Tensión, trabajo y malas actitudes
Capítulo veintitrés: tensión, trabajo y malas actitudes.
Ese mismo día, en la tarde, Sugar tenía que acudir a su primer día de trabajo en willow's designe, la que había sido su tienda favorita en la realidad anterior. Se le hacía una eternidad el tiempo que había pasado, pero en ella había cosas que no habían sido alteradas. Seguía repudiando el trabajo y seguía abriendo sus ojos maravillada al ver toda la magia que creaban en ese lugar. No sabía con exactitud qué sentimiento era más fuerte; si su odio por el trabajo o su amor por la tienda. Tal vez era la mezcla de ambos, y eso explicaría la maraña de sensaciones agridulces que se aglomeraban en la boca de su estómago.
Sin duda no quería trabajar, pero si tenía que hacerlo, por Osiris y por aquel nuevo proyecto de desarrollo de humildad y empatía que había inaugurado, aquella tienda era el lugar perfecto para realizar el cambio. En cuanto llegó, se dedicó a pasar aquellos minutos que había llegado antes tocando las telas y deleitando sus pupilas por los magníficos diseños que, en vitrinas, maniquíes y ganchos, le daban la bienvenida, incitándola a llamar a palabra firme a una dependienta y pedir el ejemplar de su talla. Le tomó unos segundos notar que esa vez, la dependienta sería ella.
—¿Por qué la mueca?—inquirió Adler detrás de ella, siguiéndola como si fuera su propia sombra. Por más que sintiera que debería, no podía dejar sola a Sugar cuando se disponía a hacer algo nuevo; le asustaban los posibles resultados. La experiencia le decía que nada bueno salía cuando Sugar estaba sola en un nuevo entorno, y aunque estaba consciente de que la rubia era más que capaz de cuidarse por sí sola, gran parte del él se sentía obligado a estar ahí para ella, no para intervenir, sino para apoyarla cuando su mirada desolada le dijera que necesitaba un respaldo. Él estaba dispuesto a ser su soporte todo el tiempo que ella necesitara.
—No estoy acostumbrada a venir aquí sin pretender comprar al menos cinco bolsas grandes de nuevos conjuntos.
—¿Y eso es malo?
—No es malo, solo... extraño. Hay muchas cosas que aún no domino, los viejos hábitos difícilmente mueren. No quiero arruinarlo—musitó ella nerviosa, jugando con sus manos sobre su regazo. Se distraía mirando las diferentes telas de colores y texturas, e imaginando las sensaciones que le producirían. Si había algo que le gustaba casi tanto como el baile, era la moda. Realmente lo consideraba un arte, una forma de hablar sin decir una palabra.
—Todo estará bien, estoy seguro—La animó Adler, lustrando su mejor sonrisa de paz—. No lo arruinarás. Y si lo haces, no te preocupes. Nada le pasará a Osy, yo te ayudaré.
—Es que no solo es Osy. Esta tienda es especial para mí, y no quiero que algún error mío, por mínimo que sea, la perjudique. Digo, si hago algo mal, todos dirán "mira, la tonta niña mimada que contrataron en Willows arruinó todo. ¿Cómo pueden contratar gente así? Ya no voy a ir"
—¿Y eso importa?
—¡Claro que importa!—exclamó alterada—. Si eso pasa, la persona que lo diga ya no vendrá, y no solo eso, también le dirá a sus amigas que ya no vengan, y esas amigas se lo dirán a sus amigas, quienes me verán cagarla, le creerán y dejarán de comprar aquí. Entonces, los ingresos bajarán, recortarán personal o bajarán sueldos y las personas que realmente lo necesitan saldrán perjudicadas por mi culpa, y todos me odiarán y tendrán buenas razones para hacerlo porque por culpa mía y de mi holgazanería perderán sus trabajos.
—No creo que... —trató de argumentar él, pero Sugar continuó su monólogo hablando aún más rápido, sin dejarlo hablar.
—Y le dirán a todos y ahora sí nadie me va a contratar. Osy morirá porque no le daré los cuidados y alimentación adecuada y luego tú te enojarás conmigo por matarlo y le dirás a todos, todos me llamarán la arruina empleos que mata gatos, se alejarán para siempre de mí y viviré en las calles ya que mi mamá no soporta que la sociedad la rechace y me correrá de la casa, de modo que tendré que irme a vivir bajo un puente. Pero eso se verá mal para la publicidad de este pulcro pueblo y el alcalde me va a expulsar y viajaré en aventones por todo el país hasta unirme a una secta hippie nómada y...
—Sugar, respira—intervino Adler tomándola de los hombros. Tenía los labios apretados y luchaba por no reír, pero aun así unas carcajadas suaves salían en sus exhaladas—. Deja de ser tan dramática cariño. Dudo mucho que todo eso pase, por favor. No vas a arruinar la vida de nadie, no vas a matar a tu gato y definitivamente no te unirás a una secta hippie.
—¿Me lo prometes?—murmuró Sugar con un puchero, tratando de dejar de lado su histeria.
—Sí, te lo prometo. Nada de eso pasará, y harás las cosas bien, yo creo en ti. Lo harás bien.
—¿Y si no lo hago bien? Odio trabajar, y eso se notará. Nadie quiere a una dependienta amargada. Además, es malo para el cutis, y si me toca con una Sugar 2.0, uffff, me suicido. Porque lo admito, yo soy una pésima clienta. Si me toca una yo, me voy a arrugar cual anciana y...
—Sugar, calma. ¿Eres una máquina de divagueo o qué? Te acostumbrarás a esto, si te equivocas está bien. Equivocarse es normal, todo el mundo se equivoca.
—Pues si equivocarse es de humanos, odio ser uno.
—Sugar, no solo los humanos se equivocan. Cualquier ser lo hace. Los animales, los humanos, y todas las demás criaturas. Nadie se escapa de los errores.
—En serio, ¿te vas a poner profundo justo ahora? Estoy en una crisis, profesor. No seas un sabelotodo justo ahora.
—Es parte de mi naturaleza. Es lo que me hace ser asombroso.
—Y un narciso de mierda también.
—Detalles—alegó Adler restándole importancia al asunto con un gesto de su mano.
—Detalles muy molestos.
—No tan molestos como tú, rubia cascarrabias.
—No lo sé. La verdad creo que es tu culpa, digo, ¿Quién podría escuchar algo más que un zumbido a esas alturas?—Sugar rio y lo señaló con su dedo alzado. Luego unió su dedo pulgar con el índice y rodeo con ellos su oreja derecha, simulando un aparato auditivo que apuntaba en su dirección—. No sé tú, pero me pareció oír como tu cabeza golpeaba el techo. Sí, ya veo el azul de tu cabello chocando con el techo.
—¿Realmente puedes ver algo desde ahí abajo? Porque yo apenas y veo una maraña de cabello rubio por ahí por el suelo. ¿Es una hormiga, es un ratón?
—No, es la Sugar con una excelente vista de tu paquetón.
Ambos se callaron de golpe. Los dos estaban sonrojados, sin poder creer la forma inusual en la que Sugar había complementado la rima. De pronto la conversación banal había adquirido un ambiente diferente. Sugar no se esperaba esas palabras, pero ya no había vuelta atrás, y avergonzarse no era lo suyo, al menos no dejaría que lo fuera. Adler ya hacía mucho en su interior como para mostrarlo de esa forma. Así que aún sonrojada le sonrió de forma atrevida.
—¿Te dejé sin palabras, Malk?—dijo Sugar en tono socarrón.
—Siempre lo haces, Bronson—admitió él, sin dejar de mirarla perplejo.
—Uy, y eso que no lo intento.
—Esa es la mejor parte. Viene incluido a ti.
—¿Estás lista para iniciar, Sugar?
A ella le dieron ganas de gruñir cuando escuchó la voz suave y enérgica de la encargada de la tienda. Las palabras de Adler calentaban su corazón, y quería continuar con aquel intenso intercambio hasta que llegara la parte realmente interesante, pero Winnie, la gerente, decidió que era hora de interrumpir y comenzar con su primer día de trabajo. Trabajo que, por cierto, ya había olvidado por completo. Estando con él, se olvidaba de todo. El espacio desaparecía, y el tiempo también, era como si con solo mirarla y hablarle con su dulce y ronco tono de voz, sus ojos verdes y su sonrisa tan relajante, pudiera desconectar su cerebro. Era algo que nunca antes había experimentado, y le asustaba ese poder.
Entonces se dio cuenta, por la sonrisa de Adler al ver su desacierto a las palabras de la mujer, que esa había sido su intención al iniciar esa absurda conversación; distraerla de sus nervios. Y vaya que había funcionado, mucho mejor de lo que debería.
Ella sacudió la cabeza y se concentró en ella. Era la misma mujer que la había entrevistado, de piel clara, cabello castaño rojizo y ojos avellana. Tenía alrededor de treinta años, pero se veía bastante conservada, y tenía rasgos bonachos, con nariz perfilada y pequeña, ojos grandes, cara redonda y labios finos. Le sonrió con calidez, y Sugar trató de regresarle la mejor sonrisa que pudo, tragándose su molestia ante su interrupción.
—Sí, estoy lista—respondió con voz firme, sonando más segura de lo que en realidad se sentía—. ¿Y tú estás lista para lidiar conmigo?
Winnie rio suavemente.
—Eso creo. Ya veremos cómo nos va a ambas—responde sin dejar de sonreír—. Comencemos. Te voy a mostrar el lugar.
Ella asintió y cuando Winnie comenzó a caminar, Sugar se giró hacia Adler y le sonrió alentadora, pero fue para darse más aliento a ella que a él.
—Lo harás bien. Yo iré por Enit a su clase de arte, luego volveré. Ella dijo que quiere venir a apoyarte.
—Awww, ella es un amor.
—Sí, contigo—murmuró con humor y se despidió con su mano—. Suerte, cariño. Aunque no la necesitas, tú puedes con todo.
Y con eso, dejándola sonriendo como estúpida, Salió de la tienda. A Sugar se le escapó un suspiro y luego recordó que tenía un trabajo que comenzar y fue corriendo detrás de Winnie para iniciar su jornada.
°°°°
Tres horas después, a Sugar ya le dolían los pies y la cabeza, pero todo iba bien. Winnie enseguida le dio su uniforme; un vestido negro a medio muslo, con escote corazón, tirantes de encaje y brillos y un lazo en la cintura con la falda de vuelo. Después, seguida por una sonriente Sugar, ahora de mejor humor, le había mostrado la tienda, aunque ella ya la conocía. Consistía en tres pisos endemoniadamente amplios, con paredes de cristal, estantes del mismo material con estructuras de diferentes colores y un suelo blanco de mármol. Le explicó cómo se dividían los sectores, dónde estaba cada cosa y cómo estaba organizado. Eso lo entendió bien, y cuando le mostró los almacenes su memoria rápida le ayudó a comprender todo a la perfección. Le estaba yendo bien y rápido, y en poco tiempo ya sabía todo lo básico sobre la tienda, además de todo su conocimienton previo. Incluso parecía que sería un éxito en ese trabajo.
El problema inició cuando le tocó atender a una persona. Winnie la dejó a cargo de Marleen, la segunda al mando, para que la capacitara en sus labores. La mujer era buena trabajando y tenía alrededor de veinticinco años, cabello negro y raíces afroamericanas, pero no parecía que Sugar le agradara mucho. Le daba indicaciones muy vagas y prácticamente le hizo hacer todo su papeleo y organización. No dejaba de contestarle mal y mirarla con irritación, como si fuera un insecto molesto. Sugar tuvo que luchar contra todo su instinto y personalidad para no gritarle o hacerle algún desplante, pues realmente quería que aquello funcionara. Pero no tuvo que aguantarla mucho, pues una hora después de que Winnie la dejara con Marleen, ella le asignó una clienta y se fue a su área de descanso a jugar con su teléfono.
Sugar comenzó bien; se presentó correctamente, con las palabras adecuadas y la sonrisa comercial indicada. Pero cinco minutos después, cuando ya le estaba ayudando a elegir la ropa, todo decayó.
La clienta tenía un pésimo sentido de la moda, criticaba todo en la tienda y era tremendamente indecisa. La traía loca, corriendo de un lado para otro con prendas que casi siempre regresaba con un gesto de asco, le pedía prendas dos tallas más chicas y luego la hacía ayudarle con los cierres y los botones, que no cerraban. Le hablaba a gritos, de forma irrespetuosa y despectiva, con una superioridad irritante. Sugar la odió.
—¿Cómo se me ve este vestido?—le preguntaba la clienta a Sugar, contorsionando sus labios frente al espejo, como si fuera un pato.
—Pues... se le ve bastante bien, ese color le queda de maravilla. Pero, en mi opinión, le quedaba un poco mejor en la talla que se midió anteriormente—contestaba ella de la forma más educada posible, tragándose todo su temperamento. El vestido era bonito, pero demasiado pequeño. Los pechos casi se salían de su escote y cuando se inclinaba Sugar podía ver parte de su ropa interior rosa. No la juzgaba, pero en su opinión, no era de buen gusto, y le parecía que se vería mejor algo más largo, recatado pero sensual al mismo tiempo. Pero cada vez que lo insinuaba, ella le gritaba que cerrara la boca y le pedía otra cosa incluso más pequeña.
Y ella soportó bastante, pero en una de esas, cuando la clienta, que trataba de convencer a Sugar de que una blusa blanca talla chica era un vestido, la sorprendió con su mirada en Adler—que ya había vuelto y ahora hablaba con su hermana con una gran sonrisa hermosa y el cabello despeinado—, bufó y se puso delante de ella, con una mueca irritada y burlesca.
—Disculpa, ¿Puedes parar de buscar acostones para más tarde y hacer lo que digo? Que mirar chicos no paga tu sueldo, y yo sí.
—¿Perdón?—inquirió ella con voz molesta y contenida, volviendo a mirarla.
—Lo que oíste. Menos zorreo y más trabajo.
—Disculpa. Sé que es horario de trabajo y no debo de distraerme, no volverá a pasar, pero tampoco hay necesidad de hablarme así.
—Bueno, yo pago, yo hablo como se me da la gana. Al menos, claro, que él te pague mejor por otro tipo de servicios. Y si comerte ese suculento trozo de carne te da para comer, be my guest.
Ella la miró encendida de furia, perdiendo la paciencia.
—¿Siempre eres así o te pagan?
—¿"Así" cómo?
—Así de bocona, insoportable, despreciable y descarada—soltó, fulminándola—. Digo, porque con el nivel de calidad que te gastas, de seguro pagan muy bien. Y si es así, hasta podría renunciar a mi trabajo de prostituta y comenzar a ser un dolor en el puto culo así como tú.
Ella abrió y cerró la boca como pez y después hizo tremendo escandalo acerca de Sugar siendo una insubordinada irrespetuosa y grosera que no sabe respetar al cliente. Obviamente exageró la situación y hasta afirmó que Sugar la había golpeado y había profanado el nombre de su difunta madre. Se quejó tanto con Winnie, que ella tuvo que afirmarle a la clienta que amonestaría a Sugar, pues esta no dejaba de gritar "despídanla" de forma demandante e irritante.
Al final, Winnie regañó a Marleen por dejar a Sugar sin supervisión en su primer día, se acordó que Sugar todavía no estaba lista para eso y la asignaron a la caja de cobro, al menos hasta que se acostumbrara a la cordialidad. Ella resopló, pero no se quejó y aceptó. Cuando fue ahí, la encargada de la caja, Celia, le dio un curso rápido y la dejó, alegando que no era gran cosa. Y apenas llevaba cinco minutos en eso cuando llegó Enit a hacerle compañía.
—Te ves increíble. ¿Cómo es posible que exista un uniforme tan bonito en este mundo?—fue lo primero que dijo Enit cuando llegó al área de trabajo de Sugar. Sonreía de forma alocada, como era su costumbre, y tenía pintura en su mejilla y parte de su ropa, que consistía en un pantalón color morado no ajustado y una blusa negra bastante pegada, de manga larga que llegaba arriba de ombligo y tenía un poco de escote en su espalda. La pintura le daba un aspecto único y colorido, complementándose con los colores que reflejaba su alocado cabello, que se encontraba alborotado y sujeto en una cola alta en la cima de su cabeza. Sus labios estaban pintados de un morado oscuro que le daba un aspecto exótico, y traía mascara de pestañas del mismo color. A Sugar le agradó su estilo.
—Es una tienda de modas. ¿Qué esperabas?
—Pues no sé. Tal vez unos bonitos jeans y una camisa de seda. No un vestido negro que usaría en una fiesta.
—Bueno, algo positivo debía de tener el trabajar aquí, ¿No crees?—dijo ella con un resoplido irritado. Enit entonces notó su semblante decaído y frunció el ceño.
—¿Tan mal es este lugar?
—Solo es malo si eres Sugar Bronson.
—¿Qué pasó?
La rubia volvió a rechinar los dientes al recordar a la odiosa mujer que había tenido la desgracia de atender.
—Me tocó atender a la reencarnación de Lilith—explicó ella con molestia, apoyando su codo en el mostrador para poder descansar su barbilla en la palma de su mano abierta—. Un demonio que llegó a torturarme.
—No creo que sea tan grave.
—Indirectamente me llamó puta.
—Ugh, eso es muy bajo—dijo la adolescente distorsionando su rostro con desagrado. Se sentó en el mostrador de Sugar y apoyó sus brazos cruzados en la pantalla. Luego, reposo su cabeza sobre estos—. Cuéntame todo, que ya estoy comenzando a odiarla.
Sugar apenas sonrió y luego procedió a explicar con lujo de detalle todos los desplantes que le había hecho. Contó también las malas palabras que ella le dedicó durante toda su odisea, pero de alguna forma siempre volvía a la parte en la que la había atrapado con la mirada en Adler. Llegada a esa parte, soltó un millar de insultos y se desahogó, todavía molesta por la insinuación.
—¿Cómo quería que le pusiera atención a ella? Es tan irritante y no estaba diciendo nada importante, solo hablaba como estúpida cosas estúpidas. Ni que necesitara su sucio dinero. ¿Yo de perra con Adler? La palabra ofende. Digo, él es... otra cosa. No me ofendan así, por dios. No lo ofendan así. Qué desgracia...
—¿Y por qué te indigna tanto? Como la diva empoderada que eres, no debería de importarte, ya que te han dicho cosas peores—dijo Enit con humor, y por la reacción cautelosa y sorprendida de Sugar, supo que había dado en el blanco—. Así te quería agarrar, puerca. Te gusta.
—Claro que no.
—Claro que sí. Te gusta por cómo es y toda esa cursilería y no te gusta que hablen de esa forma tan denigrante de él porque te gusta y lo ves como más. Qué romántico—exclamó con un exagerado tono meloso mientras batía sus pestañas de forma soñadora con burla.
—Eso no es cierto—trató de negar ella, pero sus labios apretados y su pequeño sonrojo la delató—. No tiene nada que ver. A ninguna mujer le gusta que la denigren de esa forma.
—Ni que denigren a su hombre.
—No puedo creer que hayas dicho eso. Suena ridículo.
—El amor es ridículo, primor—comentó, tocando la nariz de Sugar—. Vive con eso.
—No estoy enamorada. Además, tú estás equivocada. No es cierto eso de que me han dicho cosas peores, yo soy una invisible. Ni quién me pele. Y además, soy más bato que chica, bro. Escupitajos, eructos y esas cosas son mi onda.
Enit se rio con fuerza, llamando la atención de varios de los presentes.
—¡Joder! ¿Es en serio que dijiste eso?—exclamó ella con burla, tratando de controlar sus carcajadas—. No te molestes con ello. Yo ya lo sé todo, drama queen.
—Define "todo".
—Todo el drama ese de "esta no es mi vida y nunca lo será"—imitó ella con voz aguda—. Mi hermano me dijo todo acerca de ese loco cambio de vida.
—Bastardo traidor—murmuró Sugar palideciendo.
—Qué raro, se supone que la bastarda soy yo...
Sugar transpiró. Tenía la impresión de que Enit ahora la trataría de loca, pero no lo estaba haciendo en lo absoluto. La miró con detenimiento, tratando de encontrar algo inusual en su postura y en su forma de referirse a ella, pero todo era igual.
—¿Por qué me miras tanto? ¿Tengo un bicho en el pelo o algo así?
Sugar ignoró sus preguntas y escupió la que más le preocupaba.
—¿Y tú le creíste a Adler?
—Pues mi hermano no es mentiroso, si a eso te refieres.
—Ya sé, yo me refería a que... ¿No crees que es una locura?
—Claro que es una locura, pero me gusta lo loco. He visto cosas peores, así que sí, te creo—le sonrió honestamente, y Sugar suspiró con alivio—. Además, es demasiado obvio. Tú no eres ni de chiste mi Sugar. No eres tan cool.
—¡Oye!
—Perdona, pero es cierto. Me refiero a que tú no eres tan "me vale madre la vida de los demás". Se podría decir que le das más importancia al entorno, ya sea para bien o para mal. Eres diferente, pero de una buena manera. Eres dulce, dramática y delicada, pero también fuerte.
—Supongo que eso es bueno.
—Sí, lo es. Y eres más fácil de leer.
—No es cierto.
—¡Claro que sí! Se te nota todo. Es obvio que te gusta mi hermano, la otra Sugar se hubiera reído por el comentario y le hubiera seguido el juego, ya que le hubiera parecido divertido. Mi hermano y su mejor amiga hacen ese tipo de bromas pesadas todo el tiempo. Literalmente todo el tiempo. Eso a ella no le hubiera molestado en lo más mínimo, se hubiera causado gracia. Pero no a ti, porque para ti él significa más que una amistad. Y eso es adorable.
—N-no...
—Claro que sí, ya deja de negarlo.
Sugar suspiró resignada, bajando la mirada.
—Bueno, tal vez sí me guste un poco.
—¿Un poco?—interrogó Enit con incredulidad y sarcasmo—. Mucho, querida. Mucho.
—Eres muy metiche. ¿Lo sabías?
—Sí. Es parte de mi encanto. Claro que eso no hará que el baterista de mi banda favorita me ame, pero sí hace que Johny de mi taller de arte me quiera.
Sugar alzó las cejas con malicia, activando su detector de chismes.
—¿Quién es Johny?—dijo de forma interesada, inclinándose un poco hacia ella—. ¿Es tu novio?
—No todavía. Pero lo será. Me gusta, le gusto, nos gustamos, ambos amamos el arte. Lo nuestro está escrito.
—¿Estás segura de que le gustas?
—Sí, me lo dijo. De hecho nos veremos mañana, y estoy casi segura de que me pedirá formalizar una relación. Y sería una lástima que no quisiera. Yo soy difícil de encontrar.
Sugar sonrió. Después de tanto tiempo de práctica, Sugar podía distinguir un ego fingido fruto de la inseguridad y la baja autoestima, de un sano amor propio y reconocimiento de sus virtudes. Lo suyo era auténtico; era seguridad y confianza real, y eso la hacía demasiado feliz. Le alegraba que al menos ella pudiera sentirse de esa forma.
—Me encanta tu seguridad—le confesó a Enit sin borrar su sonrisa.
—Y a mí toda tú. Deberías de tenerla también. No podría pensar en alguien mejor para mi hermano.
—Gracias por darme tu bendición.
—No es nada.
—Solo no le vayas a decir a él que me gusta—advirtió Sugar, sintiéndose extraña por decirlo en voz alta, a lo que la chica solo asintió con una sonrisa honesta.
Después de eso, Sugar y Enit hablaron de cosas banales y sin mucha importancia con tal de conocerse mejor, puesto que ambas eran prácticamente desconocidas aun cuando su convivencia salía casi de forma natural. Ella le habló acerca de su banda favorita, que al parecer era poco conocida pero bastante buena, y era la adoración de Enit, quien se emocionaba porque en dos semanas sería su cumpleaños y esa banda haría un concierto cerca del pueblo. Interrumpida de vez en cuando por las clientas que iban a pagar sus prendas, Enit parloteaba acerca de la música, de cómo la amaba, y de lo gracioso que era que aunque su género favorito no fuera el punk ni de cerca, su banda favorita tocara ese género.
Tal perecía que Enitritte adoraba la música, le encantaba el rock y la ópera y odiaba el reguetón y el trap. Y aunque el tema mareaba un poco, Sugar terminó disfrutando su pasión y su emoción cuando hablaba de la pintura y la música, como si viviera solo para eso. Le recordaba un poco a ella con el baile, aunque pocas veces externaba esa pasión.
Cuando faltaba poco para el término de su turno, Adler se acercó a ellas con una sonrisa al ver, a lo lejos, como Sugar sonreía viendo y escuchando a su parlanchina hermana. Sugar y Enit aún no dejaban de reír cuando Adler llegó al mostrador y besó sus mejillas, esperando con paciencia a que el ataque de risa menguara.
—¿Dónde estabas?—preguntó Sugar, tratando de evitar que su emoción fuera muy palpable. Le resultaba extremadamente difícil disimular sus ansias, pero hacía su esfuerzo.
—Pensé que necesitarían algo de privacidad. Ella es mejor para hablar que yo.
—No lo había notado...
—Uy sí, que gracioso—murmuró Enit con un puchero. Ella se rio en respuesta, dedicándole una mirada de disculpa.
—Tú también eres bueno para eso, Adler—acusó Sugar—. No creas que no me di cuenta de lo que hiciste.
—No sé de qué hablas, pero soy inocente.
—¿Seguro? Porque yo noté claramente como tratabas de distraerme hace un rato con tus palabrerías.
—¿Yo?
—Sí, tú.
—Yo mejor me voy—susurró Enit y se bajó del mostrador, adentrándose a la tienda sin hacer mucho ruido, y con una sonrisa maliciosa en sus labios pintados de azul. Ni Adler ni Sugar prestaron atención a ello; en esos momentos solo tenían ojos el uno para el otro, otra vez sumidos en su propio mundo.
—No recuerdo haberlo hecho.
—Claro que sí—reparó ella, señalándolo—. Me distrajiste con todos tus encantos—fue muy tarde para arrepentirse de decir eso, y Adler alzó su ceja, esperando su vergüenza aquella que tanto le gustaba. Ella no reaccionó aparentemente.
—¿Con todos mis encantos, o solo con mi paquetón?
Sugar casi se ahoga con su propia saliva y sintió su rostro enrojecer. Él chico sonrió; le gustaba hacerla sonrojar tanto como a Sugar le gustaba dejarlo sin palabras. Ambas eran cosas que pocas veces pasaban.
—No sabía que lo estabas usando—respondió ella a duras penas, sin querer dejarse apabullar.
—Yo tampoco, hasta que lo mencionaste.
—Oh, rayos—se lamentó ella de forma exagerada, tratando de aligerar el ambiente. Algo nuevo flotaba en el aire, algún tipo de tensión, y a ella le resultaba tan conocida como desconocida. Sentía que poco a poco Adler y ella estaban llegando a un nivel de bromeo bastante peligroso, un juego que temía que se fuera de sus manos.
Él negó con su cabeza sin dejar de sonreír, pero en su expresión había un extraño algo que ni siquiera podía descifrar. ¿Era incomodidad? ¿Preocupación? ¿Intensidad?
No sabía cómo describirlo.
La tención los atrapaba, pues ya no sabían ni que decir. Afortunadamente, no tuvieron que decir nada, pues una chica rubia amable y sonriente llegó a pagar sus prendas. Alguna clase de suerte oportuna los rodeaba a ambos, pues cada vez que las cosas adquirían un tono diferente y tenso entre ellos—y no precisamente en un mal sentido—, alguien llegaba a salvar el día con su intervención, dejando el caso en segundo plano.
La chica que atendió era extremadamente simpática, y entre risas y sonrisas halagó su vestido y su cabello. Habló un poco acerca de los gatos con expresiones graciosas de las redes sociales y bromeó con ella como si la conociera de toda la vida. Sugar pensó que, si todas las clientas fueran así, amaría esa clase de trabajo. Pero no era el caso.
Después de eso, a ella no le dio mucho tiempo de hablar con Adler, pues era el último par de horas, todas ya empezaban a llegar para pagar y en ese momento ella era la única caja abierta. Eso no le molestó, ya que ocupó su mente y exigió su atención para no tener que darle tantas vueltas a su nueva situación. Aun así sentía la mirada del chico sobre ella. Trató de no darle mucha importancia.
Ya después, cuando faltaban minutos para su salida, llegó Enit con su canasta cargada con calcetas, gorros, suéteres y vestidos, lista para pagar. Adler le dirigió una mirada severa y molesta, pero al mismo tiempo entretenido por su impulsividad.
—Sug, amiga de la vida. ¿Es muy pronto para pedir que me des un descuento por ser tu amiga?
—Sí, me parece que sí.
—Bueno, lo intenté—se encogió de hombros resignada y le dio sus cosas para que las cobrara.
El proceso de salida fue algo tedioso, ya que ella pensaba que la despedirían. No pasó, pero Winnie sí le dio una breve plática acerca de mantener la compostura. Lo hizo de forma tan dulce y calmada, que incluso se sentía como un cumplido, y Sugar agradeció que su jefa fuera una persona agradable.
Cuando salió, se divirtió con Enit y Adler, quienes tenían una extraña rutina de hermanos que consistía en que ella pusiera canciones de su banda favorita y las cantara en voz alta, solo para que Adler se quejara, la callara y complementara sus líneas con otras que no tenían nada que ver con la letra.
Enit bailaba en el asiento, moviendo sus brazos y piernas de forma alocada, mientras movía sus manos como si sostuviera una batuta y dirigiera ella misma a la banda.
—I WANT YOU, I WANT YOU—cantaba Enit como si ella fuera la protagonista del concierto.
—TO SHUT UP!—Complementaba Adler amargado, ganándose una mala mirada de su hermana, quien después de fulminarlo se acercaba a él tocando su saxofón imaginario en su cara y haciendo escándalo. Sugar rio mucho de eso, disfrutando de su extraña forma de divertirse.
Estando con ellos simplemente no tenía ganas de separarse. Ya fuera juntos o por separado, la presencia de los Malk le alegraba la vida. Cuando llegaron a casa de la rubia, ella casi no tenía ganas de bajarse del auto, aun cuando no tenía otro remedio, y una vez que lo hizo, se despidió de ellos con emoción antes de observarlos alejarse en el auto de Adler mientras escuchaba la voz de Enit gritar "I want you" como si fuera la única parte que se supiera de la canción, y eso hizo hasta que los perdió de vista.
No le gustó entrar a su casa por lo sola y melancólica que se sentía, pues sus padres de nuevo no estaban, y tampoco Gina. Extrañaba a esa mujer, y ni siquiera tenía una forma de demostrar qué tanto lo hacía. Ni una forma de contactar con ella.
No todo se podía resolver al parecer, y aunque Adler y Enit eran muy efectivos para tapar el sol con un solo dedo, la verdad era que algunas veces, cuando llegaba a su casa se sentía tan sola como estaba en cualquier realidad que se presentara.
°°°°
¡BUENAS!
Admito que extrañaba escribir esto. Mis problemas de ordenador y de organización me retrasaron bastante, pero ya he vuelto y tengo pensado escribir en cada momento libre que tenga. Mis múltiples ocupaciones suelen ser obstáculos para mi meta de publicar un capítulo por semana, lamento mucho eso. Espero que disfruten este capítulo, pues personalmente me gustó escribirlo.
Aunque no parezca, para estos nuevos capítulos necesito más organización. Pasan más cosas y todas esas cosas se distribuyen en lapsos más amplios de tiempos, y eso requiere esquemas y listas para no confundirme y pasarme algo, ya que en mi mente solo está presente la información y los sucesos pesados. Pero en fin; digan qué les pareció este capítulo, y qué cosas esperan leer próximamente 7u7
Aprovecho para agradecerle a citlalli289 que me incluyera por su cuenta en su libro de recomendaciones <3 amo y amaré eternamente tu apoyo a esta historia, y gran parte del impulso que necesito para escribir me lo das tú. Gracias por todo, gracias por ayudar a que mi obra crezca.
Ya mejor dejo de aburrirlos con mis largas notas de autor y me voy a escribir más.
Con amor de locos,
Lia :3
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