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Capítulo 11: Tentación

Nuestro barman favorito se había establecido en su puesto de trabajo, aunque de su cabeza no se aminoraba la sensación de los recientes acontecimientos: Había sido llevado de manera muy poco ortodoxa, según su criterio, al tercer piso, donde fue dejado «al cuidado» de Chlorine, mientras llevaban a cabo su plan para atrapar a Jung-kook de una buena vez.

Jin tosió repetidas veces con algo de mucosidad, sintiendo una molestia en el pecho, que llamó inevitablemente la atención de la diablesa.

―¿Te sientes bien? ―le preguntó, poniendo una mano sobre su hombro y frotando con suavidad.

―Creo que sudar tanto en el suelo tan frío no me sentó muy bien.

―Tengo un remedio para eso. Está en mi cuarto, ven conmigo ―expuso, tomándolo de la mano y guiándolo por el pasillo.

El muchacho se negó con timidez en un principio, puesto que no deseaba causarle molestias de ninguna manera ni ser él una tampoco, sin embargo, ella insistió y mantuvo firme su agarre hasta detenerse delante de la entrada a su dormitorio; la puerta más grande entre todas las demás, de color fucsia muy chillón, con pequeños detalles y picaporte dorados, resaltando enormemente entre las paredes blancas. Agarró la manija, la bajó e hizo ceder la tabla para ingresar. Pero... en el momento en que Jin puso un solo pie dentro, fue embestido de manera bestial por un intenso perfume, que se adentró por cada poro de su piel, ahogándolo y noqueándolo al instante.

―Jin... Jin...

La voz de la chica se escuchó opaca y distante. El nombrado empezó a parpadear, permitiendo que su visión saliera de esa negrura absoluta y se enfocase, hasta que logró ver ese bello rostro y sentir sus largos dedos acunando su mejilla.

―Jin-jin... ¿Te encuentras bien? ―preguntó, sonriéndole con dulzura.

―Esto ya me había pasado antes... la primera vez que entré a la oficina de Nam-joon. Pero esta vez fue... mucho más fuerte ―dijo, llevándose una mano a la cabeza y despegando su espalda de la superficie donde yacía.

Fue entonces que miró a su alrededor: la habitación era grande, el techo estaba bastante alto; no entendía cómo tal estructura se acoplaba tan bien, teniendo en cuenta cómo lucía la edificación por fuera, y ni siquiera se molestaría en averiguarlo ya que lo más seguro era que algún hechicero lo había hecho o algo por el estilo.

Los muebles eran de un estilo vintage, blancos con detalles en fucsia y bordes dorados, del mismo modo lo eran las telas cubriendo las ventanas, las paredes y la cama, rodeada por unas finas cortinas traslúcidas, que ahora se encontraban amarradas a los lados. Misma cama amplia y suave donde estaba sentado ahora. El joven bajó la mirada un poco notando que ya no llevaba puesto su saco. En último lugar dirigió sus ojos al frente, encontrando los oscuros iris de Chlorine, notando asimismo que ella estaba sobre su regazo, con las piernas flexionadas a los lados.

―¿Por... Por qué estás encima de mí? ―preguntó, todavía un poco lánguido.

―Por si tenía que hacerte respiración boca a boca ―bromeó, ansiosa por presenciar su exaltación.

Pero Jin no respondió, tan solo bajó la cabeza, frotando su frente con sus dedos.

―¿Te duele la cabeza? ―indagó, apoyando su palma sobre su frente.

―Un poco. ―Bajó los brazos.

―Estás un poco caliente. La medicina que te dije antes calmará eso también―informó levantándose, se dirigió hasta el mueble y volvió con un ungüento ―. Muy bien, quítate la camiseta ―solicitó, acomodándose de nuevo sobre sus piernas.

―¿Qué? No, no, no.

―No seas tonto. Tengo que poner la crema sobre tu pecho ―dijo, riendo entre dientes.

―Puedes meter la mano bajo la ropa.

―¿Así es como te gusta? ¿Que meta la mano? ―bromeó una vez más, divertida.

Y otra vez él no respondió. Realmente no se sentía muy bien, por lo que decidió ser buena y no molestarlo tanto.

―¿Es necesario que estés encima de mí?

―Sí, lo es ―respondió con sutil rudeza, poniendo su mano sobre su pecho y aplacando su torso contra el colchón.

Colocó el producto en su mano y lo esparció sobre su diestra. Levantó un poco la prenda de Jin, subió hasta la zona de su tórax y apoyó su mano sobre su piel, sintiendo como ésta se erizaba.

―¡Ah! Está helada.

―Mmm... debes tener un poco de fiebre. Pero no te preocupes, pronto te sentirás mejor. Te lo prometo ―lo reconfortó, acariciando su cabello y apartándolo de su frente.

Chlorine vertió otro poco del ungüento en su otra palma y la incorporó junto con la otra bajo la prenda del chico.

―A ver, inspira ―pidió en un susurrar.

Aunque tosiendo débilmente, el aludido acató sin chistar, cosa que la sorprendió un poco, entonces hizo presión sobre su pecho.

―Exhala.

Una vez más él respondió a su pedido, y ella separó sus manos por el área de sus pectorales mientras contemplaba cómo sus ojos se cerraban muy despacio, del mismo modo que dejaba ir todo el aire en sus pulmones. Creería que estaba muy relajado, de no ser porque podía sentir su corazón latir como un loco, queriendo escapar a quién sabe dónde. Estaba nervioso, y podría jurar que no era el malestar.

―No sé cómo pude desmayarme así. ―Rompió el hielo, después de unos incómodos segundos de silencio absoluto.

―Verás... la presencia de demonios de alto rango suele percibirse en el aire, como una sensación de pesadez o agobio. Además de eso, los demonios liberamos feromonas muy fuertes casi todo el tiempo. Entre nosotros no tiene mucho efecto, ya que estamos acostumbrados a nuestros sentidos agudos, pero en los humanos puede ser algo muy abrumador por momentos, mucho más lo es si... se siente una «atracción especial» ―explicó, mientras masajeaba su pecho.

Eso explicaba muchas cosas, ciertamente...

―Bueno, es normal que me sienta atraído por ti, considerando lo hermosa que eres.

Y con ello, Chlorine abrió grande los ojos, sorprendida en verdad, y frunció los labios, tratando de esconder una sonrisa que seguro le llegaría de oreja a oreja.

―¿De verdad te sientes atraído por mí? ―preguntó, con un tono muy parsimonioso y un tanto seductor.

―Ay no... ¿Dije eso en voz alta?

―Lo hiciste.

―Lo siento, no quise ser promiscuo.

―Jin, por favor. Estás hablando con la reina de la promiscuidad, por lo menos en este lugar.

―Sí, pero...

―Deja de ser tan puritano ―espetó, deslizando sus manos hasta su cadera ―, suéltate un poco más ―dijo, acomodando sus posaderas más cerca de su pelvis.

―Oye, cuidado.

―¿Cuidado con qué? Oh, ¿te refieres a esto? ―dijo, dando un pequeño salto.

―¡No lo hagas!

―¿Temes que te excite o temes que te guste? Porque me muero por conocer la respuesta ―le dijo, repitiendo la acción.

Súbitamente y con gran ligereza, Jin se levantó, la tomó por la cintura y la volcó sobre el colchón, quedándose sobre ella, con sus manos a los lados de su cabeza y una de sus rodillas entre sus muslos.

―No me provoques ―masculló, mirándola fijamente a los ojos ―. Ya estoy harto de que todos en este maldito lugar se la pasen acosándome y acorralándome. ―Dio una palmada contra las sábanas.

Chlorine no daba crédito de lo que veía y oía; estaba simplemente estupefacta. ¿De dónde había sacado esa fuerza, ese ímpetu en sus palabras? No obstante, no mentía en su argumento; supuso que su paciencia estaba en un punto límite, y el arrebato había tomado posesión de él.

―Dis-Discúlpame... N-No quise...

O tal vez no tanto...

―¿Y qué vas a hacer, Jin? ―lo interrogó, alzando lentamente sus brazos y contorneando su cintura ―. ¿No dijiste que te sentías atraído por mí?

―Eso... se suponía que... no debías escuchar...

―¿Cuál es la diferencia? Te atraigo, y de seguro me deseas, ¿no es así? ―expuso, levantando su rodilla y rozando su entrepierna.

Jin engulló saliva, mientras que la muchacha se enderezó y lo encaró, apegando su rostro al suyo. Su respiración comenzó a hacerse más notoria y pesada, pero no se apartó de ella en lo más mínimo, ni sus ojos abandonaron los ajenos tampoco. Compartieron el aliento a medida que sus labios se entreabrían más y más. «¿A qué sabrán esos labios?», pensó Chlorine obnubilada al contemplar aquellos, acolchonados y brillantes. Sin esperar más tomó posesión de su nuca, enmarañando sus dedos en los cabellos de Jin, y lo empujó para que por fin esos belfos de sueño se acoplaran contra los propios. Fue un toque dulce y casi perpetuo. Se separaron con tal lentitud que no fue uno, sino dos los chasquidos emitidos que resonaron en esas cuatro paredes, provocándole un escalofrío. Ella se mordió el labio inferior con deseo, quería probarlo de nuevo, y justo cuando iba a hacerlo un fuerte pitido proveniente de una de sus pulseras, haciendo palpitar una luz roja al mismo tiempo, la obligó a desistir.

―Parece importante ―murmuró él, observando la alhaja y volviendo sus ojos hacia ella.

Se trataba del llamado de Jimin, indicándole que ya habían logrado atrapar a Jung-kook, por lo que debían todos volver al trabajo para no descuidar a los clientes. La diablesa sintió una desazón terrible, hizo un poco hacia atrás la cabeza y frunció el ceño hacia arriba, con mucha frustración.

―Volvamos ―dijo Jin, acomodándose y bajando de la cama ―. Quiero saber qué hicieron con Jung-kook-ah. Es un grano en el culo, pero no me gusta la idea de que lo lastimen, ¿sabes?

―Adelántate. Yo bajaré después. ―Le sonrió.

Jin la miró un momento, asintiendo en la brevedad y se marchó. Chlorine se relamió los labios y llevó sus dedos a ellos después, haciendo que su expresión de nostalgia se acrecentara; había olvidado la última vez que sintió tanta ansia y dicha al besar a alguien, pero sí estaba segura de que había sido hace mucho, mucho tiempo. No demoró en darle un sacudón a su cabeza y alejar esos malos recuerdos. Se centró entonces en cómo no pudo retener a Jin, no pudo pedirle un último beso antes de irse, porque sabía a la perfección que no podría soltarlo más. Rio de solo imaginar aquello. La tentación era muy grande.

Más tarde, con el barman ocupado en su labor, la muchacha se arrimó a la mesa, sosteniendo algo en su mano.

―Oye, worldwide handsome. ―Saludó. El referido levantó la cabeza de inmediato ―. Olvidaste esto en mi cuarto ―dijo, extendiendo su brazo hacia él.

Era su saco. El mismo que ella le había quitado en cuanto sufrió el desmayo.

―Oh, te lo agradezco. ―Se inclinó un poco y tomó la prenda ―. Ni siquiera me había dado cuenta.

―¿Cómo te sientes ahora?

―Estoy algo cansado. Pero me siento mejor. Gracias a ti.

―La medicina hace un cincuenta por ciento. El porcentaje restante, lo hacen mis manos ―dijo, guiñándole un ojo y levantando las palmas a la altura del rostro, cerrándolas y abriéndolas.

―Ya lo creo. ―Ensanchó discreto los labios. Su expresión le había resultado adorable.

Le invitó un trago que ella muy amablemente aceptó, dejando el cristal vacío frente a él y relamió sus relucientes belfos.

―Voy a subir al escenario en breves, y me voy a quitar la ropa mientras bailo. ¿Vas a verme?

―Oh bu-bueno... Yo no sé si...

―¿No sabes qué? ―Frunció el ceño, mostrándose seria, aunque destensó los músculos al momento siguiente ―. Tranquilo, hay confianza entre nosotros ―dijo, deslizando su dedo debajo de su barbilla y marchándose.

Jin la observó, meneando luego la cabeza, y enmarcó, sin quererlo, una sonrisa.

Transcurridos unos minutos, las luces bajaron más de lo habitual y la música cambió de repente. Supo entonces, y por la mirada atenta de todos los presentes hacia el escenario, que el espectáculo de Chlorine había dado comienzo. Seok fijó la vista en las mesas, sorprendiéndose por la extraordinaria concurrencia que alcanzaba a tener cada vez que ella se paraba sobre el entablado y bajo la luz sofocante de los reflectores. Instintivamente sus ojos se desviaron hacia la puesta en escena, y como si ella sintiera su mirada sobre su persona, dirigió sus pupilas hacia él, provocando que se diera la vuelta de inmediato, dándole la espalda. Carraspeó y tiró un poco del cuello de su camiseta, volviendo a sus obligaciones. Logró concentrarse y llevar a cabo sus tareas, hasta que se vio limpiando parte de la vajilla, secando una fina copa de cristal con tanto esmero que relucía como un fino diamante. Fue entonces que vio en el cristal la imagen del escenario reflejada: el cuerpo desnudo de Chlorine, que lo hizo abrir los ojos de par en par.

―¡Jin-hyung! ―Estampó sus manos sobre la barra, crispando al otro y provocando que la copa se resbalara entre sus dedos, haciéndose añicos contra el suelo.

―¡Taehyung-ah, ¿qué carajos?! ―expresó molesto.

Hyung, ayúdame un momento, ¿sí? ―Se acercó a él, jalándolo del brazo.

―Ahora no puedo porque estoy trabajand...

Y sin dejarlo siquiera terminar la frase, el joven se lo llevó por un vórtice y apareció junto a él en el quinto piso.

―Oye, te dije que estaba trabajando, ¡¿por qué me traes hasta aquí?! ―Se quejó, tirando de su brazo y soltando su agarre.

―Jung-kookie-ah sigue en la sala de castigos. Quiero sacarlo, pero necesito de tu ayuda para...

―No, no, ¡no! ―Lo cortó en seco. ― ¡Me vas a meter en un lío! ¿Ya te olvidaste lo que pasó con Jimin la última vez? ¡Es un centinela! Tiene ojos hasta en el culo.

―¡Jimin-ah no tiene ojos en el culo! ―expresó con indignación, y el ceño fruncido ―. Su culo es muy bonito, pomposo y suave como piel de bebé.

―Qué gráfico. ¿Acaso se lo viste?

―Oh, no solo eso, también...

―¡No quiero saber! ―Se llevó las manos a las orejas ―. A todo esto, ¿por qué tengo que ser yo quién te ayude?

―Porque confío en ti, y porque eres el único que no podrá castigarme.

―¡Pero sí van a castigarme a mí! Olvídalo. Deja que cumpla con el castigo. Que reciba lo que merece.

Tras añadir eso último Seok se llevó una mano a la boca, separando palmariamente los párpados.

Hyung, eres diabólico.

―No quise decir eso. Rayos.

―Mira, solo te pido que te asegures de que no venga nadie mientras rescato a Kookie, ¿bien? Luego te la chupo si quieres, para compensarte.

―¡¿Qué carajos?!

―Bien, bien, te la chuparé ahora. Qué impaciente... ―dijo, dándose la vuelta hacia él, tomó la parte superior de su pantalón e impulsó su cadera contra la suya.

―¡Quita tus manos de...!

Y justo en ese instante, a unos pocos metros de su posición, la puerta de la habitación salió despedida estrellándose contra la pared paralela, dejando a los otros dos helados.

Un vado abundante comenzó a surgir del interior hacia afuera, sumado al polvo que se había levantado con el desprendimiento de la puerta. Jin se situó de inmediato detrás de Taehyung y, utilizándolo como escudo, se acercó junto a él despacio y con cautela a echar un vistazo a la abertura que era ahora la entrada. Ahí, distinguieron una silueta considerablemente alta y dos ojos amarillos resplandeciendo entre el vapor y el polvo.

―Descuida, V. No necesito ser rescatado. ―Habló Jeon Jung-kook, rebelando su figura completamente desnuda y empapada en sudor hacia el exterior.

Por donde quiera que se lo viera, sobre varias zonas de su cuerpo lucía cardenales pronunciados, raspones y arañazos que dejaron su carne abierta. Asimismo, todavía acarreaba con las correas alrededor de sus enrojecidas muñecas; los extremos parecían haber sido cortados por medio de quemaduras.

―Ay carajo... ―expresó Jin, apartando la mirada y dejando una mano sobre su rostro.

Jung-kook tomó con sus dedos la pequeña colilla de cigarrillo que tenía atrapada entre los labios y la apagó en su lengua para luego deshacerse de ella, arrojándola lejos. Y mientras el humo de la nicotina se escapaba lento de su boca, sus ojos resplandecían con mayor intensidad y algunos de los zarpazos empezaban a curarse y cerrarse.

―Me salvé yo solito ―dijo, dejando que el fulgor ámbar abandonara sus retinas.

―Tu... ¿No te da vergüenza andar exhibiendo esas barbaridades? ―expuso Jin, manteniendo su mano al frente.

―No veo por qué. Son mis barbaridades, me pertenecen. A ti, sin embargo... ―Lo señaló con el dedo ―...sí debería darte vergüenza desearme tan vilmente el ser castigado. Pero está bien, hyung. Ya tomaré cartas en el asunto.

―¿Cómo lo harás?

El chico se quedó absorto por unos segundos, ideando, maquinando, repitiendo varias veces en su cabeza «no digas venganza». Sería demasiado obvio.

―Ehm... ¿venganza? ―Lo traicionó el subconsciente. Tal vez estaba abrumado aun por su castigo ―. ¡Mierda!

Seok-jin arqueó una ceja, mientras que Taehyung se cruzó de brazos.

―Deja de meterte en problemas ―le advirtió este último.

―¡Ustedes son unos miedosos!

―Vamos, todo el mundo tiene miedo a algo, Jung-kook-ah.

―No todo el mundo. ―Se cruzó de brazos.

―¡Títeres de trapo! ―gritó Taehyung de repente, abriendo grande sus ojos, con suma seriedad.

―¡¿D-Dónde?! ―exclamó exaltado, mirando en todas direcciones hasta que las risas de su amigo lo arribaron ―. Ah, diablos... ¡Te he dicho que no me hagas eso!

―No me pude resistir ―dijo, tentado todavía y dejando ver su sonrisa cuadrada.

―¿Sí? Pues yo tampoco me voy a resistir ―indicó, tomando impulso y comenzando a perseguirlo.

Taehyung no lo dudó un instante y salió corriendo de allí. Jin los vio circular avivadamente escaleras abajo, exhaló dejando salir su aliento algo rasposo y se llevó también una mano a la frente.

―Cielos... estos niños son imposibles ―murmuró, meneando un poco la cabeza.

En el proceso, sin que él pudiera percatarse siquiera, un portal fue abierto a su espalda. Dos brazos pálidos envolvieron su cuello y ojos, y lo arrastraron a su interior, desapareciéndolo de ese sitio en ese mismo instante.

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