La reina Segel
Capítulo siete: La reina Segel.
Segel lucia diferente en comparación con los primeros días ahí. Ya no había suciedad en su rostro, ni peinados estrafalarios. Llevaba puesta una falda de diseño abstracto que le llegaba por encima de sus rodillas y una blusa negra que se ajustaba a su figura, con un blazer blanco y zapatos de tacón del mismo color. Era excéntrico, pero, por más que a Sugar le doliera admitirlo, se le veía asombroso.
Su cabello multicolor había sido cortado hasta su cintura (que, aunque no lo pareciera, suponía una gran diferencia a como estaba) y el color se había debilitado, dejando una masa multicolor perp descolorada de cabellos celestes. Tenía el cabello semi-peinado con unas trenzas en la parte frontal de su cabeza, dándole un aire angelical. La apariencia de lunática había dejado por completo su persona, convirtiéndose en una chica de porte recto e imponente que con una mirada te quitaba el aliento.
Sugar nunca se había sentido tan enojada. Ni tan asustada. Lucía cómo la reina sustituta de sus pesadillas. Si había algo peor que tener pantalones no ajustados y ropa de albañil en su ropero, era que su puesto haya sido usurpado ni más ni menos que por el fenómeno de la preparatoria de hacía menos de dos días.
Y Sugar sabia. Muy en el fondo ella sabía que todo eso había sido causado por Segel. La sonrisa maliciosa en sus labios que había esbozado segundos antes era la prueba, prueba que lamentablemente solo ella había visto. Parecía una reina malvada sacada de una película de cuentos de hadas, su sonrisa de Blancanieves transformada en la maliciosa risa de Maléfica.
El tic en el ojo de Sugar le daba una apariencia de lunática, mientras el vestido que traía puesto no la ponía en sus mejores momentos. Adler estaba cerca de ahí, desistiendo de sus intentos por evitar que hiciera una tontería. La estupidez había comenzado, y no había forma de que el fuera de detenerla. No podía.
—Disculpa, ¿Quién eres?— dijo Segel con evidente cinismo e hipocresía adornando su voz. Sugar bufó. Quién iba a decirlo, la chica había aprendido rápido.
La rubia no podía pensar con claridad, sus pensamientos estaban nublados por la ira, y, porque no decirlo, un poco de locura encausada. No sabía bien como era que estaba segura de que ella le había hecho eso, pero su certeza no vacilaba. No tenía idea de como, de qué forma o cuando había pasado, pero algo había hecho esa chica. Le había robado la vida. Algún vudú, ritual o magia rara había hecho.
Eso sonaba loco, pero en vista de lo que estaba pasando, ya no podía apegarse a la idea de que no existía. De pequeña solía pensar que todo era posible. La magia, los rituales, las brujas y los demonios, los angeles, las hadas. Pensaba que los tontos eran los humanos, por estar tan encerrados en sí mismos y cerrar ellos mismos sus ojos, y que esos seres se encantaban de engañarlos, viviendo en un lugar que solo ellos podían ver.
Con el tiempo abandono esas tontas creencias, pues su madre, Jaden y todos se lo decían. Solía soñarlo cuando Gwen vivía, pero una vez que murió, sus esperanzas murieron con ella.
Pero ese día, otra vez, se plantó la existencia de esos seres, y estaba segura de que frente a ella, vestida de florecita, estaba la más cruel de todas.
Bueno, decirle cruel, probablemente era exagerado tomando en cuenta su comportamiento previo, pero cambiar su vida, aunque no supiera como lo había hecho, era maquiavélico.
—No te hagas la estúpida conmigo— dijo con sus dientes apretados, colocando sus palmas con fuerza sobre la mesa. Poco a poco, comenzó a atraer miradas, pero su mente estaba dormida y no carburaba todo eso. Estaba en la línea de peligro y no caía en la cuenta aún— Devuélveme mi vida, fenómeno. ¡Tú me hiciste esto!
Segel la miró batiendo sus pestañas. Apartó el cabello de su cara y sonrío falsamente.
— No querida, ese pésimo estilo de la moda, lo tuviste tú solita.
Fue increíble la rapidez con la que Segel había aprendido a insultar, incluso más rápido que Sugar. Las risas retumbaron en los oídos de la rubia, cuyo rostro adquirió un color rojo carmesí qué delató su enojo y vergüenza.
Fulminó a Segel, con ganas de estrangularla. Ella no solía tener esa clase de pensamientos, pero no podía evitarlo. No con ella.
— No te atrevas a usar MI estilo en mi contra. Podría parecer que es tu vida, pero no lo es. Es mi vida, y la quiero de regreso.
—Cariño, no es mi culpa que tu vida sea una desgracia. Y te ves desubicada ahora, así que, te diré qué vamos a hacer. Tú das media vuelta en ese calzado lastimero que tienes, y yo dejo pasar tu patético desplante. ¿Sí? Ahorrate la humillación.
Sugar frunce el ceño con enojo. Odiaba la forma en la que le hablaba, pues reconocía el tono. Solo quería estrangularla, golpear su cabeza con un sartén, o hacer algo parecido.
— Vienes aquí, y te sientas en MI mesa, con MI novio y con MIS amigas, esperando tener MI vida, pero déjame decirte que no funcionará. No te comparas, ahora deja de fingir y revierte ese estúpido maleficio.
Sugar hablo sin pensar y no pudo preever la ráfaga de risas que su frase desataría, y el sonido le vino como un golpe en la boca del estómago. Ella parpadeó varias veces, para espantar su estupefacción y el indicio de unas lágrimas. No lloraría otra vez.
Segel encabezaba las carcajadas, con una risa dulce pero filosa que acariciaba y golpeaba a la rubia a la par. Era suave, pero al mismo tiempo dura, como si estuvieran pasando un cuchillo por tu piel de forma tan lenta que pareciera caricia, pero aplicando la fuerza necesaria para desgarrar el tejido. Lento, gradual, doblemente letal.
— Cielo, ¿te pasa algo?— dijo mientras con el dorso de su mano tocaba la frente de Sugar con cinismo e hipocresía destilando en su voz. Ella abofeteó su mano como si su tacto quemara sobre su piel y se alejó, con un ceño fruncido tan marcado que parecía esculpido a cincel en su rostro de marfil y con las manos pegadas a sus costados —. Creo que deberías de tomar tus medicinas para tus alucinaciones.
Sus dientes tiritaban, chocando entre sí y junta sus manos en puños, enterrando sus uñas en sus palmas para evitar jalar su colorido y sedoso cabello y arrancarlo de su cuero cabelludo.
Un sentimiento de deja vú comenzó a brotar de su pecho, sin poder reprimir los recuerdos. Ahora era ella quién estaba en la posición vulnerable, en el espacio donde unas simples palabras podían hacerla trizas. Miró al suelo, solo para poder respirar profundamente y armarse de valor. Sobretodo quería evitar que las lágrimas dejaran su rostro. No iba a llorar en el centro de la cafetería, no lo haría.
La miró nuevamente, sacudiendo su cuerpo como para espantar sus temores y el escalofrío que recorría su espina dorsal, se irguió y fijo sus ojos grises en el azul turquesa de los de ella.
— Solo si me das de las tuyas, Fenómeno. ¿Que droga usaste para dejar de ser una lunática sin remedio?
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Segel se enderezó y caminó hasta quedar frente a ella, su mirada desafiante incrustada en Sugar. Aunque los tacones de Segel eran más altos, la estatura superior de la rubia las situaba casi en la misma altura, frente a frente. Toda la cafetería estaba muy atenta al enfrentamiento.
Naley estaba jugando con su comida de forma distraída, con la mirada puesta en el dúo, su hermana tenía su celular fijo en ellas, grabando mientras sonreía. Preevia una desgracia para la retadora y sería la primera en hacerla pública, con Jaden a su lado, mirando a través del teléfono, sus labios curvados en una mueca que se debatía entre la diversión y la pena. Y Sonya se había sentado en otra mesa cerca de ellos, junto a Adler. Sorprendentemente esta vez no estaba tratando de captar su atención, ni se colgaba de su brazo. Solo tenía los codos apoyados en la mesa, con su mentón sobre las palmas de sus manos, sus labios aplanados en disgusto ante la actitud de su amiga, sus ojos brillando con tristeza por Sugar y con reproche hacia Segel. A ella le esperaba un gran regaño en cuanto eso terminara. Siempre había reprochado esas actitudes, pero meterse en medio de la situación solo provocaba peores desgracias.
Y Adler, como de costumbre y sin importarle que sea su amiga, tenía la mirada puesta en su cómic y los ojos en el mismo. Más no se veía concentrado. Sus ojos se desviaban de vez en cuando a la escena y tenía el ceño levemente fruncido.
Segel miró hacia arriba, fingiendo recordar algo.
—Disculpa, ¿Cómo decías que te llamabas?
Sugar alzó la mirada.
— Soy Sugar Bronson. Pero eso ya lo sabes, todos aquí lo hacían. No sé a qué juego estás jugando, pero te metiste conmigo, y debes prepararte para ser quemada.
Sabía que no era motivo de festejo, pero Sugar se alegró de haber maquinado esa respuesta con la mente tan revuelta como la traía. Se sentía fuera de sí, pero aún así luchaba por mantenerse. Lo haría hasta el final, sin su popularidad no tenía nada. Adler tenía razón, porque ella ERA popularidad, sin eso ¿Quién era ella?
— Querida, las alucinaciones de una pobre mentecata que cree que ese vestido y esos zapatos van bien juntos no me dan miedo. Mírate, eres un chiste, y así nadie te puede tomar enserio, sobre todo, no yo. Soy una chica ocupada, y tengo cosas más importantes que hacer que soportar tus berrinches.
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El rostro pálido de la rubia nuevamente se había tornado rojo, y a través de sus ojos flameantes se notaban las ganas que tenía de arrancar sus ojos y obligarla a tragarlos junto con sus policromaticos cabellos.
—Vas a caer, idiota, deja de decir mierdas, me robaste mi vida y la tendré de vuelta— la propiedad estaba abandonando su ser, presa de la desesperación. Estaba perdiendo la batalla, y eso la confundía demasiado. El ratón que hacia andar a su cerebro se estaba cansando, mientras el ratón en la cabeza de Segel parecía que acabara de tomar docientos litros de cafeína de un solo trago.
Adler suspira, como dándose cuenta de ese hecho. Ya veía venir la derrota de su amiga, y subió más su cómic, sin querer presenciar su humillación.
—Escucha, Zulma...
— Sugar— corrigió, sus dientes tiritando. Le estaba regresando todos los golpes y ella ya sentía que estaba cayendo.
—Cómo sea— hizo un gesto despectivo con su mano para restarle importancia, con una sonrisa arrogante que solo Sugar entendió.
Un punto más a su favor. Ahora llevaba dos. Y Sugar se quedaba tremendamente en desventaja.
Se estaba burlando de ella, porque Segel sabía que lo que ella decía era cierto y no podría encantarle más el nuevo sistema de colocación.
—Yo no te quite nada— sus gestos se endurecen, caminando lentamente, haciendo retroceder a Sugar— creo que olvidaste quién eres. Así que mejor te hago un favor, recordandolo para ti.
<<Eres una desgracia, una vergüenza para ti misma. La loca del gato sin pelo, la perdedora que reparte comida rápida en una bicicleta, una chica con cuerpo escuálido que lo oculta en ropa de señor, que no tiene a su lado más que un tonto de cabello teñido, cuya compañía es incluso peor que la soledad. Una perdedora que de un día para otro pensó que podría ser alguien, pero necesitas más para parecerte a mí.
Segel 3. Game over.
Esa vocecita molesta que se hacía llamar subconsciente de Sugar seguía ahi, recordándole la humillación que estaba recibiendo. Pero ella no podía perder, no podía.
—Hija de....— no pudo terminar la oración. Su mente era un asco y las palabras que dejaban su boca estaba atropelladas y conmocionadas— eres una....— tampoco pudo encontrar una palabra. Las risas no la dejaban concentrarse. Sus propias ganas de llorar no le permitían pensar— ¡Tú me hiciste esto, tú lo hiciste! ¡Quiero mi vida de regreso!
Explotó erróneamente, dando pisotones fuertes como niña en berrinche. Todos se rieron a carcajadas, y ella solo quería desaparecer. Que la misma magia que le había hecho eso, actuara y la borrara de la faz de la tierra.
Segel ríe limpiamente, mirándola con una mezcla de ternura, lastima y sobre todo, burla. Disfrutaba su humillación, su desesperación alimentaba la pequeña llama en su interior que no hacía más que crecer. Tal vez debía de preocuparse, ella no era así, pero estaba demasiado ocupada regocijandose ante su sufrimiento. No quería pensar en nada más, porque si lo hacía recordaba el vacío y el dolor de estar lejos de casa. El suplicio que suponía para ella el mundo de los Normus.
— ¿Vez? Berrinche. No eres más que una niña inmadura.
—¿Que? ¡No es cierto!— trató de negar, pero sus palabras solo sustentaban lo declarado por la chica de cabello multicolor— Yo soy....
— Una demente con dislexia que pensó que podía ser alguien importante. No significas nada, ni vales nada para nadie. Insignificante, eso es lo que eres, ¿Crees que diciendo cosas sin sentido obtendrás atención? mira a tu alrededor—dijo señalando a los presentes que se partían de risa y señalaban a Sugar. Estaba diciendo las mismas palabras que ella le había dicho una vez, y como dolía. Escocia su pecho, como si lo estuvieran apretando. Las lágrimas se aglomeraban, pero ella era fuerte, y no derramaba ni una sola, aún cuando su interior se estaba derrumbando particula por particula—. Esta es toda la atención que recibirás, acostúmbrate.
Ella estaba boqueando como pez fuera del agua, en más de un sentido, tratando de conectar su mente con su cerebro y decir algo coherente después de tremenda situación. Sus ojos picaban, mientras se aferraba a su vestido, sus nudillos blancos de tanta fuerza implicada.
— Vas a pagar esto— dijo con sus dientes apretados y la mirada sombría, sus párpados moviéndose más de lo normal.
Segel rodó los ojos e hizo amago de querer ignorarla, pero a último momento tuvo otra brillante idea. Todavía no había terminado ni un cuarto de su venganza. Miró a Janik, quién parecía querer dejar de grabar, y con un simple guiño, le aseguro que habría más función. Una escena post créditos, luego de lo creian que era el acto final. Janik, con la sonrisa maliciosa más cruel que pudo formar, siguió enfocando, preparada para cualquier cosa.
Segel tomó su plato hondo, que contenía una sopa especial que por alguna razón disfrutaba. Sugar abrió sus ojos con horror, sabiendo lo que vendría.
—Tú eres la que pagará, pero mi sopa por desperdiciarla.
Y Sugar solo había podido retroceder dos pasos antes de que la chica, con una sonrisa de malicia impresa en el rostro, volcara su plato lleno de líquido humeante sobre ella. La rubia sintió una corriente hirviente quemar su cabello y deslizarse por su cabeza, pero apenas fue un segundo, pues, sin habérselo esperado, alguien jaló su brazo con fuerza y la alejo del chorro de sopa, salvandola de la mayoría del contenido.
Ella se tropezó con sus propios pies y se sujeto de los hombros de una figura varonil. Alzó su mirada y lo miró, casi suspirando de alivio al verlo. Su cabello azul estaba despeinado y su mandíbula tensa, con una mirada dura y severa que no había visto en el desde que sabía de su existencia. Y debía de admitir, que al contrario de su sonrisa y presencia relajada que provocaba paz sobre quién estaba a su alrededor, esa expresión daba miedo.
—Es suficiente— dijo Adler con la voz firme. No la alzó, tampoco desfiguró su rostro, pero la severidad y pesadez que acompañaban sus palabras provocaron el más sofocante silencio que alguna vez hubiera reinado en la cafetería. Su tono detonante, incluso borró la sonrisa cruel del rostro de Segel— Si van a hacer incoherencias, háganlo sin lastimar a otros. Vive tus propios problemas, Segel, y enfrenta las cosas con madurez, sino solo demuestras que la única patética eres tú.
No era posible describir el efecto que esas simples, pero fuertes palabras provocaron en la chica. Trastabillo hacia atrás, mirándolo con sus ojos muy abiertos y sintiendo una opresión en el pecho. El silencio seguía reinando, como si incluso los insectos estuvieran esperando el permiso mudo de Adler para continuar con su existencia.
Sugar estaba congelada, sorprendida por sus efectos y todavía destrozada por el enfrentamiento que acababa de perder. No había retirado los brazos de sus hombros, como si temiera que en cuanto se soltara, se derrumbaría al suelo y no podría levantarse otra vez. Adler dió la última mirada fulminante hacia la Antigua mesa de Sugar y, pasando un brazo alrededor de sus hombros, salen de la cafetería, dejando un sinuoso rastro intangible de presencia firme e intimidante.
Pronto todos reanudaron sus actividades, sus rostros perplejos de asombro y comenzaron a cotillear acerca de lo sucedido. Desde ese momento Sugar y Adler habían dejado de ser invisibles.
Segel suspiró y recuperándose de su descompostura, planta una sonrisa falsa en sus labios pintados de rojo, y se sentó de nuevo. Le sostuvo la mirada a Sonya, la única persona que le había agradado en ese mundo y en cuya falsa vida era su mejor amiga y le hizo una seña para que volviera a la mesa, pero la morena, con su mirada fuerte, sacudió su cabeza en una negativa rotunda y se levantó, saliendo de la cafetería con su cabello ondeando, dejando a Segel exhalando un suspiro resignado, retomando la conversación hueca que giraba alrededor de ella.
Sonya casi pasa de largo a Adler y a Sugar, pero antes les sonríe, como dándole consuelo. Observa a Sugar y toma su mano. Sugar se sobresaltó y estuvo a punto de alejarse, pero ella habló.
—No haré nada, solo quiero ayudar al limpiarte un poco porque ese caldo apesta y tu cabello luce muy bien como para oler a pescado con acelgas.
Sugar desfiguró su rostro del asco. Sonya río con suavidad.
—Lo sé, es asqueroso.
Adler la miró con cautela, sin alejar su brazo de la chica. No confiaba totalmente en ella, pero tampoco le desagradaba. Sin embargo, en el estado en el que Sugar se encontraba, no consideraba prudente dejarla ir con la mano derecha de su diablo personal.
—Tranquilo, no le haré nada, solo voy a ayudarla. No estoy hablando con Segel en este momento.
—¿ Y ella lo sabe? —alzó la ceja el chico, haciendo ver su desconfianza.
—No, pero si se atreve a buscarme ahora se lo haré saber.
El convencimiento en su voz le llevó finalmente a acceder y soltar a su amiga. Sugar confiaba en Sonya, tal vez era un espejismo, un recuerdo de algo que ya no está, pero ella era la única persona real entre su círculo. Si había alguien que podía ser aunque sea un poco parecida a como era antes con ella, era Sonya. Nunca fingió, nunca pretendió para agradar y su personalidad nunca giro alrededor de la aceptación universal.
Ahora que lo veía de ese ángulo, la envidiaba, pero de una buena manera.
La rubia le sonrío débilmente a su amigo desde lejos, en una promesa no hablaba que declaraba que ella iba a estar bien, y se dejó arrastrar por Sonya. Primero pasaron a su casillero por una bolsa de emergencia. Ella sabía que ahí contenía ropa, maquillaje y productos de emergencia, y en ese momento agradecía que lo fuera. Llegaron al baño y Sonya, solo por las dudas, cerró con seguro la puerta, después le sonrío cálidamente y sacó toallas húmedas, que pasó por el rostro y parte del cabello de Sugar.
Sonya frunció su nariz.
—Diablos, eso apesta. Tendremos que lavar tu cabeza— dijo mientras la toma de la mano y la sacaba del baño.
—¿A dónde vamos? — preguntó Sugar siendo arrastrada por la chica.
— Al vestidor de porristas. Ahí hay duchas, y yo te puedo prestar ropa.
El vestidor, claro
Era el mismo vestidor en el cual tenía una sección especial. Bajó la mirada, acaudalada ante lo que había perdido y sin preguntar la siguió.
Cuando llegaron, sonya la miró de nuevo.
—Bien, quítate la ropa y entra— ante la mirada de recelo que le dedicó Sugar, ella bufó— Vamos, tenemos lo mismo y no te voy a violar ni nada. Si no tienes pene, no tienes nada que temer.
Sugar se cruzó de brazos y se apoyó en una de sus piernas.
— ¿Y cómo se que no quieres hacerme algo, como grabar un vídeo vergonzoso o dejarme aquí, o....?
Sonya bufó, sacudiendo su cabeza con su entrecejo fruncido.
— ¿Y de que me serviría hacer eso? No tengo razones.
— Tampoco tienes razones para ayudarme.
Comenzó a preparar la ducha mientras volvía a rodar los ojos.
— Claro que las tengo. Estás algo loca, pero esa no es razón para actuar de esa forma. Para Segel es difícil entenderlo.
Sugar la miró con incredulidad, alzando una ceja.
Sonya soltó todo el aire contenido en un suspiro y la miró fijamente.
— Escucha, no te mentiré ni diré que hago esto solo por mi alma bondadosa. Sí, no estoy de acuerdo con toda esta mierda, pero no es como que me importe consolar a las víctimas, solo no lo hago y ya. Si lo estoy haciendo, es porque me gusta tu mejor amigo. Mucho.
<< No soy tonta, y se que no soy la persona favorita de Adler, y no suelo rogar, pero él tiene algo diferente e increíble que me encanta y tú eres de las personas más importantes para él, de modo que no voy a desperdiciar la oportunidad para que sepa que no soy una bruja sin corazón como lo cree. Si está en mis manos hacerte sentir mejor, que así sea. Tú estás con él y tu percepción de mí importa, pero prefiero ser sincera y decirte lo que pienso.
Sugar la miró sin habla, casi queriendo soltar una carcajada. Ella siempre había sido complicada y real, y le daba dolor de cabeza su actitud difícil de entender.
—¿Entonces quieres que te ayude?
Chasqueó la lengua.
— No, yo no necesito ayuda. Pero eres su amiga y quiero estar bien contigo. Y no es como que finja, estás loca, pero eres divertida en cierta forma retorcida.
—Gracias por el extraño cumplido.
Sugar finalmente se había quitado la ropa y entro a la ducha. Aunque le creía a sonya, no iba a correr peligro, pues sabía que Segel podría entrar ahí en cualquier momento, y aunque querían enfrentarla de nuevo, en ese momento estaba demasiado agotada como para hacerlo, por lo que se apresuró a limpiarse, tomó la ropa que le extendía Sonya, se la puso y salió.
—Gracias— le sonrío— y espero que no trates de hacer algo de las películas de "quitarla del camino"
Sonya captó la broma salada de la chica y soltó una risa entre dientes.
— Sí, sí. Ten cuidado, por qué solo quiero ganarme tu confianza y luego cuando estemos en una pijamada te lanzó de un barranco y digo que fue un accidente.
Ambas rieron, con sonrisas leves en sus labios. A la que más extrañaba Sugar era a Sonya, sin duda alguna.
— Nah, ese no es mi estilo— dijo Sonya, mostrando su rostro serio— Soy lo suficientemente genial como para ganar a alguien por mis propios méritos, sin necesidad de recurrir a juegos sucios. Ya sé, te debe de resultar difícil de creer.
Sugar movio la cabeza. No tenía ni idea Sonya lo fácil que resultaba creerlo, ni siquiera debía de decirlo. Ella misma lo había presenciado, y escuchado muchas veces en su vida real. Ella jamás había querido hacer ese tipo de trucos, siempre decía que era mejor que eso.
Sonya siempre había podido ser libre, y en cierta parte Sugar siempre lo había envidiado. Para una persona cuyos padres solo demostraban decepción al verla, un novio ausente y casa vacía, ese estilo de vida era menos que un sueño lejano.
— Yo no soy como "las otras"— dijo arrugando la nariz, algo disgustada mientras menciona el estereotipo— Que seguro piensas que ninguna de nosotras tenemos cerebro...
—Tenemos pero lo utilizamos de forma diferente.
Lo último lo dijeron al mismo tiempo, y sonríen entre sorprendidas y alegres por eso.
Después de eso nadie volvió a hablar, mientras entre ambas domaban la cabellera rubia de Sugar y arreglaban todo para salir.
—Ahora, ¿Tienes alguna idea de dónde encontrar a Adler?— le preguntó la morena a la chica, alzando su ceja.
—No...— pero se detuvo a comenzó a bajar la voz, recordando el árbol del primer día— Sí, de hecho sí.
Dicho esto, caminaron hacía el jardín de la institución. Desde lo lejos lo vieron, su figura era inconfundible, recargado en el árbol, su gran altura haciendo que su cabello azul casi rozara las hojas bajas del árbol. Tenía la vista escondida en uno de sus cómic, y sus ojos vagaban por su contenido mientras movía su pie con suavidad, al ritmo de una canción que se reproducía en sus audífonos. Ambas sonrieron y, sin decir nada, caminaron hacía el.
Cuando estaban a unos cuantos metros, Adler, sintiendo su presencia, alzó su mirada y las miró, sonriendo. Guardo su cómic en el bolsillo interior de la chamarra de mezclilla que traía y caminó hacia ellas.
—¿Ya estás bien? — alzó la ceja, con una pequeña sonrisa torcida, pero sus ojos estaban oscurecidos en algo que no supo identificar. No era enojo. Era como inquisición, como si estuviera tratando de decifrar un gran geroglifico. Sugar en respuesta solo sonrío, y los labios de el aumentaron su curvatura.
Sonya comprendió que era el momento de ellos y carraspeó llamando la atención. Los dos chicos la miraron al mismo tiempo y, casi sincronizados, alzaron una inquisitiva ceja.
—Bueno, supongo que ya me puedo ir...— empezó a decir, caminando— Espero que estén bien.
— Gracias por ayudarme— Sugar le dedicó una sonrisa sincera y sonya la miró confundida, pero le regresó el gesto entusiasta.
Sugar ya le había dado las gracias, pero esta vez era una estrategia para demostrar su sinceridad ante su supuesto mejor amigo. Y funcionó, pues el, gratamente sorprendido, la miró un poco diferente.
— Sí, gracias por hacerlo— le dijo con honestidad— Me sorprendiste, Sonya.
Ella le sonrío ampliamente.
— Es que yo soy una caja de sorpresas— le guiñó un ojo.
El sacudoó su cabeza y río, observándola irse.
Cuando había entrado otra vez a la escuela, ambos se sentaron sobre el césped, entre un silencio cómodo que no querían abandonar, pero sabían que tenían que hacer en determinado momento. Y rápido.
— Tenemos que hablar, ¿Verdad?— preguntó Sugar con voz baja y cautelosa, como si le asustara la idea.
— Sí, tenemos que hacerlo.
Suspiró larga y tendida mente y lo miró a los ojos.
— Mira, lamento todo, pero te lo digo de verdad, yo no soy tu amiga. No la persona que conoces, y tal vez no me crees, pero....
El alzó la palma de su mano abierta, haciéndola callar.
— Oh, créeme, yo te creo, cada palabra. No eres mi mejor amiga, al menos no la que conozco. Ella jamás haría nada de esto, ni se interesaría por destacar. Tampoco daría argumentos tan pobres en ningún momento de la conversación.
Ella bajó la mirada. Aunque no sabía porque, sus palabras le dolían, pero tenía razón. Ella no era su amiga. Pero decirlo propiamente y escucharlo de sus labios eran dos cosas totalmente diferentes.
— ¿Ah sí?
— Sí. De lo que tenemos que hablar es.... ¿Quién eres?
—Yo....— suspiró. Estaba tan alterada que su intento por mantener la apariencia había desistido. Estaba aceptando aquello que había negado siempre desde que su mejor amiga había muerto— No lo sé
El tono derrotado en su voz movió algo en el corazón de Adler.
<< Supongo que no lo sé. Pensé que lo sabía, pensé que era aquella persona querida y admirada, pero en este momento amor y admiración no es lo que siento hacia Segel. Más bien .... odio y resignación. La detesto, pero se que no puedo enfrentarla así que debo resignarme y mantenerme alejada de ella.
<< Y ahora me preguntó si así se sintieron todas las personas acerca de mí durante mi verdadera vida. Yo sabía que no me querían realmente, pero este sentimiento... este de haber visto maldad, este de querer que todo cambie y no saber cómo.... no lo sabía, y no se cómo sentirme al respecto. Esto es.... Tan extraño. Y si es así, yo no sé quién soy, ni qué significó. Para los demás, ni para mí.
Su voz, cargada de tristeza, nostalgia y pesadez emocional le llegaba al chico en lo más profundo, sin saber que responder exactamente. No era su amiga, si, pero muy en el fondo, la chica que el había conocido estaba ahí. Solo que nadie había estado ahí para desenterrarla.
— Aún puedes descubrirlo, lo peor que puedes hacer es quedarte ahí, resignandote a no saber.
Ella suspiró, mirándolo con sus ojos grises decaídos.
Se quedaron en silencio un momento más, hasta que el habló de nuevo.
— Por eso necesito saber, a que te referías cuando le dijiste a Segel que esto era su culpa.
Sugar la miró sorprendida.
— ¿Por qué?
— Porque no creo que estés loca. Para mí, todo es posible, y necesito saberlo.
— ¿Pero.... Por qué?— frunció el ceño— ¿Qué es lo que sabes que yo no y que no planeas decirme?
Ella tenía razón, en más de un sentido.
— Solo... Dime— dijo tratando de mantener la cordura— ¿Qué te hizo Segel, Sugar?
°°°
¡Hola!
Admito que este capítulo estaba pensado para ser largo, pero diferente. La conversación sobre Segel que se viene en el próximo, estaba planeado para éste, pero mientras lo escribía me pareció que estaría muy pesado y necesitaba algo para aligerarlo.
El momento con Sonya solo surgió. Se me da fácil escribir de ella y dado que en el futuro tendrá relevancia, quería darle una pequeña introducción.
Espero que les guste, fue complicado, esta etapa lo es, pues debo de estabilizar a Sugar y mostrar su personalidad y exagerar la rapidez con la que la acepta a si misma.
¿Qué creen que es lo que Adler sabe?
Nos leemos :3
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