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La bendición de Sonya

Capítulo veintisiete: la bendición de Sonya.

La mañana de sábado Sugar estaba en la biblioteca cuando Sonya le llamó. La rubia no solía ir a ese lugar; de hecho, antes de ese momento, ni siquiera había entrado, pero no había olvidado las fotos y la hoja de jeroglíficos que había sacado del cuarto de Adler, y una vez que no pudo encontrar nada en Internet, tuvo que recurrir a la biblioteca, la más grande de Woddley Rich, donde había miles de libros viejos e información que ni sabía que existía.

Desde ese día donde descubrió las escrituras inentendibles, había dedicado sus noches a investigar en internet su procedencia, pero solo había servido para revolver más su mente. Aquellos trazos más sencillos arrojaban resultados de alguna base de latín antiguo mezclado con una lengua de una civilización perdida. Pero la verdad era que esa información era inútil; el latín más antiguo ya se había perdido, o era información tan vieja que no se encontraba en el internet, y había millones de civilizaciones perdidas cuya existencia específica ni siquiera se conocía, menos aún había registro alguno de su lenguaje. Por más que se había desvelado buscando, todos los buscadores y páginas web habían resultado ser más inservibles que su propio cerebro, incluso cuando había intentado con todo. Buscaba con "lenguas perdidas", "civilizaciones antiguas y su lenguaje", e incluso había buscado "lingüística ficticia de cuentos de hadas", pero nada se parecía a sus jeroglíficos, o al menos no más de un veinte por ciento. Le encontraba parecido al latín y a una lengua ficticia de ángeles encontrada en un libro de fantasía que había tenido pésimas críticas, y no tenía nada que ver.

Eso la había desanimado, pero no pensaba rendirse tan fácilmente, y decidió levantarse ese día a primera hora para ir a la biblioteca para hundir su nariz en libros empolvados y viejos de historia y filología con la intención de encontrar algo. Apenas llevaba tres horas, pero la frustración ya se hacía presente en ella al no encontrar nada. En eso andaba cuando su teléfono sonó y al contestar, una enérgica Sonya le gritó desde el otro lado de la línea.

—¡Sugar! ¿Dónde estás? ¿Te quedaste dormida o algo?—preguntó sin decir hola, con la voz algo agitada. A Sugar le sugirió la sensación de que algo se le había olvidado, pero no pudo recordar qué.

—Eh... no, estoy en la biblioteca, ¿Por?

—Por dios, si serás nerd. Estoy afuera de tu casa.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque me quiero casar contigo—dijo con notable sarcasmo—. Pues porque te dije que te llevaría a comprar ropa y, de paso, desestresarte un poco, que me causa urticaria solo verte tan ocupada.

Sugar iba a quejarse, pero no pudo. La verdad era que entre la escuela, la tarea—que ahora intentaba de hacer, por puro entretenimiento y porque ya no había nadie dispuesto a hacerla por ella—, el trabajo, Osiris y sus investigaciones secretas, no tenía tiempo para mucho. Y con su mente ocupada la mayor parte del tiempo, ni lo notaba, pero el resto de las personas sí, porque su cuerpo siempre se encontraba tenso, descuidaba su aspecto y ojeras moradas y suaves se dibujaban bajo sus ojos. Solo era una semana, sí, pero el tiempo pasaba muy lento para ella y sentía que eran años. A veces, se preguntaba si no era que en verdad el tiempo pasaba más lento en esa realidad, ya que sentía que los días tenían cuarenta y ocho horas y no veinticuatro. Claro, tal vez sus pocas horas de sueño, su mente tan ocupada y el cambio de rutina solo le causaba esa impresión, pero ella estaba medio loca y solía sentirse de esa forma todo el tiempo.

—Perdón, sé que me dijiste, pero es que estoy ocupada. Podría ser otro día.

—No, para nada. Voy a ir a ese lugar y te sacaré a rastras o en costal si hace falta. No es sano, niña. Debes de salir, tomar sol, convivir con los mortales un rato.

—No, no puedo ahora. Mi... Mi madre no me deja—salió con la excusa más pobre y rápida que se le pudo ocurrir. Sonya resopló con incredulidad.

—Eso no te lo creo. Me topé con tu madre. Me abrió la puerta cuando estaba tocando, y déjame decirte que menudo troll es esa mujer. Tiene un carácter, que de seguro ella entrenó a los orcos en su actitud de mierda. Como sea, me quiso correr después de decir que no estabas ahí, pero pude detenerla y entre todas las palabras atropelladas, alcancé a escupirle mis planes. Y dijo que sí.

<<Bueno, algo así. Dijo que tenías que comprar nueva ropa porque te vestías como vagabundo, pero que no le importaba mucho lo que hicieras, y que fueras. Tu madre es un asco, con todo respeto. A ti, no a ella, ella que se pudra; estoy casi segura de que me llamó perra.

Sugar bajó la mirada, sintiendo vergüenza de la actitud de su madre. Ya se había acostumbrado a su desprecio hacia ella, pero que no le importara disimularla ante sus amigos le parecía demasiado bajo, e incluso muy impropio. Ella acostumbraba fingir ser de la alta sociedad. Era despreciativa, claro, pero lo disimulaba más, y escupía el veneno con más clase. Esta versión de su madre, era aun más despiadada que la que ella conoció.

—Perdóname por eso. Gill no es la persona más dulce y moral de todas. Lamento que hayas tenido que escucharla.

—¿Disculpas a mí? Soy yo la que lo lamenta, querida. Pobre alma en desgracia—dijo en tono dramático. Se hizo silencio en el que ella pudo escuchar el suave tintineo de una peculiar canción de fondo, pero no pudo distinguirla—. Pero ya basta de charla. Deja esos libros, ratoncito de biblioteca, y sal de ahí.

—Sonya...

—Sonya nada. Pareces vampiro, rehusándote a salir. Sé que te hará bien, y ropa ocupas. Ya estoy a cinco minutos de la biblioteca, y si no sales, entraré yo y te sacaré de la oreja.

—Qué agresiva.

—Y no estoy mintiendo. Vamos, mueve la cola y espérame en la entrada—y con eso, colgó el teléfono, sin dejarle espacio para réplicas.

°°°°

Unas horas después, con las manos cargadas de bolsas, Sugar le agradeció internamente a Sonya por haberla orillado a salir. Ese día libre, recorriendo tiendas con su amiga, midiéndose ropa, cuchilleando acerca de la gente y caminando por todos lados, le sentó como cálida brisa, dejándola respirar aun cuando no sabía que se estaba ahogando.

Se dio cuenta de lo fácil que era perderse a sí misma y olvidarse de los límites. No había salido de una rutina en mucho tiempo, y era extraño darse cuenta de que era muy delgada la línea entre mejorar como persona y perder su esencia. De forma natural Sugar amaba las fiestas, salir, la buena ropa y una buena tarde con amistades en actividades banales como las compras, pero en esas últimas semanas, con tanto pasando en su vida y descubriendo tantas cosas nuevas que le hacían sentir nuevamente completa, había hecho que dejara esos antiguos placeres en el olvido. Pero que eso pasara y que ahora recordara lo que era sentirse vivaz, no quería decir que parte de su personalidad y preferencias antiguas no siguieran siendo parte de ella.

Recordó que la ropa de su armario no le gustaba, y aunque no pensaba tirarla toda, unas nuevas prendas y conjuntos podrían ayudarla a regresar a su estilo. Recordó que quedarse mucho tiempo en un lugar la hacía sentirse ahogada y que disfrutaba el pasar de las multitudes y escuchar sus risas y sentimientos; pensaba que las reacciones diarias eran la mejor prueba de vida.

Y ese día, regresando a viejos hábitos sanos, se permitió disfrutar de un hábito que no era malo, ni algo que debía cambiar. Simplemente era su forma de relajarse y disfrutar, e incluso se sentía mil veces mejor ahora que sus amistades eran reales; ahora que incluso la convivencia con Sonya era más auténtica.

Compró al menos diez blusas— cuatro de ellas eran camisetas simples pero muy estilizadas—, tres pantalones, cinco faldas y ocho vestidos, sin contar accesorios como aretes, collares, pulseras, anillos, sombreros, tiaras y todo lo que encontró. No eran prendas exactamente iguales a lo que solía usar, pero tampoco se parecían para nada a lo que había en su ropero en esos momentos. Renovó su estilo, escogiendo ropa elegante que la hiciera sentir cómoda y expresiva.

Siempre pensó que la moda era un arte; el arte de expresar con prendas tu sentir y forma de ser, y cambiaba en una persona el estilo cada que persona cambiaba y buscaba expresar cosas distintas. No era la misma; no era la Sugar presumida, pero tampoco la Sugar desatendida. Era una nueva, y empezaría a vestirse como tal.

Sonya resultó ser una gran ayuda; escogía tallas, le retaba a usar nuevas cosas y a probar sorpresas, y su actitud la contagiaba. Su personalidad extrovertida la tuvo riendo durante mucho tiempo, de esas carcajadas en las que echaba su cabeza hacia atrás y luchaba por respirar porque la risa no la dejaba.

Cuando la exhaustiva ronda de compras terminó, fueron a un restaurante de comida rápida y se alimentaron sin seguir dietas—cosa que Sugar seguía manteniendo, aunque no con la misma rigurosidad—, mientras charlaban acerca de las primeras audiciones de todas las chicas del equipo.

—Legia en su primera audición estaba tan nerviosa que se tropezó con sus listones de gimnasia, y la grabación que llevaba Sidney estaba sobrepuesta y de pronto, en medio de la canción, comenzó "pajarillos a volar".

—¿Y lo bailó?

—Claro; el show siempre debe de continuar—se rio Sonya, comiendo de forma pausada sus papas fritas—. No fue la que salió peor; a Layla le hicimos una broma.

—¿Por qué?

—Layla se transfirió en segundo año. Yo entré el primer año junto con Sidney y Legia. En segundo audicionó Alejandra y llegó Layla, en tercero Glenda y Vanessa y pues ahora Yolanda, Harriet y Sefie. En fin; Layla estaba en Chepster High, en el grupo de baile oficial, y cuando se transfirió aquí, entró automáticamente al equipo.

<<Quisimos divertirnos un poco con ella, así que le dijimos que aun siendo recomendada, debía de audicionar con una canción de nuestra elección, y la hicimos bailar una mezcla, donde la mitad era música infantil y la otra mitad música de circo. Fue divertido. Creo que Legia todavía tiene el video.

—Una buena bienvenida, supongo.

—Claro. Fue con la que mejor congeniamos. No se lo tomó a mal, al menos no de forma seria. A lo que voy con esto es que todas tuvimos percances en nuestras audiciones, no es el fin del mundo.

—¿Y cuál tuviste tú?— preguntó ella alzando la ceja, con una sonrisa divertida.

—¿Yo? Nada.

—Ajá, claro.

—¡Es cierto! Bueno, tal vez me mareé un poco, pero nada raro.

—Dime, por favor—suplicó con un puchero—. Nada puede ser peor que tener un episodio psicótico y ataque de pánico en medio de la audición.

—Cierto—sopesó, luchando por no reír—. Pero aun así.

—No seas miedosa, Sonya.

—¿Miedosa yo?—se señaló—. No lo soy, y no tengo nada que probar. Pero te diré lo que quieres. Solo porque yo quiero, no porque quiera probar algo. Porque no tengo nada que probar.

—Ajá, claro.

—Bueno. Tenía preparada una rutina de Ballet contemporáneo. Y me perdí un poco en los giros, tanto que caí al trampolín, reboté un poco y luego vomité poquito.

Sugar le respondió con una cruel carcajada, y Sonya la miró mal.

—Mira, al menos no salté como estúpida por todo el gimnasio haciendo movimientos de robot oxidado.

—¡Estaba poseída!

—Sigue diciendo eso.

Ella hizo un puchero.

—Fue terrible para mí, no fue intencional.

—Bueno, pero ve el lado positivo; tuviste a tu caballero personal para que te salvara. Adler Prince, por algo el nombre suena de la realeza.

Sugar trató de aparentar indiferencia, pero su corazón, impulsado por la adrenalina, comenzó a aumentar el ritmo de sus latidos y sus ojos se abrieron, un poco abochornados. Se hundió en su asiento y de pronto mirar su vaso de refresco mientras sorbía del popote fue más importante.

—Oh, ya sabía—sonrió ella. Sugar la miró de reojo para ver si estaba molesta, pero en su rostro solo había malicia y diversión—. Hasta aquí escucho tu corazón. Te emocionas de solo escuchar su nombre. Qué cursi.

—Tonterías.

—Yo creo que no lo son. Hasta diría que te gusta.

—No—respondió ella, pero fue demasiado rápido y tajante como para que pudiera ser tomado con normalidad—. Estás loca.

—Sí, es lo más probable. Digo, probablemente me imaginé el haberlos visto abrazados y muy juntos detrás del árbol en los jardines de la escuela...

Ella se sobresaltó, mirándola con sus ojos muy abiertos y sus labios aplanados, el rostro lleno de sorpresa y vergüenza. Sonya sonrió complacida.

—¿Tú crees que lo imaginé, Sugar?

—C-claro que sí.

—Interesante—lamió sus labios, con sus ojos latiendo en un brillo peligroso—. ¿Y las veces que lo observas con cariño y que hablas de él al menos seis veces en dos horas?

—Nop, también te lo imaginas. Como que haces eso seguido.

—Entonces también me imagino las miradas intensas y la tensión que los rodea cuando me acerco, ¿verdad?

—Sí...

—Qué ninfómana soy, que me imagino tensión sexual.

—¡No es sexual!

—¡Ja! —la señaló con un dedo y su mirada jovial—. Entonces sí hay tensión.

—Nunca dije eso.

—Pero no dijiste que no—ella parecía bastante extasiada, con una sonrisa amplia en su cara que por un segundo hizo que Sugar la viera como el gato Cheshire de Alicia en el país de las maravillas—. Esto es genial. Descubrí tu secreto clichoso. ¡Estás enamorada de tu mejor amigo!

—No es mi mejor amigo. Y no es cliché.

Sonya se carcajeó ante la mirada recelosa de la rubia. Estaba buscando un indicio de molestia en ella, pero no encontraba más que la malicia propia de una amiga que te shippea con otro chico.

—Es curioso como corregiste el "mejor amigo", y no el "enamorada". Estás tan colada cariño, hasta los huesos.

—No es amor, no estoy enamorada y no es mi mejor amigo.

—No, no, no y bla bla bla. Solo eso escuché Sug. Puras estupideces.

—¡Hey!

—Es cierto. No me vengas con ese cuento a mí, se te nota. Somos amigas, ¿por qué no lo admites?

Ella suspiró ruidosamente.

—Porque... bueno, a ti te gusta. ¿No sería algo raro que venga y te diga que me gusta, después de a ti?

—Por dios, no puedes estar hablando en serio. Primero que nada, no, no es raro, porque de seguro no lo hiciste a propósito. Segundo; ¿A quién le importa a quien le gustó primero? Adler no es un juguete del supermercado. No se lo queda quien lo ve primero, sino quien logra algo con él.

—Tú estás avanzando.

—Como su amiga—reparó, y Sugar no sabía si describir su mirada como molestia resignada o tristeza indiferente—. No me puedo engañar; sé que no le intereso, y aunque me sigue atrayendo, hay una diferencia entre ser perseverante con lo que quieres y ser hostigante y no aceptar un rechazo.

Sugar tardó en responder.

—Lamento eso—fue lo que dijo, y la mirada de Sonya la apabulló.

—¿Hoy tienes el cerebro apagado, Sugar?—Bufó—. No es tu culpa. Suele pasar, no le voy a interesar a todo mundo y sé afrontar el rechazo. Ya he intentado demasiado, es obvio que si no he logrado mucho estos meses, no lo haré en el futuro. Estoy bien con ser su amiga.

—Yo también.

—No lo creo. Ambos tienen química; lo digo en serio. Me siento sobrante cuando llego con ustedes, como si interrumpiera algo. Y no era así hace un mes.

—No lo sé...

—No es hora de ponerse tímida. Haz lo que tengas que hacer, y si consideras que aún no es tiempo de hacer alguna jugada, bien, resérvatela. Pero no dejes que el miedo sea un obstáculo. No te ves de esa clase de chicas.

Sugar solo respondió con una sonrisa tímida, y Sonya pensó que era adorable la forma en la que tenía un sonrojo dulce en sus mejillas.

—¿Y cómo van las cosas con Segel?— cambió de tema Sugar tomando otro puño de papas y metiéndolas a su boca. La morena lo notó, pero ese era uno de sus temas predilectos, así que voluntariamente mordió el anzuelo.

—Bien. Ya estamos bien de nuevo, afortunadamente.

—¿No está pasando un buen momento, verdad?

—No realmente— respondió con un puchero—. A veces me siento mala amiga por no estar para ella, pero también sé que por más unidas que seamos es sano separar vidas y no ser quien sostiene toda su estabilidad. Y ella lo está entendiendo.

Sugar asintió, analizando la situación y jugando con un sobre de Cátsup cerrado.

—¿Qué es lo que le pasa?

—Problemas. ¿Por qué te ves tan interesada en eso?

—No lo sé. No me siento cómoda sabiendo que pasa por problemas de ese tipo.

—Te odia—le dijo, ladeando su cabeza. Sugar entornó los ojos, señalando la obviedad de la situación—. Bueno, sí, lo sabes, ¿pero entonces por qué te preocupas? No quiero decir que Segel sea mala persona, pero ella disfruta cuando tú tienes problemas. ¿Qué sentido tiene que hagas lo contrario?

Ella se encogió de hombros. Ya había abierto su sobre de cátsup y ahora lo distribuía por la papa, mirándola con interés.

—Lo sé, pero eso no es impedimento para mí, no me evitará sentir y hacer las cosas correctas. Solía creer que se lo merecía, pero la verdad es que he visto esa clase de pesos psicológicos, y no se lo deseo a nadie. Además, tú eres su amiga.

—Ajá... ¿Y?

—Que eres una buena persona, y si tú ves algo bueno en ella, quiere decir que lo tiene, pero lo esconde muy bien.

Sonya sonrió con incomodidad, mirando sus pies. Luego levantó la mirada y sonrió con más ganas.

—Gracias. Eres una buena persona, Sug, y algún día ella dejará su enojo y se dará cuenta. Ella solo odia a todo mundo; tú no tienes responsabilidad de nada.

Ahora fue su turno de removerse de forma incómoda y forzar una sonrisa, para luego volver a cambiar de tema, y después inevitablemente, volver a tocar el tema de Adler.

Sugar terminó confesando abiertamente su flechazo, y Sonya le dio el paso libre, incluso cuando ella repitió recalcadas veces que no pensaba hacer nada.

Porque prefería disfrutar un flechazo en silencio, que lanzarse a algo con alguien que no conocía del todo y que parecía ser más complicado de lo que debería.

°°°°

El lunes a la hora del almuerzo Sugar decidió cambiar su rutina e ir a la cafetería con sus nuevas compañeras de equipo. No había una razón en específico, pero aun así, ella creía que las razones se dividían en dos principales que involucraban nombres importantes; Segel y Adler.

Quería sentir que Adler no era su único amigo, y administrar su tiempo en otras personas con las cuales también se sentía cómoda. Ella por naturaleza era un ser social y no era de ella pasar todos los días con una sola persona, más cuando trataba de delimitar el papel del chico en su vida, cosa que era muy difícil.

Y en lo referente a Segel, sentía que era hora de entenderla. Ya le había perdido el miedo y ahora un interés altruista por su salud comenzaba a crecer en ella. Con eso, se habían disipado las principales razones que tenía para huirle a la cafetería, y no vio como algo malo intentarlo.

Las chicas la hacían sentir cómoda, aún cuando ahí no estaba Sonya. Desde las extrovertidas Sidney y Perséfone, las sarcásticas Legia y Layla y las calladas Harriet y Yolanda, todas se complementaban y conformaban un buen grupo unido, que constituía a gran parte del ruido del lugar. No había visto anteriormente toda la variedad de grupos que coincidían en un solo lugar, las personas que, ajenas al círculo de terror de Segel, hablaban, leían y convivían con una armonía desastrosa. Le resultó dulce y hasta reconfortante. Las sonrisas de alguna manera la hacían feliz, y se sintió cómoda sin tantos pesos sobre ella; sin tanto odio y rencor a nadie en específico.

En su mesa, Perséfone hablaba acerca de cómo sus padres, que eran muy jóvenes, estaban ebrios cuando eligieron su nombre, puesto que eran fanáticos de la mitología y, bajo la influencia de sustancias, esos momentos filosóficos siempre salían a la luz.

—No estaban tomando cuando me tenían, Yolanda, no son tan irresponsables—le respondió a la rubia, sacándole la lengua y meneando su cabello rojo—; Se casaron jóvenes y a los tres meses, en un juego de cartas clandestino y drogados de María Juana...

—¿María Juana?—preguntó Sugar.

—Así le dicen en algunos lugares a la marihuana—susurró Legia en su oído. Sugar articuló un "gracias" y continuaron escuchando el relato.

—Los señores apostaron que si tenían una hija le iban a llamar así, pues estaban parloteando de ese mito y discutiendo el caso de Perséfone y Hades, y un año después... ¡sorpresa! Perséfone en camino. Claro, después quisieron negarlo, pero uno de sus amigos, y mi padrino, les recordó la apuesta y como aún sin María Juana mis padres están medio locos, aceptaron.

—En resumen, todo fue porque les gustaba la mitología y hablaron de eso estando drogados.

—Sí, algo así, mi rubia amiga. Mi nombre es un legado incomparable.

—Qué dramática eres—soltó en respuesta Layla, exagerando un bostezo solo para molestar a la pelirroja, la cual le soltó el dedo medio, causando risas en sus compañeras.

—¿Y tú?— le preguntó Harriet a Sugar. Tenía una dulce sonrisa nerviosa. A Sugar le parecía curioso cómo, aunque Yolanda y Harriet eran igual de calladas, ambas lo eran por razones distintas.

—¿Y qué?

—Te falta decir el porqué de tu nombre—dijo Vanessa, dándole una mordida a su hamburguesa.

—No es una historia tan divertida como la de Sefie, o tan creativa como Legia, que combinaron las iniciales de su mamá y sus hermanas.

—Pero no tan aburrida como la mía, de seguro, que soy Alejandra sexta.

—Cualquier nombre es más creativo que ese—señaló Sidney.

—No es cierto. Ryan es más común, y en México se usa mucho Juan y María.

—Pero de seguro Juana María sí es más creativo—refutó.

—Estábamos hablando de Sugar, ¿no?

—Cobarde—se burló Layla.

—Anda, habla—la animó Glenda.

—No es gran cosa. Me querían llamar Peper, porque era amarga y no reía, o algo así. Según mis padres yo era un poco irritante; solo lloraba y no reía ni los divertía. Al final se decidieron por Sugar, pensando que el nombre serviría para endulzarme un poco y compensar las cosas.

Las chicas fruncieron sus labios de forma tan sincronizada que le sacó una risa a Sugar. Unos segundos después, Perséfone rompió el silencio.

—Tus padres suenan a mierda.

—¡Sefie!—la regañaron todas a la vez.

—¿Qué? Alguien tenía que decirlo. Además, le dijeron sin tacto que era irritable; es evidente que Sugar sabe que son mierda, ¿O no?

—Sí, lo son—dijo de forma serena, aceptando el hecho-. No me molesta ya.

—Pues que fuerza la tuya—masculló Glenda. Ella se encogió de hombros y decidió desviar la conversación de nuevo a Perséfone.

—¿Y cuál es el caso de Pérsefone y Hades?

—¿No lo sabes?—preguntó con incredulidad. Apenas ella negó, Perséfone se puso a explicarlo con detalle.

—¿Y cual es el debate? Perséfone pasaba seis meses y seis meses; eso explica, según los griegos, las estaciones del año. ¿Qué hay de polémico en ello?

—Pues que nadie se pone de acuerdo en el romance de Perséfone y Hades. Unos dicen que la secuestró a la fuerza, la mantenía como rehén y la engañó para comer los frutos, otros que lo hizo y que ella desarrolló síndrome de Estocolmo y se enamoró del él, por lo que aceptó comer las semillas. Y mitos más antiguos, que todo fue más romántico; ponen a Deméter como madre controladora y a ellos dos como un amor imposible.

—¿Y tú en cuál crees?

—En la antigua, la que dice que se querían pero Deméter no los dejaba estar juntos, y por eso se la robó. Esa incluso dice que Zeus le dio permiso a Hades de eso.

—Pues yo creo que no. Que sí la secuestró—señaló Vanessa—. Pero, en su defensa, fueron las flechas de cupido que lo hicieron enamorarse de ella.

—¿No que eran de Afrodita? Ella mandó a Hermes a flecharlo.

—¡No! Hermes no es cupido...

Y así, todas comenzaron el debate mitológico. Sugar no podía participar, y para distraerse, miró hacia la mesa de Segel, pero se sorprendió al ver que la chica no estaba. Estaba Janik, Naley, Jaden y todos los demás, pero Segel no. Luego volvió a reparar en su mesa y notó que Sonya no estaba. Frunció el ceño y se giró hacia Legia, quien no estaba participando en el debate y solo leía.

—Hey, ¿Sabes dónde está Sonya?

—Faltó. Dijo que no quería venir y que quería un día con Segel. Ambas se fueron a quien sabe dónde.

—Wow. Definitivamente son amigas de nuevo.

—Sí, y si me preguntas a mí, es mejor así. Ella se amarga mucho cuando están molestas, como si tuviera una espina constante. No es plenamente feliz.

Sugar asintió, quedándose callada mientras pensaba en muchas cosas. Miró por la ventana y vio a la distancia la figura inconfundible de Adler recargado en el árbol con un grueso libro en las manos y moviendo una de ellas de forma casual y constante, luciendo totalmente despreocupado, relajado y —de alguna forma—, intimidante, como si nadie mereciera hablar con él, pero nadie lo supiera. Era un aura extraña; como si estuviera en un equilibrio perfecto entre lo llamativo y lo no llamativo. No había prestado atención suficiente antes, pero ahora que lo hacía, podía ver la energía fuerte y pasiva que lo embargaba; daba la impresión de ser perfecto en un sentido equilibrado; nada extraordinario, pero nada ordinario. ¿Siempre había sido así, o solo era ella exagerando su perspectiva por su atracción?

Sugar suspiró. Y confirmó que, de nuevo, dos razones mantenían su mente desordenada aun cuando estuviera en sus mejores momentos, y esas dos razones eran Segel y Adler.

Segel porque sentía ganas de disculparse con ella, pero tampoco quería incomodar. Solo quería que se sintiera bien, sin soportar verla con tanto peso encima.

Y Adler, porque él era un pinchazo persistente en su cabeza que siempre le causaba diferentes emociones, y de él, solo estaba segura de dos cosas. Una era que tenía más secretos de los que podía imaginar; secretos intrigantes, emocionantes e intimidantes.

Y la segunda era que, por más distancias que tratara de tomar y por más que quisiera ordenar las cosas, no podía huir del hecho de que le estaba gustando más de lo que debería. 

••••

Hola de nuevo.

Un ovación para la escritora que finalmente hizo un capítulo suave y de descanso (al menos en comparación a los otros). ¡Yei!

En este finalmente avanzamos en el cronograma, y nos faltan alrededor de cinco capítulos para llegar a la parte que a mí me encanta y no puedo esperar para escribir.

Aquí dejen sus opiniones; ¿Les gustó? ¿Les aburrió?

Estos últimos capítulos no han tenido mucho Sadler, pero en los próximos dos habrá mucho.

Disfruten, voten, comenten y lean :3

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