Capítulo 5: El Niño Bendito
Tomando una copa de vino, en la oscuridad de su oficina, volvió a plantearse una vez más que quería hacer.
Había regresado tarde de la capital, intentó ir a ver a Jimin, pero al verlo dormir en su alcoba decidió no despertarlo. A este punto, sabía que nadie llegaba a entender mejor a su hijo que él, no lo culpaba por su problema y su miedo a la hora de dormir, incluso se sentía responsable de no poder darle esa paz que cualquier niño merecía. Todos a su alrededor le aconsejaban pensando en lo que significaba Jimin para Romanoff y no como sencillamente su hijo, si aquel fuera el caso, estaba seguro que nadie hablaría de su ausencia y aceptarían lo que él dijera.
Bebió en silencio en su oficina, dejando solo un par de candelabros brillar, pero la luz de la luna llena que se colaba por los ventanales era suficiente para hacerlo distinguir todo a su alrededor. Mentalmente, Kim Namjoon estaba agotado, pero su vida no iba a cambiar por aquel insignificante detalle. ¿Cómo culparía a Jimin por su problema, cuando incluso él era presa de su propia mente?
Y como si lo estuviera esperando, los gritos de su hijo llegaron hasta su oficina, dejó su copa a un lado y se apresuró en salir de su estudio. La luz de la habitación atravesó la oscuridad del pasillo, una de las niñeras se encontraba ahí, junto con otros dos sirvientes llevando agua y paños. Entró al cuarto y escuchó los gritos de Jimin, llamándolo.
— ¡Papá! ¡Papá! —
Sudando, retorciéndose ante cualquier toque de los empleados a su alrededor, cerrando sus ojos con fuerza, con auténtico sufrimiento y gritando casi de una forma dolorosa, el corazón de Namjoon dolió. Lo tomó entre sus brazos con firmeza, siendo imposible para Jimin, en su estado, poder luchar contra él, Namjoon lo abrazó contra su pecho y le habló lo más suave posible.
— Aquí estoy, Jimin. — sus palabras fueron casi como sedantes. — Estoy aquí contigo. —
Le entregaron un paño húmedo y lo arrulló entre sus brazos, mientras pasaba el paño con delicadeza por su frente, intentando refrescar su cuerpo. Jimin abría sus ojos por segundos y luego se escondía en él, asustado, con su respiración alterada y su piel bañada aún en sudor.
Pasaron un par de horas antes de poder calmarlo. No era la primera vez que pasaba, pero llevaba un tiempo sin un ataque como aquel. Jimin no podía entrar en un sueño profundo sin ser atemorizado la mayoría de veces, el único que le ayudaba a despertar era su padre y era a él a quien siempre llamaba a gritos.
Retiró a los sirvientes y cuidó de él lo que restó de la noche, durante el momento más oscuro de la madruga, tomó una decisión, no sabía como empezar a dar paso a la peculiar vida de Jimin, pero lo intentaría por él y su derecho de tener una vida normal.
La luz de la mañana bañaba el comedor de una manera cálida, la mesa estaba servida con una gran variedad de platillos, la gran mayoría diferente al día anterior, con sabores frescos y suaves, con panes dulces y salados recién horneados por el cocinero de la casa. A un extremo de la mesa Namjoon bebía su té en silencio, mientras a un costado se encontraba Jimin desayunando tranquilamente como era de costumbre. Todo en un ambiente diferente a la cruel noche, como si nada malo hubiera sucedido antes de que el sol saliera.
Después de aquella crisis, Namjoon se había asegurado que Jimin durmiera plácidamente, lo había logrado y podía ver los resultados en él, más descansado y animado.
— Escuché que llevas unos cuantos días curioso por mi trabajo y el palacio, Jimin. — mencionó Namjoon. Jimin le volvió a ver algo apenado, pero solo le sonrió en respuesta, puesto que no sabía que responder, tenía gran curiosidad, pero no sabía porqué. — Iré a una reunión a la capital después del desayuno, espero estar de regreso antes de que caiga el sol. —
La intención de sus palabras era simplemente no preocupar a su hijo si no llegaba temprano a casa, pero al ver como desviaba la mirada a su comida y apretaba sus labios con cierta decepción, lo hizo pensar quietamente y tomar una rápida decisión.
— ¿Quieres acompañarme? —
La reacción de Jimin fue justo lo que esperaba, sus ojos brillaron entre la duda y la sorpresa, pero aquella simple pregunta había logrado emocionarlo.
— Sí, papá. —
Namjoon sonrió, revolvió el cabello de Jimin, tuvo un poco más de confianza ahora y se dijo a sí mismo que quizá las recomendaciones de muchos no eran tan erróneas, no esperaba que sus pesadillas se acabaran, pero sí que él disfrutara más su día a día.
— Cancelaré las clases de hoy, termina el desayuno y ve a que te preparen para ir al palacio. —
— ¡Sí! —
Con aquella animada respuesta, Namjoon se levantó primero de la mesa y pasó su mirada por Clara antes de salir del comedor, ella asintió de inmediato, entendiendo la silenciosa orden.
Los empleados en el comedor esperaron pacientemente a que Jimin terminara su desayuno, muchos viendo con ternura su emoción y sintiendo un poco de ella al saber que su joven amo volvería al palacio, después de dos largos años.
Clara era su principal niñera a cargo, lo había atendido desde que había nacido, y entre todos los empleados, era ella la más feliz. Siempre cuidaba los atuendos de Jimin, esperando que llegara el día en que volviera a usar de ellos y al parecer el día había llegado. No lo iba a preparar para una salida normal, era una visita al palacio y su apariencia debía de ser impecable, lo vistió conforme a los colores de la casa y colocó adornos en él, en donde resaltaba la piedra preciosa de la casa, un zafiro, un regalo que había recibido durante uno de sus cumpleaños.
Como era costumbre, cepilló su cabello plateado al final. — ¿Se encuentra emocionado, joven? — preguntó con dulzura.
Al igual que la familia de su padre, no era fácil leer las emociones en Jimin, pero su crianza era diferente y conservaba una parte inocente en él. Así que, esta vez era algo que se podía decir con facilidad. — ¿El palacio es bonito? — preguntó Jimin, desviando su emoción en otra pregunta.
— Nunca lo he visto, joven, nada más que a las lejanías, pero estoy segura que algo recordará de cuando era aún más niño. — claramente había un parte de él emocionado, pero sin duda también había otra temerosa, una parte de él que dudaba de lo que se iba a encontrar más allá de su hogar, y para Clara, fue algo entendible. Terminó de cepillar su cabello y con delicadeza lo giró hacia ella. — ¿Qué te preocupa? —
Sus ojos brillaron, sintiéndose descubierto, pero al igual qué, con muchas otras cosas, él realmente no tenía una respuesta. — ¿Pasaran cosas buenas o malas? —
Dentro de lo que Jimin podía entender, sabía que su padre lo cuidaba en su casa porque no quería que nada malo sucediera y aun que tenía curiosidad por visitar el palacio y acompañar a su padre, su cabeza deducía que algo malo iba a pasar si iba.
— Oh Jimin... — una dolorosa sonrisa se plasmó en el rostro de Clara. — No tienes que preocuparte, el duque jamás va a permitir que algo malo le suceda... Pero... — aquel "pero" marcó una diferencia en sus palabras, prestando atención a lo que le diría a continuación. — No importa si algo malo o algo bueno sucede, importa la manera en que lo veas. —
— ¿Cómo puedo ver algo malo, como bueno...? — preguntó curioso.
— Si algo malo sucede, está en ti si quieres tomarlo de esa manera o convertirlo en algo positivo, como por ejemplo, aprender de ello y asegurarte de que nunca vuelva a repetirse. — el corazón de Jimin latió y sonrió, porque aquellas palabras de alguna manera significaron lo suficiente para él como para seguir sintiendo alguna duda, pensó en que, si él podía convertir algo malo en bueno, no debía de preocuparse. Clara peinó los últimos rebeldes mechones de su cabello, admirando la belleza de su joven y adorable amo. — Te ves encantador, mi niño. —
Lo vio irse junto al mayordomo, mientras que, con cautela y con ropa entre sus brazos, la otra niñera se le acercó. — ¿Crees que en el palacio haya algunos incrédulos? —
Clara suspiró. — Me encantaría decir que no, pero no lo sé. Aun así, me alegra que el duque decidiera llevarlo consigo, quizá así muchos empiecen aceptar a nuestro joven amo. —
El mayordomo llevó a Jimin hasta la entrada de la mansión, un lujoso pero sobrio carruaje esperaba afuera y bajando las gradas se encontraba su padre, hablando con su escolta. Jimin bajó las gradas solo, emocionado y listo para ver con sus propios ojos el camino que recorría su padre casi a diario, y es qué, era justamente aquello lo que realmente le emocionaba, acompañar a a su padr.
Cuando logró llamar la atención de los adultos, Jimin observó como Yongguk y el otro caballero de Avalon, se retiraban a montar sus caballos, no sin antes recibir un saludo de parte de ambos. Fue Namjoon quien más se cautivó al verlo, Jimin se veía adorable y perfecto, nada extravagante ni pomposo, sencillamente perfecto. Namjoon le tendió la mano para ayudarle a subir al carruaje y antes de que Jimin se diera cuenta, estaba abandonando los terrenos de su familia, fijando su vista en el gran lago en la lejanía, que se perdía de vista lentamente junto a la mansión.
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