Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12: Precipitación

La espalda de Jin golpeó la pared en el momento en que le dieron un giro a su cuerpo. Se encontraba en su dormitorio, y delante de él estaba Chlorine, quien pronto estiró el brazo y bajó el pestillo de la puerta.

―Eres malo, Kim Seok-jin ―declaró, apuntando su pecho con su dedo.

―No, no tan malo. Lo que dije de Jung-kook-ah fue...

―Sí, eres malo... ―Superpuso su voz ante la de él ―. Y me gusta ―estableció, devorándolo con los ojos.

―Soy una rata de alcantarilla ―expresó, hipnotizado en su mirada.

―Entonces eres la más linda que me he encontrado ―le dijo, acariciando y apartando unos cabellos de sus ojos.

El muchacho dio un leve sacudón a su cabeza, intentando organizar sus pensamientos.

―Un momento, no estás refiriéndote a Jung-kook, ¿entonces qué...?

―Te vi mirándome por el reflejo de la copa que luego tiraste ―expuso, dando un piquete usando su dedo índice con cada palabra añadida.

Jin apretó los labios y corrió el rostro en otra dirección, muy apenado. Realmente no se esperaba que ella lo supiera.

―Y, para que lo sepas, también me di cuenta de todas... ―Prolongó la primera vocal en cuanto pronunció «todas» ―...las veces que me marchaba con un cliente y tú te quedabas mirándome ―continuó, surcando un camino con sus dedos, ascendiendo hasta su hombro y sujetó su rostro de un arrebato, obligándolo a mirarla ―. ¿Sentías celos, Jin-jin? ―Arrimó más su rostro al de él.

Aquel susurro seductor que era su voz en ese momento lo tenía encandilado, incluso sintiendo que no era justo, le encantaba lo que evocaba en él. Por otra parte, no entendía del todo su último argumento, ya que en todas aquellas veces ni siquiera él era consciente de sus gestos o el porqué de sus emociones, no obstante... ¿Realmente podría llamarlo celos?

―Bésame, Jin ―le pidió, rodeando su cuello con sus brazos y adosando sus rostros, al punto de rozar sus narices ―. Chico malo, atrevido y embustero. Bésame, te digo. ―Habló entre dientes, escupiendo su aliento sobre esos robustos labios color cereza.

―Chlo-Chlorine...

―Al demonio, te besaré yo ―masculló, sujetando su cabeza con ambas manos y estampando sus belfos contra los opuestos, quedándose así, como si esperase una respuesta, aunque más bien anhelaba no ser rechazada.

Jin abrió los ojos de par en par ante la sorpresa y el sacudón que sintió en todo el cuerpo. Pero al momento de escuchar su respiración siendo exhalada con un deleitante ruido mientras se ahogaba en ese beso, ya no pudo ni quiso resistirse más. Llevó sus grandes manos a su cabeza y la surcó por encima de su suave cabello oscuro como un tesoro. Sus ojos se cerraron despacio, su rostro cedió y su voluntad se rindió ante ella. Conectaron sus bocas dándose pequeños, pausados besos, curvando sus cabezas y humedeciendo esos labios, hasta que la fuerte respiración de ambos en conjunto con el chirrido producido por la fricción, era todo lo que moraba en las cuatro paredes de esa habitación.

Chlorine retrocedió, pellizcando su ropa hasta chocar con la cama y dejarse caer; encima se incorporó Jin, sosteniéndose con sus manos a los lados. Aquel gemido que ella liberó en cuanto su espalda se desplomó sobre el suave y firme algodón de verdad lo fascinó. El tiempo se congeló en ese instante en que se miraron con deseo, gruñendo «sí, quiero», entonces al unísono volvieron a hacer contacto por medio de sus bocas. Se apropiaron de los belfos del otro apretando, tirando, succionando, mojando la suavidad de esa frágil sección de piel al surcar con sus lenguas, generando chasquidos más constantes y estridentes. Él jadeaba por un respiro; ella inspiraba profundo ante la excitación. Acto seguido, bajó sus manos por su pecho y plegó su camiseta hacia arriba.

―Quítatela. Déjame tocar tu piel sin estorbos ―demandó entre suspiros.

El referido accedió, se apoyó con las rodillas y cedió sus brazos, entonces ella la removió y la arrojó al suelo. Se impulsaron hacia el otro para continuar con ese besuqueo constante. Chlorine se abrazó a su cintura, recorriéndola con sus manos, se apoderó de su abdomen hasta descender su mano y meterla dentro de su pantalón, sacándole un gemido.

―Rayos, hasta cuando jadeas eres adorable, Jin-jin.

―Supongo que es algo con lo que naces.

La diablesa reprimió una carcajada. Nunca antes se había sentido tan tentada por la risa y tan a gusto por ello, cuando se suponía que solo iba a tener sexo. Siempre era lo mismo: sin ninguna palabra de por medio, directo al meollo del asunto; solo negocios, solo placer (mayormente para ajenos y no para ella) y nada más. Se sintió todavía más complacida en cuanto Jin la rodeó con sus brazos, rotando sus cuerpos y recorriendo su espalda hasta conseguir bajar lentamente el cierre de su vestido, descansó las palmas sobre sus posaderas, apretó un poco y deslizó desde ese punto. A medida que la prenda bajaba, sus pechos quedaron al descubierto. Jin abandonó despacio sus labios para descender por su cuello, su clavícula y dedicar su atención hacia ellos, los sondeó con sus labios y masajeó con sus dedos, generando pequeños espasmos en la dueña quien, también deseosa de continuar escuchando algo de él, volvió más ávido ese masaje en su ya endurecido falo, relamiéndose los labios al ver cómo contraía sutilmente los músculos en su bello rostro.

El muchacho liberó un pesado jadeo, ya sin soportar su miembro atrapado en su ropa, por lo que desprendió los pantalones, despojándose rápido de ellos, al igual que todo lo demás, con ayuda de su compañera. Y al tenerlo así, tan inmaculado frente a sus ojos, Chlorine prácticamente se le fue encima sin pensarlo demasiado, devoró sus labios, tirando con sutileza de los inferiores con sus dientes. Separó las piernas, tomó su erección, la midió con su entrada y sin preparación previa lo introdujo de una sola vez, auto penetrándose por él. No le importó el dolor, tan solo dejó que sus interiores lo tomen, amoldándose, en tanto ella respiraba con la boca abierta, sin poder evitar juntar sus párpados. Recorrió su cuerpo con sus manos mientras muy despacio comenzaba a moverse y montarlo, a la vez que se acoplaban, inspiraba y exhalaba con mayor pesadez a cada segundo.

A los ojos de Jin, la imagen era pura lujuria, una belleza inmaculada de la cual estaba siendo dueño ahora: ella moviéndose sobre él, repasando sus labios con su lengua y las hebras de su larga cabellera con sus manos; manteniendo el contacto visual y embriagándolo, dejándolo totalmente encandilado y extasiándolo, en una escala solo ascendente. El chico abrazó su torso, arrimándola, besando sus pezones, relamiéndolos y ahogando a los dos más en placer. Chlorine jadeó y se abrazó a su espalda, arando los músculos con sus dedos, dejando surcos blancos por la presión que ejercía contra su anatomía, aunque sin clavar las pezuñas; él era un dulce pastelito, cómo podría ser tan vil de marcarlo en la «primera cita». Seok por su parte bajó sus manos hasta sus nalgas, contorneándolas hasta los muslos y, con entusiasmo y la zona más lubricada, la sostuvo y empezó a incorporar también el movimiento de sus caderas, brindando otro nivel de arrobamiento. La chica apegó su torso al opuesto en ese momento, acoplándose a sus movimientos y gimiendo más audiblemente junto a él.

―Ah... Chlorine... creo que voy a... ―emitió entre suspiros.

―Está bien, hazlo ―jadeó, tomando su rostro y besando sus labios con fervor.

El agite persistió, el chapoteo acrecentó y con un gruñido que a oídos de Chlorine fue tan adorable como excitante, Jin acabó dentro. Sus frentes chocaron con gentileza y gradualmente regularon la respiración, controlando el agitado bombeo de esos corazones. Abrieron despacio los ojos al poco tiempo, fijando sus pupilas en el otro con una sincronización casi perfecta.

Para sorpresa de la chica, Seok-jin se le vino encima y en cuanto la tumbó sobre las sábanas salió de sus interiores, situándose contra su espalda y recorriendo su cintura hasta los muslos.

―Quieres continuar, ¿eh? ―dijo por lo bajo, ensanchando una sonrisa hacia un lado.

―Solo un poco más, ¿sí? ―masculló, reposando sus labios suavemente sobre su cuello ―. Realmente quiero llegar...

Perfiló su miembro contra su entrada, ingresando de una sola vez, muy despacio y con cuidado. Seguidamente y sin pausas de por medio, recorrió su muslo interno hasta que lo alzó de repente para así poder adentrarse más. Ella giró su rostro hacia él, acarició su mejilla, lo atrajo y se adecuó a sus labios, lamiéndolos, mordiéndolos, dejando su sinhueso en su interior, para saborearlo mejor.

Jin hizo descender su mano que apretaba y masajeaba uno de esos senos, que tanta codicia le generaban, por su vientre, su ombligo, hasta su entrepierna, reposó las yemas de sus largos dedos contra su clítoris y masajeó con sutileza, obligándola a separar un poco sus bocas para tomar un respiro y dejar oír unos fuertes gemidos.

―Tú... Tú sí sabes dónde tocar, ¿eh? ―balbuceó, conectando sus ojos con los de él.

―Lo intento ―respondió, con una voz gutural. Le sostuvo la mirada unos segundos y la besó nuevamente.

Levantó un poco más su pierna, aumentando asimismo la presión contra el agarre. Sus penetraciones eran lentas pero profundas, enterrándose tanto como le fuera posible, a la vez que afianzaba su toque en la zona sensible.

―Ah... Jin... ¿Q-Qué estás haciendo? ―Lanzó su pregunta retórica, con la respiración entrecortada.

Nunca se había detenido a pensar que un movimiento tan parsimonioso, tan perpetuo, podría llegar a ser asquerosamente tortuoso y placentero en partes iguales, al punto de desear que acabara, pero a la vez que continuara por siempre, dejándola en medio de un limbo entre el deseo y la satisfacción.

Jin soltó un quejido agudo, seguido por otros más ahogados. Chlorine lo atrapó por las mejillas y lamió con reitero esos belfos que encontraba tan voluptuosos, entrelazando sus lenguas en el proceso.

Las estocadas perseveraron con lentitud, profundas, aunque más rudas, y así se perpetuó hasta que el clímax los atrapó y consumió a ambos, dejándolos sofocados en suspiros, espasmos y sudor. Todavía compartiendo espiraciones, él abandonó su interior, aunque pronto se abrazó a su cintura y reposó su cabeza sobre su hombro.

Transcurrido un corto lapso de tiempo, Chlorine abrió los ojos y paseó la mirada.

―¿Estás dormido, Jin-jin?

―No. ―Contestó en la brevedad, levantando la cabeza al mismo tiempo que ella giró hacia atrás, entonces encontraron los ojos curiosos del otro.

La diablesa ensanchó una sonrisa en su rostro, desperezándose, dejando una rodilla en alto y los brazos extenuados a los lados de su cabeza. Seok contempló la belleza de su cuerpo desnudo: palpó con su dedo un lunar que tenía justo en el relieve de su clavícula, luego otro más abajo, en la zona de las costillas, aunque no tardó en estancar la vista así como incorporar su mano sobre uno de sus pechos, apretando con suavidad.

―Te gustan mucho, ¿eh?

―Nunca había visto unos tan grandes y firmes.

―Eres todo un pervertido, Jin-jin. ¿Por qué me lo dices recién ahora?

―Porque ahora me siento en el sitio y momento correcto para hacerlo.

―Ay pero qué dices, ¿qué tiene de malo que seas sucio teniendo confianza conmigo?

―No soy así.

Chlorine alzó una ceja y apartó su mano, volcándolo sobre el colchón y se posó sobre él.

―Sí eres, solo que lo ocultas y te reprimes ―expuso, robándole un húmedo beso.

―Mm... vas a hacer que se me pare de nuevo.

―No, no... ―dijo, quitándose de encima. Se puso de pie y buscó su vestido ―. Tenemos que volver al trabajo ―agregó, recogiéndolo del piso.

―Sí, tenemos que volver al...

Y la expresión calmada de su rostro lo abandonó en un segundo. Palideció, estampó una mano en su rostro y se detuvo en seco al instante siguiente, enderezándose como si hubiera recibido un profundo pinchazo en el culo.

―¡Ay carajo! ―Abrió los ojos, dejándolos como dos grandes platos.

Mientras Chlorine deslizaba su vestido cuesta arriba, observaba al muchacho volverse loco por vestirse lo más rápido posible entre gruñidos y maldiciones, no pudiendo evitar sonreír. Se mordió el labio luego: le costaba creer que ese niño grande era el mismo que hace un momento le había otorgado un placer divino.

―¿Qué? ―preguntó, notando su intensa mirada sobre él, casi provocándole escalofríos.

Ella respondió dándole la espalda y corriendo su cabello.

―¿Podrías ayudarme con el cierre, worldwide handsome? ―Señaló con su dedo, observándolo de reojo por encima de su hombro.

El referido terminó de amarrar los cordones de su zapatilla y se irguió de inmediato para la tarea. Ella volteó, lo agarró por los mofletes y estampó un beso sobre esos labios que tanto le encantaban. Lo soltó y le dio otro más profundo y húmedo esta vez.

Con ayuda de un vórtice que ella abrió, ambos consiguieron llegar en un parpadeo a la planta baja. Allí se separarían para ocuparse de sus pendientes. Jin simplemente soltó su mano y pretendió avanzar en dirección opuesta, aunque Chlorine, por su parte, le otorgó como despedida no una palmada, sino un fuerte apretón a una de sus nalgas.

―¡Oye! ¿Qué haces? ―Se sobresaltó, mirándola con los ojos bien abiertos y sus orejas empezando a tomar color. Prefería ser discreto ante los miles de ojos que pululaban por ahí todavía.

―Te veo luego, Jin-jin. ―Se despidió, guiñándole un ojo y lanzándole un beso al aire.

Seok no hizo más que llegar a la barra para sacudirse por el repentino grito de Nam-joon a su espalda. Se llevó una mano al pecho por el tremendo susto y se giró hacia él.

―¿Se puede saber dónde mierda estabas? ¡Perdimos mucha clientela y concurrencia por tu ausencia! ―exclamó, avanzando amenazante.

Jin retrocedió hasta chocar contra la mesa a su espalda.

―Yo sé dónde estaba Jinnie. ―Canturreó Jimin, surgiendo detrás del jefe, en compañía de Ho-seok.

―Ah, por favor, no me digas que me viste ―protestó Seok, exhalando aire con rabia y apretando los párpados.

―¡Claro que no! Solo me acerqué a la puerta y escuché cosas muy... ehm... «educativas». Pero es digno de celebración. Hicimos una en tu honor, Jinnie.

No solo el aludido, sino los otros dos se quedaron mirándolo, estáticos, sin decir nada.

―Hice una en su honor.

No obtuvo nada más que unos pestañeos.

―Hicimos una orgía. ―Esclareció Hobi con los párpados bajos, dirigiéndose al resto.

―¿Y no me invitaron, hijos de puta? ―Se quejó el jefe, con notable indignación.

―¡E-Estabas tan ocupado! ―Habló Jimin, ligeramente nervioso.

―¡Ahora estoy ocupado! ¡Tuve que traer mi trasero hasta aquí para ver dónde demonios estaba mi maldito cantinero! ―gruñó con rabia, estremeciendo no solo a Seok-jin ―. ¡¿Dónde mierda estabas?! Respóndeme de una vez.

―Estaba en su cuarto con Chlorine, haciendo el... ―Intervino Jimin una vez más, dando un silbido, para luego hacer gestos y sonidos, uno tras de otro hasta que Nam-joon lo acalló, amenazándolo con darle un puñetazo en el ojo si no se detenía, cosa que hizo de inmediato, más conteniendo una carcajada que asustado.

―Tú... ¿Te acostaste con Chlorine? ―preguntó el mandamás un tanto incrédulo, volviendo la vista hacia él, a través de sus gafas oscuras.

Apenado a más no poder, el aludido apretó los labios, con la mirada baja y asintió despacio una sola vez.

―¿En... serio?

―En serio. Estoy bastante seguro, Nam-joon. ―Expresó con hastío y un poco indignado también.

―Cuida tu tono conmigo, Kim. O haré que pruebes tu propio semen y lamas tu culo con tu propia lengua. ―Lo apuntó con el dedo, obteniendo como respuesta una mirada de cachorro abandonado ―. Es que... te ves intacto ―comentó, observándolo de manera escrupulosa.

―¿Cómo que intacto? ¿Esperabas que apareciera sangrando o algo?

―Hablamos de Chlorine, así que sí, como mínimo.

―¿Cómo que «como mínimo»? ―Se halló estupefacto.

―Olvídalo. Está bien ―dijo sin más, relajando los hombros y subiendo un poco sus anteojos.

―¿Cómo? ¿Así nada más? ¿Está bien?

―Sí.

―¿De verdad? ―Levantó las cejas con asombro.

―No ―sentenció, quitándose los lentes y dejando ver una expresión de repulsión y enfado.

El jefe con sus propias manos cazó al pobre Jin del cuello de su ropa y lo trasladó de inmediato a la maldita y mil odiada, sala de castigos. Allí lo atacó a punta de cosquillas para que no pudiera poner resistencia, le quitó su saco de un tirón y aplacó su torso contra una de las mesas más altas. Jin liberó un jadeo por el dolor; seguía siendo sometido por el duro agarre en su nuca y sintió también cómo sus brazos fueron llevados y flexionados contra su espalda, y una soga un poco gruesa empezaba a rodear sus muñecas.

―Espera, ¡espera, Nam-joon! ¡Hablemos de esto, por favor!

Pero el jefe no dijo nada, aunque sí abandonó su tacto contra su cuello, ya que tenía puesta toda su atención en los nudos que estaba realizando y el recorrido de la soga por los brazos. Dejó los extremos de cada lado para que el torso del chico quedara sujeto a la mesa, y sin detenerse ahí, y para su deleite personal, amarró también sus tobillos a las patas del mueble de madera, dejando sus piernas bien separadas y su retaguardia expuesta.

―Qué delicia de panorama.

―¡Nam-joon-ah! ¡Por favor, perdóname! ¡No quise...! ¡AAH!

Una dura nalgada fue propinada con su mano bien abierta y el jefe disfrutó del estruendo, para abrir el espectáculo que vino con el grito de Seok-jin hasta sus oídos.

―Así que te escapas para tener sexo mientras yo pierdo dinero y miles de clientes que posiblemente ya no vuelvan. ―Expuso, con una muy breve e irónica risa nasal.

Sus venas estaban bien marcadas en su sien, sus nudillos y cuello, y casi se podía divisar humo emanando los poros de su piel, producto de la irritación que lo poblaba.

―Lo siento, ¡lo lamento! ―dijo Jin con desespero, apretando los párpados con fuerza.

―Eres un cochino degenerado, Kim ―le susurró arrimado a su oído ―. Dilo. Di que eres un degenerado. ―Su mascullar fue más gutural y le provocó escalofríos a su sometido; también se dio el lujo de llevar su mano sobre su cabeza y despeinar un poco su cabello.

―S-Si digo que soy un degenerado, ¿m-me dejarás ir?

―¡Claro, tontito! Por supuesto ―dijo con un tono más agudo y una intención totalmente opuesta, irguiéndose y dándole una suave palmada al hombro.

―Bien, bien... S-Soy un degenerado. ¿Ya estás feliz?

Pero todo lo que obtuvo con ello fue una nalgada mucho más fuerte que lo hizo liberar un quejido áspero.

―Ah, ¡eres malo!

Eres malo. ―Se burló, imitando su tono lastimero ―. ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? Soy un demonio, Kim. ¿No es lo que le dicen a los niños? ¿Pórtate bien o el demonio te va a violar?

―¡Ese es el hombre del saco! O el coco, baba yaga. No sé, tiene mil nombres. ¡Y no le dicen eso a los niños, animal! Solo les dicen que se los comerá o se los llevar... ¡AAH!

Otra nalgada.

―¡¿Y eso por qué?!

―¡Por corregirme, idiota!

―L-Lo siento.

―Y también me llamaste animal ―dijo, adquiriendo de nuevo esa voz grave y rasposa ―. ¿Quieres que me porte como un animal?

―N-No... ¿Para qué tomarte la molestia de...?

Y antes de que pudiera terminar de hablar, el sonido de una caja sobre la parte vacía de la mesa, a unos pocos metros de su cara, lo hizo callar. De su interior Nam-joon sacó algunos utensilios y herramientas, entre ellas un látigo exclusivo para nalgadas y un plátano, bastante grande y bien amarillo. La boca de Seok se entreabrió con preocupación y ansiedad, y cuando sus pupilas se alzaron, conectaron con las opuestas, cuyo iris comenzó a tornarse ámbar.

―¿Ves todo esto? ―Desplazó su mano en el aire ―. Es lo que planeo usar en tu lindo culito ―dijo, rodeando la mesa.

A medio camino, empuñó una funda y desveló debajo un espejo superpuesto contra la pared, cubriendo la mitad del muro. Pasó de largo el cristal, volvió a surcar la superficie de madera, tomó la cabeza del estupefacto muchacho y la giró para que apreciara su propio cuerpo reflejado. Descendió y casi rozó su oído con sus labios.

―¿Ves eso? Ahí contemplarás tu propia cara de orgasmo.

Los ojos de Seok-jin se abrieron como dos grandes platos al escuchar aquel susurro, pero en definitiva se le erizó por completo la dermis en cuanto no solo sintió, sino que también vio la imagen espejada, los dientes de Nam-joon atrapar la parte más alta de su oreja y tirar un poco de ella.

―¡Espera, espera! ¡Nam-joon! ―gritó, sacudiendo la cabeza.

―Voy a darte por cada billete que me has hecho perder esta noche, Kim.

―¡E-Espera! ¿Con la banana también?

―Sí, con la banana también.

Un alarido fue soltado por Seok-jin a continuación, removiéndose y tirando de las sogas, logrando solo afianzar los nudos. El jefe tomó en primer lugar el látigo, midió la distancia y Jin solo pudo cerrar sus ojos y esperar el impacto. Sin embargo, la puerta de la habitación fue abierta.

―Joonie. ―Canturreó una voz femenina de cabello color cobre, numerosas pecas sobre las mejillas y pomposos labios rojos.

Lithium, la secretaria personal del jefe, vistiendo tan solo un leotardo con un corsé, ajustando sus pronunciadas curvas, unos tirantes sobre los muslos que sujetaban sus medias de red y unos relucientes tacones, todo combinando en perfecta armonía con rojo, blanco y negro.

―Bebé, me cago en tus muertos. ¿Qué no ves que estoy a punto de darle duro a este virgen de mierda?

―¡Que no soy! ―Gruñó el referido con enfado.

―Perdona cariño, pero la perra de Chlorine pide hablar contigo respecto a tu hermoso castigado. ―Señaló al chico con los ojos.

No es que las muchachas se llevaran mal, su trato simplemente era de aquella manera.

―¿Es así? ―Alzó las cejas, curioso ―. Bien, como sea ―dijo, avanzando hacia la fémina, depositó el látigo en su mano y cruzó la puerta. Ella lo siguió.

Jin sintió alivio por fin, aunque sabía que era momentáneo, puesto que Nam-joon volvería en cualquier momento para terminar lo que empezó.

Planchó su mejilla contra la reconfortante madera de la mesa a la cual estaba amarrado y condenado y suspiró. En momentos como este prefería mil veces recibir otro castigo de J-Hope, haciéndolo bailar hasta desfallecer, antes que padecer la ira del jefe "Kim Nam-demonio de mierda-joon". Suspiró una vez más, refunfuñó y renegó de su pésima suerte. No obstante, y para colmo de males, un silbido proveniente de la entrada, que se hallaba abierta de par en par, lo incitó a levantar un poco la cabeza y llevar la vista en esa dirección, aunque ya sabía de quién se trataba sin siquiera verlo: Jung-kook. Lucía diferente ahora: se veía más alto, con una expresión más madura y también frívola. Vestía completamente de negro, desde la gargantilla en su cuello, su chaqueta de cuero hasta sus botas cortas. Su cabello se apreciaba ligeramente ondulado, cayendo sobre su frente, casi cubriendo sus ojos, aunque las hebras se separaban justo en el medio.

Retiró el pequeño lollipop de su boca y habló:

―Vaya, vaya, vaya... Así que hyung terminó castigado por tener una escapada sexual ―dijo petulante, caminando a paso lánguido ―. ¿Agitaron la cama? ―añadió, deteniéndose frente a él.

―No me molestes, chiquillo insolente.

Ante su respuesta, la cual esperaba de una forma u otra, Jung-kook sonrió dejando ver su hilera de dientes y se llevó el chupetín a la boca nuevamente.

―Por el amor de Dios, dime que Nam-joon no te envió para que me martirices hasta que regrese.

El chico frunció el ceño y negó con la cabeza.

―No necesito que me lo pidan para martirizarte ―dijo, avanzando rápido hacia él, regalándole una fuerte nalgada y riendo por lo bajo tras el alarido que le había arrancado.

―¡Oye! ¡No hagas eso! ¿Te importaría desatarme al menos?

―¿Y que Nam-joon me ponga a mí luego en tu lugar por haberte soltado? Olvídalo, hyung. Estás condenado, bien condenado.

―Ah, tienes razón... en ambas cosas.

Jung-kook rio entre dientes una vez más; incluso tan jodido como estaba, siempre se preocupaba por otros antes que por sí mismo, y lo compensaría por ello, así que le dio unas vueltas a la paleta en su boca, bañándola en su saliva y sostuvo el palillo con su mano.

―A ver hyung, abre grande la boca ―lo molestó, poniendo una palma sobre su frente, haciendo un poco hacia atrás su cabeza, y acercándole el dulce.

―¡Jin-jin!

Los dos llevaron indeliberadamente la mirada hacia la entrada. Chlorine ingresó a paso acelerado y se detuvo a un lado del prisionero, posó sus manos sobre su cara y besó sus labios. Giró su rostro luego, percatándose de la atenta mirada del otro chico sobre ella. Vio directo a sus ojos, bajando hacia el dulce después. Lo mordió, cortando incluso una parte del tubo de plástico que lo sostenía, y sin siquiera masticarlo se lo tragó entero. Jung-kook observó el palillo entre sus dedos y bajó las comisuras de sus labios, asintió con la cabeza y salió de la habitación sin más.

―¿Qué haces aquí? Vas a meterte en problemas ―protestó Jin, preocupado.

―Tranquilo. Todo está bien ―dijo, desanudando el extremo de la cuerda del gancho al borde de la mesa.

Hizo la misma tarea con la cuerda al otro extremo, prosiguió con sus tobillos y, con mucha destreza, empezó a deshacer todos los nudos que envolvían sus brazos y las muñecas, hasta que lo dejó libre de ataduras al fin.

―Hablé con Nam-joon. Trabajaré horas extra y tomaré más clientes para cubrir lo que se perdió hoy.

―Pe-Pero... ¿Por qué? ―objetó con descontento, mientras masajeaba sus articulaciones.

―Oye. ―Sujetó su rostro por el mentón ―. No iba a dejar que te castiguen por mi culpa.

―Fuimos los dos.

―Sí... ―pronunció en un suspirar, avanzando hacia él y haciéndolo retroceder hasta que su espalda tocó la pared, entonces repasó sus labios con su lengua para luego juntar sus belfos que produjo un fuerte chasquido al momento de desprenderse. ―Ven, salgamos de aquí ―agregó, tomándolo de la mano y abandonando el lugar.

Más tarde, el jefe, extenuado en su sitial detrás de su escritorio, colocó su mano sobre los cabellos de su querida, quien le estaba haciendo la felación de su vida, aunque se vio obligado a detener de repente su fascinante trabajo, ya que sintió una brusca alteración en sus sentidos, y para su desgracia no era para nada de índole sexual.

Ella se sentó sobre su regazo y acomodó su cabeza sobre su pecho, mientras él miraba hipnotizado ese nuboso cielo nocturno y oía el sonido de la lluvia. Algo, o más bien alguien, se estaba aproximando, y él lo sabía con certeza.

___________________________________________________________

¡Hola! Si llegaste hasta acá, primero que nada, gracias infinitas por el apoyo. Me alegra que estés disfrutando de mi historia.
Quiero anunciar que en el próximo capítulo se viene personaje nuevo, un big boss que le pondrá las cosas difíciles a nuestros tinnies, especialmente al pobre de Jin y a nuestro jefe favorito. Va a haber sangre, destrucción y las cosas quizá tomen un rumbo algo más serio, aunque la comedia y el sexo no faltará tampoco, ya que forman parte de la esencia del relato.
Espero que lo sigan disfrutando tanto como hasta ahora y nuevamente muchas gracias por su apoyo y su interés por interactuar tanto en votos como en comentarios. ¡Se aprecia muchísimo de verdad!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro