Capítulo 19: Nuevo profesor.
Lucas y Caym estaban husmeando con la mirada el despacho del director Newell. Al parecer el hombre estaba hablando con alguien por teléfono y, por su tono de voz, se apreciaba amigable. La carta que había falsificado Caym estaba en el escritorio del hombre. Newell de vez en cuando miraba la hoja como si las palabras halladas ahí escritas no le cuadraran. Su expresión facial denotaba sospecha. Ambos jóvenes se dedicaron una mirada cómplice cuando el hombre mencionó algo al individuo tras la llamada.
—¿Se le ocurre alguna razón para que su hermano renunciará a su puesto de trabajo?—La puerta del director estaba entreabierta, dejó de hablar cuando apreció las sombras de ambos chicos que se reflejaban en el piso—. Lo llamaré más tarde. Adiós.
El hombre se levantó del asiento y se dirigió al pasillo encontrándose cara a cara con ambos. Newell sonrió y mostró signo de sorpresa arqueando sus cejas al ver a los dos varones allí.
—¿Querían algo, muchachos?—indagó. Él inspeccionó las facciones nerviosas del rostro de Lucas, delatando de esconder algo. Era evidente que Ashworth padecía de esquizofrenia paranoide y que el nerviosismo era visible en su vida, pero sintió como si el joven guardará algo con esmero—. Ya que te tengo aquí, Ashworth, me gustaría invitarte a entrar a mi despacho.
—¿A mí? ¿Por qué?
No pudo preguntar más, ya que el hombre lo había arrastrado con cortesía a pasar. Caym frunció sus ojos sospechando de la actitud del director. Newell era un hombre extraño bajo toda esa capa de amabilidad y simpatía. Desde que atisbó como enterró a una alumna en el césped por miedo a la mala fama de su internado, supo que no era muy digno de un hombre claramente en su cordura. Por esa razón, Caym se ocultó al ojo humano y se adentró al despacho junto a ellos.
Newell invitó a que Lucas se sentara en la silla frente al escritorio. Seguía mirando al joven queriendo intimidarlo para ver si era un simple loco con esquizofrenia o estaba encubriendo algo. Caym esquivó al hombre tras pasar al lado suya. Se posicionó detrás de él inspeccionando su oscura mesa de estudio. Algunos de los cajones estaban bajo llave y por como sonaban los bolsillos del director supo que las guardaba consigo. Agarró la carta de Bellamy y de inmediato abrió el primer cajón con la llave que custodiaba. Caym se sorprendió tras apreciar un brazalete de plata que había visto anteriormente. Tenía una pequeña letra «B».
Cuando el joven hizo memoria, reconoció que ese brazalete le pertenecía a Benister, ya que cuando le rompió el dedo lo pudo ver enroscado en su muñeca. ¿Por qué conservaba Newell el brazalete de Benister?
—Bueno, Ashworth—habló echando la llave al cajón—. ¿Cómo llevas las voces? ¿Las sigues escuchando a menudo?
«Dile que no.»
—No. Con el tratamiento que me recetaron ya las oigo menos—mintió.
—¿Seguro? Se te aprecia nervioso.
«Sonríe.»
—Es sólo que necesito ir al baño —sonrió de boca cerrada.
Newell apoyó sus manos en el escritorio y se inclinó para mirar a los ojos pardos del muchacho.
«Actúa rudo. No dejes que te intimide.»
Las voces le molestaban. Debía de fingir que no lucia raro ni mirar a direcciones en las que no debía observar, o sino el hombre sabría que estaba mintiendo. En el pasado, si aquellas voces seguían insistiendo, ya se hubiese puesto a gritar y a hacerse un ovillo en el suelo. Había aceptado a convivir con ellas, pues no le quedaba más remedio.
—¿El profesor Bellamy confesó alguna pista a ustedes respecto a su renuncia?—indagó con pulcritud.
«¿Qué mierda le importa? Estúpido viejo. Cállese.»
—No...no. ¿Por qué tanto interés en ello? ¿Acaso cree que yo tengo la verdad absoluta? No puede ir preguntando a cada alumno de la razón de su renuncia. Acéptelo y ya está. Ni que hubiese perdido a un tesoro.
—Bueno, en eso tiene razón, Ashworth, no he perdido un tesoro, pero hay palabras que no me cuadran.
—¿Por qué no se preocupa por su sobrino Elliot?—cuestionó frunciendo su ceño—¿No cree que es un tanto conflictivo que juegue por ahí a manipular a otros para obtener lo que desea? Dudo que usted le haya llamado la atención al ser de su propia sangre.
—No voy a tolerar que se dirija a mí de ese modo. Elliot es un alumno más, y se le trata como tal. ¿Por qué se altera, jovencito?
«Tolerar, tolerar, tolerar. ¡Hazlo callar! ¡Es ruidoso!»
–¿Por qué usted me señala de ocultar algo? ¿No es suficiente con saber que padezco de esquizofrenia paranoide, o también debo de tatuármelo en la frente para que se entere? Déjeme marchar. Tengo deberes que hacer.
Newell hizo una mueca, apoyó su espalda en el respaldo del asiento y ladeó su cabeza. No vio indicios de sospecha en Lucas. No obstante, aún seguía opinando que algo no estaba bien. Se llevaba demasiado bien con aquel profesor como para que de la noche a la mañana renunciara su puesto. Intentaba buscarle alguna razón lógica para que éste se marchara. Sabía que Bellamy fue un hombre de pocas palabras y por esa razón entendió que el joven no sabía las respuestas. Pero quizá otra persona sí las tenía.
—Está bien. Váyase.
—Gracias.
━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━
Elliot miraba a Victoria esbozando una sonrisa cínica y ella no soportaba su manera de mirarla ni mucho menos que la juzgase de matar a Benister.
La castaña había desaparecido del sótano como si la faz de la tierra se la tragase, y eso a Elliot lo cabreaba. La chica era suya, su juguete, y se había desvanecido. No pudo disfrutar de ella tanto como hubiese deseado.
—¿De qué me estás acusando, Elliot?—preguntó Victoria malhumorada—. ¿Te recuerdo que tú me pediste que matase a Benister por ti? Es absurdo que ahora sospeches de mí cuando tú tenías todas las papeletas de ser más sospechoso que yo.
Le irritaba que la juzgase de esa sucia manera cuando la joven sintió empatía por la castaña y quiso sacarla del infierno en el que la habían metido. Claro que Benister dio problemas en su día, pero tan solo fue una víctima manipulada por Elliot.
Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiados acertijos. Si Benister había sido asesinada, ¿dónde demonios estaba enterrado su cuerpo? ¿Quién guardaba ese secreto? Elliot no parecía saber nada al respecto, y por su expresión facial denotaba rabia. Sin embargo, había lagunas y ambigüedades que impedían descartarlo por completo.
—Por supuesto que yo te pedí eso—habló él—, pero eso no justifica que tú y tus amigos no hayáis tenido que ver en ello.
—¿Por qué sospechas de nosotros y no de los de tu entorno? ¿Acaso el director Newell no fue quién la castigó aquí abajo? No intentes hacer cómo que no sabes nada del tema. Nosotros no tenemos nada que ver en esto.
—¡Me sacas de quicio!—bramó de repente. Melissa se sobresaltó llevándose una mano al pecho tras el repentino elevado tono—. Me causáis gracia fingiendo ser inocentes cuando tenéis las manos manchadas de la sangre de vuestras víctimas. No existen héroes o villanos, en un mundo donde todos luchan por alimentar a sus placeres. Más te vale encontrar a Benister o me involucraré en tu vida, Massey. Benister era mi más extravagante capricho y si ella no está, otra lo será.
Melissa se dispersó de los gritos de Elliot y Victoria quienes no paraban de discutir sobre cual de los dos era más sospechoso. La rubia inspeccionaba las cajas polvorientas sin la ilusión de encontrar alguna pista del paradero de la castaña. La muchacha se percató que el suelo del sótano estaba demasiado limpio a diferencia de suciedad que había en los muebles desechados y las cajas. Pareciera que alguien lo hubiera fregado recientemente. Rodeó las cajas estudiándolas con la mirada; una de ellas tenía un rasguño con sangre, como si alguien hubiera hincado sus uñas en ella. Dada que la única persona que permaneció ahí fue Benister, empezó a figurarse que la joven luchó por defenderse antes de dar su ultimo aliento.
—Aquí hay un rasguño —murmuró la rubia llamando la atención de ambos. De inmediato silenciaron sus voces.
Se acercaron a ver la pista que señalaba Melissa. Elliot chasqueó su lengua y se cruzó de brazos.
—¡Bah! Habrá sido una rata —objetó Elliot asqueado.
—No ha sido una rata. Se ve claramente la suciedad de una mano. Observa bien.
Un estrepitoso ruido hizo distraerlos girándose sobres sus ejes. Unos pasos paulatinos bajaban por las escaleras con despreocupación. La enfermera Margarett se presentó allí sosegada.
—No podéis estar aquí—habló la señora haciendo un ademán para que subieran—. Subid antes de que os impongan un castigo.
—¿Qué ha pasado con la chica que había castigada aquí abajo?—indagó Victoria sin apuro.
—No se me ha dado ninguna información respecto a la alumna que yacía acá. Ahora sed buenos y marchaos del sótano.
Elliot se marchó del sótano aprisa. Victoria lo observó ir dando zancadas rápidas. No supo a dónde se dirigía tan exasperado, pero tuvo curiosidad por atisbar en ello.
—Vámonos de aquí antes de que nos pillen.—murmuró Victoria agarrando de la mano a su compañera.
━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━
Ambas jóvenes paseaban por el pasillo cuando escucharon la voz alterada de Elliot discutir con el director Newell. El hombre cerró la puerta del despacho ante los curiosos ojos de los alumnos. Victoria se quedó quieta queriendo fisgonear la conversación, pegó su oído en la puerta mientras Melissa vigilaba si alguien podía verla cuchichear. Para su fortuna, estaban discutiendo sobre la desaparición de Benister.
—¡¿Dónde diablos está Benister?!—indagó el joven.
—Cálmate primero—habló el hombre soltando un suspiro largo—. También me pregunto lo mismo que tú, Elliot. Bajé esta mañana al sótano, iba a finalizar su castigo, pero la joven no estaba. Lo único que encontré fue su brazalete.
—¿Por qué no has dado la noticia de su desaparición?
—Porque estuve esperando a ver si la chica aparecía. No era posible que hubiese podido escapar sin dar ninguna señal. Soy el único que posee las llaves del candado, nadie me las había afanado.
—¿Insinúas que alguien tiene una copia?
—No lo sé, Elliot. Pero están sucediendo cosas muy... oscuras.
La charla cesó. Victoria despegó su oído a tiempo antes de que Elliot abriera la puerta y se la encontrara husmeando. Cuando el chico salió puso los ojos en blanco al ver ambas de nuevo en los corredores. Pasó de largo y se marchó a alguna dirección.
━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━
A la mañana siguiente, Victoria se estaba subiendo la cremallera de su falda cuando se percató de la presencia de Caym sentado en el colchón de la joven. El chico estaba jugueteando con su corbata con una posición relajada. Poseía esa mirada lasciva hacia la joven haciéndole arder las mejillas.
—¿Cuánto rato llevas ahí observando?
—El suficiente como para saber de qué color es tu ropa interior. No sabía que a una chica con esa personalidad tan oscura, le agradara el rosa pastel.
—Algún día no responderé de mis actos si te encuentro husmeando de nuevo mi cuerpo.
—Esa frase puede malinterpretarse, mi querida Victoria —sonrió con amplitud.
La joven término de emperifollarse y fulminó al muchacho con la mirada. Normalmente cuando Caym aparecía sin avisar en su habitación era para informarle de algo.
—¿Siempre eres tan lenta para vestirte? Tu amiga Melissa salió antes que tú.
—¿A qué has venido?—espetó.
—¡No te vas a creer quién es el nuevo profesor!—informó con entusiasmo.
A Victoria no le gustó su regocijo. Estaba claro que iba a ser un drama, puesto que si un demonio se entusiasmaba por algo, no debía de ser precisamente bueno. Caym se levantó del colchón, agarró de la mano a la joven y la obligó a correr junto a él.
Cuando llegaron a clase, el supuesto nuevo profesor estaba de espaldas apuntando algo en la pizarra. La chica observó los rostros de desconcierto de Melissa y Lucas, quienes disimulaban por no verse sorprendidos.
Cuando se recibía a un nuevo profesor en el internado, los alumnados se levantaban de sus asientos esperando a que este iniciara la clase y diera la orden de sentarse. Victoria se posicionó en su pupitre sin entender muy bien las caras inquietas de sus amigos.
El hombre llevaba un traje impecable, su cabello castaño estaba peinado hacia atrás y se podían apreciar las canas asomándose. Finalmente, el hombre se giró encontrándose con las caras de sus nuevos alumnos. Victoria palideció al instante. Trató de no verse el nerviosismo en sus manos y las escondió tras su espalda.
«No puede ser... No puede ser...» se decía la joven para sus adentros.
Lucía como el profesor Bellamy, pero unos pocos años más mayor.
—Mi nombre es Dwayne. Soy el hermano del profesor Bellamy—informó sonriendo—. Un placer conoceros. Espero recibir el aprecio de ustedes.
Victoria miró por el rabillo del ojo a Caym, que se mordía el labio inferior mirando a la joven.
La psicóloga Jenkins se hallaba en los pasillos escuchando la clase del nuevo profesor. Debía de parecer que aquello no la afectaba. Encontrarse con un familiar de Bellamy, sabiendo que estaba enterrado en el bosque, le inquieta sobremanera. Su corazón palpitaba con rapidez, y las memorias de la muerte del hombre se deslizaron por su mente, recordándole el crimen que cometió. Su pecho subía arriba y abajo sin control. No podía permitirse que la ansiedad se apoderara de su cuerpo, sabiéndose de las sospechas del director Newell. Si Dwayne decidía buscar el paradero de su hermano, los problemas estaban a la vista. No obstante, Jenkins sabía que Bellamy nunca se llevó muy bien con sus familiares, pues él mismo se lo había confesado.
El director estaba dispuesto a enseñar la carta a Dwayne para que así el hermano juzgase por sí mismo las supuestas palabras escritas. Solo de pensar en aquello, la mujer sintió una irremediables ganas de vomitar allí mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro