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Capítulo 39

Y ahí estaba de nuevo, sentado en la butaca que todo este tiempo me perteneció, hasta adelante, anotando con moderación cualquier comentario importante que dijera nuestra profesora. La nueva, por cierto, que llegó en reemplazo de Daron Rynne y que era más o menos de la edad de mi madre.

Después de conocer a Daron no pude dejar de cuestionarme qué era la ética y quién tenía realmente derecho a dar clases sobre el tema. ¿Yo podría? De solo pensarlo se me formó una pequeña sonrisa en el rostro. Hasta la persona más inmoral tiene la audacia de decirle a los demás lo que está bien y mal, a grandes rasgos.

Ponerse al día tras dos meses y medio de ausencia era agotador. Casi cada tarde llegaba a casa para transcribir todos los apuntes y tareas que Kyla me pasó. Me tomaba horas interminables, pero al menos los profesores y la institución me habían permitido volver para terminar el curso que pensé que repetiría en otro sitio.

Una semana después de lo que ocurrió en casa de Daron, Kyla vino de visita. Estaba seria, pero no de una forma que me inquietase. Ya habían transcurrido varios días en los que no se manifestó ni una sospecha hacia Lucien o yo.

—No sé si te enteraste de lo que pasó —comentó, mirándome fijo y a la expectativa de que no supiera nada. Mostré incredulidad—, pero el Sr. Rynne tuvo un grave accidente.

Fingí impacto y angustia, simulando que Daron aún me interesaba. Al oír la palabra "accidente" saliendo de su boca, no pude evitar pensar en que las cosas habían dado resultado como queríamos y que existía una probabilidad muy alta de que nadie iniciara una investigación.

Pero antes de entrar en detalles sobre eso, primero presté atención a lo que Kyla tenía que decir. Tres días atrás varios estudiantes fueron a visitarlo al hospital en señal de "apoyo" y yo no tenía ni la más remota idea de cómo habían terminado las cosas para él.

—Una enfermera me dijo que posiblemente confundió sus gotas para los ojos con un químico de limpieza —La oración misma causaba gracia, pero tuve que contener la casi involuntaria curvatura de mis labios—. Al parecer estaba muy ebrio.

Junté las cejas, tratando de comprender lo que me contaba con tanta seriedad. Miré a los alrededores, luego a ella directamente. Pregunté en un murmullo cómo estaba, si se encontraba bien y si había alguna posibilidad de que pudiera verlo. Ella, con cierta pena en el rostro, hizo una ligera negación de cabeza.

—Perdió la vista. De resto, sigue internado por la gravedad de sus heridas.

En serio era difícil fingir, en especial cuando quería celebrar por todo lo alto. No me reí, pero tampoco fui capaz de llorar o mostrarme realmente entristecido, por más que me esforcé. Dolía un poco en el pecho, pero no sabía si era por emoción o esa pequeña pena que me producían mis casi muertos sentimientos por él.

Estuvimos en silencio varios segundos, ella meditando y yo concentrándome con fuerza para mantener el control. Me temblaban las piernas y las manos de solo imaginarme su lamentable imagen en el hospital. Con vendas por toda la cara y un dolor indescriptible no solo físico, sino emocional. Despertar con la revelación de que jamás en la vida podrás volver a hacerle daño a alguien debía ser impresionante y anhelaba poder verlo.

—Ya no volverá al instituto —Rompió con el silencio, elevando la vista por un instante para encontrarse con mis ojos. La miré de vuelta, curioso—. Por eso vine a pedirte que volvieras, Alroy. Él ya no te molestará.

Y solo por eso lo hice. No accedí de inmediato, pero tampoco me demoré un día en aceptar. Para cuando llegó mi madre del trabajo, los dos platicamos con ella y le propusimos mi regreso al estudio. Kyla le aseguró que me cuidaría y yo tuve que mentirle con que me encontraba recuperado y mejor que nunca. Al final fuimos juntos a hablar con los directivos y me aceptaron nuevamente con la condición de que me aplicara cuanto antes.

Había perdido la oportunidad de realizar exámenes para la universidad, pero al menos iba a terminar la preparatoria después de tantas pausas. Poco a poco iba a salir.

—¿No ha vuelto el joven Love? —preguntó la profesora, interrumpiendo mi concentración.

Miré hacia mi derecha, donde solía estar su butaca. Se encontraba vacía, como casi todo el tiempo. No lamenté su ausencia porque sabía que era parte de su intento voluntario de sanación. Desde lo ocurrido con Daron, Lucien volvió lentamente a ser igual que en nuestro instituto anterior.

No asistía a clases, se la pasaba fumando en la parte trasera del edificio y se escondía de tanta gente como podía, evitando conflictos como los que provocaron que se metiera con nuestro profesor. Obviamente me acerqué en su momento a preguntar qué le sucedía, pero se limitó a decir que estaba cansado de tratar de cambiar.

—Ya intenté ser bueno una vez y mira cómo terminó. —Se señaló a sí mismo, con las cejas fruncidas—. No volveré a ser débil.

No lo cuestioné; de hecho, pensaba que tenía razón. La vulnerabilidad nos deshizo a ambos y estábamos más que dispuestos a no permitir que se repitiera. El problema, es que yo sí podía superarlo por mi cuenta y él más bien parecía necesitarme. Al final éramos cómplices y yo el único con quien podía desahogarse plenamente.

Lucien no estaba arrepentido, pero los recuerdos lo abrumaban con frecuencia. No era fácil para él olvidar lo que pasó ni lo que tuvo que hacer para que nuestro plan saliera perfectamente. A veces sentía a Daron en el cuerpo, en medio de la noche e incluso cuando tomaba clases en su cotidianidad. No se ausentaba por salir a fumar cual rebelde, sino para evitar quebrarse a ojos del mundo. El trauma fue inevitable.

—Hubo un momento en el que en serio consideré matarlo —reveló aquella tarde que estuve en su habitación—. Pero no tenía un plan para eso y todo se iba a estropear.

En eso nos diferenciábamos. Yo podía planear las cosas por encima de mis impulsos e ira, pues era consciente de que perder el control entorpecería todo. En su momento sucedió cuando creí que Lucien estaba muerto y no tenía ni idea de qué hacer con él. De no haber sido una alucinación, quizás me hubieran descubierto a causa de mi propia torpeza.

Lucien era todo lo contrario. Era impulsivo y peligroso, por eso fingir no se le daba tan bien y se descontrolaba fácilmente. Por eso en mi anterior instituto le temían y en el nuevo no duró mucho como alumno ejemplar. Yo era el de los planes y él quien los necesitaba seguir para no cometer tonterías. Yo era el de la cabeza fría y él quien aligeraba la gravedad de mis intenciones con su extraña calidez.

—Aun así, estoy feliz de que las cosas funcionaran después de que te fuiste. —dijo, con una pequeña sonrisa—. Pensé que iba a arruinarlo.

Antes de llamar a la ambulancia, Lucien tuvo que armar una escena para simular el accidente. Fue a la cocina a buscar un par de copas y vino, que llevó a la habitación. Se tomó una de golpe y fue con un Daron en estado de inconsciencia a empinarle casi toda la botella, cuidando que no se ahogara. Esparció un poco de vino por la cama y la alfombra, simulando descuido.

Corrió a su mochila para ponerse guantes y remplazar aquellas gotas derramadas por unas nuevas, que abrió y vació casi hasta la mitad. Las dejó en el pequeño tocador del baño, cerca de unos cuantos limpiadores que sacó del cajón para aparentar que ese era su sitio habitual. Por último, tomó el pequeño envase de sosa que yo traje y lo tiró junto a la cabeza de Rynne. Los guantes los tiró por el inodoro.

Le dio los últimos tragos al vino hasta que se lo terminó. Colocó la botella en el suelo y las copas sucias en el buró junto a la cama. Pronto sintió que estaba ebrio y cansado, así que se puso la ropa como pudo y se recostó. Con una alarma programada en su celular, despertó una hora después. Los efectos del alcohol aún no disminuían, así que en esa condición llamó a emergencias.

Tuvo que hablar con paramédicos y decir que no entendía lo que había sucedido porque estaban borrachos y que, cuando despertó, encontró a Daron así. Esa hora y media de espera que transcurrió entre el "accidente" y la llamada fue clave para que se quedara ciego por completo.

Al final volvió a casa, sin preguntas extra. Esperó con nerviosismo a que los días pasaran y nos descubrieran, pero ninguna autoridad llegó a su puerta para interrogarlo. En el instituto escuchó de sus compañeros que todo se resumió a un accidente y cuando fue junto al resto a verlo en el hospital, se dio cuenta de que nadie sospechaba que todo fue provocado. Lamentaban lo ocurrido; ninguno pensó que Daron se lo mereciera.

La vida siguió su curso al poco tiempo. Yo volví a estudiar y, según rumores, Daron entró a rehabilitación un mes después. Su recuperación se pronosticaba larga, superior a un año. Tenía que aprenderlo todo de nuevo, asimilar lo ocurrido y vivir en la oscuridad hasta el último de sus días mientras Lucien y yo volvíamos a la luz.

La vida se percibió diferente desde entonces. No tan negativa, quizás. Ya no tenía la necesidad de buscar a nadie y dejé de abrumarme por el pasado. Había en mi interior una extraña tranquilidad que deseaba aprovechar hasta que el caos inevitable regresara.

Una vez más recibí un mensaje de mi hermano Tyler. Quería que nos viéramos porque necesitaba contarme algo que consideraba importante. A pesar de que llevábamos las cosas en paz, nunca volvimos a hablamos o escribirnos después de nuestra primera reunión. Algo parecía estar sucediendo y pronto sabría qué.

Quedamos en la misma cafetería que la vez anterior, aquella que quedaba lo suficientemente cerca para ambos y algo lejos de nuestros hogares. Esta vez fue él quien llegó primero, pues lo vi sentado de cara a la entrada y notó al instante mi aparición. Saludó con la mano y esperó a que yo me acercara a su mesa una vez que pedí mi propio café.

Cuando los dos nos encontramos lo suficientemente cerca, calentándonos las manos con nuestras respectivas tazas, él me saludó con formalidad. Sonrió un poco y me examinó con la vista, afirmando que me notaba un poco mejor que la vez pasada. Preguntó cómo estaba y si me sucedió algo interesante, aunque yo mismo contesté que las cosas estaban tranquilas para que fuéramos directo al grano.

Noté en sus expresiones cierta consternación. Se le veía ligeramente decaído y que no había descansado por completo en los últimos días. A pesar de sus malestares se mantuvo en calma, mostrando su mejor rostro. Esa clase de comportamientos considerados y amables eran parte de las cosas que nos volvían tan diferentes y que me alejaban de él.

—De casualidad... —habló, dubitativo, girando un poco los ojos—, ¿papá te ha visitado?

La pregunta me tomó por sorpresa. Abrí más los párpados y me quedé un tanto pasmado en mi asiento antes de negar con la cabeza. Los hombros de Tyler se relajaron, aunque no dejó de sostener con fuerza su taza de café. Dejé que primero suspirara antes de preguntar si algo había sucedido. De inmediato asintió.

—Después de lo que pasó en mi casa, tuve que explicarle a mi mamá sobre los motivos de tu visita —contó—. Y, bueno, no se lo tomó muy bien.

Nuestro padre jamás reveló la verdad de su otra familia, esa que tuvo abandonada y escondida por años en un lejano tráiler. En mi infancia poco entendía la relación de mis padres, pero con Tyler supe que mi presencia se omitió para disfrazar todo como una simple y común infidelidad. Algo sin compromisos reales, algo que se puede perdonar y quedar sin rastro en la historia.

Tras aquella visita que hice y mi posterior arresto, Tyler me confesó que papá empezó a comportarse distinto. Más irritable, a la defensiva e incluso paranoico. Por lo visto era algo que le preocupaba a su familia desde hacía meses.

—Él siempre dice que volverás para lastimarnos —soltó, con dudas. Se revolvió un poco el cabello—. Incluso intentó convencerme de que provocaste un accidente que tuve de niño. Pero vamos, creo que está inventando todo esto para alejarnos.

Apreté los puños por debajo de la mesa, asintiendo y aparentando consternación. Papá no le estaba mintiendo del todo, salvo por esa constante creencia de que yo quería dañar a mis hermanos. Sí, en mi infancia había tenido un arranque peligroso por culpa de mis celos hacia Tyler, pero apenas descubría la existencia del resto del mundo y no volvería a hacerle lo mismo. Ni él ni Dylan eran culpables de todas las cosas que nuestro padre provocó.

Mi hermano mayor parecía esforzarse para que tuviéramos algún acercamiento por encima de todo lo negativo y eso era algo que empezaba a valorar. Qué mejor forma de molestar a mi padre que involucrándome con su familia, y todavía mejor que lo hiciera sin tener realmente malas intenciones. Hacerle quedar como el loco no parecía tan mal pasatiempo.

—Cuando papá apareció la última vez que nos vimos, descubrí que él me siguió desde que salí de casa —Le dio un trago a la bebida mientras yo no dejaba de analizar sus palabras—. Dijo que lo hizo para protegerme, pero entre más lo pienso, más enfermizo me parece.

De alguien tuve que heredar aquellos comportamientos obsesivos.

Contuve mis emociones lo mejor posible para imitar a Tyler en su preocupación. Claro que tenía que hacerle ver que lo sucedido era una locura, como si yo no hubiera cometido cosas similares y peores. Con eso, tuvo la confianza de contarme que después de irse tuvo una fuerte confrontación con papá.

Le exigió que hablaran con la verdad, que dejara de inventar cosas para perjudicarme y que parara con su delirio hacia mí. Tyler me había defendido sin conocerme siquiera, sin saber que yo realmente era un monstruo y que, si pudiera, le haría a nuestro padre lo mismo que le hice a Adam, Neal o Daron.

—Decidí decirle la verdad a mi mamá sobre ti. —Se encogió de hombros, como si en algún punto esto le causara arrepentimiento—. Y ahora mis padres se están divorciando.

Antes de que pudiera expresar cualquier cosa, Tyler se adelantó a decir que no me sintiera culpable por lo que pasaba en su familia. Nuestro padre estaba comportándose de forma perjudicial, no aceptaba ayuda y su madre no podía lidiar con eso ni con la verdad de que afuera, con esa mujer con la que fue engañada en el pasado y que era mi madre, su marido había tenido otro hijo. El hijo que posiblemente heredó más de él que los demás.

—Cuando mi mamá le pidió el divorcio, él te culpó. —Incluso Tyler parecía no creérselo—. Insistió en que estabas arruinando a nuestra familia a propósito para joderlo.

Entendía que pensara así, para ser honestos. Desde el momento en que yo volví a poner un pie en su casa, supe que todo iba a cambiar para siempre no solo en mi vida, sino en la de ellos. Cuando mi padre y yo estábamos cerca el uno del otro, ocurrían problemas inevitables provocados por mis acciones y sus reacciones. Sin embargo, él estaba reaccionando a cosas que ya no tenían que ver con lo que yo hiciera, sino con lo que sentía hacia mí, que era odio.

A Tyler le inquietaba la posibilidad de que mi padre me buscara para reclamarme o incluso lastimarme en nombre de su cada vez más incontrolable paranoia. Por fortuna no había lidiado con él en días recientes y si hablaba con mi madre sobre todo lo que estaba sucediendo, ella sabría que hacer.

Al menos no quería ocultarle nada relacionado con papá. Ella supo que fui a su casa porque yo mismo se lo conté, así que esto era también un asunto que podíamos tratar juntos. En parte me resultaba alentador no tener que guardarme todos los secretos. Le había ocultado muchas cosas y lo seguiría haciendo por siempre, pero esta era una tranquilizadora excepción.

—En fin, solo quería decirte eso hoy —Se terminó el resto del café, recargó ambos codos en la mesa—. Y que también puedes venir a mi casa siempre que mi mamá no esté. A Dylan y a mí nos gustaría conocerte.

Sentí una punzante presión en el pecho. Evadí en contacto visual y parpadeé con un poco de fuerza, aturdido por lo que acababa de escuchar. Me pasé los dedos por el cabello y balanceé un poco la cabeza para encontrar el significado a sus palabras, que en realidad eran tan literales como las oí.

Me parecía extraña la idea de tener hermanos con los que pudiera convivir. Supe durante mucho tiempo de su existencia, pero asumí que ellos jamás sabrían de mí. Tuve una mezcla de conmoción e incomodidad indescriptibles que traté de tomar como positivas. Asentí a su invitación con timidez, sin decir mucho. Tyler me agradaba y tenía ganas de conocer a Dylan, que no era más que un niño.

¿Pero y si yo no les agradaba? ¿Y si Tyler descubría que papá tenía razón sobre mí? ¿Y si al final no podíamos congeniar? Estaba casi seguro de que yo tendría la culpa. Yo era el que sobraba, el de afuera del matrimonio y la familia, el mayor heredero de los defectos de nuestro padre. No estaba hecho para encajar.

—Sé que no lo parece, pero también es difícil para mí. —confesó, cabizbajo, tratando de mantener un buen rostro—. Intentemos salir juntos de esta, ¿bien?

La madurez de Tyler me hizo ver su inteligencia. Quizás no era igual que la mía, pero parecía más útil ante las circunstancias. No culpaba, no tenía conclusiones o señalamientos drásticos, no se dejaba llevar por el pasado ni estaba dominado por la ira o la tristeza. Él nunca le haría daño a otros de la misma forma que yo lo hice y lo seguiría haciendo.

Quería ser como él, pero por más que lo fingiera e intentara, jamás podría. Le tenía envidia a su humanidad.

Tyler se levantó para despedirse de mí y yo hice lo mismo. Estrechamos la mano y él tiró de mi brazo para acercarnos hombro con hombro. Palmeó mi espalda un poco antes de liberarme. Sonreía con menos dificultad que al inicio y se le podía ver más tranquilo. Para acompañarle en el sentimiento, lo imité de la mejor forma que pude.

Salimos del establecimiento, a punto de marcharnos a nuestros respectivos hogares. Nos quedamos junto a la entrada unos pocos segundos más, observándonos de reojo.

—Espero que la siguiente vez que nos veamos, podamos saber más sobre la vida del otro. —Se agitó un poco el cabello, balanceó las piernas y finalmente dio los primeros pasos a su retirada—. Siento que tienes muchas cosas interesantes qué contar, hermano.

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