25 ✔️
Aser Dylan
Cinco meses después...
Aser: Se suponía que debía arreglar las cosas con ella, pero lo que dije lo arruinó todo.
Saul: Siempre es igual 🥱🙄
Aser: Me siento un imbécil, poco menos que un cretino. No debí haberle dicho todas esas cosas...
Saul: Hombre, esta es la tercera vez que me escribes eso. No te lamentes por decirle tu posición ante el tema, tarde o temprano lo iba a saber.
Aser: Ya, pero no era la manera.
Saul: Lo arruinaste todo. ¿Y qué?
Aser: Que soy el peor hijo del mundo.
Saul: No digas eso. Eres como mi hijo y no me has decepcionado.
Aser: ¿Eres mi madre?
Saul: No...
Aser: Entonces cierra el hocico.
Saul: Estamos escribiéndonos, no hablando. Pero da igual.
Aser: Eres un estúpido.
Saul: Yo también te quiero 😘🥰😍
Aser: Jamás dije que te quiero.
Saul: No necesitas decírmelo 😈
Aser: Oye, para, maricón de mierda 😂
Saul: Volviendo al tema...
Aser: ¿Qué?
Saul: No te sientas mal.
Aser: Me encanta tu forma de consolarme, ¿te digo por qué?
Saul: Dime.
Aser: Porque no existe 🤩🤩 No sirves para eso.
Saul: Ya lo sé, por eso sirvo para otras cosas 😈🥵💋
Aser: ¿Para casi dejar embarazada a tu novia? Ni siquiera lo lograste. No sirves, lo siento que te lo diga.
Saul: Por lo menos no soy virgen desde hace años, a diferencia de alguien... 🙈
Aser: Te quedas solo ahora, por insensible.
Saul: No me digas que te ofendiste por eso JAJAJAJA.
***
Entré a casa con una sonrisa en el rostro. Tranquilo. Feliz.
Estaba tarareando una canción en voz baja, casi susurrando, con la intención de no despertar a mi madre. Seguramente había terminado otro turno en el hospital y ansiaba poder descansar en paz, sin un hijo que llegara tan tarde de una fiesta a la cual lo habían invitado de sorpresa. Como un milagro.
Dejé mi chaqueta en una silla cerca de la entrada y me di la vuelta en dirección a las escaleras, pero vi a mi madre de pie vestida con su pijama de puntos y de brazos cruzados. Me paralicé. Estaba muy impactado. Tardé un segundo en comprobar que no estaba alucinando y era real. Ella estaba ahí, descalza, en el primer escalón mirándome como si desease lanzarme un cuchillo sin piedad. Sin perdón. Me dirigió una mirada llena de enojo que lentamente se transformó en una de tristeza o angustia. Se acercó hacia mí y yo apenas podía respirar.
No la veía desde hacía unos días. Su horario empezaba a las seis de la mañana y volvía a casa pasadas las doce de la noche. No era común verla a las tres o cuatro de la mañana. Y no esperaba encontrarla precisamente en esas condiciones, ni verla con ojeras.
—Llegas tarde —habló luego de un gran silencio. Ninguno de los dos había querido hablar antes.
—Tengo dieciocho años, mamá, ya no tengo hora de llegada —puntualicé.
—Vives bajo mi techo, y mientras lo hagas tendrás una hora de llegada.
—¿Se puede saber por qué demonios me recibes así?
Me miró sorprendida por el modo en el que le había dirigido la palabra y yo estaba nervioso por lo mismo. Los nervios no me habían dejado actuar, tan solo me guiaba por instintos e impulsos. Mi madre nunca había estado así de molesta conmigo, siempre había procurado no ser severa en mi crianza y jamás levantarme el tono de voz.
—Eres muy directo —respondió con un tono de voz apagado.
—En eso me parezco a él.
No hacía falta que dijera su nombre, ella ya lo tenía muy claro.
—No se te ocurra decir su nombre —amenazó con un hilo de voz, apuntándome con su dedo índice.
—No puedes evitar por siempre el nombre del hombre que les dio vida a tus hijos, mamá...
—Claro que puedo. —Me cortó.
Negué con la cabeza. Aún seguía siendo terca con el tema.
—Sabes lo que ocurrió y yo también lo sé —me acerqué a ella, pero mi madre dio un paso atrás, desconfiada.
—¿Crees que no lo recuerdo...? —su voz se entrecortaba de a poco e intentó buscar la manera de respirar. Estaba muy agitada—, ¿Crees que no recuerdo al hombre que resultaba acostarse con otras mujeres mientras yo iba a trabajar para mantenernos a todos...?, ¿Crees que en serio no recuerdo todo el daño que me causó a mí y a la familia que él mismo había formado...?
Me acerqué a ella aún más y esta vez dejó que la abrazara. Yo seguía siendo más alto que ella, lo que me permitió plantarle un beso en la coronilla. Luego me aparté un poco para verla a los ojos.
Parpadeó lentamente. Sus pestañas estaban húmedas y brillantes por unas traviesas lágrimas que se colaban entre sus ojos, idénticos a los míos en cuanto a color.
—Nunca negaré que ese hombre es mi padre, haga lo que haya hecho —afirmé.
—¡Debes olvidar a ese traidor! —gritó en cuando me oyó.
—Sé que te causó mucho daño, pero sé que en el fondo aun me quiere como su hijo.
—¡No digas tonterías, Aser! ¡Si te hubiera querido como hijo entonces no nos habría abandonado a todos!
—¡Visto desde ese modo quizás fuiste la razón por la que nos abandonó! —exploté de repente.
No medí mis palabras ni el tono de voz con el que le había dirigido la palabra, y me había arrepentido al instante de haberlo hecho.
Mi padre la había hecho sufrir demasiado. Yo no sabía cuánto, pues no estaba en sus zapatos, pero el verla llorar cada día desde que se enteró de todo fue lo que me hizo replantearme muchas cosas de la vida. ¿Acaso realmente existía el amor como se creía? Quizás sí, por otra parte quizás siempre habría alguien aguardando a la otra persona. Esperándola para cuando ya no sienta una carga en sus hombros, como una familia a la que debe alimentar. Mi padre fue ese hombre, nunca se preocupó mucho en negarlo, y mi madre jamás podrá olvidar eso.
—¿Cómo pudiste decir eso, Aser...? —preguntó aumentando el nivel de lágrimas—. ¿Qué madre fui para que me dijeras eso...? ¿Qué karma merezco para que mi propio hijo justifique las faltas de su padre? ¡Era mi esposo! ¡Era el hombre que me juraba amor eterno mientras se revolcaba con otras mujeres cuando yo me esforzaba por mantenernos de pie!
Secó unas lágrimas con la manga del pijama y volvió a mirarme.
—Estoy intentando ser delicado en esto, mamá. No quiero verte así por él.
—No lo parece. ¿Qué clase de madre perdona al hombre que tuvo en su vientre cuando le apunta con un arma al corazón y dispara...? ¿Y qué clase de mujer perdona al hombre que no la ha respetado como tal, ni como esposa...?
Tragué saliva. Tenía un nudo en la garganta que necesitaba deshacer para que me llegara el aire a los pulmones.
Me mantuve en silencio y luego hablé.
—Perdónalo. Al menos perdónalo a él.
—Primero muerta y sobre mi cadáver —declaró inmóvil en su lugar.
Negué decepcionado.
—Siempre vas a ser una rencorosa de mierda con el hombre que pensaste que sería el perfecto para ti.
—¡Pero no lo fue, Aser! ¡No fue el hombre que me juró ser! —aulló.
Inspiré hondo y subí las escaleras para irme a mi cuarto. Al pasar por su lado no me dirigió la palabra, pero sentí que otra parte más de su corazón se había fragmentado en tozos pequeños.
Cuando entré a mi habitación cerré la puerta detrás de mí y me lo topé de frente. A él. Al hermano de mierda que lamentablemente lo sería por el resto de nuestras putas vidas.
—Eres un hijo de mierda —soltó sin más al verme—. ¡Haces llorar a mamá y aun así ella sigue perdonándote y permitiendo que vivas bajo el mismo techo!
Se dirigió hacia mí con intenciones de abofetearme, pero fui más rápido y adiviné sus pensamientos. La esquivé y luego tomé ambos brazos de Iker.
—Ni se te ocurra tocarme un pelo. No estoy jugando esta vez —le advertí, y luego a patadas lo saqué del cuarto.
Tomé mi celular y pensé en llamarla a ella. Seguramente sabría cómo calmar mi ansioso corazón, que antes latía solo por ella y al abandonarme había tenido que aprender a sobrevivir. Antes de marcar su número en el teclado me detuve. Recordé que todo había acabado. Ya no la tenía a mi lado, ya no podía contar con ella para cuando necesitara hablar de cualquier asunto. Ya no estaba, se había ido. Me había dejado a un lado por él.
Y eso me dolió.
***
Salí de WhatsApp y abrí Instagram con ciertos recuerdos invadiendo mi mente.
Toqué el menú del buscador con el dedo y tacleé su usuario. La encontré.
En la foto se veía hermosa, como siempre... Sus mechones castaños de cabello invadían su perfecto cuerpo. La sonrisa en su rostro era sincera y sus ojos no se veían tan apagados ni agotados como se podrían ver en la preparatoria. Se veía impecable en ese vestido, y el collar que colgaba de su cuello hacía que ella destacara aún más en la imagen.
Ella seguía siendo mi mundo. Mi corazón continuaba perteneciéndole quisiera o no, y su sonrisa tenía el poder de jugar conmigo.
Había cambiado la configuración de su cuenta y ahora era privada, lo que me generó cierto revuelto en el estómago. Deseaba verla, saber cómo estaba. Necesitaba ver sus publicaciones, su rostro sonriéndole a una puta cámara, y las estupideces que solía subir a sus historias. La necesitaba a ella y me había arrepentido profundamente de haberla dejado de seguir.
Miré impaciente, y tentado, el botón se "Seguir " que iluminaba la pantalla con su tono azul tan característico. Mi dedo se posicionó frente a la pantalla, indeciso.
¿Lo quería hacer?
Sí.
Antes de decidirme observé el número de publicaciones: 7. Había subido una nueva publicación de la cual no me había dado por enterado.
Antes de continuar viendo su perfil, le envié un mensaje a Saul.
Aser: Oye, ¿aun sigues a Mack?
Saul: Todavía. Quieres que te envíe algo de su perfil, ¿no?
Aser: ¿Tan obvio es?
Saul: Eres muy obvio... Subió una nueva foto hace un par de horas, ¿te la envío?
Aser: Genial.
Saul: ¿Estás seguro? Aaron aparece en ella.
Al leer eso, mi corazón se aceleró por temor.
Aser: Envíala. Necesito verla aunque sea en una imagen. Ha pasado mucho tiempo.
Saul:
Me quedé inmóvil con el celular en mis manos y la mirada perdida. Perdida en ella. En lo feliz que se veía sin mí. En lo feliz que se veía con él.
Saul: ¿La sigues extrañando? Ya supérala, por favor. No quiero seguir viéndote sufrir por ella. HAY MILLONES DE CHICAS IGUALES A ELLA JODER.
Aser: Sé que hay millones de chicas iguales a ella, pero no quiero superarla. Lo siento, pero no puedo aún. No me siento listo.
"Le di un beso y un abrazo por última vez y no lo sabía".
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