Atlas: Sueños Que Se Vuelven Una Pesadilla.
Si vuelves a pisar un pie en mi castillo, te mueres.
Eres el responsable de mi fracaso con tu padre, eres una basura como él y odio que tú seas mi hijo.
Si vuelves a pisar un pie en mi castillo, te mueres.
Eres el responsable de mi fracaso con tu padre, eres una basura como él y odio que tú seas mi hijo.
Si vuelves a pisar un pie en mi castillo, te mueres.
Eres el responsable de mi fracaso con tu padre, eres una basura como él y odio que tú seas mi hijo.
¿Se supone que debo sentir algo por ellos? Solo quería una familia como la de Seraphine, solo quería sentir que pertenezco a algún sitio. Pensé que mi padre me querría, que estaría con él; no buscaba el trono, eso me da igual. Veo al señor Tristan perder la cabeza con el planeta que gobierna, veo a la señora Lina estresada cuando le traen malas noticias sobre su reino. Gracias a ellos me quitaron cualquier razón para gobernar. Mi padre no lo vio así y solo vio a al hijo de su ex amante buscando algún favor político. Mi madre solo ve al hijo de su ex amante que la abandonó por supuesta infidelidad. Ella me culpa por algo que no hice, nací por sus acciones, no porque lo haya pedido.
El señor Tristan le dijo a Lucian que los niños nacen por el amor de sus padres. Se lo dijo desde su experiencia porque no siempre los niños nacen por amor. Pueden nacer por actos de egoísmo, por equivocación, por odio, por una violación. Hay madres que abortan a sus hijos porque no se sienten capaces para darles el amor y la atención que requieren; desde mi experiencia, ese el gesto más amoroso que le puedes hacer a un niño. Porque no quieres pasar el resto de tu vida preguntándote que hiciste mal para que tus padres no te quieran. No entiendo por qué mi madre no me abortó, sería el gesto de amor más puro que me daría; pero ella es carente de amor.
El señor Tristan y su esposa han hecho un gran esfuerzo para tratarme como un hijo más de su familia. Ellos me han brindado el amor que mis padres no quisieron darme. El señor Tristan me involucra en sus asuntos políticos como aprendiz, él me enseña de filosofía, de sociología y de economía. Cada semana me da un libro diferente con un problema social y cómo desde mi punto de vista lo resolvería. El señor Tristan es un erudito por excelencia, ahora quiere que todos sus hijos lo sean. Él me impulsó a perseguir una carrera universitaria, me iré dentro de cuatro meses a estudiar ciencias políticas y derecho, algo que Seraphine rechaza por completo.
—No me puedes dejar —protesta sentada en una banca de madera mientras que yo apilo el heno de los caballos—. ¿Quién será ahora mi fiel amigo?
—Tienes a Lucian y a tu amiga de El Páramo ¿qué más quieres? —pregunto afincando la pala en el suelo—. Solo lo dices por mis cuernos.
—No metas a los niños en esto —ella me mira fijo a mis largos cuernos, algunos cuernos se enrollan y otros solo se mantienen firmes y rectos. A nivel estético se ven mejor rectos, pero para dormir es un dolor de cabeza. Tengo que dormir al contrario de la cama para no chocar y rallar el cabezal de la cama—. Lucian siempre está con mi madre y Aurora creo que se irá a la ciudad escarlata a estudiar danza.
—¿Y por qué no te vas a la ciudad escarlata? Estarás con tu amiga y conmigo —propongo dejando la pala en el cuarto de las herramientas.
—Aún no puedo, no tengo la edad; me faltan dos años —ella protesta triste. Los dos salimos de las caballerizas y nos vamos a la casa—. Mi padre dice que los actos de amor es querer la felicidad de la otra persona, incluso sacrificando tus propios deseos. Pero yo escojo ser egoísta.
—¿Y así honras a las sabias palabras de tu padre? —cuestiono entrando a la casa—. ¿Qué diría de ti?
—Que soy un caso perdido, pero ese no es el caso —exclama siguiéndome piso arriba—. El caso es que te quedes conmigo, al menos dos años y así ir juntos a la universidad.
—Son solo dos años, me alcanzarás luego —digo entrando a mi habitación y Seraphine se mete a la fuerza y se acuesta en la cama—. Salte, me tengo que duchar.
—Hazlo, te doy permiso —dice acostada de lado—. Ya te he visto desnudo Atlas ¿cuál es la pena?
—No es eso, es privacidad. Un derecho que todos poseemos —digo halándola de los pies ella protesta. Ya en el suelo la cargo y la saco de mi habitación.
—¡Eso es muy grosero de tu parte! —grita a través de la puerta—. Le diré a mi padre que me lastimaste.
—¡Haz lo que quieras! —grito desnudándome y lanzo la ropa al cesto de ropa sucia. Me voy al cuarto de baño a quitarme este mal olor. El agua recorre la superficie de la tina mientras que analizo como entrar, actualmente mido un metro noventa. Ya rebasé al señor Tristan por unos quince centímetros y ya me falta poco para alcanzar al señor Cedric. Me meto en la tina sentado, porque estirarme sería un desastre.
Cierro el grifo y con una taza me baño, tallo mi cuerpo con un jabón y mi cabellera la lavo con un líquido espumoso con olor a flores. El cabello lo tengo por la altura del pecho, no me lo he cortado porque me gusta tenerlo así, además a Seraphine le encanta trenzármelo. Me quito todo con el agua y salgo de la tina. Me agacho en la puerta porque choco con mis cuernos, con ellos mido dos metros y diez centímetros. Seraphine casi me llega por la altura de los pectorales, su pequeña estatura me resulta tierna.
Me visto con unos pantalones y una camisa, aún es temprano para que el señor Tristan llegue del trabajo y su esposa tiene dos meses que no viene. Seraphine se enoja con su madre por llevarse a Lucian a sus viajes y a ella no. Seraphine puede estar bajo el agua sin respirar, pero su hermanito si puede convertirse en un tritón, controlar el agua y por encima, fue un niño nacido dentro del matrimonio. Lucian es el heredero de la madre de Seraphine y eso le enoja. La conozco a la perfección que siente celos de su hermano, pero lo quiere a su forma. Seraphine pasa tiempo con su padre, él le enseña cómo gobernar, pero ella quiere más, quiere ser tratada como la princesa que es.
Ella lidia por atención y yo solo lidio con la idea de ¿qué voy a trabajar? Tengo un apellido que no me abre las puertas como muchos piensan. Cuando vaya a la universidad, con suerte consiga un trabajo en una oficina pública o no sé. Yo no tengo ducado, no tengo títulos, no tengo nada que llamar mío. Cuando era niño, el futuro no me asustaba porque creía que mi familia me buscaría y me iría con ellos, pero ahora tengo el futuro respirándome en la nuca. No quiero conformarme con migajas, quiero, aunque sea tener una parcela de tierra y trabajarla, quiero ser alguien importante, pero nunca un rey, eso lo tengo claro. Quisiera las mismas oportunidades que tiene Seraphine, pero no tengo una madre poderosa que negocia con los mismos dioses para hacerle un lugar a su hija.
El señor Tristan me ha dicho para que trabaje con él, que le vendría bien una mano. Conformismo. Pero ¿tengo opción? Trabajar por unos largos años hasta reunir dinero ¿y luego qué? ¿me caso, tengo hijos? Por un momento busqué a mi familia por parte materna, resulta que tengo nueve hermanos, los cuales dos murieron hace siglos. Las sombras del señor Tristan me hablaron de ellos y yo busqué información en el castillo del señor Cosmo. Me traje el libro que hablan sobre ellos, la señora Aryana me lo regaló; ella es buena. Es lo más cercano que he podido sentir de una madre. Ella me lleva junto a Seraphine a su palacio para pasar tiempo juntos. Ella me ha enseñado tanto, solo quisiera que ella fuera mi familia, quisiera que mi verdadera familia me quisiera.
Tengo dieciocho años recién cumplidos y no he conocido a nadie que tenga mi sangre o que sea de mi especie. Tengo altos sueños, pero la realidad golpea fuerte. Me voy a la cama a pensar en mis posibilidades, ir a estudiar, graduarme y tener un trabajo promedio.
—¿Ya puedo entrar? —pregunta Seraphine a través de la puerta. Suspiro resignado y la invito entrar. Ella abre la puerta entrando con su guardián, cierra la puerta y ambos corren a la cama—. ¿Ya pensaste en mi propuesta?
—¿Cuál propuesta? —pregunto cansado.
—En la que te quedas conmigo y me haces compañía por dos años —dice acomodándose a mi lado—. Es una buena propuesta.
—¿Y qué gano por eso? —pregunto atrayéndola hacia mi pecho. Los dos estamos acostados de forma opuesta al cabezal.
—¡A mí! ¿Qué mejor premio hay? —pregunta enérgica.
—Ya tu padre y yo tenemos un acuerdo, lo siento —digo tomándole un mechón de pelo blanco con mi dedo.
—Mi padre no tiene buenos tratos —ella afirma abrazándome—. Espera dos años y luego de terminar y graduarnos, te vienes conmigo a mi ducado y me ayudas a gobernarlo. Algo así como mi duque.
—No soy un duque —le aclaro mientras que su nutria intenta meterse por debajo de las sábanas.
—Te casas conmigo y te vuelves duque, es sencillo, solo tienes que amarme —dice con una sonrisa.
—No quiero casarme con alguien solo para ascender políticamente hablando —niego serio—. Quiero ser alguien importante por mis méritos.
—¡Bueno! Casarte con una duquesa es algo importante —ella se levanta y me mira intentando convencerme.
—Creo que tenemos distintos tipos conceptos de importante —la miro cansado—. Seraphine, no insistas. No me voy a casar contigo. Ni siquiera tu madre lo aprobaría.
—Ella nunca está para decidir con quién debo casarme —ella protesta con los brazos cruzados—. No te preocupes por nuestros padres, ellos lo aceptarán.
—Seraphine, disfruto hablar contigo, pero estoy cansado —me levanto y hago de lado las sábanas, Victor me mira asustado por ver sus intenciones de dormir en mi cama.
—Es un buen plan —ella se hace un lado para meterse por debajo de las sábanas—. Solo tienes que amarme.
—El amor no surge así —digo ya adentro de mi cama—. Y no me voy a casar contigo, eres como una hermana para mí.
—¿Y eso qué? ¿acaso no has visto a mi familia? El incesto no los ha detenido —ella me mira insistente. La ignoro y me acuesto en dirección contraria de la cabecera. Seraphine me sigue y duerme en mi pecho.
Ella se queda dormida y yo solo pienso. Pienso en mi futuro conformista, ya cumplí dieciocho y legalmente hablando ya soy un hombre, ya el señor Tristan no tiene por qué mantenerme; no tiene por qué cuidarme. Cuando termine la carrera, estaré solo en el mundo, bueno, siempre he estado solo. Pienso en la vida militar, no soy un hombre de guerras, soy bueno en el combate. El señor Cosmo me ofreció enlistarme en su ejército, sería una buena oportunidad. Primero estudio y luego me enlisto, estaría cerca de la señora Aryana, tendría un buen trabajo y es algo que me entusiasma más que ser un servidor público, aunque es casi lo mismo, pero desde otro punto de vista.
Quería quedarme dormido, pero mis pensamientos no me dejaron. Ya oscureció y el señor Tristan ya debe venir, hago a un lado a Seraphine y salgo de la habitación sin hacer mucho ruido. Desposar a Seraphine es una idea que no me agrada, la quiero y es alguien importante en mi vida, pero ella la veo más como una hermana menor que a la mujer que se supone que se convertirá. Además, no tengo nada que ofrecerle y no quiero hacer lo mismo que hizo el señor Tristan. Él tiene un planeta que a un ritmo lento se va levantando económicamente, pero igual no es suficiente para las personas cercanas a su esposa. Ese incesante sentimiento de querer darle todo a tu esposa y no poder es frustrante. Y no va importar cuanto me esfuerce para superarme, siempre seré el infeliz que se aprovecha de la hija rica de sus guardianes. Solo estaría con Seraphine si lograse tener, aunque sea una finca para ofrecerle.
Bajo los escalones y recorro la planta baja para ver si llegó el señor Tristan, pero no ha llegado. Me voy a la sala de estar a pasar el rato, sería grato jugar una partida de ajedrez, pero estoy yo solo. El señor Cedric se fue hace cuatro años de la casa, se casó con la hija del ministro Barnes, ahora tiene una hija y una casa no muy lejos de aquí. La boda fue en la finca que construyeron la pareja, la señora Alicent maneja la finca y los cultivos del vino y otros productos alcohólicos. Seraphine se veía bonita con su vestido de flores con listones de color azul cielo.
Me acerco al tablero del juego y pienso cómo ganarle al señor Tristan, él dice que no posee los poderes de su padre, pero siempre logra anticipar mis movimientos. Es frustrante. Escucho la puerta de la casa abrirse y escucho varias voces, incluidas la del señor Tristan. Las puertas de la sala se abren y el señor Tristan se encuentra acompañado de dos hombres, uno lo conozco; el mensajero de la reina Olena y otro hombre con unos cuernos más cortos que los míos.
—¿Qué sucede? —pregunto levantándome, los tres entran en la sala y el señor Tristan cierra las puertas.
—¿Cuántos años tienes? —pregunta el hombre de cuernos.
—¿Quién eres? —replico a la defensiva, su mirada me analiza por completo. Hay algo en su rostro que me resulta familiar.
—Soy el sexto hijo de la reina Olena Dumont, y al parecer tu hermano —dice el hombre con cuernos, lo miro impactado y busco al señor Tristan que me mira nervioso—. Me llamo Maegor Dumont.
—¿Qué sucede exactamente? —pregunto aterrado.
—Vendrás conmigo por órdenes de nuestra madre —responde Maegor con las manos en su espalda—. Estarás ahora bajo mi cuidado en mis tierras.
—Pero ¿Por qué la reina quisiera algo así? —pregunto desconfiado, ella ha dejado claro que yo no soy alguien grato en su corte o reino; y estoy diciéndolo amable.
—Porque lo solicité —responde mi hermano sin emoción—. Ya el señor Godness fue notificado y desde ahora tú estás bajo mi tutela. Empaca tus cosas y vámonos.
—Pero ¿al menos tengo opinión? —pregunto molesto—. ¿Qué voy a hacer contigo?
—Estarás bajo mi tutela, te daré el trato que mereces al poseer la sangre de mi madre. Vivirás en mi castillo y te enlistarás en mis filas, y si logras cumplir con mis expectativas. Te daré un puesto en mi consejo —dice mirándome serio, no se inmuta. No tiene algún indicio de encontrar a un hermano que no ha visto y ni oído.
—¿Por qué vienes ahora? —pregunto ¿acaso los demás no saben de mi existencia?
—Porque supe de tu existencia hace cinco días —él responde sentándose en el mueble—. Baltazar me habló de ti y luego hablé con nuestra madre y me dijo que podía hacer lo que quisiera. Y lo que quiero es que estés conmigo, con tu gente. Y respecto a tu opinión, no. No tienes opinión ni opción, vienes conmigo ahora por las buenas o por las malas y créeme que será peor para ti.
—Señor... —miro al señor Tristan y él me mira apenado.
—¿Aunque sea podré visitarlo? Atlas es como un hijo para mi familia y queremos asegurarnos de su bienestar —pregunta poniéndose a mi lado.
—Una vez por año, solo por un día —responde Maegor inflexivo—. Recoge tus cosas ahora mismo.
Miro al señor Tristan y asiente. Yo salgo furioso de la sala, mi madre no le importo ni una mierda; viene cualquiera y le dice para cuidarme y ella sin importarle. Mis esperanzas de estar en una familia amorosa se han muerto, mi hermano se enteró de mi existencia por un mensajero, no le importo a nadie.
—¿Atlas? —pregunta Seraphine desde arriba de la escalera—. ¿Qué sucede?
—Me voy de aquí —exclamo subiendo las escaleras furioso, ella me sigue con su guardián.
—¿Por qué? ¿qué sucede? —pregunta entrando a mi habitación, ella me toma de las manos y hace que la mire—. Respira profundo y dime qué pasa.
Me calmo y le cuento lo que acaba de suceder, ella empieza a llorar y me abraza.
—¡No quiero que te vayas! —exclama en llanto—. Tú no, tú no.
—Créeme que ahora tu propuesta suena maravillosa —la abrazo mientras que la consuelo.
—¡Voy a hablar con mi padre! Él va solucionar esto —ella me suelta y sale corriendo. Como quisiera tener su optimismo, pero eso no entra en mi vida.
Recojo toda mi ropa y le solicito a las sombras un baúl para guardarla, busco los libros que creo que me ayudarían, como de filosofía, uno del arte de la guerra y el libro familiar que me regaló la señora Aryana. Ese libro representaba lo más cercano que estaría de mi familia, ahora un sueño se está volviendo una pesadilla. Guardo todo en el baúl y observo mi habitación, es un cuarto sencillo, no tiene mucha decoración. Solo un librero y un escritorio. Tomo la espada que me regaló el señor Tristan y la señora Aryana en mi cumpleaños número diez. La introduzco en un bolso hechizado.
Seraphine irrumpe en mi habitación y se aferra a mi pierna. Su padre está en el umbral llamándola.
—¡Atlas no se va a ir! —exclama aferrada mientras llora desconsolada—. No me va a dejar.
—Hija, por favor no lo hagas más difícil —le suplica su padre, él me mira derrotado—. Hijo créeme que hice todo lo que pude para oponerme.
—¡No fue suficiente! —exclama Seraphine furiosa. El señor Tristan se hace a un lado y entra dos de sus guardias y recogen mi baúl. Seraphine protesta y su padre entra y la quita de mis piernas.
—Volveré y cumpliré con nuestro trato, lo prometo —le digo a Seraphine dejándola llorando en la habitación. Bajo las escaleras y sus gritos destrozan las ventanas y mi corazón. Maegor y Baltazar me guían a unos caballos anormales, tienen materia oscura desprendiendo de ellos, sus miradas proyectan los temores de cualquiera. Caballos espectrales, nunca he visto uno. Montan mi baúl a uno de ellos y me subo a ese. Maegor da la vuelta al caballo y los demás lo siguen. Se abre un portal a un mundo que no he pisado en años y el cual no tengo buenos recuerdos.
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