El Infierno Acabó
Como cada mañana de ese infierno que vivía, Erick despertó sintiendo su cuerpo adolorido. Las viejas telas que conforman la sábana debajo de su cuerpo raspaban su espalda, haciéndolo removerse quejumbroso sobre esta.
Y si eso no fuera suficiente, se veía obligado a cargar con el peso de su cuerpo golpeado, con cicatrices en sus brazos, piernas, abdomen, y con los morados moretones que llevaba marcados en su delicada piel, tan fácil de quebrar como un cristal.
Con sus pies sobre el frío suelo de madera, miró la habitación en la que se encontraba, el dormitorio. Vivía en una casa de materiales no resistentes, todo su hogar se basaba en unas maderas y unos pocos muebles roñosos y oxidados ubicada en una zona fea, sus vecinos eran ladrones, consumidores de drogas, y personas que te brindan una gran desconfianza y un mal presentimiento con tan sólo una mirada.
Su pareja era su mayor odio, pero también, su única compañía, la única persona que tenía. Su madre falleció de cáncer cuando apenas era un bebé de un año, y su padre, los había abandonado en el peor momento, y junto con él, toda su familia de parte paterna. Así, quedó en manos de su abuela de parte de su madre, que se había encargado de su crianza como pudo. Ella falleció por muerte natural a sus 75 años, a los 16 años de Erick. No habían más familiares por parte de su madre, sus abuelos sólo se conformaron con un sólo hijo, su mamá.
Su novio era Jaspét, un chico de cara alargada, cabello rizado negro, orbes marrones, piel morena, cuerpo grande y sin muchos músculos. 6 años mayor que él.
Erick actualmente cuenta con 22 años, y él es un chico sencillo de piel canela pasión, cabello lacio negro, ojos verdes y cuerpo delgado y pequeño de piel sensible.
—¿Qué haces ahí parado como idiota? —preguntó molesto Jaspét sujetando en un movimiento brusco su brazo, haciéndolo caminar rápidamente hacia la cocina.
—M-Me duele —susurró con temor y frunció las facciones de su rostro por el dolor.
—¿Y a mí qué mierda me importa eh? Tú deber es levantarte, limpiar, ordenar, cocinar y cumplir con tu universidad de mierda. Nada más —lo soltó—. Cocina, basura. —ordenó y se marchó al living balbuceando maldiciones que el más pequeño no llegó a oir.
—Lo siento.
Luego de desayunar un escaso pedazo de pan, se vistió, tomó su mochila colocándola sobre su espalda sujetándola de sus hombros y caminó a la salida del cual se veía obligado a llamar "hogar".
Ubicado en uno de los tantos asientos en su clase, Erick no lograba centrar su atención en el profesor. Se encontraba mareado, y a muy poco de vomitar.
—Colón, ¿qué te sucede? —consultó su profesor al notar sus tan marcadas ojeras.
—¿P-Puedo ir al baño?
—¿Qué te sucede? —repitió.
—Voy a vomitar.
—Vélez, acompáñalo —pidió.
Apenas abandonó esas cuatro paredes, corrió a los baños seguido por Christopher Vélez, uno de sus compañeros de esa clase. Alguien muy reservado, era muy callado y no tenía comunicación con los demás, el resto de los alumnos afirmaban que tenía algo raro. Él era un joven de cabello castaño con pequeñas mechas rubias, sus ojos eran grandes con orbes avellana, su piel era blanca y por parte de su físico era delgado, aunque no como Erick, sino que tenía sus músculos marcados. Él tenía 24 años.
—¿Por qué estás así? —preguntó Christopher tomando su cabello para que continuara con lo suyo.
—Problemas alimenticios.
Cuando terminó de vomitar, se sentó sobre la tapa del retrete y esperó a que el castaño le alcance una botella de agua y una servilleta para limpiarse.
—Aquí tienes —entregó y el ojiverde procedió a limpiar su boca y luego beber el líquido—. Estás como la mierda.
—Lo sé.
—¿Qué te pasó? —con cuidado sujetó su brazo y levantó la manga de su remera negra enseñando los moretones en su piel.
—Nada interesante.
—Oye, si te golpean tienes que hacer algo.
—Y tú qué sabes si no me golpeo yo.
—No sé qué mierda te pasa, pero tiene que verte un médico.
—No, no te metas, es algo mío.
—Erick, tú nombre es Erick ¿Verdad?
—Sí.
—Bien Erick, díme qué carajos te pasa.
—¿Por qué yo debería decírtelo?¿Por qué debería confiar en ti?
—Porque quiero ayudarte —el de piel canela suspiró.
—Mi novio.
—¿Él te golpea?
—Sí.
—Voy a hablar con el profesor, nos iremos y me contarás todo a detalle.
—¿Por qué tanto interés?
—Odio a los bastardos como tú novio. Levántate y vamos.
Al salir, caminaron a un parque cercano de allí, y se ubicaron en una banca.
—Ten —colocó en sus manos un sandwich.
—Gracias.
—De nada. Cuéntame desde el comienzo.
—¿Desde que comenzó nuestra relación? —preguntó luego de tragar y el castaño asintió. Luego de un ligero carraspeo, dio paso a contar el inicio de su nada divertida vida desde que se juntó con Jaspét —. Mi novio se llama Jaspét Firelbag, es seis años mayor que yo y era mi vecino en mi antiguo hogar. La cosa va así, no tengo otra familia que no sea él y creo que se aprovechó de eso al momento de comenzar a salir conmigo. Lo nuestro desde un inicio no fue bonito, nuestra relación fue como muy "forzada" yo ni siquiera lo conocía, sabía de su existencia pero jamás me interesé en él. Cuando mi abuelita falleció, a los dos días luego de su muerte, perdón por lo que se viene porque es fuerte, Jaspét me violó y durante ese acto que aborrezco totalmente al recordarlo dijo que desde ese momento yo era suyo, que debía estar para él siempre y que mi única obligación era obedecerlo y nada más —contaba con dolor.
—¿Cuántos años tenías? —interrumpió.
—16, estaba a punto de cumplir 17.
—Qué hijo de puta. Sigue, por favor.
—Bueno, a partir de allí comencé a vivir con él en un barrio horrible, vendió mi antigua casa a unos vagos y usó el dinero para comprar drogas. Vivimos en una casa horroroza, los vecinos son una mierda y ¡Ahg! me da asco de sólo pensarlo.
—Erick, continúa.
—Bueno, bueno. Soy su novio sólo porque él me obligó a aceptar. Al principio sólo era sujetarme bruscamente y torturarme psicológicamente. Luego llegaron los golpes y en pocas ocasiones me ha cortado con vidrios o cuchillos, pero sólo heridas pequeñas —enseñó—. Intentó atentar contra mi vida unas dos veces, una vez intentó ahorcarme con sus manos —mostró las marcas que apenas lograban notarse en su cuello—. Y la otra me golpeó tanto que casi me muero —se encogió de hombros—. Jaspét es un drogadicto, alcóholico, un violento de mierda y el ser que más odio en esta puta vida. Eso es todo.
—¿Qué le pasó a tu familia?
—Mi mamá falleció por cáncer cuando yo tenía un año, un año y medio, no lo sé muy bien. Mi papá la abandonó durante el embarazo, y junto con él nos dieron la espalda toda la familia de parte de mi padre. Cuando mi madre murió, quedé a cuidado de mi abuela, porque mi abuelo había fallecido 8 años atrás por un ataque al corazón. Mi abuelita falleció por muerte natural.
—¿No tienes tíos, nada? —el ojiverde negó con la cabeza.
—Mis abuelos sólo se conformaron con mi mamá.
—Vaya, esto es difícil.
—Dímelo a mí.
—¿Y tú has vivido con ese bastardo todos estos años?
—No tengo otra opción.
—¿Dónde vives?
—En la calle elfemorth, la casa 3352.
—Mira, la cosa es así. Yo voy a sacarte de ese infierno ¿Okey?
—¿Cómo?
—No voy a decírtelo.
—¿Qué piensas hacer?
—Nada de lo que luego vaya a arrepentirme. Mañana en la noche serás libre.
-—¿Qué harás?
—Nada malo, tranquilo.
—¿Seguro?
—Seguro.
—Está bien —aceptó desconfiado.
—Mañana procura irte durante todo el día, al menos no estés en la noche.
—Ok.
—Termina de comer y haz lo que se te antoje, yo tengo que ir a ver unas cosas en mi casa.
—Bueno. Gracias por la comida y supongo que gracias por lo que vayas a hacer mañana.
—No sé si vas a agradecérmelo, pero yo voy a estar satisfecho —alzó sus cejas a medida que finalizaba sus palabras y luego le sonrió para marcharse.
Erick no tenía idea de lo que pensaba hacer Christopher, pero sin embargo, estaba seguro de que no era hacer una denuncia y ya.
Y si alguna vez Erick quiso denunciar, sí, sí intentó. Pero siempre lo trataron de loco, de que él mismo se golpeaba para inculpar a su pareja, lo ignoraban o simplemente su denuncia quedaba en el aire. Entonces dejó de intentar denunciar porque era en vano y lo único que sacaba de eso era que Jaspét se enteraba sobre lo que quizo hacer y todo se volvía peor.
El resto del día, permaneció firme ante los maltratos de su pareja, resistiendo cada golpe y aguantando cada grito que salía de esos horribles labios que luego, forcejeaban con besarlo.
Cuando el sol salió y un nuevo día dio inicio, salió de su hogar antes de que Jaspét despierte y lo obligue a realizar la misma rutina de todos los días, que si Christopher de verdad iba a ayudarlo, terminaría por acabar esa misma noche.
Toda la mañana y la tarde, dio vueltas por varios lugares aleatoriamente, no tenía un destino fijo, sólo debía esperar al anochecer para poder volver y aunque el castaño le haya dicho que no esté para ese momento del día, él estaría.
El reloj de su muñeca marcó las nueve de la noche y decidió regresar.
Apenas llegó, Jaspét lo resivió muy molesto y para nada de manera agradable. Comenzó a golpearlo fuertemente mientras le preguntaba dónde estuvo y le exigía que responda.
Doce de la noche, y él se encontraba en el baño, mirándose en el espejo, observando su labio inferior que ahora sangraba y también su ceja izquierda, los moretones que comenzaban a notarse en su pómulo derecho. Y los otros golpes que hacían arder su piel.
Erick perdió la cabeza.
Oyó el golpe en la puerta de entrada, alguien estaba llamando.
Un grito de su pareja exigiéndole que vaya a atender lo hizo caminar hasta allí.
—Erick... —dijo Christopher.
—¿Qué planeas hacerle?
—Erick, yo...
—Muéstrame lo que traes en tu mochila y en la mano que tienes dentro de tu campera —ordenó con una expresión seria.
—Planeaba asesinarlo —enseñó la pistola que llevaba —Quemar su cuerpo y listo. Pero ahora no podré hacerlo.
—No, claro que lo vas a hacer, lo vamos a hacer —lo hizo entrar y cerró la puerta detrás de él.
—¿Qué diablos sucede? — preguntó Jaspét llegando al living—. ¿Y este imbécil quién es?
—Que page todo lo que hizo —pronunció Erick entre dientes y con el párpado superior de su ojo derecho tintineando y sin más, una bala fue a parar debajo de su rodilla casi llegando a su pie.
Los gritos de dolor que dejaba salir Jaspét se convirtieron en una hermosa melodía para el de orbes verdes, y con deseo de más música, tomó el cuchillo con el cual su pareja lo lastimaba, y comenzó a realizar una cortadura en su brazo.
Durante una hora Jaspét estuvo agonizando mientras el psicópata y el nuevo loco, continuaban haciéndolo sufrir.
Cuando su novio murió, Erick decidió colocarlo en la bañera con la ayuda del castaño.
Dejaron las armas del crimen en el suelo del dormitorio, exparsieron gasolina por la casa, y cuando Christopher encendió el vehículo, Erick dejó caer el cerillo en llamas y el hogar ardió.
Ambos escaparon de la escena.
—Lo siento, pero ahora me veo obligado a quedarme contigo —dijo el ojiverde lleno de adrenalina. Nunca creyó que haría lo que hizo, y jamás que lo disfrutaría.
—Lo sé. Tengo unos contactos, pediré que nos hagan unos documentos falsos junto con lo necesario y nos iremos a Japón. Yo sé ese idioma, así que quédate tranquilo.
—¿Eso tenías pensado hacer?
—Realmente no tienes idea de quien soy, cómo soy y cómo me manejo. Sólo te diré que soy muy malo para tu vida.
—Ya soy un asesino y no tengo nada que perder.
—Bien dicho. Oye, allá diremos que somos pareja ¿Oíste?
—Entendido. ¿Es tu primer asesinato o delito?
—Créeme, no quieres saberlo.
—Ok —sonrió.
Erick por fin se sentía libre, sin ataduras y sin nadie que manejara su vida. Estaba feliz, muy feliz. No le importaba el hecho de ser un asesino, él estaba feliz.
De la felicidad que abundaba en su interior, volteó al castaño y planteó un beso lleno de emoción en los labios de la persona que lo salvó. Christopher correspondió con gusto.
Rió, sacó la mitad de su cuerpo por la ventana y dejó salir un gran grito mientras el alba comenzaba a verse y la soledad abundaba esa fría calle.
—¡EL INFIERNO ACABÓ!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro