Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 44: Deja Vu.

Lucas había insistido en acudir al patio y ver más de cerca la presencia de Kimmie Bonheur. Al principio la joven quiso abstenerse en el empeño de su amigo y las ganas de acudir al llamado de la alumna fallecida. El hecho de que Victoria no pudiera verla sentía la necesidad de ignorar sus palabras y tacharlo de loco, sobre todo por los continuos brotes psicóticos que tenía. Pero, ¿quién era ella para juzgar? Estaba bajo órdenes de un ser demoníaco llamado Caym, que la acompañaba en su días y sus noches más oscuras en aquel siniestro internado. No era digna de juzgar a Ashworth a sabiendas de su querido amigo, que carecía de humanidad.

Cuando por fin accedió a las palabras de su amigo, los jóvenes salieron al patio con la mayor discreción ante los curiosos que se levantaban a indagar cualquier ruido exterior.

Aunque a Lucas la mayoría de las veces solía temerle a sus extrañas alucinaciones, esta vez sentía la necesidad de acudir al llamado de Kimmie. No obstante, cuando la vio a escasos centímetros el joven se intimidó y no pudo evitar temblar. Respiraba entrecortado, quizás por el frío gélido del invierno que impedía que pudiera hacerlo con facilidad.

Mientras sus amigos miraban con desdén su comportamiento, Lucas podía ver con claridad la figura de la chica. Su uniforme se hallaba raído y con manchas de mugre. Su piel pálida, sus labios morados, y su rostro demacrado, lograba que no pudiera evitar temblar ante la siniestra aparición de Bonheur. Su cabello oscuro caía de sus hombros descuidado y hediondo. En lugar de un bonito color de ojos, carecía de pupilas sustituyendo sólo su globo ocular, luciendo en su totalidad blanquecinos.

Kimmie lo miró, a un lado de las cenizas de su diario.

—¿Kimmie...?—murmuró el chico, dubitativo.

«¡Está todo mal! ¡Nada está bien!», le habló. Su voz sonaba distante, como si estuviera atrapada en un pequeño frasco.

—¿Qué está mal?

«Las muertes. Nada me hará regresar a la vida», sonaba apresurada, pareciera que su energía se consumía al dejarse manipular por la realidad de esa manera. Sus huesos crujían y se movía rápido. Casi inhumano.

—No sé qué quieres decir...

«¡Aarrghh!», vociferó. Su boca se agrandó de una manera tan oscura que hizo que Ashworth retrocediera su paso y cayera con torpeza a la hierba. Su corazón se aceleró tanto que creyó que colapsaría allí mismo. Le había echado demasiada fuerza de voluntad para comunicarse con algo que sólo él podía ver. Ignoró en repetidas ocasiones a todo ser extraño que quería adentrarse en su cabeza y adueñarse de su vida. Por esa razón era admirable que tuviera fuerzas para soportar tal figura siniestra. «¡Buscad al causante de todo esto! ¡No puedo recordar nada! ¡Me durmió! ¡Me mató!»

—Yo...Yo...

«¡Quiero estar con Elliot! Estoy sola. No soporto la oscuridad. No puedo ir a ningún lado. Mamá... Elliot...»

—Lucas, ¿qué ocurre?—interrogó Victoria.

Los chillidos de Kimmie provocó que el chico se tapara los oídos. Pues su voz con eco, distorsionada y agónica le hacía sentir un pavor horrible impidiendo hacer contacto visual con la aparición. Sus huesos crujiendo y su boca agrandada era lógico que sintiera un miedo que quisiera esconderse en su habitación hasta que los rayos de luz solar dieran la bienvenida.

—No puedo hacer esto...—habló atemorizado.

Como Lucas no podía articular palabra alguna, Victoria tomó la iniciativa y se comunicó con Kimmie, aunque ésta no pudiera verla. Se sintió estúpida y ridícula hablar con algo que quizás era una alucinación de Lucas.

—¡Kimmie!

La joven se posicionó frente a Victoria a escasos centímetros en un abrir y cerrar de ojos. Caym la miró de soslayo.

«No dejes que te haga lo mismo que a mí. Eres tan odiada y despreciada como yo en vida. ¡Corres peligro!»

Lucas alzó la mirada temeroso.

Kimmie miró a Caym y cuando lo hizo su cuello crujió con bestialidad. El muchacho estaba sombrío y cruzado de brazos. Aburrido de permanecer allí.

«Protege a Victoria. Eres el único que puede prever la muerte»

Dicho eso se esfumó como humo de cigarro llevado por el viento. Lucas miró a Caym haciendo que éste se encogiera de hombros.

—¿Qué miras?

—¿Por qué Kimmie ha dicho que tú puedes prever la muerte?

Caym tardó unos segundos en responder. Los ojos verdes de su compañera lo juzgaron de arriba abajo.

—¿Y qué sé yo? Eres tú quién estaba hablando con una muerta. Debió decírtelo a ti, no a mí. ¿Podemos irnos a dormir ya?

—Ha dicho que Victoria está en peligro.

—No está en peligro —aseguró él.

—Pero...

Lucas dejó su frase en el aire cuando vio a su compañero marcharse del patio e irse a su habitación, ignorando por completo sus palabras.

Caym frunció el ceño y apretó su mandíbula.

El chico miró a su amiga con preocupación. No estaba muy seguro de si lo que había visto era real o no. No quería hacerse a la idea de que los fantasmas existían, que eran almas ancladas al mundo por no resolver asuntos pendientes con los vivos. ¿Quién era él para poder verlos? Era sólo un joven diagnosticado con esquizofrenia paranoide. Todo estaba en su mente, en su dichosa cabeza. No era posible que aquello fuera real ni mucho menos tomar en importancia las palabras de una simple alucinacion. No obstante, había una cierta credibilidad en que más de una vez las amigables voces de su cabeza le habían protegido de ciertas personas toxicas y le habían dado pistas de asuntos sin resolver. ¿Era aquella una situación diferente? ¿Era Lucas un simple joven con un trastorno?

—No tienes porqué creerme —rompió el silencio el chico, mirando sus propios pies.

—No te preocupes. Volvamos a nuestras habitaciones —respondió ella.

      ━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

A la mañana siguiente, Victoria acudió a la habitación de Lucas y Caym con cierto hastío. Se encontró a su demonio, sin la camisa de uniforme aún puesta, con su torso desnudo. Se estaba subiendo la cremallera de su pantalón cuando se encontró de cara con su compañera, fulminándola con la mirada. El muchacho le restó importancia. Prosiguió agarrando la camisa para vestirse, pero Victoria le dio un fuerte manotazo tirándosela al piso con brusquedad. Él sonrió de medio lado ante la irritabilidad repentina de su amiga. No comprendió su comportamiento, pero en cierta manera le resultó divertido.

Lucas se incomodó ante aquella situación y comentó que se marchaba al comedor para desayunar. Cuando éste se fue, Caym dijo:

—¿Te encuentras bien, querida?

—¿Me estás ocultando algo? —interrogó enfadada.

—¿A qué viene todo esto, Victoria?

—¡Responde!

—No te estoy ocultando nada. ¿Qué coño te pasa?

Cuando Caym quiso agarrar de nuevo su camisa arrugada en el suelo, Victoria quiso impedírselo cual niña mosqueada. Sin embargo, Caym la detuvo agarrándola de sus muñecas con fuerza. La obligó a mirarla a los ojos. Ella jamás se intimidó ante su presencia y ese día no iba a ser una excepción. Ambos se miraban con molestia.

—¿Me estás protegiendo como tú dices? —Inquirió.

Caym tardó en contestar. Al no hacerlo deprisa, Victoria volvió a gritarle haciendo que él también alzara la voz grave.

—¡Cálmate! Ya te he dicho miles de veces que debo de protegerte aunque me cueste la vida. Tú me invocaste. Debo de ayudarte a cumplir tu maldita venganza.

—¿Qué tanto te importo? ¿Y si de verdad estoy en peligro? Le estás restando importancia a un asunto que crees que es insignificante.

—¿Cuándo he dado a entender que es insignificante? No pienso tomar en cuenta las palabras de un esquizofrénico por una jodida alucinación.

Victoria se acercó a su rostro, penetrando sus ojos verdes en los suyos. Sin miedo, sin armadura.

—Te he visto.

—¿Hacer qué?

—Hacer contacto visual con lo que yo no podía ver. La miraste. Lo vi —musitó ella.

—¿De qué estás hablando?

—¿Crees que no te observo todo el tiempo? Donde Lucas miraba, tú lo hacías. Ves a las almas porque tú las absorbes, tú te las llevas.

Caym la acorraló contra la pared intimidándola, pero Victoria soltó una risa sarcástica. Mofándose en su rostro. No había nada más satisfactorio que atrapar una mentira.

—Estamos aquí para llevarnos las almas negras, no involucramos en asuntos de los inocentes. ¿Te queda claro? Las almas blancas no me interesan.

—No te he dicho nada de salvar a Kimmie. Sé perfectamente que estamos aquí para llevarnos el alma que le ocasionó la muerte. Hiciste creer que Lucas estaba teniendo una alucinación.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Delatarme ante todos, Victoria?

—Por supuesto que no. Dices que no quieres involucrarte en los asuntos de las almas blancas, pero, ¿has sido consciente de que salvaste a Lucas del suicidio? ¿No va eso contra tus normas?

Caym apretó su mandíbula.

—Sé muy bien lo que hice.

—Un ser que dice ser perfecto ha cometido errores.

—Ya te dije que no absorbemos almas blancas y si con ello hace falta que tu querido amigo se intente suicidar para saber de qué clase es su jodida alma, se hace y punto. No sé que quieres oír de mí. No voy a regalarte el oído. ¿Qué quieres, tener una batalla verbal?

—Lo que quiero decir es que si me llega a ocurrir algo y tú no estás ahí para protegerme te atormentaré para el resto de tu eternidad. Si me traicionas, yo seré peor.

—Oh, ¿en serio? Mira cómo...

Lo interrumpió al ser besado por la chica. Él intentó apartarse, pero Victoria se aferró a su cuello impidiendo despegar sus labios de ella. El muchacho sujeto sus manos, pero la fuerza de su compañera de alguna forma le llegó a sorprender. No se apartaba por mucho que rechazara su beso. Tal fue la sorpresa que sin querer Caym volcó unos de los lapiceros del escritorio.

Él terminó correspondiendo sus besos, con la respiración acelerada. De alguna forma, siempre conseguía que cediera. Victoria era un veneno que provocaba adicción a cada pequeño sorbo.

La joven tenía tal control y posesión que esta vez fue ella quien lo acorraló en la pared sin escape. Lo besaba con desenfreno, añorando sus labios y en cierta parte deseando morderlos. Por mucho que éste intentara zafarse de ella no le importaba; no perdía nada por robarle los besos que no le daba. Era su demonio, quería creer que tenía el derecho de desear todo lo que ella quisiera, aunque Caym se lo hubiera prohibido. Las reglas están para romperlas, ¿no es así?

Victoria no era una chica que obedeciera como cual niña santa. Ella era la dominante, la que manipulaba, la que se ganaba el cariño con su inteligencia. Iba a ganarse a Caym por mucho que aquello le costara. Algo así no podía dejarlo marchar. Y si se iba, era con ella.

No era un capricho. Caym era su mano derecha, su trozo de infierno que deseaba tener. Su caos. Ambos se compenetraban de tal manera juntos que parecían mitad y mitad. Dos maldades dignas de caminar entre las llamas sin quemarse.

Cuando detuvo su beso, Caym la miró circunspecto. Algunas venas de sus brazos se marcaban de manera espeluznante y las venas rojas alrededor de sus ojos parecieran estallar en cualquier instante. Caym le había mordido el labio segundos antes para que ella parase, pero la chica le sonrió con burla incluso con su labio inferior bañado en fluido rojo.

Él tenía su sangre en la comisura de sus labios.

—Sonríe, Caym. Vamos a salir de esta, aunque sea matando.

El varón pasó su lengua por sus labios y no respondió.

Ella salió de su habitación sin decir nada más.

      ━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

Más tarde, Victoria iba a reunirse con sus compañeros para esperar el desayuno cuando se detuvo en seco al pasar por la cocina. A través del pequeño cristal en circulo de la puerta pudo discernir su cuchillo de carne robado. ¡Estaba segura que era el! Un obsequio tan importante regalado por su demonio era algo que no podía olvidar con tanta facilidad. Era suyo y nadie merecía tenerlo así que con cautela se adentró.

El hecho de que su arma se encontrara tan a la vista de todos le resultó extraño. Pues con el hurto de todo cubierto en esa cocina deberían tener más vigilancia.

No había nadie allí. Los cocineros estaban ausentes, quizás porque era demasiado pronto aún para el desayuno. No obstante se veía la comida ya preparada pero no servida. Ella quiso agarrar su cuchillo con fascinación y en el momento que lo tocó recibió un fuerte golpe tras ella.

Su vista se nublo, y al caer su cabeza rozó la encimera ocasionándole un leve golpe. Gimoteó con debilidad y trató de concentrarse en el individuo que la golpeó con violencia. Pudo notar un hilo de sangre saliendo por su frente.

—Cay...—quiso pronunciar su nombre, pero un pañuelo húmedo fue colocado en su nariz. Se retorció, pataleó defendiéndose y nadie parecía oírla.

Finalmente cerró sus ojos adentrándose en el sueño.

Cuando el desayunó inició, Caym estuvo esperando a su compañera a que llegara al comedor. Tardó tanto que se empezó a extrañar. No era inusual que la joven estuvieran merodeando por los alrededores así que quiso restarle importancia. Pero cuando Victoria trató de buscar ayuda llamándole, sintió algo extraño que no dejaba que se calmara por dentro. Se levantó de la silla y la buscó por Fennoith. Sus amigos quisieron saber a dónde iba, pero el varón los ignoró.

La buscó por todos los sitios que solía encontrarla y no había rasto de ella. La llamó por su nombre y nada. La joven no estaba.

Vio a la psicóloga Jenkins en los pasillos y la agarró del brazo con brusquedad queriendo saber dónde estaba su compañera de matanza.

—¡¿Dónde está Victoria?! —formuló irritado.

A Jenkins le recordó el mismo comportamiento de Elliot, cuando trató de buscar a Kimmie la noche que desapareció.

—No lo sé. ¿No estaba contigo?

—¡Es evidente que no! —exclamó soltando su brazo con hastío. La mujer soltó un leve quejido.

Era la primera vez que lo veía tan alarmado.

Cuando corrió por los pasillos y pasó delante de la cocina, olió lo que minutos antes había probado de sus labios, su sangre. Se adentró abriendo la puerta de par en par ocasionado que chocaran con las paredes. Los cocineros que estaban allí se asustaron de la presencia de un alumnado.

La sangre de la joven estaba en un rincón, cerca de la encimera. La tocó y se llevó la sangre a la boca para ver su vista ajena.

Abrió muchos sus ojos y su respiración se aceleró. Las personas que estaban allí sirviendo la comida agarraron al varón y lo echaron fuera de la cocina. Exclamando que un chico no podía entrar allí dentro. Caym se zafó de sus brazos con una fuerza brutal y corrió por todo Fennoith buscando a Victoria.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro