Lina: Sé Una Reina
—¿De qué hablan? —las interrogo a ambas.
—Solo queríamos asegurarnos de tu fortaleza —la señora Amira me observa tranquila—. Un hijo nunca es fácil, más en tus circunstancias. Tienes en tu vientre un heredero y sí, es tu primogénita. Por muchas reglas que ten impongan.
—¿Qué quieren de mí? —demando a la defensiva.
—Que seas la reina que estás destinada a ser —responde la señora Laila.
—Antes eras una princesa, una princesa que complacía todos los designios de tus consejeros y tu propia familia —la señora Amira me invita a sentarme, accedo a regañadientes—. Te coronaron y sigues comportándote como una princesa. No eres una princesa, eres una reina que se debe comportarse como tal y no me refiero a las clases de etiquetas o la elegancia, sino al carácter ¿te molesta que a tu hija no le den su lugar en la corte? Tú se lo das, tú pones las reglas en tu reino y que los demás se ajusten a ellas.
—Las reglas del océano...
—Tu océano, tus reglas —ella replica—. Ambas estamos en una situación complicada, pero igual tendremos a nuestros hijos.
—¿Está embarazada? —la miro atónita.
—Sí, apenas me enteré. No es fácil el camino que te espera, pero recuerda que no estás sola en esto —ella estira su mano.
—Supongo que Tristan y tú saben las reglas familiares —la señora Laila se sienta al lado de su madre—. Lo único que puedo hacer por ustedes es darle el apellido, pero su cuestión hereditaria tendrá que ir por su cuenta. Y tendrán que hablar personalmente con Kenan y Eva. No pienso hacerlo yo.
—Pero ¿si usted le da el apellido a mi hija, entonces será reconocida por la familia? —pregunto esperanzada.
—Sí solo yo lo hago, solo sería reconocida por el reino oscuro; no por el de la luz o el central —responde la señora Laila—. Por eso tienes que hablar con tus abuelos.
—¿Y qué sacarían las dos por ayudar a Lina? —la señora Aryana las mira escéptica.
—¿Tan poca fe me tienes? —replica la señora Laila sínica.
—La última vez que quiso ayudar, por poco matan a mi hijo —la señora Aryana la mira enojada.
—Pero no está en prisión —ella se defiende—. Está por ahí haciendo de las suyas, para mí fue un buen trato. La cuestión aquí es ayudar a ambos. Lina, te tienes que asegurar que tu hija nazca en la oscuridad si quieres que sea reconocida.
—¿Usted me ayudaría a entregarle a mi hija un ducado en la superficie de su reino? —le pregunto intrigada.
—¿No crees que estás pidiendo mucho? —ella replica audaz.
—En algo que tiene razón la señora Aryana, es que usted no da algo sin recibir un beneficio ¿qué es lo que realmente quiere conseguir de mí? —la miro seria.
—¿Qué me ofreces? —ella se cruza de brazos, me observa maliciosa.
—Seguirá pagando impuestos si es eso lo que quiere que quite —me recuesto en el sofá.
—Esta niña insolente —la señora Laila me mira con desprecio—. Te recuerdo que me necesitas por tu hija.
—Es cierto, la necesito. Pero usted necesita a esta niña para que sus barcos pasen sin problemas en los océanos oscuros —digo sin perder la seriedad—. Entrégueme un ducado en la costa del reino del Norte, pero lo suficientemente cerca del reino del Oeste. Usted me entrega ese ducado y yo veré que sus barcos pasen sin ningún tipo de restricciones, hasta incluso podemos llegar a un mejor acuerdo marítimo.
—Chantajeada por una niña —ella se voltea con una mueca—. De acuerdo, pero más te vale traerme una buena propuesta o si no, no hay trato.
Ella estira su mano. Yo estrecho su fría mano.
—Espero tu respuesta dentro de una semana —ella se separa y mira hacia la señora Aryana y a Atlas que lo tiene escondido entre sus faldas—. ¿Y ese niño que hace aquí?
Atlas sale del mal escondite y mira temeroso a la señora Laila. Ella se asombra por el contenido de la mente de Atlas.
—¿Dónde está Tristan? —demanda hecha una furia.
—Trabajando —la señora Aryana responde poniéndose delante de Atlas—. Dijo que estaría ocupado.
—Vaya que sí lo está —la señora Laila desaparece.
—Hay que buscar a Tristan —me levanto de inmediato.
—Laila no le hará daño a Tristan —la señora Amira se levanta—. Ve y habla con tu abuelo. Y prepara el trato para que mi hija cumpla con su palabra —la señora Amira se despide de las dos y también desaparece.
—Encárgate de Kenan y yo de mi hijo —la señora Aryana sale de la sala con Atlas. Medito un poco mis palabras y salgo de la sala también. Mis guardias están afuera.
Salgo de la casa hacia el jardín y realizo y portal hacia el palacio de mi abuelo, dos de mis guardias me siguen y dejo dicho a los otros guardias donde voy a estar. Me encuentro en el jardín dorado del palacio, escucho el ruido de las fuentes y el follaje de los árboles y plantas del lugar. Camino hasta salir del lugar e introducirme como tal en el castillo, conozco muy bien este lugar. Pasé mis primeros años de adolescencia en este lugar, no mentiré, pero sí fueron buenos años. Los sirvientes me reconocen y realizan una reverencia, ellos me indican que mi abuelo está en su biblioteca. Mal momento para venir, él cuando se encierra en su biblioteca significa que no lo puedes molestar en lo más mínimo. Prácticamente en ese lugar determina el futuro del universo.
Luego de subir varios escalones y pasar por un sinfín de guardias, al fin llego a su biblioteca. Los guardias que están custodiando la entrada, abren las puertas para mí. Supongo que mi abuelo ya sabía que venía. Entro en el lugar y mis guardias se quedan afuera del increíble salón. Un sinfín de libros con todas las vidas, todas las historias del universo, todas reunidas en un solo lugar.
—Llegas tarde —escucho la voz de mi abuelo en el piso superior del salón—. Sube, sabes que no me gusta esperar.
Me apresuro a subir los escalones hasta llegar al segundo piso. Él se encuentra sentado en un mueble lo bastante cómodo leyendo un libro de tapa verde.
—Me alegra verte —él levanta la vista del libro verde, deja el libro en una mesita que tiene al lado—. Supongo que has venido a contarme algo.
—¿No lo sabes ya? —me acerco un poco, pero no lo suficiente como para tocarlo.
—Prefiero que lo digas, a veces cuando ves tantas cosas, te cuesta un poco discernir la realidad —él me mira tranquilo.
—Estoy embarazada de Tristan y no estoy casada con él, así que mi hija nacerá siendo una bastarda ante los ojos de la familia —hablo directa, no sirve para nada ocultarle algo.
—Tienes un problema serio —él no se inmuta, nada lo hace.
—Quisiera tu ayuda —declaro honesta—. Quiero que reconozcas a mi hija, que me digas que el camino que estoy tomando es el indicado.
—Sabes muy bien que hay dos caminos y tú debes escoger cual tomar —él vuelve a tomar el libro—. Aquí hay una mujer que está siguiendo su corazón, lo hace todo bien. Pero sucede algo, entra la razón al panorama. La razón parece el camino más confiable, el más adecuado de tomar; pero también el más doloroso ¿cuál escoge la mujer?
—Su corazón —respondo temerosa.
—Entonces ¿por qué vienes a mí en busca de respuestas si ya tú la sabes? —él cuestiona intrigado.
—Solo no quiero que mi hija sufra, la sociedad será cruel con ella —lo miro suplicante.
—Admito que crear la sociedad contrajo sus ventajas y sus desventajas —él se levanta con el libro en la mano y va a una estantería a dejarlo allí—. Pero la diferencia de ellos y nosotros es que, nosotros creamos nuestras propias reglas. Mi sangre corre por tus venas y eso te hace superior a cualquier criatura que haya creado. Convivimos con ellas, pero no le debemos ninguna explicación, todo lo contrario —él regresa al mueble—. Te hice reina de los océanos porque creo que eres lo suficientemente capaz de controlar las criaturas que están a tu mando. Ya no eres la niña que busqué en el castillo de mi hijo. Eres una mujer ahora, mi heredera y lo menos que puedes hacer es actuar como tal.
—Sí abuelo —él se inclina hacia delante.
—Espero que hayas entendido —él me pide que me sienta con él—. Esa niña que tienes en tu vientre —me siento a su lado—, crecerá fuerte solo si la crías para que sea fuerte y enseñarle el camino que debe escoger.
—La señora Laila fue a verme, ella dijo que me ayudaría con mi hija si nace en la oscuridad —le confieso.
—No ha nacido y ya la reclama —mi abuelo estira su brazo y me atrae hacia él—. Supongo que aceptaste su oferta.
—¿Tenía opción? —le pregunto mirándolo a los ojos.
—No, no puedes negarte. Estás en su reino, cualquier cosa que suceda allí, es asunto de ella y Seth —él declara firme—. ¿Quieres que tu hija sea un ser oscuro?
—Quiero evitar cualquier tipo de sufrimiento y crueldad. Quiero que sea fuerte, no me importa si es central, de la luz o un ser oscuro —lo miro buscando su aceptación.
—Si te quedas con Tristan, tu hija sería un ser oscuro —él toma mi mano—. Escoge sabiamente, escoge bien; pero, sobre todo escoge por ti misma.
—Gracias —me levanto y lo miro—. ¿Le digo a la abuela Eva de mi embarazo?
—No, la agobiarías y no quiero más emociones —él se levanta.
—Sentir es bueno ¿sabes? —él se aleja por el pasillo de la biblioteca.
—A veces es mejor no tener sentimientos si tienes en tus manos el destino del universo —él se aleja de mí.
Bajo las escaleras con muchas idas en mente, pero al menos me alegra contar con el apoyo de mi abuelo o por lo menos así lo entendí. Dejo el palacio de mi abuelo para ir al mío, necesito tomar las riendas de mi reino y de mi consejo. Ahora voy a comportarme como la reina que soy.
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