Tristan: Rumores Infundados.
Lina se ve nerviosa al bailar con su padre, algo le preocupa. Tengo que esperar a que ella termine de bailar con su padre, abuelo, algunos familiares y ministros. A medida que ella cambia de acompañante, más personas entran a la pista de baile con sus respectivas parejas. Me mantengo al lado de mi padre mientras que Sol le pide permiso para bailar con Luna y él accede. Mi padre me pide que lo acompañe a la larga mesa que está en lo alto del salón, donde se sientan los dioses con sus familias. Mi padre cuando no está acompañado con mi madre, él no baila con nadie, si acaso con mis hermanas.
—¿Y cómo te trata la paternidad? —pregunta con una copa de vino en la mano.
—Supongo porque está pequeña, no dará tantos problemas como si fuera una adulta —respondo mirando fijo la pista de baile.
—Eso es cierto —él brida por eso—. Niños pequeños, problemas pequeños.
—Y niños grandes, problemas grandes —lo miro con una ceja arqueada.
—Lo sabrás cuando crezca —él se ríe, pero se detiene—. Disculpa si leí tu mente, pero no pude evitar ver las palabras que te dijo mi hermano.
Mi sonrisa desaparece y me enderezo en la silla.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta mirando al frente.
—No quiero causar más problemas —respondo serio—. Ya Lina tiene que lidiar con la magnitud de su posición, y no quiero fracturar la relación que tengas con mi tío, y tampoco que Lina lo haga.
—Eres mi hijo y lo que te suceda me afecta, venga de quien venga —replica serio—. Solo quiero que estés bien, y que sepas que no estás solo en esto.
—Lo sé y te agradezco el apoyo que me has brindado —lo miro agradecido—. En serio significa mucho para mí.
Seguimos conversando hasta que una emisaria del rey Robert Stonewell se aparece.
—Sus majestades, mi rey solicita la presencia del príncipe Tristan Godness —habla monótona la sombra.
Mi padre asiente y yo me levanto de la mesa, la rodeo y sigo a la sombra entre el cumulo de personas. Algunas personas me observan y otras solo me ignoran. La sombra me guía hasta una esquina donde se encuentra la corte del rey Robert. Diviso a Aitana junto con el rey y sus consejeros.
—Aquí está el príncipe Tristan Godness, mi señor —proclama la sombra teatral. El rey hace un ademán para que la sombra se retira y esta obedece.
—Su majestad —digo mientras que hago una reverencia.
—¿Se puede saber qué carajo haces aquí y encima con tu familia? —pregunta con un palpable enojo.
—Ellos me invitaron a la celebración de la reina, y se me hacía grosero rechazar la invitación —respondo tranquilo. Él me mira con ganas de ahorcarme.
—¿Y qué? ¿ahora descuidas tus obligaciones con el planeta que te envié a controlar? —cuestiona con la ira a punto de explotar.
—El planeta está dando pequeños pasos a su recuperación —digo con las manos cruzadas en la espalda—. Se ha disminuido los índices delictivos y está teniendo un crecimiento económico modesto con ayuda de los ministros del planeta —hablo honesto—. Debo confesar que para los planes que tengo aún faltan bastantes años, pero estoy trabajando duro para llevarlos a cabo. Espero que usted pueda visitarnos para que lo vea con sus propios ojos y no solo queden en palabras en papel.
Él está a punto de arrancarme la cabeza, pero Aitana lo detiene.
—Es beneficioso que estés teniendo buenos resultados —comenta Aitana apaciguando el ambiente—. Se tomará en cuenta tus palabras y se organizará un viaje para ver el progreso que nos mencionas.
—Muchas gracias, los estaré esperando —respondo sereno.
—Hay otra cosa que quiero que me contestes —replica el rey Robert—. He escuchado un rumor que dice que tú y la reina Lina están juntos, y que encima la embarazaste y tuvieron un bastardo.
Respiro profundo, ahora soy yo el que está enojado.
—La reina y yo si mantenemos una relación amorosa y de esa relación nació mi hija —respondo serio—. Espero que mi relación y mi hija no sea un problema para usted y las costumbres sombrías.
—Lo que hagas con tu pene, me da igual —replica mordaz—. Lo único que quiero que sepas es que, no llenarás mi casa con tus bastardos y que ellos no tienen ningún tipo de herencia o reclamo. Los bastardos no tienen espacio en mi corte.
Muérdete la lengua, Tristan. Muérdete la lengua y no digas ninguna tontería.
—No se preocupe mi rey, que no es mi intención manchar la corona con mis acciones —para eso, está usted. Vuelvo a decir en mi mente.
—Bien, espero que no se repita este tipo de acciones de tu parte —él sentencia y hace un ademán con la mano para que me retire. Hago una reverencia y me voy.
Camino entre los invitados de Lina para dirigirme hacia la mesa de mi familia. De repente siento que alguien me sostiene la mano, me volteo y veo a Aitana.
—¿Podemos hablar? —pregunta seria. La miro confundido, pero acepto hablar con ella. Aitana me guía hacia la pista de baile junto a otras personas que tienen mejores dotes artísticos que yo.
—Sabes que no sé bailar muy bien —le aclaro antes de introducirme en la pista de baile.
—No me importa, solo quiero divertirme un rato —ella me introduce y empezamos a bailar un vals un poco rápido al que Lina me había enseñado—. Sabes que mi señor detesta que le hables en ese tono condescendiente que tienes.
—Y yo detesto que el rey me desprecie cada vez que tiene la oportunidad —confieso arriesgándome que ella me delate con Robert—. Por cierto, gracias por enviarme a un planeta suicida.
—¿No dijiste que estaba bajo control? —replica moviéndome por la pista de baile.
—Ahora lo está, por poco muero en el proceso —replico enojado.
—Nuestro rey lleva en el trono más tiempo que la diosa Laila en el suyo, sin contar las diversas batallas que ha librado con el dios Seth —la música se suaviza—. Que tú estés por un año limpiando mierda y apresando criminales, no es nada.
Resoplo enojado, ella y yo seguimos bailando hasta que llega Luna.
—Espero que no sea molestia, pero quiero bailar con mi hermano —ella ordena suspicaz, para ser honesto, no sé quién es peor para bailar. Pero Aitana accede y yo tomo las frías manos de Luna y su cintura—. ¿Estás molesto?
—Un poco —respondo mientras que la música se vuelve más agitada—. ¿Qué quieres?
—Hablar contigo —ella me guía fuera de la pista de baile—. He querido hablar contigo desde mi cumpleaños y no se ha podido.
—¿Y qué quieres hablar exactamente? —replico con el ceño fruncido. Ella me saca del inmenso salón a los imponentes jardines del castillo de Lina.
Ella me aleja de los invitados que caminan y admiran la magnificencia del palacio de la mujer que amo. Los guardias de Luna y Cedric se quedan al margen mientras que Luna y yo caminamos un largo recorrido hasta llegar al balcón a observar la magnífica vista del océano y los barcos atracados.
—Debo confesarte que fue por mi culpa que fuiste a prisión —confiesa arrepentida—. Le mentí a nuestro padre y te encerraron por eso.
—Lo intuí en tu carta y mi padre me lo confirmó —comento serio. Me afinco con un brazo en la barandilla del balcón y la observo fijamente—. ¿Y qué pretendes con esto?
—Pedirte perdón —suelta de la nada. Es raro escucharlo, Luna es la clase de mujer que nunca se disculpa por nada—. Lo que te hice y lo que te causaron mis mentiras son cosas que me duelen ahora. No medí mis acciones en ese momento y no sé cómo pedirte perdón por todas las palabras hirientes y mis constantes ataques hacia a ti.
—Y aun así no siento que deba perdonarte —confieso honesto, ella asiente tragando fuerte—. He escuchado que, para seguir adelante, hay que perdonar a las personas que nos hacen daño. Pero yo no siento que deba hacerlo, porque aún me duele no solo el hecho que me hayas metido preso. Que duele igual, pero también fueron los años posteriores. Fueron las malas palabras, los constantes ataques que me hacías pasar por algo que no hice. Fue que hayas puesto a nuestro padre en mi contra y sus malos tratos hacia a mí por lo mismo —suspiro llevándome las manos al cuello y conteniendo las ganas de llorar—. Quiero superar todo, pero ahora, en este momento no me siento preparado para decirte que te perdono y abrazarte, y hacer que nada pasó.
—Comprendo lo que dices y tienes razón —ella dice con la voz débil.
—Creo que tú y yo tenemos que trabajar en nuestra paz mental y en reconstruir nuestra relación —digo más relajado sin ese horrible nudo en la garganta—. Tengo ahora una nueva responsabilidad de una persona en mis manos y no quiero que mi sufrimiento lo hereda.
—Supongo que sabes lo que no quieres que sufra Seraphine —ella se recompone—. ¿Al menos puedo visitarla? Me gustaría poder pasar tiempo con ella y estar contigo, como almorzar juntos un fin de semana.
—Me parece bien —accedo con un peso menos de encima—. Aunque debe ser para unos dos meses aproximado porque estaré viajando por trabajo y Lina se hará cargo de la niña.
—¿Y cómo se siente ella con esta nueva faceta? —pregunta apoyándose en la baranda de hierro del balcón.
—Tengo que esperar a ver cómo le va cuidando a la niña estos meses —respondo escéptico. Confío en Lina, pero cuidar a un bebé no es cosa fácil.
—Me imagino —ella respira profundo.
—¿Te puedo preguntar algo? —la miro nervioso, ella asiente—. ¿Cómo soportas o lidias con el hecho que Sol sea el que tenga más poder o influencia?
—¿Lo dices por Lina? —pregunta y yo asiento—. Es distinto porque tú eres hombre y yo soy mujer. Es más aceptado que la mujer sea inferior al hombre y no al revés —ella contesta con franqueza—. Siempre serás el marginado porque verán que Lina es más poderosa que tú. No te tomarán en cuenta y te excluirán de tal forma de la vida de Lina, su círculo o su propia gente harán todo lo posible para alejarte de ella y juntarla con alguien más "aceptable" alguien que se acerque a los estándares sociales.
—Incluida su familia —resoplo resignado.
—¿Nuestro tío te ha dicho algo? —pregunta preocupada.
—Que no me dicho —me río un poco, pero ella me mira preocupada—. No te preocupes.
—Pero lo hago —ella resopla—. Vamos al baile, no debes dejar sola a Lina en un día como hoy.
Los dos caminamos de vuelta al salón de baile. Lina se encuentra sentada en la mesa acompañada por mi padre y la señora Laila. Me acerco hacia a ellos, Luna se va con Sol a seguir bailando.
—¿Dónde estabas? —pregunta Lina un poco molesta—. Te estaba buscando por todos lados. Tu padre me dijo que el rey Robert te mandó a llamar.
—Me disculpo, si estaba hablando con el rey Robert —me inclino, Lina hace un ademán para que rodee la mesa y me siente a su lado. Mi padre se rueda un lugar para que yo me siente al lado de Lina.
—¿Qué te dijo el rey? —cuestiona Lina tomando vino de su copa.
Le doy un breve resumen de las palabras del rey y le aclaro que no estaré por mucho tiempo en el baile, ya que no quiero tener problemas con él.
—Te quedarás hasta que yo lo ordene —exclama Lina autoritaria. Asiento acorralado, pero la verdad no puedo hacer feliz a todos los monarcas que están presentes.
—Vi que Luna y tú se fueron a los jardines ¿todo está bien? —comenta mi padre para aligerar la tensión.
—Sí, ella quería hablar y disculparse conmigo y yo le dije lo que sentía de una forma calmada. Quedamos en que trabajaríamos en nuestra relación, pero que me diera tiempo para asimilar todo —respondo un poco nervioso.
—Me alegro que tu hermana y tú puedan resolver sus conflictos —él me da palmadas en el hombro.
Lina y yo después de un rato salimos a bailar, ella se relaja un poco cuando la sostengo por la cintura.
—¿Todo está en orden? Te noto un poco molesta —le pregunto en plena pista.
—No estoy molesta, solo un poco nerviosa —ella me guía en la pista—. Discúlpame por como te hablé, no fue correcto mi tono de voz.
—¿Hubo algo que te hiciera enojar? —le pregunto comprensivo—. ¿o hice algo que te hiciera enojar?
—No hiciste nada, solo que no he dejado de pensar en la niña —ella dice con una mueca—. ¿Podemos hablar en un lugar más privado?
—Sí, claro —asiento preocupado. Ella me saca de la pista y de inmediato nos rodean una cantidad impresionante de personas queriendo hablar con Lina sobre cualquier cosa. Que si el jardín está hermoso como la reina, que el baile está genial y cualquier otro halago bastante rebuscado. Con ayuda de los guardias sacamos a Lina del salón de baile y la llevamos hasta una habitación un poco lejana del bullicio de la gente.
Llegamos a una habitación lo bastante lejos del salón de baile y ella ordena que todos salgan excepto yo. Ella rompe en llanto en mis brazos, no digo ni una sola palabra y dejo que ella se desahogue. La guío hasta un mueble y la siento, le acaricio los brazos porque su cabeza tiene una tiara y su cabello está muy bien arreglado, para que yo la despeine.
—¿Quieres hablar de lo que pasa? —pregunto cuando ella se calma un poco. Le limpio las lágrimas de su hermoso rostro.
—No lo sé —ella responde intentando calmarse—. Son tantas cosas, son tantas personas queriendo que sea algo que no soy, son tantas personas opinando de mi vida como si en algún momento les he dado el permiso de hacerlo. Odio que me ponga una narrativa que ni siquiera conozca.
—¿Qué te han dicho? —pregunto amable.
—Los rumores vuelan, la mayoría son hirientes —ella dice limpiándose sus propias lágrimas—. Que solo use a la familia Greco, que soy una golfa por embarazarme y pretender que mi hija pueda tener algún espacio en mi vida y que, al darle una herencia les afectaría aún no sé cómo.
—El rey Robert me dijo algo parecido, dijo que no quería que llenara la corte de mis bastardos. Como si él no los tuviera —resoplo enojado—. Sabes que estoy aquí para ti y que tú eres una mujer maravillosa e inteligente. Lo único que importa es que tu reino esté a salvo y que sea prospero, lo que digan esos imbéciles no definen tu vida y mucho menos tu forma de ser.
—No quiero ser una mala madre, tengo miedo que lo sea —confiesa con lágrimas asomándose por sus ojos—. Créeme que lo estoy intentando, no quiero decepcionarlos a ti y a Seraphine.
—Nunca nos decepcionarías, eres alguien maravilloso —la vuelvo a abrazar—. Ambos somos nuevos en esto de ser padres, yo no sé mucho del tema, pero estoy aquí contigo para afrontarlo juntos.
Ella sonríe y me besa los labios, ella se recompone en un rato luego de nuestra conversación y los dos salimos del cuarto. Ella me toma del brazo y caminamos para introducirnos en el baile que sigue como si su anfitriona no hubiese desaparecido. Lina y yo empezamos a bailar, los presentes nos observan asombrados, disgustados y otros indiferentes. No debo culpabilizar a Lina por mis traumas infantiles, ella estará con Seraphine el tiempo que ella necesite estarlo. Ella buscará la forma de estar con nuestra hija y debo confiar en que ella sea una excelente madre porque necesita, aunque sea una sola persona que crea en ella. Lina es maravillosa y confío con el tiempo que se hará más y más fuerte y yo no debo sentirme mal por eso, al contrario. Debo ser feliz porque cada uno está en propio camino.
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