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Seraphine: Un Destino Incierto.

Solo pídeselo, no te dirá que no. Eres su princesa y él haría todo por ti. Solo dile lo que quieres.

 Camino por los pasillos del capitolio del planeta de mi padre, este lugar ha cambiado bastante desde que mi padre llegó a este planeta hace veintiséis años. Ya el lugar se siente esos aires como si estuvieras en el reino de mi abuelo Cosmo. El orden y la vigilancia reina por los pasillos de granito. Mi padre ha invertido tiempo y dinero para sacar a este planeta adelante, ya las calles son más seguras, hay un crecimiento económico latente entre las ciudades. Aún falta cosas por mejorar, pero mi padre hace todo su esfuerzo para ayudar a quien lo necesite.

 Llego a su oficina y su secretaria me reconoce de inmediato y me anuncia con mi padre. Él le dice que entre y obedezco.

—Mi amor —él se reúne conmigo en el medio de su oficina. Su barba me rasca la mejilla cuando le doy un beso—. Me alegro tanto tenerte aquí.

—Lo mismo digo —él me invita a sentarme en el sofá.

—Pensaba que llegabas la próxima semana —dice sirviendo dos copas de vino y se regresa entregándome la mía—. Te graduaste hace un mes y tu abuelo no te quería soltar

—Lo sé y me disculpo por eso —bebo un sorbo de mi copa—. Mi abuelo Cosmo me tenía ocupada con unos asuntos.

—Y ya solo faltan seis meses para que tomes posesión de tu ducado —dice nostálgico, él se sienta al lado de mí—. ¿Y qué planes tienes para estos pocos meses de vacaciones?

—Me alegro que toques el tema —digo un poco nerviosa—. Esto espero que quede entre tú y yo.

 Él me mira serio.

—Sabes que yo he querido ver a Atlas desde hace años y me gustará ir a visitarlo a Oberón —digo nerviosa.

—De ninguna manera irás a ese lugar —rechaza tajante—. He perdido buenas sombras solo para saber cómo está y no pienso enviar a mi heredera al matadero.

—Ya Atlas regresó de la guerra que lo habían enviado —replico con la información que me dieron mis sombras—. Ya tiene seis meses en Oberón y parece que Maegor lo ha mantenido cerca, algo como su mano derecha.

—La respuesta es no, Seraphine —dice tajante, él se levanta y vuelve a la silla de su escritorio—. No irás, eres demasiado valiosa para arriesgarte de esa forma.

—Me has enviado a misiones peligrosas, te he servido y hecho todo lo que me has pedido ¿por qué esto es diferente? —pregunto molesta.

—Porque lo que tú me pides es irte al corazón de los espectros, donde la familia y yo no tenemos poder —exclama con el ceño fruncido—. Sé que extrañas a Atlas, yo también lo hago, pero ya no es nuestro. Él se fue hace doce años, Seraphine. Maegor se lo llevó y no nos dejó siquiera verlo como lo había pactado.

—Y por eso quiero verlo, quiero recuperarlo —exclamo suplicante, me levanto y lo miro esperanzada—. Él es familia, tú lo dijiste.

—Lo sé, sé de mis palabras. Pero tú eres mi hija y no pienso ponerte en peligro por nada del mundo —él apoya sus manos en el escritorio y agacha la cabeza—. Mi respuesta es un no, te quedarás aquí hasta que tu madre venga y te lleve a Blacktown ¿entendido? —me cruzo de brazos y lo miro desafiante—. Y si intentas escapar e irte a Oberón, pondré a todas las sombras a ir detrás de ti y a traerte sea por las buenas o las malas.

—Solo quiero que sepas que no me voy a rendir, Atlas va a volver —exclamo enojada.

—Ve a casa Seraphine, tu hermana te extraña. A ella es la que te debe preocupar —dice sentándose y mirándome desafiante.

—No te atrevas a usar Louisa en esto —exclamo poniendo las manos en su escritorio.

—Solo digo que ella es tu hermana también como Lucian, creo que ellos deberían ser igual de defendidos como a Atlas ¿no crees? —él arquea una ceja—. Solo digo que tus hermanos quieren a su hermana mayor.

—Eres bueno en esto ¿sabes? En manipular —confieso resignada.

—Ya has descubierto el secreto de mi éxito —confiesa con una sonrisa. Me doy la vuelta y él grita—. ¡Me da gusto tenerte en casa!

 Salgo de su oficina molesta y bajo las escaleras hasta llegar a la recepción. Salgo del edificio gubernamental y me dirijo a mi carruaje el cual me lleva a la casa de mi padre. Amo a mis hermanos, Lucian es mi mejor amigo y Lou es mi adoración, cómo se atreve a usarlos como ancla para mantener mi barco en su costa. Tanto tiempo con mi madre y ya uso metáforas de barcos y mares. Pero Atlas es diferente, él no es solo mi hermano, él es mi todo; a pesar de los doce años de su partida. No he podido enamorarme de otro hombre que no haya sido el idiota de cuernos largos que se fue con su disque "familia", lo único que sirven es para ser gente de mierda. Yo era su familia, yo era su adoración y se fue.

 Cumplí veinticinco y él ya debe de tener treinta años. Las sombras que yo he puesto a buscar información de Atlas me han contado que sigue soltero, pero que a él lo visitan varias prostitutas. Que es un hábil guerrero en batalla y un excelente líder, como también un hábil asesino. No tengo problemas con que sea asesino, casi todos los miembros de mi familia lo son; mis hermanos, el hijo de la señora Laila y yo no nos hemos cargado a nadie, tal vez torturarlos para conseguir información sí, pero nunca he derramado sangre. El tema de las prostitutas es algo que no me esperaba, él nunca mostraba interés por alguna chica. No les gustaban, pero tampoco les gustaban los hombres, simplemente no sentía una pasión desbordada por ningún género.

 Llego a la casa de mi padre, la casa ha mejorado su apariencia, ahora tienen un aire de elegancia y superioridad. El carruaje se detiene y el cochero abre la puerta, me bajo con cuidado y me introduzco a mi hogar. El recibidor se encuentra decorado y pulcro, subo las escaleras, pero no llego al piso de arriba porque aparece Lou con mi antigua niñera Salma.

—¡Fin! —chilla y baja las escaleras desbocada. La agarro entre mis brazos y la abrazo fuerte.

—Como te he extrañado mi amor hermoso —digo mientras que la lleno de besos. Subo con ella en mis brazos—. Hola Salma —saludo a la mujer que ha criado a mis hermanos y a mí.

—Señorita Seraphine, es bueno tenerla en casa con nosotros —dice la mujer morena haciendo una reverencia.

—Es agradable volver Salma —digo mientras que camino hacia mi habitación, Victor me sigue como el hurón guardián de mi hermana. Salma se va a la suya y nos dice que cualquier cosa, que por favor la llamemos.

 Los sirvientes dejan mi baúl al pie de la cama y guardan mis vestidos en el armario. Lou se sube a mi cama y saca por debajo de la almohada una muñeca.

—La guardo aquí cuando vengo a jugar —dice mi hermana moviendo su muñeca en el aire. Su cabello pelirrojo se mueve salvaje mientras que mi hermana se mueve por la cama—. No te preocupes, siempre dejo todo limpio cuando termino.

—¿Y por qué juegas en mi cuarto? —pregunto sentándome en la cama, ella se detiene y gatea hacia a mí.

—Porque te extraño y vengo aquí a recordarte —hace un puchero mientras que me da un abrazo. Los sirvientes terminan y cierran la puerta—. Además, Lucian si me deja jugar en su cuarto.

—¿Acaso lo quieres más a él que a mí? —pregunto haciéndome la ofendida.

—¡No! Solo que él sí me deja —ella exclama con sus ojos grises bien abiertos—. Lo importante es que ya tengo con quien jugar a parte de mi papi.

—Tu papi es feo —le digo haciendo caras graciosas.

—¡Mi papi es hermoso! —exclama enojada y me empieza a halar el cabello. Yo le tomo de las manos y la abrazo fuerte hasta que empieza a gritar para que la libere y lo hago—. Mi papi es mío.

—¿Quién te dijo esa mentira? Mi padre es mío y tú eres mía —exclamo mientras que me recuesto en la cama.

—¿Por qué todos somos tuyos? —pregunta acostándose en mi pecho.

—Porque no me gusta compartir, todos ustedes están en mi corazón y a todos los amo por igual —digo mirando el techo de mi habitación. La habitación tiene ese color azul cielo desde que era bebé, mi padre la ha mandado a pintar del mismo color tres veces para que siga teniendo ese color tan relajante.

 Ella sigue jugando conmigo el resto de la tarde, me cuenta todas las aventuras que nuestro padre ha hecho con ella por estos meses que él la ha tenido. Mi hermana es un ser oscuro, ella ha desarrollado la magia sombría de mi padre como sus hermosos ojos. Mi hermana al igual que yo solo podemos nadar sin respirar, pero sin transformarnos como lo hace Lucian. Antes sentía envidia por no poder ser una sirena como mi madre, pero al verlos con el dolor cuando pasan a sus dos piernas, esa envidia se fue disipando. También desde que Atlas se fue, me propuse ser mejor hermana para Lucian, no era justo que lo descuidara, él es mi hermano también y debo cuidarlos ahora y siempre.

 Lou termina cansada y se queda dormida en mi cama. Me levanto con cuidado para no despertarla y me voy a mi baúl. Los sirvientes sacaron mis prendas, pero no mis libros de hechizos. Los saco y los guardo en un cajón, lo hechizo para que yo sea la única que lo pueda abrir. Recorro toda mi habitación pensando cómo emboscar a mi padre para irme a Oberón, él se ha hecho más poderoso, y con poderoso, me refiero a un mejor control de sus poderes. Ahora todas las sombras de este planeta y de los más cercanos le sirven. Él les dio algo que perder y ahora usa eso a su favor para tener una red de espías y vigilancia por todos lados. No hay un secreto que él no sepa, no hay ningún sitio por donde esconderse porque mi padre lo sabrá en un tiempo record.

 Recuerdo sus múltiples lecciones en las artes oscuras, recuerdo cómo las sombras le temían de tal forma que cuando él se les acercaba, ellas corrían; pero mi padre solo con un leve apretón de manos, ya ellas caían al suelo y se arrastraban de nuevo a mi padre. Él me decía que la mejor forma de dominar era mostrarles lo peor de ti como también tu parte bondadosa, mostrarles lo que pierden y lo que ganan al mismo tiempo, y tienes el miedo conviviendo con el respeto. Mi padre me decía que el poder corrompe hasta el alma más pura, pero era necesario para asegurarse que sus seres queridos estuvieran a salvo. Algo parecido me enseñaba mi madre cuando la acompañaba en sus múltiples viajes.

 La diferencia de mi padre y mi madre, es que mi madre tiene otros poderes y que ella es menos inclinada a la tortura de sus víctimas o subordinados. Mi madre usa otros métodos para obtener lo que quiere. He visto a mis padres crecer y cambiar de mentalidad, he visto como confiaban y eran traicionados. No hay cambio más significativo que el que genera una traición, ese es el cambio que mata a las almas puras. Mis padres los amo sin importarme sus métodos retorcidos de gobierno. Dicen que tener mis poderes es un don, pero también es un don no poseerlos. A veces solo quieres quedarte con la parte que te muestran las personas y no las que están en lo más recóndito de su ser.

 Salgo de mi habitación sin hacer mucho ruido y bajos las escaleras hasta que llego al recibidor, solo tengo que tomar un barco a Oberón. Pero estoy controlada por tierra y por mar. Me voy a la sala de estar a ver si puedo relajarme, solo quiero estar con Atlas, quiero a mi hermano conmigo. Me siento en el mueblo y resoplo desanimada. Tengo un ducado que tomaré posesión dentro de seis meses y no me siento con ánimos de querer gobernarlo, mis padres me han preparado para ese momento, pero la verdad no creo que lo quiera. Pero tengo que guardarme esos pensamientos para mí y afrontar mi destino.

 Escucho el sonido de un carruaje y abro las cortinas con mis poderes y me asombra ver el carruaje de mi madre. Se bajan mis padres y leo rápido sus pensamientos.

"No sabemos si son confiables. Un mensaje de Atlas queriendo ver a Lina para pactar un trato marítimo. Ahí hay algo que no encaja". Piensa mi padre analítico.

"Después que no consiguieron nada con Olena, van y me buscan. Sería ventajoso desarmar a esa perra desde adentro de ser verdad el mensaje de Atlas". Mi madre piensa de forma perversa.

 Me levanto rápido y salgo de la sala en busca de su encuentro. Los dos se sorprende al verme.

—Hija mía —mi madre me abrasa mientras que mi padre me mira sombrío—. Me haces tan feliz al estar aquí ¿dónde está Louisa?

—Arriba durmiendo en mi habitación —digo saliendo de los brazos de mi madre—. Vamos a la sala, tenemos que hablar.

 Los dos ya saben lo que tramo y no dicen nada. Los tres nos encerramos en la sala, mi madre se sienta cariñosa al lado de mi padre.

—Muy bien —digo sentándome en el mueble de al frente—. ¿Qué saben de Atlas y qué es lo que le ocurre?

—Ya te hemos dicho que no nos leas la mente jovencita —me recrimina mi padre, mientras que mi madre solo pone su mano encima la de mi padre.

—Atlas nos envió un mensaje donde quiere reunirse conmigo para poder navegar por las aguas espectrales —comenta mi madre seria—. Ya envíe a una comisión a que entablen palabras con ellos y dependiendo lo que digan, yo tomo mi decisión.

—¿Por qué Atlas quiere utilizar las aguas espectrales? Oberón no tiene acceso al mar —digo recordando la geografía del reino espectral.

—No, pero sus aliados si —comenta mi padre—. Maegor, envió a Atlas hace siete años a pelear en una guerra con la ciudad separatista de Novak. Atlas ganó la batalla y conquistó esa ciudad en nombre de su hermano. Ahora quieren activar las flotas para poder comercializar o eso dicen.

—¿Y eso es todo? —pregunto ansiosa—. ¿Cuándo veremos a Atlas?

—No te ilusiones, lo más probable que todo sea tratado con intermediarios —responde mi padre serio—. Tu madre no se arriesgará a ir hasta el reino de los espectros y tú tampoco, si es eso lo que pretendes.

—Pero... —balbuceo, pero escucho la voz de Lou llamándome—. Solo quiero ver a Atlas, solo quiero verlo ¿no hay nada que no puedan hacer para cumplirme eso?

—Hija, entiendo tu preocupación por Atlas —mi madre insiste que me siente a su lado y obedezco—. Pero comprende la nuestra por ti —ella me toma de la mano—. Lo que puedo hacer por ti es que, si él es enviado como intermediario a mi palacio o fuera del reino de su madre, podrás verlo. Pero mientras que él siga en Oberón, no será seguro para ti o para mí.

—Comprendo madre —asiento resignada y Louisa entra en la sala abriendo las puertas de forma dramática.

—¿Se puede saber por qué no me han ido a ver? —pregunta mi hermanita molesta y con materia oscura en sus manos.

—Ven acá princesa de mi corazón —mi padre abre sus brazos y mi hermana corre a su encuentro.

—¿Y yo no soy tu princesa? —pregunto ofendida y mi madre me atrae hacia a ella.

—Las dos son mis princesas —dice mi padre llenando de besos a mi hermana—. Los tres son mi adoración y lo saben.

 Los cuatro nos reímos y charlamos hasta que nos avisan que ya está lista la cena. Todos nos vamos a comer mientras que cada uno está sumergido en sus propios planes.

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