Miranda: Un Alivio Que Cuesta Caro.
Los asientos que nos asignaron fueron bastante cómodos, me sentí importante. Mis tíos son amantes a este tipo de eventos, los disfrutan de tal manera, que no le prestan el más mínimo interés a su alrededor. Mis primos también estaban absortos de su realidad al observar a los bailarines dando lo mejor de sí mismo en el escenario. La obra termina y todos nos levantamos a aplaudir a los bailarines, actores y músicos por igual. Los guardias del rey nos conducen afuera de los pasillos y nos llevan al salón del trono a cenar en un banquete a cuatro días de la boda de los reyes. Nos ubican en la tercera mesa larga a la derecha, observo el lugar hasta llegar a los reyes. Pero me salta a la vista que Stephan no esté detrás de la reina escoltándola como siempre, prácticamente él es la sombra de la reina. Y no es que la haya dejado porque tiene a otros guardias escoltándola.
Los mozos empiezan a servir la comida, me hubiera gustado haberme sentado con Gunilda y su hermana y su cuñada. Ellas me agradan bastante, pero no se puede así que le saco conversación a Anastasia, ella come un poco cansada. La pobre no ha descansado estos meses por la inmensa cantidad de trabajo por la boda de los reyes, mi tío dice que eso es bueno, el trabajo nunca debe ser un motivo para deprimirse; que los frutos los verá en las ganancias a final de cada mes.
El banquete transcurre con normalidad, hay música relajante, las personas conversando y yo feliz por alguna extraña razón. Vuelvo a mirar hacia la reina y observo a Stephan cambiando de lugar con el guardia que escoltaba a la reina. Él vuelve a su lugar y mueve los labios, pero no para hablar en voz alta. La reina asiente y sonríe bebiendo su copa de vino. Algo hicieron, algo lo suficiente como para apartar a Stephan por tanto tiempo, la reina se inclina al rey y le dice algo, sus gestos se endurecen, pero asiente y sigue como si nada. ¿Y si ya ejecutaron a Bon Káiser? Pero creo que lo iban a enjuiciar o algo por el estilo. Alejo esas ideas y me concentro en la conversación que tiene mi tío con los demás invitados.
Después de un rato, ya nos podemos levantar. Le hago saber a mi tío que iré con los señores Nieves y asiente. Me paseo entre las mesas hasta llegar a la mesa de Gunilda, ella conversa con su esposo y alza la mirada hacia a mí. Hay un puesto vacío a su lado y ella me pide que lo ocupe.
—Tomas se levantó para hablar con esa chica —Gunilda me susurra y señala a su hijo conversar con una chica linda al final de la mesa—. Es hija de uno de los banderizos de Arem.
—A esa edad empiezan a florecer muchos sentimientos —comento viendo a Tomas con una sonrisa, si lo detallo bien. Él no sonreía desde que salimos de viaje.
—¿Alguna vez te has enamorado? —pregunta Gunilda tomando agua de su copa.
—No, me parecen lindos los hombres. Pero nunca llegué a sentir amor hacia alguno de ellos —confieso observando el lugar. He visto hombres apuestos, hombres inteligentes y hombres imbéciles y para mi mala fortuna, son los que hay por montones—. ¿Y cuándo tenías la edad de Tomas llegaste a enamorarte?
—En ese momento estaba... —ella me mira nerviosa y caigo en cuenta que estaba secuestrada en el castillo de la reina—. No, solo he amado a mi esposo.
—Y eso está bien —respondo incómoda—. Para cambiar de tema. Mañana quiero llevarte y a las demás a turistear. Quiero que conozcan Solaria, que compren lo que quieran y que esa hermosa niña —señalo a Aurora jugando con los cubiertos, su madre la mira apenada—. Se conecte con su guardián y sus raíces.
—Lo de Aurora me parece perfecto —ella le quita los cubiertos y se gana la mirada furiosa de su hija—. Ya ir de compras es otro asunto. No pienso dejar la fortuna de mi esposo en un solo artefacto.
—De eso no te preocupes, es lo de menos —hago un ademán con la mano—. Mi familia se encarga de los gastos, es una muestra de gratitud por las buenas relaciones que hemos formado.
—¿De qué hablan? —pregunta Arem regresando a su asiento, él carga a Aurora y la sienta en sus piernas.
—Miranda quiere llevarnos de compras y que pagará todo —Gunilda le dice con una sonrisa.
—¿Y por qué harías algo así? —pregunta escéptico, la niña empieza a jugar con la barba de su padre.
—Porque es una muestra de gratitud, no te preocupes. No le compraré vestidos escotados a nadie, tal vez telas o libros para Tomas. Y juguetes para Aurora —digo tranquila, es genuino el amor que siento por los hijos de Gunilda, son como los sobrinos que no tengo—. También puede venir con nosotras si gusta.
—Quiero bailar como la chica de antes, papi. Enséñame a bailar papi —Aurora mira con sus ojitos tiernos a su padre.
—Solo por dos días, ya que será la boda de la reina y no podemos estar cansados —Arem accede y se lleva a la niña con sus abuelos al otro extremo de la mesa.
—Publico difícil —digo bromeando y Gunilda sonríe tímida. Ada e Ingrid se acercan a conversar con nosotras. Le cuento de los planes de mañana y se emocionan, ellas preguntan que si pueden venir sus madres y accedo complacida. Coordinamos el punto de encuentro e Ingrid queda en decirle a su hermano Stephan que las lleve a la plaza real para partir desde allí.
La cena previa a la boda fue agradable, presenté a Gunilda y a su familia a amigos de la mía. Le juré a Arem y a los hombres de su familia delante de los mismísimos dioses que no compraría nada exhibicionista para sus mujeres. Nada de escotes pronunciados, nada de mostrar las piernas y cero mangas. Para ser personas algo progresistas, se quedan en ciertos temas algo obtusos, pero no me voy a poner a discutir. Es frustrante que no entiendan que mostrar algo de piel no es sinónimo de vulgar o llamar a algo sexual, la ropa es solo ropa. Recuerdo algo que me dijo mi tío hace un par de años y es que a veces nos tocará hacer negocios con personas que no comparten nuestras ideas o creencias, lo importante es ser imparcial en ciertos temas que no atenten con nuestra familia.
Le digo a Gunilda que me disculpe porque voy a los baños, ella asiente y salgo del majestuoso salón del trono. Le pregunto a uno de los guardias dónde quedan los baños y él le dice a una guardia que me lleve. Sigo a la guardia que no me dirige la palabra en todo el trayecto, el bullicio todavía se escucha fuerte cuando entro a los baños. La guardia me deja y me pregunta si puedo regresar sola y yo asiento. Entro en un cubículo, incluso en los baños públicos se siente el lujo y la ostentosidad del rey. Las paredes de mármol blanco con un cielo raso clásico y con detalles de cintas de oro. Me siento en el inodoro y me concentro en mi tarea.
Al terminar de orinar, me limpio con una taza de agua al frente de mí, me sacudo un poco antes de pasarme una toalla desechable. Escucho que la puerta del baño se abre y unas botas resonantes en el suelo me ponen alerta. Las botas se detienen en m cubículo.
—¿Señorita Calore? —pregunta la voz de Stephan.
—¿Sí? —replico nerviosa, jalo la cadena y la orina se va—. ¿Qué hace aquí?
—Salga por favor —dice alejándose de la puerta del cubículo. Me pongo nerviosa, busco rápido con la mirada cualquier cosa que me sirva como arma. Puedo usar mis poderes, pero quemaría mi vestido y saldría desnuda en caso de un enfrentamiento—. Si es hoy, mejor para todos.
Respiro profundo, y me preparo para lo que sea. Salgo del cubículo y él está sentado en una banca de mármol, él me mira de arriba abajo y se recuesta en la pared.
—Volviendo a las viejas costumbres —él niega con la cabeza y chasqueando con su lengua—. Como sea, solo vine para decirle que mi reina cumplió con su palabra y el infeliz ya está muerto.
—¿Ya murió? —pregunto anonadada—. Pero usted me dijo que lo iban a enjuiciar.
—Y así fue, él rey tomó su decisión y ya murió. Mi reina ordenó que yo cumpliera con la misión cumpliendo con sus deseos —él sonríe sin quitarme la vista de encima—. Pero hay algo que mi reina quiere que sepa —él se levanta y se acerca hacia a mí—. Usted sigue y seguirá trabajando para nosotros, no importa qué. Le recuerdo que usted está tan involucrada en nuestros negocios y que la vida de mi familia es su primordial prioridad. Usted no quisiera que su tío se enterara de nuestro trato ¿verdad? —me mira con una sonrisa maliciosa—. Bien, sea una buena chica y verá lo bueno que es mantenerse con vida y sin un solo rasguño —él me acaricia el rostro con su dedo perfilando mis facciones y se aleja de mí para salir del baño.
No me había dado cuenta que no estaba respirando, me voy al lavabo y me miro al espejo. Estoy condenada a esta vida de doble moral. Me lavo las manos frenéticas y me paso con la mano mojada el recorrido de la mano de Stephan en mi rostro. Ahora más que nunca tengo tener cuidado con mis movimientos, ahora que estoy atada.
Me tranquilizo y salgo del baño. Camino con la poca seguridad que me queda, tengo que interpretar un papel lo que queda de la velada que, gracias a los dioses, no tarda en terminar. Llego a la sala de del trono mientras que el rey está terminando de dar un discurso de unión entre ambas naciones. Todos aplauden y yo también, todos brindan por la unión y prosperidad de todos. Me acerco en silencio hacia mis tíos, ellos me miran preocupados, pero no dicen nada. La velada termina y yo solo ruego por regresarme a mi casa.
Gunilda y Arem se despiden de sus familiares y de la misma reina para irse con nosotros. Aurora la carga su hermano mientras que salimos a los carruajes. Esperamos un poco hasta que el carruaje se posa en la entrada, bajamos hasta llegar a él. Mi tío ayuda a su esposa, a Gunilda junto con Aurora, luego entra mi prima y yo. Ahora le toca a mi primo, a Tomas, Arem y por último mi tío. El viaje transcurre en silencio, Anastasia duerme en mi hombro; Aurora durmiendo con su madre y Tomas batalla para no quedarse dormido. Llegamos a la casa y cada uno se va a sus respectivas habitaciones. Me tranco en la mía y me desvisto, me quito todo, no lo soporto y empiezo a respirar agitado y mi pecho se empieza a trancar.
"Respira profundo, Miranda. Todo va a estar bien. Tu familia te ama y te quiere." Me dice mi guardiana en mi mente.
Me siento en la cama y hago lo que me dice. Respiro profundo y me hago un ovillo en la cama, no sé en qué momento empecé a llorar y el cansancio me gana para quedarme dormida. Lo único que me calma es que ese infeliz esté muerto, que no volverá a hacerle daño a nadie más. Me siento tranquila con eso.
Me despierto temprano, es sencillo saberlo porque se escucha la campana de las seis de la mañana. Recojo el vestido del suelo y lo pongo en el diván de terciopelo naranja. Me voy al cuarto de baño y me doy una ducha rápida. El agua caliente es algo que extraño de Solaria. Salgo con mi bata de satén y me voy al armario, escojo un vestido blanco corte imperio con cinturón dorado y sin mangas. Me pongo un camisón ligero y unos pantaloncillos de tela suave. Me peino recogiéndome el cabello y poniéndome accesorios como pulseras y collares de oro. Me observo al espejo y me gusta como me veo. Me gusta mi cabello castaño, mi piel bronceada, mis ojos oscuros. Es raro sentir este tipo de cosas, no me acompleja mi cuerpo, pero tenía tiempo en que no me sentía hermosa.
Salgo de mi habitación, aún es temprano para desayunar; comemos a las ocho. Bajo las escaleras y me encuentro a mi tío hablando con un sirviente, ellos se percatan de mi presencia y el chico se va. Mi tío me mira sonriente y me hace señas para que lo siga a su despacho. Ya a dentro me pide que me siente.
—No sabía que estabas lista —él se afinca en su escritorio mirándome fijo—. Pero ya está listo
—¿De qué hablas tío? —lo miro confundida.
—Me acaban de informar que Bon Káiser fue ejecutado ayer —él me mira victorioso—. Al parecer el rey no tuvo piedad a esa basura.
—Eso es magnífico —comparto su felicidad—. ¿Cómo eso nos beneficia? Sé que para mí es un gran alivio, pero ¿para ti?
—Con él muerto y su combo en prisión. Significa que el manejo de las embarcaciones está allí afuera para ser tomado —él rodea el escritorio—. Hoy voy a estar fuera resolviendo algunos asuntos. Te necesito para lo que hablamos ayer —él saca varias bolsitas de tela—. Cada bolsa tiene cien coronas, necesitarás el dinero para que distraigas a nuestros invitados. El carruaje grande te lo dejo para que quepan todos ¿cuento contigo?
—Sí tío, por supuesto —tomo las diez bolsas. Mi tío me ayuda a ponerlas en un bolso de cuero. Él me guía hacia la salida y se va temprano. Dice que tiene que aprovechar el día.
Me voy a la sala de estar a esperar que sean las ocho para desayunar. No me separo del bolso, tengo una buena cantidad en efectivo y bien pesado dinero. Lo que hay en ese bolso simboliza cinco meses de trabajo en El Páramo y ahora lo voy a gastar casi todo. Conozco a Gunilda y ella es bastante comedida con los gastos, siempre busca optimizar todos los gastos posibles sin descuidar el esfuerzo y la calidad de las cosas. Espero que el resto de las mujeres sean así.
La hora del desayuno llega y puntual llegan mi tía acompañada de sus hijos. La familia de Gunilda llegan después de ellos. Les informo a todos que mi tío tuvo que ausentarse por asuntos laborales, Alistair comprende que tiene que comer rápido para poder alcanzar a su trabajador padre. Al terminar de desayunar, mis primos casi vuelan de la mesa para poder llegar a sus cansados trabajos. Le propongo a mi tía que nos acompañe hoy a las compras y ella se emociona y acepta. Arem no podrá acompañarnos por la mañana debido a que tiene que reunirse con la reina y los demás jefes, pero que después del medio día él se desocupa y pidió que no fueran al santuario de los dragones sin él. Acepto sus deseos y se va con nosotras y Tomas a la plaza real. Él toma otro carruaje para irse al castillo del rey.
Nos acompañan la madre de Arem, Stephan e Ingrid, ella última también se encuentra; la hermana de Gunilda, Ada y su madre la señora Dalia. También la chica que estaba hablando con Tomás ayer en la cena; también otras mujeres de la corte de la reina. Mi tía y yo tomamos el mando del grupo y empezamos a recorrer Solaria.
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