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Capítulo 8: Ensoñación

Jimin se disculpó de inmediato, apenado, notando como el otro chico frente a él acomodaba los libros que por poco deja caer al suelo. — Lo siento... —

El chico frente a él parecía mayor por unos cuantos años y observó a Jimin con una mirada tranquila, pero con el ceño fruncido.

Solo le tomo un momento reconocerlo, aunque nunca antes se habían encontrado.

— No te preocupes, también fue mi error, espero que me disculpes. — pronunció aquellas palabras en un tono suave, pero algo prudente.

Pronto, el niño desconocido, relajó su ceño y su postura, eso lo animó lo suficiente para no seguir sintiéndose incómodo. Era la primera vez que Jimin se encontraba con otro niño cercano a su edad.

— Mi nombre es Jimin, Kim Jimin. — saludó tímidamente, pero con una encantadora sonrisa.

— Es un placer Jimin. — respondió, aunque ya lo había reconocido. — Yo soy Jung Jungkook. — los vibrantes ojos lilas se encogieron al sonreír de una manera sutil, sintiéndose cómodo con aquel inusual encuentro. — No esperaba que el hijo del Duque Kim fuera un dotado y leyera libros a tan corta edad. — mencionó Jungkook, al ver que Jimin no sabía que más decir.

Pero no espero que sus mejillas se ruborizaran y su mirada huyera hacia otro lado, avergonzado por sus palabras.

— No lo soy, solo puedo leer textos simples, pero estoy aprendiendo... — contestó. — Tampoco sé si realmente tengo permitido entrar a esta biblioteca... — Jimin recordó la mención de que era una biblioteca privada y ahora que sabía que no estaba realmente solo, se preguntó si estaba interrumpiendo de alguna manera.

Jungkook rio en un tono suave, no quería que Jimin pensara que se estaba burlando, pero inevitablemente se le hizo algo muy divertido. Jimin era el prometido del príncipe y también el futuro emperador de Romanoff, tenía muchos derechos, quizá no libremente como si tuviera el título de príncipe heredero, pero sin duda alguna, él podía rondar por los palacios sin problema.

— Eres miembro de la familia Kim y el prometido del príncipe, soy yo quien se retiraría si me lo ordenas.

— Oh...

Esa fue la única respuesta de Jimin, como si le hubiera dicho algo que no tuviera mucho que ver con él. Esa reacción terminó de agradar a Jungkook, quien esperaba alguna respuesta egocéntrica de su parte, porque, aunque solo eran niños, así eran la mayoría de nobles.

Se le hizo agradable ver a Jimin perder su atención en algunos libros a su costado.

— Entonces... ¿Quieres que te lea algún libro? — los libros de aquella biblioteca no estaban cerca de ser historias infantiles o poemas sencillos.

Encontró una emoción muy agradable en Jimin cuando este escuchó su propuesta.

— ¿Enserio? ¿Puedes leer estos libros? — preguntó asombrado.

— Claro.

Aunque Jungkook solo tenía diez años, era un genio, incluso estudiaba junto con el príncipe. Había mencionado que no esperaba que Jimin supiera leer aquellos libros con su edad, pero lo cierto era que él los leía cuando cumplió los siete años.

El segundo hijo de los Jung era un niño reservado y calculador, pero poco esforzado, no le gustaba interactuar con otros más de lo necesario y aunque reconoció que Jimin era él niño bendito, sino hubiera sentido curiosidad por él, no le hubiera dado tanto interés, se hubiera disculpado y hubiera seguido con su camino.

Pero no fue así, para su sorpresa.

— ¿Qué libro debo de elegir?

Jimin estaba emocionado, él realmente quería saber lo que esos textos contenían.

— El que desees, cualquiera que llamé tu atención, lo leeré. — Jungkook sabía que posiblemente su padre y él padre de Jimin estaban con la emperatriz, así que no tenía porque apresurarse. — Devolveré estos libros mientras buscas alguno. — le dijo.

Jungkook dejó que él menor siguiera con su juego, buscando un libro, pero esta vez con la intensión de elegir uno.

Ahora los títulos se le hacían mas curiosos y Jimin se preguntó si realmente podía elegir uno entre tantos. Solo avanzó unas cuantas estanterías, una vez más inmerso en la burbuja en la que se encontraba antes de encontrarse con Jungkook.

Había muchos pensamientos que lo emocionaban en aquellos momentos, más que encontrar un libro para leer, se encontró feliz de poder hablar con alguien más que no fuera su padre o alguien del ducado.

Y aunque por un momento pensó que no podría elegir, su dorada mirada cayó sobre un libro en especial. Pronto se vio realmente cautivado, y sin darse cuenta, no pudo apartar su mirada.

Para su sorpresa, Jimin sintió que el libro lo llamaba, se encontraba en lo más alto del estante, pero unas escaleras móviles se encontraban justo en frente como si el libro le estuviera ofreciendo un camino para alcanzarlo.

Todo a su alrededor se oscureció, sin que él estuviera totalmente consiente de aquello, aunque sus sentidos si lo percibieron. La sorpresa lo invadió al ver las letras y el escudo del libro brillar, un bordado dorado que lo hipnotizó por completo, lo vio extraño pero no tuvo miedo.

Su mente no pensó en lo escalofriante que era aquello, Jimin no fue capaz de pensar en lo que estaba pasando, simplemente sabía que debía de tocarlo. Subió las escaleras lentamente, casi de una manera torpe al no ser capaz de apartar su mirada del mágico libro que lo llamaba y cuando estuvo lo suficiente cerca, estiró su corto brazo, intentando tocarlo con ansiedad, hasta que la punta de sus dedos rozó el libro.

Su mente se nubló en ese instante, el libro ya no brillaba y todo desapareció ante sus ojos, los cuales cerró con fuerza mientras su cuerpo caía y era presa de una fuerte ventisca, no sabía que era lo que estaba pasando, pero pensó que muchas cosas ocurrían, no sentía nada, pero al mismo tiempo lo sentía todo, seguía cayendo en un silencio quebrantador en el cual no se atrevió abrir los ojos, sentía que dormía y volvía a despertar.

Hasta que un angustiante dolor se implantó en su pecho, su garganta se apretó y repentinamente sus ojos derramaban cientos de lágrimas, quiso gritar por la tristeza y el miedo que empezó a recorrer cada fibra de su cuerpo, caía, pero de pronto, sintió una sensación calienta y viscosa bañar sus manos. Y fue entonces que abrió sus ojos.

—¿Por qué...? — intentó decir entre llanto, viendo con pavor la sangre que se escurría entre sus manos. —¿Por qué lo hiciste...? — lloró aún más fuerte.

— No te necesito y este imperio tampoco. — aquellas palabras llegaron con tanto odio a sus oídos que su corazón se retorció aun más. Una voz oscura y llena de desprecio, una voz que siempre lo odió. — Colgaré tu cabeza donde todos puedan ver al esperado hijo de dios y su maldita bendición. —

Jimin podía escuchar las espadas chocar unas contra otras, podía oler el humo del infierno que empezaba a consumir aquellos hermosos jardines por donde caminó en silencio por muchos años, los gritos de agonía e histeria mientras más sangre se derramaba, pero sus ojos se mantuvieron en el cuerpo que se encontraba tirado a un costado suyo.

El cuerpo sin vida de su padre.

Y la sangre fresca goteaba de la espada que le había arrebatado la vida por intentar protegerlo.

Su corazón dolía, sentía una agonía inexplicable envolverlo aun cuando en su cuerpo no había una verdadera herida. Toda su vida, caminando por un sendero de odio, con la cabeza agachada, en silencio y moldeándose en ser lo suficiente para el hombre que se encontraba frente a él.

Cuando Jimin subió su mirada hacia aquel hombre, vio sus propios ojos dorados reflejados en la espada que apuntaba directamente hacia su cabeza. Su rostro se deformó en sufrimiento, pero no por su innegable muerte, sino por su lamentable vida, por la vida que vivió y por su lamentable destino.

Él nunca decidió nacer con el favor de los dioses, él nunca deseó ser aquella bendición que tanto anhelaban, nunca quiso ser diferente, nunca codicio el trono. Había sido solo su destino. Y sentir lo que alguna vez sintió por Min Yoongi, también solo había sido parte de su horrible desgracia.

Los ojos grises de Yoongi lo vieron con desprecio, mientras aún se mantenía arrodillado frente a él y la sangre aún caliente de su padre.

— Siempre tan débil e insignificante.

Con fuerza, Jimin vio la espada blandirse contra él una última vez, antes de desgarrar su cuello.

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