Tristan: Aires De Grandeza.
Paso mis manos por el vientre de Lina, se siente extraño lo inflamado que está. Mi hija está dentro de su vientre. Ya lleva casi siete meses de embarazo, solo falta unos tres meses más para que mi pequeña esté en mis brazos. Lina se quedó dormida dándome la espalda, pero encajando su cuerpo con el mío. Yo no duermo, la carta de Luna me invade la mente ¿si quiero perdonarla? Hay una parte del mensaje que dijo que había mentido. Creo que sé a qué se refiere. Siempre me había preguntado ¿por qué mi padre me envió al calabozo si fue mi madre la que me sacó? No había quebrantado ninguna regla, no había dicho nada malo o usado mis poderes, entonces la razón por la cual pasé un año entero en prisión fue por Luna. Ella mintió, ella le dijo algo a los guardias y estos a mi padre y por ello, me aprisionaron.
Luna me envió a prisión por un año, un año de mierda. Un año que me comieron las ratas, un año donde comía las sobras del castillo y el olor a mi mierda ya se me hacía normal. Ella provocó que pasara ese infierno por algo que no hice. Ahora ella lo ve, pero eso no borra lo que pasé, lo que sus mentiras me hicieron. Necesito respuestas y acostado no las voy a conseguir.
Salgo de la cama sin despertar a Lina. Ella se estira en la cama abriendo todas sus extremidades, pero sin despertarse. Me voy a mi armario y me pongo un pantalón, tomo un abrigo y me lo abrocho en su totalidad. Recojo la carta y me teletransporto hacia el palacio de mi padre, me encuentro en el jardín y me encamino hacia la entrada. Los guardias me interceptan y no hace falta que diga quién soy porque ellos ya lo saben. Dos guardias me guían hacia adentro, les ordeno que me lleven a la oficina de mi padre, ellos obedecen a mis demandas. Aquí también azota el invierno, aunque en mayor medida.
Llegamos a la puerta de su oficina y los guardias anuncian mi visita. Mi padre les dice que sí, los guardias me abren la puerta y la cierran cuando ya estoy adentro.
—¡Hijo! Que sorpresa es tenerte por aquí ¿todo bien con Lina? —pregunta mi padre rodeando su escritorio.
—Todo está en orden —respondo serio—. En realidad, vine por otra cosa.
—¿Qué sucede? —él cuestiona intrigado, se sienta en el sofá y me invita a sentarme con él. Me siento un poco apartado de él.
—Luna me envió esto —le entrego la carta que me había enviado mi hermana. Él lee la carta satisfecho, con una sonrisa como si ya un mal capítulo se ha cerrado—. ¿Por qué Luna dice que mintió en la carta, a qué se refiere con eso?
Él levanta la mirada y me mira fijo, sé que me lee la mente, quiero que lo haga.
—¿Por qué me metiste a prisión? —lo miro fijo, él se pone nervioso.
—Tristan yo...
—Luna dijo que mintió ¿ella te dijo que me metieras a la cárcel? —le interrogo firme.
—Luna me envió una carta diciendo que estabas fuera de control, que te habías salido de tu habitación. Así que tomé la decisión de encerrarte —él habla entrecortado.
—Pero eso fue mentira, fue mi madre que me sacó y me llevó de forma pacífica al jardín —respondo conteniendo mi rabia.
—Lo sé ahora —él me mira arrepentido—. Y te ofrezco una disculpa por mis acciones, sé que no manejé el asunto con tu hermana de la mejor forma, pero...
—Pero me dejaste un año pudriéndome por una mentira —lo miro con desprecio—. Puedes leer la mente de cientos de personas en una sola noche, pero no pudiste ver las mentes de tus guardias o la mía en un año.
—No quise hacerlo, no quería afrontar que tu hermana pudo haberme mentido. Me sentía culpable por no haberla cuidado en mi propio castillo. Creía que era mejor creerle ciegamente. No me di cuenta del daño que les causaba a mis hijos por mis acciones sino cuando ya era muy tarde. Y vuelvo a ofrecerte una disculpa, en serio no tengo palabras para expresar mi arrepentimiento y el daño que causé. Sé que no lo puedo cambiar el pasado por más que quisiera, quiero hacer las cosas bien contigo. Quiero que podamos ser padre e hijo, como siempre debió ser —él se acerca a mí y toma mi mano—. Solo quiero hacer las cosas bien.
Él me acerca hacia él y me abraza. No sé por qué, pero empiezo a llorar en su hombro. Me arrulla en sus brazos, se siente un poco extraño, pero en serio si necesitaba esto. Él y yo nos quedamos así por un rato hasta que él me suelta y me limpia las lágrimas con sus pulgares. Si soy honesto, creo que es la primera vez que lloro delante de él sin tener miedo de que invalide mis sentimientos.
—Dicen que llorar es de débiles, pero esa persona era el débil porque no sabía lo liberador que es hacerlo —él también se limpia las lágrimas—. ¿Irás a la cena de cumpleaños de tu hermana?
—Le había escrito que sí, pero no sé si pueda hacerlo —confieso abatido.
—Cada persona debe vivir su propio proceso de sanación. Si crees que no te sientes listo o cómodo para verla, estás en todo tu derecho de no ir.
—Lo pensaré —comento honesto—. Luna dijo en su carta que Estrella vendría ¿es verdad?
—Tengo que sacarla a escondidas, pero eso no es problema —él hace un ademán con la mano—. Dile a tu madre que venga, quiero pasar tiempo con ella. Así también prepara el pastel de tu hermana, y le dice a tus abuelos maternos que vayan a la cena de tu hermana.
—Yo le digo cuando llegue a la casa —me levanto del mueble—. ¿Por qué no les escribes a mis abuelos que vengan?
—Es bien sabido que tus abuelos no me quieren —comenta incómodo.
—Pero eres su rey —lo miro extrañado.
—Desde que tu madre falleció, nuestra relación nunca volvió a ser igual —él se recuesta en el mueble—. No los culpo, pero mantengo mi distancia con ellos. Tu madre es la intermediaria entre nosotros.
—Comprendo —asiento pensativo—. Bueno, me iré.
Él se levanta y me da otro abrazo.
—Por favor perdóname —él me susurra en el oído. Me suelto de él y salgo de su oficina.
Me teletransporto de nuevo a mi habitación. Lina todavía sigue dormida, me acerco al pequeño reloj que tengo encima y veo que falta dos horas para levantarme e irme a trabajar. Me voy a la cama con el abrigo puesto, el frío se ha hecho más intenso y no es para nada agradable. Intento introducirme a la cama, pero Lina está estirada de una forma extraña. Creo que intenta imitar a una estrella de mar, muevo sus brazos de mi lugar de la cama y me acuesto. Ella protesta y empieza a empujarme.
Al final caigo al suelo. Me levanto y la miro malhumorado, ella se rueda a mi lado y se recoge. Rodeo rápido la cama y me acuesto antes que se vuelva a estirar y me tire por la cama. Me arrimo hacia ella, abrazándola. Ella se voltea y se monta encima de mí. No me imaginaba que Lina durmiera de una forma espantosa. Me la quito de encima y me ruedo a mi nuevo lado. Intento dormir, pero ella empieza a empujarme con los pies. Es tanta la fuerza que vuelvo a caer al suelo.
Me levanto furioso. Me doy por vencido, salgo de la habitación. Los guardias de Lina me miran extrañados, pero no dicen nada. Me voy a la habitación de mi madre, abro la puerta. Ella está acostada en la cama tranquila. Me introduzco en su cama, ella se sienta en su cama y me observa.
—¿Qué sucede hijo? —bosteza mientras que se estira.
—Lina no me deja dormir —la abrazo y ella se vuelve a acostar conmigo abrazándome.
Los dos nos dormimos abrazados, concilio el sueño de forma rápida. Mi madre tiene ese efecto en mí, siempre lo ha tenido para calmarme. Sueño tan placentero, pero siento como me acarician el cabello. Abro los ojos y es mi madre acariciándome el cabello.
—¿Cómo has dormido mi príncipe hermoso? —ella con sus dedos riza mi cabello—. Llamaron a la puerta, Cedric te estaba buscando y le dijeron que estabas aquí.
—¿Dijo para qué me busca? —me siento en la cama cansado.
—No, solo te estaba buscando para despertarte —ella me abraza por detrás.
—Creo que ya debo irme —salgo de la cama y la observo—. Hablé con mi papá —ella se sorprende—. Fui a verlo porque Luna me envió una carta. Él me dijo que te dijera que fueras al castillo para que prepares el pastel de Luna y que le digas a mis abuelos que se preparen para la cena de Luna.
—¿Qué decía esa carta? —ella demanda. Le cuento sobre el contenido de la carta y lo que significó el hecho que había mentido—. Sí me enteré de eso. Al principio no entendía porque te habían puesto en prisión. Tu padre ese día me hizo enojar de tal manera —ella niega con la cabeza—. No quiero hablar de eso ahora.
—Está bien —le doy un beso en la mejilla—. Él me ofreció perdón y me dijo que quería ser mejor padre para mí.
—Me parece bien que admita sus equivocaciones —ella habla un poco más tranquila. Me despido de ella y salgo de su habitación. Cedric me espera en las escaleras.
—¿Por qué tardaste tanto? —él me mira furioso—. Tienes a la familia Grey a las puertas del capitolio.
—Ya se habían tardado —exclamo feliz, Cedric me mira hecho una furia—. Me cambio rápido y nos vamos.
Corro hacia mi habitación y los guardias de Lina me miran fulminantes. De igual modo entro en la habitación. Lina se encuentra sentada y con el cabello hecho un desastre.
—¿Dónde estabas? —ella se estruja el rostro con las manos.
—Me empujaste dos veces de la cama, me pateabas y te montabas encima de mí. Dormí con mi madre —hablo mientras me quito el abrigo y el camisón, lo sustituyo por una camisa y un jubón de color ocre. Lina se levanta de la cama y me ayuda a ajustar los nudos de la manga—. No te acompañaré a desayunar, tengo un asunto importante que resolver.
Tomo el abrigo y me pongo las botas. Salgo veloz de la habitación y Cedric está que explota en mil pedazos.
—¿Prefieres teletransportarte o llegar a caballo? —le pregunto bajando las escaleras. Él se detiene y escoge la opción de la teletransportación. Le tomo de la mano y nos aparecemos en mi oficina del capitolio.
Los dos salimos, mi secretaria que apenas está llegando, se sorprende en vernos. Caminamos hasta llegar a las escaleras, nos encontramos a varios guardias y ellos nos comenta la situación. Bernadette se encuentra con la familia Gray en un bar cercano al capitolio. Salimos del lugar y nos dirigimos al dichoso bar, el mismo bar que me reuní con la sacerdotisa y su tropa de delincuentes. Serpenteamos varias calles y llegamos al lugar.
El lugar se vuelve silencioso de golpe, las personas me observan, algunos corren fuera del bar; la mayoría de ellas son sombras y espectros. Creo que ya saben que los controlo o es por la particular familia que está sentada bebiendo unas cervezas. Bernadette se encuentra con ellos escoltada con cuatro guardias. Nos acercamos hacia ellos y ellos me miran desafiantes.
—¿Es él Lucía? —pregunta el hombre que seguí hasta la prisión de hierro.
—Sí, él me liberó —sonríe la mujer sentada, ella y la señora Moira Grey son las únicas que están sentadas. Cuatro hombres, incluido el esposo de Lucía, están parados escoltando a las dos mujeres.
—¿Se puede saber con qué intención ayudó a mi nuera? —demanda la señora Grey disgustada, aunque no por el hecho de su nuera libre, sino por quien la liberó.
—Sé de primera mano cómo puede perjudicar una sombra invadiendo un cuerpo. Solo quise ayudar a su familia, no actué de mala fe —hablo tranquilo—. ¿Puedo sentarme?
Ella asiente, tomo asiento delante de ellas.
—Usted no me engaña, señor Godness —ella me mira asesina—. Si piensa que puede ganar mi respeto o aprecio, está bien equivocado.
—Solo quiero que sepa que mis intenciones son solo de ayudar, comprendo la desconfianza. Pero por favor, permítame demostrarle que mis intenciones son genuinas —comento tranquilo. En serio quiero ayudar, pero a mis propios términos.
—No lo quiero cerca de mi familia —ella se levanta y se retiran. La señora Lucía se despide agradecida, pero su esposo la arrastra fuera del bar.
—Pero ¿qué carajos hiciste? —demanda Bernadette enojada.
—Solo quise ayudar a la familia Grey, eso es todo —comento con las manos entrelazadas apoyadas en la mesa—. ¿Aquí venden desayunos? Me vine sin comer.
Volteo a mi alrededor y una chica se me acerca aterrada.
—¿Gusta comer aquí señor? Tenemos carne asada de res, gallina y venado, también hay sopa —la chica me mira con autentico terror.
—Quiero comer un plato de carne de res y un plato pequeño de sopa —le sonrío. Ella asiente y se va de inmediato a la cocina.
—¿Me explicarás? —Bernadette me mira enojada.
—En la oficina hablamos —le respondo y ella gruñe. Sale del bar con los hombres escoltándolas. Cedric se sienta y me observa con cuidado—. ¿Qué sucede?
—No creo que sea seguro hablarlo aquí —él se recuesta en su silla.
La chica trae la comida, la ayuda otra mujer; ambas dejan la carne y la sopa y se retiran. Cedric toma el plato de la sopa y yo me quedo con la carne. Está pasable la comida, de igual forma la acabamos en su totalidad. Me levanto de la mesa, me acerco a la barra y saco tres coronas. La chica asiente y nos retiramos del local.
—¿Sabes que desde la última vez que viniste dejaste una impresión en la mayoría de personas de ese local? —Cedric comenta serio—. Te tienen un miedo increíble.
—¿Y a qué viene la observación? —pregunto manteniendo la vista fija en el camino.
—Que pareces alguien inofensivo, pasivo a simple vista —él se cruza los brazos por la espalda—. Ese tipo de personas son las más peligrosas, porque es más confiable alguien iracundo porque sabes a que enfrentarte. Pero los pasivos, son la clase de persona que no quisieras tener de enemigo —suspira resignado, la nieve se empieza a presentarse—. No quiero interferir en tus planes, pero al menos dime que debo esperar.
—Entiendo tus palabras —medito mis palabras—. Lo tendré en cuenta cuando vuelva a actuar.
Los dos llegamos a la escalinata del capitolio. Ambos ingresamos al establecimiento, una de las sombras que trabaja para mí se me acerca y me surra al oído que tienen la información que les solicité respecto a los empleados de la recolección. Le digo que me acompañe, también le digo lo mismo a Cedric. Subimos las otras escaleras y llegamos a la segunda planta donde nos encaminamos a mi oficina.
Abro la puerta de mi despacho y los dos entran.
—Muy bien Gigi, habla —la chica, mira nervioso a Cedric, pero le hago señas que todo está bien.
—En la última recolección de impuestos, los trabajadores se robaron doscientas coronas por los cinco días que estaba habilitada la recolecta —Gigi me mira fijo, su piel oscura y translucida; sus ojos grandes y labios pequeños. Su rostro redondeado con su melena café y rizada—. Las sombras siguieron a los cinco trabajadores hacia sus casas. Dos usaron el dinero para pagarles a unos prestamistas, una le pagó los gastos médicos a su madre. Otra se compró una casa y ya no vivirá en la calle. Otro simplemente se lo gastó en cerveza y prostitutas.
—Comprendo Gigi, gracias y sigue vigilándolos —asiento serio, ella traspasa la puerta como si nada—. Dijiste que te consultara si volviese a actuar, creo que necesito tu consejo.
—Es complicado, robaron por necesidad —él se sienta en la silla al frente de mi escritorio—. Si los metes a prisión, quedarías mal por no cubrir los sueldos a tus empleados. Pero si no lo haces, se te irá una gran cantidad de dinero si no les pones un freno.
—Creo que lo mejor que puedo hacer es confrontarlos, pero justo en el acto —le planteo mi plan. La próxima recolecta será la de año nuevo, dentro de un mes. Vigilarlos a cada uno hasta que termine el día y atraparlos de inmediato. Y para eso dejaré que los guardias de Cedric actúen en conjunto con Bernadette. Este sale de mi oficina en busca de Bernadette, ella estaba realmente enojada por lo de la familia Grey.
Los espero a ambos, no tardan en lo absoluto. Bernadette entra hecha una furia.
—¡Casi acaban con el piso de abajo buscándote! —exclama enojada—. ¿Al menos sabe el peligro en el que está? —le pregunta a Cedric, él se encoje de hombros.
—Créeme que, si lo sabe, pero no lo demuestra —él se sirve una copa de vino—. Pero tenemos otro asunto que necesita de tu presencia.
Le cuento lo que me dijo mi sombra espía, ella cambia el rostro a uno más serio. Ella escucha con atención lo sucedido.
—No me importa si tienen problemas, tú tienes problemas, yo tengo problemas. Todos los tenemos y no por eso robamos —ella se cruza de brazos—. Si los perdonas, entonces tendrás que perdonar a más de cien personas que arrestamos Cedric y yo el mes pasado, porque ellos también tienen problemas.
—Tiene un buen punto —él se bebe la copa de un tirón—. Pero no podemos arrestarlos sin las suficientes pruebas, hay que esperar que sea la próxima recolecta y atraparlos. Y allí se interrogarán por los demás robos. Pero podemos vigilarlos desde ahora, poner guardias en esa área.
—Me parece bien —observo a Bernadette—. ¿Estás de acuerdo?
—Pero irán a prisión —ella exclama tajante—. Ahora si me disculpas, Cedric y yo tenemos muchos planes de arrestos hoy.
—¿Con este frío? —Cedric protesta, pero Bernadette lo toma fuerte del brazo—. Mejor me voy o si no, me quitará las bolas con su cuchillo y se las pondrá de collar.
—Me alegra que seas consciente de mis habilidades de castración —ella hala a Cedric fuera de mi oficina.
—¿Tiene habilidades de castración? —cuestiona Nila saliendo de su escondite—. Son las clases de habilidades que quisiera aprender.
—¿No deberías estar en la casa descansando? —cuestiono sentándome en mi silla.
—Tu madre se fue junto con Lina y el pequeño de Atlas al castillo de tu padre ¿qué se supone que haría sola? —ella se acuesta en el mueble de mi oficina.
—Seguirlos, me sería de ayuda que fueras mi espía —me recuesto en mi silla.
—Ya tienes suficientes sombras en tu poder que cumplen tus órdenes. Yo solo estoy a tu merced —ella juega con sus pies—. Además, tu querida Lina está con tu madre, que más espía que ella.
—Como sea —me levanto y me pongo a su lado—. Tengo que trabajar y tú te tienes que ir o esconderte.
—Controlada por un niño de veintitrés años, a esto se ha resumido mi vida —ella suspira resignada. Pero se levanta.
—Tampoco ha sido tan malo, estás mejor que antes de conocerme —le tomo de la mano—. Y estarás mejor.
—Más te vale —ella me besa la frente y desaparece.
Tengo mucho en mente, tantas cosas por poner en orden. Pero nada me detendrá de mi objetivo, quiero ser grande y poderoso y eso significa no ponerme la mano en el corazón.
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