× Capítulo Único ×
Kuroko Tetsuya era un as en el campo de la ocultación y distracción, y eso se debía notablemente a su gran capacidad de observación para con el resto. Desde movimientos fácilmente reconocibles por otros hasta pequeños gestos faciales o corporales que una persona que no se dedicará a observar tanto como él siquiera podría llegar a notar.
Porque Kuroko era persistente en leer y aprender sobre los demás sin tener la necesidad de hablar con ellos. Claro que de hacer esto último, su base de información sería aún más amplia y precisa.
Así como la información que tenía resguardada de sus amigos de Teiko, o como ahora tenía con los nuevos amigos de Seirin.
Y era precisamente por dicha información y conocimiento que retenía sobre sus ex y actuales compañeros de equipo, que Kuroko pudo reparar en que tanto Aomine como Kagami estaban actuando de una manera distinta a cuando ambos se hallaban en un mismo espacio físico.
No era algo que todos pudiesen ver con facilidad, por supuesto.
Pero él sí.
Él podía ver las breves miradas que se dedicaban con algo más que sólo rivalidad. Notaba cómo los músculos corporales de ambos ya no sé tensaban tanto como antes ante la presencia del otro, como cuando se ponían alerta y expectantes de volver a enfrentarse en la cancha.
No, esto era ligeramente diferente a lo usual.
El que ambos siguieran discutiendo entre ellos era normal, sí. El que se acercarán físicamente tanto uno al otro, no tanto. Por lo que Kuroko recordaba, tanto Aomine como Kagami eran hombres que arreglaban sus disputas por medio del básquetbol. Más sin embargo, verlos a ambos darse empujones con gritos, zancadillas en medio de la calle para llamar la atención del otro y empezar otra pelea, así como caricias burlescas semejantes a los que un amo da a su perro en la cabeza eran para Kuroko, claras señales de que allí había algo más que sólo rivalidad y ganas de mofarse del contrario.
Es más, el ex sexto jugador fantasma de Teiko casi podía asegurar que todo aquello era sólo una excusa de ambos para tocarse el uno al otro. Para buscar el contacto y la calidez del cuerpo ajeno al propio aunque éste consistiese únicamente en leves roces.
Kuroko estaba casi seguro de que lo que pensaba era verdaderamente así, sino fuera por el hecho de que Aomine últimamente había comenzado a salir con distintas mujeres a lo largo de ese mes.
Y eso que estaba haciendo sería algo ilógico si es que el moreno tuviese sentimientos románticos por Kagami, ¿verdad? Es decir, se suponía que cuando a alguien le gustaba otro alguien, el objetivo allí era buscar la aceptación de la otra parte, ¿cierto?
En ese caso no tendría sentido que el as de Tōō complicase el camino de su objetivo tomando rutas alternativas. Al menos a esa conclusión había llegado Kuroko.
Y por otro lado, también estaba el hecho de que a Kagami no parecía importarle en lo más mínimo lo que el ojiazul hacía. Y eso también era ilógico para él, que consideraba que los sentimientos de Aomine eran secretamente aceptados y devueltos por el pelirrojo.
Porque él confiaba en lo que veía, en lo que percibía de esos dos. Y lo que creía firmemente era que en algún punto de sus encuentros, algo había cambiado en la forma en la que ambos se veían. Por ende, eso los había llevado a cambiar ciertos aspectos con el otro.
Quizá por eso el cambio en sus miradas y en la manera en que se trataban. Tal vez por ello ya no sé tensaban en la presencia del contrario. Hasta parecía que habían encontrado cierta comodidad y tranquilidad cuando estaban juntos.
Como si fuesen amigos demasiado cercanos. E incluso puede que más.
Entonces si ese era el caso, ¿por qué Aomine seguía saliendo con cuál chica se le pasase por delante y por qué Kagami no decía ni hacía nada para evitar aquello siendo que a la vista de Kuroko, ambos se correspondían entre sí?
Él no lo sabía. Él podía ser un buen observador, sí, podía interpretar las acciones de otros a la perfección, claro.
Pero había cosas que claramente sólo los involucrados en dicha ambigua relación sabrían con seguridad.
Como Aomine, que sabía decidió comenzar a salir con chicas para acallar ciertos comentarios que los propios miembros de su equipo habían empezado a soltar en modo de broma, pero que para él habían calado más hondo, hasta hacerse replantear el tipo de relación que mostraba tener con aquel pelirrojo cejón del equipo de Seirin.
Llegando a una alarmante conclusión que se negaba a aceptar fácilmente.
Aún si esa misma conclusión había sido confirmada unas semanas atrás después de otro encuentro uno a uno, en el departamento de Kagami.
Había pasado sin quererlo, o más bien, lo había querido, sí. Pero no con la intención de que quisiese más, sino con la finalidad de que al momento de que aquello ocurriese, él sintiera algo desagradable que le hiciese rechazar la absurda idea de que le gustaba el as de Seirin.
Pero entonces qué sorpresa se llevó Aomine cuando al hacerlo, no sintió asco ni rechazo. Sino sólo un incontrolable deseo de profundizar más en aquel beso que para su mayor sorpresa, le era devuelto con igual o incluso más intensidad que la que él mismo estaba mostrando en ese instante.
Y entonces sus manos buscaron más, tocaron más y desearon más. Tanto que llegó al punto de tocar una zona sensible que provocó un gemido del contrario. Uno que apenas el moreno oyó, lo hizo detenerse en seco.
Lo hizo mirar los ojos rojizos de Kagami para luego simplemente levantarse, arreglarse la ropa e irse sin emitir palabra alguna de su boca. Conmocionado por lo ocurrido, contrariado por lo que su corazón deseaba y lo que sus pensamientos le exigían que enterrara en lo profundo de su mente.
Y obedeciendo a éste último, Aomine optó por volver a salir con chicas, ignorar lo que pasó y seguir comportándose igual a como antes con Kagami. En base a su rivalidad en la cancha, molestándose mutuamente y hablándole de lo que hacía una vez terminaran sus encuentros para luego dirigirse ambos al departamento del pelirrojo a pasar el rato.
Así como si fuesen amigos.
Amigos que Kagami sabía, no eran en lo absoluto.
Porque un amigo no sentía por el otro lo que él sabía sentía por Aomine. Un amigo no miraba de esa manera a otro que Kagami sabía, el contrario lo miraba a él. Unos amigos no se molestaban tanto como ellos hacían buscando una excusa para rozar la piel del otro.
Kagami lo sabía. En ese sentido, él fue más rápido que Aomine en darse cuenta de sus propios sentimientos. También fue más rápido en aceptarlos, más no en revelarlos.
¿Pero acaso no eran éstos demasiado obvios? En especial después de aquel beso dado por el moreno, en especial cuando él demostró corresponderle dándole uno más intenso de vuelta.
Al menos, Kagami creyó que había sido obvio. Pensó que Aomine lo había entendido. Qué lo sabía.
Pero cuando el contrario hizo como si aquello no hubiese pasado y volvió a salir con chicas cómo había estado haciendo antes, el pelirrojo entendió.
Entendió, aceptó y respetó al otro hasta que estuviese listo.
Entendió el por qué actuaba como si nada pasase y comenzó a salir con mujeres de pronto.
Aceptó el hecho de esto último con una sonrisa, porque Aomine le habló de esos fracasos de citas, alegando que ninguna era la indicada.
Qué ninguna podría hacerle sentir lo que él sabía, sólo él lo hacía sentir.
Y Kagami no decía nada a ello, pero él sabía que el moreno muy en el fondo, también sabía perfectamente quién sí era el indicado.
Qué él siempre sería el indicado.
Y Aomine sabía, sí, que el único que regía y probablemente seguiría rigiendo sobre su corazón, sería Kagami.
Pero hasta que él no estuviese listo para aceptar aquella verdad en voz alta, el otro lo respetaría y esperaría.
Porque ambos sabían que, pese al tiempo que pasase, ambos seguirían siendo el indicado del contrario.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro