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Miranda: Guardando Las Apariencias.

Por fin entramos en aguas solarianas, el rugido de los dragones y su deslumbrante danza en los cielos espantando como maravillando por igual. Me siento en mi hogar después de tres años duros de ausencia. La reina Luna decidió que Arem y Gunilda con sus dos hijos se fueran conmigo a la casa de mis tíos por conceptos políticos. Esto ya se había discutido con anterioridad, los demás se irán al castillo del rey. Solo he estado en ese magnífico lugar una vez en el baile de coronación del rey y ahora voy a estar en su boda. No estaré en primera fila, pero al menos presenciaré un momento histórico.

 Llegamos a los muelles, se tardan en descargar no solo las pertenencias de los tripulantes, también las mercancías provenientes del reino helado de la reina. Las telas de mi prima se van directo a su taller, mientras que nosotros tomamos el carruaje a la mansión de mis tíos. La diferencia entre los castillos de los señores de El Páramo y las casas de los hombres más ricos de Solaria es abismal; mientras que los castillos tienen grandes hectáreas que los separan, nosotros los tenemos al frente. También un punto a favor a El Páramo es que para ser importante tuviste que habértelo ganado sea por combatir en una guerra o porque tu familia trabajó arduamente y el jefe de la aldea en la que pertenezcas te elevará a otro estatus. Aquí las cosas no son tan honorables o no son dignas de contar en canciones o libros de historia.

 ¿Quieres ser alguien en Solaria? ten dinero, no necesitas más. Las personas no les importa si lo ganaste siendo honesto o ladrón. Antes veía a los seres oscuros como personas desalmadas o con poca empatía; pero eso cambió, tienen su temperamento, su forma a veces brusca de hacer las cosas. Pero siempre van a valorar la palabra honesta, el trabajo arduo, y la paz. Eso último, es lo que más aprecian, fue hace como unos veinte años que El Páramo estaba en guerra; los sobrevivientes hablan de esos tiempos como los peores de su existencia, las infamias cometidas en esos años son actos que nunca se volverán a repetirse para ellos, no porque no tengan problemas con sus vecinos, sino que valoran mucho sus vidas como para perderla por problemas absurdos. Nunca he vivido la guerra, solo ha habido pocas en el reino de la luz como para concientizar a las personas que nunca deben iniciar una.

 Aurora y Tomas están alucinando por las intrincadas calles llenas de personas con poca ropa, abarrotadas de tiendas de cualquier cosa. Los edificios altísimos y señoriales, el increíble lujo que desborda las personas caminando con sus joyas más ostentosas. Hay una parte de mí que extraña esto.

—¿Por qué hace tanto calor? —se queja Tomas arremangándose su jubón.

—Estamos en el reino de la luz, aquí siempre hará calor y más entrando en verano —comento con una sonrisa—. Aquí olvídate de los abrigos, las capas, la piel. Por eso ves a la gente con poca ropa. No vas a querer usar eso con este clima.

—Me imagino que estarás feliz por usar tus vestidos sin mangas y con escotes de infarto —comenta Gunilda con una sonrisa y sosteniéndole la mano a su esposo que no mira a las mujeres que caminan con unos escotes tan sugerentes, que hay pocas que ni se tapan.

—Por supuesto, pero con todo el respeto que el señor Arem se merece —le sonrió—. Me encantará salir de compras contigo y tu hermana, por supuesto también con Ingrid.

—Ni de coña le pondrás esos vestidos a mi hermana —sentencia Arem firme.

—Miranda nos mostrará vestidos con escotes prudentes y sin mangas —lo tranquiliza su esposa—. Además ¿no pretenderás que use vestidos abrigadores con este clima?

—Te pondré bloques de hielo en las telas para que te den frío —dice Arem mirando leve la ventanilla, para mi mala fortuna pasan mujeres con unos escotes y telas tan trasparentes que se ve todo—. No está a discusión.

—Papi, yo quiero esos bloques —exclama Aurora pasándose las manos por la frente—. ¡Me estoy derritiendo!

—Estás sudando, no es lo mismo —la tranquilizo, su hermano también se empieza a asustar por lo mismo—. Solo es sudor, no se están derritiendo.

—Cuando nos vayamos nos habremos derretido por completo —exclama Arem fingiendo alarma, sus hijos se preocupan. Gunilda los intenta tranquilizar explicándole como funciona el sudor.

 El viaje en el carruaje se traduce en alarma por la ropa, alarma por el sudor, alarma por todo. Los niños empiezan a suplicar en volver a su hogar, pero sus padres los tranquiliza como también se burlan. Llegamos a la calle de las residencias lujosas, una de ellas la de mis tíos. Los chicos se asombran por las mansiones tan impresionantes e imponentes. Las verjas negras de la mansión de mis tíos se abren dejándonos pasar, recorremos el camino de grava. La imponente mansión hace acto de presencia con ellos presentes en las escaleras esperándonos.

 El carruaje se detiene y un cochero abre las puertas del carruaje, se baja de primero Arem y él nos ayuda a bajar. Tomas es el último ayudando a su hermanita a bajar.

—Bienvenidos, espero que el viaje no haya sido tan alborotado —dice mi tío acercándose a nosotros. Mis primos me atrapan en una avalancha de abrazos.

—El viaje estuvo sin contratiempos —habla Arem estrechando la mano a mi tío.

—Por favor pasen adentro, les tenemos un desayuno de bienvenida —habla mi tía invitándonos a entrar. Gunilda conversa educada con mi tía Olivia, mientras que Arem y mi tío Mario conversan animados. Mis primos me conducen a dentro de la casa hablándome de todo lo que me he perdido en los últimos tres años. En el jardín de la mansión comemos una gran comida solariana, picante y caliente como tanto amo.

 A la familia de Arem no les sirven lo picante por malas experiencias con la comida. El jardín se encuentra rodeado por los muros de la mansión con las habitaciones en el piso de arriba y la sala de estar, la biblioteca, la oficina de mi tío con una pequeña sala de reuniones en el piso de abajo mientras que, la cocina y las habitaciones del servicio se encuentra fuera de la mansión en la parte de atrás.

 Aurora y Tomas devoran su comida, los frijoles con chorizo y huevo frito estuvieron fantásticos. Ellos recorren con el permiso de mis tíos el jardín, nunca han visto flores reales y esta es una oportunidad que no pueden desaprovechar. Los adultos conversamos cosas de negocios, y como vamos con la producción; Arem y yo nos encargamos de hacerle un breve resumen de estos últimos tres años. Mi tía Olivia nos propone ir a descansar en nuestras habitaciones, esa es una oportunidad que no voy a desaprovechar. Todos subimos al segundo piso, mi prima me conduce a mi habitación, Alistair nos sigue y juntan la puerta.

—Tenemos mucho que ponernos al día —Alistair se acerca a nosotras—. Hermana, por favor prepara a nuestra prima.

 Anastasia me sienta en la cama mientras que ellos se tumban y me informan de todos los acontecimientos sociales y políticos en Solaria. Dos sirvientas entran en la habitación y acomodan mis pertenencias. Anastasia y Alistair por fin después de dos horas de chismes y críticas, me dejan descansar.

—Te quiero hermosa para las seis, fuimos cordialmente invitados al teatro del rey en su palacio —Anastasia y Alistair salen de la habitación. Yo por fin puedo dormir el resto del día, no me imaginaba lo agotador que llegó a ser ese viaje. Bueno, estoy cruzando de extremo a extremo el universo, cómodo es lo menos que voy a obtener.

 Una doncella viene a mi habitación a despertarme a las cuatro de la tarde para arreglarme para ir al teatro. Me levanto con pereza, la doncella me guía al cuarto de baño; mientras que ella prepara la tina, me voy desvistiendo. Ella me deja sola y se va a buscar los vestidos de mi agrado para más tarde. Entro en la tina y me despierto de inmediato al darme cuenta de lo caliente que está el agua; tanto tiempo en El Páramo me han acostumbrado a bañarme con hielo granulado y luego derretirlo con mis poderes. Tomo el jabón de la jabonera y me tallo el cuerpo, me doy mi tiempo de disfrutar el baño. Una vez me había quedado dormida en la tina y cuando me desperté el agua se había congelada, me enojé tanto ese día. Pude salir porque una criada escuchó mi grito de frustración y con su ayuda picando el hielo y yo con mis poderes descongelando todo.

 Salgo del cuarto de baño con una bata de satén. La doncella ha escogido cuatro vestidos de mis pertenencias, el primero lo descarto porque es mi vestido para la coronación. Tengo más para el resto de los días que dura la celebración, quise que mi prima me confeccionara, pero por cuestiones de tiempo no pudo. Así que tuve que conseguir una modista en El Páramo, Gunilda me ayudó con esa tarea. Pude conseguir a una, es la hija de uno de los consejeros de Arem, no tiene la imaginación loca de Anastasia, pero si tiene increíble dedicación con los bordados y detalles de los vestidos. Pude escoger uno azul oscuro potente y brillante. Con escote pronunciado, pero al mismo tiempo cubriéndome, cinturón dorado y con hombreras de hierro bañado en oro como las cadenas. Las mangas son telas abiertas hasta la rodilla, cumple con los requisitos de la gente de El Páramo, pero con mi rebeldía de mostrar toda la piel que quiera.

 La doncella me ayuda a vestirme y peinarme, ella cepilla mi cabellera castaña alisándola para luego hacerme una cola de pescado. Cuando termina, ella abandona la habitación sin hacer ruido. Termino de arreglarme delineando mis ojos y poniendo un labial rojo sangre. Busco en mi cajón un collar que haga juego con mi atuendo, estoy en usar un collar de zafiros y uno de diamantes. No logro decidir bien porque mi tío toca a la puerta.

—Adelante —digo levantándome del tocador, me aliso el vestido y mi tío entra en la habitación ya arreglado con una casaca de color ocre y camisa blanca como sus pantalones. Me salta a la vista que trae una caja de terciopelo rojo.

—Estás hermosa —él se acerca a mí, le doy la mano y me gira—. Espero que aceptes este regalo —él me entrega la caja y la abro, me sorprende el contenido. Un collar de ópalo, la piedra lo sujeta una cadena de plata, la piedra se lleva todo el protagonismo. También en la caja hay dos pendientes de perlas. Mi tío me ayuda a ponerme el collar y yo me pongo los pendientes.

—Está hermoso tío, muchas gracias —le digo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Gracias a ti —él sonríe—. Quiero comentarte algo —él me invita a sentarme en la cama—. No quise hacerlo delante de nuestros invitados porque son asuntos que no les competen —él se sienta conmigo y me toma de la mano—. Hace una semana apresaron a Bon Káiser —lo miro petrificada—. No es un secreto que la corona ha endurecido sus leyes y se han vuelto cero tolerantes con cualquiera. Él con otros ministros tenían el control marítimo de toda Solaria, y robaban gran parte de las ganancias y estafando a cualquiera que pudieran —él habla serio, pero noto cierta satisfacción. Yo también la siento y no la niego—. El rey los enjuiciará esta semana, se presume que los mande a la orca.

 Eso último no me gusta mucho, quiero que Stephan termine con su vida, él le hará sentir todo el dolor que me ocasionó y a otras mujeres. Que muera en la orca sería una muerte rápida y piadosa, esa escoria no merece morir así.

—Mi padre mantenía tratos comerciales con él ¿eso no nos afectaría? —pregunto pensando en los negocios de mi tío. Hemos cosechado una fortuna con las minas, ese tipo de mala imagen no la podemos atraer y más con la reina.

—Gracias a los dioses tu padre entró en razón hace tres años y cortó relaciones con él —mi tío comprende mi preocupación—. Créeme que sé que ahora no podemos tener ese tipo de publicidad, ahora la reina será la esposa del rey y con suerte, podrá darnos más poder. Tenemos que mantener buenas relaciones con la gente de El Páramo, allí está el dinero. Por eso mañana te llevarás a las esposas de los jefes y sus hijos a recorrer Solaria, te daré dos mil coronas. Lo que quieran, tú lo pagas, que la casa invita o cualquier excusa que te inventes ¿entendido?

—Sí tío, cuenta conmigo —le sonrío accediendo a cumplir sus deseos.

—Eso hago —él se levanta de la cama—. Voy a ver si Olivia y Anastasia se terminaron de alistar, busca a los Nieves y ayúdalos si necesitan algo.

 Él sale de la habitación y me pingo pensativa. Por supuesto que soy leal a mi tío y si Stephan termina matando a ese infeliz pondría fin a mi acuerdo con la reina, pero me ataría por siempre con ellos al saber que yo di la orden la muerte de Káiser, me podrían chantajear con eso y con mi propio tío al filtrar información hace unos años. Mi tío es una persona que no perdona las traiciones, vengan de quien venga. Indirectamente me condené a mi misma en un conflicto sin fin. No he filtrado nada de información en los últimos años, solo he asesorado a Arem y a su consejo en cómo funciona una mina, cómo manejar los ingresos de las ganancias y ese tipo de cosas. Cualquier duda que tengan se las explico, les explico como se vende el hierro aquí en Solaria y en otros reinos. Sus rostros al escuchar el monto que les dejaba la primera compra los dejó atónitos, veinte mil coronas es un monto considerable.

 Yo soy leal a mi familia, eso lo tengo claro. Mi familia es lo que me importa y pues claro mi propio crecimiento. Soy leal a los designios de la reina Luna, ya sea por miedo, sumisión u otro sentimiento. Tengo en orden mis lealtades, y ambas se benefician de la otra. Mi familia en incrementar sus ingresos anuales, la reina y su gente se benefician de los ingresos que le generamos. Lo importante es que ambas partes se hagan ricas mutuamente y que ninguna se ponga en conflicto entre sí.

 Me voy al tocador y me rocío un sutil perfume. Me miro al espejo y sonrío, mantener las apariencias es mi principal misión. Este camino yo lo he elegido y no puedo decir que no me ha ayudado, solo tengo que ser más consiente en quien poner mis anhelos y aspiraciones. No debo permitir ser débil o frágil en este mundo o me comerán viva.

 Salgo de mi habitación calmada y relajada, sabiendo lo que tengo que hacer y lo que puedo perder. Me encuentro en el pasillo a Gunilda con Aurora viendo unas flores en un jarrón.

—¿Te gustan las flores mi amor? —Gunilda le pregunta a su hija acercándole una rosa.

—Son hermosas —les digo por detrás, ellas se asustan y Gunilda devuelve la rosa—. Por favor tenla —le digo para que conserve la flor—. Aurora le gusta.

 Gunilda duda un momento le entrega la rosa a su hija con cuidado para que no se pinche con las espinas.

—Tenla así para que no te pinches —le dice su madre. La niña huele la flor y sonríe.

—Aquí hay mucho color —expresa la niña feliz y empieza a bailar con su flor.

—Estás hermosa —le digo a Gunilda alabado su vestido color berenjena. El escote cuadrado y con las mangas acampanadas con un cinturón plateado, le acentúan muy bien su cintura. Su cabellera negra la tiene suelta, pero peinada, tiene una coronilla de plata con incrustaciones de piedras de hielo. Aurora tiene un vestido parecido, pero de un color salmón.

—Gracias, tú también estás preciosa —ella sonríe genuina—. Supongo que estarás feliz por usar tus vestidos escotados.

—Estoy en el paraíso —exclamo extasiada—. Y me encantaría que al menos usaras uno.

—¿Y arriesgarme con Arem? —ella me mira confidente—. ¿Y con toda la familia? Aprecio mucho mi vida para eso, además. Soy madre de dos hermosos retoños, no puedo abandonar este mundo así.

—¿Mañana podemos empezar a turistear? —le tomo del brazo y recorremos la planta superior—. Mi tío me dijo que les mostrara la ciudad y que me tienen como su fiel guía turística. Ahora sí estoy acreditada, ya es oficial.

—Me encantará recorrer Solaria contigo siempre y cuando sea en la seguridad del suelo —ella me mira amenazadora y yo le doy mi palabra que no saldremos del suelo de este maravilloso y caluroso reino. Arem aparece con su hijo, se ven confidentes y apuestos. Arem se ha dejado crecer el cabello, lo tiene largo y alisado, recogido en una media coleta. Su hijo tiene su melena cuidada por la altura de los hombros. El parecido es abismal, y su unión igual.

 Aurora corre hacia su padre con rosa en mano. Arem protesta porque se pincha con la flor.

—¿Quién te dio eso? —pregunta el padre quitándole la rosa de la mano de su hija. La niña protesta, pero Arem la miro desafiante y ella se resigna a perder su rosa.

—La vio y se la di —le responde Gunilda acercándose a ellos—. Creo que hay flores que no tienen espinas.

—Sí las hay, solo hay que buscarlas —agrego para defender a Gunilda, tomo la rosa y la vuelvo a poner en el jarrón.

—Eso espero, no quiero que mi princesa se lastime —expresa Arem besando en la mejilla a su hija, la niña se anima.

—¿Les parece bajar? Así estaremos cómodos mientras que mi familia se termina de arreglar —les propongo a todos y ellos aceptan.

 Llegamos a la sal de estar, la cual se encuentra un piano de cola de color negro. Aurora se emociona y corre al piano, su madre corre tras ella y la aparta del instrumento. La niña protesta enojada.

—Aurora mírame —me pongo delante de ella, me agacho para estar a su nivel—. Si quieres tocar el piano, me tienes que pedir permiso y a tus padres igual. No puedes correr así ¿me entiendes? —la niña asiente—. Entonces hagámoslo.

 La niña se tranquiliza y les pide permiso a sus padres y a mí para tocar el instrumento. Los padres dudan por dejar que ella se acerque a algo tan caro como el piano. Ellos acceden siempre y cuando esté Aurora bajo mi supervisión. Acerco a la niña con cuidado y la siento en el banco conmigo. Levanto la tapa de las teclas y ella se sorprende al ver el instrumento. Le doy un par de consejos y le explico las notas musicales presionando cada tecla. Animo a la niña a que toque una sección de las teclas, ella realiza la acción con cuidado y determinación. Es una niña hermosa e inteligente, en serio siento lo más puro por ella y quiero que crezca siendo una gran mujer.

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