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El regreso de la sombra

Industrias Mc-Fist — Día

McFist se sentía como un niño otra vez. No de la forma nostálgica y reconfortante en que alguien recuerda su infancia, sino de la manera en que un niño pequeño se siente cuando se esconde bajo las sábanas, temiendo lo que acecha en la oscuridad.

El aire en su oficina estaba pesado, como si se hubiera drenado todo el oxígeno. No era natural. Había enfrentado muchas cosas en su vida, criaturas que habrían hecho gritar a cualquier persona cuerda. Pero esto... esto era distinto.

El sujeto estaba de pie frente a él.

Alto, inmóvil, su mera presencia distorsionaba la luz, como si la habitación misma estuviera cediendo ante su sombra. No se movía, no hablaba. Sólo observaba.

McFist tragó saliva. Había esperado muchas cosas en su vida, pero no esto. No volver a verlo.

McFist: (balbuceando) E-es una sorpresa verlo... después de tanto tiempo.

El sujeto no respondió. Sólo ladeó la cabeza con un gesto casi imperceptible.

McFist sintió el sudor correr por su frente. Su oficina, su fortaleza personal, se sentía ahora como una celda.

McFist: (tratando de sonar calmado) Mira, sé que las cosas no salieron exactamente como querías...

Eligió sus palabras con cuidado.

McFist: ...pero al menos conseguimos algo, ¿no? El Hechicero está fuera del juego y yo... bueno, yo obtuve sus esferas... señor Lazarus.

Lazarus sonrió. No una sonrisa cálida, no una sonrisa que diera un atisbo de alivio. Era una sonrisa lenta, meticulosa, una que se extendió por su rostro como una sombra deslizándose por el suelo.

McFist sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Lazarus: ¿Crees que eso me complace?

Su voz era baja, calmada, pero cada palabra parecía pesar toneladas.

Lazarus: ¿Crees que porque ahora tengo su poder todo ha salido bien?

Dio un paso adelante. McFist instintivamente se echó hacia atrás en su asiento.

Lazarus: Fallaste. Dejaste que el Hechicero se te escapara. No me interesa cómo lo racionalices. Tenías un trabajo, McFist... y lo arruinaste.

McFist sintió que su garganta se cerraba. El sujeto no alzaba la voz. No hacía amenazas vacías. Pero la forma en que sus palabras flotaban en el aire, frías y definitivas, le hizo sentir como si estuviera caminando sobre hielo quebradizo.

Lazarus: Y sin embargo...

Hizo una pausa, como si estuviera saboreando el momento.

Lazarus: No soy un hombre irracional. Si bien tu incompetencia me ha costado más tiempo del que me habría gustado, lo que has traído a mis manos no carece de valor.

McFist se atrevió a exhalar apenas un poco.

Lazarus: Así que, por ahora...

Se inclinó ligeramente hacia él, su sombra envolviéndolo.

Lazarus: Sigues siendo útil.

McFist asintió rápidamente, sin decir una palabra. No se atrevía a abrir la boca más de lo necesario.

El sujeto enderezó su postura y se giró lentamente hacia la puerta. El ambiente seguía siendo asfixiante, como si la habitación misma estuviera conteniendo la respiración.

Lazarus: Oh, y McFist...

Se detuvo antes de salir, su tono apenas más que un susurro.

Lazarus: No vuelvas a fallarme.

McFist sintió que su piel se erizaba.

Lazarus: Iré a visitar a una vieja amiga. Cuando vuelva, espero avances.

Y con eso, desapareció, dejando tras de sí una oficina que, aunque intacta, parecía haber quedado marcada por su presencia.

McFist se dejó caer en su silla, con las manos temblorosas, y respiró hondo.

Todavía no estaba muerto.

Pero tampoco estaba a salvo.

Lazarus: (susurrando para sí) Solo debemos continuar el linaje... ¿no es así, Ran Ji... je...?

Secundaria Norrisville — Día

Randy caminaba por los pasillos de la escuela, concentrado en responder unos mensajes de su madre, mientras Howard le hablaba con entusiasmo sobre alguna tontería.

Howard: ¡En serio, Cunningham! Fue increíble, dos discos de Metal McFist en una sola bolsa de papitas. ¡El mejor dólar que he gastado en mi vida!

Randy apenas lo escuchaba. Ni siquiera pudo terminar de contestar el mensaje cuando chocó de lleno contra alguien.

Debbie: (molesta) ¡Ugh! ¡Maldición, Cunningham! ¡Usa los ojos para algo más que hacer caras de idiota!

La voz filosa y cargada de fastidio le sacó una sonrisa. Ahí estaba, con los brazos cruzados y el ceño fruncido: su novia secreta, Debbie Kang.

Randy se mordió la lengua para no reír.

Randy: (dramático) Pues lo intenté, pero me pusieron un tope en medio del pasillo.

Puso una mano en la frente como si hubiera cometido una equivocación.

Randy: ¡Oh, perdón! No es un tope... eres tú. Es que eres tan enana que te confundí.

Debbie entrecerró los ojos.

Debbie: Ahora sí, te voy a...

Antes de que pudiera lanzarse sobre él, Theresa apareció de la nada y la levantó por el cuello de la camisa con sorprendente facilidad.

Theresa: (tranquila) Ya, ya, Debbie. Respira.

Randy no pudo evitar soltar una carcajada. Debbie solo le fulminó con la mirada.

En ese momento, Lavender entró jadeando.

Lavender: (agitado) ¡Gimnasio... ya!

El gimnasio estaba abarrotado de estudiantes enardecidos. Otra vez la directiva había decidido cerrar clubes con la excusa de "recortes presupuestarios". Y, para colmo, la colegiatura había subido.

Lavender: ¡Esto es un robo!

Mayaso: ¡Nos están viendo la cara!

Theresa: ¡Si cierran las bastoneras, ¿qué se supone que haré los martes en la tarde?!

El murmullo crecía hasta que Randy se subió a una grada.

Randy: ¡Oigan, oigan, esperen! ¡Todo el mundo tiene un sindicato! ¡Maestros, conserjes, hasta los de la cafetería! ¿Por qué los alumnos no tenemos uno? ¡Es hora de que eso cambie!

El gimnasio estalló.

Estudiantes: ¡Sí, un sindicato estudiantil!

¿?: ¡Pero quién lo liderará?

Howard: ¡CUNNINGHAM!

El grito se propagó como fuego.

Estudiantes: ¡RANDY! ¡RANDY! ¡RANDY!

Randy: (pálido) ¿Qué?

¿?: ¡Cunningham para presidente del sindicato estudiantil!

Randy: (nervioso) Esperen... ¿me van a pagar?

Estudiantes: ¡No!

Randy: (suspiro) Bueno, tenía que intentarlo...

Howard: ¡Ahora la pregunta importante! ¿Quién será la primera dama del sindicato?

Randy: Howard no funciona así

Randy intentó explicar que no funcionaba así, pero nadie lo entendió.

Entonces, Debbie alzó la mano.

Debbie: Yo lo seré.

Randy: (sorprendido) ¿Qué?

Debbie: Uno, porque obvias razones.

Randy se sonrojó y por suerte nadie lo notó.

Debbie: Y dos, porque alguien tiene que evitar que Cunningham haga una estupidez.

El gimnasio estalló en aplausos.

Howard: (palmeando a Randy) Felicidades, amigo.

Randy suspiró. Esto iba a ser un desastre.

Oficina del Director.

Delgadillo: ¡¿QUE ELLOS QUÉ?!

Driscoll: Se niegan a pagar la colegiatura hasta que mantengamos los clubes abiertos.

Delgadillo: (murmurando) ¿Y con qué pagaré las reparaciones de mi auto?

Driscoll: El presidente tiene problemas económicos... quizá podamos usar eso a nuestro favor.

Delgadillo: Ah, la hermosa corrupción. Esto será fácil.

Oficina del Director Delgadillo – Noche.

El director Delgadillo había convocado a Randy Cunningham para discutir las quejas del recién formado Sindicato Estudiantil. A pesar de su evidente desinterés en la lucha estudiantil, Randy no tuvo más remedio que aceptar la invitación. Por supuesto, no iba solo.

Debbie Kang lo acompañaba, caminando a su lado con los brazos cruzados y una expresión de fastidio apenas disimulada. Si alguien debía evitar que Cunningham vendiera su alma por una hamburguesa gratis, era ella.

Delgadillo: (sonriendo con una amabilidad que no alcanzaba sus ojos) ¡Ah, presidente Cunningham! Y señorita Kang, qué grata sorpresa. Pasen, pasen, quiero mostrarles algo antes de hablar de... negocios.

El director los guió por los pasillos de la escuela hasta una puerta que Randy nunca había notado antes. Con un gesto grandilocuente, la abrió, revelando el Salón de Maestros.

Randy y Debbie quedaron momentáneamente boquiabiertos. La sala era como un paraíso escondido dentro del infierno escolar. Sofás de cuero, una máquina de espresso de última generación, un televisor de pantalla gigante mostrando un documental sobre gente que no tenía que ir a la escuela, y una nevera repleta de bocadillos importados.

Randy: (con los ojos brillando) ¿Qué clase de magia es esta...?

Debbie: (ajustándose los lentes que no necesita) Ahora entiendo por qué los maestros nunca están en clase.

Delgadillo se acercó a una cafetera con diseño elegante y pulsó un botón. Inmediatamente, sirvió una bebida humeante en una taza de cerámica fina y se la ofreció a Randy.

Delgadillo: Café colombiano, recién molido, con un toque de vainilla de Madagascar y espuma de leche de cabra suiza. Pruébelo, presidente Cunningham.

Randy tomó la taza con cierta reverencia y le dio un sorbo. Sus ojos se abrieron de golpe.

Randy: (maravillado) ¡Esto es lo mejor que he probado en mi vida! ¡Sabe como si me estuviera graduando con honores!

Mientras tanto, Debbie recibió un vaso de cristal con un líquido rosado y elegante.

Debbie: (mirando con sospecha) ¿Y esto qué es?

Delgadillo: Limonada de frutos del bosque con infusión de pétalos de rosa y un toque de jengibre caramelizado.

Debbie bebió con cautela y, a regañadientes, asintió.

Debbie: (murmurando) ... Maldición, esto está bueno.

Durante los siguientes minutos, el director los guió por el salón, mostrándoles la biblioteca exclusiva para maestros, la máquina de masajes para cuando "la enseñanza se vuelve estresante" y una sección donde los maestros podían pedir comidas gourmet con solo presionar un botón. En cada punto del recorrido, Randy y Debbie iban probando distintas bebidas: un batido de mango con cúrcuma, una soda artesanal con notas de lavanda y un espumoso té verde de Japón.

Finalmente, tras llenarse de líquidos exóticos, Delgadillo los llevó a una puerta diferente, una que descendía por una estrecha escalera de piedra.

Sótano de la Escuela.

El lugar era oscuro, frío y con un leve olor a humedad. No tenía ni la mitad del encanto del Salón de Maestros.

Randy: (frunciendo el ceño) ¿Y este lugar...? No es tan bonito como los otros salones.

Delgadillo se quedó en silencio por un momento, mirando a su alrededor como si también se diera cuenta de su error.

Delgadillo: ... Para ser honesto, ni siquiera sé por qué los traje aquí.

Antes de que pudiera intentar continuar con la negociación, Randy y Debbie intercambiaron una mirada urgente. Todas las bebidas que habían consumido les pasaban factura.

Randy: (incómodo) Uh... ¿Podemos...? Ya sabes...

Debbie: (apretando los labios) Necesitamos un baño. Ahora.

Delgadillo: (asintiendo) Claro, claro. Es comprensible, es la puerta a la izquierda.

Los dos salieron disparados de la habitación, viendo una pared llena de puertas exactamente iguales.

Minutos después.

Tras haber resuelto su crisis, Randy y Debbie regresaron al sótano, sintiéndose notablemente más ligeros.

Delgadillo: (con una ceja en alto) ¿Encontraron el baño sin problemas?

Ambos sintieron una gota de sudor frío en la espalda.

Randy: eeehh... seeh

Debbie: (con una sonrisa tensa) Sí, sin problema.

Delgadillo: (mirándolos fijamente) ... Entiendo.

El director tomó asiento en una mesa de madera vieja y los invitó a hacer lo mismo.

Delgadillo: Ahora, hablemos de su sindicato y la colegiatura. Estoy seguro de que podemos encontrar... (hace una pausa, mirando a Randy con una expresión ambigua) un acuerdo que nos beneficie a ambos.

Randy frunció el ceño.

Randy: (susurrando a Debbie) ¿Es idea mía o eso sonó medio raro?

Debbie: (en el mismo tono) Sí... pero no sé en qué sentido.

Delgadillo continuó hablando, haciendo pausas extrañas, usando frases con doble sentido y mirándolos de una forma que a Randy le puso la piel de gallina.

Delgadillo: A veces, Randy... hay ofertas que uno no puede rechazar. Es cuestión de... abrirse a nuevas experiencias, si usted rasca mi espalda yo rascare la suya.

Randy: (inquieto) Ok... ¿se está refiriendo a la colegiatura o a otra cosa? Esto parece tener tintes románticos.

Debbie: (susurrando) Estoy teniendo una crisis existencial ahora mismo.

Delgadillo: Si aceptas, Cunningham, te garantizo que será algo inolvidable.

Randy se rascó la nuca, confundido pero también un poco halagado.

Randy: rayos esto tiene tintes románticos

Randy: (cruzándose de brazos) Mire, señor Delgadillo... me siento halagado

Debbie lo miró como si se hubiera vuelto loco.

Debbie: ¿¡Qué estás diciendo!?

Randy: (ignorándola) Y, lo admito, me siento un poco... curioso. Pero la respuesta es no.

Se levantó de la silla con firmeza.

Randy: (señalándolo) ¡No puede comprarme con sus indirectas!

Tomó a Debbie de la muñeca y se dirigió a la puerta.

Delgadillo: (parpadeando, genuinamente confundido) ... ¿Qué acaba de pasar?

Driscoll: (gruñendo) ... No lo sé, pero ahora la escuela nos va a odiar aún más.

Y con eso, los dos se marcharon, dejando al director completamente desconcertado.
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¿Ah alguien más se le bugeo el apartado para escribir?

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