Stephan: Cumpliendo Órdenes.
Me encargo que todo esté en orden, que cada pieza esté donde debe de estar. Eso incluye a personas. Me encargo de guiar a la corte de mi reina al teatro personal del rey; es absurdo las cosas que tiene ese hombre en su palacio. Construyeron este lugar para nunca salir a conocer su propio reino. Los guardias del rey se encargan de agruparlos, mientras que yo me voy a buscar a mi hermano y su familia. No me pareció que ellos se fueran a la casa de la familia Calore, este lugar tiene el suficiente espacio para darles su lugar; pero comprendo que fue una especie de movimiento político. Cada paso en este lugar lo es.
No llego a la entrada del palacio porque nos encontramos en el medio del camino, concretamente es Aurora la que corre hacia mí para que la cargue. Me salto el protocolo y lo hago, la niña no pesa casi nada. Ella me abraza y yo sonrío, es complejo lo que ella me hace sentir, es como con su sola existencia me hiciera recobrar la fe en las personas. Ella es lo más puro que tengo, solo por debajo de mi hermana. Me encuentro con su padre, el cual reprende a la niña por alejarse así. Nos saludamos entre todos y los guío al teatro.
Se encuentra la familia de Miranda, o más bien sus tíos con sus primos. He podido averiguar la historia familiar de la señorita Miranda; no tiene buenas relaciones con su padre y hermanos por no haberla defendido y apoyado en su ataque. Solo mantiene contacto con su madre y es poco. Ella ahora está bajo el cuidado de su poco confiable tío. Mi señora me ha ordenado estar lo más atento a todos los movimientos de ellos, mi única conexión es Miranda; con ella es la que puedo llegar a averiguar todo lo que necesito. Ahora más que nunca que tendré que matar a un hombre como parte del trato, si soy honesto es lo que menos me preocupa.
Hicieron gran parte del trabajo en arrestarlo, fue una sorpresa cuando me lo dijo mi reina cuando llegamos. El hermano del rey nos dejará solo treinta minutos después de condenarlo, al parecer no la tiene fácil de salir de la cárcel y entre más pasa los días, más se demuestra su culpabilidad. Treinta minutos en matar y torturar un degenerado, tengo que ser meticuloso, pensar bien que clase de barbarie es más acorde a ese tipo de sujetos. Empalarlo, castrarlo, azotarlo, convertir su miserable cuerpo en carne molida. No es algo que ya no haya hecho.
Aurora se queda asombrada por lo esplendido de los pasillos del majestuoso palacio. Le doy puntos por el diseño, pero aún creo que es demasiado para vivir. Pero a fin de cuentas no es mi problema los asuntos financieros de este reino. Los llevo hasta el teatro circular del rey, les indico dónde deben sentarse y les entrego al bello retoño de mi sobrina a sus padres. El lugar cuenta con dos niveles de asientos, el de abajo está lleno de personalidades importantes del reino, allí van la familia Calore. La parte de arriba o el palco de los dioses, se sientan la familia real y los dioses, también los políticos más allegados a dicha familia. Me voy arriba a resguardar la seguridad de mi reina, no confío en los débiles y arrogantes guardias del rey. No confío en nadie para dejar la vida de ella en otras manos que no sean las mías.
Cada persona sube y baja antes de empezar la obra de teatro, no soy amante a este tipo de cosas. Pero no tengo voz de oposición, si mi reina quiere esto ¿Quién soy yo para oponerme? Llego a la puerta donde se encuentra la familia de la reina, los guardias asienten y me abren la puerta. El salón de los dioses, no decepciona en su nombre; el lugar está ambientando con cortinas de terciopelo rojo con el escudo de armas del rey, estatuas de mármol, de oro y de madera de ébano. Asientos de terciopelo y espaldar de oro. Sirvientes con charolas de bebidas y dulces moviéndose sincronizados en servirle a sus dioses. La reina nota mi presencia y asiento, me quedo en el fondo observando el lugar, observándola a ella. La reina se encuentra tomándole el brazo a su futuro esposo mientras que conversan con sus padres.
El hermano de la reina se encuentra arrullando a su hija, la niña al parecer le duele la cabeza; tengo entendido que posee los mismos poderes de mi reina. La madre de la niña se encuentra a su lado tomándole de la mano. La niña se recompone, pero se mantiene en su asiento. Ellos se casaron hace unos tres años y medio, fue linda la boda. Me gustó que a pesar de lo estrafalario que fue. También observo a los otros dioses, su presencia si es intimidadora, es como si desprendieran un aura de inaccesibilidad y de querer hacer todo lo que ellos te pidieran aun, si eso va en contra de tus principios. A parto la vista de ellos, la poso en la hermana de la reina, ella conversa tranquila con Taurus. Creo que ellos tienen una relación o algo así.
Una de las diosas de la luz se acerca al rey y le avisa que la obra va a empezar, creo que es la diosa de las artes. El rey asiente y le dice a mi reina para sentarse, los presentes hacen lo mismo y los sirvientes dejan de moverse para pasar al fondo como yo, solo quedan dos para atender a los dioses. No logro ver hacia abajo y creo que me quedaré aquí. El lugar en general se queda en silencio por unos minutos hasta que una música estruendosa inunda el lugar. Al parecer es un espectáculo de danza y canto. Al menos puedo escuchar la música, no está mal, no me encanta. Dejo verme un rato y le hago saber a mi reina que ya debo irme, ella me da permiso de abandonar la sala. La música arrolladora se va disipando mientras que me alejo del teatro, tardo media hora en llegar al tercer castillo donde se encuentra las caballerizas. Allí se encuentra listo la carreta que me llevará a la prisión de las colinas. Tardaré como tres horas en concretar mi misión, en el carro tengo todo lo que necesito, las armas me encargué que fueran de aquí, no quiero que nos vincule por lo que me encomendaron.
Me subo al carro junto a dos de mis hombres y el que maneja es un guardia de aquí acompañado por una de mis chicas.
—Espero que hayan descansado —les digo a los hombres, ellos asienten y salimos de los terrenos del castillo del rey. Abandonando las calles principales para poder salir de la capital. La claridad es un fastidio para mis ojos, sin importar cuanto tiempo venga a este maldito horno.
Repaso mentalmente mi plan, llegar a la prisión, solicitar el prisionero en cuestión, llevarlo a una mazmorra y cometer el asesinato. Tengo la autorización de Taurus y firmada por el mismo rey, al parecer no solo Miranda quiere ver su cabeza rodar, sino el mismo rey. Los ladrones y los traidores no son amigos de nadie y más de un monarca, ese tipo no solo perderá la vida sino todo lo que alguna vez construyó.
El viaje se hace largo y caluroso, pero por fin llegamos. Me bajo del carro y le entrego la autorización al guardia, este la lee y me mira de arriba abajo. Le hace señas a su compañero para que abran las puertas del castillo de piedra, este si no tiene las ostentosidades de su majestad. Entro con el guardia caminando hasta llegar al centro del lugar, varios reos están siendo azotados y ejecutados por igual. Los demonios del dios Seth se encuentran llevándoselos al infierno, algunos me reconocen y sonríen maliciosos.
El guardia vuelve a su lugar y en su lugar viene el alcaide a recibirnos, le entrego la autorización y este la lee rápido y la quema con sus manos. Mis hombres bajan la bolsa con las armas y seguimos al hombre, nadie dice nada. No hay necesidad, cada uno tiene su papel en esto, las palabras sobran en este tipo de lugares. Se escucha a los reos suplicar clemencia como también maldecir el nombre de los dioses. El alcaide nos guía hasta las fosas de los prisioneros de altos cargos, rodeamos un circulo de tierra con vallas de hierro. Llegamos a una mazmorra y el prisionero se encuentra encadenado y acostado en su cama. Su zorro guardián se espanta y mi tigresa va con él y lo aprisiona con sus patas. El prisionero se espanta y mis hombres lo someten.
—Tienen treinta minutos, no quiero ruido y el desastre que ocasionen, lo limpian —me amenaza el alcaide, cerrando la celda.
—Bon Káiser ¿cierto? —pregunto dejando las armas en la cama.
—Sí soy yo ¿Quién carajos son ustedes? —pregunta rabioso, él mira rápido a su guardián—. Déjenlo en paz.
—No, tenemos un trabajo que realizar y lo necesitamos —digo llevándome las manos a la espalda—. Has hecho molestar a muchas personas, muchas que desean tu muerte, pero sobretodo tu sufrimiento.
—Yo no he hecho nada, maldición. Solo he trabajo arduamente para tener lo mío ¿eso es un delito? —pregunta intentando zafarse, pero mis hombres son fuertes.
—Si trabajar es robar, violar y traicionar. Bueno señor, creo que tenemos los conceptos erróneos de trabajo —me acerco a la bolsa de armas.
—Yo no he hecho nada de lo que dice, soy un hombre honesto que le tendieron una trampa —exclama alterado—. Soy inocente.
—Yo no me encargo de juzgar a los condenados, solo me encargo del castigo —saco el mazo de madera—. Primer crimen, robo.
Mis hombres estiran las manos del hombre y las aplasto con toda la fuerza que poseo. Él grita de dolor, suplica que me detenga. Lo hago cinco veces y sus manos quedaron destrozadas, el hueso quedó roto en múltiples pedazos. La sangre salpicó a todos por igual. El hombre se retuerce de dolor en el suelo como su guardián.
—Segundo crimen, violación —examino el mango del mazo—. Tengo conciencia de una violación en concreto, pero también de otras violaciones cometidas por usted ¿conoce a Miranda Calore?
—¿Quién es esa perra? —pregunta retorciéndose de dolor.
—La culpable de que esté aquí —lo volteo con los pies y le bajo los pantalones. Le introduzco el mango en el culo, mis hombres lo sostienen por los hombros mientras que lo empalo. Él grita que me detenga, suplica por clemencia.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez —saco el palo y este empieza a sangrar por el ano—. Diez segundos, estuvo allí diez segundos. Usted ha estado dentro de mujeres en contra de su voluntad y por más tiempo. Diez segundos no son nada.
—Por favor, se lo suplico —ruega sollozando.
—¿Confesará sus crímenes? Si lo hace termino justo ahora —digo haciéndome a un lado—. ¿Confesará que le robó al rey, que violó a mujeres inocentes, que cometió traición?
—Solo hice lo que tuve que hacer para sobrevivir —exclama débil—. Esas perras se lo merecían. Yo solo tuve lo que quería.
—Es una lástima —digo buscando la daga—. Que todo termine aquí. Pero soy hombre de palabra.
Lo levanto tomándolo de la cabellera castaña y le rebano la garganta. El suelo se llena de su sangre, él se retuerce en el suelo. Me voy a su guardián y le hago lo mismo. Un demonio aparece en la celda.
—Supongo que lo merecía —dice la demonio moviendo su mano y el cuerpo de Bon Káiser y su guardián empiezan a caminar a un portal—. Todos al final se lo merecen.
Ella recita la misma frase que dije la primera vez que maté a alguien. Mis hombres recogen todo y limpian la sangre, por supuesto que queda algo de sangre, pero tampoco soy un mozo. El Alcaide nos abre la puerta y observa aterrado el resultado, pero no nos dice nada. Salimos de esa prisión con rumbo al palacio del rey como si nada. Nos cambiamos la ropa y la quemamos en mitad de camino. No podemos tener rastro de sangre alguno. Las armas las destrozamos y la quemamos con la ropa. Enterramos las cenizas en la tierra y volvemos a la capital. Mis hombres a descansar y yo seguir siendo el guardián de mi reina.
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