Lina: Planes Sin Consultar.
Han pasado dos meses que no he visto a Tristan, no lo he ido a ver por la increíble cantidad de trabajo que he tenido. He recorrido gran parte del océano oscuro, he estado meditando en mi propuesta hacia la señora Laila y por fin hemos llegado a un acuerdo. Mi senescal no estaba muy contento que disminuyera los impuestos de los barcos del reino del norte, pero al ver que lo intercambiaría por el ducado de la frontera con el reino del Oeste. Es un ducado con una afluencia marítima interesante, tiene una economía estable y delincuencia moderada; es un ducado bastante modesto para mi hija.
No le he podido decir nada a Tristan porque esto es algo que lo estoy manejando en secreto con algunos concejales marinos y parte del gobierno de la señora Laila. La señora Laila ofreció este ducado para mantener vigilado el reino del Oeste, ella no sabe cuándo Tristan va a ser coronado como rey de las sombras, no pensó que Robert alejaría tanto a Tristan que se podría considerar que lo exilió sin ningún motivo. Lo importante es que mi hija tenga el apellido familiar y un futuro asegurado, lo demás vendrá con el tiempo.
Ya mi embarazo es bastante notorio, mi vientre empezó a crecer. Utilizo vestidos holgados, a veces túnicas para disimularlo, ya mi senescal no quiere que las personas me vean porque ya se están escuchando rumores sobre mí. Después de visitar a mi abuelo, fui a cancelar mi cortejo con Mario Greco, él es un buen amigo, fue un error haberlo aceptado como mi pretendiente. Él lo tomó bien, aunque sí lo puso triste, pero comprendió que no podía corresponderle; había culpado a mi apretada agenda —aunque mentira tampoco es— de no poder dedicarle el tiempo que se merecía. Me dijo que cuando quisiera retomar el cortejo, que le avisara. Quería decirle que nunca lo tomaría por mi embarazo y mi compromiso con Tristan.
Él y yo estamos en una situación complicada, sentía su rechazo y sé que no era para menos. Solo quiero que vuelva a confiar en mí, quiero que podamos crecer como pareja. Estoy en mi barco con mis damas y mi guardia, también con el señor Derek Stark, le había solicitado que me diseñara la sala, el comedor, el recibidor y los pasillos de la parte de arriba de la casa. No toco las habitaciones porque algunas la habitan el señor Blackwood y la señorita Hoffman, no me gusta que ambos vivan en la casa; al menos los guardias de Tristan ya no habitan su casa. Debo buscar una forma de que se vayan ambos o al menos la señorita Hoffman.
Los diseños del señor Stark son exquisitos, le había solicitado algo elegante, pero minimalista a la vez. Conozco a Tristan y sé que esas decoraciones exuberantes lo abruman. Prácticamente toda la sala se irá, las figuritas de cristal que desentonan con las diversas tonalidades de verdes, las cortinas de terciopelo rojo también se irán, las pinturas, todo. La sala se decorará con tonalidades tierra con tintes de colores cobrizos, los muebles también tendrán sus colores. Solo dos pinturas, cuando mi hija nazca, ordenaré una pintura familiar de los tres y esa irá en la sala. Tengo mucha ilusión de la casa, tiene mucho potencial que aún no ha sido explotado.
El barco se mueve a una velocidad increíble, llegamos al planeta Egil, el cual está sumergido en la oscuridad. Supongo que llegamos de la noche, veo hacia arriba y la nieve cae encima de nosotros.
—Mi señora, creo que debemos pasar desapercibidos —habla la capitana Lowell. Asiento a sus palabras y las sacerdotisas ocultan el barco. Mis guardias me escoltan hacia dentro de mi camarote. Observo desde la ventana de mi habitación la oscuridad reinante del planeta. Todo es bastante tenebroso, es abrumador no poder ver nada o sentir la oscuridad como lo harían Tristan o todos los oscuros.
Me alejo de la ventana y me voy a la cama, mi niña se encuentra moviéndose dentro de mí. La sensación es un poco extraña, aunque en el buen sentido. Ella no se queda quieta jamás, ya empieza a dar pequeñas pataditas. Por primera vez puedo sentirme feliz por tenerla dentro de mí, es encantador poder sentir esto por mi bebé. Pensaba que nunca sentiría amor hacia mi hija, me hace feliz poder decir que la amo.
Aún no he pensado un nombre para mi hija, he tenido tantas cosas en la mente que todavía no le he dado nombre. Aunque voy a esperar a hablar con Tristan para decidir sobre su nombre, también me espera una fuerte discusión con él por haberme ido sin avisar. Tendrá toda la razón de su enojo, estoy consciente de ello.
Me acuesto en la cama con mis manos en mi vientre, la habitación está en una completa oscuridad, solo hay una lámpara con un fuego tenue y controlado. Cierro los ojos a la espera de atracar en la costa e irme a la casa de Tristan. Mi sueño es placentero, la suavidad de la cama me envuelve. Sin embargo, me veo en la necesidad de levantarme. Desde que me convertí en reina del océano, no solo soy su soberana, también siento cada perturbación, cada criatura que habita en mi reino. Salgo de la habitación y me encuentro a mis guardias, ellos me guían hacia la cubierta. Ya llegamos a la costa de la ciudad.
—Mi señora, ya llegamos —mi capitana anuncia—. Bajaremos las cosas y las camuflaremos —accedo a su plan.
Una gran diferencia cuando viajo es que todo lo mantengo bajo perfil, no me gusta llegar a nuevos lugares con tanta exuberancia. Eso le da a entender a los posibles ladrones que tenemos cosas de valor, cosa que sí es cierta. Mi barco no tiene ningún tipo de ornamento, tiene las cosas puntuales que debe tener un barco; está bien armado por si se necesita huir de algún peligro. Hasta parece otro más del monto y no de una reina. Todos estos años en el mar me dieron bastantes lecciones, la primordial es mantener un bajo perfil para vivir. Solo llamo la atención cuando el momento me lo diga.
Espero paciente mientras que descargan todas las cosas que compré y tomé de mi antigua casa, como las pinturas y los muebles. El señor Stark se basó en mi antigua residencia para la decoración de la nueva. El señor Stark se irá hacia la casa de Tristan con un poder que le di para que remodele la casa, espero no tener ningún tipo de problemas con Tristan, pero yo no puedo vivir en esa casa hasta cambiarle algo.
Mis guardias me ayudan a bajar por la cubierta y un carruaje no tan llamativo me espera. Doy la orden que me lleven al capitolio de la ciudad. El clima engaña, pero es de día, aunque todo esté oscuro y nieva. El carruaje sale de los muelles y recorre la ciudad. Admito que el lugar no es muy bonito que digamos, tiene una que otras zonas buenas, pero el resto está bastante deprimente. Tristan tiene bastante trabajo que hacer para sacar a este lugar adelante. Por lo que tengo entendido, él y la reina Olena hicieron una especie de trato comercial. Eso rompe cualquier tratado que se impuso hacia su reino. Sin embargo, ese tipo de tratos son los que necesita Tristan para que le entre ingresos a sus arcas. Quiero conseguirle otro socio comercial para que abandone a Olena o al menos, que no la necesite.
Tristan tiene que darme o decirme lo que este planeta produce y así explotarlo con otros planetas. He recogido gran información de varios planetas cercanos que están buscando socios para comerciar. Y le podría facilitar los océanos para que conecten, envíe a varios emisarios para investigar a los gobernadores y sus planetas con sus finanzas. Espero que Tristan acepte esto como una especie de ayuda. Comprendo que las parejas se ayudan a crecer entre ellos y yo quiero hacer eso con Tristan, quiero que crezca conmigo. Quiero ayudarlo desde mis posibilidades.
La ciudad tiene sus puntos más decentes llegando hacia el capitolio. El edificio tiene un estilo clásico, semejante a los panteones del reino oscuro. No es bastante grande, pero al menos tiene buena presencia. El cochero abre la puerta del carro y me ayuda a bajar. Dos guardias suben conmigo al recinto gubernamental, la escalinata no es muy larga, así que llegamos rápido a la entrada. La recepción está bien decorada, largas columnas de granito, techos abovedados, y una que otra pintura en las paredes. Me acerco a la recepcionista, la cual se sorprende al verme.
—Buen día ¿Dónde se encuentra la oficina del señor Tristan Godness? —le pregunto a la chica morena.
—Buen día, en el segundo piso. En el ala izquierda al fondo —ella me responde y saca un grueso libro—. ¿Me podría firmar el libro de visitas? —ella lo abre y señala la última línea en blanco—. Es un control que se solicita a los visitantes —ella pone el tintero al lado. Cojo la pluma y firmo con mi nombre y con la inicial de mi apellido.
Firmado el libro, subo las escaleras al fondo hasta una especie de recibidor y luego otras escaleras bastante amplias. Tengo a un guardia caminando unos pasos por delante y otro por detrás. Llegamos al segundo piso y observo el amplio pasillo de oficinas. Las secretarias están trabajando hasta que se dan cuenta de nuestra presencia; camino al ala izquierda hasta la última oficina.
—¿Esta es la oficina del señor Tristan Godness? —le cuestiono a la secretaria.
—Sí ¿quién lo busca? —responde nerviosa.
—Lina Godness —le respondo con una sonrisa, ella se sorprende y se levanta. Va a tocar a la puerta de la oficina. Ella se asoma por la puerta y anuncia mi presencia.
—Dígale que entre —escucho la voz firme de Tristan. La secretaria se hace a un lado dejando que entre. Mis guardias se quedan custodiando la entrada. Entro a la oscura oficina de Tristan—. ¡¿Tienes la menor idea de la preocupación que tengo por tu desaparición?! —exclama furioso.
—Comprendo tu enojo, el cual está bien justificado —hablo tranquila, doy unos pocos pasos porque no veo casi nada—. ¿Puedes encender alguna especie de luz? —pregunto estirando mis brazos hacia alguna superficie. Tristan se acerca hacia mí y me toma de la mano. Me lleva a un mueble y me hace sentar en él.
Escucho un par de pasos y él enciende dos linternas. Una la pone en una repisa, cerca de donde estoy y la otra la pone en su escritorio, aleja los papeles y algunos libros de la linterna.
—Mejor —sonrío nerviosa, pero su mirada denota todo menos alegría—. Puedo justificar mi desaparición, pero no el hecho de no haberme reportado. Estaba en el reino oscuro resolviendo la situación hereditaria de nuestra hija.
Le explico el trato que llegué con la señora Laila, le digo que nuestra hija será reconocida siempre y cuando nazca en la oscuridad. Le digo que ella tendrá un ducado en la costa sur del reino del Norte haciendo frontera con el reino del Este y Oeste y con el reino de las Valquirias.
—No quiero enviar a nuestra hija lejos de mí siendo aún una niña —Tristan exclama molesto.
—No la alejaré, ya son tres generaciones de hijos separados de sus padres, nuestra hija no formará parte de la cuarta —sentencio decidida—. Nuestra hija la criaremos nosotros, cuando tenga una edad adecuada irá a la universidad, se preparará y luego ejercerá su cargo de duquesa de del ducado de Blacktown.
—¿Y no está mal planificar casi toda su vida de esa forma? —él cuestiona cruzado de brazos—. Me gustaría que ella explorara su vocación y si de verdad quisiera este tipo de vida.
—Comprendo, pero de la forma en la que viene al mundo no es la más propicia —lo miro triste—. Tu señora me propuso una alternativa para que nuestra hija no sufra las consecuencias de nuestros actos.
—Comprendo —él se rasca la cabeza nervioso.
—Otra cosa que quería comentarte —le extiendo la mano para que se siente—. Comprendo que hayas tenido que comercializar con Olena —él toma asiento y me mira apenado—. Quisiera que ampliaras tus socios comerciales para que no dependas de ella. Envié a varias personas a investigar a esos planetas, sus economías, sus productos y su cultura. Así para presentártelo y que vieras si hay alguna posibilidad de comercializar con ellos.
—Te agradezco que te hayas tomado el tiempo de ayudarme —él me besa la mano—. Tomaré en cuenta tus palabras, quiero primero fortalecer las relaciones con las demás ciudades antes de abrirme a otros planetas. También quiero fortalecerme militarmente antes de llamar la atención de otros planetas más grandes.
—Comprendo, para evitar una invasión o algo parecido —él asiente tranquilo—. De todos modos, voy a tener ese tipo de información por si algún momento quisieras usarla.
—Y te lo agradezco mucho —él me suelta y me mira pensativo—. ¿Te puedo consultar algo? —él se recuesta en el mueble.
—Claro dime.
—Como no estuviste estos meses, decidí llamar a nuestra hija con el nombre de Seraphine —él me mira serio, aunque también esperanzado.
—¿Por qué ese nombre? —cuestiono tranquila, es un lindo nombre.
—Me gusta. Hace tiempo había leído una novela de aventuras y la protagonista se llamaba así. Ella era fuerte, inteligente y amable. Creo que serían las características que quisiera que nuestra hija tuviera —él habla emocionado.
—Me parece un buen nombre para nuestra hija, es elegante y con significado. Me gusta —sonrío, él me abraza—. Creo que ya debo irme —me separo de Tristan—. Tengo algunas cosas que arreglar en la casa.
Me levanto y él conmigo.
—¿Qué casa? —él me mira confundido.
—La nuestra, bueno la tuya, pero con las remodelaciones que estoy realizando —le comento encogiéndome de hombros—. Pero bueno, ya me voy.
Intento salir de la oficina de Tristan y él me sostiene por el brazo.
—¿Qué hiciste en la casa? —él cuestiona con una mirada perturbadora.
—Solo ordené que remodelaran la planta baja, pero sin tocar tu oficina y el pasillo de la planta de arriba. También que arreglaran las tuberías de la casa y que les dieran mantenimiento a los establos —respondo tranquila, aunque su rostro no denota lo mismo.
—¿Por qué hiciste eso? Eso no te correspondía —exclama enojado.
—Voy a vivir allí o al menos pasar una buena cantidad de tiempo allí, quiero vivir cómoda y es una ayuda para ti —lo miro comprensiva—. Te pido que lo aceptes, esa va hacer la casa de nuestra hija y tal vez en un futuro de los otros —él me mira enojado—. Míralo de esta forma, cuando pasen unos quince años y haya que volver a arreglar otra cosa, lo harías tú.
—Pudiste consultar que harías ese tipo de cosas —se le suaviza un poco el rostro—. Bueno no consultaste conmigo lo de nuestra hija, menos lo de la casa.
Él me suelta y se va a su escritorio.
—Solo te pido que las cosas que estaban en la casa, que las guardes —él se sienta en su silla—. Y ya hice el trabajo de las tuberías, ya ese trabajo está listo. Y también el cuarto de Seraphine.
—¿Qué hiciste con el cuarto de la niña? —me acerco molesta.
—Que ya decoré su habitación, quedó hermosa —él me mira prepotente.
—Yo iba a decorar el cuarto de nuestra hija —lo miro enojada.
—Para evitarnos futuras confrontaciones, lo mejor es consultar con el otro los planes que tengamos en mente antes de llevarlos a cabo —él me mira sínico.
—Me parece bien —respondo molesta. Me volteo y salgo de su oficina. Bajamos las escaleras del capitolio y salgo por la puerta. El frío azota mi rostro, pero no me importa, bajo la escalinata y me subo al carruaje. Doy la orden de llevarme a la casa.
El clima empeora como mi mal humor.
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