Capítulo 14: Príncipe
Era él.
Pero no era él príncipe que esperaba, no, su mente no pensó en aquello, pensó en la persona que le hizo daño, la persona que le dijo palabras hirientes y que lastimó a su padre.
Retrocedió lentamente, sintiendo que lo lastimarían una vez más, sus pupilas se encogieron, sus ojos casi vibraban del terror, mientras la sombra del mismo lo cubría, separándolo de los rayos de sol que momentos atrás lo abrazaba cálidamente.
El príncipe Min Yoongi lo vio con total indiferencia, antes de fruncir su ceño. Se encontraba caminando a un costado de la fuente cuando notó con desagrado al torpe niño jugando con las flores, no necesitó que alguien se lo presentara para saber que aquel niño era el hijo de dios y, sin darle mérito al título, su prometido.
Su mirada gris y filosa, lo examinó detenidamente en silencio, definitivamente no era el bebé que una vez su madre le obligó a conocer cuando solo tenía cuatro años, pero aunque ya no era un bebé, se le hizo molesto saber que la corte del palacio y su madre, lo estaban obligando a pasar tiempo con un simple niño, aun cuando era consiente de que él mismo solo tenía diez años.
Y fue entonces cuando recordó un momento en especial en su vida; cuando cumplas la mayoría de edad y te cases con él, serás el nuevo emperador de Romanoff.
Esas palabras fueron dichas por su madre, una semana después de que se anunció la llegada del hijo de dios. Su memoria solo recordaba lo justo, aquel pequeño ser que dormía en una acogedora cuna y esas palabras que lo hicieron ver todo de una manera diferente.
Como príncipe de un imperio, se preparaba rigurosamente para el día en el que iba a reclamar la corona. Cuándo fue capaz, empezó a investigar y aprender por sí mismo, consciente de que había muchos que querían aprovecharse de él y su posición, un único príncipe en un imperio poderoso, sin un emperador y con una emperatriz que deseaba declinar su posición.
Solo tenía diez años, pero se burlaba de aquellos que sutilmente creían que podían utilizarlo.
Pero las palabras de su madre de aquella tarde, siempre se quedaron atrapadas en su cabeza, hasta que un día se peguntó porqué la frase no era diferente; Cuándo cumplas la mayoría de edad, serás el nuevo emperador de Romanoff.
Sí, eso era lo que Yoongi pensaba que debería de haber dicho.
Pero no tardó en entender que, sin aquel bebé, muchos no aceptarían su gobierno. Nadie aceptaría que se volviera emperador solo por ser el único heredero, su pueblo y los nobles no lo harían si no juntaba su vida con aquel niño de piel clara y ojos dorados, no importaba cuan preparado estuviera o que ese fuera su derecho.
Era orgulloso, empático, pero ni una sola persona en el palacio pensaría que él no era digno de tomar el trono. Y, aun así, se dio cuenta que no podía tomar el lugar que le correspondía sin el niño que se encontraba frente a él, viéndolo como si estuviera enfrentando su peor pesadilla.
Con una elegante vestimenta negra y una espada de menor tamaño colgando de su cintura, Yoongi se cruzó de brazos y sonrió de mala gana. — Tan molesto. —
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Jimin, sin una razón de peso para Yoongi. A sus ojos solo estaba viendo al niño llorón y mimado que esperaba y se dijo que no se iba dejar engañar por aquella estúpida actitud.
Yoongi sabía que Jimin era un niño consentido. Él había escuchado de la llegada de Jimin al palacio y también del curioso incidente, del cual sintió algo de molestia ante todo el caos que se formó, pero ese egoísta pensamiento fue lo único que le dedicó antes de seguir con sus obligaciones. Podía entender la actitud infantil, podía esperar que el pequeño y molesto peli plateado llorará y pidiera por su padre, pero no se dejaría engañar, sabía que al igual que él, crecería, que el tierno niño que algunos veían como un regalo, se volvería arrogante y que podía ser capaz de obligarlo a casarse en con tal de volverse emperador.
Jimin no era su competencia, no debía de preocuparse de que le arrebatara el trono.
Para Min Yoongi, Kim Jimin era un golpe a su orgullo y una necesidad que nunca iba aceptar.
Yoongi avanzó un paso hacia él y solo aquel simple movimiento fue suficiente para que Jimin huyera de su presencia, dejándolo atrás.
Jimin no sabía hacía donde corría, ni siquiera veía a su alrededor porque intentaba torpemente desaparecer las lágrimas que bañaban sus ojos. Tenía miedo, mucho miedo.
Corrió lo más lejos que pudo, casi por puro instinto.
— ¿Jimin? —y a pesar de huir como si fuera perseguido, fue capaz de reconocer su nombre, y aun más, de reconocer aquel tono de voz, el cual fue suficiente para que detuviera sus apresurados pasos.
Limpió las últimas lágrimas que querían caer y fue entonces más consciente de su entorno.
Jungkook se acercó a él. No había podido evitar detenerlo cuando lo reconoció.
— ¿Estás bien? —
El pequeño Kim guardó silencio un momento y volvió a observar con atención su alrededor, había cruzado la fuente y continuó corriendo, podía decir que estaba perdido en aquel inmenso jardín. Se sintió avergonzado, su realidad lo abrumó, dándose cuenta que había actuado de una manera incorrecta y con muy poco decoro delante del príncipe, y que ahora, también había sido descubierto por Jungkook.
— Sí... — contestó, su voz suave y algo inestable, al tiempo que sorbía su nariz de una manera tierna y abultaba sus labios.
Jungkook rio, sin afán de hacerlo sentir mal. — No lo parece. Toma. — le tendió su pañuelo, intentando ayudarle a recuperar la compostura. — ¿Yoongi te hizo sentir mal? —
Jimin le miró sorprendido, pero negó casi de inmediato, porque realmente el príncipe no le había hecho nada. — ¿Cómo sabes que estaba con el príncipe...? —
— Él me lo dijo. — contestó Jungkook.
— ¿Lo conoces...? — de repente, Jimin sintió curiosidad.
— Sí. Estudio a diario junto a él. —
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