La falsa vida de una reina.
Capítulo cinco: La falsa vida de una reina.
La voz de Sugar seguía perdida cuando Adler, rodando sus ojos con una pequeña sonrisa asomando sus labios comenzó a arrastrarla hacia la cafetería. La chica estaba en shock, como si no pudiera creer lo que ese destino extraño le estaba deparando.
Se sentía como una muerte tortuosa y extraña, como si estuvieran asfixiándola lentamente, paso por paso. No podía dejar de preguntarse cuándo las sorpresas pararían. Esperaba que pronto, pero dado que nada estaba a su favor en ese extraño sueño—porque se negaba a creer que era real—, lo dudaba mucho.
Cuando divisó las puertas aglomeradas de la cafetería del instituto, Sugar ancló sus pies en el suelo y apoyó todo su peso en un solo punto, negándose a avanzar. No iba a poder soportar entrar a la jungla.
La prueba mortal de todo adolescente sin buena posición en la preparatoria era la cafetería, el lugar donde todo podía pasar. Ella misma lo había vivido, pero desde otro punto de vista. Y sabía que ahora su sueño se quería vengar de eso y que algo terrible le esperaba ahí dentro, solo que no tenía ganas de enfrentarlo. Y no lo haría.
Adler trató de arrastrarla, pero Sugar se sujetó de su brazo con uñas y comenzó a jalar hacia atrás, negándose rotundamente a avanzar. Movía su cabeza de un lado a otro en negación frenética, la prueba de su terror plasmada en su rostro.
—¿Qué pasa contigo?—preguntó su supuesto mejor amigo soltando su brazo, entendiendo que no avanzaría—. Sé que no te gusta la ensalada, pero esto es ridículo.
Ella lo miró incrédula. Esa vida no dejaba de sorprenderla, y todo en un solo día. Parecía que toda su vida estaba al revés en ese sueño, que todo lo que ella era y lo que le gustaba había cambiado. Y la idea no podía gustarle menos.
—A mí me gusta la ensalada. Mucho—sentenció con un puchero, cruzando sus brazos mientras bajaba la mirada al suelo—. Pero no quiero entrar ahí, ¡Tú no lo entiendes!
—No entiendo muchas cosas en este momento. ¿A qué te refieres en particular?—masculló en un susurro, y parecía bastante inconforme con ese hecho.
—¡A esto!
—Eso no me ayuda mucho. Dame más pistas.
Sugar lo miro disgustada.
—¡A esto! Tú no entiendes... Todo esto está mal—señaló—. Yo no soy tu mejor amiga, soy de Sonya, ni siquiera deberías de estar hablándome ¡No está bien nada de esto!
Él ladeo la cabeza e hizo un mohín, disgustado y con la confusión plasmada en su mirada.
—No sé de qué hablas—dijo suavemente—. Y sé que te encanta hacer bromas, pero esto es simplemente ridículo. ¿Quieres que te lleve al hospital? Estás un poco muy neurótica el día de hoy. ¿Te mordió el perro de los Anderson otra vez por confundirte con el cartero?
Sugar soltó un grito agudo de frustración y Adler tuvo que tapar sus oídos, mirándola como si estuviera loca.
—¡No! Te digo que no es así. Todo esto... ¡Está mal!
—La que esta mal aquí eres tú—la observó preocupado—. Trataré de descifrar tu código Morse y averiguar qué te pasa...
—No, no lo hagas ¡No es ningún código Morse!—exclamó—. Ugh, Este sueño apesta...
—Sugar, no estás en un sueño.
—Eso es lo que un sueño diría.
—¿Estás diciendo que yo soy tu sueño?—alzó las cejas divertido, lamiendo sus labios.
Ella le dedicó una mirada asesina, como si quisiera decirle "no estoy de humor para bromas" solo con sus ojos. Él alzó sus brazos en señal de inocencia.
—Perdón, perdón. Ya no interrumpo tu episodio de psicosis. Arriba la locura, ¡Sí!— movió sus brazos como si estuviera festejando algo.
—No es gracioso.
—Sí que lo es.
—Para ti.
—¡Exacto! Ya estás entendiendo—le guiñó un ojo—. Ahora vamos adentro que tengo mucha hambre.
En cuanto toma su brazo para arrastrarla de nuevo hacia la cafetería, Sugar se sujetó de él y se tiró al suelo, sentándose ahí para concentrar su peso, mientras lloriqueaba y decía "no" sin cesar. El chico la miró con el ceño fruncido.
—¡No! No quiero entrar ahí— se quejó, haciéndole ojitos de perrito. Daba la impresión de que estaba a punto de llorar—. Por favor Adler, no quiero que este día sea peor, no podría soportarlo. Por favor, Solo..... No.
La sinceridad en su voz era arrolladora; suave y dolida, como si estuviera recurriendo a su último recurso. Porque eso era lo que hacía. Sugar nunca suplicaba, siempre mandaba, pero se estaba dando cuenta que eso no funcionaba para Adler y su peculiar sentido del humor. Y se le estaban acabando las opciones.
No había manera de que ella entrará ahí. Y tampoco quería separarse de Adler. Era la única persona que le hablaba y ella prefería mil veces estar con él, por más raro que sea, a estar sola.
El chico suspiró. Al observar sus ojos suplicantes y su mirada perdida, no pudo evitar asentir con su cabeza. Al final de cuentas, por más raro que estuviera actuando, era su amiga, y no la haría hacer algo que le causaría dolor.
—Está bien—suspiró finalmente—. ¿Qué sugieres que haga entonces? Porque tengo hambre.
Ella lo pensó por un momento.
—Puedes ir por comida rápido y comemos afuera en los jardines, o no sé, algo.
El sacudió su cabeza escéptico, pero asintió.
—Está bien, pero si te vas y me dejas solo, me vengare de ti. Y no te gustan mis venganzas, créeme.
Ella esbozo una sonrisa muy suave, mirándolo con sus ojos brillando en esperanza. Asintió frenéticamente y se levantó.
—Descuida, yo voy a esperar aquí— dijo ella mientras se apoyaba en un casillero, asustada.
—Sí, bien... Luego me dices qué te está pasando—sacudió su cabeza y entró a la cafetería, para buscar comida.
Sugar larga un suspiro. Ese día estaba resultando catastrófico.
°°°
—Bien, entonces.....—comenzó Adler después de tragar su bocado de hamburguesa—. ¿Me vas a decir qué es lo que te pasa?
—Nop—respondió mientras miraba su Hamburguesa con recelo. Levantó su mirada hacia él—. Estoy más interesada en que me digas tú qué tal es mi vida está mierd.... Sueño. Sí, en este sueño—sentenció—. En este sueño de mierda.
Estaban sentados bajo un árbol en el suelo. Sugar prácticamente le había quitado la chaqueta a Adler y se había sentado sobre ella, porque ni muerta se sentaría directamente en el pasto con un short. Podría estar en una realidad alternativa, pero seguía siendo—y seguiría siendo siempre—una diva. Él se rio de su comentario.
—Sí, ya estás sonando más como tú—comentó y llevó la hamburguesa a su boca para comer otro bocado. Con cautela, Sugar hizo lo mismo, pues hacía mucho que no comía una hamburguesa—. Te diría que no sé de qué hablas, pero eso ya lo sabes.
—Correcto—sentenció una vez que se pasó el bocado—. Pero no te sientas mal, ni yo lo sé. No sé qué mierd... Rayos está pasando y por eso necesito de tu ayuda, por más patético que suene. Eres mi guía en este sueño.
—Pero...
—¡Ssh! No te permito que digas cosas como "ni is in siiñi" porque es inútil. Yo conozco mi verdad —dijo mientras miraba sus uñas y sonreía—. ¡Dios! Esto es delicioso, hace años que no comía una jod... Hamburguesa.
Adler se burló de sus vanos intentos por luchar contra el impulso de decir groserías.
—¿De qué hablas?, comimos hamburguesas el domingo—señaló mirándola como bicho raro.
—Escucha, vamos a hacer algo—comenzó ella—. Supongamos que me dio amnesia. Que me di un golpe en la cabeza y que no recuerdo nada de mi vida, ¿okey? Así que todo lo que me digas que supuestamente ya debo de saber de mí... ¡Olvídalo! Porque no sé nada. ¿Puedes ayudarme con eso?
—Está bien. Tú mandas.
—Buen chico—sonrío—. Ahora tú, como buen amigo que se supone que eres, me vas a recordar todos los aspectos importantes de mi vida, todo lo que hago, mi estatus y amigos. ¿Está bien?
—Okey... —masculló—. Andas muy mandona hoy...
—Eso no es lo que te dije que me dijeras, Adler—lo regañó con su mirada seria—. Dime todo acerca de mí.
—No entiendo el punto de este juego.
—No tienes que entenderlo, solo haz caso—le dijo duramente, pero por alguna forma su tono y su aura se encontraba más ligera que en la mañana y eso se notaba en su voz. El chico la embargaba de un sentimiento de tranquilidad que no podía explicar, como si ella misma fuera más ligera y espontánea.
Adler soltó un suspiro.
—Está bien. ¿Qué quieres saber de ti misma?
—Todo.
—Okey.... ¿Por dónde empezar?—lamió sus labios tratando de pensar—. Bueno... Tus padres, Gill y Gerald, son una mierda. Yo los odio, y ellos me odian a mí, pero no te ponen la atención suficiente como para tomar cartas en el asunto. Somos amigos desde la primaria, después de un momento crucial en tu vida del cual no sé mucho. Te cuidas por ti misma desde hace mucho, te haces la comida tu sola, haces las compras, todo eso, pero con el dinero de tus padres. Amas a Eylene...
—Espera —lo detuvo con el ceño fruncido —¿Quién es Eylene?
Él soltó una risita.
—Es tú adorada bicicleta.
Sugar abrió sus ojos con sorpresa.
—Me estás diciendo que aquí no tengo un auto, sino una bicicleta.... Y ¿le puse nombre?
—Sí—respondió. El concepto del extraño juego todavía le confundía—. No entiendo por qué, tú mente es extraña, pero sí. Es una bicicleta eléctrica, creo, por eso es tan especial para ti, parece una moto pequeña y ecológica. En fin, la cuidas más que a tu gato, o más bien casi igual que a él...
—¿Tengo un gato?
—Sí... Bueno, no es TU gato estrictamente. Es un gato que tu Mamá se compró y luego abandonó porque ya no eran "excéntricos". Creo que las palabras de tu madre fueron "solo es un gato feo e inútil que estaba en una estúpida moda". Lo sé porque yo estaba ahí.
—Auch. Eso suena muy mi madre—dijo con amargura—. Al parecer aunque cambie el mismísimo papa, ella seguirá siendo la misma mierda.
—Me perdí un poco en la dinámica. ¿Cómo es que recuerdas eso y no lo demás si tienes amnesia?
—¡Hey! Mi dinámica, mis reglas—lo señaló—. Ahora... ¿Cómo se llama ese gato?
—Eh... Osiris—respondió terminando su comida y tomando un sorbo de su refresco—. Tienes un trabajo de medio tiempo todas las tardes en un restaurante como repartidora para poder pagar los gastos del gato, porque es muy caro y tu madre no quiere poner casi nada para su cuidado. ¿Necesitas saber más?
—Sí. Necesito toda la información—le dijo apoyándose en el árbol, sin dejar de mirarlo—. ¿Alguna vez que fuiste a mi casa conociste a alguna nana, o algo así?
Mordió su uña de los nervios. La idea de realmente haber crecido sin Gina le ponía los nervios de punta. Incluso en un sueño, la idea le dolía.
—No. Me contaste que tenían una, hace mucho... Pero tú te fuiste a un campamento y cuando volviste, tu madre ya la había despedido. Tenías como cinco años.
—¿No....sabes por qué la despidieron?—preguntó en voz baja, temerosa de que su respuesta resultara ser la misma cruel declaración de sus padres.
—Creo que porque a su nieta le acababan de detectar una enfermedad terminal y el cuidado de ella requería mucho de su tiempo. No podía hacer bien su trabajo, así que la despidieron, porque...—se detuvo al verla, preocupado—. ¿Sugar, estás bien?
Se acercó a ella, pues una lágrima rodaba por su mejilla y advertía la llegada de varias más, mientras apretaba sus puños en sus costados y miraba a la nada con una expresión de sufrimiento. No podía creer lo que escuchaba. Sabía que su madre había querido despedido a Gina cuando Gwen se había enfermado, pero Sugar se había opuesto de tal forma que si se iban, ella se iría con ellas y logró que su madre no lo hiciera. Gracias a eso, su amistad con Gwen se desarrolló y fortaleció, hasta la muerte de la misma, donde ella, devastada, encontró consuelo cómo amiga de Jaden. Este fue un "buen" amigo hasta el momento en el que entraron a la preparatoria y todo se fue al demonio.
Sugar había encontrado la respuesta a toda su realidad alterna. Sin Gina no había tenido el tiempo de desarrollar ese cuidado y amor por sí misma, pues estaba ocupada manteniéndose por su cuenta. Sin eso, nunca se había molestado a entrar a clases de baile, a los tratamientos de belleza, a nada. Sin Gwen, sin su muerte, ella nunca se habría hecho amiga de Jaden, y sin él nunca había entrado al círculo de la popularidad.
Y extrañamente, lo único que le importaba, era que había perdido los mejores años de su vida, esos que habían sido con Gwen, su auténtica mejor amiga en el mundo entero. Ahora tenía la respuesta a la pregunta que se había hecho en ese momento cuando murió. ¿Hubiera preferido nunca haberla conocido? No, porque los mejores momentos de su vida habían sido sin ella. Pero su muerte la había arruinado.
Miró a Adler y negó con su cabeza, consiente de sus lágrimas, pero sin poder hacer nada para evitar que salgan. El chico se acercó a ella y la abrazó con fuerza, bastante incómodo, pero dispuesto a ayudarle. Ella suspiró, cerrando sus ojos yle regresó el abrazó. En esos momentos no le importaba que Adler fuera prácticamente un desconocido, y aunque sabía que su verdadera identidad nunca se habría permitido eso, mandó todo al diablo; era un sueño, su sueño y con estando con Adler sentía que su yo olvidado florecía. Y no había forma de evitarlo.
Quedaron abrazados así por un momento. El chico no entendía que estaba pasando. Por qué la chica reaccionaba tan sorprendida por algo que ya había pasado hace mucho y ella ya sabía, pero no dijo nada. Se había acostumbrado a su rareza.
Y el momento era quieto y placentero, hasta que, salando a la cabeza de Sugar, llegaron las frías palabras de su madre:
"Si muestras sentimientos, vas a ser una perdedora el resto de tu vida. La bondad y el amor no sirven de nada en un mundo carente de estos"
La punzada de esas palabras grabadas con fuego en su cabeza, la hicieron despegarse de Adler de golpe, limpiando sus lágrimas con una agilidad que solo la experiencia podía darle. El chico le dirigió una mirada confundida, ladeando su cabeza, pero ella solo aplanó sus labios y trato de recomponerse.
—En fin...— comenzó, tratando de restarle importancia al asunto de sus repentinas lágrimas. Adler quería decirle algo, pero Sugar no lo dejaba hablar—. También necesito saber.... ¿Soy una asocial?
Adler, en su confusión, quiso preguntarle acerca de su extraño episodio. Al final desistió no solo por su dificultad para lidiar con el llanto y las emociones de forma ta pura, sino también porque ella le dirigió una mirada suplicante, diciéndole sin palabras que no traía ánimos de eso. Casi había olvidado que ese era un sueño. O más bien, casi se había convencido de que no lo era, pero se mantenía fuerte en su posición.
Él suspiró, dejando de lado el tema.
— Sí, se puede decir que sí. No te gustan las fiestas si es lo que preguntas, tampoco ir a muchos lugares. Te pones nerviosa en frente de muchas personas.
— Diablos—rodó los ojos—. Qué pesadilla. ¿Acaso esto podría ser peor? Claro que no, que estoy diciendo, solo miren a este—señaló despectiva a Adler.
—¡Oye!
—Lo siento, no te ofendas, no es personal.
—Me sonó muy personal a mí.
— Y a mí eso, me sonó muy a una diva- rió Sugar mirándolo. El bufó.
— Más cruel no podrías ser.
—Créeme, sí podría—respondió Sugar con una pequeña sonrisa.
A lo lejos, más como un eco que como otra cosa, se escuchó el repiqueo del timbre que anunciaba el reanudamiento de las clases. Sugar se levantó y comenzó a sacudir y pasar las manos por su cuerpo, como si estuviera espantando de este la suciedad del suelo. Levantó la chaqueta de su supuesto amigo y la sacudió, antes de lanzársela.
—Cuanta amabilidad hay en ti—dijo con sarcasmo y una sonrisita irónica mientras se levantaba. Se volvió a poner la prenda sin importarle mucho su uso previo y emprendió camino detrás de la rubia hacia la escuela para reanudar las clases.
—Ya lo sé—le sonrió—. Entonces... ¿Tienes auto o algo así?
—Ya sabes que sí.
—Te dije que te olvides de todo lo que se supone que sé, porque no sé nada de mí, ¿okey?
— Está bien, está bien. Ese Andrés te tiene muuuy roñosa hoy.
—No estoy en mis pu... Malditos días de menstruación, gracias por tu preocupación, ¿Sí? Solo no sé nada de mí y TÚ debes dejar de cuestionarme si no quieres verme en verdad enojada. Porque créeme, eso no es bonito y estoy así—junto su dedo índice y el pulgar dejando un mínimo espacio entre las llemas de ambos dedos—. De explotar por este sueño maldito. ¡Así que no cuestiones y solo responde mis preguntas!
Adler la miró con sus ojos muy abiertos. La chica podía ser intimidante cuando quería, con su mirada imponente, su altura que, si le sumaba a los zapatos con tacón que traía, era bastante—aunque aun así no le llegaba a la altura de jirafa que Adler presumía con creces—, y sus ojos encendidos. No estaba del mejor humor y la actitud del chico no le hacía las cosas más fáciles.
— Está bien... Ya no digo nada — dijo caminando detrás de ella, murmurando un "neurótica" hacia su amiga. La chica lo fulminó al escucharlo, pero no dijo nada.
Cuando se encontraron frente a la puerta de la siguiente clase de Sugar, lo encaró.
—¿Crees que puedas llevarme a mi casa después de clases?—su voz había vuelto a ser suave y dulce, mirándolo con expresión pasiva. Y Adler solo podía pensar lo bipolar que ella era.
Años de conocerla y lo seguía sorprendiendo. Eso debía de ser un don.
Asentir es todo lo que Adler tuvo que hacer para que ella le sonriera radiante y entrará a su salón. Luego, con una sonrisa mientras negaba con su cabeza, él se alejó hacia su respectiva aula.
°°°°
— ¡Vaya! Cuando me dijiste que sí, yo esperaba alguna carcacha o algo por el estilo, pero.... Esto es genial—le sonrió Sugar a su amigo de cabellos azules montada en su camioneta, claramente sorprendida. Y era cierto. La chica se esperaba alguno de esos autos viejos que apenas podían andar, pero no podría estar más equivocada.
Adler cargaba una Jeep negra que si bien no era el modelo más nuevo, no parecía ser de más de hacía dos años. Parecía ser de lujo, a juzgar por los asientos de cuero y el tamaño de las llantas. Aun así, el no parecía que presumiera dicho auto, pues lo estacionaba todos los días a dos cuadras de la escuela, y aparentaba ir a pie, cuando en realidad no se podía estar más equivocado. Sugar se preguntaba si también era así fuera de su sueño.
—Trataré de no tomar eso como un insulto—dijo el de forma ligera, conduciendo hacia la casa de la rubia a su lado.
—No es un insulto, para nada. Solo... Me sorprendí—se encogió de hombros.
—Entonces dime, Sugar amnésica, ¿por qué no trajiste a Eylene?
—Porque no sabía dónde estaba. Es más, ni siquiera sabía que tenía una bicicleta, mucho menos con nombre.
—La guardas en el sótano para protegerla de tu mamá. Una vez casi la destroza cuando llegaba de una de sus borracheras.
—¡Vaya! Tal parece que esa mujer es aún peor aquí que en la vida real.
—No preguntes, Adler, no preguntes— susurró más para sí mismo, manteniendo la vista al frente.
Sugar, durante todo el camino, se la pasó curioseando entre las cosas que el humano a su lado cargaba en su camioneta. Como era de esperarse, en la guantera había cómics por montón. Parecía que era un fanático de ellos, pues nunca lo había visto sin uno en la mano, exceptuando, claro, ese mismo día a la hora del almuerzo.
Tomó uno y lo hojeó levemente, luego tomó otra de las revistas, que, sorprendentemente, era de autos. Conocía de varios chicos que tenían una pasión con ello, y que admiraban los diferentes modelos y calidad de los automóviles. El mismo Jaden poseía un gusto desmesurado por ellos. Pero ella nunca hubiera pensado que Adler, un chico que vestía con camisas a cuadros y se la pasaba leyendo cómics, fuera de aquellos.
Sugar pasó minutos enteros examinando la revista por todos lados, como si mágicamente su contenido fuera a cambiar de repente. Adler rio con suavidad.
—¿Por qué luces tan sorprendida?
—Porque lo estoy—admitió—. No sabía que te gustaran los autos.
—¿Tan raro es en tu mente amnésica?
—Pues sí, por decirlo de esa forma. Es que.... Tú no aparentas ser de ESA clase de chicos, ya sabes, de los que les gustan los autos, los motores y esas cosas.
Adler soltó una risa ronca y Sugar instantáneamente centro su atención en el. Ladeó su cabeza en confusión.
—Pensé que no le prestabas atención a los estereotipos—comentó—. No todo es lo que ves. Pueden gustarme los cómics y los autos, de la misma forma en la que puedo hacer deporte aunque parezca todo un debilucho y sea fanático de Marvel.
—¿Tú haces deporte?
Rio otra vez. Parecía que él lo hacía todo el tiempo y eso molestaba a Sugar. Ella siempre lo había tenido todo, y aun así él sonreía y reía más en un solo día de lo que ella lo había hecho en toda su vida. Era envidiable de alguna forma, pero jamás lo admitiría en voz alta. Si por algo se caracterizaba, era por ser una orgullosa nata.
— Claro. Basquetbol y un poco de Fútbol.
—Bien, con tú altura de "puedo tocar una nube si estiró mis dedos" no me sorprende tanto lo primero, pero el fútbol... No hubiera podido imaginarlo.
—Sé que me dijiste que no preguntara pero.... ¿Estás haciendo un juego de "soy una nueva persona por hoy" o qué?
—Eh.... Sí, claro, eso es—dijo poco convincente, pero dado la poca cordura de la que parecía gozar su amiga ese día en particular, decidió dejarlo pasar como si fuera muy normal.
— Bien.
Se quedó callado el resto del viaje, mientras Sugar seguía inspeccionando su camioneta. El lugar se encontraba muy limpio, cosa que por alguna razón eso le sorprendía, y no sabía por qué. El chico la miraba de reojo con expresión de estar bastante divertido, pero no dijo nada.
Finalmente llegaron a la casa de ella, y, con un suspiro, Sugar bajó. No sabía porque estaba más nerviosa en ese momento, tal vez porque después de todas locuras que el día había presentado, podía esperar de todo, y le aterraban las posibilidades.
Adler bajó también, y entró a la casa como si fuera suya. Sugar se contuvo de regañarlo, tenía que recordar que en aquella realidad, el visitaba esa casa muy a menudo. Todavía era extraño imaginarse a ella cerca de alguien como él todo el tiempo, pero por alguna extraña razón le agradaba.
Cuando Sugar entró a su casa y cierra la puerta, un animal saltó hacia ella, y la chica gritó sorprendida y algo aterrada. Lo señaló.
— ¡¿Qué es eso?! ¿Por qué esta en mi casa?
—Es Osiris, tu gato—dijo Adler con obviedad mientras se sienta en el sillón. El animal saltó a las piernas de él y comenzó a acariciarlo—. Hola amigo.
—¿Eso es un gato?—comentó en gesto despectivo caminando hacia ellos con cautela y recelo. El animal, que al parecer era un gato, era color rosa pálido, demasiado suave, arrugado y sin una pizca de pelo a simple vista. Traía puesto un suéter azul tejido, pero eso no disimulaba su palidez . Adler asintió con obviedad—. Parece un pollo crudo.
—Qué cruel eres con tu gato—dijo abrazándolo y haciendo el amago de tapar sus orejas. Luego se acercó a él y le habló al oído—. No le hagas caso Osy, hoy trae amnesia.
Ella suspiró, tratando de acostumbrarse a ver aquel gato de poco atractivo.
—¿No se supone que los gatos son peludos, suaves y gordos?
—Algunos sí, pero este es un gato esfinge, se caracterizan por no tener pelaje aparente y ser esbeltos.
—¿Mi Mamá lo compró en ese momento donde estaban de moda en sus juntas esas de señoras ricas?
— Sí, exactamente. Pero cuando la moda paso, quiso tirarlo. Tú, que te habías encariñado con Osiris, no la dejaste. El gato nunca la quiso a ella, siempre a ti—Osiris descansaba en el regazo de Adler, mirando a Sugar como si estuviera buscando algo extraño en ella—. Aunque creo que él siente tu rareza hoy.
—Sí, probablemente.
Sugar se sentó en el sillón cerca del gato, y por consiguiente, de Adler, pero se concentró en el animal. De cerca, no se veía tan mal. Su rostro y piel eran arrugados en exceso, más que la piel de un anciano, pero en sus facciones había algo que lo hacía lucir, de alguna forma, adorable. Sus ojos la conquistaron, pues al parecer el gato padecía de heterocromia. Uno de ellos era color verde, mientras el otro poseía una pigmentación color azul. A la chica se le sale un suspiro, admirando al pequeño gato
Viéndolo de esa forma, no se le hacía tan feo. Para nada feo. Extendió su mano con cautela hacia el y acarició su piel. En cuánto la tocó, soltó un sonoro "awww"
—¡Es tan suave!—exclamó acariciándolo con dulzura.
El gato lentamente se levantó de las piernas de Adler, se estiró y caminó hacia ella, recostándose con aires elegantes en el regazo de su dueña. Su posición era elegante y altiva, como si nadie más fuera digno de él, pero se acurrucó con la chica con tanto cariño y dulzura que Sugar no pudo evitar que le agradara al instante. Adler se rio con suavidad al mirarla y se levantó
—Bueno, supongo que ya estás bien. Me iré.
—Está bien, adiós—dijo haciendo una seña con su mano mientras veía al gato.
—Genial, tú poniéndole más atención al gato que a mí. Justo como debe de ser— bromeó sin que su sonrisa flaqueara y la miró algo interrogante—. ¿Quieres que mañana venga por ti para ir a la escuela?
Sugar asintió
—Sí, un poco más temprano que de costumbre, por favor.
El hizo un saludo militar y con una última sonrisa, salió de la casa y partió hacia la suya.
—Ahora solo somos tú y yo, Osiris—susurró en su oído, acariciando detrás de sus orejas.
Toda la tarde la pasó de ese modo. Llamó a su supuesto trabajo y se reportó como enferma para no ir, después de todo solo era un sueño. Investigo en internet con que alimentar a su gato y todos sus cuidados y le dio de la comida que ya tenía apartada en el refrigerador. El animal, aparentemente comía mejor que ella.
Ella comió un poco también, después subió con Osiris a su cuarto y vieron una película, metidos en las sábanas de su cama. Hacía años que no hacía eso, y le resultó relajante. También descubrió que amaba la compañía del gato a su lado, quien con su actitud de diva se parecía tanto a ella que parecía ser su alma gemela gatuna.
Ya entrada la noche, antes de dormir, ella se puso a hablar con Osiris, por más raro que eso pareciera.
—¿Sabes, Osy?—comentó mientras lo acariciaba. Él la miró fijamente, dándole toda su atención mientras ronroneaba y frotó su mejilla con la de ella. Sugar rio suavemente, con una gran sonrisa. Era demasiado cariñoso—. A ti sí te voy a extrañar cuando despierte de esto. Tal vez vaya a comprar un gato parecido. Espero que seas tú, aunque eso es poco probable, ¿No crees?
El volvió a ronronear, acurrucándose entre su brazo y su pecho.
—Sí, es que tú eres un gato muy bonito—susurró mimándolo—. Te voy a extrañar mucho. Y ese tal Adler... No es tan malo, ¿O sí? Parece que a ti te agrada mucho. Creo que a mí también. Tal vez cuando despierte le diga a Sonya que deje de enfadarlo tanto, él no lo merece.
Apaga las luces y se acomoda bien para dormir, con el gato acurrucado a su lado.
Sugar no podía esperar para despertar al día siguiente y regresar a su antigua vida, porque necesitaba con todas sus fuerzas comprobar que ese era un sueño. No podía ser de otra forma.
Y así se durmió, acariciando al gato y esperando que al día siguiente, todo haya llegado a la normalidad.
Pero cuando despertó en la mañana, todavía abrazando al gato, con su cabello hecho un asco y los libros por todos lados en su habitación, comprobó que no. Que todo fue real.
Y eso bastó para hacerla soltar un grito agudo tan desgarrador, que espantó a todos los pájaros a un kilómetro a la redonda de ahí.
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¡Hola!
No esperaba que este capítulo fuera tan largo, pero así salió XD espero que les esté gustando y que despierte su curiosidad cada vez más.
Se aceptan todas las dudas, teorías, preguntas, sugerencias, críticas, etc, todo con tal de mejorar el proyecto. ¿Que creen que vaya a pasar ahora? Tal parece que a nuestra protagonista ya se le irá la etapa de negación XD
Con amor de locos,
Lia :3
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