Seraphine: La Posesión.
Las tres doncellas que escogí para que me atendieran, terminan de alistarme para la ceremonia de posesión. El vestido de falda amplia color purpura y con mangas amplias, el vestido tiene un cinturón de tela dorada y con piedras preciosas puestas de forma geométricas. Mi cabello lo trenzan solo por la parte de arriba y la pequeña cola cae en mi melena blanquecina. Ponen en mi cabeza una tiara de diamantes, regalo de mi abuelo Cosmo. En mi cuello recae un collar de zafiros con el escudo de mi señora Laila, un circulo grande donde dentro de él habitan dos más pequeños. El circulo mayor es la cabeza de la persona, el segundo es la mente, y el tercero es el miedo que cada individuo posee.
Mis doncellas me dejan sola en mi habitación. Me siento en una silla alta. La conversación de la tarde resuena en mi mente con fuerza. Una buena forma de ilustrarlo es que la conversación es un martillo y mi mente es la pobre roca que no tiene más opción que ser aplastado. Mi madre ha puesto en el gobierno de Blacktown a casi todos de sus aliados, los cuales harán más caso a lo que ella ordene a lo que yo diga. Y ahora más que nunca que usaran mis puertos como centro de operaciones de las mercancías que Atlas transporte.
Desde un punto de vista, el acuerdo es bastante beneficioso para todos. Pero eso no quita que me sienta usada por mi propia familia. Solo tengo que hacer de la vista gorda a lo que Atlas transporte, le cobraré los impuestos necesarios y le daré la mejor ruta y protección para que todo llegue a la capital del reino oscuro. Las palabras de mi madre resuenan en mi mente.
Solo busco lo mejor para todos mis hijos.
¿Para sus hijos o para ella? Hasta este punto es difícil discernir las acciones de mi familia. ¿Hacen lo que hacen por el bien del universo o del suyo? Cada miembro es un peón de un dios mayor, mi padre es un peón de los planes de la señora Laila y mi abuelo se encarga de moverlo en el tablero de un juego tan retorcido de poder. No quiero hacer eso con mi descendencia, pero estoy tal envuelta en todos los deseos de mi familia que, no me daré cuenta que estaré repitiendo los mismos patrones de conducta.
Un guardia toca la puerta de mi habitación y me informa que Atlas quiere verme.
—Hágalo entrar —le ordeno y me levanto de la silla. Atlas entra agachando la cabeza por el umbral por lo alto de sus cuernos. Se encuentra vestido con un jubón negro y por encima un abrigo largo azul cobalto que casi toca el suelo. Su cabello negro recogido en una coleta hasta la parte baja de su espalda. Su rostro marcado y serio me observa suplicando perdón.
—¿Qué quieres? —replico molesta.
—Creo que te mereces una explicación —dice su voz ronca, no ha cambiado mucho, pero igual me resulta lejana—. Yo no sabía que tu madre usaría tu ducado para transportar mi mercancía. Estoy tan atados de manos como tú.
—¿Esa es la única explicación que me darás? —pregunto con rabia en la voz.
—¿Qué quieres que te diga? —replica perplejo.
—No sé ¿por qué no empiezas con el hecho de haberte ido desde un principio? —me cruzo de brazos.
—Porque mi hermano quiso buscarme —responde sin ganas—. Es mi familia.
—¡Yo soy tu familia, mi padre era tu familia! —exclamo molesta.
—Y estoy agradecido por haberme dado cobijo todos esos años, pero no podía quedarme —replica incómodo—. En serio lamento que no puedas entenderlo.
—No tenías razones para irte, estabas bien con nosotros. Nada te faltaba con nosotros y tú lo tiraste todo a la basura por alguien que no te quiere como yo —replico alterada.
—¡Ay por favor Seraphine! Ya no eres una niña para que te comportes como tal —exclama frunciendo el ceño—. No sabes cómo es él conmigo. ¡No sabes nada!
—Sé lo suficiente como para saber la clase de hombre que te convirtió —replico dolida—. Solo admite que no te bastó lo que tenías con nosotros. Que te fuiste porque no querías migajas de mi familia.
—No pongas palabras en mi boca —exclama dolido—. Tú familia me dio el amor que mi familia nunca sería capaz de darme, pero igual forma estoy con ellos porque es mi deber. Tu familia me dio las herramientas para ser alguien en la vida.
—Usas la espada de mi abuela como una máquina de matar —replico rabiosa.
—Esa espada me ha mantenido con vida, el uso que le dé, no es tu puto asunto —responde furioso—. No vengas a juzgarme, no tienes ningún derecho en decirme que hacer y que no.
—¿Por qué no escribiste? ¿por qué no me dejaban verte? Tu hermano nos prometió que podríamos visitarte, y cuando lo hacíamos, nos negaban la entrada —pregunto conteniendo mis lágrimas.
—No sé porque Maegor no los dejaba. Yo si quería verte y escribirte —suspira y relaja los hombros—. Créeme cuando te digo que eres lo más importante que tengo y no me gustaría que estuvieras enojada conmigo.
—Estoy enojada contigo por irte, por dejarme, por usarme —expreso dolida.
—Las circunstancias fueron crueles, pero eso no quita que no te quiera —él da unos pasos hacia a mí—. Yo nunca te usaría y créeme que me duele haberte causado tanto dolor. No fue mi intención.
—Pero no importa porque te volverás a ir y me dejarás de nuevo —respondo dándome la vuelta para que las lágrimas puedan salir. Siento sus brazos en mi cintura y dándome la vuelta para que lo mire.
—Por favor no pienses que te haría daño o que haría algo para perjudicarte —él limpia mis lágrimas con sus callosos dedos—. Tú eres lo más importante que tengo.
—Sería estúpido pedirte que te quedes —niego con la cabeza.
—Estaré viniendo seguido, tal vez podamos reconstruir nuestra amistad —dice acariciándome la mejilla.
—Sabes que yo no me conformaría con solo tu amistad —replico inclinando la cabeza hacia su mano—. Ya no soy una niña, ya no puedes usarlo como excusa.
Él me besa en los labios con delicadeza, no dura lo que me hubiera gustado porque tocan a la puerta, Atlas se separa de mí. Y la puerta se abre y mi padre entra relajado.
—¡Hijo! —exclama mi padre con una sonrisa y le da un abrazo—. Me da tanto gusto tenerte aquí con nosotros.
—Lo mismo digo señor —él responde respetuoso—. Si no les molesta, me iré al salón de banquetes a buscar mi lugar.
Mi padre asiente y Atlas se retira de mi habitación.
—¿Y de qué hablaron? —pregunta mi padre invitándome a sentarme mientras que él sirve vino en dos copas.
—De su partida y que él estaría mejor con nosotros y no con su hermano —confieso honesta. Entre mi padre no hay secretos, no podría ocultarle nada.
—Desde niña siempre has sido egoísta, no te lo recrimino porque eres honesta —él viene con las copas—. Pero Atlas necesita a su familia para poder crecer nos guste o no.
—Ellos no lo quieren como nosotros —tomo la copa y la miro por un momento.
—Pero el amor no sirve para pagar las cuentas —él se sienta en el mueble de madera que tengo al pie de la cama—. No culpo a Atlas por irse, era el curso de las cosas por más dolorosas que sean.
—Yo lo amo —confieso dando un trago a la copa y rogando que no me haya escuchado.
—Lo sé, es evidente por la forma en la que has mantenido su recuerdo vivo todos estos años —dice tranquilo con su copa de vino—. ¿Él te ama?
—No lo sé —confieso abatida. Él se levanta y se dirige hacia a mí, pone su mano pálida en mi hombro.
—Solo te digo que te cuides, cuida tu corazón y no lo des a la primera muestra de cariño —dice y me da un beso en la frente—. Ya debemos irnos. Tu baile empezará dentro de poco.
—¿Supiste de los planes de mi madre? —le pregunto a mi padre tomándolo del brazo. Le informo la conversación que tuve en la tarde con Atlas, mi madre y la señora Laila.
—Tu madre no me habla de sus planes —maldice para sus adentros—. Hablaré con ella luego del baile ¿sí?
Asiento y caminamos por los amplios pasillos de mi nuevo hogar. Lo bueno es que ahora tendré a mi tía Estrella de vecina. El piso se encuentra una alfombra roja que cubre solo el centro del pasillo, hay amplias ventanas y uno que otro cuadro colgado. Mi familia está saliendo de las habitaciones listos para el baile que organicé en mi honor. Raro.
Mi padre se va con mi madre y Lou corre hacia a mí. La intento cargar, pero recibo señales mentales de mi madre que la mantenga abajo. Lou protesta por quedarse en el piso, pero su enojo se esfuma porque se va corriendo con sus primas Flora y Fauna. Las niñas se empiezan a alabar por sus vestidos, Flora con su vestido de flores azules, Fauna con su vestido naranja con lunares negros y Lou con su vestido color verde menta. Marcus se encuentra al lado de su padre con su casaca roja, se ve como un mini soldado. Mi familia se prepara para bajar y mi madre llama a Lou, mi hermana obedece a regañadientes al llamado de mi madre.
Todos mis familiares bajan de acuerdo a sus naturalezas, primero los oscuros, luego los centrales y por último los seres de la luz. Yo me encuentro al final y bajo cuando recibo la señal de los guardias. Bajo las amplias escaleras para llegar al salón de baile, todos empiezan a aplaudir por su nueva duquesa. Espero que todos mantengan su optimismo cuando empiece a reformar las cosas por aquí. No puedo evitar mi destino de ser el títere de mi familia, pero sí puedo controlar el tablero por debajo de mi familia y pienso ganarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro