La advertencia de una desequilibrada
Capítulo tres: La advertencia de una desequilibrada.
—Mi nombre es Segel Cristal Regina linCek—dijo con la barbilla muy alzada, aunque nadie la tomaba en serio. Tenía puesta una gran bata para dormir color verde y la había atado en la cintura con un listón de seda negra. Su cabello largo tricolor estaba extrañamente peinado con dos moños a los lados de su cabeza, como la princesa Leia de Stars wars,y la hacía lucir ridícula. Pero, aun así, su rostro blanquecino y puro, con aquellas facciones salidas de la más hermosa fantasía, le daba un extraño aire de majestuosidad. Era la misma chica que ella y Jaden habían visto en el bosque carente de cordura. Y ahora que su rostro no estaba sucio se veía dolorosamente hermosa.
Y eso preocuparía a Sugar si no fuera por su apariencia de lunática. Le recordaba a aquellos predicadores que predecían el fin del mundo sucumbido ante el infierno, que seguramente estaban drogados y llenos de alcohol en su organismo, no sabían ni lo que decían y todos se reían de sus tonterías inverosímiles. Esa era la impresión que Segel daba, el de una loca sin remedio que prometía incoherencias. Sugar se rio y la miró burlona, apoyándose en una sola pierna.
—Ah, así que tú eres la chica nueva—Asintió para sí misma lamiendo sus labios—. Perfecto—dijo animada, su voz aguda denotaba la hipocresía que acompañaba su voz—. Escucha, Selene...
—Es Segel—le dijo la chica irritada, como si la mera palabra le pretendiera ofender. Poseía una autoestima muy alta y una superioridad impropia, como si realmente ella fuera la que estaba en lo correcto al usar esa extraña vestimenta y aquellas palabras de la edad media.
—Sí, como sea—le restó importancia a la cosa—. Sé que eres nueva aquí y no sabes cómo funcionan las cosas, así que te lo dejaré pasar por ahora y fingiremos que no hablas como si estuvieras en la edad media o algo por el estilo—le dijo con decisión, dando por terminada su pequeña conversación.
Sus palabras se perdieron en el aire y pronto cada uno volvía a lo suyo a medida en que Sugar seguía su camino hacia su mesa en el centro de la cafetería. Pero ni siquiera alcanzó a sentarse cuando alguien puso sus manos sobre la mesa, justo a un lado de ella, ejerciendo fuerza.
—Creo que eres tú quién no me ha entendido—le dijo con su mirada altiva y altanera. Sugar frunce el ceño, disgustada, y todo el público, quien mantenía sus ojos en el pequeño espectáculo que estaban montando, abrió sus ojos con sorpresa ante el tono que empleaba—. Tus actitudes inaceptables me hacen enardecer, ¡tus lealtades no están con el pueblo!
—Querida, toma tu medicamento y sal de aquí antes de que hagas más estupideces, ¿sí?—dictaminó con parsimonia, todavía sin mirarla.
—¡No debo de consumir nada! Alza la vista, ¡Cobarde insensata!— La chica, exhausta, la miró.
—Selene...
— ¡Segel!
—Sí, sí, claro. Segel—afirmó ella—. No te recomiendo ponerte intensa aquí, ¿Sabes lo que debes de hacer? Ir por comida, tomar tu medicina para controlar tu esquizofrenia, sentarte en una mesa lejos de aquí y ¡Esfumarte de mi vista! No sabes en qué te metes y no te gustaría saberlo.
Cualquier persona normal, al escuchar aquellas palabras dichas con fuerza y amenaza hubiera retrocedido, pero Segel, quien no le tenía ni un poco miedo, alzó más su barbilla, igual de amenazante.
—No creo que tus incoherentes ademanes causen alguna diferencia en mi lenguaje, es más, tu forma de ser es reprobatoria. Y yo, defendiendo mi puesto incluso en territorio ajeno, carente de orden y un monarca respetuoso, reclamo el derecho de reinaros por un camino correcto.
El público improvisado comienza a reír ante sus palabras. Sugar se endereza y se planta justo frente a ella. Gracias a su estatura privilegiada, le llevaba varios centímetros de estatura a Segel, y se veía más amenazante que ella. Era difícil tomar en cuenta a la chica de cabello multicolor con aquel peinado extravagante y ropa de dormir, más bien se veía como un chiste. Sugar solamente se rio con amargura, diciéndose a sí misma que no debía de perder la compostura.
— Linda, no te conviene meterte conmigo. ¿Ves todo esto? No es un lugar al que puedas venir y armar una revolución. No estamos en una película ni en un libro, mucho menos en la era medieval — comenzó, acercándose a ella—. Me alegra que te guste jugar a la princesa desconocida de una tierra lejana, pero te vez ridícula. Comprendo que tienes problemas mentales, pero...
—¡¿Problemas mentales?! ¿Yo? ¡Cómo te atreves!—la señaló con indignación—. Déjame decirte una cosa yo a ti, canalla con reflejo de gobernante no estipulada. No sabes quién soy y no tienes la mínima idea de lo que soy capaz. Créeme, tengo más capacidad que tú y pobre y trivial existencia. Importo más, porque eres imprescindible en este mundo. Algún día, los años te cargarán, dejaras de ser hermosa y servicial, las arrugas surcarán tu rostro y morirás en un suave y doloroso degrado en el cual a nadie le importarás más—continuó con fuerza y porte. Todos de pronto se habían quedado callados. Era la primera vez que alguien le decía algo así a Sugar. Incluso con su pinta de chica loca, lo que decía Segel los sorprendía gratament —. Con esa actitud, nadie te va a reconocer como nada en esta vida. Así que escúchame.
<<No te metas conmigo, y sobre todo, no trates de mandarme a mí. Tus trucos no funcionaran conmigo, ¿entiendes? Vengo de un lugar donde no hay lugar para personas como tú, de un lugar donde somos superiores, a todos, y no dejaré que aquí, tú, quieras decirme qué hacer y qué no, y tampoco dejaré que te antepongas por sobre las demás personas. Controla tus aires de superioridad infundada que no te quedan para nada bien.
Ahora Sugar se encontraba roja de furia y, aunque fuera difícil admitirlo, algo asustada por lo que le fuera a causar la recién llegada. Parecía loca, pero aun así, lo que decía no resultaba tan difícil e inverosímil, y eso era lo que más le preocupaba.
Pero ella prefería actuar, no quedarse callada observando cómo la chica sonreía y las personas a su alrededor conversaban y murmuraban acerca de lo que Segel había dicho. Le encontraban algo de sentido.
Sugar debía de matar su credibilidad. Hacerla parecer toda una chiflada. Y tenía la táctica perfecta para hacerlo. Por eso, le sostuvo la mirada oscurecida y sus ojos brillaron, negros y peligrosos. Sugar hacía todo por su reputación, era lo único que tenía, y lo protegería siempre.
Tomó de el bolsillo interno de su bolsa su teléfono y lo giró entre sus manos, como si mantuviera un peligroso instrumento a unos segundos de detonar en un caos letal.
—Pobre criatura—comenzó con su voz lenta y suave, pero con todo el peso de su advertencia cayendo sobre sus palabras. Como si estuviera acariciándola con la hoja fina y filosa de una daga, cantando suaves villancicos. Una caricia mortal, un susurro mortífero. Se acercó más a ella, con una sonrisa melosa y algo escalofriante. El único sonido apreciable además de las respiraciones erradas fue el resoplido de Adler y como aprovechó la distracción de Sonya, quien se veía anonada y crítica, para sacar sus brazos de su cuello. Sugar se concentró en Segel portando una peligrosa mirada felina—. Tan perdida, tan aterrada— le da una mirada de fingida lástima que hace a Segel despertar una mirada de cólera—. Debe de ser difícil que la gente no comprenda tus problemas.
La fulminó con la mirada e hizo amago de hablar, pero Sugar, imparable, alzó la cabeza y habló con su voz en tono de oratoria.
—No puedo ni imaginar aquellas noches de tristeza que debes de pasar, al pensar que todo lo que dices y piensas tiene algún sentido—El tono burlón en su voz no pasó por alto para nadie, y las pequeñas y disimuladas risas apenas son un eco. Ya Sugar se encargaría de subir el volumen de estas—. Nosotros, los ignorantes, no entendemos tu sufrimiento.
Hizo una mueca, como si le tuviera pena. Las risitas florecieron.
—No se rían de la pobre chica — dijo alzando un poco su amable voz, pero esta carecía de convicción. No pretendía que la tuviera, solo estaba siendo sarcástica en una forma muy propia de serlo—. Seguro es porque todos ustedes no saben de su desgracia. Así que, ¿sabes, Selene?—comenzó y cuando la chica abrió la boca para corregirla, roja de furia, Sugar se apresura a continuar con su discurso—. Voy a hacerte el favor de que lo sepan.
Y acto seguido tomó su teléfono y lo desbloqueó. Con unos segundos moviendo sus dedos sobre la pantalla, con tal agilidad y sutileza que bien podría estar solamente cambiando de canción varias veces consecutivas, encontró lo que buscaba y sus ojos se iluminaron inquisitivos acompañando la sonrisa malévola de sus labios.
—¿Qué tenemos aquí? lo encontré—susurró poniendo play al vídeo justo frente al rostro encolerizado de Segel—. ¿Te parece familiar, Selene?
La chica palideció, mordiendo su labio para evitar exclamar un grito aterrado.
—¿De dónde sacaste eso?—preguntó tratando de mantener la cabeza en alto.
—Yo lo grabé—sonrío Sugar, sacudiendo su cabeza. Parecía que Segel quería matarla. Tenía sus manos engarrotadas y los brazos apretados a sus costados, como si estos tuvieran vida propia y estuviera tratando de alcanzar la garganta de Sugar y apretarla hasta dejarla sin vida—. ¿Y sabes? Creo que a su tan triste que nadie sepa de tu.... Situación.
Hizo una mueca de tristeza fingida. Todos prestaban atención—excepto Adler, quien seguía leyendo sin prestar atención a nada—y apretaban sus labios para no reír. La situación era cómica, la indignación de la chica que poca cordura presumía era hilarante.
—Lamento mucho que te hayan expulsado de "Tu mundo", y lamento haberme burlarme por ello. Nadie sabe el suplicio que estás viviendo, así que... Mejor vamos a mostrárselo al mundo.
Y así, con una sonrisa burlona en sus labios carmesí, publicó el vídeo bochornoso de Segel, en su primera noche, perdida en el bosque y diciendo cosas inverosímiles.
Y vaya que el Internet era mágico, porque no pasaron ni dos segundos antes de que en los oídos de Segel palpitara el Ringtone de miles de teléfonos celulares, zumbantes mientras anunciaban con anticipación el estruendoso sonido de las risas carcajeantes de los estudiantes.
Parecía que Segel los veía en cámara lenta señalarla y burlarse, viendo el vídeo una y otra vez. De dónde venía, se hubiera ganado una maldición del tamaño de un castillo por atreverse a profanar su nombre, pero ya no estaba en la villa Lincevstial. No más. Y eso solo le causaba ganas de llorar.
Lo menos que ella necesitaba en ese momento eran los aires de una humana insignificante tratando de hacerla sentir inferior. Aunque no tuviera poderes podía hacerlo.
—Tú...—la comenzó a señalar, pero Sugar la cortó, con una mirada dura y oscura.
—Escúchame. Tú no vienes aquí y me dices que hacer, tampoco tratas de poner a todos en contra mía, ni me haces ver como algo que no soy—susurró, su rostro muy cerca del suyo, con su mano en el camisón inapropiado de Segel. No estaba apretando, pero la sujetaba con firmeza para evitar que huyera en medio de su discurso. Parecía que la chica de cabellos multicolores se iba a derrumbar en un extendido llanto, y Sugar lo tomó como una buena señal. Seguiría hasta que en ella no quedara rastro alguno de rebeldía y no detendría por muestras de debilidad. Los sentimientos de Sugar estaban encerrados con llave en una mazmorra lejana en lo más recóndito de su ser, a salvo de los peligros del exterior, tan fríos y empolvados que olvidaba como usarlos, o tan siquiera que estaban ahí.
—Humana desagradable—masculló con voz peligrosa—. Yo soy....
—Solo una niña desequilibrada con mucha imaginación y nada de cordura—la interrumpió con una desagradable sonrisa burlona—. Creyendo que eres la mejor, cuando no eres nada más que una criatura insignificante, eso es lo que eres, ¿Crees que diciendo esas cosas sin sentido obtendrás atención? mira a tu alrededor — dijo señalando a los presentes que se partían de risa y señalaban a Segel, burlándose del ridículo que hacía. Para ese entonces lágrimas de furia ya surcaban su rostro de porcelana—. Esta es toda la atención que recibirás. Acostúmbrate, es lo que ganas al meterte conmigo.
<<¿Creíste que llegarías a ser algo más? ¡Mírate! eres ridícula y solo das pena ajena, tu ropa es ridícula, tu cabello es ridículo, toda tú, eres lamentable. Solo eres un fenómeno más, así que, ¿Por qué no empiezas a actuar como tal? Es donde perteneces.
Decir que había furia en los ojos de Segel era poco. Estos ardían en flamas ardientes verde escarlata, y sus labios apretados eran síntoma de aquel impulso que luchaba con creces contener. Estaba ardiendo. Sus lágrimas bajaban por sus mejillas, mientras era señalada.
— Oww, ¿Herí tus sentimientos?—dijo Sugar con un puchero de lástima y mirándola, sus juguetones ojos burlescos refulgentes mirándola con fijeza—Pobre cosa...
Segel se acercó de un paso a ella y apretó sus manos a sus costados. La miró mientras alzaba la vista, la determinación y cólera en su mirada fría.
—No sabes en qué te acabas de meter, Bronson—dijo con una la voz gélida y helada, fría como acero sobre su garganta latiente—. Lamentarás esto. Realmente lo harás. Vas a desear no haberme hecho enojar.
—¿Sí?—alzó una ceja y tomó, de una mesa cercana, una bebida de chocolate. Le sonrió y antes de que la chica pudiera anticipar su movimiento, lo volcó sobre ella. El pegajoso líquido comenzó a fluir y empapar su cabello, rostro y ropa, dejándola empalagosa—. Lo único que lamento, es no haber grabado eso.
—Yo sí lo hice, cariño—Sonrió Jaden con malicia, mostrando el teléfono levantado.
La dulce bebida se mezcló con las lágrimas saladas de furia e impotencia, mientras las risas taladraban sus oídos hasta darle palpitante dolor de cabeza. Veía rojo, todo era tan borroso, como una cruel pesadilla vuelta realidad. Decían que los de su especie no iban al infierno, pero se equivocaban. Ese era el infierno mismo.
Pero no dejaría que se quedará así.
Con las lágrimas drenando y su dignidad destrozada, Segel, gritando blasfemias y advertencias que parecían vacías y descabelladas, salió corriendo de la cafetería, entre risas que no parecían querer cesar.
Sugar hizo una reverencia y se sentó en su mesa, como si nada hubiera pasado. Sonrió de nuevo. Había evitado un problema y lo había disfrutado.
En la mesa lejana, Adler, quien había escuchado todo aunque su cabeza hubiera permanecido en su cómic el show completo, se deshizo del brazo de Sonya sobre él y se levantó, corriendo disimuladamente tras Segel.
°°°
Con la espalda pegada a las puertas metálicas de los casilleros desamparados en el pasillo desierto, Segel abrazaba sus rodillas y, con la cabeza escondida entre el hueco creado por sus rodillas y su pecho, sollozaba. Esa era su forma de drenar su enojo en ese momento. Era patético, pero era todo lo que tenía por el momento. Su cabello largo había caído del excéntrico peinado en el que se encontraba sujeto y ahora cubría la mayor parte de su cuerpo como un velo multicolor que la encerraba y la apartaba del mundo en el que se encontraba atrapada.
Adler soltó un largo suspiro y despeinó su cabello mientras la observaba guardando su distancia. No podía dejarla ahí, no después de lo que le acababan de hacer. Siempre le había parecido algo asqueroso la forma en la que esas personas trataban a los demás. Simplemente le avergonzaba, en casos como esos, pertenecer a aquella generación, en aquella sociedad donde nada era justo y la superioridad era un valor equívoco adjuntado por la falta de autoestima y anhelo de egocentrismo. Y no dejaría que Segel fuera una víctima más.
Además, él sabía que no estaba loca. No lo estaba en lo absoluto. Y si había mantenido su cabeza abajo era para no reír ante la ignorancia y estupidez de los demás.
Sin contar que el sentía y sabía que era en cierta forma su deber hacerla sentir mejor, más después de todo lo que había dicho.
Se acercó a ella y metió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.
—¿Estás bien?—comenzó el, mirándola con una sonrisa suave—. No deberías dejar que te derrumben. Se alimentan de ello, ¿Sabes? De tus inseguridades y tu miedo, como los monstruos.
Ella aún no levantaba la cabeza.
—Vienes a burlarte al igual que el resto, ¿Verdad, bárbaro?—comentó ella, su voz ronca y áspera de tanto llanto—. Esfúmate, criatura obsoleta.
Él sonrió y sacudió su cabeza. Su forma de hablar no podía dejar de causarle gracia, pero aun así no se rio.
—¿Tengo cara de estarme burlando de ti?—preguntó alzando su ceja.
Segel separa su cabeza de entre sus piernas, solo para mirarlo por el rabillo del ojo. Suspiró.
—No, tal parece que no—dijo con desconfianza—. Pero no claudicaré en mi recelo. No confío en tu estirpe.
—Como tú digas—respondió encogiéndose de hombros, sin borrar su sonrisa—. ¿Me puedo sentar? No es que realmente puedas evitarlo. El suelo es propiedad pública de todo estudiante. Estoy en mi derecho.
Ella resopló.
—Bueno, supongo que no está en mis manos evitarlo—masculló tamborileando con sus dedos. Adler se estiró mientras se sentaba a su lado, mirándola. Segel lo notó y frunció el ceño—. ¿Por qué me miras así, mundano?
—Solo tengo curiosidad, no seas agresiva—respondió alzando sus brazos. Él no parecía disgustarse por nada. Estaba sonriendo y una ligereza y calma lo cubría y contagiaba. Cómo si una energía que lo rodeaba se llevara los pesos de la vida—. Yo no soy quien fue malo contigo.
—Todos ustedes lo son. Tu especie lo es—dijo, sin importarle en lo absoluto disimular su recelo. La furia todavía corría por sus venas y las sentía a través de su piel, palpitando.
—Auch, eso fue muy generalista.
— Lo es, de hecho.
— Nada es general Segel, siempre hay excepciones en la vida y no todo es lo que parece. La vida está llena de tanto. En ella hay lagos profundos disfrazados de charcos.
—¿Qué eres ahora, filósofo?—resopló, pero ahora lo miraba fijamente. No podía evitar sentir que sus problemas se esfumaran a su lado, como si no hubiera tanta maldad—. ¿Por qué estás aquí de todas formas? ¿Tú también piensas que soy un fenómeno?
—No hay tal cosa. O todos somos normales o todos fenómenos, eso no cambia, sin importar la especie.
—¿Tú sí me crees?
—En lo único en lo que no creo, es en las imposibilidades. Si tú dices que eres algún tipo de deidad sobrenatural quien soy para decirte que no, tú puedes creer lo que quieras.
—¿Me estás diciendo que no es cierto?
—No, nunca lo dije—Se apresuró a decir Adler, viendo venir su molestia—. Creo que somos más ignorantes de lo que creemos, y nos negamos a aceptar lo desconocido por miedo a ser juzgados por esa ignorancia—Segel lucia satisfecha con esa declaración.
—Sí, creo que es cierto—finalmente sonrió—. Ojalá los demás supieran dónde están en la escala del Omnia.
Él asiente y se prepara para soltar la bomba.
—Sí, eso creo—comenzó a decir, mirándola—. Pero creo que deberías dejar de decirlo—Ante sus palabras, Segel lo miró enojada. Evidentemente se enojaba con facilidad. Él se apresuró a agregar algo—. No me malentiendas, pero es sentido común. Si no quieres que te critiquen, no critiques a los demás como si fueras superior a ellos.
—¡Pero sí soy superior a ellos!—exclamó, ofendida.
—Pero ellos no lo saben. Cuando dices eso, solo muestras una altanería infundamentada. No puedes venir aquí a decir que eres superior a todos y esperar que te traten como un dios. La igualdad es la clave.
Ella se levantó.
—Eres un canalla.
Adler suspiró, pensando "¿Ahora que hice?" para sí mismo.
—Solo digo que....
—¡No! ¡No quiero que digas nada!—exclamó—. Ese es tu plan, ¿no? Quietarme y ablandarme para luego hacerme creer que yo estoy mal... Fingir que me crees cuando también crees que estoy loca.
—¡Nunca dije eso!—dijo extendiendo sus brazos, con su mirada confundida—. Nadie está bien ni mal, solo son opiniones distintas y...
—¡Oh, basta con tus parloteos incesantes de orador! Solo quieres confundirme con sus intentos de filosofía ¿Por qué no te vas a cuentear al alguien más?—Segel se había enojado otra vez, y eso era lo menos que él quería.
—Ten sentido común—comenzó con voz suave, sin perder la calma—. En caso de ser otra especie todapoderosa, ¿En serio te conviene que todo mundo lo sepa?
—¡Claro!—exclamó como si la misma pregunta la ofendiera—. El mundo necesita conocer mi poder, saber que son inferiores. No es mi culpa su mediocridad ni el límite estrecho de su mentalidad. ¡Yo soy superior a ellos! ¡A todos!
Adler soltó un suspiro ruidoso.
—Con esa...
—Ya cierra la boca—espetó, verde de furia—. Ya tuve suficiente de todos ustedes. No me quedaré viendo cómo pisotean a sus superiores—Y dicho esto comenzó a caminar fuera de la escuela—.¡He dicho! Esto cambiará, demostraré que soy mejor que todos, en especial de esa gran insolente... ¡Ya verán!
Y Adler se quedó parado en el pasillo, solo y derrotado. Resopló y extendió su cabeza mirando al techo. Juntó sus manos y las colocó detrás de su cabeza.
—Himelsk...—masculló cansado—. Son taaaan sensibles— y dicho esto, se encaminó a su clase, consciente de que pronto habría problemas.
°°°
Después de un exitoso día de clases y una calma que precedería a una tormenta imprevista, Sugar fue a casa de Jaden, cansada de la suya propia. A diferencia de cuando eran amigos, estar juntos era incómodo cuando no estaban besándose o teniendo relaciones. No tenían nada de qué hablar, pues ya no se conocían, ni tenían nada en común.
A Jaden le frustraba estar junto a ella. Estaba loco por ella, físicamente hablando, pero la chica había cambiado mucho desde que se había hecho popular, y también él, aunque le costará admitirlo. Sugar solía jugar videojuegos con él, solían tener guerras con globos de agua y la chica le ganaba en las vencidas. Eso había sido antes de la preparatoria.
Cuando ella comenzó a decir que todo eso eran juegos de niños, que las mujeres no lo hacían. Comenzó a evitar los juegos, despreciar los videojuegos y quejarse de que se le rompía una uña o cualquier cosa que le impidiera esfuerzo físico. Y cuando Jaden estuvo a punto de terminar la amistad que le comenzaba a causar dolor de cabeza, comenzó la farsa de su relación y no pudo. Se encontraba atrapado.
En ese momento él se encontraba jugando en su consola, mientras Sugar se pintaba las uñas sentada en la cama, hablando por teléfono con su estilista.
—Escucha, no sé cómo, ¡Pero yo quiero mi cita mañana a las cuatro!—exclamaba—. ¿Qué? No te pregunté si tenías una boda ¡Yo solo quiero mi cita!— un segundo después, bufó—. ¡Me colgó!—Observó a su novio—. Jaden, ¡Me colgó!
—Yo también lo hubiera hecho—susurró en voz baja, concentrado en su juego.
—¡¿Qué?!—dijo ofendida y le lanzó su zapato a la cabeza.
El golpe le dio justo en la nuca, y de la impresión de se cayó de la cama, soltando el control. Sugar se rio, dejando la pintura de uñas de lado.
— ¡Sugar!—se quejó—. ¡Hiciste que me mataran!
Sugar se rio aún más, y eso hizo sonreír a Jaden. Era una risa real. No podía creer lo que escuchaba.
—Ups—dijo juguetona, poniendo su mano sobre su boca abierta en gesto sorprendido—. Eso te enseñará a no burlarte de mí.
Él se levantó y subió a la cama
—¿Sí? ¡Yo te enseñaré a no hacerme perder!—gritó y comenzó a pegarle con una almohada. Ella carcajeó ruidosamente—. ¡Sufre!
—¡No! Soy demasiado genial para sufrir.
—¡Te lo mereces! Nadie interfiere con Resident Evil.
—¡Oh, vamos! ni siquiera eres tan bueno.
Él la miró incrédulo y detuvo sus golpes.
—¿Disculpa?—alzó su ceja.
—Lo que dije.
—Pruébalo—espetó Jaden, tomando su mano y levantándola de la cama.
—¿Qué?—preguntó caminando sobre la cama hasta llegar al suelo. Se sentó a su lado mirándolo con una interrogante tallada en su rostro.
—Que lo pruebes—sonrió—. Tú dices que no soy bueno, entonces juega contra mí, para que pruebes tu punto.
Sugar arrugó su nariz
—No—dijo sacudiendo su cabeza—. Yo no juego esas cosas de niños, Jaden.
—Tienes miedo.
—No—reparó casi de inmediato, ofendida por la insinuación—. Claro que no, solo no quiero jugar, es todo.
—Yo creo que no— se burló picando sus costillas. En un reflejo, Sugar se encogió y rio entre dientes. Ese siempre había sido su punto débil—. Creo que tienes miedo porque sabes que te ganaré.
—¡No es cierto!—exclamó entre risas, pues Jaden comenzó a hacerle cosquillas, moviendo sus dedos entre sus costillas y haciéndola retorcerse—. ¡Basta!—dijo tratando de sonar demandante, pero sus carcajadas le quitaban seriedad al asunto.
—No—se burló Jaden—. Eres una cobarde debilucha.
Al escuchar esa palabra, Sugar sujetó debajo de sus axilas y con ayuda de sus piernas enredadas en las de él, lo hizo a un lado en un rápido movimiento que no parecía haber sido efectuado por una chica superficial y delicada como ella. Se encontraba de pronto sobre él, sosteniendo sus brazos.
—¿Debilucha, decías?—No sabía porque estaba actuando así, pero la sensación de ligereza que le provocaba era alentadora—. Retráctate.
Jaden soltó una risa, mirándola a los ojos.
—Okey, debilucha no. Solo cobarde.
Ella hizo un mohín.
—Tu culo—respondió y puso su mano en su boca de pronto, sorprendida por su vocabulario. Aprovechó ese descuido Jaden para empujarla, quitándola de su regazo.
—Pruébalo. Juega contra mí—volvió a sugerir el, sentándose en el borde de su cama mientras le extendía un control—. Si me ganas, te dejaré en paz.
Ella hizo muecas con sus labios fruncidos, balanceándolos de un lado para otro como si fuera la decisión más difícil que hubiera tomado alguna vez. Finalmente, resopló derrotada.
—Está bien, solo para que cierres la boca.
Se sentó a su lado y comenzó el juego. Y Jaden sintió un viaje en el tiempo. Él tampoco se estaba comportando igual, pero tampoco le puso atención al asunto, solo sabían que por un momento, no eran dos individuos populares en una relación carente de amor verdadero, sino dos viejos amigos en un extraño reencuentro.
Y luego ese momento de reencuentro terminó.
Sugar le ganó a Jaden y comenzó su baile de victoria, pero cuando Jaden, tentando demasiado a su suerte, le pregunto si quería la revancha, ella respondió:
—No gracias—sacudió su cabeza—. El trato era que cerrarías la boca si gano. Ya te gané, ahora cállate y deja pintar mis uñas. Las chicas no hacen cosas como jugar videojuegos.
Y con un resoplido, Jaden supo que había vuelto a su misma monótona realidad, donde se había quedado atascado con el fantasma de quien alguna vez fue su mejor amiga.
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