Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Una noche agridulce parte uno

Noche agridulce parte uno.

Capítulo treinta y uno: Confianza y presión.

—Te ves perdida—comentó Sonya mientras giraba en una de las sillas de la barra de la cocina de Sugar. La rubia se sobresaltó, tirando sin querer el plato que estaba lavando y dejándolo caer en la tarja del lavatrastres. No la había escuchado entrar, menos sentarse.

Ya era sábado, un día después del concierto, o el mismo día si se tiene en cuenta que este terminó a media noche y Enit se entretuvo al menos veinte minutos con ellos, tomándose fotos, pidiendo autógrafos e incluso bromeando. Fue un sueño para ella, y de regreso no paró de parlotear lo feliz que estaba, lo emocionada que se puso y lo maravillosos que eran ellos en persona.

Ahora estaba en la cocina, tratando de lavar platos sin pensar en cada suceso pasado con su amigo, y Con Sonya en modo detective detrás de ella.

—No estoy perdida. Estoy aquí—señaló lo obvio, recogiendo el plato y continuando su trabajo—. ¿Por qué no avisas que ya regresaste?

—Porque así no es divertido. Y me intrigas.

—¿Yo? ¿por qué?

—¿Por qué? A ver: llego a tu casa a las diez mañana, esperando verte dormida después de un concierto y con el plan de despertarte de forma dramática y obligarte a escupir todo, pero te encuentro con una señora terminando de hornear un pastel. ¡Un maldito pastel! —se escandalizó ella, sin dejar de lado el dramatismo.

—Bueno...

—No, espera a que termine, porque luego de eso, escondes el pastel y me pides que lleve en mi auto a la señora a su casa, que al parecer está muy lejos de aquí. Muy lejos. Y cuando vuelvo, sigues aquí, lavando trastes que ya están limpios y mirando a la nada como si estuvieras poseída.

—Estás exagerando.

—No, no estoy exagerando. Tú no ves las cosas desde mi perspectiva. Das miedo y quiero una explicación en este momento.

–Pero...

—Pero nada. Comienza a hablar, Bronson.

—Bueno... en primera, lo del pastel es porque mañana es el cumpleaños de Adler y va a venir en un rato para celebrarlo o algo así. Quería hacerle algo, pero soy pésima en todo lo referente a la cocina, así que le pedí ayuda a la "señora", que de hecho es Gina, quien fue mi nana hace años y volví a contactarme con ella. Me ayudó y tuve que pedirte el favor porque no tengo auto, quien la trajo no podía regresar por ella y yo tenía que quedarme a decorar el pastel. Y ahora que terminé, estoy lavando.

Sonya suspiró profundamente, tratando de guardar la calma.

—Bien, eso explica algunas cosas. Pero todavía no dices lo más importante.

—¿Y eso qué es?

—¡Tú cita de ayer!

—No era una cita —replicó Sugar, pero desvió la mirada al recordar los sucesos. Sonya resopló, pero no la presionó por el momento.

—Pues sea como sea, tu drama ese me perjudicó. Iba a ir a comprar un vestido para una fiesta y no pude porque tuve que llevar a cierta nana a su casa, lejos de aquí.

—No seas dramática. Todavía tienes tiempo. Puedes ir ahora.

—No puedo. Tengo cosas que hacer con mi mamá. Me trata de hija pródiga de la nada desde hace un tiempo y ya me tiene harta—espetó con molestia cruzando sus brazos—. Por algo vine en la mañana, para ir contigo, pero me asignaste una misión en el momento. Y como es tu culpa, te robaré una falda que combine con una blusa nueva y sexy que tengo y ya.

—Ajá. ¿por qué es tan importante?

—No lo es realmente, es la fiesta del hermano mayor de Janik y Naley, pero no voy con ellas. Cada vez se ponen más insoportables, al punto que se vuelve casi imposible rescatar algo positivo de ellas.

—¿Entonces por qué vas?

—A Segel se le metió la idea de ir a una fiesta por primera vez desde que se volvió loca tirándote pescado. Creo que ya lo sabes, pero desde entonces ella ha estado muy rara y diferente, decaída también. Pero quiere ir a una fiesta, y yo iré con ella para protegerla—comentó girando en su silla Sonya—. Anda inestable.

—Bueno, entonces lleva un vestido de los que tengas—solucionó Sugar.

—No quiero. Quiero algo nuevo y despampanante.

—¿Para qué? ¿para impresionar a Segel?—se burló, y no alcanzó a ver a Sonya, pues seguía fingiendo lavar, pero la escuchó soltar una risita atrapada en un suspiro apenado y confuso. Detalles que la distracción de Sugar no le permitió notar.

—No—respondió alargando a o—, pero capaz y, como bonus extra, me cae un chico, para variar. Tú estás teniendo más acción con Adler, con todo y tus pasos de tortuga, que yo actualmente. Y el hermano de las gemelas es guapo. Yo solo digo.

Sugar rio solo por compromiso con tono vago y desvió la mirada. Sonya resopló.

—Por dios, Sugar, qué virgen sonó esa risa. Ya atrévete a contarme qué pasó en tu cita. Suficiente de mí.

—¡Que no era una cita!

—Ajá, claro. Cuéntale a quién te crea—bufó Sonya, acomodándose bien en el banco —. Lo era, y el verte así de perdida y rara me confirma que algo pasó. Que mucho pasó. Cuéntame todo.

—No creo que sea correcto.

—Vamos Sugar, no seas nena. Yo ya lo superé, deja de chillar, no me vas a romper el corazón ni nada de eso.

—Es solo que no puedo creer que te dejara de gustar tan rápido. Parecía gustarte mucho... y temo que estés fingiendo por mí.

—No seas tonta. No estoy fingiendo nada—dijo ella mirando a todos lados —. Ya no me gusta, de verdad. ¿Por qué tan pronto? Bueno, soy una puta.

—Ja ja, muy gracioso—rodó los ojos Sugar, tomando otro plato—. Sabes que nadie lo es.

—Claro que no, pero entiendes el punto. Sí, me gustaba mucho, pero no era el único, no lo santifiques tanto. Ya, deja el drama, que la verdad se ven lindos ambos y verlos dar vueltas como idiotas alrededor de sus sentimientos es tanto frustrante como divertido. Ahora cuéntame.

Sugar suspiró, sin desear darle más vueltas al asunto. Ya tenía la mente demasiado ocupada.

–Bueno. Pero para eso te contaré lo que pasó el miércoles.

—¿qué pasó el miércoles? —preguntó Sonya con cautela.

—Bueno... puede ser que lo haya casi besado.

—¡¿Qué?!

—¡Pero no fue beso! Fue un casi beso. Y estaba borracha. Y después fingí no recordar nada.

Sonya parpadeó anonada, sin poder procesar bien la información.

—¿Que hiciste qué?

—¿Acaso estás sorda? ¡Tú fuiste la que me obligó a decirlo!

—Sí, pero no me esperaba eso.

—Pues te aguantas, porque hay más. Ayer en el concierto volví a hacerlo. Sobria.

Sonya gritó enloquecida, cayéndose del banco.

—¡Detén el puto mundo! Me dices que, ¿Lo besaste otra vez?

—¡No fue beso! En ninguna de las dos veces hubo contacto de labios.

—Pero casi.

—Pero no hubo—se defendió ella, evitando mirarla—. Es solo que... no puedo controlarme. Ya no es solo un me gusta, ahora es un "mierda, quiero besarlo y hacerle de todo".

Sonya gritó tan alto que Sugar tuvo que tapar sus oídos con sus palmas abiertas para salvar su tímpano. La chica había enloquecido, y no era para menos, pues Sugar acababa de decir con fuerza, sentimiento y suciedad lo que sentía respecto a su amigo, su ya consolidado enamoramiento que avanzaba rápido y sin preguntar. Lo difícil ya no era aceptar sus sentimientos, ahora era retenerlos. No podía evitar expresar, no sólo el cariño, si no ese algo cercano al deseo que sentía por él. Pero no era del mismo que había sentido por Jaden en su momento, o por otro chico en los días en los que se despertaban sus hormonas. Este lo sentía más puro, como si quisiera atravesar sentimientos.

Y todo eso le dijo a Sonya, a quien ya le comenzaba a tener demasiada confianza. La sentía casi como una mejor amiga, y la chica parecía ser team Sadler, al igual que Enit, ya que Sugar escuchaba emoción genuina en ella cuando le contaba sus sentimientos.

—Entiendo que puede parecer estúpido, pero... es tan difícil expresar con palabras lo que siento. Él es... maravilloso, en una palabra. Siento que me apoya en todo, con él no siento miedo y cada vez lo veo más hermoso que antes, como si me hubiera saltado detalles, como si ahora viera todo como realmente es. No resaltaba, ahora sí. Sus gestos me roban el pensamiento, me pongo cursi, simplemente me alegro con estar con él o pensar con que lo estaré. Nunca había sentido esto y me asusta.

—¿Pero por qué te asusta? ¡Si es hermoso el sentimiento! Nunca he sentido algo así por un hombre. Me siento muerta a veces, siento atracción física pero nunca esa conexión. Y tú la sientes, ¿y te da miedo? Deberías de sentirte afortunada, y más de que esa persona sea genuinamente buena.

—¡Ese es el problema! Yo... siento que me oculta cosas. Cosas que no podrías entender, que ni yo entiendo, pero lo hace. Y tuve una relación donde el error fue la poca confianza, el no ser genuinos, el no saber notar que nuestra amistad estaba en riesgo, confundir la atracción con algo más. No quiero que esto sea así. Tengo tanto miedo. Miedo de que solo sea una ilusión mis sentimientos y llegue a lastimarlo. Miedo de que él los confunda y me lastime a mí. Miedo de arriesgar lo que ya tenemos, miedo de que no sea sincero conmigo. Me mata que me tenga secretos, trato de comprenderlo, pero no puedo. No debería de ser así. Siento que no confía en mí lo suficiente como para confiarme sus secretos, y eso me da miedo. ¿Qué tal si no me considera... no sé, digna, o lo suficientemente importante? Yo le he dicho prácticamente todo de mí.

—¿Segura que todo?

Sugar abrió la boca para afirmar, pero se calló. Le había ocultado su extraño viaje, y también había detalles de su adolescencia e infancia que había omitido. Se comenzó a sentir mal, pero desvió el sentimiento de culpa.

—No es lo mismo. Lo de él puede tener relación conmigo. Lo de él es algo que me puede ayudar. Lo mío, en cambio, son cosas que no necesita saber.

—Solo te diré algo Sugar. Y es que las personas pierden mucho por el miedo, y si dejas que te impida avanzar, que te impida encontrar aquello que te hace feliz, te convertirás en una cobarde, y tú no pareces ser una cobarde. No dejes que eso pase, no te limites. Puedes tomarte el tiempo que quieras para pensar, para considerarlo, pero si decides callar por miedo a intentarlo, no serás feliz. Además, dices que tienes miedo de arruinarlo, pero, ¿tú crees que él no sentirá algo parecido si después de dos casi-besos no sea mostrado nada molesto?

<<La confianza es importante, pero no solo de un lado. Y no es solo contar secretos, es confiar, tener fe. Deberías de confiar en que, si él no te dice algo, es por una razón, y tener fe en él, sus opiniones y sus razones. Tal vez no estás lista para eso, y entonces deberías de pensar si realmente estás en la posición de exigir tanto si no das lo mismo.

Dicho esto, se despidió, le robó una manzana del frutero y se fue, olvidando la falda y dejando a Sugar con la menta más revuelta que antes. Y decidiendo, en forma muda, que Sonya no tenía ni idea de lo que decía.

°°°°°

En cuanto se fue, Sugar terminó de limpiar la cocina y subió a su cuarto a continuar su investigación. Ella no había parado en ningún momento, siempre usaba sus ratos libres, o al menos la mayoría, para investigar, pero sin mucho éxito. Había sacado unos libros de la biblioteca, se había suscrito a páginas de traducción de lenguas antiguas, un día buscó a un maestro de latín e incluso consiguió un acceso limitado al mercado negro—topándose con cosas traumáticas— para buscar información, pero se encontraba estancada. Aun cuando algunas palabras coincidían con algún latín muy antigua y lenguas de tribus perdidas encontradas al azar, estas solo eran nexos, conectivos como "de" "y" "o", o palabras como "para", "con" o "sin". Aquellas de naturaleza más elaborada parecían tener significados totalmente diferentes.

Eso era relacionado a las fotos de los libros y pergaminos. En cuando a la hoja, no había encontrado nada, y eso era porque las letras ni siquiera se distinguían. Había más movimientos plasmados que letras, pero estos se retrataban en un simbolismo extraño al cual Sugar no le veía ni pies ni cabeza. No importaba cuánto se estresara, esforzara y buscara, el resultado era el mismo: nada. Al final, se quedó dormida sobre la hoja, sentada en su escritorio lleno de libros y la pared frente a este tapizada de direcciones y páginas web tachadas y otras recién escritas, las fotos que tomó impresas a color y ralladas con marcador rojo en ciertos lugares, con sus lentes—los cuales solo usaba para leer y estudiar— colgando de la oreja.

Unas horas después, el sonido de la bocina de un carro, el timbre de su casa y un portazo abajo la despertó. Sacudió su cabeza, se talló los ojos y terminó de espabilarse mientras escuchaba movimiento en el piso de abajo.

—¡Sugar, ya llegué!—gritó Adler, y eso bastó para hacerla sobresaltar y caer de la silla, reaccionando—. ¿Estás ahí?

Sugar se levantó y dio unos giros sobre su alfombra. Se había dormido, el tiempo ya había pasado y ahora su amigo estaba abajo, mientras ella seguía apestando y tenía restos de harina en el rostro, cabello y ropa. Le avergonzaba lo mucho que había descuidado su aspecto.

—¡Sí, aquí estoy!—gritó, tratando de no sonar muy nerviosa—. No subas... me estoy cambiando.

Mentirosa.

Le dijo la voz de su cabeza mientras se quitaba la ropa corriendo y se metía a la ducha.

—¡No tardes mucho, traje videojuegos! —volvió a gritar él—. Estaremos aquí y solo soy yo, no es la reina. Ponte pijama, así vengo yo.

¡no inventes con este chico!

Sugar rio mientras lavaba su cabeza y la tallaba con tanta fuerza que le dolía, rasgando su cuero cabelludo con sus uñas. Dejó reposar el champú mientras se tallaba el resto del cuerpo.

—¡No me presiones! Una diva siempre es una diva. Pon la consola y no me distraigas.

—¿En la sala?

—¡Pues sí, niño!—gritó, junto con una exclamación extraña, pues de la rapidez había resbalado y caído sobre su trasero en el suelo—. ¡Mierda!

—¡¿Estás bien?!—exclamó Adler alarmado—. ¿Necesitas ayuda?

—¡No! No vengas, estoy bien—dijo levantándose de un salto, sobando su coxis con mudas expresiones de dolor y terminando su baño.

Salió corriendo enredada en la toalla, y se sujetó de los muebles a cada rato, pues sus sandalias estaban mojadas y seguía intentando correr con ellas. Buscó en sus cajones algo casual, pero todo estaba lleno de ropa para salir. Se maldijo por haber tirado toda su ropa de vagabundo y procedió a ponerse crema y secar su cabello. Después siguió la ropa interior, la que se ponía entre saltos mientras se lanzaba de una al suelo y buscaba sus pantuflas debajo de la cama. Las encontró y las lanzó a la cama.

—Algo casual, Sugar, no vas a ir a la corte. ¿Qué tanto haces?

—No molestes—exclamó ella ahora revolviendo su closet en busca de algo—. E-estoy en el baño.

—¿Haciendo qué?

—¡¿Pues qué se hace en el baño, genio?!—gritó exasperada y se resbaló otra vez tratando de abrirse paso en el closet, esta vez dando su cabeza en el suelo, pero protegida por pilas de ropa que al tratar de sostenerse de algo cayeron sobre ella. Se incorporó, sacando la cabeza de entre la ropa con una expresión de irritación. Largó un suspiro de fastidio y si tiró dramáticamente entre la ropa.

—Sugar, ¿segura que estás bien?—escuchó la voz de Adler subiendo las escaleras. Y ella seguía en ropa interior. Eso la alarmó y rodó hacia el fondo del closet. Ahí encontró una caja de su ropa anterior y sonriendo sacó una camisa negra muy grande con estampado de comics y encontró por el suelo un short de tela bastante cómoda color rojo, que de hecho había comprado hace poco. Se lo puso y lo fajó mientras aún estaba en el suelo y cuando Adler entró, ella estaba entre la ropa, con una calceta limpia en la cara y con Osiris a su lado sentado sobre la montaña de ropa con un brasier como sombrero. La miró y maulló con inocencia, levantando su pata y comenzando a lamerla.

—¿Qué pasó aquí?—preguntó el chico recargado en la puerta, mirándola con confusión y sorpresa.

—Eh... —titubeó viendo cómo él recorría la mirada por el cuarto, con ropa tirada frente al closet y todo el piso mojado. Hizo amago de avanzar, pero ella lo detuvo.

<<No entres—dijo levantándose de un salto—. Se me cayó un... vaso. Y ahora está debajo de la cama. Me resbalé con el agua y caí sobre la ropa, que estaba aquí porque... estaba buscando un control extra, por si no traías. Pero no encontré nada, y ya iba a bajar, pero subiste primero, así que... vamos.

Él parpadeó confundido. Sugar se sintió orgullosa de haber venido con una explicación tan pronto. Observó directamente su ropa, ladeó su cabeza sonriendo con agrado cómplice y decidió no decir nada ante su explicación vaga.

—¿Y por qué Osiris tiene un brasier en la cabeza?

Sugar se encogió de hombros y después de una risita, Adler lo aceptó.

—Bien. ¿No vas a limpiar antes?

—Eh... no. Digo, tú tienes que irte en unas horas, no desperdiciemos tiempo—respondió caminando hacia él mientras disimuladamente se limpiaba los pies en la ropa y la alfombra y tomaba sus pantuflas de la cama. Adler lo notó, pero prefirió no decir nada.

—Bajemos, que tengo que educarte en la bella cultura de los videojuegos.

—Ay, ajá. Te aviso que yo sé jugar, y bastante bien. Así que no te creas tanto—dijo ella mientras bajaban las escaleras, a lo que Adler rio.

—Bueno, admito que me sorprende que sí sepas, pero dudo mucho que me puedas ganar. Soy el campeón.

—¡Ja! Demasiado pretencioso—rodó los ojos, tirándose en el sillón con sus piernas cruzadas en posición de indio y lamiendo sus labios—. No hables tan seguro. Solía ganarle a todo aquel que me retaba. Fue hace años, pero estoy segura de que no he perdido el toque.

—Ajá, eso ya lo veremos—dijo Adler tomando los controles y prendiendo la consola. Osiris, que había bajado a su lado, se acostó en la alfombra, con su sombrero improvisado aún cubriendo sus orejas.

—¿Qué quieres jugar?

—El pre-cumpleañero elige. Yo voy a conseguir comida—le respondió y lo dejó seleccionando el juego mientras sacaba botanas y chocolates que sabía que le gustaban a él y que había comprado mientras Sonya llevaba a Gina a su casa. También sacó el pastel y el regalo que le compró.

—¡Ya está listo!

—¡Ya voy!—exclamó mientras ponía todo en una bandeja y lo llevaba a la sala, donde él ya estaba sosteniendo su control y dejaba sobre la mesa del centro el de Sugar.

—¿Qué tanto traes?

—Un paquete llamado tu regalo de cumpleaños. Hay que fingir que hoy es el día—dijo mientras se sentaba. Adler dejó el control en el sillón sobre el reposabrazos y la observó dejar todo en la mesa y sonreír—. ¡Feliz cumpleaños!

—Gracias—sonrió, mirando la bandeja y luego a ella —. Eres genial, de verdad. Y pensar que los años pasados solo me dabas un pingüino con una velita. ¿Cómo es que me conformaba con eso?

—No seas dramático. Sabes que la quieres.

—Bueno, es cierto. Pero a ti más. ¡Me compraste un pastel!—dijo con dramatismo.

—No, de hecho te hice un pastel. Mi nivel de dulzura va más allá de un pastel comprado.

—Eso es aún mejor. ¿desde cuándo sabes hacer pasteles?

—No sé. Gina me ayudó y me enseñó a hacer la mayor parte. Pero la intención y el acto es lo que cuenta, y el haberle pedido ayuda a mi nana garantiza que comas un pastel rico y no un pastel de lodo, lo que probablemente hubieras comido si lo hubiera hecho yo sola.

—Entonces debo de agradecerle. ¿Me das su número, le mando un correo o le rezo una oración? No soy de hacer altares, pero con este milagro...

—Ja, ja. ¿Así es cómo me pagas por mis esfuerzos? Esto es más de lo que he hecho antes por otra persona. Mis uñas y mi cabello se llenaron de harina—murmuró con un puchero.

—Ay, pobre niña. ¿Trabajaste mucho?—le siguió el juego acariciando su cabello.

—Deja—rio ella, empujando su mano de forma juguetona.

—Ya, está bien. Gracias por tu esfuerzo, de verdad es muy importante para mí que hagas todo esto—dijo acariciando su mejilla, ya adquiriendo seriedad, pero sin dejar de sonreír—. No debiste de haberte molestado, con estar aquí es suficiente.

—No, no digas eso o entonces habré hecho todo esto a primera hora de la mañana por nada. Disfruta tu regalo y no te hagas el tonto.

—Espera, ¿aparte hay regalo?

—Sí. Solo recuerda todo esto cuando yo cumpla años. Digo, es una idea.

—Lo tendré en cuenta—rio sin dejar de mirarla. Tomó la bolsa de chocolates y la abrió, llevando uno a su boca. Ella agarró su regalo, envuelto en papel azul, y se lo dio.

—Ten, ábrelo. Espero que te guste.

Sugar se encontraba sorpresivamente ansiosa por su reacción. Con él, quería hacer de todo, y crear situaciones especiales. Quería tener detalles especiales, y hacerlo reír. Adler rasgó el papel con cuidado y casi como un experto, quitando cuidadosamente los extremos pegados con cinta y sacando el contenido. Cuando lo hizo, una expresión de sorpresa seguida por una sonrisa amplia de felicidad decoró su rostro, y eso bastó para hacerla sonreír a ella también. Gradualmente y como si fuera en cámara lenta, Sugar lo vio saltar un poco en el sillón y ampliar sonrisa que brillaba tanto como sus ojos cristalinos.

—¿Es en serio? —dijo con incredulidad—. Es la edición especial, no lo creo.

—Exacto—sonrió Sugar, juntando sus palmas. Adler alzó su comic y comenzó a inspeccionarlo todo.

—¿Te gustó?

—¿Qué pregunta es esa? ¡claro que me gustó! Pero, ¿cómo la conseguiste?—preguntó sin poderlo creerlo todavía—. Había tratado de comprarla desde hace mucho. Pero...

—La ultima copia del país la tenía un coleccionista universitario y gruñón que se negaba a venderla—terminó la oración por él—. Lo sé. Pero me la vendió a mí.

—¿Cómo?

—Pues soy una chica, y él un chico bastante antisocial, muy aferrado al estereotipo. No fue difícil conseguir que lo hiciera. Pero mira que me debes una muy grande.

Él alzó una ceja, pero no dijo nada acerca de sus confusos pensamientos y se dedicó a revisar y admirar su regalo.

—Wow, de verdad es increíble. Gracias.

—No es nada. Extrañaba mi lado perra. Parece que puedo obtener mucho con mis encantos cuando me lo propongo.

—Dímelo a mí—murmuró con sarcasmo. Siguió mirando el comic por un rato con ojos anhelantes.

—Eh, disculpen, ¿quieren que les dé tiempo a solas?—dijo sarcástica Sugar pasando una mano por el rostro concentrado del chico.

Él le sacó la lengua y, entre risas, dejó el comic en su mochila. Mientras Sugar miraba la pantalla, Adler estiró su brazo y la tomó de los hombros para darle un gran abrazo, levantándola un poco del costado. Ella rio sorprendida, sosteniéndose de su cuello.

—Definitivamente eres de lento procesamiento—dijo dando golpecitos en su cabeza con sus puños. Él apartó su cabeza de un manotazo juguetón.

—No seas molesta y déjate querer—le espetó rodeando su cintura y apoyándola en su pecho. Se quedaron así un momento hasta que todo rastro de risa se extinguió, se acercó y, sujetando suavemente su cabeza besó su frente—. Gracias por todo. Por el pastel, el regalo y esto. Me relaja estar contigo.

Se miraron y sonrieron, diciendo sin palabras todo lo que querían transmitir. Sugar suspiró, hechizada por sus ojos verdes, y decidió desviar la atención antes de volverse loca de nuevo. No iba a permitir que sus hormonas desestabilizaran la noche.

—Buenas palabras, pero eso no hará que te deje ganar en esta cosa—espetó con una sonrisa traviesa, empuñando el control.

—¡ja! Pobre chica inocente.

—Estoy segura de que te ganaré. Tengo un don. Siempre le ganaba a Jaden—dijo ella orgullosa, y como respuesta Adler solo rodó los ojos.

—Algunas personas solo aprenden sufriendo. ¿Qué quieres perder si pierdes? —preguntó comiendo más papas y chocolates, y Sugar se preguntó por un momento cómo Adler lograba mantener un cuerpo definido y discreto si comía todo el tiempo y nunca lo había visto o escuchado hablar de ejercitarse.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a; ¿qué serías capaz de apostar por tu supuesta habilidad?

—Lo que sea.

—Bien, me parece razonable. Lo que sea será—afirmó él con una amplia sonrisa.

—Ya me asustaste.

—Tú fuiste quien comenzó. Hagamos esto; quien pierda, le deberá algo al ganador. Un favor, una situación. Claro, no debe de ser nada dañino hacia esa persona, o nada abusivo. Pero entiendes el punto, ¿o no?

—B-bueno, sí... pero no estoy segura...

—¿Ya te dio miedo?

—¡Claro que no! Yo confío en mí.

—Entonces no tienes por qué temer. Después de todo estás segura de que ganarás—la retó metiéndose más papas a la boca. Ella gruñó.

—Bien, acepto. Y prepárate para perder.

—Por supuesto. Pero tú también. A veces mucha seguridad puede ser contraproducente.

—Lo dice el señor guardaespaldas. Te juro que en el concierto nos miraban como si fuésemos las hijas del presidente, todas custodiadas.

—Eso es diferente—refutó mientras iniciaba una partida—. Yo me refiero a otra seguridad.

—Ajá, como digas—dijo ella con sarcasmo y se dedicó a mirar la pantalla y comenzar el juego que, por suerte para ella, era uno que conocía y era buena. Hasta ese momento pensó que si Adler hubiera escogido uno que ella no conociera o no jugara, hasta ahí hubiera llegado ella y su fanfarronería.

La partida les pareció eterna, y una vez que terminó el primer juego y Adler ganó, Sugar pidió la revancha. Y la siguiente vez también. Y después lo hizo Adler. Hasta que las reglas quedaron en quién ganaba más de las veinte partidas que jugarían. Después de un tiempo, Sugar saltó en el sillón.

—¡Oh sí! ¡GANÉ!

—Ganaste tres de veinte, Sugar—se rio Adler dejando el control en la mesa y mirándola fijamente—. Y solo fueron porque yo me distraje.

—Tres partidas son tres partidas. Las gané yo solita—reprochó ella—. No es mi culpa que te hayas distraído mirando mi camisa. ¿Nunca habías visto una así o qué?

—Claro que sí.

—¿Entonces?—preguntó alzando una ceja y cruzando sus brazos.

—La cuestión es que conozco demasiado bien esa en específico. Es mía.

Ella se quedó helada mientras Osiris maullaba, aún con el brasier de Sugar encima. Trató de mirar al gato en vez de a Adler, sorprendida por su declaración.

—Oh...

—Sí, exacto. Fue una buena sorpresa. Te queda mejor que a mí, y no es novedad.

—Por eso era tan grande. Rayos—masculló, sin apartar la vista del gato—. ¿Cómo llegó a mi closet?

—La dejé aquí hace meses. Pensé que ya la habías vendido o transformado en manta de gato. Pero esto me agrada más.

—Ah. Entonces no me la vuelvo a poner—bromeó y él rodó los ojos.

—Pues recuerda que gané nuestro torneo improvisado. Yo tengo el poder.

—¿Y vas a utilizarlo para eso?

—Aún no lo sé. Es una decisión muy seria—sopesó rascando su barbilla—. ¿Verdad, Osy?

Osy levantó la cabeza y emitió un pequeño ruidito afirmativo.

—Muy serio debe de ser si lo dice el gato con eso en su cabeza—se burló la rubia—. ¿Por qué no se lo quita?

—No sé. Tal vez tiene frio en las orejas—se encogió de hombros Adler—. Yo no me lo quitaría.

—¿Qué?

—¿Qué? Yo no dije nada.

—Ajá, claro—dijo con sus ojos entrecerrados y bajó del sillón—. Si ese es el caso, le compraré a Osiris un calentador de orejas, pero no usará mi brasier para eso—. se acercó a él y le quitó la prenda de las ojeras.

—Lástima, amigo—susurró Adler en su dirección, y el gato trepó a su regazo.

—Te escuché.

—Yo no dije nada.

—Voy a pretender que te creo—respondió y se levantó—. Bueno, ¿me acompañas a dejar esto arriba? Y después nos ponemos a ver algo.

—Claro—respondió encogiéndose de hombros. Se levantó sujetando a Osiris, haciendo que el gato se acomodara entre sus brazos para el viaje.

Subieron las escaleras y entraron a la habitación. El agua ya se había secado, pero la ropa y algunas cosas seguían en el suelo. Dejó el brasier en un cajón y suspiró.

—Debo de arreglar esto, quería dejarlo pero no puedo. No me gusta el desorden. ¿Crees que puedas esperar, o...?

—Sí, claro. No te preocupes por mí—respondió sentándose en su silla del escritorio, dejando a Osiris en la mesa. Osiris rascó sus ojeras, mirándolo confundido y luego siguió lamiendo su pata.

—Gracias—suspiró Sugar y se concentró en acomodar su cuarto, poniendo de fondo unas canciones de Little Mix.

Él se conformó por un momento en verla bailar y tararear mientras se movía por todo el cuarto regresando todo a su lugar, mientras Osiris en el escritorio miraba a la mesa como si estuviera leyendo la hoja sobre la que estaba parado. Después de algunas canciones Sugar se excusó y fue al depósito de lavado por un trapeador, ya que, aunque el agua se había secado, sus huellas seguían grabadas en el suelo. Ella bajó al lugar todavía tarareando sin música, con una sonrisa que no se iba. Tomó un trapeador, lo lavó y subió aun sonriendo, pero cuando llegó y vio como Adler estaba serio, dándole la espalda y con la vista en el escritorio, esta sonrisa se deformó hasta adaptar una expresión de miedo cuando sus ojos pudieron enfocar lo que tenía en sus manos.

En un puño traía varias fotos impresas arrugadas y arrancadas de la pared, y en la otra sostenía de una esquina la hoja blanca llena de jeroglíficos que Sugar había tomado de su cuarto. Se giró al sentir su presencia y la miró. Sus ojos estaban oscuros, sus hombros abajo y respiraba tan profundamente que Sugar podía ver cada músculo trabajando en el proceso. Su expresión era contenida y la energía que emanaba casi hizo temblar a Sugar.

—Sugar—habló con calma mientras ella se estremecía en la puerta. Daba pasos lentos hacia ella, sosteniendo la hoja—. ¿Por qué tienes esto tú?

—Yo...—comenzó a tartamudear ella, retrocediendo hasta pegar en el marco—. Es mío.

Él emitió una risa ruidosa y cínica que le erizó los vellos de la piel, negando con su cabeza mientras miraba al suelo. Cuando la miró de nuevo, traía una extraña molestia.

—¿Es en serio?—preguntó casi con incredulidad, con su voz calmada—.Yo sé qué es, y sé que es mío, no es necesario mentir. Lo que quiero saber es por qué lo tienes tú. No recuerdo habértelo dado.

—Pues.... Ahora es mío. Lo tengo yo—dijo ella, y se arrepintió en el momento en el que lo hizo.

—¿Por qué?—volvió a preguntar, tomando grandes boncadas de aire para no alzar la voz, pero al escuchar su tono escalofriante, lento y decepcionado, ella hubiera preferido que gritara—. De verdad que no me cabe en la cabeza. ¿Lo robaste?

—Yo no robé nada, no seas ridículo.

—¿Y cómo le llamas a sacar algo que no es tuyo de una casa ajena sin decir nada y sin consentimiento previo?

—Le llamo préstamo secreto. Y la verdad te lo mereces—espetó. Sugar se arrepentía cada que hablaba, pero no podía parar. Era como si su cerebro no estuviera conectado a su boca, como si algo más estuviera hablando.

Él no podía creerlo, y negaba con su cabeza una y otra vez mientras dejaba las copias y se centraba en la hoja.

—¿Por qué me lo merezco?

—Por no querer decirme nada. Tuve que emplear mis propios métodos para hacerlo, te dije que lo haría—dijo con desdén y Adler suspiró ruidosamente.

—Sí, pero una cosa es investigar y otra es sacar cosas de mi habitación sin mi permiso. Entiendo tu punto, pero sacarlo así no es correcto—dijo con paciencia acercándose a ella, pero algo en su tono a Sugar le molestó. Como si estuviera hablando con una niña.

—Tampoco lo es lo que haces. ¿Qué querías que hiciera? ¿pedirlo por favor? ¡Bah!—exclamó alejándose de él, entrando al cuarto y comenzando a gritar—. No me hubieras dado nada, te hubieras puesto con tus mierdas diplomáticas de "no puedo decirlo". Ya me había cansado, hice lo que debía para obtener respuestas.

Adler exhaló un chillido roto de frustración y tristeza. Se mordía el labio, pasaba sus manos por su cabello y suspiraba sin parar.

—Por favor, Sugar, por favor, no discutamos de nuevo de eso. Por favor—suplicó y dobló la hoja para guardarla en su pantalón.

—Si a ti no te importa lo que yo te pido, ¿por qué debería de importarme a mí lo que tú pides?

Sugar podía ver que sus palabras le dolían, y quería parar. Al menos una parte, pero había otra que sacaba rabia almacenada y que no podía retener. Se había cansado de jugar a ser comprensiva, de tomar todo con madurez. Estaba desesperada, estaba furiosa, y esa furia la poseía.

—Solo... por favor no hoy. Tengo muchas cosas en la mente, mañana será un día difícil. Por favor, Sug. Solo quiero relajarme por un momento.

—¡Eres tan egoísta!

—¿Yo?

—¡Claro que sí! Sili qiiri rilijirmi... ¿qué cara tienes de decir eso? Tuve colapsos mentales, momentos en los que me dolía todo, dónde no sabía qué hacer y tú...

—Yo te estuve apoyando—interrumpió Adler con voz firme, pero rostro quebrantado. Su pecho se movía con rapidez hacia arriba y hacia abajo, apesumbrado.

—Pero porque yo te dije todo. Tú no me dices nada. Solo me quieres para que te relajes o te diviertes, es una "amistad" a medias, porque todo es momentáneo.

—Sugar, para—exclamó casi suplicando—. Sabes que eso no es cierto. Yo siempre estoy para ti.

—Pero de forma vacía. Eres un egoísta, solo piensas en ti, solo te preocupas por ti y no permites que nadie más se meta en tu vida.

—Eso no es cierto. No sé de quién hablas, ni en qué momento te di esa impresión, pero no es cierto y pensé que lo sabías. Yo te apoyo, Sugar. Estás siendo inmadura, te ciegas por tu enojo, y no es justo porque con todo y mis defectos yo siempre he tratado de ayudarte y de darte la confianza que mereces.

—¿Confianza? No hay confianza porque no me quieres contar nada. Esto no va a funcionar si no confías en mí. No te puedo ayudar si no confías, no puedo hacer nada ciegamente, y tú nunca tuviste que hacerlo. No confías en mí, y yo sí; tontamente yo sí lo hago.

—Sugar, por favor cálmate. No proyectes tus miedos en mí, sé que estás estresada, pero...

—Agh, ya cállate. Crees que sabes todo, que conoces a todos, pero no es cierto. Te cierras, eres un maldito erudito que cree ser el dios. Te reservas todo, no compartes nada, no confías en mí para nada. ¿por qué me ocultas cosas? Siento que ni te conozco.

Él la miró con incredulidad, abriendo sus ojos y caminando hacia ella. Ella chocó contra la pared y él se situó frente a ella, con su semblante duro.

—¿Te estás escuchando a ti misma?—dijo con voz escalofriantemente calmada—. ¿Qué no confío en ti?¿que no me conoces? Sugar, claro que confío en ti. Te llevé a mi casa, te di mi nombre, mi ayuda, mis inseguridades, mi apoyo. No puedo creer que llames confianza a contar todos los secretos, pero no a darte puertas abiertas a mi vida y mis sentimientos. Sí, los secretos son una cosa, pero no lo son todo. No somos solo mente, somos alma. ¿Cómo me puedes culpar por no poder decirte algo que no está en mi poder?

—Yo...—susurró con sus rostros cerca, pero más que otra cosa, sentía temor. Acusaciones de su parte que le figuraban totalmente ciertas.

—No, ahora escúchame a mí. Ya me gritaste y traté de entender y comprenderte, pero es simplemente ridículo. ¿Egoísta yo? ¿amistad vacía? No sé en donde estuviste todo este tiempo, porque hablas de algo totalmente diferente. Te ayudé cuando te ponías en ridículo, te ayudé cuando te lastimaste, cuando te derrumbaste, estuve a tu lado cuando llorabas, y te ayudé al conseguir trabajo. Y nada de eso te lo cobro porque me importas y te quiero. ¿Acaso eso no vale nada para ti? Entonces la egoísta eres tú.

<<Porque solo ves lo que quieres ver. Solo te importa que te cuente todo sin tratar de entender por qué no lo hago, me tachas de algo que no soy sin pensar un momento en si a mí me duele no decirlo, en que yo puedo estar sufriendo también y no es que quiera tu lástima ni que te compadezcas, pero algo de apoyo ciego no está mal considerando que yo también te he apoyado sin pedir. Sí, te he preguntado, pero porque tus ojos gritaban que querías decir algo. Yo solo te pido que me apoyes, pero no lo haces. No confías.

—Yo sí...

—No, tú no. No confías en mis razones, no crees lo mejor de mí, todo lo contrario. Te he dado tantas pruebas, pero tú solo te fijas en una cosa, y es que estás tan obsesionada con resolver esto y crees que yo lo sé, pero no lo sé. Y no me crees cuando te digo que no te puedo ayudar, que no te concierne, que no puedo decirlo. Y la verdad es que sí, te quiero, pero no tengo porque soportar tus ataques infundamentados cuando también tengo muchas cosas que hacer y muchas cosas en la mente. Y perdón por no hablar con tacto, pero pensé que te gustaba ser franca.

—Adler...

—Sé que estás cansada y estresada, que todo esto sigue siendo difícil, pero no es mi culpa y no necesito que te descargues conmigo cuando lo único que yo quiero es ayudarte. Pero por ayudarte no voy a dejar que me dañes.

—No, lo sé, pero...

—Como sea—suspiró y se alejó—. Yo me voy. No tengo tiempo para esto. No necesito que me reproches todo lo que ni siquiera es cierto. No eres la única que tiene inseguridades, no eres la única tratando de encontrarse ni la única pasando por un momento débil, y sí, no lo sabes porque no te lo digo, pero también sería lindo que, en vez de reprocharme, me dieras tu apoyo sin necesidad de nada más.

Dicho esto, se alejó con rostro cargado de pesadumbre. Sugar, con lágrimas en los ojos y tremendamente culpable, avanzó detrás de él.

—Adler, yo...

—Necesito irme. Tengo algo que hacer mañana y no necesito esto.

—Por favor... perdón.

Susurró, pero ya era tarde. Adler ya se había alejado, y se quedó parada en medio de la habitación hasta que escuchó la puerta cerrarse y solo entonces se pudo derrumbar en la alfombra y romper en llanto, con el peso de sus propios miedos que recién le explotaron en la cara de la peor forma posible. 





¡Hola! 


Sí, tardé mucho y mejor no me pongo a excusarme. Lo bueno es que volví y esta vez no solo con uno, sino con tres capítulos.


Debería haber publicado este antes, pero quería que fuera casi perfecto, y mientras escribía los otros, mejoraba este. Es muy largo, tal vez el más largo de todos, y aunque casi lo divido, al final decidí dejarlo así porque realmente la combinación de matices me encanta y si lo divido perdería la magia. 


Los otros los traería en el transcurso de la semana, si es que no me pongo delicada y decido mejorarlos aun más, o prefiero escribir otros para no sentirme presionada. advierto que también soy largos, y tal vez se lleven unas ideas si no han captado algunas indirectas por ahí...


Bueno, les pido por favor que me digan su más sincera opinión acerca de este capítulo tan intenso. Gracias por la espera y espero que les guste. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro