El síndrome de la bipolaridad post-colapso
Capítulo seis: El síndrome de la bipolaridad post-colapso.
El grito histérico de Sugar, despertó, una vez más, a su madre, quién gruñía irritada y se cubría la cabeza con la almohada.
—¡Esa chica! Juro que a veces me hubiera gustado coserle la boca de pequeña.
—Eso no es una sorpresa, cariño— susurró su esposo a su lado, abrazándola en un intento por calmarla—. Solo ignórala, se callará en algún momento. Tan solo está haciendo drama.
Pero ellos no sabían que pasaba en la mente de su hija. No sabían que su mundo se desmoronaba con rapidez, se hundía y quedaba aún más profundo que la ciudad perdida de la Atlántida, abandonada. Ella el día anterior había deseado con todas sus fuerzas que realmente hubiera sido un sueño, que su vida siguiera igual, que no estuviera todo de cabeza. Pero su deseo había sido inútil.
Corría por todos lados, se frotaba los ojos una y otra vez, pero no surtía efecto. Los libros seguían en su cómoda, el armario todavía resguardaba prendas del siglo pasado, su gato seguía estirándose en la cama mirándola con extrañez y su cabello seguía tan desastroso como la mañana anterior. Sin embargo, se negaba a aceptarlo.
—¡No no no!— gritaba una y otra vez aferrándose de sus platinados cabellos con fuerza, dando pataletas al suelo y haciendo muecas como niña en pleno berrinche. Gritó más y bajó corriendo las escaleras—. ¡Gina! Gina por favor, ¡por favor! Háblame, grítame, regáñame, dime qué soy irresponsable, ¡lo que sea! Solo, demuéstrame que estás aquí.
Nada. Ni una sola señal de su Nana. No importaba cuantas veces lo gritara a grito limpio y lágrima tendida, Gina no aparecía, y eso solo le provocaba el más desagradable dolor en su estómago. Hasta ahora cabía en lo doloroso que era el hecho.
Gina no estaba con ella. La única persona que había demostrado su cariño por la chica, se había ido. Y todo por un estúpido campamento.
—¡Gina!—siguió gritando mientras se apresuraba a la cochera. Nada. Su auto seguía sin estar ahí. corrió hacia el sótano y ahí estaba la famosa Eylene. Se frota los ojos por milésima vez, pero el panorama no cambiaba. La bicicleta—que parecía una moto scooter pequeña— era color gris con rojo, y refugia ahí como recordatorio de que nunca había tenido un auto. Encajaba a la perfección con la descripción que Adler había hecho.
Sugar gritó en absoluta frustración, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos, fervientes de deseo por salir y manifestarse, por más que ella las contenía. No sabía si eran lágrimas de frustración, de tristeza, de enojo o de desesperación. Tal vez era una mezcla de todas. Subió corriendo a la sala, dando vueltas sin saber que más hacer para despertar de su sueño.
—¡Sugar, cállate!—se escuchó la vociferante voz de su madre desde el piso de arriba. Sugar gruño, furiosa.
—¡Cállate tú! Estoy en una crisis aquí y si no vas a ayudar, ¡cierra la boca!
Ella se sorprendió por su respuesta, pero no le dio tiempo ni de tapar su boca, pues unos aplausos sordos detrás de ella la hicieron saltar en su lugar con pánico y colocar la mano en su pecho, sobre su corazón desenfrenado mientras soltaba un pequeño grito.
—Ese lenguaje, Sugar. Niña mala— dijo una voz con reprobación fingida.
Se giró hacia el sonido y se sorprendió de ver a Adler parado en el umbral de la puerta cerrada, recargado en el muro con una sonrisa ladina en el rostro. Sugar se distrajo apenas un segundo antes de fruncir el ceño en una mueca de enojo.
—¿Qué haces aquí? ¡¿Es qué nunca tocas?!—exclamó con reproche, señalándolo. La histeria acompañaba su voz como si hubiera nacido con ella.
—Tú solicitaste mis servicios como chofer, gracias. Pero si quieres que me vaya....
—Sí... ¡No! Es decir.... ¡Agh!—Su mente estaba hecha un caos y eso se reflejaba en sus palabras. No podía decir nada coherente, parecía que su lengua era un engrane mal puesto en una máquina, que hacía que todo producto fuera un fiasco—. Esto es un puto desastre, ¡Jodida vida!
Ya ni siquiera se molestaba por moderar su vocabulario infestado de groserías, carecía de importancia. Solo quería terminar con aquello. Era real.
Real.
Tenía ganas de tirarse al cráter de un volcán activo, o estrangular a alguien como distracción Anti-estrés en vez de tirar de su cabello y amenazar con quedarse calva. Estaba al borde de un colapso.... ¡No! Ya estaba colapsando, desmoronándose.
Se derrumbó en el sillón y escondió su cabeza entre sus manos. Sintió una depresión a su lado y logró vislumbrar los pies de Adler a su lado. Estaba en una extraña encrucijada en la que quería deshacerse de él y al mismo tiempo aferrarlo para que no la dejara sola. Acarició su hombro, tratando de tranquilizarla.
—Sug..... Llegaremos tarde a clases.
—Que se jodan las clases—interrumpió con brusquedad—. Que se joda todo.
Él la miró, la confusión plasmada en su rostro pálido.
—Tú, ¿diciendo las palabras "jodan" y "clases" en una misma oración?—El chico no cabía en su asombro, y ella le gruñó a la nada, molesta con el mundo. Todo estaba mal en esa oración; lo único que le gustaba de la escuela era que ahí tenía el control, pues era pésima estudiante. Y ahora que ya no lo tenía, el lugar se había convertido en el suplicio de sus pesadillas—. ¿Sugar, qué pasa?—Realmente sonaba preocupado.
—¿Qué pasa? Pasa... ¡Esto! — alzó sus manos al aire en un gesto generalista, carente de especificaciones—. Todo está mal, todo.
—Sí, traigo puestos calzoncillos de Batman en vez de iron-man. Siento que lo estoy engañando y eso está mal, ¿pero qué tiene que ver eso contigo?
Si las llamas que se vislumbraban en los ojos de Sugar pudieran proyectarse, Adler ya estaría ardiendo en una hoguera.
—¡No me refería a eso, idiota!—le gritó.
—Está bien, no te alteres mujer—dijo el chico sacudiendo su melena azul—. ¿Cuál es el problema? Y se más específica esta vez.
Ella respiro profundamente, en un intento vano por calmarse.
—Mi problema, es que esta—hizo una seña con sus manos, señalando a todo a su alrededor—. No es mi verdadera vida. ¡No lo es! Tú no eres mi amigo, Osiris no es mi gato, Eylene no es mi maldita "adorada bicicleta", yo no uso jodidos lentes, solamente desperté ayer y ¡Boom! toda mi vida había cambiado.
<<Pero yo definitivamente no soy esta chica. Tengo un auto deportivo, miles de amigos, Jaden Foutler es mi novio, tengo ropa de diseñador, no me gusta quedarme en casa, odio la escuela, salgo a fiestas, no digo tanta sarta de groserías... ¡Soy una chica con propiedad! todos me aman, y a ti, en mis sueños te hablaba.
<< Es más, Sonya es MI amiga y tú solo eres su... Entretenimiento del momento o algo así. Esto es una total locura, mi verdadera vida es perfecta, soy la reina de la preparatoria. Esta—señaló su situación, haciendo un círculo alrededor de ella—. Esta no es mi vida, nunca lo será, y no debería porque es una maldita mierda! Y yo... Y yo... Agh.
Cuando menos se dio cuenta, Sugar ya se encontraba en el suelo, pues se había deslizado del sillón y las lágrimas de impotencia cubrían su rostro. Estaba furiosa, destrozada, confundida, y un sinfín de emociones más que ni siquiera alcanzaba a identificar completamente. Parecía una obra abstracta de sentimientos infragantis, y lo único que podía hacer era llorar.
—¡Quiero mi vida de vuelta, maldita sea!—dijo entre lágrimas mirando al cielo—. ¿Escuchaste, estúpida fuerza superior? No me importan tus caprichos... ¡Yo quiero mi vida!—sollozo más, jalando su cabello. Observó al chico y le habló con agresividad—. ¿Y tú no vas a decir nada?
Adler se encontraba anonado ante todo lo que decía. Una parte de él le decía que estaba muy loca, pero su reacción a veía tan real.... Y él sabía de cosas anormales. Que hipócrita sería de su parte no creer en sus palabras inverosímiles cuando el mismo había fraternizado con lo imposible en diversas ocasiones. Le creía, más no encontraba el sentido a todo eso y tan estaba confundido y frustrado por no entender, que solo pudo decir:
—Bueno, ¿Quién tiene hambre?—Se levantó del sillón con nerviosismo y fue hacia la cocina, buscando algo en qué distraerse de aquella extraña sensación—. ¿Nadie?
Osiris ronroneo en respuesta afirmativa mientras Sugar lo miraba con la confusión más pura plasmada en su rostro, la mandíbula desencajada y sus ojos repletos de lágrimas.
—¡¿Qué?!— dijo, solo una nota debajo del más anonado de los gritos, levantándose del suelo y caminando hacia él—. Te digo que todo lo que está pasando en esta vida es falso, y todo lo que puedes decir es "¿Quién tiene hambre?"
Adler la observó atontado. Su cerebro no calibraba bien cuando aparecía algo que él no sabía. Eso era muy raro, y lo sacaba de su zona de confort.
—Comer es importante, Sugar — es lo que pudo decir en respuesta, continuando con la estupidez que lo había poseído.
—¡Y una mierda!— le gritó alzando sus manos. Osiris se sobresaltó en su lugar—. Es más importante todo lo que me está pasando... ¡Es de locos! Sí, de seguro piensas que estoy loca, ¡pero no estoy loca, no señor!.
Pero el tic en su ojo y su mirada de desesperación maniática no le agregaban mucha veracidad al asunto.Adler, que había comenzado a sacar ingredientes para hacer waffles, y unos filetes para Osiris, no se veía alterado.
—No creo que estés loca—se encogió de hombros—. ¿Cuántos waffles quieres? ¿Dos?
Ella lo fulminó con la mirada, anonada, y no respondió más que con un gruñido salvaje.
—"Sí, por favor, dos está bien"—susurró Adler fingiendo una voz femenina, que se suponía era la de Sugar—. ¡Genial! Dos serán.
—¡Ponme atención!, escúchame, dime estoy loca, ¡Algo!— se desesperó— ¿Es que acaso no escuchaste bien? Tú no eres mi amigo, ¿Porque sigues actuando como si lo fueras?
—Porque para mí, si eres mi amiga. Tal vez sean recuerdos falsos, pero es lo que tengo, y si ellos me dicen que eres mi amiga, entonces lo eres. No te quejes—tocó la punta de su nariz con una sonrisa mientras terminaba de hacer la mezcla—. ¿Los quieres con canela?
—¡Agh!—gritó con frustración y se dirigió hacía su habitación dando grandes zancadas. Otra vez no pudo encontrar nada decente en su armario de vagabundo, más eligió un vestido de mezclilla y puso un cinto en la cintura para ajustarlo un poco, se puso los mismos zapatos que se había puesto el día anterior, siendo los únicos presentables. Hizo un rápido moño desordenado con su cabello y lo adorno con un lazo rojo, del mismo color que el cinto. Después bajo y de mala gana, se sentó en la barra frente al sonriente individuo que ya se encontraba comiendo y alimentando a Osiris al mismo tiempo.
—¿Quieres crema batida?—preguntó extendiéndole la lata mientras comía de sus waffles. Sugar no dijo nada, solo le arrebató la lata y puso un poco sobre sus alimentos, tomando una porción y llevándola a su boca, todo con brusquedad y ademanes salvajes, su ceño fruncido y la mueca de enojo jamás dejando su rostro. Adler rio, pero es una risa tensa, queriendo llenar el contundente silencio que quería cortar todo lo presente—. Qué amable eres.
—¿Cómo quieres que sea, compañero?—le dijo con sarcasmo excesivo, sin dejar de mirarlo mal. Sus ojos grises querían prenderle fuego—. Te dije toda la verdad, ¡Y tú solo me ignoraste! ¿Quién te crees que eres?—arrugó su nariz, un acto erróneo teniendo en cuenta que le restaba seriedad a su enojo y adjudicaba ternura a su apariencia—. ¡Sé que crees que estoy loca, pero no lo estoy, idiota!
Adler tragó el bocado que tenía en la boca, tomó un poco de jugo de naranja y abrió su boca para hablar, tomándose su tiempo en cada paso, lo cual no hacía más que molestar a Sugar. Quería saber de una vez qué pensaba. Ella estaba perdida y en crisis, y sus reacciones la desubicaban.
—No te ignoré, y tampoco creo que estés loca—dijo con simpleza—. ¿Me pasas la crema batida?
Ella se la dio con brusquedad.
—¿Entonces porque actúas de esa forma?—ladeó su cabeza confundida—. Porque estás tan... ¡Así!
— Porque no sé cómo reaccionar. Si creo en las posibilidades infinitas, donde todo puede suceder, pero no veo cómo fue que sucedió todo esto que tú me dices, lo cual me desequilibra un poco. Y mientras no sepa qué cosa desconocida para mí resulta ser la verdad, yo seguiré sosteniendo y aferrándome a mi verdad, mi verdad que en ciertos casos adjudica a lo que tú llamas...
Ella lo observó anonada. Apenas y había captado las primeras tres oraciones de lo que decía, y él seguía hablando como si fuera a comprenderle. Sugar lo interrumpió.
—No necesitas tanta palabrería—espetó con algo de molestia—. Basta con decir "Sí te creo, pero como no sé cómo pasó eso que me dices trato de actuar de forma normal para mí". ¿Ves? Bastante simple.
Adler la miró a través de su vaso ahora vacío.
—Bien—asintió con su cabeza, como si estuviera concediendo algo—. Sí te creo, pero actuó de esa forma porque no sé cómo santos ángeles es posible que toda tu vida haya sido diferente, pero YO—el chico hizo un énfasis en el "yo" para darle más redundancia al asunto, lo que Sugar considero pretencioso, pero comprendió que sería hipócrita juzgar cuando ella misma poseía el ego y vanidad más alto de la ciudad. —no lo sepa, y mientras no lo sepa, mantendré la calma.
A Sugar, aun cuando su análisis no era totalmente etimológico, le costó varios instantes procesar en totalidad lo que él había dicho, y cuando lo hizo, gritó de nuevo.
—¿Qué? ¡¿Acaso estás demente?! — xplotó y Adler no pudo disimular su sorpresa—. Te estoy diciendo que me desperté ayer siendo alguien totalmente diferente a quien soy y que todo lo que conoces y dijiste sobre mí es falso, ¿y tú me crees? ¿Qué tan loco estás? Más que yo de seguro, porque yo seguramente estoy loca, es decir... ¡Escúchame!
Él la miró totalmente confundido, como si se hubiera perdido de algo. Incluso el gato la miraba con extrañez.
—Espera... ¿Qué? ¿Eres bipolar o algo así?— exclamó alzando sus brazos, ella se encogió en su asiento y continuó con sus waffles. Se había escuchado a sí misma y había notado lo estúpido que sonaba lo que acababa de decir—. ¡Decídete! Estás loca o no estás loca, quieres que te crea o que no te crea, pero decídete, me confundes más. ¿Qué es lo que quieres?
En esa ocasión, fue Sugar quién se tomó su tiempo para contestar, tomando de su jugo bajo la penetrante mirada de Adler.
—Yo...— comenzó a acariciar al gato mientras mira hacia otro lado—. ¡No sé! No sé lo que quiero, ¿Bien?— le dijo, su voz totalmente afectada y confundida—. No sé qué hacer, ni qué pensar, ni qué decir... ¡No sé nada!
Las lágrimas comenzaron a brotarle otra vez, pero esta vez de tristeza y frustración. Se sentía totalmente perdida. Adler la miró y se dio un golpe. No sabía cómo manejar esas situaciones, eso no venía en el manual. El rodeó la mesa y se acercó a su lado.
—Sugar...
—Esto es una locura—susurró, sollozando—. No sé qué me está pasando, ni por qué, ni cómo... ¡Estoy perdiendo la cabeza! Toda mi vida ha cambiado de un día para otro y no tengo ni idea de por qué—Su llanto suave fue evolucionando hasta convertirse en un torrente de lágrimas, y se aferró a la camisa de Adler para atraerlo a ella y apoyarse en su pecho, llorando y moqueando sobre su ropa, más ella no le dio importancia—en ese instante ni siquiera su apariencia le importaba—, y siguió con su llanto, abrazándose del chico, que era, por el momento, la única compañía que tenía, el único soporte con el que contaba—. Me siento perdida.
Adler, algo incómodo por sus ruidosos llantos, la abrazó de regreso, acariciando su cabello, dándole el soporte que necesitaba sin decir ni una sola palabra.
—Di algo, idiota. Me pones nerviosa— dijo bruscamente entre llantos.
—Yo... Lo siento, pensé que querías silencio.
—Odio el silencio, el silencio es bueno para pensar, y yo odio pensar—espetó, escondiendo la cara en su pecho. Sintió la brusca respiración de Adler y de inmediato supo que había dicho algo que no debía—. Olvida lo que dije, solo...habla, dime algo.
El encontró eso confuso, pero prefirió no replicar.
—Para ser alguien que tenía el amor de todo el mundo, eres bastante amargada y arisca.
Ella sonrió amargamente.
—¿Es que no has oído de la hipocresía? Es una buena amiga—susurró.
—Eso no suena muy justo para ellos ¿no crees?— le dijo acariciando su cabello, mirándola con el ceño fruncido—. Me suena a que eres la típica chica superficial que solo busca apreciación de los demás, pero que nadie le importa.
—¿Y?— inquirió algo brusca. Tal vez estaba demasiado a la defensiva. Resopló—. De todas formas ellos también se acercan a mí por conveniencia, no me quieren. Y está bien, porque yo no los quiero a ellos.
Sugar levantó su mirada en el preciso instante en el que Adler la bajaba para mirarla con confusión.
—No me mires así, no preguntes—le dijo duramente, frunciendo sus labios.
—Eres demasiado extraña— comentó, con un bufido—. Pero eso no es novedad. Tú tranquila, todo estará bien.
Y había algo en Adler que la hacía creer ciegamente en sus palabras y relajarse con ellas. Como si fuera un tipo de calmante natural.
—Ahora, vamos a la escuela—comentó separándose de ella. Eso encendió las alarmas de Sugar y negó con su cabeza.
—¡No! No, eso sería una pesadilla. No puedo ir allá transformada en este enjambre impopular.
—Fuiste ayer—señaló Adler.
—Sí, cuando creía que esto era un sueño. Pero ahora que sé que es real, ni muerta voy.
Su voz sonaba bastante redundante y la convicción destilaba por cada sílaba, pero Adler no dejaría que se derrumbara y logrando separarse de su agarre, la señaló con mirada firme.
—No me importa—dijo con determinación—. No te vas a encerrar aquí a sentir lastima por la locura que te está pasando. Vas a salir de esta casa y enfrentarás la escuela. Solo es un bachillerato, ¡No es la gran cosa!
Ella lo miró como si no creyera lo que decía.
—¿No la gran cosa?—preguntó con incredulidad—. ¡La preparatoria es la etapa más importante en la vida de alguien! La vida ahí define el resto de tu vida, si vas a ser un ganador o un perdedor.
Adler se rio bajo la mirada reprobatoria de Sugar.
—Se nota que no sabes nada del mundo— le dijo como si estuviera hablando con una niña de primaria. Eso le molestó—. La vida no se define por si fuiste o no popular en la preparatoria, eso es lo más estúpido que he escuchado. Lo único que define eso, es tú interés y tu carácter por las opiniones de los demás. Una persona popular no sabe ni quién es en realidad, porque pasa su vida tratando de agradarle a los demás y moldeándose a sí misma en consecuencia, porque pone las preferencias de otros sobre las suyas solo para ser aceptada, y eso es más un obstáculo en la vida que una virtud. Saca tu cabeza del hoyo, la vida es más que cotilleos con tus amigos y fiestas todas las noches.
La cara de Sugar estaba roja. Ella estaba enojada.
—Yo sí sé quién soy—le espetó con brusquedad—. Tú no sabes quién soy. Y no puedes sacar tus conclusiones cuando de seguro nunca has estado en esa posición.
—Claro que no lo sé, pero tú tampoco. Para saber quién eres tendría que preguntarle a alguna de las personas de tu extraño universo. Y no necesito tener esa vida, yo sé lo que quiero, tengo mis metas claras.
Ella resopló. Le molestaba que hablara como si lo supiera todo de ella, como si supiera todo de todos; como si despreciara aquello que había forjado toda su vida. Y porque hablaba como si conociera todos sus miedos.
—Cierra la boca, eso no es cierto. Solo estás inventando estupideces.
—Bien, si es lo que quieres creer—se encogió de hombros, y una sonrisa diminuta se formó en sus labios. Ella gritó.
—¿Por qué diablos no puedes dejar de sonreír? ¡Deja de burlarte de mí!—dijo al borde de la histeria.
—No me estaba burlando de ti—se rio.
Su rostro se puso más rojo de la furia, y da una pataleta. Lo señaló con su dedo de forma acusadora.
—¡Te estás burlando justo ahora!
—Dije que no "estaba". Ahora sí—soltaba risas cada vez más estridentes, y no hacía más que aumentar la furia de Sugar.
—¡Deja de reírte!
—P-perdona—dijo tratando de dejar de reír, pero no parecía que lo sintiera en lo absoluto—. Es que te molestas demasiado fácil, haces rabietas como bebé, y ¡Es muy gracioso!
Gimió enojada, zapateando con desesperación.
—Deja de reírte...— Él no le hizo caso—. ¡Adler!
}Pero el chico no se detenía, y se sostenía el estómago mientras se partía en estruendosas carcajadas que hacían eco por la cocina.
Ella le lanzó el waffle que le quedaba en la cara. Adler se calló.
—No, eso sí es divertido—se burló, con una sonrisa burlesca. El alimento había caído justo en su ojo izquierdo, como si fuera un parche. El frunció la nariz, pero aun así sonrió.
Sacudió su cabeza y quito el waffle.
—Okey, entonces, ¿Declaramos tregua? Antes de que lances los filetes de Osiris y él nos quiera comer a nosotros.
Ella suspiró.
—Está bien, te lo concedo—sentenció finalmente, estirándose— Pero no iré a la escuela.
—Sí irás— dijo Adler— Porque la mejor manera de averiguar qué está pasando contigo es la escuela, dónde está la mayor parte de tu vida.
Ella gimió dolorosamente.
—¿Es necesario?
—Si quieres saber que está pasando, que yo sí quiero, tenemos que ir.
Suspiró.
—Está bien, pero si te alejas de mí te voy a golpear. No voy a estar en ese lugar sola.
Y dicho esto y sin dejarlo contestar, caminó fuera de su casa y se montó en su Jeep, con su mochila sucia y su cabello sin arreglar. Debía terminar con eso de una vez.
°°°
Sugar atravesaba el pasillo principal de la escuela aferrada al brazo de Adler, escondida detrás de él, como si todos la estuvieran viendo y ella quisiera evitar eso con todo lo que tenía.
—Sugar, camina más rápido—se quejó con un bostezo—. Me voy dormir aquí parado.
Ella negó y siguió con su paso de tortuga, mirando a todos lados con paranoia. Después de un momento cerró los ojos.
—Deja de esconderte, nadie te está viendo.
—¿Cómo sabes eso?
—Por qué yo sí tengo los ojos abiertos y veo a todos metidos en sus propios asuntos. No seas ridícula— tiró de su brazo con delicadeza, pero firmeza, apresurando sus pasos, pero ella seguía recia a caminar, como si el chico cargará un ancla que quisiera dejarlos ahí en el pasillo. Resopló.
—Entre más despacio camines, más nos van a mirar, ¿Lo sabes, verdad? — la miró de reojo, con un resoplido. Ella negó—. Maldita sea Sugar, llegaremos tarde a clases, solo camina.
Ella negó otra vez, febrilmente. Miraba a todos lados, temblorosa y se había detenido por completo. Estaba entrando en pánico. Adler bufó y resignado, la tomó de la cintura y la alzó, colocándola sobre su hombro, con la mitad superior de su cuerpo pegado a su espalda y la inferior a su pecho. Ella gritó, saliendo de su trance y golpeó su nuca con furia. Él ni se inmutó.
—¡Adler! Hijo de... ¡Bájame!—Pataleó, golpeando su espalda con sus puños, pero no servía de nada, y Adler caminaba con ella a cuestas como si se tratara de una pluma. Sugar levantó la mirada y la sangre se concentró en su rostro pálido cuando notó las miradas sobre ellos—. ¡Todos nos están mirando!—chilló avergonzada, cubriendo su rostro.
—Lo sé.
Él siguió caminando, y aunque Sugar no lo podía ver, sabía que estaba sonriendo.
—¡Entonces bájame!
—Noup—dijo, sin prestarle atención a nada— No me dejaste elección Sug, tú provocaste esto. Ahora se buena chica y deja de gritar, que llamas más la atención.
—Pero... Agh, te odio.
El río sonoramente y Sugar golpeó su cabeza fuertemente. Él se quejó, haciendo que la chica riera. Finalmente, llegaron a la puerta de su salón de clases y el la baja justo en su asiento. La imagen de la rubia era la de una niña en pleno berrinche. Sus brazos cruzados sobre su pecho, el ceño fruncido, un puchero y la mirada inquisitiva que le dedicaba a Adler.
—No me mires así—la señaló y se sentó a su lado. Ella abrió la boca para decir algo, pero la profesora entró y lo único que pudo hacer es suspirar resignada y obligarse a poner atención en clase.
°°°
—¡No! ¡Definitivamente no! Estás loco, me niego—decía Sugar casi vociferante, mirando a Adler con una expresión de horror.
Adler suspiró por milésima vez, alborotando su cabello. Miró al cielo y murmuró una sarta de palabrerías, como si estuviera pidiendo paciencia a una fuerza superior. Sacudió su cabeza.
—Tienes que entrar, no puedes huir para siempre.
—Claro que puedo, solo mírame hacerlo— espetó Sugar y se dispuso a correr lejos de la puerta de la cafetería. Pero Adler, cuya altura descomunal le otorgaba extremidades grandes, solo dio un suave trote con sus largas piernas y la sostuvo del cinturón que llevaba en la cintura. Ella siguió tratando de correr, pero él se lo impedía. Era mucho más fuerte de lo que parecía a simple vista.
—¡Suéltame!
—No—ágilmente, tomó su brazo y la arrastró de regreso a las puertas—. No me hagas cargarte otra vez.
Ella comenzó a dar golpes en el suelo con sus zapatos de ligero tacón.
—¡Pero es que no quiero entrar!
—Solo es una cafetería niña, no es gran cosa. Deja de hacer berrinche.
Y otra vez, las palabras "no es la gran cosa" salidas de la boca de Adler, provocaron la estupefacción y molestia de Sugar, quién lo miró incrédula y levantó su dedo acusador hacia él.
—¿No es la gran cosa? ¡Ahí adentro se concreta tu reputación! El cómo caminas es crucial, con quién caminas, dónde te sientas, con quién te sientas, qué comes, cómo comes, de qué hablas... ¡Todo es crucial! Puede ser la muerte social más lenta y dolorosa de toda mi existencia... ¡Un agujero negro de suplicio!
—Eres taaan dramática—masculló irritado el chico de cabello azul—. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Nadie te va a notar, tranquila.
Colocó la mano en el centro de su espalda y comenzó a empujarla hacia adentro. Lentamente y con mucho titubeo, Sugar avanzaba hacia el interior, mirando a todos lados cómo si alguien la fuera a señalar y reírse de ella.
De la reina de belleza que solía ser no quedaba nada. Solo traía aplicado un labial tornasol, sus imperfecciones estaban a la luz—por más diminutas que fueran— y de su improvisado peinado salían unos mechones rebeldes de cabello rubio. Su vestido, que antes era holgado, apenas se ajustaba a su cintura y llegaba a media pantorrilla, y los zapatos no tenían ni de cerca la altura de tacón que acostumbraba. Se sentía rara, extraña. Pero inusualmente cómoda, y no sabía cómo corregir eso, ni cómo sentirse.
Finalmente, cuando entraron, se dio cuenta de que Adler tenía razón. Nadie los estaba mirando, cada uno estaba en su asunto. Eso la hizo soltar un suspiro de alivio y relajar sus músculos. El chico soltó su espalda y se situó a su lado.
—¿Ves? Nadie te está mirando. Todo está bien.
—Sí, creo que exa.....
Pero se calló abruptamente. Su piel se puso pálida, sus ojos se abrieron abruptamente y sus puños, apretados a sus costados, parecían cortar la sangre. Tenía la vista fija en la mesa justo en el centro de la cafetería, la que ella solía usar cuando era popular. Y ahí, sentada en el centro, con una sonrisa comercial, el brazo alrededor de Jaden y las miradas aduladoras de Janik y Naley sobre ella, estaba Segel.
Sugar estaba en shock. Esa era su vida. Sus movimientos, su sonrisa hipócrita, la compañía, todo era de ella. Lo era.
Ella lo supo. De inmediato supo que, de alguna forma que ella ignoraba, Segel había robado su vida.
Todo lo que había pasado aquel día, todo lo que ella había dicho, las cosas disparatadas que había pronunciado, no podía ser en vano. No estaba loca. Segel lo estaba. Era un fenómeno, una loca sin remedio fuera de ese mundo y la había arrastrado.
Adler siguió su mirada y suspiró.
—Ella es Segel Criss. Se podría decir que es la Sugar Bronson nuestro universo—dijo Adler con voz cansina, poniendo los ojos en blanco. Se giró hacia Sugar, pero ella ya estaba caminando hacia ella—. Sugar, ¡¿Que estás haciendo?!— lo dijo a modo de regaño.
Comenzó a caminar detrás de ella, pero parecía estar impulsada por un cohete. Iba rápida e imparable hacia la mesa. Su mente estaba cegada por la rabia, y lo único que quería era gritarle que le regresará su vida.
—¡Fue ella! Ese fenómeno me quito mi vida—explicó, pero el chico solo se confundió más—. ¡Le enseñaré a no meterse conmigo!
—Sugar, detente. Piensa bien esto—le decía, pero era inútil. Ella no escuchaba a nada ni a nadie. Los oídos le zumbaban y veía rojo. Solo podía enfocar a Segel, quién reía.
Pronto todas las miradas estaban concentradas en ella, incluso las de la mesa popular, quienes ladeaban la cabeza. Se veía a Sonya encogerse en su asiento, previniendo lo que se avecinaba, a Janik resoplar rodando los ojos y a Jaden mirarla confundido. La última que la miró fue Segel.
Y esa fue a la única que Sugar miraba, y pudo ver cómo por una milésima de segundo, una sonrisa maliciosa se formó en sus labios, sus ojos se tornaron oscuros y malvados y se removía en su asiento, con satisfacción.
Pero cuando Sugar llego a ella, la chica solo exhibía una mirada de desasosiego y confusión, mientras la rubia la señalaba con una mirada maniática.
—¡Tú! ¡Tú me hiciste esto!
~~~~
¡Hola de nuevo!
Me doy cuenta que nunca podré hacer capítulos cortos XD
Este capitulo me costó más que los anteriores, eso se pudo notar en el tiempo que me llevo publicarlo :) fue complicado redactar la reacción y desplantes de Sugar ahora que sabía que esto era real, y aún más difícil las actitudes de Adler.
Espero que les guste, y que esperen el próximo capítulo con tantas ansias como yo ;3 esperemos que este año empiece con actualizaciones constantes, eso depende de mí inspiración para escribir.
Se viene una buena dosis de karma para nuestra chica 7u7 ahora sabrá lo que es estar al otro lado de la disputa.
Nos leemos.
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