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Hombres sudorosos

Capítulo ocho: Hombres sudorosos.

Sugar miró directamente al chico, pensando por varios minutos si debería decirle todo lo que en su mente se estaba maquinado a la velocidad de la luz. Ya había comprobado que el no la consideraba una loca, lo cual provocaba una creciente curiosidad, y le resultaba inquietante pesar en ella.

¿Por qué parecía que el no concebía la magia como algo irreal? Ella tenía sus razones fundamentadas que enterró en la jungla del olvido tratando de reprimir los recuerdos de su difunta mejor amiga, pero ¿Cuáles eran las de él? Sus ojos grises estaban fijos en el, como tratando de desifrar un acertijo imposible, más complicado que una caja de Pandora.

—Yo.... No lo sé— respondió ella en voz baja. Su mirada inquisitiva la ponía nerviosa, como si estuviera esperando muchas cosas de ella. Respuestas a misterios que ella misma desconocía, y que probablemente no tenía. Su mirada la inquietaba, pero no de una mala manera. Era como si le incomodara no poder darle respuestas, como si le avergonzara no saber y se tratara de esconder de él por lo mismo— No estoy segura de muchas cosas. Todo esto está pasando tan rápido....

—Pero todo eso.... Lo que le dijiste a Segel...

—No era mentira— dijo con rapidez, frotando sus brazos y abrazándose a si misma como si pudiera conformarse— Estoy segura de que ella me provocó esto, solo que... No sé cómo lo hizo.

Adler la mira con desesperación, como si estuviera diciendo "eso no me ayuda para nada" con su mirada. Ella aplanó sus labios en un puchero acaudalado.

—¡No me mires así! No es mi culpa no saber, ni tampoco que esto esté pasando. Además, me debes respuestas. ¿Cómo es qué crees en la magia? ¿Por qué no crees que estoy loca? ¿Qué sabes que no quieres decirme? Porque de seguro hay mucho que no quieres contarme. Sé que no soy tu amiga... Pero aún así te neces— se cortó en plena frase, asustada— Necesito tu ayuda.

El suspiró. Eso estaba resultando más complicado de lo que creía. Ella no era la única confundida.

—Lo sé, pero tampoco yo tengo idea de que está pasando, tal vez sepa... Cosas, locuras más bien, pero no significan nada si tú no me dices lo que sabes— se acercó a ella y sacudió sus hombros con fuerza— ¡Así que dime lo qué sabes!

—¡Es que no se nada!— exclamó un poco exasperada y visiblemente alterada, su labio inferior temblando un poco.  El respiró profundamente, diciéndose a si mismo que debía de calmarse.

—Tranquila— le dijo, acariciando su espalda para ayudarla a relajarse. Tenía en los ojos la llama del terror, asustada de la situación. Susurró una maldición, regañandose por ser tan brusco con ella— Yo.... Lo siento, estoy siendo grosero. Entiendo que esto es difícil para ti, pero debes decirme.

—¿Por qué? ¿En qué te afectaría a ti? — dijo Sugar batiendo sus pestañas. Con su orgullo por el suelo y toda su vanidad totalmente destrozada, se veía como una pequeña niña vulnerable, incluso inocente.

—En nada— titubea un poco al responder, tardando unos segundos—creo, pero quiero ayudarte. Y no puedo si no sé. Dime algo, lo que sea.

—¿cómo qué?

— ¿Por qué piensas que fue ella? ¿Y cuando fue la primera vez que la viste?

Ella suspiró, tratando de tranquilizarse y conectar todos los recuerdos.

— Lo sé porque ella era rara. Demasiado, te lo digo, diferente a cualquiera. Tenía ropa cero combinable, ¿Quién se pone una bata de dormir para ir a la escuela? Loco.

—Eso no quiere decir que tenga magia.

— ¿Qué tal si te digo que estaba diciendo que venia de otro mundo?— dijo y de inmediato Adler se calló, abriendo su boca con sorpresa— bueno, no lo dijo exactamente así, pero eso dio a entender. Llegó a la cafetería y me enfrento de la nada, como si fuera algún justiciero.  Decía que había llegado a guiarnos por buen camino, y hablaba como si no fuera humana— carraspeó e intento imitar su voz— "tengo más capacidad que tú y tu trivial existencia".

<< Al principio pensé que se había escapado de un manicomio o algo así, no dejaba de decir que era superior a mi y a todos.

El alzó el dedo.

— Eso suena.... Interesante, pero... ¿Estás segura...?

— ¡Te digo que sí!!La primera vez que la ví fue en un bosque. Jaden, que era mi novio en esa vida, y yo habíamos parado en la orilla de uno para.... Cosas, cuando escuchamos un ruido.

<<Cuando nos fijamos, era Segel, pero se veía diferente. Tenía el cabello muy largo y la tercera parte de este era azul, estaba asquerosa, ya sabes, muy sucia. Le hacía falta un baño. En fin. Empezó a decir cosas sin sentido, como que la habían desterrado, que ella era la monarca e incluso le gritó a un árbol con nombre acerca de una reina. Luego probó el suelo. ¡El suelo!

Ahora la cara de Adler decía que tenía dudas. Era un poema, un collage de emociones y pensamientos que Sugar no lograba entender muy bien.

Ella continuó su relato.

— Creo que.... Tal vez, solo tal vez, es mi culpa. Cuando comenzó a decir todas esas estupideces yo... Pude, tal vez, haberla tratado mal, poquito nomás— hizo una seña con sus dos dedos juntos para darle más consistencia a su declaración con una nueva sensación de culpa naciendo— Y puede que ella haya dicho que se iba a vengar o algo así.... ¡Estaba muy enojada! Estaba llorando, y luego tú fuiste tras ella y....

—Espera. ¿Yo qué?

Chasqueo su lengua.

— No lo recuerdas, cierto. Fui mala con ella, juro vengarse,Y yo derrame una malteada sobre ella y se fue, luego tú fuiste con ella. No sé qué pasó después.

El suspiró, mirando al suelo.

— ¿Que tan mala fuiste con ella?

Sugar jugó con sus manos en su regazo, evitando su mirada.

<<¿Sug?

Suspiró, mordiendo su labio. Era la primera vez en mucho tiempo que se permitía avergonzarse de algún acto suyo.

—No mucho....

El la miró incrédulo. La rubia, incómoda, bufó y miró al suelo.

—¡Está bien! Sí fui muy mala...

—¿Tanto como ella contigo?— acercó su rostro más a ella para escuchar mejor. Estaba atento, más de lo que ella creía, con su mente maquinado teorías a toda velocidad.

—N-no creo....

—Sugar...

—¡Está bien! Sí, sí fui peor que ella. Le dije más cosas, y no hubo nadie que la defendiera cuando tiré esa malteada sobre ella. Y me sentí bien.

El la miró con reprobación.

— ¡Deja de mirarme así! No me arrepiento.

—Yo creo que sí.

— Tu no sabes nada....

—No, al contrario, creo que sé de ti más que tú misma. Tú no eres así, te obligaste a eso, al estar con esas personas.

— ¿De qué hablas? Yo era mejor que ellos. Ellos me escuchaban y me alababan a mí, no al revés.

— ¿Me estás diciendo que nada de lo que hacías lo hacías para impresionarlos? ¿Para ganarte su admiración?

Silencio fue lo que precedió esas interrogativas. Sugar miró sus manos y eso era todo lo que el necesitó para afirmarlo. La culpa se veía en sus ojos.

— No eres mala, solo te rodeaste de malas personas.

— ¿Cómo puedes saber eso si todo lo que tú conoces solo es inventado? No sabes cómo soy. Si recordaras, no estuvieras aquí, estuvieras solo, lejos de mí, donde te sentirías más cómodo. Y si yo no estuviera aquí jamás me hubiera acercado.

Las palabras de la chica eran duras, ciertas y crudas. Y había más en ellas, como resignación. Eso le hizo pensar a Adler, ¿Que tan rota estaba Sugar?

—Sugar...

—No me digas nada. Solo olvida, lo único que quiero es que me ayudes a salir de esta mierda.

Se quedaron sentados, como si estuviera tratando de digerir información.

—Cómo sea. Ya te conté todo. Segel tiene la culpa. 

—Te escuché—murmuró él con voz ida—. Pero no comprendo. No hay manera...—dijo para sí mismo aunque Sugar escuchó. No podía ser paciente, quería saber. 

—Pero hay cosas que sí sabes y comprendes; y ya es hora de que sueltes la sopa y me lo digas; ese fue el trato. 

Él evitó su mirada, lo cual hizo que Sugar frunciera su ceño en desconfianza. Escrutó su mirada, evaluándolo. Trataba de descubrir en que pensaba, qué tantas cosas había en él que sirvieran en la resolución de aquel extraño misterio.

—Adler....— el la miró, y solo cuando notó que tenía toda su atención, ella habló—. Ya te dije todo lo que sé. Sigues tú.

El rascó su nuca, evitando su mirada. Llevó la mirada a su reloj y se levantó de golpe, viendo una oportunidad.

—Mira la hora, es tiempo de volver a clases.....

Ella se levantó, poniéndose frente a el con sus brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido. Su mirada perspicaz fijada en el chico, el cual trataba de evitar encontrarse con sus ojos entrecerrados.

— Adler....

Alzó una ceja. Su voz demandante y su mirada sería le hizo entender a el que debía de contestar. Ella tenía un aura demandante y de liderazgo, algo intimidante incluso cuando Adler le sacaba casi una cabeza. El suspiró, resignado.

— No puedo decirte nada, Sugar.

Ella abrió más sus ojos, apretando sus brazos. Su gesto era de enojo, y aún cuando su mirada era dulce naturalmente, no resultaba tierno verla de esa forma, con sus cejas juntas, sus labios aplanados y sus ojos encendidos.

— ¿A qué te refieres con "No puedo decirte" ? ¿Te cortan la lengua? ¿Tienes algún problema mental demasiado específico?

— Ese no es el problema, es que...

— Responde específicamente lo que te pregunté, por favor.

El suspira antes de hablar— No, no me pasa nada de eso.

— Oh, entonces sí puedes. Que no quieras es otra cosa.

Sacudió su cabeza. Si pensaba que era difícil lidiar con ella en su estado de histeria normal, era porque no la había visto de esa forma.

— No debo— se corrigió, mirándola con ojos suaves y pronunciando cada palabra con cautela—. Tengo prohibido decirlo.

Ella aplanó sus labios.

— ¿Porqué? Es ilegal, algún dios lo prohíbe.... El presidente te obliga... ¿Algo como eso?

El suspiró exasperado. Eso estaba siendo endemoniadamente difícil, y no lo hacía sentir bien. Las cosas se estaban complicando terriblemente, y necesitaba matar su curiosidad. O hacer algo que le hiciera dejar de preguntar.

— No, pero tampoco tengo porque darte explicaciones de porque. No debo decírtelo Sugar, confórmate con ello.

Su ceño se frunció más y el al instante entendió que había dicho las palabras equivocadas.

— Pues resulta que a la que le está pasando una locura desconocida aquí es a mí, no a ti. Creo que tengo derecho a saberlo, más cuando yo te he dicho todo lo que sé. Por favor....

— Ahora me vas a salir con que eres una persona justa. No necesitas saberlo, ya confórmate con eso y déjame en paz.

El tono que Adler usó, a ella no le gustó para nada. Sarcástico y agresivo. No estaba acostumbrada a que el lo usara, pero no podía quejarse de nada cuando lo desconocía casi por completo.  Se esforzó por mantener su voz suave y habló suplicante. Alzar la voz y actuar con enojo no prometía nada bueno.

— No, pero pensé que tú sí. Esto es importante para mí, necesito saberlo y si tú entiendes algo de esto y no me lo dices....

— ¿Que? ¿Me lanzarás una malteada a la cara como la cobarde impulsiva y egoísta que eres? Porque al parecer es lo único que sabes hacer. Ya supéralo, no todo será siempre como lo quieres.

Sugar dio un paso atrás como si la hubieran golpeado, y ahí fue cuando el entendió que había ido demasiado lejos en su intento por proteger sus secretos. Lo miraba con los ojos cristalizados, frotando con sus manos su piel, que se había puesto de gallina.

Levanto la mirada y lo miró, disimulando toda reacción. Blindándose. El al instante se arrepintió y abrió la boca para decir algo, pero ella se adelantó.

— ¿Sabes? Es una buena idea. Es más, voy a ir por una justo ahora.

Y con eso, se comenzó a alejar, caminando a grandes zancadas hacia adentro.

— ¡Sugar!

Pero ella solo levantó su dedo medio sin siquiera mirarlo y se adentró a la escuela, sacudiendo su cabello. Había una opresión en su pecho, pero trató febrilmente de ignorarla. No podía prestarle atención a alguien que acababa de conocer y que parecía tener bipolaridad. Por más mierda que sea, no lo merecía.

O tal vez sí lo hacía, pero no quería sufrirlo.

Ella fue a sus clases y el resto del día evitó a Adler por los pasillos, solo saliendo para sacar cosas de su casillero y para ir al baño.

Las constantes miradas sobre ella le causaban escalofríos. No eran las mismas que recibía anteriormente, de respeto y sumisión, sino de cotilleo. La señalaban, hablaban y se reían de ella. Oficialmente era la nueva loca marginada de la preparatoria y eso le escocia el corazón. Solo la pasó caminando con los pies arrastrados, la mirada baja y los ojos vacíos, sintiéndose por los suelos. Se sentía vacía, sin vida y sin ánimos ni siquiera de avanzar.

Estaba en la clase de gimnasia, que era la última. Lamentablemente, ahora que no pertenecía a ningún equipo deportivo, se veía obligada a correr las interminables vueltas en la pista de atletismo. No podía soportarlo, y las risitas y burlas de sus compañeras no ayudaban en nada, Janik situada a la cabeza de la comitiva encargada de hacerla sentir miserable. Ella nisiquiera necesitaba estar ahí, solo había entrado para molestarla.

No sabía porque no tenía condición en esa vida, pero todo el concepto apestaba. Se sentía como una perdedora, sentía que era una perdedora.

Se cayó tres veces tropezando con sus propios  pies tratando de correr y la hicieron caer con empujones o sancadillas otras seis. Cada vez que Janik la empujaba o le ponía el pie, solo murmuraba, ella y todas las demás,  un "Ups" repleto de hipocresía, se reían y seguían corriendo. Al la sexta vez que la misma chica castaña, tiró una pulsera y la empujó  para hacerla tropezar con ella y golpearse la espalda, tan molida y adolorida como estaba, se levantó de un golpe, camino hacia ella y levantó su puño.

— Escucha, hija de....

Dijo con los dientes apretados, tomando su cabello con su puño fuerte. Ella se quejaba con sonoros "Auch" mientras Sugar acercaba su rostro al suyo y se preparaba para darle un golpe.

— ¡Bronson!

Sugar maldijo entre dientes. Ese día le estaba regresando todo lo que ella había aplicado. La estaba haciendo sentir como ella había hecho sentir muchas veces. Y le dolía.

Ella soltó a la chica rápidamente, quién ahora sonrió antes de comenzar a quejarse de forma exagerada, y sollozar. Se sobó la cabeza, haciendo pucheros ridículos y señalando a Sugar.

— ¡Profesora! ¿Va a dejar que haya violencia en esta institución?

Sugar la miró furiosa.

— Hipócrita de mierda¿ Tú hablando de violencia? — luchó contra volver a tomarla de su cabello y gruñó

—¡Bronson, estás castigada...!

—¡Pero profesora! Ella empezó, me hizo caer, y....

—Para eso no necesitas ayuda, piernas de palo— se metió Janik en la conversación.

— ¡Tu cierra la boca! Ni siquiera deberías de estar aquí.

— Suficiente— vociferó la profesora— No culpe al resto de sus compañeros por sus errores, Bronson. Te quedarás a limpiar los vestidores, y no quiero que discutas.

Luego se dió media vuelta y regresó a su puesto. Janik frota sus puños cerca de sus ojos, simulando ser una niña llorando, con su sonrisa burlesca brillando y luego se fue, sin dejar de reír.

Ella bufó otra vez. Que la tierra la tragara, así dejaría de sufrir.

°°°

Secó su sudor mientras limpia los vestidores de varones, haciendo muecas de asco por cada ducha que limpiaba. Ni usando un pomo entero de aromatizante se iba el hedor a sudor que surcaba el espacio, estaba lleno de suciedad y fluidos misteriosos, que ella quería pensar que era solo sudor sucio. La ropa deportiva, que le quedaba holgada y ya apestaba a secreciones de hombre se veía más color café que blanco, y se le pegaba a su cuerpo de lo sudorosa que estaba.

Y justo cuando pensó que no podría ser peor, se escucharon las risas varoniles y toscas de el equipo de Fútbol de Marlwood High. Ella gimió dolorosamente, mientras, arrodillada en el suelo de la última ducha, tallaba con todas sus fuerzas como si terminando su trabajo ella fuera a desaparecer mágicamente. No funcionaría, y lo supo cuando alguien abrió la cortina de la ducha, totalmente desnudo y la miró con sorpresa.

Alzó la mirada, lo más posible para tratar de ignorar la desnudez y se encontró con Jaden.

Esto no podría ser peor...

Pensó Sugar, pero sí que lo podía, porque en ese momento se asomaron el resto de los jugadores y largaron risas estridentes. El contexto de la chica prácticamente arrodillada en el suelo, con la cabeza alzada y Jaden  sin nada que lo cubriera,  se veía muy mal. Terriblemente mal.

A Sugar se le subió el color a el rostro, totalmente roja de la vergüenza y bajo la mirada, concentrándola en el suelo.  Por primera vez, querían ser invisible, que nadie la notara. Quería llorar de nuevo, con sus ojos acuosos, pero no sé lo podía permitir. Era cuestión de mantener el orgullo, pero estaba cansada mentalmente. El día había sido tan difícil, y le dolía el pecho, el cuerpo... Le dolía todo.

Uno de ellos, el que era considerado como el mejor amigo de Jaden y que en algún momento había deseado a Sugar, dio un paso al frente, y cuando abrió su boca ella se preparó para cualquier infierno que le fuera a caer encima.

— Mira, que tenemos aquí... — frotó sus manos— ¿Vienes a hacer favores para "recuperar lo que te quitaron"?

Sus compañeros se rieron, pero ella rodó los ojos. El insulto no había sido nada creativo, sin duda pocos tenían su habilidad. Cuando se iba a disponer a continuar limpiando, otro chico habló.

— Si, ten cuidado Jaden, recuerda que "eres su novio"

— Bueno, depende de que habilidades tenga con su boca, podría reconciderarlo.

Eso, a Sugar, le sentó como una puñalada en la espalda. Inmediatamente se detuvo y se irguió, sus ojos inchados y con ganas de llorar. Las risas inmaculadas precedían al comentario de Jaden, mientras este sonreía con sarna.

El era su amigo. Antes que su novio, había sido su amigo, y aunque sabía que técnicamente no era el mismo Jaden que conocía, no podía dejar de dolerle, y al mismo tiempo, pensar en los hechos.

Nadie que conocía había cambiado. Su madre seguía siendo una mierda, Janik y Naley seguían interesadas solo por la posición y la burla, Sonya seguía siendo la misma e incluso el resto de el equipo estaba actuando igual de siempre. En ese caso, ¿El Jaden que se acariciaba a sí mismo en burla hacia ella, era el verdadero? Ese pensamiento le escocia el corazón, pero no sonaba tan inverosímil.

Ella sintió las lágrimas en sus pestañas y disimuladamente las espantó, evitando todo. Ignoró el cepillo y se levantó, muy dispuesta a salir de ahí lo más rápido posible y llorar en algún rincón.

Al instante, un muro de hombres sudorosos se formó frente a ella, con maliciosas sonrisas que prometían desastre.

— Espera cariño, ¿Cuál es la prisa?— dijo el mejor amigo de Jaden, recorriéndola con la mirada— queremos saber si podemos hacer fila, ya sabes, para qué cuando termines con Jaden, sigamos nosotros.

Las lágrimas nublaban su visión. No importaba lo atractivos que fueran, en ese momento solo veía rostros negros y repudiantes, incluso el de Jaden, al cual antes le hubiera hecho el favor sin dudar. Pero eso era diferente, totalmente. No había respeto, no había consideración, solo una propuesta Vulgar y burlesca que le provocaban ganas de vomitar.

No sabría explicar cómo se sentía. Sucia, denigrada y atacada, con arcadas. Solo quería correr, quería encerrarse en un lugar oscuro y solo quedarse ahí por siempre, para no ver a nadie, para jamás volver a sentir esa horrorosa sensación de suciedad y asco que emanaba de ella. Por qué en ese momento era desagradable incluso estar en su propia piel. Se sentía encerrada, sin escape.

Solo quería irse a llorar, solo....

Se detuvo a mitad de los pensamientos, con ganas de golpearse, espantando todo pensamiento estúpido de su mente. ¿En qué estaba pensando?

Ella era Sugar Bronson. No importaba en cual realidad alterna estuviera, no importaba como se viera o como la vieran. Ella jamás se dejaba pisotear, no por ellos, no por nadie.

No se iba a quedar ahí, con la cabeza baja y las lágrimas atoradas, como si lo único que pudiera hacer fuera llorar y lamentarse, llamar a mamá y esperar un abrazo. Ella no era esa chica. Había aprendido a darse sus propios abrazos de realidad, a saber que solo se tenía a sí misma y a conformarse con ello.

En las buenas y en las malas, se tenía a ella, su voluntad y su carácter y eso era suficiente.

¿Que esperaba? ¿Que alguna persona entrara por esas puertas y la salvara? ¿Un entrenador, un chico misterioso? ¿Adler?

No. Ella lo haría sola de la mejor forma que sabía. Alzar la mirada y usar su filosa lengua para darles donde les duele.

— No gracias, creo que paso. Con ver sus restos en las paredes de estas duchas, entiendo que prefieren a Manuela, o acicalarse entre sí.

Silencio. Con un solo comentario, los había dejado con la boca abierta y sin poder proferir palabra. Esa era ella.

— No, creo que preferimos que lo hagas tú, después de todo, estando aquí ya debiste de haberte acostumbrado al sabor, ¿No?

Ella rodó los ojos y le dedicó una falsa sonrisa hipócrita.

—  Tú no digas nada Gordon, todos sabemos que tienes disfunción eréctil.

Las carcajadas no se hicieron esperar, y el chico en cuestión palideció, pues habían descubierto su secreto.

— ¿Cómo...?

— Las chicas hablan— mintió a medias. Naley se lo había dicho unos meses antes de eso, en su antigua vida— He escuchado eso en los baños muchas veces. Cosas como que les da pena dejarte así, pero que no les das suficiente placer.

El chico se veía acaudalado, y cualquier indicio de valentía había desaparecido. Todos se reían, y ella rápidamente se dirigió a el amigo de Jaden.

— ¿Y tú? ¿De qué te ríes? — alzó la ceja— te informo que Claudia Heggins tiene sospechas de Sida.

Su cara parecía un poema de lo anonada que estaba.

— ¿Te suena? Claudia, la chica que perdió su virginidad contigo hace unos meses, a la que desechaste como basura— lamió sus labios. Estaba disfrutando su mirada de terror. Esa también era una mentira a medias. Claudia tenía herpes, no SIDA, pero, ¿Qué mas daba exagerar un poco las cosas?— Me pregunto de dónde lo sacó... Después de todo, lo hicieron sin condón, ¿No?

Ahora todos la veían con miedo, preocupados por la bomba que les fuera a sacar. Ella, con una sonrisa, se dirigió a la salida, pero Jaden se interpuso entra ella y la puerta. La miró con miedo.

— No vas a venir y tratar de avergonzar al equipo, chica. Tú misma te metiste aquí, así que ¿Por qué no dejas de hacerte la santa? Yo sé que sí quieres.

El seguía desnudo y se seguía acariciando a sí mismo. A ella le dieron ganas de vomitar, pero solo se enderezó y lo miro, con enojo y desagrado.

Sonrió y lamió sus labios, acercándose y comenzando a tocar su pecho. Era experta en eso, ya lo había hecho miles de veces, y sabía exactamente como le gustaba a el.

Llegó abajo, y una vez que acercó su mano y la actitud defensiva lo había abandonado, apretó con fuerza y encajó sus uñas, haciéndolo chillar de dolor.

— Escúchame, promiscuo de mierda, la única razón por la qué estoy aquí, es porque ustedes son todos unos cerdos que no puedes mear en donde corresponde, pero me da asco solo verlos, así que no se comporten como perros urgidos— apretó con más fuerza y el mordió su labio, sus ojos entrecerrados por el dolor— Eres una escoria desagradable, y solo aprovechas cualquier oportunidad para engañar a tu novia y ser un estúpido que solo quiere placeres carnales, así que aléjate de esta maldita puerta, y déjame salir antes de que agarre las tijeras que están a medio metro de mí y te corte esta miseria de la que estás tan orgulloso, ¿Comprendes?

El solo asintió, con una mezcla de agonía, enojo e impotencia en su mirada y ella soltó su miembro, lo empujó contra uno de los casilleros y caminó a toda velocidad hacia los vestidores de chicas. Sin querer detenerse para nada, se dio una ducha de un solo minuto, se puso la ropa que le prestó Sonya y sale, arrastrando los pies.

Le emocionaba su pequeña victoria, le recordaba quién era en realidad. Pero se sentía incompleta, como si solo supiera una parte de su identidad, y la otra estuviera perdida. Si así actuaban ellos, si así le dolía a ella, ¿Cómo le dolería a los demás? Se sentía terriblemente culpable, y como una persona horrible.

Se había concentrado tanto en ella, en rellenar un vacío, que no estaba consciente de él daño que le hacía a otras personas. En ese momento, todavía con los rastros de la suciedad, su cuerpo todo adolorido, la lluvia empapandola, y su interior destrozado, se arrepintió de todo lo que había hecho. De haber utilizado a los otros para sentirse mejor.

Y ahí mismo, mientras emprendía todo el largo camino a recorrer bajo la lluvia hacia su casa, un auto a su lado comenzó a bajar la velocidad. Sugar lo ignoro. Nada que pasara a su alrededor le importaba en ese momento, solo quería llegar a su casa, tomar un largo baño y tirarse en su cama con Osiris a ver Netflix. Qué rápido cambiaban las cosas. Hacia tres días estaba en una fiesta en horas de madrugada, y ahora solo quería estar en su cama, sola.

Sugar..... Sugar.

Se escuchaba en su mente la voz de la única persona que la había tratado bien, pero que también la había confundido más que nadie. Suspiró. Debía de estar loca si se ponía a imaginar la voz de Adler incluso con su nivel de cansancio mental.

—¡Sugar! — repetía— ¡Voltea, maldita sea, te vas a enfermar!

Y así, con su imaginación tan fuerte, sintió el golpe de una revista en su cabeza, y solamente entonces reaccionó y levantó la mirada. Llevando su mano a su nuca, donde la habían golpeado y sobándola. Miró al cielo con resignación e indignación.

—¡Oye, poder superior! ya entendí, soy una persona horrible y merezco mi escarmiento, ¡Pero tampoco te pases!

Escuchó una risa ronca.

—Solo gira tu cabeza, niña.

Ella lo hace y casi se resbala con el suelo húmedo al ver a Adler a través de la ventana de su Jeep, con un ritmo de avance totalmente lento y mirándola con una mezcla de preocupación, diversión y arrepentimiento.

—Sube por favor Sug, no quiero que te enfermes.

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