🦋Cap1: Una reina nostálgica
Su nombre, Levic, uno que hacía años no escuchaba. Mis manos se aferran al trono de oro y narcisos tallados mientras mi rostro se mantiene indiferente. Desde hacía años no sabía de él, incluso si lo buscaba hasta en el fin del mundo. Lo busqué por todos lados, incluso mandé clones míos fuera de la barrera a por él, el ultimo recuerdo de mi Lewis.
—¿Levic? Un nombre bastante curioso —le respondo deteniendo en mi interior la explosión de sensaciones que causa, la nostalgia que desata escuchar algo tan preciado para mí y para Lewis.
Una fusión de nuestros nombres, algo que deseé toda mi juventud y el final de mi infancia.
—Así es, fue el nombre que me concibió el duque Walker cuando me creó. Solamente llevo unos pocos meses activo —me responde el hombre de los ojos esmeraldas, ¿o debería decir, marioneta?
—Le aceptaré, las recomendaciones de Walker nunca han fallado —sentencio levantándome de mi asiento, aumentando la distancia entre el nivel de nuestras cabezas—. He terminado las audiencias por hoy.
Lo dejo ahí, no puedo dar un paso en falso, no puedo lanzarme, podría no ser él. Aun así, mataré a Walker por usar ese preciado nombre. Nadie puede llamarse así, debí poner esa ley.
Mi habitación, una mezcla de recuerdos coloridos en blanco, negro y rojo. Los tres colores que han movido mi vida. El lado cálido de la habitación lo pone mi amado Rudolf, aunque sus pertenencias nunca han sido muchas, es muy desapegado de lo material.
Una de mis sirvientas cambia mis atuendos con cuidado mientras mi mente viaja por el pasado. Ese pasado donde toqué el violín por última vez para ella, cuando nos vimos por última vez antes de que muriese en el parto.
—Sal de la habitación —le digo a la dama de compañía.
—Sí, su gracia —responde ella para abandonar el cuarto.
Años de autocontrol, años siendo quien gobierna todo este oscuro lugar. Años reinando sin los demás Roosevelt...
Me acerco a uno de los jarrones llenos de flores negras puestas de esta mañana y lo lanzo al suelo dejando un grito de molestia e ira, uno que sale desde mi interior. ¡Se siente mejor, me hace sentir más ligera así que tomo la mesa y la lanzo también!
—¡Maldita Lewis, muérete, muere una y mil veces! —grito para terminar cubriendo mis oídos y dejar todo en un silencio sepulcral. Su alma no me responderá, los difuntos no hablan.
Siento unos toques en la puerta, unos que hacen que limpie rápidamente mis lágrimas y acomode mi cabello borrando toda huella de mi inestabilidad.
—Mamá —dice esa voz juvenil, dice esa voz tan parecida a la de Rudolf y a la vez menos dura.
"Llevas todo demasiado lejos, détente..."
Eso me dijo mi esposo... por suerte para mí, lo olvidó tras completar el ciclo de su maldición.
—Ya voy. —Me termino de arreglar con un maquillaje perfecto, cabellos trenzados y uno de mis vestidos rojos.
Abro la puerta sin dejar ver mi desorden, simplemente salgo y observo a la niña llena de barro delante de mí. Sus orejas están sucias, sus cabellos largos hasta la cintura regados, a pesar del lazo rosado que lo recoge, y sus ropas hechas un desorden.
—Te dije que no salieras del castillo, Dantalia —digo molesta y con un tono de hielo.
Ella se ríe nerviosa y junta sus manos en el rostro antes de pedir perdón. Solo tiene doce años, fuera de eso, es una niña muy activa, he tratado de no poner responsabilidades en sus hombros para que no sea como nosotros. Ni siquiera es una Roosevelt completa, solo una mezcla de mi poder con la línea de Rudolf.
—Estaba con papá, nada malo nos iba a pasar —responde ella abrazándome y llenando mi ropa de la misma suciedad.
Respiro profundo ante el desastre, cuento hasta mil, ha arruinado mi imagen.
—Tu padre apenas tiene quince años, no es muy diferente de otro niño —le contesto jalando su oreja—: vamos a bañarte.
—¡Ay, ay, mamá, duele, suelta, suelta, son sensibles! —dice ella entre quejidos y aguantando mi muñeca con su mano mientras saca las garras y colmillos unos qué aun no hacen daño.
—Muévete, desastre —le comento arrastrándola al baño para meterla a la bañera, retirando su ropa y comenzando a lavar sus cabellos castaños. No sacó nada mío, solo mi tono de piel en extremo pálido para ser una loba.
Incluso el lacio de nuestros cabellos no está, es solamente el volumen de los de Rudolf.
—Papá y yo nos divertíamos —susurra ella mientras lleno de espuma su cuerpo y lo lavo. No entiendo como él logró hacer que ella mantuviese esta inocencia y sonrisa aun siendo un niño nacido en la época de guerra. Supongo que es la magia de Rudolf.
—Escúchame, Dantalia. Muchas personas nos odian y otras darían tu cabeza, la de tu hermana, la de tu padre o la mía para la iglesia y tratar de salir de la barrera. Que todo termine —le comento dejando una caricia en su cabecita—. Rudolf es fuerte, pero ahora mismo su maldición lo forzó a volver a nacer... No es tan fuerte como cuando eras más pequeña, amor mío.
—Papá sigue siendo fuerte, muchísimo —dice emocionada, ama a su padre. No puedo decir que no la entienda.
—Tienes razón, aun así, cuídense más —pongo el meñique delante de ella, haciendo que enredé el suyo con el mío—: ¿lo harías por mamá?
Ni siquiera duda y me lo promete, desgraciadamente, esta pequeña volverá a huir a jugar. Debo vigilarla más, esos ojos como piedras de ámbar no nacieron para estar presos. ¿Por eso intentaste irte de mi lado en tu cumpleaños número veinte, Rudolf? Aunque también pudo ser porque yo fui demasiado cruel con esas masacres...
—Mamá —dice ella cuando todo queda en silencio—. Yo algún día, me gustaría ver como son los humanos, los libros del abuelo Lewelyn dicen cosas muy interesantes de ellos.
—No, los humanos son peligrosos, Dantalia —contesto tajante, cortando la conversación de raíz.
—Lo siento, no... lo diré más —responde ella agachando su cabeza.
El resto de su baño transcurre en conversaciones sobre su día, sus clases y actividades que tratan de domar a esta pequeña loba y convertirla en una perfecta dama. Sin embargo, su naturaleza le hace que sea muy complicado qué desarrolle modales. Si se quiere ir tal como su hermana mayor... Que lo haga...
No, no, no, no puedo perder a Dantalia también. Abrazo su cuerpo al mío mientras la seco con la toalla, dejándola envuelta y manteniendo en mis asfixiantes brazos a mi pequeña.
—Mami, estoy bien, tranquila, me falta el aire —dice ella abrazándome de vuelta y logrando que afloje un poco, solo un poco.
—No te pongas en peligro, nunca —le comento separando mi rostro y mirando su cara, ahora limpia. Desgraciadamente, de ella solo obtengo respuestas sin garantía.
—Queda menos de un año para que se rompa la barrera de la diosa Valencia —comenta Levic sacándome de mi trance momentáneo.
Nos encontramos en la sala del consejo, organizando nuestras posibles soluciones a la inminente aniquilación. Los ciudadanos creen que pueden vencer a los humanos fácilmente, ellos profesan la superioridad de las criaturas. Desgraciadamente, he comprobado en mi gemela que los humanos pueden ser peligrosos. Esa humana era mucho más fuerte que la mayoría de las criaturas que conozco, solo por su cabeza y desconfianza.
—Lo sé, es el nuevo consejero, ¿qué propone usted? —comento fingiendo siempre haber estado aquí, como si su presencia no causase incertidumbre. Uno puede sentir lo que quiera, sin embargo, no todo debe ser mostrado.
Por suerte, nos separa la mesa tallada con la forma de un narciso de cinco puntas, tal como el escudo familiar de los Roosevelt. La luz no entra a la habitación, todo está adornado con velas, las prefiero antes que la luz del Sol.
—Es un asunto que no conlleva una única solución, más bien un conjunto de factores que deben solucionarse en ese año —contesta Levic mientras nos entrega unas carpetas negras—. Empezando con este.
No somos los únicos aquí, también se encuentra Axiron; el representante de la Diosa Valencia, Shanara; la tesorera y jefa del territorio de los dragones, además de Rudolf; el Comandante militar y líder de los clanes de hombres lobos, específicamente, mi esposo y emperador.
Todos ellos, han sido piezas importantes en el juego para llegar hasta aquí, para haber sobrevivido estos dieciocho años. Solo nos falta Valencia, nuestra diosa y una vieja amiga. Por ella entendí, que Lewis no era de nuestro mundo, sino de otro llamado Tierra.
—La solución principal se basa en cazar a las personas que están en estos archivos —nos dice Levic mientras hojeamos las páginas para encontrar fichas, fichas qué van desde reyes hasta representantes de la iglesia. Esos como la monja y el cura qué nos atosigaron cuando éramos niños. Esas personas que llamamos: los bendecidos.
—Acabar con ellas no es algo sencillo —comento levantando la mirada hacia él—: si lo fuese, ya lo hubiésemos hecho antes.
Una sonrisa confiada se muestra en su rostro, una llena de superioridad qué ningún dios ni hombre le ha concebido.
—Poseo la forma de eliminar a cada uno de ellos, cada cual presenta una debilidad clara y debe ser aprovechada. Vuestro error, mi emperatriz, ha sido quedarse encerrada. ¿Ha olvidado la superioridad de las criaturas? —comenta él con esa asquerosa sonrisa.
No, este no puede ser mi sobrino. Desgraciadamente, su aura me recuerda demasiado a su madre. Esta es solo una marioneta de Walker. ¡No es mi Levic!
La mano de Rudolf toma la mía por debajo de la mesa, no dice palabras, me deja eso a mí. Fue algo que acordamos, seguiría reinando yo a pesar de habernos casado. Aun así, la calidez de su mano, de su cuerpo, siempre me calma.
—¿Por qué no están detallados en estos archivos que nos ha entregado? —digo buscando los huecos a sus ideas.
—Según tengo entendido, el último consejero fue ejecutado publicamente por ser un espía. Lo lamento, mi emperatriz, pero no confío en nadie sentado a esta mesa, solamente en usted —contesta Levic mientras mantiene su mirada en mí.
—Que interesante, tenía que ser alguien entregado por el sucio conde Walker —cometa Axiron, degradando su rango. Yo misma lo nombré duque al ayudarme a destruir a mi padre. Sin embargo, Axiron le servía a Lewelyn, por lo que no lo acepta del todo.
—No cuestiones la decisión de la emperatriz —indica Rudolf volteando a ver al metamorfo.
—No, la de nuestra reina no. Sin embargo, no es un secreto que Walker siempre ha sido defensor incansable de los humanos. ¿No ha pensado que él podría estar de parte de la iglesia y querer hundir nuestro imperio? —dice Axiron con toda la seriedad que le caracteriza y luego voltea a ver a Levic—. Dígame usted, ¿cree realmente que se puede confiar en ese brujo?
Levic sonríe como si ocultase todo, pero dejando ver una confianza extrema en sus palabras. Nadie ha levantado la voz, algo que hace aún más tensos estos pequeños choques. Descubrí que no es más peligroso el que grita, sino el que demuestra su peligro en silencio.
—No, no le pediría que confiase en nadie. Desgraciadamente, muéstrenme otra solución. Si no necesitasen ayuda, no estaría él donde los humanos arriesgando su vida para encontrar una forma de acabarlos. Les traigo la mejor. No incluye una masacre sino objetivos políticos y militares específicos. —Los ojos de Levic van a parar sobre mí, me observa como si tratase de llegar a mi alma y suelta esas palabras, las palabras que derrumban mis muros internos—. ¿No lo cree, tía Victoria?
Buenaaas 🦋 Kirara por aquí.
Espero que hayan disfrutado el capítulo, este es más para ir dando contexto porque han pasado muchas cosas. 🦋
Cualquier duda pueden preguntar aquí que les respondo sin problema, lo que algunas quizás de vueltas porque puede ser spoiler.
¿Qué creen de Levic? ¿Y de quién desconfían en esa mesa?
Sobre todo XD ¿qué les pareció la peque de Victoria y Rudolf?
Los leooooo, voten si les gustó y nos vemos en el próximo capítulo.
🦋Besos y abrazos, familia❤️
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