(Parte 1) Lina: Una Incómoda Prueba.
Me había acostado a dormir por el increíble cansancio que sentía. El día estuvo lleno de bastante caos, mi embarazo, Tristan y sus ganas de dejarme; entiendo por completo sus motivos, no estuvo bien haber aceptado a Mario. Su familia me había apoyado desde el principio desde que mi abuelo había declarado mi posición de heredera, supuse que sería bueno haberle aceptado como pretendiente, pero todo se había ido de las manos. Tristan y ahora mi hija, lo complican por montones. A pesar de haber llegado un acuerdo a medias sobre mi hija, eso no quita que todavía esté tranquila o feliz. Ahora tengo que lidiar con mi consejo y la familia Greco, tengo que enfrentarme a la burla disimulada por mis actos. Quise ser como las sirenas y ahora estoy pagando el precio de intentar ser alguien más.
Puedo tener la habilidad de convertirme en una sirena, pero eso no me hace una de ellas. Puedes intentar por todos los medios ser alguien más, pero tu interior nunca se amoldará. Debo comportarme como la verdadera Lina, quiero ser yo, quiero amar a la persona que mi corazón elija y no fallarle.
Me siento en la cama desorientada, observo a mi alrededor y no veo a Tristan por ningún lado. Me levanto con cuidado de la cama y me acerco a la puerta. En cuanto la abro, me asombro en ver a mis guardias postrados en la puerta firmes, ellos me hacen una reverencia en cuanto paso delante de ellos. Camino por el pasillo de la casa hasta llegar a las escaleras y bajar con cuidado. Llego al recibidor y lo encuentro vacío y con las luces apagadas. Camino hacia el despacho de Tristan a ver si lo encuentro allí.
Llego a la puerta y la abro con cuidado. La habitación está a oscuras, las cortinas están recogidas. Una tenue luz en el cielo llega a la oficina, entro en el lugar. Dejo a mis guardias fuera, camino con cuidado y veo a Tristan acostado en el sillón hecho un ovillo, me acerco para verlo dormir. Se ve pequeño y frágil, a veces cuesta entender que ya es un hombre. Él disimula muy bien su edad, cumplió este año veintitrés años, yo cumplo los veintitrés el año que viene. El mes cuatro para ser más exacta, aunque calculando bien; creo que mi hija nace a finales del mes tercero del año. Eso sería una extraña sorpresa.
Me acerco a Tristan y le acaricio su cabello, su color de pelo es lindo. Es un tono gris semejante a la plata, tiene mechones de cabello que son unos tonos más claros y otros más oscuros. No comprendo porque lo tiene de esta forma, se supone que los hijos heredan varias características de los padres; a veces más de la madre o más del padre, pero no revueltos. Tal vez cuando fue un niño, tuvo el cabello blanquecino como su hermana o su padre y con el uso de sus poderes o el tiempo lo oscureció.
Él se revuelve un poco, se estira un poco buscando espacio. Le toco la barba que está creciendo un poco dispareja, tiene más vello por la parte de los cachetes y no por la boca. Tiene que ir a un barbero para que le de forma. Él se lleva la mano a los ojos y choca con la mía, abre de inmediato los ojos y me ve.
—¿Qué estás haciendo? —él cuestiona sosteniéndome la mano, se sienta en el sillón y me suelta.
—No te vi en la cama y salí a buscarte —le respondo honesta. Él se estira y se suena la espalda.
—Tus guardias no me dejaron entrar —él me mira cansado—. Dijeron que en cuanto te acuestas a dormir, nadie tiene permiso de entrar. Que eran tus órdenes.
—Cierto —recuerdo que en cuanto me coronaron había ordenado que nadie entrara a mi cuarto si me iba a dormir. Mis damas solo entrarían si yo tocaba una campana—. Se me había olvidado de esa orden —lo miro apenada.
—Da igual —él se levanta sobándose el cuello. Mira a hacia la ventana cansado—. Ya va a amanecer. Tengo que trabajar hoy ¿tú qué harás?
—Lo mismo, le escribiré a mi senescal para organizarnos con mis labores —lo miro un poco preocupada—. Si quieres puedo ayudarte con tu dolor —él se voltea confundido—. Con agua sanadora, es buena para los dolores musculares. Se la aplicaba a Taurus cada vez que tenía una pelea.
—¿Qué tipo de peleas? —él pregunta acomodando unos papeles y unos libros.
—La clase de peleas que no quieres que la autoridad y tus padres se enteren —digo mordiéndome el labio.
—¿Taurus iba a peleas ilegales? —Tristan levanta la mirada asombrado.
—Digamos que eran peleas recreativas que dejaban mucho dinero y golpes —digo un poco divertida—. Lo importante es que lo ayudaba mucho y también te ayudará a ti —me acerco a él y lo hago que se siente en la silla de su escritorio—. Quítate la camisa.
—En serio no es necesario —replica mirándome.
—No está a discusión —le acaricio su suave cabellera. Él obedece a regañadientes, procede a desabrochar los botones de su camisa blanca o al menos cuando fue confeccionada—. ¿Y qué tipo de trabajo harás hoy?
—Administrativo, tengo muchas cosas que poner en orden —él deja la camisa en el escritorio—. Tenemos que hablar de lo que te dije ayer.
—Dejemos ese tema para después. Necesito que te acuestes en el mueble. —hablo seria. Él obedece y se va a acostar donde le dije. Con mis manos libero una cierta cantidad de agua, recito un hechizo y está empieza a brillar; me acerco a Tristan y empiezo a manipular el agua en su espalda. Tristan chilla—. ¿Estás bien?
—Sí, es que está fría —él voltea la cabeza. Masajeo con mis poderes su espalda más o menos una media hora.
—Estás bastante tenso —le comento al terminar con el masaje.
—No es para menos —él se sienta, hace una mueca—. ¡Vaya! Si funciona.
—¿A caso dudas de mis habilidades? —me cruzo de brazos.
—No, solo que no esperaba que se fuera el dolor, así como así —él se levanta y va a buscar su camisa.
—¿En el castillo de tu padre no había agua curativa? —cuestiono curiosa.
—Sí había, pero mi madre prefería curarnos con sus medicinas e hierbas —él no se acomoda la camisa—. Decía que no quería nada que viniera de la familia de mi padre.
—¿Y cuándo se enfermaban, no llamaban al señor Beck? —pregunto consternada.
—Muy poco nos enfermábamos, de hecho, no recuerdo que cualquiera de mis hermanas y yo nos enfermábamos. Si acaso una que otra alergia o una fiebre bastante ligera —me mira haciendo memoria—. También la señora Tabitha venía a visitarnos de vez en cuando a evaluarnos. Ella decía que éramos unos niños sanos ¿tú si te enfermabas?
—A veces, a mis hermanos nos daba mucha gripe, incluso viruela nos dio a los tres —lo miro extrañada como si fuera algo normal nunca enfermarse.
—Eso explica que mi padre no quería que fuéramos con él a Vulcan, supongo que no quería que nos enfermáramos —él medita por un tiempo—. ¿Y cómo se siente estar enfermo?
—Horrible, tu cuerpo lo sientes pesado, te dan escalofríos, te duele la garganta. Toses mucho, las alergias son espantosas —recuerdo las experiencias de cuando era una niña. De entre mis hermanos y yo, yo era la que más se enfermaba.
—Bueno —él se acerca a la puerta—. Me iré a duchar y a cambiar de ropa.
—Está bien —asiento nerviosa—. ¿Desayunaremos juntos?
—Sí, claro —él también habla nervioso—. Supongo que también querrás cambiarte o no sé.
—Un baño suena bien —accedo encantada.
Los dos salimos de su oficina, Tristan se pone incómodo con mis guardias por escoltarnos. Él se aparta un poco de mí y no habla. Subimos las escaleras y puedo escuchar voces de personas, el pasillo está despejado, las voces se escuchan dentro de las habitaciones. Tristan se va a su habitación y cierra la puerta. Me quedo sorprendida, supuse que nos bañaríamos juntos.
—¿Cuál fue la habitación que pusieron mis cosas? —les pregunto a los guardias, ellos señalan la tercera habitación a mi izquierda.
Entro en la habitación, es bastante pequeña a comparación de la que tengo en mi palacio. Le pido a mis guardias que me dejen sola, ellos cierran la puerta dándome mi espacio. Solo hay una cama amplia, una cómoda con cuatro cajoneras. Camino hacia la puerta que está a la entrada de la habitación y encuentro un baño. Solo hay una tina y una especie de bacinica. El cuarto de baño no tiene ninguna decoración, solo un cuarto con una pintura color verde opaco y ya. Salgo del cuarto de baño y me dirijo hacia el armario. Abro unas pequeñas puertas de madera al lado de la cómoda de madera. Allí están mis vestidos, es evidente que aplicaron un hechizo de espacio al armario; en un espacio tan chiquito no cabrían ni cinco vestidos juntos.
Tengo que controlarme, solo es... ¿por siempre? Sé que es un cambio bastante abrupto, sé que no estoy en un palacio y mucho menos estoy en las condiciones óptimas de exigir. Sé que un par de meses atrás dije que no ayudaría a Tristan económicamente hablando, pero creo que las cosas han cambiado. Yo escogí a Tristan y aceptarlo es también aceptar ciertas cosas de él. Ya que esta será mi segunda residencia, puedo hacerle algunas mejoras, puedo remodelarla; darle al menos un aspecto más elegante y sofisticado al actual.
Salgo del armario y tocan a la puerta de la habitación.
—Adelante —hablo firme. Mis dos damas entran y realizan una reverencia—. Una que prepare el baño y la otra me ayude a cambiarme —les ordeno. Mónica se va al cuarto de baño y Estela se acerca hacia mí y desata los nudos de mi vestido azul—. Escoge un vestido sencillo y cuando termines, envía una carta al señor Derek Stark donde solicito sus servicios lo más ante posible. Que venga a esta casa, pídele a los guardias que realicen un portal para traerlo.
—Sí, majestad —ella obedece. Mónica sale del cuarto del baño.
—Está todo listo, majestad —ella realiza una reverencia. Estela me pide que me siente para que pueda quitarme las medias y los zapatos.
Camino hacia el baño. Dejo a las dos afuera del cuarto. La tina está llena y los utensilios están al alcance de la mano. Intento bañarme lo más rápido que puedo, no me gusta para nada esta tina. No es amplia, no es mi tina y la verdad no quiero pensar quien se habrá bañado aquí. Apenas es notable mi embarazo, parece más que hubiera comido bastante y no que hay una criatura creciendo dentro de mí.
Salgo del cuarto de baño y ya están las prendas que utilizaré. Ambas me ayudan a ponerme el camisón y un vestido ligero rosa pastel, tiene mangas cortas y sueltas. Quiero que todos mis vestidos sean sueltos, tengo que disimular mi embarazo lo más que pueda. Hay mujeres que no se les nota el vientre, yo quiero ser de esas mujeres. Mónica me arregla mi cabello en un moño sencillo, pero elegante, mientras que Estela me coloca el calzado, la luz va entrando desde la ventana, recuerdo el ciclo de este planeta.
Salgo de la habitación un poco nerviosa, se suponía que tengo varias reuniones con bastantes mandatarios y no sé si las logre si quiera hacer cinco.
—Por favor contacten al señor Morgan —le ordeno a uno de mis guardias. Asienten y bajamos las escaleras. Uno de los guardias sale de la casa para invocar un portal y buscar a mi senescal.
Llego al comedor y me encuentro a la señora Aryana ayudando a comer al pequeño hijo de Olena Dumont.
—Buenos días —digo amable. Ambos me miran y Atlas se desliza en su asiento, intentado ocultarse. La señora Aryana lo reprende hablando en el idioma espectral.
—Este niño es muy tierno, pero como cuesta que haga caso —ella comenta acomodando a Atlas en su asiento—. Ven, siéntate. Vamos a desayunar juntas.
—¿Y Tristan no ha bajado? —le pregunto tomando asiento al frente de ella.
—Tristan, tomó dos rebanadas de pan de la cocina y se fue —las sirvientas de Tristan depositan la comida en la mesa—. Dijo que tenía mucho trabajo.
—¿Ah sí? —la miro sorprendida, creo que más bien Tristan me está evitando.
—Sí, supongo que quiere rendir el día —su madre lo justifica, es obvio, no entregara a su hijo, así como así—. ¿Tú también tienes un día ocupado?
—Sí, tengo asuntos importantes que resolver —respondo observando la comida, al parecer aquí están enamorados con los estofados.
—Me parece bien —ella empieza a degustar su plato, Atlas la sigue. Yo empiezo a dar pequeños sorbos a mi plato, no está tan mal, pero prefiero otro tipo de platos o al menos algo más variado.
Atlas empieza a remover el plato con una cuchara. Aryana lo vuelve a reprender, por lo que me dijo Tristan, él estará aquí por un largo tiempo. No me agrada la idea en lo más mínimo, su familia y yo no nos tratamos, sobre todo su madre. No quiero que esté aquí, pero no puedo hacer mucho; su madre lo abandonó con Tristan. Y supongo que su padre no sabe de su existencia, pero si lo supiera, Tristan ya no sería el heredero del trono sombrío y eso implicaría que no tendría ningún tipo de herencia, dejándolo en la calle y sin un centavo. Genial.
Termino de desayunar, en serio no quiero comer esta comida. Me levanto de la mesa y me despido de la señora Aryana y de Atlas. Camino hacia el recibidor esperando que el señor Morgan aparezca y me lleve a cualquier tipo de reunión, no importa cual, solo quiero que me lleve.
Como si mis plegarias hubieran sido escuchadas corro hacia la puerta y la abro esperanzada. Pero todo cambia a un terror extremo.
—Al menos disimula tu felicidad —habla disgustada la señora Laila, ella entra en la casa haciéndome a un lado.
—Hola Lina —la señora Amira me saluda cortés—. ¿Podemos hablar?
—Claro, vamos a la sala de estar —la invito a pasar. Ambas mujeres recorren con la mirada la casa, las guío hasta la sala de estar—. ¿Y de qué quieren hablar?
—¿Tú de qué crees? —la señora Laila señala mi vientre—. Aún estoy dispuesta de escucharlos, cosa que deben estar agradecidos Tristan y tú.
—Solo pasó —me justifico. La señora Laila iba a decir algo, pero entra La señora Aryana con Atlas.
—¿Qué está pasando aquí? —demanda la señora Aryana.
—Relájate, de nosotras no deberías temer por ahora —la señora Laila pasea por la sala—. Además, ¿dónde está tu hijo?
—Está trabajando —replica la señora Aryana sin quitarle el ojo.
—Vamos a tranquilizarnos, no venimos hacer ningún daño a nadie —la señora Amira nos mira a todas tranquilizadora—. Lina, ¿al menos quieres tener a ese bebé?
—Sí, claro —respondo nerviosa.
—Sé honesta —la señora Laila me mira seria—. Tú mente me dice lo contrario.
—No es sencillo está situación, pero con el tiempo las cosas cambiarán —le respondo un poco molesta.
—Si no lo quieres ahora ¿qué te hace pensar que lo querrás en el futuro? —ella me mira retadora—. Solo digo que puedes tener a ese bebé y entregármelo cuando nazca. Mi hija está buscando adoptar un hijo, que mejor forma un bebé de dos niños inmaduros y que el bebé le corre sangre de la familia por sus venas. Eres joven, una reina con mucho poder y bastantes pretendientes con mayor poder que Tristan. Es un camino fácil, no tendrás que amarrarte a otra responsabilidad tan grande como lo es un hijo, no tendrás que preocuparte de nada. Ese bebé estará bien cuidado, con dos mujeres que tienen toda la experiencia necesaria de cuidar bebés, también la estabilidad económica y que nacerá con nuestro apellido y todas las comodidades que contrae.
—Pero si me lo quedo con Tristan sería un bastardo ¿cierto? —la miro enojada.
—Cierto, y no solo sería eso. También se enfrentaría al rechazo de toda la familia —ella ladea un poco la cabeza—. Por cierto ¿cómo reaccionó tu padre con la noticia que será abuelo o Kenan y Eva? Tal vez pienses que soy una desalmada por decirte este tipo de cosas, pero vayamos a los hechos. Tristan tal vez sería el partido ideal si Robert estaría pisando un pie en la tumba, pero parece más vivo que nunca y quien sabe cuántos años pasará para que Tristan herede el trono sombrío. O más bien si Robert le diera más poder a Tristan, tal vez sería mejor, pero ni una cosa, ni la otra. Tristan a nivel político y económico no es un buen partido para ti, tu consejo no lo aceptará ni de chiste; tus padres y abuelos mucho menos. Tú seguirás siendo una reina la cual ascenderá en dominios y dinero ¿en serio quieres echar todo por la borda por un simple amor pasajero?
—¿Qué pretende señora Laila con todo esto? —exige molesta la señora Aryana.
—Aryana, piensa por un momento en tu hijo. Piensa en todo el sufrimiento que pasaste los primeros años desde que empezaste a salir con Cosmo —ambas se miran, Laila de forma condescendiente y Aryana la mira hecha una furia—. Todo el camino que recorriste, a lo que te llevó a perder ¿acaso quieres eso para Tristan? Y eso que sería peor, ya que es hombre. Si una mujer pobre con un hombre rico desata un desastre ¿imagínate un hombre pobre y una mujer rica?
—¡Ya basta! —exclamo furiosa. Todas me miran asombradas—. Estoy consciente de todo lo que dijo y sé que las cosas no serán sencillas, hasta incluso se convierta en una pesadilla. Pero esto también me lo busqué y voy a dar la cara por mi hija. Y no me importa si usted o el universo está en contra.
—¿Qué te parece? —la señora Laila le pregunta a su madre.
—Que está lista —responde la señora Amira.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro