Capítulo 13: Príncipe
Un fuerte apretón sacudió el corazón de Jimin al escuchar aquellas palabras. Debía conocer al príncipe que tanto ligaban con su nombre, pero aquello lo hizo sentir enfermo.
Namjoon guardó la carta, dejándola de lado, suponía que llevar a Jimin al palacio era una clara señal para la emperatriz de qué, al fin, podía hacer que ambos niños se conocieran. Era agotador para Namjoon, pero debía de ser así, le había costado aceptar que su hijo se había convertido en el prometido del príncipe tan solo abrió sus ojos al nacer, pero era una lucha que él no podía enfrentar aún con su poder.
Los hijos de dios y futuros herederos se amaban, siempre había sido así, aunque desde el punto de vista de Namjoon, era absurdo el hecho de que ambos niños se amaran siendo solo eso, unos niños, pero era lo que muchos esperaban.
Aun que quería, no podía ir en contra de los deseos de la emperatriz, no más, al menos.
Jimin solo aceptó lo que su padre le había dicho, él entendía que eran una sutil orden de la emperatriz viuda y aun que era algo que no quería, su semblante nunca cedió, incluso cuando su cuerpo templo ligeramente en miedo.
Dos días después, Clara volvió a vestirlo como un pequeño y encantador príncipe, un título que al parecer ejercía más allá de Isir. A diferencia de la primera vez, Jimin guardó silencio durante toda aquella mañana, una mañana casi idéntica al de hace poco más de una semana.
Sus dos niñeras no podían esconder su emoción mientras lo preparan, incluso peinaron su cabello hacia atrás y adornaron una de sus orejas con un delicado y ligero arete plateado, felices porqué, aunque Jimin no lo comprendiera, él iba a conocer a la persona que lo amaría ciegamente por el resto de su vida.
Romanoff había recibido su bendición por el sacrificio del primer príncipe, pero no solo había recibido la bendición de que el sol siempre brillaría sobre sus tierras, también recibió lo que había perdido en una hermosa dama a la cual amo. Y aun cuando aquella hermosa mujer nunca había escuchado su nombre, también lo amo perdidamente. El unir la vida de los futuros herederos junto a los hijos de dios, solo era un punto de partida para a un amor inquebrantable e innegable.
El primer príncipe había perdido sus dos ojos en un acto heroico y honesto, fue su amada, bendecida con los ojos dorados, quien lo apoyo y guío hasta el trono, gobernando y trayendo gloria por primera vez después de muchos años de sombría guerra. Y fue a partir de ahí que nunca hubo un matrimonio político en presencia de un hijo de dios, los príncipes y princesas siempre amaban a las bendiciones que los harían gobernar y traer victoria.
Así que era algo emocionante para las pocas personas que conocían el mágico encuentro entre Jimin y el príncipe, un encuentro que continuaba una historia de cientos de años atrás. Un encuentro más romántico que políticamente correcto, pero que era necesario para continuar con la historia que precedía a Romanoff.
Junto a su padre, caminaron por los interminables pasillos del castillo hasta el gran salón del trono, esta vez era una visita formal y un sutil protocolo debía de ser cumplido.
El salón del trono era un inmenso salón, con ventanales a sus costados y con grandes columnas entre ellas que poseían el escudo dorado del imperio, era uno de los lugares donde grandes bailes se realizaban, pero donde también se recibía los saludos formales y donde los ciudadanos solicitaban un congreso. Desde la entrada hasta el trono se extendía una alfombra roja que guía aquellos que venían en visita. Dos magníficos tronos de oro puro se encontraban al final, decorados a su costado con cortinas blancas y listones negros bordados en hilo dorado, una silla de menor tamaña se encontrada a la izquierda, siendo la silla del príncipe que se encontraba ausente.
La emperatriz viuda sentada en su trono, guardó silencio mientras recibía un saludo formal de parte de los únicos dos miembros de la impecable familia Kim, en un elegante y simbólico acto.
Jimin pensó que su padre estaría a su lado y que la emperatriz traería consigo al príncipe que tanto había escuchado hablar, pero para su sorpresa, después de su saludo, fue escoltado por caballeros imperiales hasta el jardín del palacio principal.
Se sentía ansioso, cuidando cada paso que daba como si cualquier error trajera de regreso su pesadilla. Mientras era guiado por aquellos caballeros vestidos con un uniforme blanco, dorado y negro, intentó convencerse que todo estaría bien mientras Yongguk y Junhong estuvieran detrás de él.
Al pisar el perfecto césped del jardín, tuvo que entrecerrar sus ojos por el sol que lo abrumó repentinamente y a pesar de su ansiedad, logró relajarse cuando una agradable brisa lo acarició. Giró su cabeza para observar el increíble espectáculo silvestre que se abría frente a él.
Jimin adoraba el jardín de la mansión Kim, pero entre todos aquellos árboles y grandes arbustos, no pudo evitar quedar impresionado, había un inmenso rosal que parecía formar un camino hasta una elegante fuente de piedra blanca, las aves volaban libremente de árbol en árbol y las mariposas sobrevolaban por todas las flores que decoran la zona.
Aunque fue escoltado hasta aquel lugar para encontrarse con el príncipe, parecía que no había nadie más a los alrededores.
Y aunque no debería de ser el caso, la idea de que no había nadie más ahí, lo hizo sentir aún más aliviado. Ese pequeño detalle, junto con el impresionante jardín, fueron suficientes para calmar su tímido corazón y hacerlo olvidar que había sido enviado hasta ahí con un propósito.
Avanzó por el tupido césped, podado sin un centímetro de más, ni uno de menos, y después de dar unos cuantos pasos, se giró un momento hacía sus espaldas, al darse cuenta que Yongguk y Junhong se mantuvieron en la entrada del jardín. Que incluso los dos caballeros imperiales que los habían acompañado, también se quedaron atrás.
Completamente solo, decidió que caminaría hasta la fuente que se encontraba a unos metros de su vista, pensando en que no quería alejarse mucho. Caminó despacio, moviéndose casi como si fuera parte de todas aquellas hermosas flores, sin ser consiente que su cabello platinado y ropa gris con azul, rompía por completo el esquema del fuerte rojo de las grandes rosas que lo estaban consumiendo lentamente mientras más se aventuraba por el jardín.
Se detenía y tomaba entre sus manos con cuidado aquellas rosas que llamaran más su atención, inclinándose o estirándose para poder alcanzarlas y admirarlas. Jimin era tan pequeño, que una sola rosa que acunaba, cubría por completo sus dos delicadas manos.
Así fue su camino, con pasos ligeros y curiosos. Cerca de llegar a la fuente, con el sonido del agua caer y llenando sus sentidos, tomó la última rosa que le causó curiosidad, una única rosa que a diferencia de todas las demás, no se había abierto por completo.
La miró preguntándose el porqué, porqué aquella rosa era la única diferente al resto. Muchas preguntas pasaron por su mente, la pequeña rosa aunque se veía diferente, técnicamente era igual; era roja, quizás un rojo más leve pero sabía que cuando se abriera por completo sería igual de roja que el resto, y al mismo tiempo que pensó aquello, se sintió mal, porque se dio cuenta que todo el resto de rosas moriría primero y ella quedaría sola.
Muchas preguntas más pudieron invadir su cabeza, pero casi como un llamado de atención, una mariposa voló justo frente a sus dorados ojos, haciéndolo parpadear y rápidamente sonreír. Soltó el brote de la rosa, se puso de pie y giró rápido para seguir aquel insecto que lo maravilló con solo un par de aleteos.
Pero tan pronto como dio dos torpes pasos, se encontró con la silueta de alguien más, tropezando de inmediato y sintiendo que perdía el aliento cuando levantó la vista y vio aquel rostro.
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