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El concierto


Capítulo treinta: El concierto.

Al día siguiente, a Sugar le dolía la cabeza y sus ojos estaban rojos, pero lo que más le dolió fueron sus recuerdos. Los tenía todos.

Recordaba cada cosa que había dicho y hecho la noche anterior. En su mente estaba presente la analogía que había hecho acerca de la vida siendo mierda, también el desorden del cine y sus bailes en el parque público, pero lo que más le pesaba, como si estuviera siendo aplastada por un pesado y grande piano, era lo que había hecho para que Adler la llevara al concierto.

¿No podía olvidarlo como una persona normal? Le hubiera gustado hacerlo, así su sorpresa hubiera sido genuina en el momento en el que Adler le preguntó a Sugar muy preocupado si recordaba algo.

—No mucho—dijo. Su voz sonaba convincente, pero su corazón dolía—. Recuerdo palabras vagas, e imágenes borrosas.

—¿Qué palabras y qué imágenes? —preguntó él receloso.

—Recuerdo que gritábamos en el cine. Hicimos mucho drama y nos sacaron casi a patadas. Fuimos al parque y creo que bailé. Tú me robaste mis palomitas; me las debes.

—Sí... ¿y qué más?

Sugar lo sabía. Sabía que él recordaba el incidente. Quería saber si ella lo recordaba, pero no podía decirle la verdad. La vergüenza no la dejaba.

—Fuimos a comprar más cerveza y a partir de entonces todo se puso raro y borroso.

–¿Raro de qué forma?

—Pues la verdad no sé—espetó con más fuerza de la que quería—. Solo sé que dijiste que iríamos al concierto de Enit. De alguna forma te convencí, pero ni idea de cómo. Todo está demasiado borroso.

Una acusadora voz rondaba en su cabeza y le gritaba que era despreciable por, aun estando sobria, seguía con la farsa para conseguir ese beneficio. Adler la miraba sin creerle. Él no era nada tonto, y era poco creíble que casualmente recordara lo conveniente.

—¿Segura que solo eso?

—Claro. ¿Acaso hay otra cosa que debo de recordar? —dijo algo a la defensiva—. ¿Tú recuerdas algo que yo no, Adler? Porque si es así deberías decírmelo, y no preguntar como si yo fuera una clase de delincuente. No, no recuerdo nada, y si tú sí, mejor dímelo.

Su voz sonó algo agresiva, y evitó mirar a Adler para que no viera el remordimiento en sus ojos. Estaban caminando en el pasillo de la escuela, hacia el árbol donde se sentaban todo el tiempo, y Sugar luchaba por no ponerse a temblar y golpearse de lo culpable que se sentía. Ingenuamente, pensó que él lo dejaría pasar, ya que en la mañana cuando fue por ella no había mencionado nada al respecto. Bromearon sobre la resaca, hablaron de temas triviales y actuaron como si nada hubiera pasado, pero al parecer los sucesos atormentaron lo suficiente al chico de cabello azul como para dejar el disimulo.

—N-no, para nada—dijo él, y Sugar pudo ver de reojo como bajaba la mirada culpable. Si bien Adler era una tumba para sus secretos, en cuestión de sentimientos y reacciones, como en ese momento, era un libro abierto—. No, y-yo tampoco recuerdo mucho. Solo te preguntaba para estar seguro de que no pasó nada más, pero al parecer ninguno recuerda mucho.

A Adler también le dolía, pero él se sentía mal porque, desde su punto de vista, por cobardía él no le decía lo que había hecho. Se sentía mal porque de alguna forma se había aprovechado de que ella había tomado más que él y no la había detenido en sus extraños comportamientos. Y ahora no le decía nada. El pobre chico no se atrevía a desconfiar de ella.

Ella suspiró por lo bajo, y entre ellos se instaló un silencio tenso, uno donde ambos ocultaban lo mismo y no se atrevían a decirlo.

Cuando se sentaron en el jardín y sacaron su comida, Adler tenía la mirada perdida.

—¿Te pasa algo?—preguntó Sugar con inocencia y una voz en su cabeza le susurró "cínica". Ella la ignoró—. Estás raro.

—No, no me pasa nada. Solo me preocupa lo del concierto.

—Ah, sí. ¿Por qué no querías llevarla?

—Porque Seattle es peligroso, más en la noche y en un concierto. Es peligroso para todos, para toda la familia, pero más para Enit, es mi hermanita y me preocupa. No quiero aumentar ese peligro, más cuando cualquier cosa que le pase es bajo mi responsabilidad. Si yo acepto, algo pasa, y soy incapaz de protegerla... no sé si podría vivir con ello.

Sugar suspira nuevamente y apoya su mano la de él, mirándolo fijamente con una suave sonrisa.

—Yo confío en que no pasará nada. Tú tienes un efecto extraño en las personas, y hablo en el buen sentido. Contigo, cualquier persona puede sentirse a salvo, y cuando llega el momento, eres capaz de proteger a todos. Eso lo puedo sentir, y estoy segura de que lo harás.

—Sí, pero...

—Entiendo el peligro, y entiendo que, aunque probablemente no pase, la probabilidad de que sí pase es más intimidante, pero así es el mundo. Por todos lados hay peligro, y no puedes ir por el mundo alejando a tu hermana o a ti mismo de él por temor a salir lastimado. Esto es importante para ella y ella confía en que tú la cuidarás. Enit no es tonta y está consciente del peligro, pero también de tu capacidad de ser responsable y protector. A veces demasiado. Pero ese es tu trabajo como hermano mayor, ¿no?

En él se lustra una amplia sonrisa, mirándola con una profundidad que ella no lograba comprender.

—Gracias. Creo que tienes razón—dijo sacudiendo su cabeza.

—Claro que la tengo. No vivas con miedo por ella, que sé que tú puedes con esa responsabilidad.

Se sonrieron de nuevo, y ya más animados, comenzaron a parlotear acerca de otros asuntos, dejando de lado el resto, pero con sus respectivas culpas aún en la mente de cada uno.

°°°°

Sugar estaba emocionada. Nunca había ido a un concierto de Rock y la experiencia le figuraba divertida. Se había puesto para la ocasión un vestido de cuero strapple, con escote, ajustado del torso y falda volada que llegaba a medio muslo, con medias de red porque la hacían sentir poderosa. Ambas cosas las había comprado por puro impulso y le emocionó saber que sí iba a poder usarlo de forma que se viera natural. Por eso, había pedido el día en su trabajo, se había ido a casa temprano y junto con Sonya habían escogido maquillaje, accesorios y vestido perfectos. Sonya la había molestado durante todo el rato, ya que según ella tendría una cita con Adler, lo cual no podría ser más falso, eso según el veredicto irrefutable de Sugar. De todas formas, Sonya la arregló como si fuera a querer matar de un infarto a todo ser masculino, con botas moradas de cordones altas y con tacón, maquillaje fuerte y ondas en su cabello rubio. Sonya se fue a las cinco cuando ya se había arreglado y meticheado un poco, y Sugar aprovechó el tiempo libre para leer e investigar más las notas y objetos que había visto en el cuarto de Adler. Seguía sin encontrar nada.

Adler llegó por ella a las cinco y media, treinta minutos después de Sonya y media hora antes de lo acordado. El concierto empezaba hasta las nueve, pero Adler era paranoico. El viaje a Seattle requería de más de hora y media de camino y querían llegar temprano para no ser arrollados por la multitud, aunque llevaban pases VIP. Enit iba en el asiento trasero saltando de gusto cuando Sugar salió de su casa y caminó hacia ellos. Adler la miró detenidamente, y sonrió sin ocultar su fascinación.

—Te ves hermosa, Sugar. Más que de costumbre.

—¿Más?—dijo con algo de burla y presunción.

—Sí. Suena imposible, pero al parecer no lo es. Estás deslumbrante hoy.

Ella le regresó la sonrisa, sintiendo una calidez en su pecho. Algo mágico sucedía al recibir cumplidos de quien te gustaba, y Sugar lo acababa de experimentar.

—Gracias—dijo haciendo una pequeña reverencia y moviendo su cabello para lucir más, de forma exagerada, haciendo reír a Adler. Lo observó y respiró profundamente—. Tú también te ves muy bien.

Y no mentía. Si bien no se había desprendido de su habitual chaqueta de mezclilla con forrado doble, esta vez había cambiado sus habituales pantalones de mezclilla por uno negro menos suelto que de costumbre, y llevaba una camiseta simple verde menta de color bajo que lograba resaltar sus ojos y su cabello al mismo tiempo. Sus botas negras de cordones eran duras y fuertes y como era la primera vez que lo veía usando otra cosa además de tenis y llevar su cabello mucho más despeinado y voluminoso, se escandalizó.

—Gracias—dijo pasando una mano por su cabello y mirando al suelo, y aunque lo hacía seguido, de alguna forma Sugar reaccionó como si nunca lo hubiera visto, con estremecimientos en su estómago y hormigueo en la sangre.

—Vaya, tú no sabes lidiar con los cumplidos, ¿verdad?

—No son mi fuerte. No los recibo muy seguido.

—Pues yo voy a cambiar eso.

—Agh. Sí, sí, son despampanantes y se aman. ¿Ya podemos irnos? —dijo la voz de Enit desde la ventanilla abierta del auto, irritada.

Adler se sonrojó y Sugar miró hacia otro lado, pero asintieron y ambos subieron al auto. Cuando Adler arrancó y se dirigió a la carretera, Enit gritó emocionada, saltando otra vez en el asiento.

—No puedo creer que realmente voy a verlos. ¡Los voy a ver! Esto es como un sueño, ¡qué alguien me pellizque! No, mejor no lo hagan, no quiero despertar. Agh, ¡me va a dar un infarto, aaah!

—Enit, deja de saltar o me voy a regresar a Waltmart a comprar un asiento de bebé para amarrarte con él—murmura Adler sorteando autos sin dejar de mirar al frente.

—No seas odioso—respondió sacando la lengua—. Déjame ser feliz. ¿Acaso no quieres que lo sea?

—Si así fuera, no estaría aquí. Pero si sigues saltando como si tuvieras lombrices en el trasero mientras vamos en la carretera vas a estrellarte contra el vidrio o, en el mejor de los casos, contra un asiento, y si eso pasa al único lugar al que llegaremos es al hospital para que te cosan la cara. Así que deja de moverte.

—Ay, qué amargado. Mami Sugar, ayúdame.

—Él tiene razón, Enit. Pero no estés tan serio, Adler. Sonríe un poco—dijo ella estirando sus mejillas con cuidado para no distraerlo—. Vamos a un concierto, no a un velorio.

—Sí hermanito, no te enojes.

—No me enojo, solo deja de moverte, o al menos ponte el cinturón.

—Sí, jefe—se burló ella arremedándolo de forma muda mientras lo obedecía.

Adler iba tenso durante el camino, y Enit parloteando no le hacía las cosas más sencillas. Incluso hablaba acerca de tener un novio Punk.

—¿Y saben qué tan genial sería conocer más personas fans de ellos en persona? ¡parece que se esconden! Todos a los que les pregunto dicen ¿Qué es eso? Como retrasados. Y ni quieren intentar, siempre que les digo dicen, "nah, no me gusta el punk"

—¿Es punk? Pensé que era Rock.

—Es punk rock, o a veces punk con pop o con alguna otra cosa, recuerda que los géneros musicales se combinan mucho. Pero ellos pueden hacer son su música lo que quieran y les sale glorioso. Pero no los aprecian. ¿imagina que ahí conozca gente que sí y que de casualidad vengan de aquí? ¡todo un sueño! Sería genial tener un novio que comparta mi fanatismo por ellos.

—Pensé que ya tenías a Johny—recordó Sugar acariciando el brazo de Adler, quien estaba tenso en el volante. A Sugar le hacía gracia su renuencia a hablar de la vida amorosa de su hermana.

—Pues sí, y lo quiero. Pero él no escucha a mis amores, y no quiere hacerlo. Tal vez que un chico tan fan de ellos como yo se interese en mí le ayude a notar que soy una joya y debería de poner de su parte y no solo esperar que yo haga todo lo suyo, pero él no quiera saber nada de mis cosas.

—Díselo.

—Ya lo he hecho, pero es terco. Agh, es cosa de artistas.

—Y tú sabes de eso, ¿Verdad, Enit?—dijo Adler con sarcasmo.

—Blah blah—se quejó ella—. Amargado.

—Intensa.

—Aburrido.

—Infantil.

—cobarde.

—Ridícula.

—Exagerado.

—Dramática.

—Ya niños, ya. ¿Quieren que les compre juguetes o qué?—exclamó Sugar rodando los ojos—. Adler, deja de andar amargado. Enit, compórtate.

—Sí, mamá—dijeron los hermanos al mismo tiempo, con un puchero. Pero secretamente ambos se divertían con la situación, y Sugar igual.

—Bien. Ahora, Enit, ¿si pongo un disco de ellos, dejas de molestar a tu hermano?

—¡Sí! Pon el cuarto, para repasarlas y poder cantarlas a todo volumen en el concierto.

—Estoy dirigiéndome a un infierno—susurró Adler y Sugar rio, tomando su mano con la excusa de estar relajándolo. Enit ya no habló por su cuenta en todo el camino, aunque sí susurró las canciones y Adler incluso sonrió y, por la cercanía de Sugar, pudo relajarse.

Se relajó tanto que subió los pies al respaldo entre ambos asientos delanteros y Sugar notó sus botines lustrados color rojo, con cordones blancos y remaches dorados en el lugar donde se atan las agujetas. Alzó las cejas y se dispuso a recorrer el resto de su atuendo. Había alborotado su cabello de colores, difuminado e intenso, y llevaba un sombrero lustrado rojo sobre este. Traía puesta una camisa verde intenso con escote en v y sin mangas, con los bordes recortados y algo de pintura para tela creando trazos desordenados, una chaqueta roja de cuero encima y una falda negra. Nada de eso combinaba, pero de alguna forma, ella lograba que se viera bien. Era como si en ella, cualquier cosa inusual y descabellado solo conformara su estilo y su personalidad. Ya Sugar no se la imaginaba vistiendo cosas normales. Y Adler lo sabía, pero le gustaba molestarla con ello.

—Enit, pareces un payaso.

—Pero un payaso sexy—le guiñó un ojo—. Me veo genial y lo sé. No necesita que me lo digas, hermanito.

Sugar sonrió. Algo que amaba de Enit era su confianza, su forma de confiar plenamente en ella y su forma de ser. Ella siempre había sabido que todas las personas con las que se juntaba la influenciaban ya sea de forma positiva o negativa, y amaba que recientemente, era más las personas positivas que las negativas. Y le gustaba haber llegado a ese punto.

°°°°

—¡Estoy aquí! No puedo creer que finalmente haya llegado. ¡Este es el mejor día de mi vida!

Enit no había dejado de gritar desde el momento en el que Adler estacionó. Ya estaban dentro, y entre más se acercaban a su lugar, más gritaba y se retorcía, pero nadie los veía de forma extraña. Ella no era la única que estaba enloqueciendo; muchas personas gritaban y saltaban de emoción, y el lugar, ya lleno, rebosaba de gritos y aclamaciones. Sugar se esperaba el escándalo, pero lo que no esperaba era que el lugar fuera tan pequeño. Ella solo había ido a un concierto una vez, con Janik y Naley. Era de un artista famoso y lo habían hecho en un lugar inmenso, lleno de luces y producción exagerada, con un escenario del tamaño de todo el primer piso de la casa de Adler. En cambio, en aquel concierto, desde el escenario al espacio para el público, era más reducido, más íntimo. Seguía siendo grande y seguía lleno, pero en comparación, no era mucho.

Enit destacaba entre la multitud por el llamativo atuendo que la cubría, y los colores psicodélicos del lugar le daban un aire fosforescente. Sin embargo, había muchas personas en aquel lugar con vestimentas inusuales para los ojos de Sugar. Todo el ambiente era nuevo, inusual y extraño, pero no le desagradó. Al parecer empezaba a apreciar la belleza en todas las cosas, aunque no fueran su estilo.

—Pensé que sería más grande el lugar—comentó a nadie en específico, pero Enit respondió.

—Te dije que no eran taaan famosos como otras bandas como Imagine Dragons, twenty one pilots, o One Direction en su tiempo. Es evidente que, si no tienen la misma cantidad de público, obviamente no será un concierto inmenso. Pero eso está bien, así todos estamos más cerca de ellos todos, y se siente más privado. Aun estando atrás o en las esquinas, te sientes... cerca de ellos. Hay que verle el lado positivo a todo.

Sugar asintió, mirando a todos lados. Estaban ahí los instrumentos, micrófonos y producción, pero todavía estaba vacío el escenario. Las luces inundaban el lugar de tonos azules y morados, y las bocinas a los lados parecían demasiado grandes. Se situaron rápidamente hasta delante, como en la cuarta fila y esperaron ahí, mientras Enit saltaba con emoción y hablaba con otras personas igual de emocionadas. Incluso intercambió números con un par, pero la mirada dura de Adler la detuvo a conseguir muchos. Él iba casi en calidad de guardaespaldas, mirando a todos con dureza y con sus manos en los bolsillos, como si tuviera un arma ahí adentro. Sugar trataba de relajarlo, y hablaba con Enit, siendo contagiada por su emoción.

Después de un rato, entró la banda telonera que abriría el concierto. Eran buenos, y Enit, quien resultó también fan de esa banda, también saltó y cantó canciones estando feliz de todo. Pero fue cuando la banda principal entró cuando todos enloquecieron. Era indescriptible la forma en la que sus ojos brillaron cuando los integrantes subieron al escenario corriendo y animando a todos, aunque no era necesario. Todos estaban eufóricos, y los gritos de Enit se unían a todos los demás. Todos eran gritos de emoción pura, de felicidad y de dicha.

Enit se escapó y se escurrió como la humedad hasta llegar a la primera fila y extendió la mano con gritos y anhelo. Cuando uno de ellos chocó su mano mientras corría con las palmas extendidas por la orilla del escenario, ella gritó y corrió hacia ellos de nuevo, para luego desplomarse con dramatismo sobre Sugar, con lágrimas de felicidad.

—¡No puedo creerlo! ¡es él, y me tocó la mano!—dijo entre lágrimas—. Me voy a morir. De verdad, Sug, gracias por convencerlo—gritó abrazando a Sugar, dejando las lágrimas en su vestido—. Este es el mejor día de mi vida. Yo... simplemente no puedo describirlo. Es mágico.

Ella sonrió. Le contagiaba la emoción. Había desarrollado la capacidad de sonreír por la felicidad ajena, la hacía feliz ver tanta dicha en alguien más. Lo que antes le causaba envidia, ahora la hacía sonreír. Enit la soltó y abrazó con fuerza a su hermano.

—Gracias, de verdad. Ni han empezado y ya siento que explotaré. Eres el mejor hermano, de verdad. Sé lo que significa para ti estar aquí, conozco el peligro y de verdad significa mucho que estés aquí dispuesto a protegerme. Te amo.

Adler no dijo nada porque en ese entonces el vocalista comenzó a hablar y ella se giró hacia él, otra vez rompiendo en gritos y corriendo hasta la primera fila, pero Sugar pudo ver al chico sonreír con felicidad pura. Ella tomó su mano y lo miró con dulzura, y Adler le sonrió.

En unos minutos, comenzaron con la primera canción, y aunque estaban hasta adelante, Sugar escuchaba más al público cantando que al cantante en sí. Pero lo hacía bien, y por alguna razón, después de la tercera canción, se encontró a sí misma bailando al ritmo de las canciones, aunque era de las únicas que no cantaba. Por eso mismo bailaba, aunque lo que más hacía la gente era saltar y mover las manos.

Todo el ambiente era embriagador. Todos felices, cantando, bailando, gritando e incluso abrazando a otros fans que ni conocían. Incluso los de la banda estaban felices, disfrutando lo que hacían. Sugar se contagió, lo sintió como suyo, y le conmovió la forma en la que esas personas, solo con su música y su energía causaban tanto en tantas personas. Esas era cosas que Sugar no había apreciado antes, que no se detenía a pensar. La belleza de la música, del arte, de lo que esto puede transmitir. Unía gente, transformaba vidas y conectaba corazones.

—¡Esto es genial!—gritó ella bailando y agitando las manos. Adler a su lado seguía vigilando, pero ya se veía más relajado—. Me encanta—le dijo a él pegando sus cuerpos y acercándose a su oído para que la pudiera escuchar por encima del ruido.

—Se nota. No creí que de verdad te gustaría—respondió el agachándose un poco y girando la cabeza, hablando directamente en su oído también. Era molesto hablar de esa forma, pero no podían hacerlo de alguna otra.

—¿Por qué no? Son canciones pegadizas. No sabía que el rock era tan bueno—respondió ella.

—No es rock puro. Tiene punk, alternativo y pop.

—Lo que sea, no me importa. ¡Me encanta!—dijo bailando ahora frente a él, dándole la espalda al escenario. Ahora, para hablar, tenía que acercarse mucho y ponerse de puntitas—. ¡Baila! Vamos, es genial.

—Lo sé, me gusta mucho. Pero no sé bailar.

—¿Y? la mayoría solo está saltando y moviendo los brazos. ¿no puedes hacer eso?

—No.

—Bah, claro que puedes—se rio ella—. Solo muévete, mézclate con la multitud.

—No me gustan las multitudes. Son angustiantes, ruidosas y sospechosas.

—Ay, vamos. Tú me enseñaste a disfrutar la soledad y la tranquilidad, así que yo te enseñaré a disfrutar la locura y el descontrol. Es espontaneo también, y es sano, Adler. Te quiero dar la bienvenida mi nuevo ambiente. Gracias a ti puedo disfrutarlo genuinamente, y ahora lo disfrutarás conmigo.

—No, no creo que...—comenzó a decir Adler, pero ella lo detuvo, tomando su rostro y girándolo para hablar directamente, pegando sus labios a su oreja. El hecho de que hubiera tanto ruido, hacía que se tuvieran que acercar más de lo apropiado para comunicarse, y eso estremecía a Sugar, pero trataba de que no la distrajera.

—No fue una pregunta. Vamos, saca las manos de esa chaqueta y dámelas.

Él quería protestar, pero la mirada de ella le dijo que no había lugar para réplicas, así que suspiró y se las dio. Ella las tomó, entrelazó y comenzó a moverlas al ritmo de la canción moviendo sus caderas y los hombros. Adler se movía de forma extraña, pero la veía a ella con una sonrisa.

—¡Vamos! Deja de mirarme a mí y mueve ese tronco gigante al que llamas cuerpo.

—Es mejor mirarte a ti. Te ves maravillosa con estas luces, ¿sabes?

—Sí. Ahora baila, deja de ser tan abuelo.

—Me ignoraste—dijo con un puchero.

—No, pero sé lo que intentas. Y no me vas a distraer con cumplidos.

Adler rio y dio un paso hacia delante, el cual Sugar aprovechó para impulsarse, bailar y girar con él, chocando con su pecho y haciéndolo bailar a él de esa forma.

—Bueno, así no es tan malo bailar.

—Entonces hazlo—espetó, girando su cara y rosándola con la suya en el proceso mientras se movía, separándose de él, tirando de sus brazos y acercándose de nuevo. Fue difícil, pero en la siguiente canción, Sugar logró que Adler alzara su mano libre mientras la hacía girar con la otra. Luego, ambos alzaron sus manos, Sugar sosteniendo desde atrás las muñecas de Adler, alzándose de puntitas y apoyándose en su espalda. Estaban riendo.

—Así está mejor.

—Sí. Y qué excelente servicio, ni se me cansan las manos—rio él, mirando hacia arriba. Enit los miró de reojo y sonrió con ternura, pero luego volvió a su concierto.


—Eso no es justo. Yo ya me estoy cansando.

—Ay, pobre—rio él con burla, y Sugar soltó una de sus manos para levantar el dedo medio y sacudirlo a centímetros del rostro de Adler.

—Me vas a tener que ayudar a descansar en la próxima canción.

—¿Cómo voy a hacer eso? ¿actuando de silla?

—Exactamente. Me voy a subir sobre ti. Así puedo ver todo sin pararme de puntitas. Se me están rompiendo los dedos.

—Ah no. Me va a salir una hernia entre las cervicales si te subes ahí.

—Vamos Adler, no seas llorón—dijo, de nuevo pegando sus labios en su oreja, asegurándose de que la humedad de ellos hiciera contacto con el lóbulo. Él se estremeció, haciéndola a ella sonreír—. No te cuesta mucho. Yo quiero ver.

Él reprochó y en ese momento la canción acabó. Sugar gritó con emoción.

—¡Genial! Es ahora o nunca. Adler, agáchate.

Él hizo una mueca y comenzó a murmurar quejas, pero la obedeció. Ella pasó su pierna derecha por su hombro derecho y la izquierda por el izquierdo, y situó detrás de su cuello. Cuando ya estaba bien sentada y agarrada de las suaves hebras de su cabello, él se levantó, sosteniéndola de la espalda. Sugar gritó de la impresión, mirando a todos lados. Podía ver prácticamente todo, y se estremeció porque hacía más frio, y se sentía ahora que no había tanto calor corporal concentrado.

—¡Esto es genial!—gritó con emoción—. ¡Puedo ver todo, Adler! Hasta alcanzo a ver al baterista. Y me encanta esta canción.

—¿sí? —rio él, y no se escuchaba para nada molesto por tenerla encima. Si acaso era pesada, él nunca se quejó—. Me alegra.

—¡Sí! En momentos como este aprecio que seas mitad jirafa. Me siento en un mirador. Esta canción es lenta, pero dulce. Me gusta.

—A mí también. Claro, yo no tengo una vista tan buena ni un audio tan claro, ya que en estos momentos soy de la clase obrera y no de la privilegiada.

—No te quejes, tonto. Me ayudas a sentirme poderosa.

—Justo como la clase obrera a la privilegiada.

—Ajá, sí. El caso es que desde aquí puedo hacer todo. No hay imposible.

—¿Ah sí? Entonces agarra tu teléfono del bolsillo de mi pantalón desde ahí para grabar e inmortalizar el momento. ¡ja! Eso sí no puedes hacerlo, ¿verdad?

Ella frunció el ceño, molesta por el reto.

—No me retes, Malk.

—Solo digo la verdad—dijo con desdén y Sugar, después de gruñir, se soltó de su cabello y se dobló, agarrándose de su chaqueta casi al instante. Estuvo a punto de caer y gritó un poco, pero logró sostenerse—. ¡Sugar, qué haces? Era broma, mujer loca. Te vas a caer.

—No, no lo haré. Y yo siempre respondo ante los retos—gruñó con los dientes apretados, mirando hacia enfrente y concentrándose para no caer.

—Sugar...

—Calla y observa. Vas a ver que sí puedo hacerlo.

Comenzó a deslizar sus manos más abajo, aferrándose de los extremos abiertos de su chaqueta. Él la sostuvo ahora de una pierna y un brazo, y cuando bajó tanto que su mano casi llegaba al bolsillo, la sostuvo de ambos brazos, quedando en una posición peligrosa. Sugar estaba toda doblada, con sus manos aferradas a su cinturón y su mirada en su camisa, justo en el área del pecho, mientras él sostenía sus brazos y miraba hacia abajo, para evitar estar en total "contacto visual" con sus pechos que, para añadirle peligro a la situación, sobresalían en el escote negro del vestido, que hacia contraste con su piel blanca. Ambos se habían callado, y de pronto sus oídos se cerraron al entorno, solo siendo conscientes del calor que de pronto tenían y de los latidos apresurados que ambos podían sentir en el otro.

Sugar tenía los ojos bien abiertos, tensa y sin moverse con miedo a desviar la mirada o, aún peor, sus manos. Ahora estaba nerviosa, y ni siquiera la incomodidad de tener la columna tan doblaba la distraía de lo extrañamente satisfactorio de la situación. Él simplemente maldecía en voz baja varias veces. No sabía ya cual ocasión había probado más su fuerza de voluntad para no verle el pecho; si aquella noche del miércoles o ese mismo día. Sugar ponía a fuerza su voluntad con frecuencia.

—Sugar. ¿qué tal si te enderezas? —susurró él, mirando sus ojos, aunque quedaban más abajo que los suyos, casi al punto de no alcanzarlos. Tratar de mirarla a la cara era una tarea difícil por la posición torcida de ambos.

—Pero... ¿y si me caigo?

—Claro, porque ahora sí te importa eso—replicó, sosteniendo con fuerza sus brazos, pues sentía que se movían.

Y no se equivocaba, pues ella, sin olvidar su reto, se agachaba cada vez más, al punto que su mirada conectaba con su abdomen y sus manos se enganchaban con sus bolsillos. Adler tuvo que sostenerla de la cintura con un brazo, sudando del miedo a dejarla caer y mirando a otro lado, pues ahora mirando abajo obtenía una mejor "visión" de aquello que evitaba.

—Es que desde aquí da más miedo. Pero... ya conseguí mi teléfono—celebró con la voz afectada, temblando.

—Genial. ¿Ahora cómo te vas a levantar?

—Eh... no sé. Ayúdame.

—¿y cómo?

—No sé—susurró—Creo que como que nos atoramos. Ups.

—Interesante—respondió él, luchando por mantener el equilibrio. Ella suspiró, y de alguna forma Adler sintió la brisa de su respiración en la parte alta de su abdomen, atravesando la camisa.

—Mira... ¿y si me sostienes de las manos y me impulsas hacia arriba? Y cuidado con mi teléfono, lo voy a subir.

—¿Para qué? Creo que la canción lenta ya acabó.

—Solo hazlo. No quiero... ya sabes, meter la mano en tu bolsillo otra vez.

Él se sonrojó, y aunque por la iluminación débil no pudo verla, intuyó que ella también, ya que sentía el calor en su rostro. Asintió, aunque no podía verla mucho y comenzó a bajar sus manos hasta rodear sus muñecas con ellas. Suspiró algo nervioso.

—Eh... okey. Comienza a subir tus manos, aférrate al dobladillo de la chaqueta y apóyate en mis manos.

—Aj{a, sí—reparó distraída y obedeció lentamente, tratando de que sus manos no temblaran. Con eso, su espalda estaba más encorvada hacia arriba, y de una, entrelazó sus manos con las de él, para tomar apoyo de sus palmas y subirse más, quedando al aire y en peligro por un momento. Emitió un grito ahogado—. O por dios. Eso dio miedo.

—Sí, mucho—susurró él, pero no muy consciente de las palabras, ya que ahora los ojos de Sugar sí estaban al nivel de los suyos, y se perdía en su gris. Unas de sus manos se tocaban mientras que entra las otras estaba el teléfono.

Ambos se quedaron ahí mirándose, mientras Adler soportaba casi todo su peso con sus brazos. Ese hecho hizo que Sugar los mirara por un momento, sorprendiéndose ante la fuerza y la tensión que lograban hacer, viendo como los músculos y las venas se marcaban.

—Te dije que podía hacer lo que sea desde aquí arriba. Y puedo.

—Sigo sin creerte eso.

—¿Ah sí? Porque mira, puedo hacer esto—susurró y acercó sus labios a los suyos, haciendo contacto. Por la posición, no alcanzó a tocar sus labios, en su lugar dejó un beso su barbilla, pero no fue menos sorpresivo por eso. Ambos abrieron sus bocas sorprendidos, con los corazones queriendo salir de sus respectivos pechos para fusionarse de alguna forma. Se añoraban, pero Adler y Sugar no cedían a ellos.

—Oh... sí es cierto—respondió él, apenas encontrando su voz.

—Te lo dije.

En ese momento, todavía mirándose, la canción cambió repentinamente a una agresiva y movida y en cuanto Sugar distinguió un nombre familiar en la letra, se impulsó de las manos de Adler y de golpe se incorporó, tardando en agarrar equilibrio. Rápido, Adler volvió a tomarla de la espalda y sostenerla.

—¿Acaso él acaba de decir Gill? ¿es en serio?—gritó al escuchar el nombre de su madre en canción. Enit, quien de pronto apareció a su lado con una cara de haber visto todo, respondió.

—Así es. Es parte de la letra; escucha.

—¡No inventes! ¡y sí le queda! —exclamó ella emocionada—. Una canción tira mierda que menciona el nombre de mi mamá. ¡Amo a estos chicos!

Adler y Sugar rieron y los tres hicieron escandalo como si quisieran acabar con sus voces esa noche. Sugar, poniéndole corazón a la canción, gritó, alzó su puño y ya en la última parte de la canción, hasta cantó el coro con rencor, descargando parte de su ira, pero acompañada de Adler, porque también la odiaba, y de Enit, porque se la sabía.

Cuando terminó la canción, Sugar y Adler continuaron muy animados como si nada hubiera pasado, pero sin duda el episodio estaba en sus cabezas.

°°°°

Cuando el concierto terminó, Enit, que tenía acceso VIP, los empujó casi corriendo por entre la gente para salir y dirigirse detrás del escenario, donde podría conocer a sus ídolos en persona.

—¡Vamos, vamos! Quiero ser de las primeras. ¡Los voy a conocer!—gritaba mientras caminaba, saltando de gusto.

Los dejaron entrar porque ella era menor de edad, pero solo Enit se acercó a la banda y comenzó a gritar, abrazarlos y hablar con ellos, quienes le sonrían y compartían su emoción sin tratarla de loca.

—Se ve muy feliz—comentó Adler, mientras estaba apoyado en uno de los pilares—. Al final sí me alegra haber venido. Se divirtió mucho, y mírala. Esta casi explotando de emoción mientras habla con ellos.

—Te lo dije. Enit necesitaba esto, y te convertirás en su hermano favorito.

—Soy el único.

—Bueno, sí... pero igual nunca se sabe—rio ella, chocando cariñosamente su hombro con el suyo. Ambos se sonrieron y luego suspiraron.

—Sug, ¿quieres que mañana nos juntemos en tu casa para celebrar tu cumpleaños? O bueno, ahora pero más tarde.

—¡¿Es tu cumpleaños?!

—No precisamente. Es el domingo, pero ese día lo tengo ocupado desde las puras doce, así que...

—Claro. ¿pero por qué no me dijiste?

—Se me olvidó que esta versión de ti no lo sabía.

—Ajá—se rio ella, apoyándose en él. Ambos continuaron mirando a la adolescente, a quien le firmaban autógrafos, mientras pensaban en cada momento intenso que habían vivido, ambos con una mezcla de miedo y emoción.





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¡Sigo viva! 

Felices fiestas de diciembre, mes donde debí  publicar esto. Me atrasé casi un mes; bien hecho, Lia.


Admito que el capítulo estaba escrito desde hace tanto que pensé que ya lo había publicado XD qué sorpresa me llevé cuando, escribiendo el capítulo treinta y uno, regresé al treinta para editar y mejorar unas cosas y recordé que seguía sin publicar ni editar. una disculpa por eso. 


Pero al menos eso permitió que el capítulo quedara mejor. ¿Les gustó? espero que sí, a mí me encantó escribirlo, aunque tuve que hacer investigación para hacer el concierto ya que nunca he estado en uno, y menos de ese tipo (me burlo para no llorar). Espero que lo hayan disfrutado, ya que es de lo último que tendremos en esta pequeña racha intensa de Sadler. Recordé por qué no escribo capítulos dedicados a ellos. Se me va la mano y escribo demasiado. 


Él próximo viene intenso también, y ya lo estoy escribiendo, sin embargo, no lo prometo esta semana porque es demasiado importante y debe de estar muy bien revisado y perfeccionado. Ya estamos entrando a la parte que me gusta de la historia, la incursión a este mundo lleno de magia. 


Gracias por la paciencia y por el apoyo. Nos leemos luego. 

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