Una forastera salida del manicomio
Capítulo dos: Una forastera salida del manicomio.
Sugar al día siguiente despertó como si el día anterior no hubiera bailado sobre la mesa con su novio en algo más parecido a una danza de apareamiento que a un baile apto para el público en general.
La fiesta había sido un desastre. Como de costumbre, la ropa había volado, condones habían sido rasgados y al final el suelo de todo el terreno había resultado en un manojo de extremidades y torsos, algunos con muy poca ropa, inconscientes y desmesuradamente descuidados. Probablemente había sido la primera fiesta de alguien en aquel desastre, su pérdida de virginidad o la primera vez en tomar o drogarse. Esos eventos eran organizados principalmente para que los principiantes fueran corrompidos y controlados por los veteranos, por eso mismo la entrada era libre. Todo era un plan, si eras quien le mostraba a dicha persona cuya vida social y conocimiento sobre esa clase de eventos era nula, sería fácil reclamarlo como su pupilo, manipularlo, corromperlo y meterse en su piel. Era una cacería, reunían a la presa más débil y luego la devoraban lentamente. Sugar tenía varios amigos y amigas que hacían eso, con intenciones de engatusar a su nueva conquista.
En cuanto Sugar y Jaden, habían tenido sexo apenas unos minutos después de haber llegado a la fiesta, pero después de mucho alcohol y hierba después, terminaron en el bosque, haciéndolo contra un árbol como un par de animales. Sugar no había tomado mucho, menos hasta el punto de emborracharse, ya que a ella no le agradaba estar borracha. Se ponía muy tonta, y no en un sentido sensual, sino tonta de verdad, y no quería arruinar su reputación. Estaba consciente que la reputación y la popularidad era una pieza delgada de aluminio. Brillaba y daba la impresión de ser fuerte, pero al más mínimo cambio se partía.
Por eso había sido conductora designada y se había encargado de llevar a cada quien a su casa, incluyendo a su novio, para luego ir a la suya y dormir lo más posible. Y eso definitivamente no era mucho tiempo; aunque su horario de clases era flexible y entraba cerca de las nueve de la mañana, había llegado bastante tarde a casa. No es que hubiera alguien que pudiera reprenderla. O más bien, la persona que lo hacía tenía poca autoridad.
Gina la había reprendido apenas llegó a su casa, pero poca atención y caso le hacía Sugar a la bondadosa anciana que cuidaba de ella más que su madre. Había sido ella quien la había criado, alimentado y cuidado. Lamentablemente también tuvo que ver cómo la pequeña y adorable rubia era corrompida por los peligros exteriores de la sociedad hasta transformarla en lo que era en aquel momento. Eso no quitaba que la mujer le tuviera cariño; no era tan mala después de todo, o tal vez era que ella ya se había acostumbrado a su gélido trato.
De todas formas, Gina había dado su mejor intento de regaño a Sugar cuando la escuchó llegando pasadas las cuatro de la mañana a su casa, pero la chica lo había rechazado sin ningún tacto alegando que quería dormir y no tenía tiempo para sus "estupideces".
—Gina, soporto tus sermones en la mañana, pero ahora no estoy de humor. Tengo sueño, y tú solo irritas más mi madrugada, así que ¿Por qué no vas a dormir y me dejas en paz? Porque si mi desayuno no está a las ocho y cuarenta minutos mañana en la mesa, me voy a enojar—le había dicho irritada mientras subía las escaleras sin siquiera saludar o despedirse. La anciana entendió que estaba algo molesta y no en su mejor momento. Pero ¿cuándo Sugar estaba en su mejor momento? Solía emplear la hipocresía para disimular, pero no tenía que hacerlo con Gina.
Y Gina lo aceptaba, había aprendido a sobrellevarlo y ya no le molestaba, solo le daba tristeza. Había conocido todas las facetas de Sugar a través de sus años y esa, era la peor de todas. Esperaba que no fuera la definitiva.
Sugar no estaba de buen humor en la mañana. Siempre le pasaba después de una fiesta. Quería seguir en aquel lugar; las fiestas era lo que más amaba hacer, además de ser porrista. Amaba bailar, Desinhibirse, saltar de un lado a otro, sabiendo que nadie la detendría. Se sentía libre. Lejos de pretensiones. Solo bailando podía ser ella misma.
Pero ahora tenía que volver a la escuela, y aunque no la llenaba de felicidad, tampoco la decepcionaba. Nada podía hacerlo, su vida era demasiado perfecta como para lamentarse, eso se lo dejaba a los perdedores marginados de su escuela. Ella era la reina, y las reinas eran poderosas. Sugar era poderosa, y amaba el poder. Tal vez más que a sus propios padres ausentes y definitivamente más que a su novio.
Estar lista para la escuela requirió un proceso más tardado y un maquillaje un poco más pesado de lo habitual esa mañana. También requirió usar su par de repuesto de lentes de contacto, ya que los otros los había perdido en la fiesta. Pero seguía luciendo aquella alucinante belleza natural que la caracterizaba. Bajó más tarde que el día anterior, pero aún a tiempo, y se sentó frente al mesón. Esta vez ni se molestó en preguntar por sus padres. Había pasado por su habitación en la madrugada cuando regreso de la fiesta y no estaban ahí, y no tenía tiempo de pensar en ellos. Su vida era demasiado importante y valiosa como para pensar en personas que no la consideraban el centro de atención.
Justo como había dicho que lo haría, Gina ya estaba ahí, con un café en su mano después de haber servido el desayuno de Sugar. Bajo en grasa y sin tocino, como lo había pedido el día anterior.
Cuando terminó, antes de que Sugar tomara su bolsa y se fuera, Gina la interrumpió.
—Cariño... —comenzó con voz suave. Sugar se congeló en su lugar—. Te hice cheesecake de zarzamoras, tu favorito. Si quieres....
—No—la cortó rápidamente, con su voz más seca de lo habitual. Casi gélida—. Y ya te había dicho que no me dijeras así, Gina, ¿Estás sorda? Soy señorita Bronson para ti y para todos los trabajadores, deja de confundirte con tus sentimentalismos—le dijo sin mirarla. Siempre se le dificultaba cuando le hablaba de esa forma. Le recordaba a tantas cosas y a ella no le gustaba. No le gustaba pensar en nada que no fuera en su beneficio como la reina de su pequeño y limitado mundo. Aunque claro, ella no sabía que era pequeño. Para ella lo era todo—. No quiero engordar, no quiero tu pastel, ¡No quiero nada!
—Pero.....
— ¡Que no! —Rodó los ojos, exasperada—. Además, ahora me gusta más el de chocolate—respondió, aunque en el fondo sabía que era mentira. La dejó ahí, con la cara deshecha y conteniendo las lágrimas. Gina era muy sensible, o al menos lo había sido desde la muerte de su nieta. No soportaba perder personas importantes y seguía haciéndolo sin importar lo que hiciera.
El incidente solo tuvo a Sugar pensando el tiempo que duró en sacar su auto del garaje. No se permitió pensarlo más. Simplemente condujo cantando en voz alta y retocando su labial cuando tocaba luz roja. Quería lucir perfecta todo el tiempo.
Cuando llegó, se estacionó en su lugar predeterminado como todos los días. Aquel no prometía ser uno diferente a los anteriores, sin duda su mejor arma era el arte de tener una vida predecible. De esa forma no había fallas en el sistema, así le gustaba su vida. ¿Para qué cambiar?, simplemente no entendía a quiénes insinuaban que ella tenía una vida vacía. Tenía todo lo que quería y lo que envidiaban. Y sabía que eran los celos de aquellos que querían ser como ella los que hablaban, aunque no lo querían admitir.
Bajó y llegó primero al lado de su novio, de quien toma la mano casi de forma automática. Pronto inició el parloteo de Sugar y la táctica de Jaden de fingir poner atención, aunque nunca funcionaba. Era muy mal actor, o tal vez era que Sugar lo conocía demasiado bien. En medio de su caminata se les unen Janik y Naley. Janik se mantenía al lado de Jaden, tal vez demasiado juntos para tratarse de una mera coincidencia. Sugar le dedicó la mirada de advertencia número uno y ella se estremeció en su lugar. Se escuchó el resoplido de Naley. No soportaba que su hermana se empeñara en tratar de empeorar las cosas para ella. No podía desear a alguien más, no, debía de ser al novio de la única chica que tenía poder sobre toda alma en la preparatoria. Su hermana era ambiciosa, y eso siempre significaba problemas.
— ¿Necesitas algo, Janik?—le preguntó con un tono dulce, pero su mirada gélida tenía plasmada una advertencia, como si quisiera congelarla por estar tan cerca de alguien a quien de todas formas no apreciaba. Pero debía proteger lo que era suyo, y como sabía que no había amor que atara a Jaden a su lado, no se podía permitir fallas en su sistema. Y Janik era la única que podría significar un peligro. Por más que disfrutara su envidia, debía de mantenerla a raya.
—No, para nada—se apresuró a decir, pero el tono irritado en su voz no pasó desapercibido para Sugar, quien tomó en un abrazo a su novio y recargó la cabeza en su hombro. De esa forma le mostraba a Janik quién tenía el control. Quién tenía a Jaden.
Continuaron caminando, y en medio del pasillo se encontraron con Sonya. Sonya era también amiga de Sugar, pero a diferencia de Janik y Naley, ella era real. Tal vez la persona más real con la que contaba en aquel mundo de hipocresía, y a Sugar le agradaba, de verdad lo hacía, pero la actitud de Sonya era demasiado fuerte como para pasar con ella todos los días. Si bien también estaba en el círculo de la popularidad, su forma de ser era atrevida, intensa, era muy inteligente y siempre obtenía lo que quería. Se parecía un poco a Sugar, pero más amable, más espontánea y más vivaz, y eso era lo preocupante para ella. Representaba el peligro más grande, o lo haría si a Sonya no le importará una mierda ser la líder de todo.
La vida que llevaba Sugar le causaba pereza. Levantarse temprano para arreglarse más. Ser amable con todos aunque no te agradarán. Mantener apariencias, la presión de saber que cualquier error derrumbaría tu pequeño teatro, y muchas cosas más. Eso le resultaba a Sonya muy extenuante. Ella prefería ser directa, intensa, divertirse cuando quisiera y como lo quisiera sin preocuparse por una reputación, prefería que su amabilidad fuera natural, y así era, pero no se esforzaba por ser dulce con aquellos que no merecían su dulzura. Le importaba una mierda ser popular, pero aún así lo era por la simple personalidad explosiva que poseía.
Sugar le sonrió a Sonya, mientras la chica en cuestión no borró el ceño fruncido de su rostro moreno
—¿Cuál fue la cubeta que te cayó al despertar?—le dijo en tono juguetón cuando la vio de esa forma.
—Despertar con una resaca horrible—Rodó los ojos ella sosteniendo su cabeza—. Siento que me están aplastando la cabeza con un martillo en este momento.
—Por eso te digo que no deberías tomar—le señaló.
—Guárdate tus sugerencias de servidora de salud para quien le importe Sugar, no estoy de humor— suspiró. Sugar rio entre dientes, divertida ante su situación.
—¿Por qué?
—Estoy segura que tiene que ver con el idiota asocial y bueno para nada que llevó a la fiesta ayer —se burló Janik, pero nadie le hizo caso.
— ¿Llevaste a alguien? ¿Otra vez?— la reprendió Sugar—. Sigues con tus juegos, tú nunca aprendes. Te va a absorber y terminarás como uno de ellos.
—Como si eso me importara— espetó.
—Te importará cuando ya no lo tengas estos beneficios, tenlo por seguro—respondió. Para ese entonces ya se encontraban todos en el lugar que correspondía al casillero de Sugar.
—Como sea—dijo Sonya recargándose en los casilleros continuos tomando un vaso de café.
Sugar se rio suavemente.
—Entonces, ¿Cuál es el problema con el nuevo juguete de Sonya Williams?
—Se llama Adler Prince—respondió la chica tamborileando con sus dedos sobre el vaso de café. Sugar ladeó su cabeza. El nombre era extremadamente extraño, no había muchas personas que lo conocieran. Pero por alguna razón le resultaba familiar.
—¿Adler? Qué nombre tan raro.
—Lo sé, pero es un raro sexy—dijo ella lamiendo sus labios—. Vivía en Canadá hace unos años, Lleva dos viviendo aquí. Es extraño que no llame la atención, ¿Sabes?
—No creo que sea tan extraño—comentó Sugar con tono condescendiente—. Como sea, ¿Qué hizo para tenerte de tan mal humor?
—¡Me rechazó!—exclamó Sonya con enojo—. ¡A mí!
—Vaya—se rio con suavidad Naley—. Alguien tuvo la fuerza suficiente como para rechazar a Sonya, ¿Eso es posible?
—¡Lo mismo me pregunto yo! Ese idiota—rodó los ojos y le dio un último sorbo a su café antes de lanzarlo a un bote de basura cercano—. Yo estaba haciendo lo mismo que siempre. Ya sabes, comenzar a hablarle a un inadaptado no descubierto, invitarlo a una fiesta, emborracharlo y luego tener sexo, pero cuando menos me lo espere, se estaba yendo.
Sus amigos se rieron, con aquellas risas majestuosas que parecían salir de una película. Perfectas y pulcras. Sonya gruñó.
—¡No se rían! No es gracioso.
—Sí, lo es—sonrió Sugar—. Solo un poco.
—¡Claro que no!—bufó—. Cuando lo detuve para arrastrarlo de nuevo a la fiesta, me preguntó que quería, a lo que respondí la verdad, que lo quería a él.
—¿Eso no es algo desesperado?—Alzó la ceja Janik.
—Bueno, estaba borracha, ¡¿Qué iba a pensar yo en eso?!—dijo alzando los brazos.
—Tú borracha, qué sorpresa.
Sonya ignoró el comentario sarcástico de su amiga rubia y continuó con su relato.
—Como decía; Adler se rio y me dijo que gracias, pero que no estaba interesando, que me buscara a alguien más y que él se iba.
Sugar trató de no responder nada. No sabía que decir. No podía decir que conocía a Adler, porque no era así, aunque le sonará el nombre. Igual, lo que hacía su amiga le provocaba la más desagradable sensación. No le gustaba que se juntara demasiado con inadaptados. Nunca resultaba bien hacer eso. Y, por extraño que pareciera, a la chica le daba la impresión de que las cosas eran más complicadas de lo que decía. Pero al final, realmente no era su asunto, así que no dijo nada.
Janik y Naley reaccionaron sorprendidas.
— Ya faltaba que hubiera alguien que te pusiera en tu lugar, ¿No, Sonya?—dijo Naley. Janik la fulminó—. ¿Qué?
— No seas estúpida. Claro que no, además de seguro es un idiota que se quiere hacer el indiferente cuando se muere por ella, al igual que muchos otros.
— No estoy seguro de eso —comentó Jaden encogiéndose de hombros.
Todas las chicas lo fulminaron con incredulidad. Sugar esta vez sí habló.
—¿Te pones de su parte ahora?
—No seas ridícula cariño, me ofendes—le dijo mientras besaba su mejilla—. Solo digo que no siempre gira alrededor de eso. Tal vez lo dijo porque realmente no le interesas.
—Sí, claro, como si eso fuera a funcionar conmigo—dijo Sonya apartando su cabello castaño oscuro de su rostro.
—¿Qué harás entonces?—lanzó la pregunta la rubia del grupo.
—Le enseñaré que nadie me rechaza—dijo ella lamiendo sus labios—. Me rechazó una vez, pero no lo hará de nuevo. Estoy segura.
Hubo un pequeño silencio en el que nadie dijo nada, pero ese silencio se rompió en el momento en el cual los ojos de Sonya se iluminaron y señalaron a un chico a unos metros de distancia de ellos.
—¡Es él! —señaló con un gesto de su cabeza. Todo el grupo observó hacia su dirección y en aquel momento, si Jaden no hubiera estado sujetando su cintura, Sugar se hubiera caído de la impresión.
Adler estaba parado a un lado de un casillero abierto, tomando sus libros con total tranquilidad y una sonrisa despreocupada en su rostro. Era alto, más que Jaden, y aunque no poseía la misma musculatura exagerada, se notaba que era fuerte. Su piel era más blanca, casi tanto como la de la rubia, y su cabello, que Sugar podía jurar que estaba teñido ya que era de un azul colorido muy intenso, resaltaba contra su piel. Y, como era de esperarse, en sus manos sostenía un cómic, el cual leía con parsimonia con una sonrisa suave y pacífica. En él se reflejaba una calma y un equilibrio insano, de aquellos que no pensarías que existen, y sus ojos verdes, en combinación de su cabello rebelde y llamativo, le daban una apariencia algo exótica.
—Es... Inusual —susurró Naley, con sus ojos fijos en Adler—. ¿Enserio te gusta? Digo, no es feo, pero....
—¡Es raro!— exclamó como si estuviera asqueada su hermana.
—Un raro sexy.
—No, solo raro—reparó la chica con un mohín—. ¿Es que acaso estás loca?
— Tal vez—sonrió Sonya sin dejar de verlo—. Y no es mi culpa que seas una superficial empedernida, Janik. Si ustedes hubieran hablado con él como yo entenderían porque lo quiero. Su personalidad lo hace... Excitante.
—¿De dónde?—alza la ceja Sugar, incrédula y desviando su mirada de él.
— Su voz, su sonrisa, aquella sensación reconfortante que emana... Y su altura, me encanta que sean endemoniadamente altos. Ya se imaginarán por qué— alzó sus cejas, sugestiva.
—¡Estás loca!—rio mientras Janik y Naley, todavía en shock, observaban al chico. Era peculiar, de eso o había lugar a dudas, muy diferente a todo lo que había visto, pero en definitiva no era el tipo de chico que normalmente atraía a Sonya, o el tipo de chico que entraba en la ola de la popularidad. Era más bien de aquellos raros artistas que eran atractivos, más solo si pones atención, y ellos no hacían eso. Ellos eran superficiales, la apariencia lo era todo. Si no eran guapos de una forma exorbitante y obvia, entonces no les interesaba.
—Sí claro, como sea—dijo con un gesto desinteresado de su mano, aplicándose labial rápidamente, luego peinó su cabello con sus dedos—. Bueno, chicos, no me esperen—Guiñó un ojo y se alejó, caminando hacia él.
El caminado de Sonya era poderoso. Sus piernas largas y su contoneo hacían que la miraras y babearas. Era confiada en su andar, un andar quemador y fuerte. Ella se acercó a Adler y puso una mano en su hombro, comenzando a hablar. Ellos lograron ver cómo el chico rodó los ojos cansado antes de darle una sonrisa amable y comercial y escucharla sin hacerle mucho caso.
—Bien, dejemos a Sonya jugar un poco con su nuevo juguete, ¿No?—dijo Sugar con una sonrisa de burla y todos asienten, dejando de lado el tema de su amiga y su nueva conquista.
°°°
El hecho de que ese día prometía ser uno común y corriente era una gran mentira. Sugar estaba tan acostumbrada a su rutina, y a la carencia de algo nuevo en ella, que escuchar los rumores de una nueva estudiante en la institución la puso nerviosa. Ese no estaba resultando un buen día para ella y eso, era extremadamente raro. En su mente revoloteaban pequeñas lagunas de cosas en las que no le gustaba pensar, porque era peligroso. Pensar en algo más que no fuera su físico y su popularidad era peligroso. Ella lo sabía.
Durante la clase de literatura, permitió a su mente vagar entre los sucesos de ese día. Gina y sus palabras que rebuscaron en el corazón de la rubia pedazos perdidos. Sonya y Adler, el chico que no creía que fuera a traer más que problemas, y ahora está misteriosa chica nueva. Normalmente no le importaría, pero Sugar creía en el destino, y el hecho de que ya dos cosas anteriormente no hayan resultado en la mejor de las situaciones la tenía paranoica. Demasiado paranoica, pues en su experiencia, siempre había una tercera.
Bien sabía por las películas de adolescentes que una chica nueva a veces era sinónimo de cambio, y ella odiaba el cambio.
El cambio le aterraba porque nunca había pensado en el futuro, siempre se enfocaba en el presente. En un presente estático que esperaba fuera su "para siempre", pero sabía que no sería así. Y eso le daba miedo, porque además de ser la diligente del instituto y ser adinerada, no poseía nada que le garantizara un futuro brillante.
La campana del almuerzo retumbó por la escuela justo antes de que Sugar comenzará a pensar de más, y le agradeció al tiempo que no le diera el plazo suficiente para hacerlo. Tomó su bolso y levantó, caminando hacia la salida. Justo frente a ella, caminaba Adler de una forma tan metódica y natural a la vez que la mareaba. Su cabello azul era inconfundible y maldijo a Sonya por mencionarlo. Algo raro tenía Sugar y era que una vez que mencionaban a alguien en específico como si tuviera algo especial, no dejaba de darle vueltas a asunto.
Por eso, en aquel momento, solo caminaba detrás del chico y trataba de descifrar que había visto Sonya en él. Para atraer a esa morena de personalidad chispeante de la forma en la que se encontraba por alguien tan inusual como él, debía de tener algo importante.
—¿En qué piensas?—preguntó Jaden llegando a su lado y eso la hizo sobresaltarse y alejar la mirada del extraño chico, para observarlo. Sí, definitivamente su novio era mucho más guapo y eso le sacaba una sonrisa de suficiencia.
—En la locura que le entro a Sonya de un día para otro—confesó tomando su mano mientras entraban a la cafetería. En cuestión de segundos perdió a Adler de vista y eso le hizo largar un suspiro de alivio apenas audible.
En la cafetería había una fila enorme para recoger los alimentos. A diferencia de cualquier otra cafetería, en aquella servían comida buena. Sugar creía que Gina hacia mejor comida, por supuesto, pero la que hacía Olga, la cocinera principal, no estaba nada mal. Era un buen menú, había cosas saludables, lo cual Sugar agradecía y a diferencia de otros lugares, los ingredientes eran frescos y de la mejor calidad posible. Y eso en parte de debía a la donación de todos los padres, en especial la de los padres de Sugar, Gerald y Gill Bronson, en un intento de tener conforme a su hija y que dejara de meterse en su burbuja de felicidad.
Ella pudo notar como Sonya faltaba en la mesa del centro de la cafetería, que era donde ellos solían sentarse y la buscó rápidamente con la mirada. Ahí estaba ella, rodeando a Adler con sus brazos y hablando con él en un hábil coqueteo. El chico se encontraba aburrido, con la vista en su cómic como si ni siquiera valiera la pena apartarla. Eso le molestó incluso a Sugar, no sabía que traía su amiga con él, por qué no recogía su dignidad y buscaba a alguien más. Había algo más, de seguro. ¿A caso Sonya se había enamorado? Esa idea le dio escalofríos. Sacudió la cabeza y decidió dejar ir el tema. Seguía sin ser su problema.
Sugar y Jaden caminaron ignorando totalmente la fila para los alimentos y se formaron justo al frente, ignorando las miradas que les dedicaban.
— ¿Me podrías dar una ensalada con aderezo de blue cheese y un jugo verde por favor? —le dijo a la cocinera. Le convenía ser amable con ella, lo había aprendido a las malas, pues la última vez que había tratado mal a a quien entraba en contacto con sus alimentos, había terminado comiendo sopa marinera con saliva y cabello. No quería que la situación se repitiera. Le dan su comida y ella, dedicándole una resplandeciente sonrisa, se dispuso a ir hacia su mesa, pero alguien la detiene.
—¡Hey! ¿Cómo osas hacer eso? Los alimentos, tanto como las oportunidades de consumirlos son de todos, no por poseer alguna desconocida ventaja te da el derecho de poner a los demás detrás de ti.
Sugar tuvo que suprimir una carcajada por el inusual vocabulario que le había reclamado. ¿Quién hablaba así en pleno siglo XXI? Parecía ser un chiste. Se giró lentamente hacia ella, y al reconocerla, comprendió todo.
Dibujó una sonrisa burlona y despectiva en sus rojos labios y, despreocupadamente, preguntó:
—¿Y tú eres...?
°°°
¡Hola! ¡Bienvenidos de nuevo a mi historia!
Soy nueva en esto de la escritura, y aunque he tenido otros proyectos, realmente le tengo fe a este, así que cualquier alma que vaya a pasar por aquí, le pido que se ponga cómodo y comente y vote si les gusta lo que leen.
~ preguntas:
¿Quien será la chica nueva? ¿Que creen que vaya a pasar después de eso?
¿Creen que Adler vaya a ser importante en la trama del libro? ¿Y Sonya?
¿Como les caen los personajes hasta ahora?
Espero sus opiniones, son importantes para mi.
Con amor de locos,
Lia :3
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