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Juntos

Muelle de Norresville - Noche

La noche era inquietantemente tranquila. Las luces amarillentas de los postes apenas lograban romper la oscuridad, mientras el leve murmullo de las olas y el sonido distante de un gato husmeando entre la basura componían la única banda sonora del lugar. Las calles estaban casi desiertas, con los comerciantes terminando su jornada y los trabajadores de limpieza arrastrando bolsas de desperdicios.

Randy Cunningham, con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta, caminaba hacia el muelle. El frío se colaba por las rendijas de su ropa, pero no le importaba. Era una tarea sencilla: recoger la cena para su madre y su abuela. Todo en orden, como siempre.

Randy: Hola, Don Omar.

Omar: ¡Ah, Randy! ¿Tu madre quiere lo de siempre?

Randy: Sí, pero ponle el doble esta vez. Mi abuela viene de visita.

Omar: (riendo mientras prepara la bolsa) Nunca voy a entender por qué a los Cunningham les gusta tanto el calamar.

Randy sonrió débilmente, mirando hacia el horizonte. Fue entonces cuando la vio: una figura solitaria, apenas visible bajo la luz tenue. Su silueta contrastaba con el vacío alrededor, quieta, inmóvil, como si estuviera atrapada en un sueño lúgubre.

Randy: Don Omar, ¿hace cuánto que está ahí?

Omar: (mirando en la misma dirección) ¿Eh? Oh, la señorita... No sabría decirte, hijo. No noté cuándo llegó, pero ya es algo tarde. A estas horas, soy el único loco que sigue vendiendo aquí.

Randy: Guárdeme el pedido, vuelvo en un momento.

Omar: Claro, Randy.

Randy se acercó lentamente. La brisa marina se volvía más gélida con cada paso, o tal vez era su imaginación. Reconoció de inmediato el cabello azul, el porte rígido. Era Debbie Kang. Ella estaba apoyada en el barandal del muelle, sus manos agarrándolo con fuerza. Sus ojos miraban hacia abajo, hacia el agua oscura que se extendía como un abismo sin fin.

Debbie: (en voz baja, como si hablara consigo misma) Vamos... hazlo. Solo salta. ¿Qué estás esperando? ... Por Dios...

Randy: (su voz suave, casi temblando) Debbie...

Debbie se giró con brusquedad. Su rostro estaba marcado por una mezcla de sorpresa y rabia, pero más que nada, miedo. Randy se detuvo en seco al notar los moretones en su rostro: uno fresco en la mejilla, otros viejos que comenzaban a sanar. El maquillaje no ocultaba todo, no esta vez.

Ella retrocedió instintivamente, agarrando el barandal aún más fuerte.

Debbie: (nerviosa, a la defensiva) ¡No te acerques! ¡Si lo haces, juro que salto!

Randy: (levantando las manos en señal de paz) Tranquila... tranquila, no me acercaré. Solo... no saltes, ¿de acuerdo?

Debbie no respondió de inmediato, su mirada alternaba entre Randy y el agua.

Randy: Déjame preguntarte algo... ¿por qué?

Debbie dudo en responderle, pensó incluso en gritarle que no era su problema pero... ¿si iba a saltar para que seguir reprimiéndose?

Debbie: (con un hilo de voz) ¿Por qué? Porque estoy cansada, Randy. Cansada de todo. Cansada de regresar a casa y que me griten, de sentir que no importa lo que haga, siempre voy a ser un problema... Estoy cansada de fingir que estoy bien.

Randy tragó saliva, sintiendo una ola de impotencia abrumarlo.

Debbie: (desviando la mirada) ¿Sabes lo que odio más que esto? Que incluso si salto, probablemente nadie lo note. O peor... a nadie le importará.

Por un momento, el mundo pareció detenerse. Randy no sabía qué decir, pero sabía que no podía quedarse callado.

Randy: (su voz temblando, pero firme) A mí me importa.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. Debbie lo miró, sus ojos brillando con lágrimas que se negaban a caer.

Randy: No tienes que hacerlo. No tienes que estar sola en esto. Tal vez no pueda arreglar todo, pero puedo escucharte. Puedo estar aquí.

Debbie levantó la vista, sorprendida por su respuesta.

Randy: Por favor... no saltes. Yo... sé que no somos cercanos, pero no te abandonaré. Si necesitas hablar, aquí estaré. Prometo que voy a escucharte.

Debbie: (con un susurro quebrado) ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? Yo... yo solo te he causado problemas.

Randy: ¿Y a quién le importa eso? El pasado ya pasó. Lo único que importa ahora es que... hay una chica increíble al borde del muelle, y no puedo dejar que salte. Debbie, dame tu mano.

La mirada de Debbie vaciló entre el agua y Randy. Su cuerpo temblaba, no de frío, sino de puro agotamiento emocional. Después de un silencio que pareció eterno, se separó del barandal y tomó la mano que Randy le ofrecía.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, las lágrimas la vencieron. Se derrumbó contra el pecho de Randy, llorando como si todas las emociones reprimidas finalmente hubieran encontrado una salida.

Randy no dijo nada. Solo la abrazó, sosteniéndola mientras lloraba, sintiendo el peso de una responsabilidad que nunca esperó cargar. No eran amigos, ni siquiera se hablaban mucho antes de ese momento. Pero Debbie necesitaba a alguien, y Randy estaba ahí.

Por primera vez, ella no estaba completamente sola.

Ella lo miró, su rostro aún húmedo por las lágrimas, pero sus ojos mostraban una mezcla de incredulidad y alivio, como si por primera vez alguien la hubiera escuchado de verdad.

Debbie: (en voz baja) Nadie... nadie se había preocupado por mí así antes.

Randy tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía si era enojo por lo que Debbie había sufrido, tristeza por verla así o una mezcla de ambas cosas.

Randy: Bueno... (intentando aliviar el ambiente) supongo que soy el primero entonces. Así que, ¿qué dices? Calamares y conversación incómoda con mi mamá... es una oferta limitada.

Por primera vez esa noche, Debbie dejó escapar una pequeña risa, aunque apenas duró un segundo.

Debbie: Eres un idiota, Randy.

Randy: Y tú eres brillante. Así que ven, antes de que Don Omar se coma nuestra cena.

Debbie asintió, aunque su mirada seguía clavada en el suelo. Randy sacó su teléfono y le envió un mensaje rápido a su madre, avisándole que llevaría a alguien. No mencionó detalles; sabía que su madre no necesitaba explicaciones para entender.

Mientras caminaban de regreso, Debbie se mantuvo en silencio. Randy no insistió, dejando que ella procesara las cosas a su propio ritmo. La noche, que antes parecía tan fría y amenazante, ahora parecía un poco más llevadera.

Cuando llegaron a la casa de los Cunningham, Debbie vaciló frente a la puerta. Sus manos temblaban ligeramente, y Randy lo notó.

Randy: (con suavidad) Solo es una cena, Debbie. Nada más.

Ella asintió, respirando profundo antes de entrar.

La casa estaba cálida, con un aroma reconfortante a comida recién hecha llenando el aire. La madre de Randy, como siempre, estaba en la cocina, canturreando una canción mientras preparaba todo. Cuando vio a Debbie, no dijo nada sobre su rostro o su estado; en cambio, le dio la bienvenida como si fuera lo más normal del mundo.

Rebeca: (sonriendo) Oh, Randy, ¿es tu amiga? Bienvenida, querida. Espero que tengas hambre, porque aquí siempre hacemos de más.

Debbie intentó decir algo, pero las palabras no salieron. Randy intervino, dándole espacio.

Randy: Sí, mamá, ella va a quedarse a cenar... y tal vez a dormir.

Rebeca: (con naturalidad) ¡Perfecto! Siempre tenemos una cama extra lista.

La madre de Randy volvió a concentrarse en la comida, dejando que ambos se sintieran cómodos. Debbie tomó asiento en la mesa, sus manos apretadas en su regazo. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía que tenía que estar a la defensiva.

Randy tomó una silla junto a ella, sin presionarla, pero asegurándose de que supiera que no estaba sola.

La cena transcurrió en relativa calma. Debbie apenas habló, pero comió lo suficiente para que la madre de Randy se sintiera satisfecha. Cuando terminó, su mirada se perdió por unos segundos, como si todo lo vivido esa noche estuviera finalmente cayendo sobre ella.

Más tarde, cuando Randy le mostró la habitación de invitados, Debbie se detuvo en la entrada.

Debbie: ... ¿Por qué haces todo esto?

Randy, cansado pero sincero, respondió sin titubear.

Randy: Porque nadie debería sentirse como tú te sentías esta noche.

Ella lo miró, y por primera vez, sus ojos no parecían llenos de duda, sino de algo más parecido a la gratitud.

Debbie: (en un susurro) ...Gracias, Randy.

Él solo asintió, dándole espacio para entrar y cerrar la puerta. Mientras Randy regresaba a su cuarto, sintió que la noche no había terminado para él. Todavía había demasiadas preguntas, demasiados problemas sin resolver.

Pero al menos, por ahora, había evitado que todo terminara en el muelle. Por ahora, Debbie estaba a salvo.

Ver a su novio tan asustado la hizo recordar ese momento oscuro en el muelle. Muchas chicas se habrían sentido decepcionadas: pasaron la tarde arreglándose para una cita, solo para descubrir que su pareja no quería salir de casa, ni siquiera mirar por la ventana. Pero Debbie no era "muchas chicas". Ella sabía que, con Randy, las cosas nunca eran tan simples. Había algo más detrás de su miedo, algo que él había visto y que prefería no recordar.

Debbie: Hey...

La voz de Debbie era suave, casi un susurro, como si temiera romperlo con un tono más alto. Randy levantó la vista, sus ojos todavía reflejaban un cansancio pesado, una lucha interna que no sabía cómo ganar. Había estado más tranquilo que el día anterior, pero la idea de encender la cámara y revivir lo que encontró hacía que el nudo en su estómago regresara con fuerza.

Debbie notó cómo sus manos temblaban ligeramente al sostener el dispositivo. Con delicadeza, posó su cálida mano sobre las de él, cerrando sus dedos alrededor de los suyos con una firmeza tranquilizadora.

Debbie: Déjalo por ahora, ¿sí?

Sin esperar respuesta, tomó la cámara y la colocó a un lado, fuera de su vista. Luego, con un gesto que sorprendió tanto a Randy como a ella misma, acarició suavemente su rostro, trazando un sendero calmante desde su mejilla hasta su mandíbula.

Debbie: Estoy aquí para estar contigo, no importa cómo o dónde. No necesitamos salir, ni hacer nada complicado. Solo quiero estar contigo. ¿Qué te parece si vemos una película?

Randy sintió el nudo en su pecho aflojarse ligeramente. No estaba acostumbrado a ver este lado de Debbie, este lado que parecía tan... humano. Por un momento, casi olvidó lo que había pasado; solo estaba ella, mirándolo con una mezcla de ternura y paciencia que lo desarmó por completo.

Entonces, Debbie se inclinó y le dio un beso. No uno apasionado o rápido, sino uno lento, lleno de una calidez que hizo que Randy cerrara los ojos y dejara escapar un suspiro que no sabía que estaba reteniendo.

Cuando se apartó, Debbie lo miró con una pequeña sonrisa.

Debbie: Te quiero.

Esa confesión, tan simple y directa, golpeó a Randy de una forma que no esperaba. Debbie había cambiado mucho en el último año. Seguía siendo la misma chica sarcástica y aguda, pero ahora tenía momentos como este, destellos de dulzura que no necesitaban palabras para transmitir su peso.

Randy tragó saliva y le devolvió la sonrisa, pequeña pero genuina.

Randy: Yo también... gracias, Debbie.

Sin decir más, ella tomó el control remoto y se acomodó junto a él en el sofá, dejando que el silencio entre ellos hablara por sí solo. A veces, no necesitaban más que eso

estar juntos.

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Okey dos seguidos para que no parezca que abandone esta historia... esa fue la de Danny Phantom

¿Creen que me pase de seria o edgy con estos dos capítulos? Esté prácticamente no tuvo comedia por quiero centrarme en la relación de estos dos estúpidos (¿por qué los insulté?) los próximos ya volverán al humor idiota al que los tengo mal acostumbrados

Pero quiero saber que les parecieron, si me salió bien o si de plano solo soy buena haciendo comedia

Los leo

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