Introducción a la misteriosa familia Malk
Capítulo dieciocho: Introducción a la misteriosa familia Malk.
—Quieras o no, tu cuarto es de dominio público ahora que ella está aquí. ¡Finalmente la trajiste! — parecía que la chica se iba a soltar con un fuerte palabrerío. En su boca se veían las palabras incluso antes de formarse. Enit era una parlanchina, pero aquella emoción a Sugar no le molestó.
—Enitritte... — contestó Adler, con el típico tono de advertencia que solía usar con Sugar —Por favor no empieces.
—Muy tarde, hermanito. ¡Esto es muy emocionante! — dio un salto de emoción y camino hacia ellos con largas zancadas animadas e imponentes. Tenía la misma energía contagiosa que su hermano, solo que al contrario de Adler, que transmitía tranquilidad y paz con su presencia, ella emanaba emoción, felicidad e ímpetu. Se sentó en medio de los dos y los abrazó, así como así, a uno con cada brazo — Hoy dieron el siguiente paso, ¿Verdad?
<< ¡Lo sabía! Yo siempre los he shippeado, y lo saben bien, incluso hice el diseño de una camiseta que dice "Sadler es más real que tu vida". Si quieren las comienzo a producir en serie, será un graaan negocio. ¡Esto es grande! Si ella está aquí, de seguro ya le dijiste todo, ¿Verdad? Estarás en muuuchos problemas, por supuesto; el abuelo te va a matar, pero yo te apoyo hermano. Al menos ya sabrá del humor de perros que traerás después de tu cumpleaños y podré hablar y quejarme con ella al respecto...
La cabeza de Sugar estaba dando vueltas con tanta información. Primero se sonrojó por la insinuación, sintiendo su rostro caliente — sonrojo en el cual Adler la acompañó —. Pero esa impresión pasó a segundo plano cuando comenzó a parlotear acerca de dicha información que se suponía era imperativa para mostrarle su habitación.
—¿Quejarte de qué, exactamente?
—¡Pues de qué más! De los efectos del Gli...
—¡Enit, silencio!— trinó Adler, pálido por el miedo.
—No, Enit, dime más. Estoy escuchando.
—¿Enserio, Sugar, utilizarás a mi hermana?
—Ni que la estuviera obligando a hablar.
El ceño de Enitritte se frunció en confusión.
—Espera, ya me perdí. ¿No le has dicho?
—No.
—Entonces, ¿Por qué está aquí?
—Porque es un gato curioso y sin correa que pensó que era buena idea inmiscuirse por la mansión hasta mi habitación y hacer una detallada inspección del lugar.
A la declaración de Adler le procedió la risa de Enit, al parecer encantada de su atrevimiento. Al menos alguien ahí no había reprochado su acto.
—Vaya, por cosas como esas es por las que amo a Sugar.
—¿Me lo puedes decir directamente y grabarlo? — intervino la pseudodicha.
—Ya tienes un video de esos.
—Bueno...
—Sugar ha estado jugando a tener amnesia toda la semana— dijo Adler iluminando a su hermana, quien estaba confundida—"No recuerda" nada de lo que pasó antes de esta semana, en especial las cosas relacionadas con nosotros.
—Oh... —justo cuando Sugar creía que esa explicación era muy pobre, o que Enit se enojaría por la extraña dinámica, sonrió ampliamente y dio un saltito emocionado sobre la cama —¡Suena a un juego genial! Yo quiero jugar, ¿Puedo?
La incredulidad se plasmó por un momento en el rostro de Sugar, pero luego le devolvió la sonrisa. Al parecer aquella influencia sobre las emociones de otros era de familia.
—Todos se ven obligados a jugar, por eso es tan divertido el juego— le respondió Sugar. Los ojos de Enitritte brillaron—Técnicamente ya estás jugando.
—¿Sí? ¡Que emoción! Empecemos bien esto— dijo dejando de abrazarlos. Se levantó y se plantó frente a Sugar, sin dejar que la mirada juguetona la abandonara y extendió su mano hacia ella, mano que la rubia no dudó en tomar— Hola, mi nombre es Enitritte, pero es horrible; suena a fruta que sabe peor que la pizza con piña y calabaza, así que llámame Enit. ¿Quién eres tú?
—Soy Sugar Bronson, amiga de tu loco hermano. Sugar suena a nombre de perra superficial, pero no te diré que me llames de otra forma porque me queda perfecto. Es un gusto conocerte.
—Ya lo sé. Tienes suerte porque mi hermano no trae a nadie a su habitación. Le gusta ser misterioso
—Me he dado cuenta. Su respuesta todo es <<No puedo decírtelo, Sugar >>.
—Oh, eso lo sé. También le gusta responder <<No puedo decírtelo, Enit> . No lo tomes personal, tan solo es su frase favorita.
—¡Hey, sigo aquí!— les llamó la atención Sugar, ladeando su cabeza.
—Ah sí, supongo que lo olvidé— se burló Sugar, mirándolo de reojo.
—Es imperdonable.
—Sobreviviré.
Enit dio un salto y golpeó su cabeza como si de repente hubiera recordado algo.
—Por poco olvido a qué venía—rio suavemente la adolescente— Mamá dice que ya está la comida, y que Sugar se quedará a comer.
—No creo que...
—No lo dijo como pregunta, Adler.
—Sí, pero realmente me parece que ella no...
—No hables por mí— alzó una ceja mientras se levantaba y se situaba al lado de la chica del cabello curioso. La miró y entrelazó sus brazos como si fueran mejores amigas— Me encantaría quedarme a comer.
—¡Genial! Nos encantan las visitas, ya que casi nunca recibimos. Adler casi no tiene amigos, es muy amargado y los espanta a todos.
—Les recuerdo que sigo aquí. Otra vez.
Sugar solo rio mientras observaba su mirada enfurruñada. Estaba molesto, pero también había felicidad en su mirada verde, aquella chispa de vida que le producían las dos chicas.
—Lo sabemos, no nos has dejado olvidarlo— reclamó Enit— Ahora vamos, antes de que Mamá suba por nosotros y nos baje de la oreja. Acompáñeme, señorita Sugar.
Ella rio con alegría. Su emoción y vida la contagiaba, y hacía que al instante sintiera cariño por la joven. Le recordaba en cierta parte a Gwen, pues ambas estaban llenas de positivismo.
—Por supuesto, señorita Enit.
Ambas se encaminaron a la planta baja, sin importarle a Sugar que seguía descalza y sin un atuendo adecuado para comer con una familia tan importante como esa.
Anteriormente, el día martes, como si fuera una señal enviada por los dioses, Sugar había escuchado en el baño rumores acerca de aquella inusual familia. Todos estaban intrigados por no saber nada de ellos más que su importancia para el pueblo y lo que esto representaba, y las especulaciones iban más allá de lo inverosímil. Algunos hasta decían que eran reptilianos o brujos —esa última no resultaba tan imposible, viendo las pruebas—, pues era casi imposible tener renombre en un pueblo como Woddley Rich, donde residían familias millonarias en todos lados. Nadie los conocía personalmente, pero todos temían al apellido, no muy acostumbrados a tener a su alrededor a alguien con un nivel económico y social superior al de los demás.
<<Un día vi la mansión. Es más grande que los hospitales del pueblo, todos juntos>> decía una, anonada. <<Y dicen que solo es una de las casas. ¡Tienen más! ¡Y más grandes!>>.
<<Debe de ser alguna clase de brujería. De ser tan ricos entonces, ¿Qué hacen en Woddley Rich? Deberían de vivir en Montecarlo o algo así. Es absurdo>> comentaba otra, pero sus acompañantes la tomaron por loca.
Pero la verdad era que nadie decía teorías coherentes y normales—para el nivel de normalidad de personas que no vivían la situación de Sugar— propias para alguien que consideraba normal a dicha familia. La mayoría sentía que serían sombríos y escalofriantes, como la familia Adams, pero aún así aclamaban su fortuna y poder. En general en aquel pueblo todos eran interesados, y eso era lo malo de Woddley Rich y sus habitantes; Que todos tomarían cualquier oportunidad para subir su escala. Por eso, aunque la lengua le picaba entonces por decir que ella conocía a alguien y no era arisco como todos pensaban que era, no dijo nada y se quedó escondida hasta que se fueron, lo cual provocó que perdiera una clase. Y no le importó todo eso con tal de guardarle el secreto.
El caso era que ante semejante familia, cualquier persona en su lugar se hubiera preocupado por su apariencia, e incluso ella lo hubiera hecho en otras circunstancias, pero ya había conocido a dos de ellos, y le transmitían la confianza suficiente como para ser ella misma— lo cual era un nuevo experimento que estaba intentando— pues incluso si los adultos le intimidaban, Enit y Adler podían regresarle la seguridad con mucha facilidad.
Bajaron las escaleras con los brazos entrelazados y una sonrisa, mientras Adler las admiraba desde atrás curvando sus labios.
Nunca antes había visto a su mejor amiga con otros ojos que los de una invaluable amistad, principalmente porque su brusquedad, falta de tacto y feminidad, y el conocerla desde los cinco años, hizo que los primeros años de su amistad la viera como un amigo. Y él no se enamoraba de los amigos.
Cuando comenzaron a crecer, se hizo consciente de que era una chica toda hecha y no podían seguir jugando de algunas formas — por ejemplo, las luchas y los insultos— ni hablar de ciertas cosas intimas, pero como su actitud nunca fue la de una dulce princesa, más bien todo lo contrario— incluso él a veces actuaba "más nena" según las palabras de aquella Sugar— y sus actitudes distaban de ser comunes, su mente no registró mucha diferencia y siguió siendo como una versión mejorada de un mejor amigo. Una amiga para los consejos y la opinión femenina, que aportaba una buena perspectiva para sus decisiones, pero sin los dramas y complicaciones que se presentaban comúnmente en una amiga. No era tan sensible, no tardaba tanto arreglándose, no se enojaba por todo y no hacía drama por casi nada. Una persona relajada y simple, eso era.
Se apoyaban mutuamente y nunca se complicaban las cosas. Era una amistad espontanea pero calmada y predecible, pues cada día tenía algo diferente que no lo dejaba aburrirse pero le permitía mantener la calma, pues las cosas desconocidas lo ponían tenso y nervioso. Era una zona de confort emocionante y divertida.
Pero desde aquel día todo había cambiado, pues la que era su amiga se había perdido. En su lugar estaba aquella explosiva rubia sensual de actitud altiva y sonrisa muerta. Una estrella; que brilla en la oscuridad pero cuando un calor abrazador de luz aparece la opaca. Una estrella, que luce brillante y viva cuando su interior está muriendo.
Esa versión de su amiga lo sacaba de su zona de confort, lo arrojaba a la marea turbulenta en donde no sabía nada y no tenía el control. Sugar era el acertijo más difícil con el cual se había topado, la persona más compleja que había conocido.
Y eso le asustaba. Había pocas cosas que el no sabía— para eso había sido entrenado doce años de su vida; para saber de todo— y la falta de conocimiento y control le provocaba migraña. Pero esa migraña le gustaba.
Complicado. De pronto toda su situación se había tornado complicada, no solo por el rompecabezas hecho persona que era Sugar Bronson, sino porque ella, sin quererlo, sin pedirlo y sin provocarlo, se había involucrado en su secreto. En el secreto de todos.
Ahora su mundo le correspondía para descifrar un enigma que si bien no entendía totalmente, le competía a él y a ella.
¿Cómo iba a controlar ese problema?
Sugar investigando. Sugar sufriendo. Él tratando de conseguir las respuesta que no tenía y que Sugar pedía a gritos, pero fallando en el intento.
¿Cómo hacerle entender que tenía respuestas, pero no las que ella buscaba?
Ella quería conocer magia, pero no sabía que ni siquiera la magia tenía una respuesta concreta a lo que ella preguntaba.
Cuando llegaron a la cocina de la mansión la mente de Adler estaba ida y hecha un caos, como lo estaba todo el tiempo esos últimos días, tratando de darle una explicación a todo. Pero aún así, con la mitad de su cordura y consciencia en otro lado, pudo apreciar con una sonrisa como Sugar le sonreía a su madre con una sonrisa real. Su producción de sonrisas estaba mejorando; ya no eran tan estéticas y tiesas como en sus primeros días, e incluso se veía contenta de emitirlas.
Era increíble como estaba cambiando en una semana y eso le daba una sensación cálida en el pecho a Adler.
—¡Adler!
El parpadeó y sacudió su cabeza saliendo del trance, enfocándose en su entorno. Aria Malk, su madre, lo observaba con detenimiento y suspicacia, encontrando en sus ojos toda preocupación y ayudando a aliviarla. Su cabello rubio estaba sujeto en un moño y su rostro suave de porcelana no llevaba maquillaje cubriéndolo, haciendo que sus ojos azules resaltaran más.
—¿Qué?— es la débil respuesta de Adler, todavía despistado.
—Te preguntó si tenía Sugar un mono en la cabeza, porque no dejabas de mirarla como baboso— se burló Enit, sentada en la barra de la cocina. Madre e hijo Malk la fulminaron con la mirada, Adler molesto y Aria inquisitiva. La chica se encogió de hombros sin borrar la sonrisa burlona de su rostro y su madre solo suspiró, mirando a su hijo para decirle lo que realmente quería comunicar.
—Le estaba diciendo a Sugar acerca de las películas que hacían cuando eran niños, ya que estamos en esa extraña dinámica de amnesia de la cual me contó tu hermana.
—Ah, sí, sí, lo recuerdo.
—¿Sigues en estúpilandia, hermano? — alzó la ceja la adolescente. Sugar solo observaba todo con una sonrisa de diversión y añoranza, mientras imaginaba como hubiera sido tener eso.
—Solo estaba pensando.
—Eso parecía ser lo último que hacías. Ya sé que mi nueva súper amiga es encantadora, pero trata de ponerte menos idiotita, hermano.
—Enit, no se dicen groserías ni derivados en mi cocina— la regañó su madre.
—¡Pero mamá! Lo dije con cariño.
—Cariño o no, sigue siendo una mala palabra—declaró Aria — Ahora ve por tu padre para que venga a comer. Le grito y le grito, pero no escucha. Nadie me escucha en este maldito lugar. ¿Qué es, una casa o un estadio? — Adler y Enitritte suspiraron, sabiendo que se venía un rezo de quejas.
<<¡Una hectárea cuadrada! ¿Necesitan tanto espacio? ¡No! Pero los señores "Soy tan rico como el presidente" quisieron hacer una versión azul de la casa blanca. Como si la de Xenilia no fuera suficiente— Sugar rio por lo bajo mientras ella iba y venía de ahí a un comedor simple y moderno para seis ocupantes en la habitación de al lado— ¡Con la mitad de esto podrían haber hecho mi acuario! Pero no, yo soy la loca por querer un acuario, pero ustedes son muy cuerdos por hacer cincuenta salas que sirven para lo mismo. Al final yo soy la demente, ¿No es así?, ¡Hombres!
Siguió murmurando exclamaciones. De pronto se detuvo y miró a su hija.
—¿Por qué sigues aquí?— preguntó alzando una ceja— Anda, ve por tu padre.
—Pero ya tengo hambre...
—En esta casa comemos en familia. Ve por él o comes con el perro, y sabes que no estoy bromeando.
Adler y Sugar rieron mientras la chica, regañada, caminaba hacía fuera de la cocina murmurando "Como ordene Hitler" y más insultos de la misma alcurnia.
Pero la sonrisa triunfal de Adler no duró mucho, pues Aria, feliz de dar ordenes a todos, lo observó con su sonrisa carismática y peligrosa y comenzó a dictarle.
—Tú abuelo está en el tercer sótano, necesito que vayas por él.
—¿Por qué yo?
—Porque lo que está haciendo ahí te corresponde a ti— murmuró y solo con una mirada de ojos entornados Adler supo exactamente qué era— Y no le concierne a Enit. Por favor, ve, que me estás avergonzando frente a Sugar.
—¿Yo?— dijo indignado el chico— ¿Yo te estoy avergonzando a ti?
—Sí.
—¿Cómo?
—Siendo un bruto, hijo. ¿Qué va a pensar ella? ¿Que he criado a un hijo lento y desobediente? ¡Qué vergüenza!
Sugar soltó una carcajada con sus ojos iluminados, y solo por eso no había más que sonreír con satisfacción. Su felicidad era una forma de decirse a él mismo que estaba haciendo algo bien. Desde el primer día que la vio llorar en aquel árbol, sin razón ni explicación, transformó el verla sonreír y ser feliz en su misión personal. Una misión más importantes que cualquier otra misión que se le hubiera encomendado.
—Estoy esperándote, Adler.
El chico no respondió, mas hizo una reverencia con una sonrisa condescendiente.
—Enseguida, señora.
Y con eso salió de la cocina, con la mirada molesta y fulminando siguiendo su espalda y su presencia. Él sabía que ella odiaba que le llamaran así.
Y Sugar, que no sabía eso, no le vio sentido al pronombre. Esa mujer lucía incluso más bella y reservada que su madre. Es cierto que Gill poseía belleza más exótica, pero la mirada dulce de la mujer y su belleza suave la cautivó enseguida. Sugar se giró y observó a Aria, quien seguía murmurando acerca de la desfachatez de sus hijos al lucirse cuando había visitas. La mujer parecía haberle heredado pocos rasgos a sus hijos, pero aquellos heredados eran muy notorios. Los tres tenían labios casi idénticos y los pómulos suavemente marcados.
Ella carraspeó y le dirigió una sonrisa a la madre de Adler, tratando de no incomodar. Se sentía fuera de lugar en ese ambiente tan familiar.
—Si esto es en familia, yo...
—No seas ridícula. Tal vez no lo recuerdes, pero eres parte de nuestra familia— se apresuró a callar sus excusas, restándole importancia con la mano mientras termina de arreglar la mesa, que también destilaba calidez a pesar de estar en una casa tan grande— Y esto es emocionante, ahora tenemos la oportunidad de avergonzar a Adler frente a su mejor amiga por segunda vez. ¡Será muy divertido! hasta saqué los álbumes más vergonzosos.
—No voy a decir que no a eso.
—No esperaba que lo hicieras. Al fin de cuentas, sigues siendo tú. Aunque deja decirte que tu cabello se ve más brillante ahora, ¿Qué hiciste?
—Eh... Lo peiné.
Aria soltó una risa, lustrando una brillante sonrisa tan hermosa como la de su hijo.
—¿No se supone que eso se hace todos los días?
—Usted lo dijo, señora Malk. Se supone— la mujer frunció sus labios en disgusto.
—No me llames así, cariño. Dime Aria— parecía ser una dulce sugerencia, pero algo en ese tono le decía a Sugar que era más una orden que otra cosa.
—Usted manda, Aria.
Después de eso, Sugar ayudó a Aria a continuar poniendo la mesa y sirviendo la comida. Le parecía curioso que ellos no tuvieran una nana o alguien que preparara la comida, pues era evidente que tenían bastante dinero como para eso. Era difícil encontrar en Woddley Rich una familia en donde no hubiera alguien que hiciera las cosas por ellos.
Sugar disfrutó incluso los minutos en los que Aria y ella esperaban a que el resto de la familia llegara; la mujer conversaba con ella como si la conociera de años, y le llevó varios minutos recordar que en teoría, así era. Era la primera vez que de verdad le dolía no tener recuerdos de esa vida; sentía que se había perdido de una oportunidad única.
Los primeros en llegar a la cocina fueron Enit y un hombre que parecía rondar en los cuarenta y que, Sugar supuso, era su padre. Era alto, casi tanto como Adler, su cabello era de un color tinto intenso tan inusual que—al igual que el cabello de su hijo—, no podía ser natural, y sus ojos verdes, iguales a los de sus hijos. Y no solo eso, sino que en cierta forma a ella le parecía estar viendo una versión mayor de Adler.
Sugar pensó que sería extraño y de pronto se sintió nerviosa por conocer al padre de su amigo— porque seguía recordándose mentalmente que Adler era su amigo, y así se quedaría—, pero en cuanto el hombre sonrió de una forma divertida muy parecida a la de Adler, el aire salió por sus labios apretados en un suspiro aliviado. Tuvo la intención de hablar para aclararle el extraño juego, pero él, al parecer ya enterado de la situación, se adelantó.
—Tú eres Sugar, ¿Verdad?— dijo el hombre con humor, extendiendo la mano hacia ella. La chica sonrió y estrechó su mano mientras asentía— Un gusto, Soy Egnar, padre de aquel agrio al que llamas amigo.
Ella rompió en risas que ninguno entendió.
— ¿Es una broma? — ella exclamó y los tres la observaron sin entender— Sus nombres ¿Es algún juego de palabras?
—Sigo sin entender...
—Adler y Aria Malk— comenzó haciendo énfasis en la "A"— Enit y Egnar Malk— volvió a hacer énfasis en la primera letra y le entró un ataque de risa— Padre e Hija, Madre e hijo... iniciales iguales, ¿No creen que es gracioso? — tarde se dio cuenta de lo estúpido que sonaba, y las miradas anonadas de los tres le ayudaron a darse cuenta. Sonrojada, carraspeó para callar su risa— Perdonen, yo...
—Diablos Sugar, nos descubriste— dijo la voz divertida de Adler detrás de ella, y al girarse ve a su amigo recargado en el marco de la puerta de la cocina, con sus brazos cruzados sobre su pecho y una ceja alzada. La imagen le gustó, pero decidió no mirarla demasiado y dirigió su mirada al hombre detrás de él.
Su cabello era de un color blanco casi insano, tan brillante que Sugar tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse. Sus ojos eran verdes, sus facciones muy parecidas a las de su hijo y aunque su rostro estaba un poco arrugado, el hombre se veía conservado para su edad.
—Bueno, no fueron discretos.
Ahora todos rieron, y en los ojos de todos reflejaban su fascinación por la chica.
—Es una forma interesante de verlo—murmuró con voz grave el señor, tan imponente y sabia que a Sugar le dio la impresión de que si merlín hubiera existido, él sería la reencarnación— Me gusta su perspectiva, señorita Bronson.
Ella asintió, algo intimidada, pero sin dejar que eso la apabullara. El hombre tenía presencia de sobra, y mientras caminaba y se situaba frente a ella, la miraba fijamente. Sugar no bajó la mirada, ni demostró cambio alguno, pero llevó mucho esfuerzo lograrlo.
—Buenas tardes, Señor.
—Buenas tardes— sonrió él, con un trasfondo divertido en la voz cuya razón ella no entendió— Pues llamarme Eder, no es necesaria tanta formalidad. Recuerda que ya nos conocemos.
—Uh, ¿Cuántas veces he escuchado esa frase?— murmuró rodando los ojos, y la familia rio— No recuerdo nada, Eder, así que tendrás que disculparme.
El tono de desdén en su frase fue algo que Sugar no pudo evitar. Los cambios no hacían milagros, y ella seguía siendo quien era. Y aunque la familia Malk se veía bastante intrigada y atenta a cada respiración de la rubia, se vieron—para sorpresa de Sugar— gratamente sorprendidos y fascinados de su actitud. Ella no veía lo que ellos en ella; aquella energía y liderazgo que la rodeaba, algo que la antigua Sugar no tenía.
—Tienes razón, supongo que soy un hombre viejo y se me escapan los detalles— respondió el anciano, sonriente.
—Bueno, todos cometemos errores, ¿No es así?
—Sí, todos lo hacemos, ¿O no, amiga? — la respuesta de Adler, acompañada de una mirada mutua cuyo significado solo ellos entendieron, hizo sonreír a Sugar.
—Maravilloso, ustedes lo hacen también— renegó Enit.
—¿Qué cosa?
—Esas miraditas de "¡Comunicación mental activada!" que mis padres hacen todo el tiempo—la adolescente bufó— Entiendan, gente, ¡Hay más personas aquí! Hay algo llamado Hablar, ¿Lo sabían?
—Cuando seas mayor lo entenderás.
—No creo que tú lo entiendas aún, Egnar. No le prometas falsedades a nuestra hija—le corrigió su esposa. Él rascó su oreja mientras el resto reía amenamente— Ahora todos a la mesa. Si la comida se enfría, se las meto por...
—Ya vamos, amor. No necesitas decir más.
De esa forma, temerosos todos a la furia de Aria, se apresuraron a la mesa y comenzaron la mejor cena de Sugar en lo que llevaba de vida.
No había silencios incómodos, ni críticas mal fundamentadas, tampoco miradas serias y estiradas o comentarios repletos de hipocresía. Todos hablaban entre todos, reían, bromeaban entre ellos y se interesaban el uno por el otro de forma genuina , sin dobles intenciones. Sugar se preguntó entonces si lo que ella tenía era una familia, o unos verdugos.
¿Así eran las familias? ¿Así se sentía rodearse de personas reales? Porque si así era, ya jamás iba a querer rodearse de aquellos que no. En aquella mesa, Sugar se sintió por primera vez parte de algo real, algo que le mostró de lo que se perdía. Una tarde lleno un vacío que años de vida no había podido llenar. Se sentía completa, escuchada e incluso querida.
Querida después de tanto tiempo. Se sentía genial.
Cenaron, luego se movieron a una de las salas de estar y jugaron juegos de mesas, trivias familiares y Aria, fiel a su palabra, sacó los álbumes de fotos más vergonzosas para Adler, haciendo reír a todos.
Todos en aquella familia emanaban energía, imponencia y tranquilidad, pero en su forma particular. Era una maraña de colores, formas y personalidades, y Sugar decidió que los rumores no le llegaban ni a los talones a esa familia. Ellos eran majestuosos, imponentes, encantadores, humildes y generosos, y no creía que muchas personas de Woddley Rich fueran a entenderlo.
°°°
—No creí que Mamá te fuera a amar más de lo que ya lo hacía, Sugar— comentó Adler más tarde cuando ya la llevaba a su casa. Ambos seguían sonrientes, y más conectados que el día anterior—Pero pasó. Si antes te quería, ahora te ama más que a mí.
—Tu madre es genial. Creo que quiero robar a tu familia.
—Y ellos estarían dispuestos a adoptarte. Te amaron.
—Y yo los amé a ellos. ¿Puedo llevarme a tu hermana a mi casa? Es una cosita hermosa.
—No, no puedes llevártela. Pero puedes visitarla cuando quieras, y te la podría prestar los fines de semana.
—Custodia compartida. Genial.
—Pero no le digas. La última vez que la traté como un perrito rompió uno de mis videojuegos— se estremeció como si fuera horroroso recordarlo— Todavía me duele.
—No seas dramático, Adler, solo es un videojuego.
Él la miró sorprendido y con los ojos muy abiertos.
—¿"Solo un videojuego"?— decía su amigo incrédulo—¡¿"Solo un videojuego"?!
—Bueno, es que...
—No es solo un videojuego, Es magia. Es arte. Es...
—Un videojuego.
—¡Sugar!
—Solo estoy diciendo la verdad.
—Ya sé que lo es, pero es más que eso. Los videojuegos tienen una historia, leyendas, vida. Son creación y genio. Y además, los gráficos...
—¿Te doy una hoja de papel para que escribas tu poema?— inquirió ella y se rio. A continuación, carraspeó e hizo más grave su voz, hablando con tono enamorado— <<Son magia, son arte, son vida. Su existencia alienta a la mía, y mi aliento existe solo por ellos>>
Él rodó los ojos.
—Ajá, muy gracioso— bufó—No sé de que te ríes, señorita "La cafetería es lo más importante del mundo"— ahora fue su turno se agudizar su voz e imitar su indignado tono— <<¿No es la gran cosa? Ahí dentro se concentra toda tu vida, ¡Puede ser la muerte social más dolorosa y traumática del mundo!>>
—Já, já, que divertido.
—Bueno, yo me sigo riendo de eso.
—Es que tú eres un bobo que se burla de todo.
—<<Es que tú eres un bobo que se burla de todo>>—repitió él con una voz excesivamente aguda que se suponía era la de Sugar.
—Yo no hablo así.
—Claro que sí.
—¡Claro que no!
—Disculpa, ¿Qué dijiste? Es que no escucho más que "ñiñiñi".
Ella le sacó la lengua.
—Idiota. Solo no te doy un golpe porque...
—Porque soy irresistible y no puedes dañarme sin lastimar tu corazón.
—Ya quisieras. No lo hago porque debes de mantener tu atención en la carretera.
—¿Cuál carretera? Ya estamos en tu casa.
—¡¿Qué?!
Sugar volteó a todos lados de forma drástica, y efectivamente, ya se encontraban estacionados en la acera frente a su casa. Era de noche, la luna alumbraba la velada y un cielo inusualmente estrellado lo acompañaba. Había perdido por completo la noción del tiempo y el espacio, pues las conversaciones con Adler la hacían perderse.
—¿Cómo no me di cuenta?
—Eres bastante despistada, si me lo preguntas a mí.
—Eso es tu culpa.
—Asumo la responsabilidad—acarició su cabeza— Ahora baja, que mañana aún tenemos clase, y yo un largo camino por recorrer.
—¿Vendrás por mí mañana?— Lanzó la pregunta Sugar mientras tomaba la manija de la puerta, preparada para salir. No supo porque estaba nerviosa, como si una negativa fuera a ser lo peor que le pasaría. Él alzó una ceja.
—¿Quieres que venga?— preguntó algo sorprendido—Ya sabes controlar a Eylene...
—No seas ridículo. Soy una chica de autos, no de bicicletas. Ya lo sabes.
—Aún no te creo, pero supongo que después de una semana con lo mismo tendré que resignarme. Nos veremos mañana entonces. No te tardes.
—¡Genial! No lo haré— sonrió de forma tan brillante, que los ojos de Adler refulgieron la misma luz que emanaban sus puros sentimientos—Gracias por todo, Adler. Me salvaste.
—Yo no lo diría así...
—Bueno, yo sí. Sentía que estaba muriendo, aunque fuera dramático. Fue el mayor dolor de mi vida, y créeme, que eso es decir mucho.
—Lamento no haber llegado más temprano. Tú no mereces sufrir.
—Es lindo que pienses eso— dijo enternecida— Gracias, aún cuando no siempre me vea agradecida, realmente me ayudas... lo haces siempre aunque no trates.
—Yo...
—No digas nada. A veces me gusta tu silencio.
—¿Por qué?
—Por que me gusta que admitas que te dejo sin palabras— sonrió más y depositó un beso en su mejilla, después abrió la puerta del auto y salió, caminando a paso firme hacía su casa.
Él se quedó un rato ahí, plantado en el asiento de su Jeep, con las mejillas sonrojadas y la vida hecha caos. Un caos llamado Sugar Bronson.
Después de unos minutos se fue, decidido a descubrir por qué el veneno la había afectado tanto a ella, una simple humana.
°°°
Sugar entró a su casa con una actitud de colegiala emocionada después de una primera cita. Sonreía ampliamente, su interior temblaba y su felicidad bien podría impulsarla cual cohete a la luna, y aún así tener suficiente combustible para regresar. Después de esa día, su perspectiva estaba cambiando.
Su problemas se sentían más ligeros, el agujero constante en su pecho mucho menos profundo, la sonrisa más real y su casa más chica.
Fue a su cuarto y se puso su pijama cómoda, saltó en su cama como niña emocionada por la vida, disfrutando su vida y su soledad, y después de checar la hora, bajó a la cocina, tomó una mandarina y estaba comenzando a pelarla en su sala cuando de la nada, un dolor punzante penetró su cráneo, como si algún rayo de plasma estuviera atacando su cerebro.
Dio un grito agudo y dejo caer su mandarina al suelo, llevando sus manos a su cabeza. De pronto el mundo daba vueltas, su vista se ponía roja y sus rodillas flaqueaban. Era como si de alguna forma su mente quisiera escapar de su cuerpo; viajar e huir pero sin salir.
Gritó y gritó por ayuda, pero no había nadie. No estaba consciente de mucho. Osiris maullaba, ella ya estaba en el suelo, llevando un jarrón consigo que se rompió, haciéndola caer sobre los pedazos de cristal roto, pero no sentía el dolor del vidrio penetrando su piel, no era tan grande como el dolor en su cabeza.
Entonces, entre vidrios y sangre, dolor y una mandarina a medio pelar, quedó inconsciente.
Cuando despertó, lo hizo en su habitación en medio del día, pero solo bastaron cinco segundos para darse cuenta de que algo no cuadraba.
Todo de nuevo estaba mal.
•••
¡Volví!
Muy tarde, lo sé, pero eran los trabajos finales y no tenía tiempo de nada. Ahora, finalmente salí de vacaciones, dulces y bellas vacaciones, y podré publicar probablemente cada semana.
¿Que capitulo el de hoy, no? Ese final no me lo esperab ni yo... La verdad que no XD porque otra vez, este me lo saqué de la manga, no iba a ser así, pero aquí mis dedos y mi subconsciente mandan, y espero que les guste lo que les traje hoy.
El capítulo también va dedicado, esta vez a citlalli289 , cuya lectura y comentarios fue lo que me decía "Vamos, tú puedes" cada vez que no podía escribir. Muchas gracias por todo, linda 💕
Espero volver pronto.
Con amor de locos,
Lia :3
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