30 ✔️
Aser Dylan
—No puede ser... ¡Eres el famoso Alex Dylan! —extendió su brazo para que chocáramos los cinco.
—Aser —le corregí, imitando el gesto—. ¿Por qué todos se equivocan con mi nombre?
—No debería sorprenderte —la chica albina se encogió de hombros y acto seguido apoyó su cuerpo contra el marco de la puerta de su habitación—, estoy casi cien por ciento segura de que nadie querría llamarse así.
Ese comentario me había ofendido un poco.
—A mí me gusta —me defendí.
—Y a mí me vale que te guste.
Sonrió genuinamente y yo también. Ella comenzaba a agradarme.
—¿Cómo te llamas?
—Allen.
—Suena como alien —murmuré.
—Ya lo sabía.
—Debieron molestarte mucho por ello.
—Y ahora sigues tú. Supongo que ahora estamos a mano.
Comencé a reír y asentí.
—Y dime, Alex, ¿qué te trae por aquí?, ¿buscas a tu noviecita?
—Aser —corregí por segunda vez—. Ella no es mi...
Carraspeó, interrumpiéndome.
—¿En serio? —inquirió curiosa—. No lo parece, ¿sabes?
Levanté una ceja, dudoso por lo que acababa de decirme.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes... —se encogió de hombros y luego cambió un poco el tema—. ¿Por qué no hablas con ella? Tenía muchas cosas que decirte...
—Porque ella fue la que me acaba de dejar aquí, hablando solo. —Afirmo tajante para evitar más preguntas sobre ella. Sabía que se había marchado por mi culpa, pero deseaba terminar lo más rápido posible esa conversación. Me dolía hablar sobre ella.
Su reacción me sorprendió. Se llevó una mano a la boca y suelta una risita forzada. ¿Qué carajo le parecía tan divertido de la situación?
—Solo piensas en la culpa. Bah... —agitó una mano en el aire—. Eso de verdad no importa tanto, Alex...
—Aser.
—Te llamaré como quiera, ¿vale? —su tono se volvió amenazador y me limité a afirmar con un gesto. Tosió y siguió con lo suyo—. McKenzie y tú solo son críos inmaduros. Ella no pensó, solo actuó. Fin del problema. Sin culpas. Los humanos reaccionan a la acción, no debería de sorprender tanto. —Se toma un momento de pausa, parece estar pensando bien en cómo decirme lo que pasa por su cabeza— En vez de quedarte aquí como un imbécil, no te ofendas pero es cierto, deberías ir a hablar con ella. Intentar hablar las cosas. ¿Sabes lo que va a ocurrir si no cierran el círculo en persona? —Allen no espera mi respuesta y continúa—: Se va a abrir cada vez que vuelvan a verse, y no podrás hacer nada para evitarlo.
Saboreé esas palabras mientras pensaba en lo que debía hacer. McKenzie había cometido errores, pero yo no había sido la excepción. Ambos nos habíamos dañado, sin medir los límites, pero no nos había impedido querernos en su momento.
La había echado tanto de menos en esos meses que había noches en las que sentía que me asfixiaba dentro de aquellas memorias que habíamos creado juntos. Su nombre me perseguía por los pasillos de mi casa cuando mi hermano preguntaba por ella, bromeando; pero nunca fueron bromas. Tenían peso. Había días buenos, en los que creía que la había olvidado y había dejado su recuerdo atrás, pero luego venían los malos, donde recordaba el calor de su piel al hacer contacto con la mía y el brillo de sus ojos al mirarme en esas mañanas. Eran días malos, en los que terminaba recostado en el piso de mi habitación preguntándome por qué debía ser yo el que la pensaba a ella, preguntándome también si ella me extrañaba de la misma manera con la misma intensidad.
No era justo, pero no fue su culpa. Ambos dejamos que el otro nos dañara.
Tal vez es por eso por lo que dicen que el amor es un arma de doble filo...
***
Doblo el pasillo y me interno en el jardín trasero de la residencia; es el único lugar en donde debía estar. Estaba impaciente de verla, pero me provocaba ansiedad el hecho de recordar el por qué iba a hacerlo.
—Cálmate Aser... Cálmate... —intenté calmarme hablando en voz alta, pero mi mente me ganaba. No podía controlarlo.
Me sentía extraño pero a la vez no. Era la contradicción y confusión personificada.
Entonces la vi, y mi mente quedó en silencio y mi cuerpo se relajó. Solo necesitaba sentirla cerca de mí.
Ella era mi paz.
—¿Qué haces aquí? —espetó al verme. Sus ojos hinchados la delataban, había estado llorando.
La frialdad de sus palabras me había tomado por sorpresa, pero no dije nada al respecto.
—Sé que me he tardado, pero quería que supieras que ya he llegado. Estoy aquí, solo para ti —logré decir con dificultad. No era fácil enfrentarme a una situación que llevaba ocultando dentro de mí.
Vi cómo sus brazos se tensaban al oírme hablar.
Mack se paró delante de mí antes de darme una respuesta. Mirarla así... dolía. Mucho. Noté también una tensión en sus hombros y la duda de sus ojos.
—Lo siento —dice de pronto—. Por todo.
Ella no quiere añadir nada más y yo no quiero que se acabe el momento. Me quedé observándola, en silencio. Tenía el aspecto de querer soltar muchas cosas pero no saber por dónde o cómo empezar a hacerlo, pero no importaba. Yo era paciente y sabía esperarla.
—No te merecías cómo te hice sentir cuando me fui y, sobre todo, me odio a mí misma por haberte hecho tanto daño sin parar a lo largo del último año... —Suspira mirando al blanco cielo nublado. Sabía que le costaba trabajo encontrar la forma de expresarse y pude entenderlo—. Supongo que soy una mierda... debe estar en mi genética —esbozó una triste sonrisa.
—Mack...
Decir esa palabra se sintió casi como un alivio. Volver a llamarla como meses atrás era algo que anhelaba hacer. Pero tenía miedo de hacerlo.
—No. Es que ya la jodí, Aser. Llevo muchos meses tropezando con la misma piedra que debía haber apartado...
—No digas eso de ti, joder—logré decir.
—Han pasado meses —me recordó angustiada.
La vi tragar saliva, nerviosa, insegura. Sus dedos fríos rozaron mis brazos.
—¿De verdad no sientes nada al verme?, ¿no sientes nada por mí...?
¿Qué iba a decirle?, ¿qué sí?, ¿qué sentir algo por ella había sido lo que había acabado con todo lo que más quería?, ¿que era imposible encontrar a una chica con la que quisiera intentar algo porque no eran ella?, ¿que era verdad que aun sentí algo por ella?
Supongo que ella entendió mi silencio, no sabía cómo contestarle porque ni siquiera estaba seguro de qué era lo que sentía por ella.
Quizás, en el fondo, quería confesarle todo. Pero no me salió.
Se acercó a mi rostro y nuestros labios se rozaron. No me moví, solo dejé que sus labios acariciaran los míos. Fue eso, una caricia suave y delicada. Un beso que no llegó a ser un beso.
—¿Y si lo intentamos en serio esta vez? —susurró contra mis labios antes de rozarlos de nuevo, lento—. Seré lo que esperas, intentaré cambiar, lo prometo... Debería haberte dicho esto antes de irme. Lo pensé. Te juro que lo hice. Intenté salir con Aaron para olvidarme de ti pero no pude, Aser... Y deseaba tanto besarte en el aeropuerto... Tendría que haberlo hecho. Tendría que haberte dicho que yo era una mierda, que perderíamos el contacto al irme...
—Mack, no hagas esto por favor... —murmuré intentando contenerme.
—Fue mi culpa —se alejó de mi rostro y lo sentí.
Sentía todo lo que me decía y eso era lo que más me dolía.
—No puedes cambiar lo que pasó hace meses.
—Estaba enamorada de ti. Debería haberme quedado...
—Deja de torturarte así...
La tomé de la cintura con ambas manos y la atraje hacia mi cuerpo. Quería sentirla de nuevo, por si no volvía a tener la oportunidad de hacerlo de nuevo.
—Cambiaré, lo prometo... —rogó con la voz entrecortada mientras comenzaba a llorar contra mi pecho.
—No es por eso, Mack.
—Solo quiero estar contigo y seguir como antes. Quiero volver a lo de antes... —Se aferró con ambas manos a la camisa que llevaba sobre una polera.
Sonaba tan perfecto. Tan lejano.
—No quiero perder otro momento como lo hicimos antes.
—Lo sé... —estábamos tan cerca pero tan lejos del otro que me lastimaba pensarlo.
Acaricié su espalda con ambas manos, aferrándola a mí. Temía que se me escapara tan fácil como lo había hecho antes. Me entraron ganas de llorar. Porque me di cuenta de que ese día todo era distinto. Éramos nosotros, pero ya no los de antes. Éramos nosotros más allá de extrañar nuestra piel. Éramos el cariño que nos teníamos. Éramos esa pared con la que chocábamos al intentar avanzar por caminos diferentes.
Pero no éramos buenas paredes.
—Aun no contestas mi pregunta.
—¿Cuál? —respiré con dificultad.
—La de si aún sientes algo por mí...
—Sabes que sí, Mack. Sabes que siempre.
—Entonces...
Trago saliva en seco. Me sorprende a lo que hemos llegado. Ya había barajado varias veces la posibilidad de intentar algo serio con ella, pero la había desechado al instante. No pensar en eso me fortalecía, al pensar que yo era la única víctima del asunto.
—Tengo miedo —suelto, reteniéndola un poco más fuerte—. No puedo confiar en mí y temo no poder hacerlo contigo, en tu seguridad y la responsabilidad de una relación...
Ella alza la vista para verme y una lágrima se desbordó de sus ojos marrones. No estaba listo para esa decisión y ella lo sabía, pero nunca había perdido esa esperanza. No se mostró muy sorprendida, pero me di cuenta de que había dicho algo que ardía dentro de mí. Me estaba haciendo daño y no quería soltarlo porque creía que se disolvería con el tiempo.
Pero el tiempo no siempre lo cura todo.
—No te escondas de mí... —pide, todavía sosteniéndome la mirada.
—¿Y si no funciona?, ¿y si solamente terminamos haciéndonos más daño del que nos hemos hecho? No quiero seguir mi vida sin ti, pero sé que está mal. No pretendo aferrarme de recuerdos tuyos porque sé que me arrepentiré toda mi puta vida de no haberte elegido a ti...
—¿Entonces qué es lo que te detiene? —pregunta impaciente. Yo también lo estoy.
—Me cansé de luchar por ti, eso es todo...
—Joder, Aser...
—Me pediste que no me escondiera y eso hice —defendí lo que había confesado, pero desvié la mirada hacia las hojas de un arbusto que se mecían con el viento.
No siguió llorando. Pero fue peor así, porque sentí cómo me contagiaba esa tristeza, esa desilusión.
Mi corazón latía con mucha rapidez.
Con pena, beso su coronilla.
Es increíble cómo se puede dañar a alguien sin querer con tan solo decir unas cuantas verdades.
—Ya tengo que irme, Mack.
—Siento tanto esto, Aser...
—No lo sientas. Esto tenía que pasar.
—Pero yo no quería que pasara...
Nuestras miradas vuelven a encontrarse.
Era mentira que debía irme, pero carajo, no podía seguir ahí. Necesitaba marcharme a un lugar que me diera otro tipo de paz. Había llegado ahí por ella, pero ella quería aferrarse a mí y yo no podía permitírselo.
—Supongo que esto es una despedida...
Nuestros cuerpos se separaron y nuestros corazones también.
—Eso creo.
Me incliné hacia ella y le di un beso en la mejilla que me supo salado, por sus lágrimas derramadas.
Y me marché de la residencia.
La sentí tomando mi brazo antes de salir al estacionamiento e hizo que volteara mi cuerpo hacia ella, la chica a la que realmente amaba con todo mi ser. Dejé de caminar y me centré en ella, en sus labios temblorosos, y sus ojos oscuros y enrojecidos por el llanto.
—Prométeme que vas a cuidarte.
—¿Por qué lo dices? —me extraña su petición.
—Prométemelo... Por favor...
—No necesito cuidarme, me siento bien.
—No, no lo estás. Me da rabia que sepas ocultar tan bien lo que sientes y puedas hacer que todos se desahoguen contigo sin decir nada... ¿No crees que no es justo para ti? —Traga saliva— Siento que todo esto te da igual pero sé que no es así. ¡Me siento mal si no puedo ayudarte!
—Deja de preocuparte, Mack —la estrecho contra mi pecho y le aparto el cabello alborotado de su cara—. Intenta no pensar en mí y ser feliz. Y en cuanto a Aaron..., no lo dejes ir por mí. Parece ser un buen chico. —Mi garganta ardió al mencionar a aquel tipo, al decir que podría ocupar el lugar que me había ganado y luego perdido en su vida.
Ella asintió, poco convencida, pero ninguno de los dos tenía ganas de seguir discutiendo por ello.
Mi mente comenzaba a colapsar y ,sí, la dejé atrás definitivamente. Avancé calle abajo, mezclándome con las personas que cruzaban la calle o simplemente paraban para comprar algo en un quiosco, sin un rumbo fijo. Porque ese había sido mi estilo de vida desde hacía mucho tiempo atrás, e intentar ponerle una brújula solo había dificultado las cosas.
Saqué los auriculares de mi bolsillo y dejé que la música me envolviera por completo para distraerme.
Miré por última vez el edificio de su residencia desde lejos, extrañándola un poco.
Y reprimí las ganas de llorar, porque todos han sabido dejar sus errores atrás y era mi turno de seguir. De seguir sin ella, mi error favorito.
"No sabes lo difícil que es dejar ir hasta cuando verdaderamente estás dispuesto a soltar".
"Todos te dicen que tienes que soltar, pero nadie te enseña cómo hacerlo".
"Y cuando logré soltarla, entendí que ya no necesitaba a nadie. Porque nadie era como ella".
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