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Capítulo 4: El Niño Bendito

— ¿Sir. Yongguk, mi padre saldrá hoy? — él mayor asintió, escoltando a Jimin hasta el comedor y tomándose la molestia de ayudarlo a sentarse en la silla.

— Debe de volver a la academia para realizar unos exámenes y luego tiene una reunión con la corte del palacio. — la comida fue servida y a pesar de que no era su trabajo, Yongguk acompañó a Jimin, de pie, justo a su lado. — ¿Desea comunicarle algo al duque? —

— No... — contestó de manera callada.

En el silencioso y gran comedor, Yongguk entendió que inevitablemente él pequeño de tan solo seis años se sentía algo solo, normalmente él o su padre le acompañaban cuando no había ningún pendiente, por eso Jimin preguntaba, quizá era necesario para él saber que su padre estaba ocupado. Y a pesar de ser bastante consentido, Jimin nunca llegaba más allá, nunca pediría más atención, en su joven mente, él entendía que su padre era un hombre importante y para él era suficiente con saber que estaría pronto a su lado.

Jimin se tomó su tiempo para comer, Yongguk lo dejó a cargo de sus niñeras y regresó a su trabajo momentos antes de que empezara sus clases.

Madam Ruth era una noble mujer, con un semblante estoico, una postura perfecta e impecable, ella había tomado la educación del joven Kim como uno de sus mejores logros como institutriz, era una mujer orgullosa, que se jactaba de no dedicar su tiempo a cualquier niño noble, pero sin duda alguna, el pequeño Jimin encabeza su lista de niños sobresalientes. A pesar de enseñarle a la tierna edad de cuatro años, nunca hubo un solo desliz en la actitud del niño, en un principio, por supuesto, se había encontrado con una gran barrera, era callado y tímido, obedecía cada palabra sin rechistar, ahora, continuaba siendo de pocas palabras y obediente, pero su actitud era más relajada ante su presencia y no hacía más que enorgullecerla al poner en práctica todo lo que le enseñaba de una manera esplendida.

Para ella fue una completa sorpresa recibir una carta con el escudo de la familia, aun más al leer que querían que le enseñara al enigmático niño bendito. Incluso, asistió a una reunión con el duque Kim, cuando esté le aseguró que no la contrataría hasta cruzar un par de palabras con ella. Si hubiera sido cualquier otro noble, rechazaría tal falta de respeto, pero lo cierto era que trabajaría inclusive de manera gratuita si fuera necesario, el solo hecho de ser la institutriz del futuro esposo del príncipe heredero y emperador, ya era una paga suficiente para su nombre. A pesar de que ella pensaba que la reunión solo era una medida para asegurarse de quien era ella, jamás cruzaría por su cabeza que Yongguk había investigado cada pequeño aspecto de su vida meses antes.

Terminando las clases, los empleados entraron al salón con bocadillos dulces, sorprendiendo a Jimin quien escuchaba sentado la lectura del día.

— Eso sería hasta hoy joven. Finalizamos antes por petición de su señoría. — anunció, cerrando el libro y dando paso a los empleados para que prepararán todo. — Espero que me acompañe a tomar el té antes de que se retire. —

— Sí, Madam. —

Madam Ruth evaluó los delicados movimientos de Jimin y su postura frente a ella, sonriendo orgullosa de si misma. Recordó las palabras del duque, una vez al mes el joven Jimin era examinado por un médico, no fue una información que le dieron deliberadamente, tan solo unos meses atrás él duque le había confiado aquello, preguntándole si podía acompañarlo, fuera de lecciones, esos días que tenía visita.

Sonrío y dejó su tasa de té sobre la mesa de centro, al observar como Jimin intentaba beber su té negro, sabía que alguna vez le había comentado que los nobles no debían de endulzar sus bebidas, que era un acto infantil. Pero él era un niño y aun que estaba aprendiendo, sin duda alguna ella consideraba aceptable que endulzara al menos un poco su té, a veces tenían un saber amargo y era difícil acostumbrar el paladar, aún más el delicado paladar de un infante.

Tomó dos cubos de azúcar y los colocó en su taza. — Joven Jimin, no necesita ser un adulto aún. —

Las mejillas de Jimin se sonrojaron, agradeció con palabras, pero sus ojos los hicieron aun más al poder probar el té y que este fuera de su agrado.

— Madam ¿Puedo hacerle una pregunta? —

— Adelante. — sonrió.

— ¿Qué es lo que hace mi padre en el palacio? —

Madam Ruth sonrió. — Su señoría conforma un puesto muy importante en la corte imperial. Trabaja al lado de su majestad la emperatriz viuda y su palabra es fundamental en la toma de decisiones, lo que su señoría diga puede influir grandemente en Romanoff. —

— ¿Es algo difícil de hacer? —

— Lo es, joven. Más adelante aprenderá mas al respecto. —

— ¿Seré como mi padre? —

Negando y tomando de vuelta su tasa de té, contestó firmemente. — No, su destino es aun más grande. —

Esa fue la primera vez que Jimin escuchó hacer referencia aquella palabra, no entendía lo que significaba, pero llegó a llamar lo suficiente su atención. Estaba dentro de sus conocimientos que su nombre estaba muy ligado al imperio, pero aun era incapaz de entender la magnitud de cuánto, y se preguntó, a que se refería con su destino.

Como cada mes, fue revisado por el médico de la familia, una revisión que terminaba tan pronto como iniciaba. Estaba bien, la falta de sueño tenía sus consecuencias, los niños necesitaban dormir para crecer, pero no podían hacer más de lo que ya hacían y era algo con lo que se habían enfrentado los últimos dos años.

Entrada la noche, con Namjoon devuelta a la mansión, leyó detalladamente el informe del médico, y como le había dicho Yongguk, las palabras de que recomendaba que el joven Jimin realizara más actividades estaban ahí escritas. No había nada que curar, no había nada con lo que luchar, y si la falta de sueño en Jimin iba a ser un problema de por vida, él debía de aprender a convivir con ello.

El médico incluso se arriesgó a escribir que era más probable que la estabilidad mental de Jimin se viera afectada si continuaba aquel estilo de vida, que incluso sus ataques podrían llegar a empeorar.

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