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Tristan: Obligados Encuentros.

Han pasado las casi dos semanas y ya ha llegado el cumpleaños de Luna. Me he debatido si debo ir, si quiero verla a pesar que ahora sé la verdad de mi aprensión. ¿Cómo perdonas a alguien así? Una parte de mí está enojado, que quiere gritarle y recriminarle mis desgracias, pero también recuerdo que yo también tomé mis decisiones después de eso y ellas me llevaron a donde estoy ahora. Aunque también tomé esas decisiones pensando en el odio y la deshonra que mi padre y Luna me habían lanzado. Me vuelvo a sentar en la cama, hoy no pude ir a trabajar por la increíble tormenta que azota la ciudad, Lina dice que no puede influir en el clima de un nuevo lugar si antes realizar un estudio meteorológico del planeta.

 Me he quedado en mi cama buena parte del día, no he querido ni comer. Si soy sincero, no tengo ánimos de nada.

—Me preocupas —habla Lina desde el umbral, ella entra cerrando la puerta detrás de sí—. Sabes que te tienes que levantar, aunque sea a comer.

 Ella deja la lámpara en la cómoda y va a la cama conmigo, la abrazo y apoyo mi cabeza en su cuello.

—¿Qué crees que deba hacer? —le pregunto tomando un mechón de su cabellera rojiza.

—Es complicado, tu hermana provocó tu encierro —ella me envuelve con sus brazos—. Tienes todas las razones para estar enojado con ella, tienes motivos para negarle tu perdón. Sin embargo, eso no significa que cometerás los mismos errores que ella cometió contigo. No permitas que el odio y el miedo gobiernen tu mente —ella habla gentil, sus manos acarician mi espalda—. Puedes seguir adelante, puedes mantener una relación cordial con ella. Y solo cuando te sientas listo para soltar todo lo malo que viviste, allí será el momento donde tu hermana y tú podrán perdonarse.

—Parece una profecía, esas que lees en los libros de aventura —comento sonriente.

—Una buena parte de mi adolescencia me crió un hombre que habla en metáforas. Creo que eso se contagia —la miro a sus lindos ojos almendrados—. Además, creo que me he vuelto experta hablando así.

—Prefiero que seas directa conmigo —extiendo mi mano a su angelical rostro—. Aunque también que me trates bonito.

 Me acerco a su rostro y le beso los labios, sus labios están helados.

—Quisiera estar cerca de una chimenea —digo pegado a sus labios.

—Solo hay una chimenea y está abajo en la sala —ella responde igual pegada a mis labios.

—No quiero pararme de la cama —hago un puchero. Ella se aparta de mí y se levanta de la cama.

—Vamos, te tienes que levantar —ella pone los manos en su cintura—. Te tienes que arreglar para la cena de tu hermana.

 Me cubro con la sábana el rostro.

—Tristan, levántate ahora. No eres un niño —exclama molesta.

 Me hago un ovillo, escucho sus pasos alejándose fuera de la habitación. Escucho la puerta cerrarse y yo asomo la cabeza por la sábana. Se fue, creo que la hice enojar ¿debo vestirme para calmar su enojo? Pero no tengo tiempo de responder porque entra Lina con Cedric.

—¿Así que no te quieres levantar? —él me interroga amenazante. Él se acerca intimidador a la cama.

—¡Aléjate de mí! —exclamo pegándome a la cabecera aterrado—. Esto no es necesario.

—Yo creo que si —él toma la sábana y me la quita—. ¡Vamos hombre!

—¡Está bien! Me voy a vestir, pero tú —señalo a Cedric—, te alejarás de mí.

 Salgo con cuidado de la cama vigilante de los movimientos de Cedric.

—¿Tuviste que llamarlo? —le recrimino a Lina.

—Era la única forma que te levantaras —ella se acerca al armario—. Cedric, por favor tenme la linterna —Cedric se acerca a Lina y sostiene la linterna—. Vete a bañar mientras que escojo lo que te vas a poner.

 Hago una mueca, pero ella me devuelve una mirada desafiante. Me resigno y me voy al cuarto de baño; abro el grifo y este cuesta para que salga el agua.

—¡Lina! No quiere salir el agua —digo confiando que cambie de opinión sobre la cena. Pero ella entra con mala cara.

—Trae la lámpara —le ordena Lina a Cedric, él entra e ilumina parte del cuarto de baño. Ella se acerca al grifo y respira profundo. Se escucha un chirrido y el agua sale desbocada—. No tienes excusa, báñate ahora.

 Ella sale y Cedric con ella. Ahora no tengo excusa para no ir. Me quito el camisón y el pantalón de forma rápida. El frío está a un nivel insoportable y el agua de la tina no ayuda. Siento como quema el agua en mi cuerpo, lo cual es irónico porque está helada. Cierro el grifo y me baño rápido, me enjabono todo el cuerpo, tenía como un día y medio que no me bañaba. No era mi culpa que el agua no saliera del grifo.

 Salgo temblando de la tina y busco con la mirada mi bata, la veo colgada en la puerta. Me la pongo y salgo del cuarto de baño. Lina husmea en los cajones mientras que Cedric le sostiene la lámpara.

—¿Qué hacen husmeando en mis cosas? —exclamo sobándome las manos para hacer calor.

—Busco algunas joyas para complementar tu vestimenta —ella saca unas cadenas de oro y plata, se acerca a la cama donde tiene lista la ropa que voy a usar—. No comprendo porque no usas estas joyas, tienes buenas joyas.

—A Tristan le encanta meterse hasta las zonas más recónditas y peligrosas de la ciudad —responde Cedric por mí—, ya de por sí, él causa asombro entre la gente; con joyas sería peor.

—¿Ni siquiera esta? —ella pregunta alzando una pequeña cadena de oro.

—No me gusta usar joyas —respondo encogiéndome de hombros—. Solo las usaba cuando el rey Robert me invitaba a uno que otro baile.

—Bueno, ahora las vas a usar a los bailes que vayas conmigo —ella deja la cadena en la cama.

—¿A qué te refieres a los bailes que vaya contigo? —cuestiono mirándola confundido.

—Bueno —ella se voltea y se cruza las manos—. Como eres el padre de mi hija y mi pareja, es lógico que te presente en mi corte y asistas a los bailes que yo vaya —la miro alarmado—. No te preocupes, aún no toca. Pero si en mi baile de cumpleaños —ella cuenta con los dedos—. Solo espero que nuestra hija nazca antes que mi cumpleaños.

—¿Estaría mal preguntar cuando cumples? —la miro nervioso. Ella frunce un poco la mirada y Cedric me mira extrañado.

—Cumplo el catorce del mes cuatro —ella responde sin emoción—. Y tú cumples el diecinueve del mes ocho.

—Cierto —sonrío nervioso—. ¿Y qué escogiste para mí? —pregunto dispuesto para cambiar el tema. Ella me mira amenazante.

 Ella señala un par de pantalones negros con una camisa blanca, sacó un jubón de color azul claro, pero también sacó una casaca de color azul oscuro con bordado en negro en la parte superior cerca del cuello y en la parte superior.

—Te vas a vestir —ella se aparta de la cama y se va a la puerta—, mientras que yo me visto. Te quiero abajo en cuarenta minutos ¿entendido?

—Sí, Lina —asiento resignado. Ella cierra la puerta tras de sí.

—Admito que tiene buen gusto —él levanta las prendas.

—¿Me ayudarás a vestirme o te irás? —le pregunto serio.

—¿Tengo algo mejor que hacer? —él suspira y me pasa los pantaloncillos, me volteo y me los pongo.

 Me quito la bata y me pongo de inmediato la camisa, abrocho los botones y me la acomodo. Luego vienen el pantalón, el jubón y la casaca. Me siento en la cama para ponerme las medias y las botas.

—Me sorprende la velocidad de tu vestimenta —él se acuesta en la cama—. ¿Cuánto tiempo te tardarás en la cena de tu hermana?

—No lo sé —hablo mientas me pongo la primera bota—. Espero que sea rápido —él me entrega la cadena de oro—. Gracias —me la pongo rápido—. Solo va a ser una cena, no va a ser un baile.

—Hablando de eso —él se sienta a mi lado—. ¿Te sientes preparado para empezar a salir a eventos sociales con Lina?

—No lo estoy —me pongo la segunda bota—. No estoy listo para las críticas y los malos comentarios de la gente haciendo alusión a que Lina es más poderosa que yo, que ella es más que yo.

—Se invirtieron los roles —él comenta tranquilo—. Solo son personas envidiosas, no podrás parar los comentarios desagradables, pero si podrás manejar cómo te afecten —él me mira comprensivo—. Lo importante es que no te cohíbas de disfrutar de la compañía de Lina, disfruta de tu relación con ella. Lo importante es que ella sabe quién eres y tú sabes quien eres.

—Tomaré tu consejo —me levanto y me voy a un espejo al lado del armario.

—No tienes que tener grandes dominios para ser alguien poderoso —él dice firme.

 Asiento a sus palabras, busco un cepillo y me peino el cabello. Lo tengo por la altura de la nariz, aunque lo tengo ondulado y se lo acorta un poco, la barba me la rebajé; pero todavía la tengo. No quiero quitármela, aunque a Lina no le guste, ella quiere que me la afeite por completo.

—Te ves bien —comenta Nila entrando a la habitación, ella carga puesto un vestido color champan con magas abiertas en las muñecas. Su pelo lo tiene suelto, pero adornado con una diadema de esmeraldas.

—¿Y esa diadema? —le pregunto observando su diadema.

—La había comprado hace mucho tiempo —ella se la toca feliz—. Me costó doscientas coronas.

—Ya veo —asiento ignorando la duda de dónde sacó el dinero—. Creo que ya debemos irnos —me volteo hacia Cedric—. Cualquier cosa tienes una bola teletransportadora que te llevará a mí, si me necesitas o algo parecido.

—Espero que no —él se levanta—. Con este clima dudo mucho si podré salir o algo parecido —dice lamentándose—. Quería ver a Alicent.

—Aléjate de esa mujer —lo reprendo—. Estoy obteniendo el apoyo de los ministros y lo menos que necesito es que le hagas algo a la hija de uno de ellos.

—Solo somos amigos, no ha pasado nada entre ella y yo —él protesta—. Solo hemos hablado y la he ayudado a cargar con unas cestas.

—Más vale que se quede solo en eso —lo miro amenazante.

 Los tres salimos de la habitación, Lina todavía la siguen arreglando. Bajamos las escaleras y llegamos a la nueva sala. Aún no me acostumbro que Lina haya cambiado cada parte de la casa. No me desagrada el diseño, pero esperaba que yo la pudiese cambiar para que ella se sienta más cómoda. Las tonalidades verdes se fueron para dar entrada al color champan y ocre por las maderas de los muebles, las cortinas también tienen un color crema. También hay un cuadro del fondo del océano, el agua tranquila con una ballena en el fondo.

 La chimenea se encuentra encendida y es la encargada de dar luz a la sala, a excepción de las múltiples linternas extendidas en la casa porque Lina no ve en la oscuridad. Cedric está acostado en el mueble observando el fuego. Yo estoy en un sillón pensando en todo, pero en nada al mismo tiempo. Los pensamientos invaden mi frágil mente, me hacen dudar de mi cordura. No quiero perdonar a Luna, no porque ella se haya dado cuenta que no le hice nada, eso no quita que ella sí me hizo daño y bastante.

 Después de un rato, baja Lina escoltada por sus guardias. Ella usa un vestido verde menta con brocado dorado en el cuello y en las mangas, tiene las magas con el mismo estilo de Nila. Encima de ese lindo vestido carga un grueso abrigo verde más oscuro con piel de animal en las aberturas. El cabello lo tiene suelto, pero lo mantiene firme con una diadema de perlas.

—Te ves hermosa —sonrío feliz.

—Tú también estás hermoso —ella se acerca hacia mí—. Hay que cortar esta barba.

—A mí me gusta así —me la toco con ambas manos—. No me la voy a afeitar.

 Ella alza una ceja. Conozco esa mirada, sé que esta no será la última conversación que tendremos sobre el tema.

—Ya vamos, hay que llegar al castillo de tu padre y de allí al castillo de tu hermana —ella me toma del brazo. Me despido de Cedric y él asiente sereno. En serio no quiero que vaya a ver a Alicent, ella no es mala persona, pero no quiero arriesgar la poca confianza que tengo con los ministros de este planeta.

 Los guardias de Lina abren un portal afuera de la casa, veo a través del portal el jardín del palacio de mi padre que también cubierto de nieve. Los guardas traspasan el portal y luego nosotros. Lina no me suelta, yo seré su guía en la oscuridad. A pesar que sea un ser central, eso no le garantiza por completo ver en la oscuridad. Traspasamos el portal y así no hay vuelta atrás, tendré que ver a Luna. Solo quiero que la cena sea algo tranquilo.

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