Una noche agridulce parte tres
Noche agridulce parte tres.
Capitulo treinta y tres: impulsos nocturnos.
—¡Greg!—gritaba la chica con voz nasal, como si tuviera un broche en su nariz—. ¿Por qué haces eso? Le arruinas la fiesta a tus invitados.
—¿Míos?—dijo él sarcástico y en voz alta. Al verlos, los presentes no pudieron evitar sentir la tensión familiar.
Estaban en la plataforma detrás de la consola de sonido, y Greg seleccionaba canciones con una mano mientras sostenía la cabeza de una loca Janik, quien corría moviendo los brazos mientras trataba de volver a poner las canciones anteriores. Se notaban molestos, mientras Naley observaba a unos metros con sus ojos brillosos e indecisos.
Todos ladearon la cabeza. Ahora que lo pensaba, no muchas personas de esa fiesta siquiera conocían a Greg, y ninguno parecía ser de la clase de persona que se amistaría con Greg de forma rápida.
Sonya suspiró, y Segel a su lado, arrugando su nariz, resopló.
—Bueno, yo voy a la cocina por más alcohol—dijo ella sin inmutarse por nada—. ¿Vienes?
—Suena tentador—dijo sin mucho ánimo—, pero mejor iré a controlarlos ahí antes de que ocurra un desastre.
—Tú siempre tan altruista—dijo con un puchero acariciando su mejilla. Se quedó callada un rato y encoge sus hombros—. Nueno, nos vemos en la pista—le sonrió Segel, guiñó un ojo y antes de poder quedarse mirándola por más tiempo, alguien gritó "ronda de shots", y eso la hizo correr hacia allá. Sonya rio suavemente y se dirigió a donde estaban las gemelas y su hermano. Estaba dispuesta a aclarar su mente de lo que acababa de pasar.
Ya estaban discutiendo, mientras el glamm rock que había puesto Greg subía de volumen para no escuchar tanto los gritos de su hermana. Pero solo conseguía hacer que Janik gritara más alto. Sonya se acercó a ellos de la forma más serena posible, se paró detrás de Greg y preparó su mejor sonrisa.
—Te entiendo, yo también quisiera hacer eso—comentó lo suficientemente claro como para ser notada. Greg la miró, sonrió cordialmente y le bajó el volumen. La morena tomó eso como invitación para seguir hablando—, pero lamentablemente al hacerlo solo la retas a querer romper el candelabro con su voz de cantante de ópera gorda salida de película de comedia.
—Me parece una falta de respeto que compares a mi hermana con esas mujeres, Sonya. Ellas tienen mucho talento.
Janik lo miró ofendida.
—¿Dsculpa? Que tú no logres apreciar mi talento no significa que no lo tenga. Aunque tampoco yo quiero ser comparada con esto. Qué asco estar gorda.
—Más "asco"—imita su tono— da tu personalidad—dijo Greg con molestia blanqueando sus ojos. Janik picó sus costillas y aprovechó su distracción para cambiar la canción. Él gruñó—. Jan, estoy a punto de vender toda tu colección de lencería a una Drag Queen escuálida. ¿Puedes dejar de meterte en mi vida?
—¿Así me agradeces el haberte hecho una fiesta?
—Esto no es para mí y lo sabes—dijo él comenzando a alzar la voz. Sonya se paró entre ambos y alzó la palma abierta.
—¿Podrían explicarme qué pasa aquí? Gritando y haciendo escándalo no ganan nada—interrumpió mirándolos con seriedad.
—Pasa que Gregory aquí presente es un malagradecido. Dijo que haría algo con sus amigos por su cumpleaños y me ofrecí a ayudarle. Le hice una fiesta hiper mega genial y ahora quiere arruinarlo.
—¿Si es su fiesta por qué no le dejas poner la música que quiere?—preguntó Sonya, alejándose un poco. Sabía que ambos tenían que hablar bien y seriamente, y su presencia casi siempre impulsaba la honestidad, por más hipócrita que le pareciera a ella.
—Pues porque no es música para fiestas.
—Porque no es mío esto—dijo él, mirando mal a Janik—, aquí no están mis amigos, porque tú los corriste con tu música y tus gritos de troll con alergia. Invitaste a esta gente, pero no fue por mí, fue porque eres una loca que no tiene suficiente con sus ligas menores.
<<Entiendo que seas así Janik, y lo acepto, no puedo ir al departamento de hermanas para canjearte, ya lo intenté, pero te agradecería que no te metieras en mis asuntos ni me utilices de excusa para tus cosas, porque sabes que nadie está aquí por mí y a mí nadie de aquí me importa. Y eres tan descarada y egoísta que ni siquiera me dejas poner mi propia música. Hay personas de mi universidad aquí, pero no conozco a la mitad y la otra mitad me cae mal.
Ella estaba roja de furia, pero sabía que cada palabra era real, tuvo que tragar el nudo en su garganta para no gritarle. Sonya decidió no decir nada, pero si le dirigió una mala mirada a la gemela, mientras la otra gemela seguía viendo desde lejos, con sus ojos brillosos. Sonya la compadecía; todos la consideraban la mera sombra de su hermana, y probablemente lo era.
—Pero ya está hecho—dijo con descaro—, ya no tendrás lo que querías, ¿para qué arruinarle la fiesta al resto? Deja de poner eso, por favor. No me arruines esto, Gregy—suplicó con un puchero. Sonya le gruñó, ofendida por su descaro, y Greg pasó sus manos por su rostro, reprimiendo un grito de frustración.
—Siempre logras superar tus niveles de egoísmo. Justo como pienso que hay algo que rescatar, llegas y haces cosas así —dijo, y no sonaba molesto, pero sí decepcionado—. Adelante, hazlo, que tú sabes que nunca quise esta fiesta. Pero por favor Jan, que sea la última vez que finges que te importo—finalizó con sus ojos cargados de fuerza y se alejó, caminando a la puerta a paso lento.
Sonya lo miró detenidamente. Ella tampoco tenía muchas ganas de fiesta, y mientras Janik volvía a poner la música candente y a elevar el ambiente, Sonya fue tras él.
—Me ofende que digas que nadie vino por ti—dijo Sonya lo suficientemente alto como para que él la escuchara, pero sin hacer que alguien más lo hiciera. Él detuvo sus pasos y se giró a verla. Sonrió ligeramente—, ¿acaso estoy pintada? Me ofendes.
—Si no me equivoco, tú viniste de niñera hoy—le respondió, acercándose—. Aunque admito que de todos aquí, eres de las únicas que me importan ahora.
—Qué tierno. ¿De casualidad eres poeta? Porque me encantan—dijo con algo de picares.
—No poeta, pero sí músico. ¿eso también te gusta?—preguntó usando el mismo tono que ella.
—La pregunta ofende. Ya deja de hablar así que me tiemblan las piernas—murmuró fingiendo estar a punto de desmayarse.
—Bueno, "eres la única que tolero de la banda de animales que mi hermana invitó"—dijo imitando un tono amargado y aburrido, lo cual era curioso ya que, al verlo con el cabello un poco largo, ojos azules inexpresivos y un aire oscuro y apagado digno de un fanático del hard core, uno pensaría que así es siempre. Nada más alejado de la verdad—, ¿ya?
—Sí, mejor.
—Genial. Y lo digo en serio.
—¡Vaya, gracias! Lo pondré en mi currículo; "la menos desagradable en un grupo de insectos"—dijo con ironía, sacándole una risa—, ¿te puedo usar de referencia?
—Voy escribiendo la carta de recomendación si quieres.
—Te lo agradecería—le sonrió honestamente, ya estando frente a frente y casi tocándose.
Ellos se habían visto ya varias veces. Cuando Janik no tenía auto él las llevaba a la escuela, les ayudaba con gestiones de porristas y otras cosas. Pero Sonya realmente lo había conocido en una fiesta de su hermana hacía un año. Todo estaba bien, pero hubo un momento en el que se aburrió de todo, y escapó a uno de los cuartos, escogiendo por casualidad de los únicos que tenía dentro a una persona y no a dos o ninguna. Greg estaba ahí, con sus audífonos puestos y un editor de videos abierto en su computadora. Sin tener más que hacer, se acercó a él y le pidió permiso para quedarse un rato y comenzaron a hablar. No se veían mucho, pero cuando lo hacían se llevaban muy bien, y ella no podía evitar sentir una afinidad poco común entre ambos. Él era bastante agradable, inteligente y guapo. Y era interesante, cosa muy atractiva para ella.
Caminaron hasta el jardín, y Greg tomó de una caja a un lado de la puerta una chaqueta negra y unas llaves. Checó su teléfono y luego la miró.
—Me voy.
—¿Sí? ¿a dónde? Digo, si se puede saber.
—Mis amigos están en un bar rock a unos minutos de aquí, así que iré con ellos—comentó sin dejar de mirarla con una encantadora sonrisa—. Tú tampoco te ves muy feliz de estar aquí.
—¿Tanto se me nota?—murmuró ella con una mueca.
—Sí, algo—dijo con una risita—. ¿Quieres venir conmigo? A ellos no les molestará para nada, son bastante buenos. Creo que sería más divertido que esto.
—Aún tengo diecisiete.
—No sería un problema. Te ves mayor y conozco al dueño; no te pedirán nada. Vamos, sé que te gustará.
—Sí, eso no lo dudo—dijo y cuando volteó adentro, un cuerpo bailarín ausente la detuvo. No la veía, pero Segel ya había pasado mucho tiempo en la cocina, con las bebidas y sin supervisión—, pero no puedo. Vine con mi amiga, y tengo que regresarla a casa y ayudarle si bebe mucho. Lo siento.
Él le da una sonrisa de boca cerrada.
—Entiendo. Primero están los amigos, puedo entender eso—respondió sin flaquear su ambilidad—, igual, te mandaré la ubicación por si quieren ir ambas después de esto. No sería un problema y te prometo que no vamos a secuestrar a nadie. Somos decentes.
—Eso diría una banda de secuestradores—rio ella, aunque sabía perfectamente que probablemente sería más seguro estar con ellos que en aquella fiesta.
—Pero somos buenos secuestradores—responde guiñándole un ojo—. Bueno, nos veremos luego, Sonya.
—Así será, Greg—respondió viéndolo caminar hacia su auto. Unos segundos después le llegó un mensaje de él con la ubicación del lugar.
Ella lo comtempló. Desde que conocía a Greg sentía afinidad y aunque seguía sin sentir una conexión sentimental parecida a la de las películas y libros de amor, sentía la química. En otro momento iría rápido por su acompañante y la llevaría a aquel lugar; es más, le hubiera pedido tiempo a Greg para buscarla, sacarla a rastras e ir con él, pero curiosamente eso no se le pasó por la mente en el momento, sino después cuando la estaba buscando y no la encontraba. Aunque le costara admitirlo, en esos momentos solo Segel era prioridad.
Se preocupó cuando después de unos minutos no la encontraba. Había buscado hasta en los pisos superiores, pero no había señales de ella. Fue cuando salió al área de la piscina cuando la encontró, y no le gustó nada lo que vio.
Segel estaba quitándose el vestido frente a un chico universitario que solo la miraba con lascivia, y su rostro estaba ido y perdido. Solo reía, bailaba y hipaba. Sonya palideció y corrió hacia allá.
—Eso es, cariño—decía el chico con voz ronca una vez que se había quitado al vestido y solo estaba en ropa interior—, ¿qué tal si entramos al agua y nos refrescamos un poco?
—No lo sé—se rio ella, todavía bailando al ritmo de la distante música.
—Seg—dijo Sonya llegando ahí—. ¿Qué haces?
—¡Hola Sonya!
—¿Qué haces?
—No sé—se encogió de hombros y soltó en carcajadas—, ¡no lo sé! ¿Me divierto? Creo. Pero tengo... tengo.... ¿qué tengo?
—Ay dios....
—Tengo algo, pero no sé qué tengo...¡Qué divertido!—dijo saltando y temblando.
—Nos divertimos, cariño— interrumpió el chico, respondiendo la pregunta previa. Sonya lo miró mal, pero no respondió.
—¿Y te estás divirtiendo?
—No sé. ¿Qué se supone que es lo divertido de esto?—dijo riendo—. ¡Mira, es un mar en una casa!—exclamó señalando la piscina— ¡y con luces! Ramón dice que es divertido nadar ahí sin ropa.
—Me llamo Raymond...
—Seg, querida...—murmuró, molesta, pero no con ella—. No debes de hacerle caso a extraños si no es algo que quieres.
—No sé—se encogió de hombros—. Ni siquiera sé que estoy haciendo. Creo que me perdí un poco. ¡Qué cosas!
—Sí, qué cosas—murmuró—. Ponte el vestido por favor, cariño. Te va a dar frio.
—¡Frío!—gritó con emoción—. Eso es lo que tengo, ¡frio!
—Ponte el vestido entonces—dijo señalando la prenda.
—Sí, sí—respondió alegre y se lo puso sin dejar de bailar.
—Hey, no tienes por qué...
—Tú cállate, escoria—le espetó Sonya—, es de basuras aprovecharse del estado de ebriedad de una chica. ¿Qué no ves que no sabe ni dónde está? Eres lamentable. Encuentra chicas de forma legítima, por tus méritos y con respeto. Sé hombre.
—Je, je, je—dijo Segel señalándolo—, que eres puto dice.
—¿Qué? –exclamó el confuso. Segel le sacó la lengua y se fue con Sonya cuando ella la tomó de la mano y comenzó a arrastrarla. Sonya tenía un rostro perturbado, mientras aferraba a Segel con firmeza, pero sin llegar a lastimarla.
—Pero si yo no quiero irme—dijo haciendo un puchero.
—¿Querías quedarte con él?—preguntó alzando la ceja.
—Nop. Estaba feo.
—Okey, entonces, ¿a qué viene eso?
—A que no quiero ir a mi casita.
—Ni iremos. Tu madre se infarta si le llegas así de borracha. Nunca te habías puesto así.
—¡Yei!—gritó con emoción Segel.
—No es algo bueno.
—¿Ah no?—dijo confundida y ladeando su cabeza—. Entonces, retiro mi Yei. No yei.
—Bien—cerró la conversación. Se molestaba con ella misma, pues sabía que la estabilidad de Segel no era la mejor y aun así la dejó sola solo para hablar con un chico. O más bien, para huir de una situación extraña.
Sin soltarla, se abrió paso entre la gente y comenzaron a subir las escaleras.
—¿A dónde vamoooos?—dijo alargando lo vocal, sonando como niña pequeña.
—A un cuarto solo.
—¿Te quieres propasar conmigo?—inquirió con una sonrisa pícara y juguetona.
—No digas babosadas—dijo ella un poco colorada—. No podemos ir a tu casa porque tu mamá te mata, ni a la mía porque es peligroso, mi madre odia las visitas. Así que nos quedaremos aquí.
—Okeeeeey—respondió otra vez alargando la última letra. Se detuvo de la nada y se sentó en las escaleras.
—¿Qué haces?
—Pues me quedo aquí. Duh.
—No, Segel. Con aquí, me refiero a en esta casa. Vamos a ir a un cuarto lejos de todo esto.
—Aaaah—dijo, tomando ya la costumbre de alargar las letras.
—Bueno, levántate.
—No. Cárgame—chilló con voz dulce y aniñada. Le alzó los brazos—, anda, me duelen mis piernitas de tanto mover el bote.
—No. Te pesa el "bote"—dijo sacudiendo su cabeza—. Levántate y apóyate en mí si quieres.
—Ulalá—exclamó por alguna razón y se levantó de un salto, para luego dejarse caer en la espalda de Sonya, de forma que su mentón quedó en su hombro y cada que Sonya caminaba arrastraba detrás de ella los pies de Segel.
—No me refería a eso.
—¡Más rápido, carrosa!—gritó alzando su mano. Sonya resopló y se dispuso a buscar cuartos.
La mayoría estaban ocupados o cerrados. Los dueños de la casa habían cerrado los importantes y el resto, o estaban ocupados por gente dormida y borracha, por gente teniendo relaciones, era usada de almacén o estaba sucia. Segel se quejaba a cada segundo, aunque permaneció en la espalda de Sonya, quien ya se sentía molida. Era más agotador cuidar y cargar a Segel que bailar seis horas seguidas.
—Deja de quejarte y camina.
—Ño. Quiero dormir, estoy cansada.
—Lo hubieras pensado antes de ganar el concurso de shots en tu primera borrachera.
—No sabía que se pensaba en las fiestas—dijo medio confundida—. Las películas me mintieron.
—Como sea. Espera, que aún no encuentro cuarto—dijo con frustración y en ese momento se le ocurrió algo osado. Soltó a Segel, quien por poco se cae, y sacó su teléfono. Marcó y le respondieron al tercer tono.
—¿Sonya?
—Eh, sí, soy yo—respondió con su voz suave, sin querer molestar, pero teniendo que hacer algo—, Greg, tal vez piensas que lo haré, pero no puedo ir. Pero sí creo que necesito tu ayuda.
—¿Qué pasa?—preguntó rápidamente y sonando genuinamente preocupado. Se escuchaba ruido y música de fondo, pero Sonya no le prestó atención a eso.
—Segel está borracha. Así de muy, muy borracha, y no podemos ir a su casa por su mamá ni a la mía por la mía, pero los cuartos aquí...
—Sí, son un desastre—respondió, entendiendo al instante.
—Exacto. No quiero decirle a Janik porque sabes cómo es y lamento llamar así y sé que no nos conocemos bien, pero...
—Hey, tranquila. No necesitas dar tantas explicaciones—le dijo con suavidad—, los amigos son primero, ¿recuerdas? Lo importante es lo importante. Escucha, en el marco de la puerta de mi cuatro, en la parte superior derecha, hay una tabla suelta. Presiona la esquina derecha y va a botarse un poco; quítala y pegada al reverso está la llave del cuarto. Pueden usarlo.
—¿Qué? No, no podría...—susurró apenada, mirando como Segel se apoyaba en una pared y casi se quedaba dormida ahí. Cabeceó, despertó y se puso a bailar.
—Sí, sí puedes. No te preocupes por mí, me quedaré con un amigo en su residencia, es mejor que verle la cara a mi hermana. No traigo llaves así que no tendrás que preocuparte por que yo o alguien más entre mientras duermen. Cierra por dentro, lleva las llaves contigo y cuando te vayas pones la llave donde mismo. Yo iré mañana en la noche. Pueden usar lo que quieran, pero claro, sin romper nada.
—Pero...
—Nada. Todo esto es normal, de verdad, y aunque no me conoces bien puedes confiar en mí. Tú relájate, ¿sí? Suenas bastante tensa. Respira.
Ella inhaló y exhaló, sintiéndose un poco mejor.
—Gracias, Greg.
—No es nada.
—Luego podemos salir si quieras.
—Vamos a hacer y ser lo que decidas. Algo me dice que no tienes las cosas tan simples como parecen; pueden contar conmigo, puedo apoyarte yo—dijo y eso a Sonya le dio una luz de esperanza y felicidad que no podía expresar—, cuídate y nos vemos más tarde.
—Sí, claro. Muchas gracias—dijo y después colgó. Guando guardó el teléfono, Segel volvió a lanzarse a su espalda.
—¿Ahora qué?—preguntó animada otra vez.
—Ya conseguí un lugar—respondió y anduvo unos pasos hasta reconocer el cuarto de Greg.
Dejó de nuevo a Segel en la pared y siguiendo las instrucciones de Greg, sacó la llave y la introdujo en la cerradura. Cuando esta abrió, puso la llave en una mesita dentro de la habitación y acomodó de nuevo la tabla. El lugar era amplio y limpio. Tenía tres paredes blancas y una negra, donde había notas, letras y códigos escritos con gises de colores. Al entrar, estaba a un lado un espacio para cama, de tamaño King y cubierta con sábanas blancas y rojas y a un lado la ventana, con un espacio para sentarse en ella, cortinas rojas y cojines negros. Al otro lado, había un espacio de trabajo, con instrumentos, una mesa con equipos para grabar y editar y frente a esta mesa, una parte de la pared negra era usada como pizarrón. En el resto del cuarto estaban las dos puertas correspondientes al baño y el closet.
—Este cuarto me gusta. ¿Es mío?
—No. Es prestado, así que no desacomodes nada—gruñó Sonya—. Bien, primero debes meterte a bañar.
—Sí jefa.
—Ajá. Y toma esto—dice dándole una botella de plástico, ahora con bebida color verde—. Es para la resaca. Tómalo y báñate después. En uno de los cuartos vi ropa vieja, veré si algo nos sirve. Voy a dejar cerrado, haz silencio por favor.
Y sin escuchar más—aunque no iba a responder nada la chica—, salió del cuarto con todo y llave. Mientras caminaba, vio una de las puertas abiertas y, por mera curiosidad, se asomó. Era el cuarto de Naley, y aunque a primera vista no encontró nada, al fijarse bien, vio al otro lado de la cama una cabeza agachada. Caminó sigilosamente hacia ella y encontró a Naley, leyendo el libro del mercader de valencia y sonriendo. Sonya se quedó en shock.
—¿Naley?
Ella se sobresaltó y gritó asustada, mirándola. En cuanto reaccionó, dejó el libro bajo la cama y se levantó.
—¿Qué pasa? ¿qué haces aquí?
—¿Te gusta leer?
—¿A mí? No. Solo...
—No me mientas.
Ella resopló.
—Es una tarea de literatura.
—¿Entonces por qué sonreías?—inquirió cruzando sus brazos. Luego señaló al frente, donde estaba su ventana. No lo había visto antes, pero en la parte de arriba y debajo de su ventana—donde también había una saliente para que se sentara—, había montones de libros que usualmente se cubrían con cortinas celestes—, ¿y qué son todos esos libros?
A ella le tembló el labio inferior.
<<No te estoy juzgando, Nay. Me parece genial que te guste leer—al escucharla decir eso, ella le sonrió con felicidad.
—¿En serio?
—¡Claro! No tiene nada de malo.
—Gracias. Pero a Janik no le gusta la idea, así que no le digas por favor—dijo, mirando al suelo.
—No lo haré, pero creo que deberías de decirle. No puedes dejar que te diga qué hacer—la animó.
—¿Qué necesitas?—refutó, evadiendo su consejo. La morena suspiró resignada.
—Ropa. Segel se enborrachó, nos quedaremos un rato. No le digas a tu hermana eso tampoco.
—No lo haré si ella no sospecha nada—respondió y caminó hasta su closet. Sacó dos pijamas y de una caja del fondo dos cambios de ropa casual—, ten, usa eso.
—Gracias—le sonrió honestamente y volvió con Segel.
La chica estaba envuelta en una toalla cuando llegó, y no pudo evitar sonrojarse, aunque ya la hubiera visto así varias veces. Esa noche estaba resultando ser muy larga y extraña. Al verla, ella sonrió y se lanzó a abrazarla, así como estaba. Por alguna razón, Sonya se tensó.
—¡Volviste! Me sentí solita—dijo con un puchero, acercando mucho sus rostros.
—Hola—murmuró y la alejó un poco. Carraspeó y le dio una pijama—. Ten, para que te cambies. Sigo yo de bañarme.
—¿Te acompaño?—preguntó con una sonrisa picara—. A mí no me molestaría bañarme de nuevo.
Ella rio de forma nerviosa y un poco fingida.
—Pero qué cosas dices —dijo mirando a la pared—, cámbiate, por favor.
Cerró la puerta del baño y con la chica y sus palabras en su mente, se metió a la regadera. La combinación interior de paredes blancas, baldosas negras y cabina de ducha de vidrio transparente le dio tranquilidad por un momento. Para evitar incidentes, ahí mismo en el baño se cambió y una vez lista secó el bañó con la toalla, tratando de dejar el menor desastre posible. Dobló los vestidos sucios, se enjuagó la boca y una vez que todo estuvo bien, salió del baño.
Segel ya estaba en la cama, envuelta en cobijas y mirando hacia el lado vacío. Se veía dulce con sus ojos cerrados y una sonrisa pacífica en sus labios. Al parecer y al final de todo, esa fiesta sí había servido para relajarla y hacerla sentir mejor, y eso hizo sonreír a Sonya. Apago las luces, pero dejando la del baño prendida, y con cuidado para no despertar a la chica se metió entre las cobijas. Se acostó de lado, quedando ambas frente a frente.
El rostro blanquecino de Segel era suave y terso. Sonya la había ayudado a mejorar su aspecto y varias partes de su forma de pensar, y entre más las miraba, más quería hacerlo. Sus labios rosados seguían un poco mojados, y su cabello estaba recogido y seco, por más inverosímil que pareciera. Al parecer había usado el abanico. Su mano se sintió atraída hacia su piel, hacia lo angelical que se veía sin todo el peso de sus emociones y cambios encima de ella. Sin pensarlo, alargó la mano y acarició su mejilla. La mantuvo unos segundos sin dejar de mirarla, y de pronto abrió los ojos y curvó sus labios en una sonrisa. Sonya se sobresaltó y quiso quitar la mano, pero Segel negó.
—No la quites. Me gusta—susurró, atravesando su mirada con sus ojos grisáceos.
Solo asintió, y continuó haciéndolo por un momento, sin dejar de mirarse la una a la otro. En algún punto, Segel alzó la mano también y la colocó en la mejilla de su acompañante, suspirando ante el contacto.
—Eres suave y tibia—rio un poco.
—Sigues igual se borracha.
—Ya no tanto. Ya sé dónde estoy—inquirió, su voz más templada. Comenzó a mover la mano que tenía en su mejilla, haciendo que el calor en el rostro de la morena aumentara. Cada vez estaban más cerca—. La verdad es que me encanta reír así. Hace mucho que no lo hacía, y sentí que se evaporaban mis problemas. Fue refrescante.
—Sí, lo noté. Me diste muchos sustos, pero creo que valió la pena.
—Lo valió porque estabas conmigo—susurró, sin dejar de mirarla—. Muchas gracias por todo, de verdad. No sabes realmente qué tan bien me haces, o qué tan importantes han sido estos días.
—Me hago una idea muy clara—dijo más para ella misma—. Hoy estás en modo honesta.
—Nunca me había sentido más ligera. Siento mis problemas más pequeños—dijo, moviendo su mano de arriba hacia abajo en su rostro.
—Todos necesitamos eso de vez en cuando. Pero tampoco necesitas descontrolarte.
—Me pegó más fuerte de lo que creí, eso sí—rio de forma risueña—. Y creo que el alcohol sigue ahí.
—¿Qué tanto?
—No lo suficiente como para no saber dónde estoy, ni para no saber qué hago.
—¿Pero?
—Pero sí lo suficiente como para externar mis deseos en acciones sin sentir vergüenza por el momento. Ahora todo lo que me obligaba a no hacer dice "¿por qué no?".
—¿Y qué quieres hacer?
Solo sonrió, y en sus ojos pudo ver un brillo peligroso antes de bajar su mano a su mentón, aferrarlo con firmeza y acabar con la distancia entre sus labios. En el momento, Sonya se quedó de piedra. Estaba tan sorprendida y congelada que ni siquiera pudo quitar la mano de la mejilla de Segel mientras ella abrazaba sus labios con la suavidad de los suyos, inclinando su cuerpo cada vez más, queriendo fundir sus calores. Al ver que no respondía, se alejó un poco y la miró expectante.
—¿Muy atrevido?
Sonya no dijo nada, pero entre toda su confusión, puso un dedo sobre sus labios, ahuecó su mejilla con su mano y la volvió a acercar a sus labios. Segel sonrió y puso una mano con delicadeza en la curvatura de su cintura y la mano de la mejilla la pasó a la nuca, sintiendo su valentía encenderla y mirándola a los ojos. Sus labios eran tibios, y aunque en ocasiones ella parecía demacrada, eran los más suaves que Sonya había probado, como si una caricia celestial se fundiera con su respiración. No comprendía qué pasaba, ni por qué sus terminaciones palpitaban por acompasar los movimientos y devorar los anhelos que transmitía su cada vez más acalorado beso.
Su mente la frenaba, pero un lado de ella solo pensó en el baile, sus cuerpos juntos, la tensión creada con la música y una cercanía mágica que adormecía su racionalidad y la hacía querer ir por más, con sus ojos grisáceos mirándolas y tentándola a ir por lo que quería. Pasados un par de segundos eternos Sonya comenzó a besarla de verdad. Sin saber bien qué hacía sus labios reaccionaron por instinto, sus manos bajaron a su espalda baja y enredando sus piernas en extraña inocencia intima, ladeó su cabeza para encajar con ella, saboreando cada segundo como si fuera el último de sus días, alimentando su espacio vacío como si fuera todo lo que necesitara. Ambas se fundieron por largos segundos en un interminable nido de paraísos, donde cada respiración y aliento compartido daba un sinfín de placeres al instante de un parpadeo. Sus labios parecían sincronizados, como si ya se conocieran mutuamente, como si cada trazo estuviera familiarizado con el roce mutuo y solo necesitaran más de eso para mantener la vida. No se sentía extraño o forzado, todo se sentía correcto y tan natural como respirar.
Cuando tuvieron que separarse, sus parpadeos tomaron su tiempo en descansar, cerrando sus ojos un instante donde aún sentía sus labios juntos. Cuando los volvió a abrir, Segel sonreía adormecida, parpadeando cada vez más lento. Sonya la soltó y subió un brazo, con la boca abierta y los ojos brillantes de miedo ante lo que acababa de pasar.
—Segel, ¿qué rayos...?
—No digas nada—susurró, mientras sus ojos cada vez tardaban más en abrirse después de volverse a cerrar—. Fue un gran día, Sonya. Y te veías hermosa esta noche.
Y sin más que decir, se quedó dormida, mientras Sonya trataba de comprender qué había pasado.
°°°°°
Tarde, pero finalmente terminé este pequeño especial. Aquí termina la noche extraña, y los tres capítulos van dedicados a _-Shizu-_ , quien estuvo muy activa en comentarios y votos que me alegraban el día siempre que los leía. Estos tres capítulos (31, 32 y 33),son para ti. Tarde y nada consecutivos, pero espero que los hayas disfrutado.
Apreciaría que aquí me comentaran honestamente si se esperaban estos sucesos entre Sonya y Segel (aclaro que no me lo saqué de la nada, lo tenía pensado desde hace como un año). Me encantaría saber si se lo esperaban, o si les llegó por sorpresa.
Gracias a los que siguen aquí por la paciencia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro