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McKenzie Elder
Audrey me miró apenas abrió la puerta de su casa. Observaba detenidamente cada uno de mis minúsculos movimientos. Alzó una ceja aunque no dijo nada. Llevaba puesto encima un top de color negro junto con unos pantalones del mismo color, de hecho no me fijé en sus pies. Parecía tranquila.
Me fijé que el clima era bastante frío, pero no parecía importarle del todo, seguro tenía otras prioridades.
—Viniste... no pensé que lo harías. —Rio por lo bajo.
—Bien, aquí me tienes. ¿Puedo pasar? —su expresión cambió de relajada a seria. Se hizo a un lado y me indicó con el brazo el camino hacia adentro.
Mordí mi labio inferior hacia adentro, estaba nerviosa; con pasos dudosos entré. Audrey estaba a mi lado, inspeccionándome de pies a cabeza, eso me puso aún más nerviosa. Si bien estaba aquí para buscar información sobre mis padres, el hecho de recibirla de una chica con una vibra distinta me hacía desconfiar bastante.
Con mis ojos escaneé todo el lugar. Para ser una gran casa aislada de la ciudad, era bastante ordenada, la cocina era enorme y se veía un espacio de la sala de estar, donde había un par de sillones negros, seguramente de cuero o una tela lujosa. El piso era de roble, sin duda, y las paredes con cuadros no muy baratos.
—Es... acogedora —dije.
—Eso fue más falso a decir que tu madre sigue viva —espetó, molesta.
Auch.
Sonreí sin despegar los labios, pestañeando varias veces para desvanecer la vergüenza y enfado, que comenzaban a hacerse presentes en mis pensamientos. A veces solía decir cosas para evitar los silencios, pero esto había llegado a un límite.
¿Es que ella no tenía modales?
De todas maneras no era tan acogedora, hubiera sido mejor haber dicho que era simple.... Vale, vale, no lo era. Era lujosa y fría, como ella.
—Mira, sé que no empezamos de la menor manera... —le hice saber.
—Terminemos con esto por favor, ¿qué quieres saber? Solo suéltalo y vete. Luego hablaremos de lo que me darás a cambio. —Cerró la puerta y me indicó que pasara a la sala de estar.
Me senté en uno de los cómodos sillones, que efectivamente eran de cuero, y no pude dejar pasar por alto la gran alfombra que adornaba el piso, hecha con piel de cebra... ¿Qué necesidad había en apoyar cosas como esas? Era solo matar animales para hacer productos con ellos, no tenía mucha lógica.
—Quiero... saber qué ocurrió esa noche. Necesito detalles, puedes contarlo como un cuento si es necesario.
Me miró e hizo una mueca de confusión mezclada con ironía.
—¿Qué quieres saber? —insistió, esta vez perdiendo la paciencia—. No te contaré un cuento, solo cosas puntuales. Si voy a malgastar mi tiempo, al menos quiero que valga un poco la pena.
Tragué saliva y sentí que me sudaban las manos.
¿Estaba lista para aquello?
Debía intentarlo, este era el momento preciso para hacerlo...
—Quiero saber quién era la persona que estaba de pie en la carretera. —Me decidí después de unos segundos de sagrado silencio.
Audrey era una chica directa, no se preocupaba por el tono de su voz o los gestos que realizaba con las manos. No cuidaba sus palabras e invadía si era necesario. Su voz siempre era firme y segura de sí misma, quizás eso la distinguía entre todas las chicas de nuestra edad.
—¿Estás segura? Mira, no tengo pañuelos cerca, y si lloras mojarás el sillón —dramatizó. Luego suspiró.
—Estoy segura —confirmé, casi en un susurro.
No estaba segura, pero de un modo u otro, tarde o temprano, terminaría por enterarme de la verdad.
—Bien, no soy de decir cosas con delicadeza, así que solo lo voy a soltar... —esperó a ver mi reacción, pero cuando vio que fue nula solo agregó—: Fue Saul.
El odio y resentimiento me estaban controlando.
Cuando Audrey pronunció su nombre, mis sentidos se habían ido y parecía haber perdido la cordura. Quería ponerle las manos encima y destrozar lentamente a ese imbécil.
¿Qué diablos me pasaba?
Esa no era yo. Debía calmarme, debía respirar por la nariz...
Unos, dos tres... ¡Mierda!
No, no quería llorar, solo se me había formado un gran nudo en la garganta que sería difícil de deshacer. Agua, necesitaba agua... No, maldita sea, no se me quitaría con nada. Traté de tragar saliva repetidamente, intentando quitármelo, pero nada servía para remediarlo.
El daño de sus palabras ya estaba hecho.
Saber por fin quién mierda había sido el culpable de la muerte de mi madre era lo único que deseaba desde niña. Quería acabar con el misterio y poder seguir adelante. Necesitaba rehacer mi vida tranquila.
Antes de explotar, recordé que me lo decía Audrey; una chica estúpida que se creía la dueña del mundo, seguramente con problemas mentales y fría, muy fría.
¿Acaso sería verdad o solo estaría acusando falsamente a Saul para ponerme en su contra?
Las llamarán "teorías conspirativas", pero en ese momento solo me sentí dominada por una masa de emociones intensas que vagaban por mi mente.
—¿Qué hace ella aquí, Audrey? —la voz de Saul pronunció mi nombre.
Lo volteé a ver y él apretó sus labios fuertemente. Pensé lo que iba a hacer, pero todo se desvaneció rápidamente. Quería paz, que todos estuviéramos bien, sin problemas o discusiones, pero... verlo ahí de pie, con un vaso de agua en una mano y en la otra con su celular, me hizo actuar de otra manera...
Y una fuerza terrible me invadió cada vez peor.
Lo que hice fue principalmente a causa de mis emociones, quizás también por querer cobrar venganza hacia mis padres y Karen.
—Eres un hijo de puta. —mascullé.
Me puse de pie de un salto y di tres grandes pasos hasta llegar hacia él, después lo golpeé en su mejilla con toda la fuerza que pude poner en mi puño en cosa de segundos. Seguí golpeándolo, primero en el cuello y luego en el abdomen, con ambos puños. Él trataba de desquitarse de mis golpes, sin hacerme daño, pues no entendía mi reacción al verlo allí.
Saul se limitaba a intentar esquivar los golpes y tomarme ambas manos. No entendía qué diablo me estaba ocurriendo.
Por unos segundos volteé a ver a Audrey, quién solo se reía y contemplaba todo con atención.
Maldita perra...
El vaso de cristal se cayó de las manos de Saul, impactándose contra el piso y quebrándose en millones de pedazos, esparcidos por toda la habitación.
—Fascinante, eh... Luego tú limpiarás, McKenzie —murmuró ella, fascinada por la acción del momento.
Sentí la presencia de otra persona en el lugar.
Por Dios, Aser, ¿siempre tienes que aparecer en este tipo de situaciones?
—¡Detente, Mack! —su voz sonó, pero estaba demasiado molesta para hacerle caso.
Saul comenzaba a sangrar por la nariz y sus piernas se estaban debilitando poco a poco, haciendo que perdiera la estabilidad de su cuerpo. Yo solo quería desquitarme con él, no me importaba si de verdad era el culpable de mis tragedias o no, solo quería que pagara un pequeño precio en comparación con todo lo que yo había tenido que pasar...
—¡No te metas, Aser! —grité, furiosa.
Golpeé al chico nuevamente en la nariz, empapando mis manos con su sangre. Mis puños comenzaban a doler, los brazos los tenía cansados y necesitaba un descanso...
—¡Saul se va a desangrar! —oí que Aser le gritaba a Audrey—. ¡¿Por qué no has hecho nada?!
—¡Hazlo tú, mierda! —le contestaba ella de vuelta.
Miré por encima de mi hombro y comprobé que, en efecto, Aser me estaba sujetando de la cintura, atrayéndome hacia él para que dejara a su amigo en paz. Estaba molesta, no me pude controlar y me di la vuelta, dándole la espalda al pelinegro y enfrentándome a Aser. Nos miramos por unos segundos. Él no me había soltado, seguramente desconfiaba de lo que podría llegar a hacer, pero me deshice de su agarre dándole una bofetada. Sin piedad.
Aser me miró dolido. Con él me había pasado bastante... su mejilla izquierda estaba roja por el impacto y ya no tenía una expresión de preocupación, sino de indignación, o peor, de enfado. Quité una gota de la sangre de su amigo que había llegado a su nariz, sin razón.
—Esta actitud empezó por juntarte con el imbécil de tu novio —dijo Saul, quién estaba detrás de mí. Dio un paso hacia donde estábamos, retándome, pero Audrey se puso en el medio de ambos, evitando que volviera a hacerle daño.
—Ya es suficiente —declaró seria—. Lo digo en serio. Fue divertido ver cómo torturabas a mi hermano por un tiempo, pero ahora se hace molesto, McKenzie.
¿Era su hermano...?
Me había perdido. No entendía nada.
¿Por qué lo había delatado entonces? ¿Era todo una broma pesada?
Aser soltó mi cuerpo y di un paso atrás.
Volteé en busca de algo más, mi mente me lo exigía. La cocina... Caminé hacia allá rápidamente ante la mirada de los tres, quienes estaban confundidos. Rebusqué entre todos los miles de cajones que había hasta que encontré lo que estaba buscando: un cuchillo. Iba a matar a Saul de la forma en que fuera necesaria. En ese caso sería más rápido con una pistola, pero dudaba que tuvieran una.
Lo tomé con mi mano derecha desde el mango y me acerqué a mi víctima, apuntándolo con el utensilio de cocina.
—Basta, no te voy a dejar hacer esto. —Aser se acercó por detrás y me lo quitó, luego lo lanzó por una ventana cercana hacia afuera de la casa. Luego tomó mi cara entre sus manos—. Te quiero, ¿oíste? No voy a permitir que hagas esto. No puedes herir a Saul así como así... Si te pasa algo puedes contármelo, pero no te desquites con ese imbécil, ¿okey?
—Hey, no soy imbécil —reclamó el recién nombrado.
—Cállate y quédate quieto, traeré el botiquín... —le ordenó su hermana menor.
Me encontré con los ojos intensos de Aser. Irradiaban preocupación por mí, por la situación y por su amigo...
¿Qué me había pasado? ¿Qué fue lo que había hecho? ¿Era esa la verdadera yo? ¿Qué pasaría después entre nosotros...?
—Sé que estás molesta, pero esta no eres tú... Relájate, por favor... —me suplicó.
Después solo hizo lo que un amigo podría hacer: estiró sus brazos, en busca de que lo abrazara.
No tenía rencores hacia mí, no sentía dolor y se mantenía sereno, esperando a que yo lo abrazara. Caminé un paso y me hundí en su pecho, agarrándolo por la espalda con mis brazos, descargando mis emociones como mejor sabía hacer. Llorando. El tiempo que pasamos así fue especial, cálido y privado, a pesar de estar con Audrey y Saul a un lado. Él se mantuvo haciéndome pequeñas caricias con las manos en mi espalda, cerca de los hombros, con la intención de calmarme, pero no pude. No podía tranquilizarme.
—Vamos afuera, ¿te parece? —dijo en un susurro, agachando la cabeza para llegar hasta mi rostro. Asentí suavemente y, aún abrazados, salimos de la casa mientras la chica intentaba detener la hemorragia de su hermano.
No me arrepentía en lo absoluto.
Al estar afuera sentí una corriente fría de aire que me hizo tiritar. No podía volver adentro, estaba totalmente alejada de la realidad, mis pensamientos parecían distorsionados y era muy difícil pensar con claridad.
Una pequeña angustia mezclada con culpa comenzó a invadir mi pecho, luego me di cuenta del por qué; quizás Saul no era culpable después de todo y Audrey me guardaba información real y útil. ¡O incluso Audrey podría estar mintiendo sobre todo! Me sentía como una total adolescente, perdida e infeliz, junto a un amigo que solo quería saber qué mierda me había pasado.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó, caminando en círculos por el pasto que había en la tierra.
—Audrey dijo... dijo que todo fue por Saul...
—¿Qué es todo? —dejó de caminar y se acercó a mí.
No tenía intenciones de reclamarme ni gritarme, solo quería ayudarme.
—El accidente...
Aser suspiró pesadamente, pasándose ambas manos por la cara.
—Sí, fue algo bastante fuerte... Ya lo habíamos superado, o al menos yo lo ayudé en eso. —Hizo una pausa, dudando si debía confesarme lo importante—: ¿Sabías que ese fue un intento de suicidio?
Mi mente colapsó y mi cuerpo también. Mi mente dejó de dar vueltas y me senté en un banco. Necesitaba procesar lo que me había contado.
—No lo sabía —una gran tristeza se había apoderado de mí—. Pero de todos modos, mis padres estarían en prisión por los cargos.
—Eso pudo haber sido mejor a que tu madre muriera y a tu padre lo enviaran lejos. ¿Me equivoco...?
No supe qué sentir. ¿Quería llorar de nuevo?
—Sí, te equivocas. No sabes lo difícil que es criarte con un familiar con el que no tuviste contacto anteriormente...
—Te juro que lo entiendo.
—No. No podrías entenderlo aunque quisieras, Aser. —murmuré. No quería oír lo que tenía para decirme.
Me tomó por los hombros cuidadosamente. Su mirada expresaba su preocupación.
—Sé que Saul fue responsable de todo tu dolor durante... seis o siete años, pero ya pasó y lo sabes... Solo quiero lo mejor para ti, y creo que olvidarte de aquello es lo mejor, ¿sí?
¿Querer lo mejor para mí se traducía en que me olvidara de todo lo que había pasado?
—¿Estás loco? —me deshice de su agarre, molesta—. ¿Acaso no puedes entender todo lo que él hizo? ¡Destruyó a mi familia, Aser!
Aser suspiró nuevamente, llevándose ambas manos a su cabeza.
—Pero eso ya pasó, ahora solo olvidémonos de esto y vayamos adentro a ver cómo está. No tenías razones para golpearlo y...
—¡No puedes huir siempre de todo! —lo interrumpí gritando—. Estás invalidando mis emociones y mis acciones. ¡¿Eso significa querer lo mejor para mí?!
Sentí mi garganta arder al pronunciar lo último. Tragar saliva se sentía como lava en toda la garganta, todo se sentía como algo ficticio. Era imposible que Aser me estuviera diciendo todas esas cosas...
Vi su rostro, con la mejilla resentida por el golpe y los ojos expresando tristeza o arrepentimiento. También vi como mi vista se nublaba.
Me derrumbaría en cualquier momento.
Y él lo sabía.
—No puedes decir que me quieres al hacer esto... —susurré con los ojos a punto de desbordarse y el corazón en la mano. Instintivamente di un paso hacia atrás y él uno para adelante, no quería tenerme lejos pero yo a él sí, al menos en ese momento.
—Te quiero.
—Yo te odio.
—En el fondo me quieres, Mack, solo que ahora estás enfadada conmigo...
—No, Aser, en serio te odio —lo interrumpí y busqué una salida inmediata con los ojos. La única visible para salir a la calle era una pequeña puerta en la reja, a la que acudí rápidamente.
—¡McKenzie! —quiso que volviera, pero yo ya me había ido.
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