo, se defendió, acabando con todos, con todo lo que alguna vez conoció, para luego derramar lágrimas que escurrieron, junto a la sangre, por su rostro. De pie sobre los cuerpos de todos aquellos que habían compuesto su mundo, el mismo que se vio obligado a destruir para asegurar su supervivencia. Dolía, lo amargaba y lo destruía. Jamás olvidaría, y esa fue la única batalla que aceptó que nunca podría ganar: él contra sus memorias.

Y así creció, se volvió grande y fuerte, aunque su lucha no tuvo un final ahí, ya que se fue corriendo la voz y uno tras otro los seres infernales pretendían cazarlo y quedarse con las almas que había consumido, pero todo lo que obtuvo Nam-joon fue victoria, más poder y lo más relevante para su persona: respeto. Lo pensarían dos veces antes de meterse en la zona fantasma que había adoptado como su dominio.

Poco a poco levantó las paredes de su edificio, con sangre, sudor y lágrimas. Y ahí se quedó encerrado, leyendo, escribiendo sonetos que cantaba o rapeaba en la oscuridad, recibiendo solo su propio eco como respuesta.

Eventualmente, los demonios; los perdidos, condenados y olvidados, arribaron a sus calles, se detuvieron frente a lo que en ese entonces solo era una estructura alta y hueca, y jamás se fueron. Hombres y mujeres con diferentes atractivos, talentos y una insaciable y desquiciada pasión por la lujuria. Nam-joon probó de ese fruto, quedando más que solo fascinado. Fue entonces que surgió la idea del burdel «El infierno en la tierra». Y así, Kim Nam-joon pasó de ser un fantasma cantando su melancolía para sí mismo en la oscuridad, a ser todo un empresario y líder de su pequeña comunidad.

Con el historial que acarreaba, no estaba en sus planes volver a depositar su confianza en otro que no fuese su persona, pero sin darse cuenta, una vez más se halló rodeado de gente. Estaba bien con eso, debido a que, siendo franco consigo mismo, había estado solo por demasiado tiempo.

Todos lo siguieron desde el primer momento, sin el menor recelo u oposición. Era el jefe. Y si alguien arremetía contra él, si alguien lo traicionaba de alguna manera, sangre correría... del mismo modo en que también lo harían las lágrimas. Porque cada vez que tomaba un alma, humana o demoníaca, ese sabor amargo, el nudo en su garganta, se estacionaban en su interior y todo volvía otra vez, poniéndolo enfermo, asqueado, porque no podía evitar sentirse tan bien cuando degustaba almas ajenas. El elixir de los demonios. Su condena, su placer culposo.

Por supuesto que existieron varios encuentros desagradables entre Nam-joon y Astarot en el pasado, siempre concluyendo en un empate. No obstante, el más joven sabía que no había perdido contra él jamás, porque el propio Astarot así lo deseaba, cosa que lo llenaba de impotencia, sintiéndose aprisionado entre sus manos, pero no le daría el gusto de mostrarse débil, y respondería a sus pleitos cuantas veces hiciera falta, hasta que el día de la última pugna llegase y del cual Nam-joon pretendía salir victorioso, como lo había hecho siempre. Porque ahora realmente tenía algo valioso que sentía que valía la pena proteger y hacer que prospere. Ya no se trataba de una pequeña comunidad, sino de una familia. Una verdadera.

Parpadeó, volviendo a su presente, y sin conseguir apaciguar del todo su rabia, pateó otra silla que estaba a unos pocos metros de él, enviándola contra el muro, donde reventó en varios pedazos.

―Astarot de mierda. ―Escupió en un susurrar.

―Joonie, cariño...―Profirió Lithium, su secretaria y asistente personal, con un tono suave. Se acercó a reposar sus manos sobre sus hombros y con delicadez empezó a deslizar el saco de su traje hasta despojarlo de él y hacerlo a un lado.

El joven empresario del infierno suspiró, hallando algo más de relajación con su dulce toque.

―Si no soy capaz de proteger a los míos... ¿Eso en qué clase de líder me convierte? ―dijo, desabotonando los puños de su camisa grisácea.

―Kim Nam-joon ―expresó con severidad, dándole la vuelta y posando un dedo bajo su barbilla para levantar su rostro ―. Nosotros no elegimos seguirte por tu fuerza, sino por mucho más. ¿Lo entiendes?

―Me confié demasiado. He sido negligente. No puedo dejar que ese maldito se apodere de Kim Seok-jin. Le haría algo peor que solo destruirlo, y Astarot se volvería todavía más poderoso.

―Shh... ―Reposó sus dedos delicadamente sobre sus labios ―. Eso no sucedió, e incluso si hubiera pasado tú sabrías como encargarte de ello. Siempre sabes qué hacer. ―Retiró su mano, poniéndose en puntillas y rodeando su nuca con sus dedos para así juntar sus bocas en un beso.

Él respondió, cediendo un poco con su postura, rodeando su silueta con sus brazos y recorriéndola con sus grandes manos.

El contacto entre sus bocas no solo se repitió, sino que también se intensificó, siendo más sonoro, en tanto sus lenguas se entrelazaban una con la otra, mojando sus belfos y haciéndolos respirar con más ímpetu ante la cada vez más evidente falta de aire.

―Así que... ¿Eres un líder malo? ―masculló ella entre suspiros, bajando sus manos hasta su cadera, sobre su pantalón.

―Sí... muy malo ―suspiró, y compartió otro breve beso húmedo.

―Los chicos malos deben ser castigados ―dijo, apartándose un poco y logrando desprender su cinturón, pero en lugar de continuar con su pantalón tiró del extremo del delgado lazo de cuero, retirándolo de la prenda y dándole una vuelta sobre su mano.

Nam-joon alzó una ceja mientras que ella se mordió el labio inferior, ambos con una mirada profundamente lasciva.

―Quítatela. ―Se tomó el atrevimiento de ordenarle.

Sin decir nada y manteniendo sus ojos fijos en ella, alcanzando a provocarle un ligero escalofrío a la fémina, dispuso a retirar su camisa, con el pecho ya desabotonado, y la arrojó por encima de su hombro después.

―Contra la pared, muchachote. ―Volvió a mandarlo direccionando su dedo al muro, tratando de esconder una sonrisa. La provocaba demasiado cuando él le seguía su juego y se portaba como un niño obediente.

Nam-joon, sin emitir palabra alguna, posó sus manos contra la pared y, a diferencia de ella, no hizo nada por esconder la mueca en su rostro.

―¿Cómo está tu corazón, Joon...?

―Ni se te ocurra ser blanda por mi herida. Dame con todo lo que tengas.

Con su protesta repentina cortándola en seco, Lithium dejó escapar un poco de aire entre sus dientes, sintiendo un cosquilleo en el vientre y un ardor sobre sus mejillas. Tiró fuertemente del cinto de su pareja y con el impulso de un vendaval dio el primer azote contra su piel. Nam-joon exhaló sutilmente, mientras que ella lo hizo con más sonoridad, pasándose una mano por el cabello, llevando algunos de sus mechones cobrizos hacia atrás.

―Vamos, bebé. ¿Tanto te excitaste?

Entre suspiros ella rio un poco. Sujetó con más firmeza el cinturón y empleando una pujanza mayor dio otro azote. Sin detenerse ahí repitió el movimiento, acrecentando la rudeza y la velocidad, yendo de un lado a otro y dejando la espalda de Nam-joon bastante enrojecida. Con el último azote, percibiendo audible la respiración del muchacho, apretó sus labios.

―M-Más... ―Susurró, con la cabeza a gachas.

―J-Joo...

―¡MÁS! ―Exigió esta vez, golpeando reciamente la pared con ambas palmas.

―Como gustes, Namu.

Cambió de mano, así como de extremo y azotó en esta ocasión con la parte de la hebilla, dejando esta vez no solo marcas, que seguramente luego se volverían moradas y más visibles, sino también rayones sobre aquella tersa piel. Ahora los dos estaban agitados, abrumados. Lithium volvió a apartar su cabello y continuó, encantando poco a poco toda la habitación con los gemidos, más semejantes a los gruñidos de una bestia, de su chico, estremeciéndola y abrumando con libido su mente en silencio. Quería más de eso. Siguió con lo suyo hasta que por fin...

―¡Ah...! ¡Maldición! ―Escupió él con rabia, cerrando sus manos en puños.

Escuchó la hebilla del cinto golpear el suelo, entonces se dio la vuelta, un poco agitado.

―Eso... estuvo muy bien ―le dijo a su bella diablesa, llamándola con un gesto de sus dedos.

―Aprendí del mejor. ―Se le acercó, tan o más sacudida que él, dejando que se apodere de sus mejillas y posteriormente de sus labios ―. Hazme tuya, Nam ―murmuró, apegada a sus labios, tiró de su pantalón e hizo saltar el primer botón ―. Quiero que me lo hagas bien duro ―agregó, mordiendo con descaro su belfo y dando un tirón más fuerte, terminando asimismo de romper la prenda.

Nam-joon respondió halando de su corsé, rasgándolo justo en el centro y arrancándole un dulce jadeo en el proceso. La tomó por la nuca de un arrebato y sus labios se estrecharon. Sus lenguas juguetearon entre sí, salivándose y quitándose el aliento, en tanto se arrancaban las telas restantes que cubrían sus cuerpos.

―Ah... qué lástima que destrozaste el escritorio ―masculló ella, trepidando ante su encantador toque.

―No lo necesitamos ―respondió, luego de haber tirado de su pezón con los dientes, ganándose un débil grito.

Acto seguido se enderezó e irguió su postura sobre ella como una sombra, y templándola contra la pared. Levantó sin el menor esfuerzo uno de sus muslos, elevando su rodilla casi hasta la altura de su axila y, sintiendo esa entrada tan lubricada a causa de su juego antepuesto, caló profundo de una sola vez en su interior. Lithium respiró notablemente, sintiendo un placer divino, después de todo, estaban muy acostumbrados el uno al otro. No demoró en comenzar a impulsar su pelvis contra su entrada una y otra vez, golpeando con fuerza e inundando la arruinada habitación con sus gemidos, mientras que ella recorría con una de sus manos la circunferencia de su espalda, sintiendo sus músculos y la textura de los raspones sobre ellos, bajó luego por el sacro hasta sus nalgas, las acarició, las apretó y palmeó, dejándole sus dedos marcados allí, y logrando sacarle algún que otro jadeo lleno de regodeo.

Conforme el movimiento persistía, Lithium podía sentir cómo, en su postura, sus músculos comenzaban a producirle pequeños calambres, pero poco le importaba, porque el sentir a su querido Nam-joon entrando y saliendo de ella era todo lo que necesitaba, no obstante, sin aviso previo, su chico se detuvo, soltando su pierna, saliendo de sus interiores y apartándose un poco.

―No, no... ¿Por qué te detienes, Joonie? ―Emitió entre suspiros.

―Ponte en cuatro.

―¿Q-Qué? ―Susurró casi sin aliento.

―Ponte. En. Cuatro. ―Reiteró, con un tono severo e imponente, haciendo para atrás su cabello con sus dedos.

Lithium asintió y se agachó delante de él, posando sus rodillas y luego sus palmas sobre el suelo.

―¿A-Así... Namu? ―preguntó con una inflexión rijosa.

―Sí... justo así. ―Resopló, curvando un poco la cabeza mientras contemplaba la vista y manoseaba un poco su miembro, asegurándose de que estuviera lo bastante húmedo.

Se agachó detrás de ella y tomó sus caderas con ambas manos. Acarició la zona mojándola con abundante saliva, a la vez que se deleitaba con su erótica voz. No obstante, al momento de internarse nuevamente en ella, tomó posesión del hueco más pequeño.

―¡Aah...! ¡NAM-JOON! ―berreó, apretando los párpados con fuerza y dejando tendida su cabeza entre sus brazos.

―Shh... ―Emitió en un murmullo, recorriendo su figura y decayendo lento su pecho sobre su espalda, hasta alcanzar a depositar un dulce beso húmedo sobre su nuca descubierta, para luego erguir el torso otra vez.

Empezó a empujar y mover su cadera contra su entrada, provocando que gimiera audiblemente por cada envión dado. Le resultaba muy excitante, pero demasiado chillón para su gusto, por lo que bajó sus palmas sobre las de su chica, entrelazando vagamente sus dedos. Escabulló luego una de sus manos, subiendo por su cuello, su mentón y alzándole la cabeza al afianzar el toque en sus labios. Los saboreó con las yemas de sus dedos para introducirlos dentro. Seguidamente agarró una de sus piernas y la separó del suelo, apoyando la rodilla contra el vientre de su bella diablesa para poder ir más profundo en su cavidad. Entretanto el movimiento y choque de sus cuerpos aumentaba, Nam-joon besó y relamió las curvas de su oreja, causando que sus jadeos se volvieran más agudos y empapando sus dedos de saliva, que no tardó en desbordar por las comisuras de sus rosados labios. Las estocadas mantuvieron el ritmo, pero iba cada vez más hondo dentro de sus paredes, por lo que pronto se unió a Lithium clamando a la par suya.

Descendió con su lengua por su cuello y hundió su frente contra su hombro, gruñendo bajo; se sentía tan bien estar dentro de ella que se volvía inaguantable, y esa sensación desesperada los colmaba totalmente a ambos. Abrió su boca y atrapó una pequeña parte de su carne entre sus dientes, consiguiendo un alarido, lamió la zona después e hizo lo mismo justo al lado de la primera marca. Con cada nueva estocada, cada sonido de sus cuerpos sudados y pegajosos chocando, más fueron abriendo sus bocas hasta que Nam retiró sus dedos y tomó apresurado su rostro, girándolo un poco y conectando sus belfos en un profundo beso, aunque tuvo que desprenderse al poco tiempo porque no lo toleró más. Así que llevó ambas manos a sus caderas de nuevo y allí empujó con más fuerza varias veces sin parar, dejando que todo fluyera, bajando la velocidad, pero golpeando con fuerza aun así, ahogándose en sus propios gemidos, del mismo modo que lo hizo su amante.

En cuanto Nam-joon abandonó su piel, ella, entre hondos suspiros, se movió con ayuda de sus manos y llevó su rostro hacia su parte baja. Comenzó a lamer y relamer su pene, sin quitar el contacto visual, aunque él lo rompió al llevar su rostro hacia el techo con un jadeo, cuando de repente sintió un fuerte pellizco, que en realidad había sido una traviesa mordida.

―Hija de puta... ―Dirigió de inmediato su cara directo a la opuesta.

Ella sonrió y se enderezó, envolviéndose al cuerpo de su amante con sus extremidades, prácticamente colgando de él.

―Tu verga es deliciosa, Namu ―dijo, besando con intensidad sus labios.

―¿Así que quieres mi verga? ―musitó, sondeando sus belfos contra los impropios. Su chica asintió, mordiéndose el labio bajo ―. Muy bien... Te la daré toda entonces. ―Consintió, y no la besó, la deboró de un arrebato.

Se levantó en un parpadeo junto con ella, subiéndola sobre su hombro y le dio una dura nalgada que la hizo reír por lo bajo. La llevó hasta su dormitorio y la postró sobre el colchón. No sería gentil; ella lo sabía, incluso lo llamó seductora con su dedo.

Ese segundo round comenzó. Lithium estaba ahora sobre él, dando pequeños saltos sobre su pelvis, una y otra vez, aunque él restringía su movimiento tomándola por la cintura y la asaltaba de imprevisto con una dura estocada, también una nalgada, de tanto en tanto, provocando que curvara su columna hacia atrás y arrancándole un dulce grito, que eran opacados por la mordaza de cuero, pero aun así se desquitaba mordiendo la bola que llevaba en medio, y gruñía por lo bajo cuando pellizcaba y apretaba sus pezones.

―Vamos, bebé. ¿No decías querer mi verga? ―dijo el jefe entre suspiros, dando otro rígido impulso contra su entrada, obteniendo un quejido de su parte que la desarmó ―. No te siento muy entusiasmad...

Y antes de poder concretar su frase percibió cómo ella contrajo sus paredes, apretando su miembro poco a poco, arrebatándole un gemido que lo llevó a fruncir su entrecejo y morderse el labio inferior. Lithium descendió de golpe y plantó sus palmas contra el pecho de Nam-joon y manteniendo sus ojos asentados en los impropios comenzó a menear su cadera, tan lento, tan sensual, que lo enajenaba de placer. Clavó sus uñas contra su piel al mismo tiempo, despacio y profundo, haciendo que unos finos hilos rojos comenzaran a distinguirse, aunque la verdadera delicia era contemplar el éxtasis en su rostro.

Nam-joon se levantó con violencia contra ella, desplomándola sobre las sábanas y empujó repetidas veces, con tanto ímpetu, acérrimo, con tanta excitación, y hasta que el sudor se despedía a gotas de sus cuerpos.

La cabeza de la muchacha sobresalió del pie de la cama. Dejó su cuello extenuado, el cual él no desaprovechó para devorar a besos y mordidas salvajes. Del mismo modo Lithium rodeó su anatomía con sus brazos, sus piernas, hundiendo sus pezuñas contra su piel hasta el punto de hacerlo berrear en deleite. Su pareja mordió la bola de goma de la mordaza y tiró con sus dientes para besarla y así hundirse juntos en ese delicioso clímax sin igual.

Permanecieron sobre el colchón, tal y como habían acabado, en tanto sus respiraciones se regulaban. Ella boca arriba y él con su cabeza sobre su vientre, acariciando sus pechos con un toque muy gentil.

La diablesa dijo no sentir sus piernas, por lo que su compañero la cargó y la recostó de manera apropiada para que estuviera cómoda. Acto seguido, encendió un cigarrillo que compartió con ella.

―¡Wow! Hacía tiempo no nos divertíamos juntos ―dijo con entusiasmo, exhalando el humo sobre su cabeza y regresándole el cilindro ―. ¿Algo como esto es lo que deseabas hacerle a ese humano precioso? ¿Cómo se llamaba?

―Seok-jin. Ese pobre infeliz no hubiera aguantado ni medio segundo de mi ritmo. Así como te tuve contra la pared, él probablemente se hubiera desmayado. ―Dio una calada profunda ―. Ya que lo preguntas, me gustaría esposarlo al cabecero de la cama y meterme entre sus piernas. Calar profundo en ese agujerito virgen que tiene y hacerlo gemir entre lágrimas. Sí... Es una imagen mental deliciosa. ―Sonrió con pillería, llevando el cigarro a sus labios otra vez.

―Mmm... Qué perverso eres, Namu ―dijo con una sonrisa, arrebatándole la nicotina ―. Si llegas a tenerlo así algún día grábalo, ¿sí? Quiero material de calidad para masturbarme. ―Dio una inhalada.

Ante su comentario Nam-joon dejó escapar una breve risa nasal, marcando apenas uno de sus hoyuelos, y recuperó su cigarrillo.

―El tonto me tiene miedo. No lo culpo. Pero... Ha tenido buena conexión con Suni. Eso... eso me dio gusto. ―Dio un asentimiento, fumando lo último de la colilla.

―¡Es cierto! No la veía tan entusiasmada por un hombre desde... desde siempre.

―No lo ha tenido nada fácil. Pero se veía feliz. Y si ella lo está, lo estaré también.

―¿Cómo te sientes ahora?

―Muy ansioso. No puedo con ello ―le respondió, estirándose un poco y acarició su muslo.

―Tal vez sí tengas que tomar el alma de ese niño bonito.

―No puedo hacerle eso...

―Pero si no lo haces, nosotros...

―Lo sé ―dijo, manteniendo la vista al frente.

―¿Y si Astarot no regresa a Chlorine?

―Iré por ella.

―Namu...

―Iré por ella. Definitivamente. Porque antes que ser la perra de cualquiera... Chlorine es mía ―dijo, entrecerrando sus ojos, los cuales resplandecían amarillentos ante la rabia.

Al mismo tiempo, unos párpados volvieron a separarse, después de una larga espera. Jung-kook había despertado un tanto perdido en la enfermería, contemplando con su ojo sano el techo de la habitación, mientras que el otro todavía se reconstruía bajo las gasas que le habían puesto. Su expresión reflejaba frustración y enfado a partes iguales, y no sabía qué demonios hacer con todo eso que sentía.

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