Recuerdos de una verdadera familia
Capítulo veinticuatro: recuerdos de una verdadera familia.
Al día siguiente, Sugar estaba más callada y pensativa de lo normal. Trataba de disimular, pero la verdad era que entre más tiempo pasaba y más piezas caían en su lugar, más sentía la ausencia de otras. Anteriormente, sus días estaban tan pesados y llenos de interrogantes que había otras cosas que simplemente se escapaban de su mente, pero desde sus semanas en aquella realidad alterna, no había podido dejar de pensar en Gina, y eso se acentuaba a cada momento.
Sentía su ausencia cuando llegaba a casa, cuando iba a la cocina, cuando tenía que poner cargas de ropa o limpiar la casa. Y el caso no era el extrañar que alguien hiciera esas cosas por ella, sino que le hacía recordar aquellos momentos en los que Gwen y ella le ayudaban a la mujer a limpiar inventándose misiones mágicas secretas y códigos, como si estuvieran combatiendo fuerzas malignas con la escoba y el plumero, mientras encerraban a las crueles prendas sucias en máquinas purificadoras aterradoras para extraer la maldad de ellas, comúnmente llamadas lavadoras, que te podían lavar el cerebro si caías en sus redes. Las historias eran descabelladas, pero divertidas, y aunque la mujer reía por sus ocurrencias, muchas veces se unía a ellas fingiendo ser algún hada buena o villana maligna. Esos eran los momentos que ella definía como felicidad. Esa era la que ella definía como familia.
Familia que perdió y que extrañaba con locura. Gina era el recuerdo doloroso de su mejor amiga, pero también aquella gota de vida que la aferraba a su corazón. Y quería verla. Necesitaba verla. Se sentía demasiado sola sin su presencia maternal, y aunque Adler la hacía sentir completa, era de una forma diferente y tampoco podía mantenerlo por siempre en su casa.
—Sugar, no me estás escuchando—declaró Adler con voz calmada. Ambos estaban caminando por los pasillos de la escuela hacia su árbol determinado en la hora del almuerzo, y se suponía que estaban charlando, pero Sugar no se podía concentrar en nada que no fuera aquella soledad aplastante. Su mente no daba tregua; entre más cosas se solucionaban, otras más llegaban a atormentarla.
La rubia reaccionó y levantó su mirada confundida hacia él, quien no dejaba de mirarla preocupado. Suspiró y le dirigió una mirada de disculpa. No tenía caso negarlo.
—Perdona. Tengo la mente en otro lado.
—Lo sé—afirmó. Ella buscó un indicio de enojo en su semblante, pero solo encontró preocupación—. ¿En dónde?
Dudó. Sugar tenía la mala costumbre de magnificar sus problemas insignificantes y de minimizar sus problemas graves, porque su primera reacción fue querer quitarle importancia al asunto con su mano y cambiar de tema.
—¿Qué canción estaba cantando Enit ayer? Me gustó—dijo forzando una sonrisa, evitando su mirada. Él tomó su brazo y la miró a los ojos con severidad. Ese era su punto débil; con sus brillantes ojos verdes atravesando los suyos, no podía negarle ni ocultarle nada.
—No hagas eso. No temas decirme las cosas.
—Es solo que... no es nada que se pueda resolver. No creo que sea algo que tú puedas resolver.
—¿Por qué no? Soy prácticamente un superhéroe.
—Lamento ser yo quien te lo diga, Adler, pero el usar calzoncillos de superhéroes no te hace ser uno.
—En ese caso el empaque me mintió. Qué estafa—se lamentó, dramático—. Pero creo que puedo hacer algo de todas formas. Solo intenta.
Sugar suspiró de nuevo, alborotando sus pensamientos. ¿Qué podría hacer él para desparecer su vacío? Hacerla olvidar no bastaba, necesitaba ver a su nana, disculparse con ella. Y Adler no podía simplemente regresarla a su realidad por arte de magia, si no ya lo hubiera hecho.
A menos qué...
—¿Puedes investigar una dirección por mí?—preguntó con voz melosa mientras batía sus pestañas hacia él, un gesto que utilizaba para suavizar su voluntad. No era necesario, él era capaz de hacer muchas cosas por ella.
—¿Acaso soy la CIA?
—No lo sé, tú dime. Eres un misterio para mí; bien podrías ser un alíen del área 51 y yo ni en cuenta.
Él sonrió levemente, pero no desviaba su atención de tema principal.
—¿Por qué quieres eso?
—Porque sí. Vamos, hazlo—insistió Sugar, con una persistente y peligrosa idea en mente.
—Tal vez no pueda.
—Dijiste que eres prácticamente un superhéroe. Estoy segura que un superhéroe puede fácilmente conseguir una dirección.
—Y un súper-villano también—replicó Adler, arrugando las cejas hacia ella—. ¿Para qué lo necesitarías?—volvió a preguntar, sin fiarse de sus intenciones.
—Pues para sentirme mejor. Vamos, no me digas que no puedes hacerlo—lo retó, utilizando todas sus armas inocentes posibles, ya que sentía que usar otra clase era peligroso e injusto.
—El poder y el deber son cosas diferentes. Es casi un delito.
—Bah, no creo que seas tan santo y tu familia tiene más poder que el papa. Por favor, hazlo—murmuró una vez que llegaron al árbol, haciendo un dulce puchero y juntando sus manos en forma de súplica—. Por mí.
Él no dijo nada por un momento, tratando de ser fuerte, pero la verdad era que su voluntad no estaba muy firme cuando se trataba de Sugar.
—¿Es de verdad eso de que te va a hacer sentir mejor?
—Mucho, más viniendo de ti.
Él dio un suspiro resignado y enseguida entendió que ya lo había logrado. Reprimió su sonrisa mientras lo observaba con atención.
—Está bien, lo haré.
—¡Gracias gracias gracias!—Ella chilló con emoción y se lanzó a abrazarlo, envolviendo sus brazos a su cuello y colgándose de él. Tenía sus pies alzados, pues prácticamente había saltado a sus brazos.
Adler se desequilibró por la sorpresa y caminó unos cuantos pasos atrás, para apoyar su espalda en el árbol mientras sostenía la cintura de Sugar con sus dos manos. La miraba con una mezcla de sorpresa y satisfacción, sintiendo el calor de su cuerpo y su cintura entre sus manos como una especie de regalo.
—Calma, cariño—Le sonrió, y por alguna razón, esa vez el apelativo adquirió un tono más íntimo. Menos fraternal.
—Eres la mejor persona del mundo, de verdad... gracias —susurró en su oído, posando su cabeza en su hombro—. Es realmente importante para mí.
—Vaya, de haber sabido que te ponías así, hubiera accedido al instante.
—Pues ahora ya lo sabes, para la próxima.
Ambos se sonrieron, mirándose directamente. El chico estaba prácticamente recostado sobre el árbol; este soportaba todo su peso y al mismo tiempo él soportaba el de Sugar, sujetándola como si sus brazos pudieran protegerla de todo en el mundo. Parecía que mirarse era suficiente para quedarse así por horas, pero escuchar un grito amplio desde la lejanía que ambos reconocieron los sacó de su trance.
Asustados y como si el tacto los quemara, Adler soltó a Sugar al mismo tiempo que ella se soltó de su cuello y puso sus pies en la tierra. De forma instintiva, voltearon a todos lados buscando a Sonya, ambos rojos de vergüenza.
La chica en cuestión no los había visto; estaba al otro lado del árbol, llamando el nombre de Sugar mientras le fruncía el ceño a la pantalla de su celular. Los dos amigos, sonrojados, buscaron al instante sentarse en el suelo con una considerable distancia entre ellos y esperar en posición casual a que la morena llegara a ellos, con un ambiente pesado rodeándolos. Unos segundos de miradas de reojo después, Sonya llegó a ellos y sonrió, dejando su teléfono y guardándolo en el bolsillo de su pantalón.
—¡Sugar! Finalmente te encontré—dijo en un tonito apurado, sin dejar de ser amable.
—Sabes que usualmente estoy aquí—se encogió de hombros hablando con toda la normalidad que le fue posible—. ¿Qué necesitas?
—Ayer te dije que las chicas y yo necesitábamos hablar contigo y que nos buscaras en la cafetería hoy. ¿Se te olvidó?
Sugar chasqueó la lengua y la miró con pesar. Había olvidado por completo el mensaje de Sonya que había recibido apenas comenzaba la noche anterior y que ella había respondido de forma afirmativa. No se justificaba, pero la verdad era que el asunto de su nana acaparaba toda su mente y su memoria.
—Sí, lo olvidé. Lo siento mucho, tengo la mente muy perdida últimamente.
—Lo comprendo, tranquila—le dijo con una sonrisa suave—. Pero igual tengo que hablar contigo. Es rápido.
—¿Qué tan rápido?—inquirió Adler con recelo.
—Rápido es rápido, tigre ¿Me la presta su majestad?—inquirió Sonya al ver la mirada indispuesta del susodicho—. No solo es tuya. Aprende a compartir.
—Nunca te lo negué.
—Tu cara lo dice todo, amorcito—se burló ella guiñándole un ojo y lanzando un beso. El chico hizo una mueca de irritación, aunque claramente divertido. Sugar tomó la mano de Sonya y se levantó—. Ahora con tu permiso, oh mi gran lord, me la voy a llevar. Gracias.
Después hizo una reverencia en modo de burla y se alejó a paso rápido casi arrastrando a Sugar.
—¿Por qué la prisa?
—Tenemos consejo los miembros del comité de alumnos en unos minutos, y tanto Sidney como Legia y yo pertenecemos a él—cuchilleó, con una sonrisa malévola. Cuando entraron a la escuela, se detuvo en la puerta, para sorpresa de Sugar y la arrastró a una esquina ahí—. De hecho no te voy a llevar a ningún lado, no hay tiempo. Pero es divertido ver su molestia y que luego finja que no fue nada.
<<Míralo—inquirió la morena señalándolo—. Parece cachorrito perdido.
Sugar no pudo evitar reír.
—En ese caso lo acepto—susurró enternecida en secreto. No iba a negar que le gustaba causarle esa clase de reacciones—. Lamento mucho no haber ido.
—Bah, no lo lamentes. Las cosas así suelen pasar. Igual el asunto es rápido. Solo tenía la ilusión, no solo yo, de convivir un poco contigo. A las chicas les agradan las raras.
Sugar sonrió por la bajo, tratando de no ofenderse con el apelativo. Incluso le hallaba gracia al asunto.
—Bien, supongo que a la próxima será—dijo Sonya, sin prestarle demasiada importancia al asunto. Después de unos momentos que tomó como descanso, sacó de su bolsa un papel de cartoncillo color turquesa. Sugar abrió los ojos con sorpresa mientras prácticamente se lo arrebataba. Apenas atinó a sonreírle en una mueca de disculpa.
—¿Eso es...?
—Síp.
—¡No jodas!—se le salió, pero estaba demasiado emocionada como para disculparse por la palabrota—. Dime que no estás jugando conmigo.
—No lo hago, no podría ser así de mala. Es un boleto de re-audición al grupo de baile.
Sugar gritó de emoción y se lanzó a abrazar a Sonya. Ella rio.
—Cuánto amor—musitó sonriendo una vez que se separó—. Ahora, deja explicarte; como ese día las audiciones terminaron pronto, no conseguimos una suplente. El equipo está completo por ahora, pero necesitamos siempre tener un remplazo por si algo no sale bien. Ya estás prácticamente ahí, por ahora, pero necesitamos una audición para el registro y porque, tú debes de comprendernos; lo que pasó fue raro y necesitamos asegurarnos de que no pasará de nuevo.
Sugar no podía creerlo. Ella ya había dado por hecho que estaba fuera, y aunque solo fuera ahí para ser el respaldo, no le molestaba en lo absoluto. Ya era un logro y acariciaba su inseguro corazón.
—Entonces, ¿aceptas?
—Claro que sí. ¿Las chicas están de acuerdo con esto?
—Por supuesto. Ya te dije, les agradas—Le dio otro suave abrazo—. Felicidades.
—Gracias. De verdad, esto es más de lo que imaginaba, yo...
—Ya no digas más. Te lo mereces. Ahora tengo que irme, nos vemos luego—dijo Sonya volviendo a la energía extrovertida que la caracterizaba—Puedes volver a besuquearte con tu mejor amigo.
—Sí... espera, ¿qué?
Sonya se carcajeó por su reacción y se alejó de ahí, dejando a la rubia sonrojada y acelerada, con la cabeza perdida. Suspiró y volvió con su amigo, donde las cosas siguieron su curso como si nada hubiera pasado, aunque para ambos, el momento se reproducía en sus cabezas una y otra vez.
°°°°
—¿Por qué llegas tan tarde?— le murmuró Sugar a Adler al día siguiente en el salón de su segunda clase. Ese día les tocaban tres clases juntas, y la chica había desarrollado una necesidad de verlo.
Él le había mandado un mensaje en la mañana diciendo que no podía ir por ella, así que con todo el dolor y flojera del mundo, se había ido en su bicicleta. No lo había visto desde el día anterior y se preguntaba cuándo volvería y a qué se debía su tardanza.
—Estaba ocupado—fue la única respuesta de Adler, también en susurro, ya que estaban en clase—. Y no en asuntos míos.
Esa frase alertó a Sugar.
—¿Qué hiciste?—susurró la rubia, inquieta. La maestra los fulminó y ambos fingieron no conocerse, bajando la mirada a los apuntes. Cuando dejaron de sentir su mirada sobre ellos, volvieron a levantar la vista para mirarse—. Vamos, dime.
El chico, para agregar más emoción, miró a todos lados, se inclinó a su oído y susurró:
—Tengo la dirección de Gina Western.
—¡¿Qué?!—gritó, olvidando por completo los susurros—. ¿Me estás jodiendo?
Sugar se había olvidado de que estaban en un aula en horario de clases, y lo recordó en el segundo en el que escuchó las carcajadas del resto y la mirada asesina de la maestra sobre ella. No le importó en lo absoluto.
—¡Señorita Bronson!
—Sí, sí, ya nos vamos.
—¿Nos?—inquirió Adler con una ceja alzada, pero ella ignoró su indignación y, a velocidad de la luz, tomó su mochila y la de Adler, se puso cada una en un hombro y tomó a su amigo de la mano, arrastrándolo fuera.
—Adiós profesora, nos vemos mañana con nuestra amonestación.
—¿Nuestra?—volvió a indignarse el chico mientras Sugar lo arrastraba fuera del salón con una fuerza que no sabía que existía. Una vez que estaban afuera, Adler se soltó y la miró repleto de confusión—. ¿Por qué hiciste eso?
—Porque vamos a ir a visitar a Gina western.
—Vamos me suena a manada.
—¿Me vas a dejar ir sola?—alzó una ceja poniendo sus brazos en jarra—. Está bien entonces; me voy.
—¡No!—exclamó él—, iré contigo.
—¿Y por qué? Puedo ir sola.
—El lugar está a dos horas de aquí. Es una pequeña aldea a las afueras de Woodley Rich. No te dejaré ir sola.
—Bien, entonces vamos.
—Pero... ¿ahora?
—¡Claro! Necesito irme ahora, para alcanzar a llegar a trabajar.
—Pero...las clases—susurró Adler confundido, con un ligero puchero involuntario.
—Vamos, no seas nena—escupió ella, ansiosa—. No me dejes ir sola, tenemos que ir ahora. ¿Le temes a unas cuantas faltas? Te creía más osado.
—Tú y yo tenemos diferentes conceptos de osadía.
—Pues por hoy sintonízate conmigo.
Él resopló con molestia y resignación.
—Está bien, lo haré—declaró, y antes de que Sugar pudiera cantar victoria, añadió—: Pero tendrás que decirme por qué es tan importante para ti.
Ahí fue donde Sugar titubeó.
—P-pero...
—Pero nada. Yo aceptaré saltarme clases contigo si tú me explicas con detalle la razón. Si no, me niego a ir contigo Y a darte la dirección.
—¡Eso no es justo!
—Tampoco lo es que me extorsiones con esa miradita adorable y manipuladora. Tú decides si aceptas o no.
—Podría solo extorsionarte con mi lindura otra vez.
—No si entro a clases en este momento y te evito todo el día. Tú decides, cariño.
Sugar murmuró malverbios, no muy feliz con el trato. Ella sentía injusto que el chico fuera tan hermético con su vida y a cambio ella tuviera que compartirle todo, pero no había otra manera. Y sabía que su consciencia no estaría feliz si no veía a Gina al menos una vez.
—Bien, tú ganas.
Adler sonrió y sacó de su mochila las llaves de su auto.
—¿Qué esperamos entonces?
°°°°
—Bien, habla—presionó Adler ya que estaban en el camino.
Apenas estaban saliendo del pueblo, pero con el nivel de información que quería, intuía que iba a necesitar todo el tiempo posible. Sugar estaba enfuruñada en el asiento del copiloto, molesta por haberlo dejado ganar, pero aun así, comenzó a hablar. Ella no faltaba a sus promesas, al menos no con frecuencia.
—Gina western es mi nana. O era mi nana—comenzó ella, mirando a la ventana el verde de los árboles y el vuelo de los pájaros. Se concentraba en ellos para prevenir el caer en lágrimas—. ¿Recuerdas aquel día que comencé con esto, cuando te pregunté si alguna vez habías visto a una nana o encargada en mi casa?
—Sí, lo recuerdo bien.
—Bueno, en ese momento me dijiste que había sido despedida. Y en mi realidad no. En me realidad ella vivió conmigo toda mi vida—murmuró—. No solo era mi nana, era como mi madre o mi abuela; era como mi familia.
calló un momento para ordenar sus pensamientos y continuó:
—Gina tuvo una vida muy difícil. Su única hija murió dando a luz, y desde entonces tuvo que criar y cuidar sola a Gwen, su nieta, cuyo padre nunca se hizo cargo y cuya madre acababa de morir. En este mundo, cuando Gwen enfermó de cáncer mis padres la despidieron. Pero en el mío no. Apenas la conocía, pero en una vida donde mis padres me ignoraban, su presencia me ayudaba a no sentirme sola, de manera que rogué que le dejaran su trabajo y permitieran que ambas se quedaran a vivir con nosotros. Así, ayudábamos con su tratamiento y su vivienda. No imaginas lo difícil que fue para mí lograr eso.
Se quedó callada durante un momento en el que Adler comprendió por qué no había querido hablar.
—Gwen rápidamente se transformó en mi mejor amiga. Era mi hermana, mi persona favorita, aquella que me ayudaba a creer en todo. Mis padres siempre me ignoraron o me trataron mal, como si fuera una maldición, una desgracia, pero Gina y Gwen no. Ellas me cuidaban, me hacían feliz y me inculcaban valores. Mi vida hubiera sido un suplicio sin ellas, más de lo que fue.
<<Creo que ya he visto el alcance de la crueldad de mis padres—susurró lo último pensando en Nacht, en que ella probablemente no tuvo una Gwen como ella, ni un Adler como la Sugar que estaba suplantando—, y fue gracias a ellas dos que no sucumbí a ella. Gwen y yo hacíamos todo juntas; jugábamos, íbamos a la escuela, comíamos, incluso dormíamos juntas. Viviamos en una constante fantasía en la que podíamos crear nuestra propia realidad, lejos de los monstruos que nos atormentaban: por un momento yo olvidaba los maltratos físicos y psicológicos de mis padres, y por un momento Gwen dejaba atrás cualquier enfermedad. Por un momento, solo eramos dos niñas jugando en un mundo ideal y feliz.
<<Yo la cuidaba, nadie podía decir nada de ella y su enfermedad en mi presencia, y Gwen me cuidaba a mí de mi propia soledad, mis pesadillas y ese vacío permanente que siempre he tenido. Ella era la persona más pura, dulce y feliz del mundo entero, nunca conocí a nadie igual. No podía entenderla; tenía un destructivo cáncer, su madre había muerto, su padre la había abandonado y no tenían casi dinero, pero era ella quien me enseñaba a mí la belleza de la vida, la magia en ella. Era quien creía en la existencia de la felicidad pura, de los sueños y de la plenitud, quien me hacía creer. Creo que no he amado a nadie, en forma fraternal, como la amaba a ella y a Gina.
—No tienes por qué...
—Sí, tengo qué—espetó, con la voz rota y en sollozos, pero sin querer parar—. Gwen murió cuando teníamos doce años. Yo fui quien la vio morir; estábamos dormidas y me despertaron sus lágrimas y gritos de dolor. Era horrible, se retorcía, sangraba y lloraba; gritaba entre sollozos que quería morir ya, que quería dejar de sufrir. Llamé a Gina al instante y llamamos a la ambulancia, pero era inútil. Ella se tiró al suelo y convulsionó. Se ahogaba con su sangre, todas sus heridas se infectaban...
Ella cerró los ojos, dejando caer una lágrima. Era obvio que se estaba omitiendo partes de la descripción gráfica.
—Ella murió antes de que llegara la ambulancia. Su cuerpo sin vida tirado y rodeado de su sangre y vómito aún me persigue en pesadillas. La única persona que estuvo a mi lado después de eso fue Gina, y ella estaba igual de destrozada que yo. A mis padres no les importó. Ellos no veían que estaba sufriendo el peor suplicio de li existencia, que acacaba de perder a quien me daba felicidad. O tal vez simplemente no les importaba.
—Sug, de verdad... —trató de detenerla Adler al ver como lloraba. Él sufría con ella, sus palabras estaban repletas de agonía, y la podía sentir—. Perdóname, yo...
—Gina y yo nos apoyamos, pero ambas de forma incompleta. Yo tenía miedo de abrumarla con mi dolor, y Gina temía lo mismo, así que poco a poco comencé a alejarme de ella, pensando que me sentiría mejor alejada de ella, que mi culpa no me atormentaría más, pero me equivoqué. Lloraba todas las noches, tenía más pesadillas y mis padres en esos momentos tomaban mi comportamiento como rebeldía, así que empleaban medidas más salvajes y drásticas para disciplinarme. Me lastimaban, me dañaban, pero nada de eso se comparaba a mi dolor interno.
<<Las cosas mejoraron unos meses después cuando conocí a Jaden. Él fue... un buen amigo, creo. Con él olvidaba todo, pues jugábamos videojuegos juntos, pelábamos, veíamos películas y por un momento, mi soledad acababa. Pero la compañía no era completa. Yo, siguiendo mi teoría de la amistad incondicional estaba para él en todo momento, pero él no estaba para mí. Se asustaba de mis "problemas depresivos de chicas" e huía cada vez que me sentía mal. Si me enfermaba, decía "jugamos en otro momento", y siempre que me veía triste trataba de ignorarlo o irse, "cuando te sientas mejor me hablas", me decía. La primera vez que me llegó mi periodo no me habló en una semana, ya que pasó cuando jugábamos con globos de agua, y después utilizaba eso de excusa para quejarse de mi comportamiento estúpido. Ese no era el concepto de amistad que aprendí con Gwen, pero en aquel momento, tan destruida y sola como estaba, comencé a convencerme de que esas cosas se quedaban en el pasado. No ganaba nada comparando a todos con ella; no ganaba nada añorando algo que ya no iba a volver. Poco a poco, Jaden y sus actitudes se convirtieron en mi concepto de amistad.
<<Entonces me alejé de todos los recuerdos de esos momentos; me alejé de Gina y empecé a tratarla solo como una empleada, y me acerqué a mi mamá, quien me hizo olvidar y me ayudó a comportarme como debía de hacerlo, como toda adolescente debía de ser. Yo dejé de resistirme, me dejé hacer y poco a poco dejé de hacer todo lo que Jaden quería hacer, pues no eran cosas de niñas; y él quería un amigo, no una amiga sensible, así que nuestra amistad se quebró y se transformó en una relación vacía solo por popularidad. Y después todo parecía estar bien; todo parecía ser perfecto, como debería de ser.
—¿Pero?...
—Pero solo era una ilusión; me di cuenta cuando pasé a esta extraña realidad. Nunca fui feliz, solo pretendía estar conforme, porque quería huir del dolor. Hasta que llegué aquí y me topé contigo.
Sin importar el contexto, Adler casi pudo sonreír. No iba a llorar, pero la verdad era que ganas no le faltaban; nunca se está preparado para escuchar del verdadero dolor de parte de quien menos lo esperas.
–¿Yo?— murmuró, apenas pudiendo articular la palabra.
—Sí. ú me recuerdas mucho a Gwen—dijo, con una diminuta sonrisa de nostalgia, mientras lad lágrimas corrían por su rostro—. me haces sentir feliz y viva, como lo hacía ella cuando era niña. Gracias a ti comencé a ser yo de nuevo, me recordaste a ella y con eso me recordaste quién era.
Adler estaba sin habla, y solo entonces Sugar se giró a verlo. Ella no había notado que se había estacionado a la orilla de la carretera, abrumado con su relato. Él la miraba con intensidad y con miles de sentimientos encontrados. Ahora la veía con nuevos ojos. Estaba llorando, pero todas las emociones reflejadas en su rostro y la pasión con la que hablaba, lo hizo verla hermosa y humana, aunque estuviera fuera de contexto el sentimiento. Esa fue la primera vez que, en los recuerdos y la mente de Adler, reconoció el ser humano hermoso que era ella, y lo intensos que se estaban volviendo sus sentimientos hacia ella. La dejó hablar mientras se perdía en ella, en cada acción, cada palabra y cada mirada.
—Pero eso no es totalmente bueno, porque con eso vino la culpa de todo lo que hice cuando trataba de dejar todos mis recuerdos atrás. Me enseñaste a ser feliz con mis recuerdos, pero también me despertaste, y ahora no puedo dormir porque cada vez que cierro los ojos pienso en ellas y en lo cruel que fui con Gina durante todo ese proceso. Le gritaba, era fría, grosera y malagradecida. Fui una perra, y no se lo merecía. Y me siento terrible por eso; era mi familia, y la última vez que la vi la regañé porque me hizo un pastel. ¡Un puto pastel!
<<Sé que no es lo mismo ni de chiste; que esta Gina no me ve desde los cinco años, pero yo necesito verla. Realmente lo necesito, porque es mi madre y no la aprecié durante tanto tiempo y...
Para ese entonces, sus lágrimas y sollozos no le dejaron continuar, y antes de que ella se derrumbara, Adler ya la había acogido entre sus brazos y le estaba ofreciendo el consuelo que añoraba.
Parecía que ya se sentía como en casa en sus brazos; era la única persona que la había ofrecido consuelo después de tanto tiempo, y mientras lloraba y sacaba toda su tristeza, sentía que un peso que la oprimía desde hacía años se liberaba. Antes de ese momento, no sabía lo mucho que necesitaba sacar todo aquello de su sistema, como si hubiera vivido ahogada durante años sin saberlo.
Ambos se quedaron abrazados durante unos minutos eternos. Sugar se liberaba, y él tenía ahora su mente revuelta. Le sorprendía la cantidad de dolor que podía albergar una persona tan vacía a simple vista. Por un momento, no sintió que ella era aquella amiga de la infancia, sino aquella chica popular y superficial que veía por los pasillos, presumida y odiosa, que ahora estaba abriendo su corazón y mostrando que era más, mucho más de lo que parecía. No supo de donde vinieron tantos recuerdos, pero los abrazó, por primera vez viendo el verdadero valor de Sugar.
Unos momentos después, la chica se separó de él con las mejillas húmedas y los ojos enrojecidos, pero con una suave sonrisa en sus labios.
—Gracias—murmuró ella, acariciando su mejilla apenas un momento.
—¿Por qué?
—Por obligarme a decirte. No sabía lo mucho que necesitaba sacar todo esto.
Él le sonrió de vuelta, acariciando su cabello.
—Siempre que lo necesites, cariño.
••••
R.I.P Gwen :(
No tengo mucho que decir esta vez; solo espero que disfruten el capítulo y se conecten más con mi Sugar. No sabía que esto sería contado precisamente ahora, pero me gustó. Hasta me hizo sentir mal.
Nos leemos luego.
Con amor de locos,
Lia :3
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