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Domando a Eylene

Capítulo once: Domando a Eylene.



—Recuérdame otra vez porqué hago esto.

—Porque es tu trabajo, Sugar.

—Pero no quiero — le respondió a su amigo con un puchero, sujetando bien sus manos al manubrio de la bicicleta y con sus pies muy aferrados al concreto.

Era lunes, inicio de una nueva semana, y aunque no era de su agrado, Adler prácticamente la estaba obligando a seguir las responsabilidades que aquella Sugar falsa tenía, y eso incluía, para su desgracia y la de su vestuario, trabajar todas las tardes como repartidora de Mickey’s Pizzas, la pizzería local de Woddley Rich, el pueblo elitista en el cual vivía Sugar.

La semana anterior Sugar había faltado con la excusa de estar enferma, pero ese día su jefe llamó, argumentando que ya había tenido cinco días de descanso, suficientes para una gripe común. Y no podía renunciar a su trabajo, pues las reservas de comida de Osiris estaban notablemente raquíticas, y su Gill, su madre, —o Gisatán, como la había apodado Adler — les había dejado claro innumerables veces que ella no daría un centavo para ese gato.

Y a Gisatán no se le podía engañar, porque controlaba las tarjetas de Sugar y le prohibía sacar dinero en efectivo.

<<Es un demonio astuto>> había dicho Adler cuando explicó esa situación a su amiga. Y Sugar le dio la razón, por supuesto.

Los problemas de verse obligada a hacer eso eran infinitos, tantos que Sugar no sabía ni cómo empezar a enumerarlos.

Primero, el uniforme era terrible. Consistía en un pantalón suelto color negro que no le favorecía para nada a su figura, con una camisa polo de tela gruesa y botones en el cuello que era cubierta por puntos blancos, en la espalda había una pizza y en el extremo superior derecho de la parte frontal de la camisa estaba el logo de la pizzería; al otro lado había una placa con su nombre, mal escrito, por cierto, pues en vez de “Sugar” decía “Sogar”.

Y a eso, le sumaba un gorro de Minnie Mouse que iba con la temática del restaurante. Ni siquiera era una diadema un poco más discreta, no, era un gorro negro de plástico con un moño rojo gigante con puntos blancos y de tela claramente barata.  Eran, lejos, las peores prendas que figuraban en su armario, y si hubiera tenido elección, jamás lo hubiera usado.

El segundo punto en contra de aquella aventura que tendría que vivir era la vergüenza a la cual estaba a punto de ser sometida. Todavía se le dificultaba hacer oídos sordos a los comentarios ajenos, más después de haberse alimentado con ellos por tanto tiempo, y no creía que ese hábito fuera a abandonarla dentro de un tiempo. En dos días no se superaban todos los obstáculos, pero había algo dentro de Sugar, una chispa de naturaleza desconocida que la ayudaba a adaptarse rápido física y mentalmente.

Eso lo había visto a lo largo de su vida, con su mejor amiga, con su madre, con sus situaciones y, lamentablemente, también por su deceso a manos de la popularidad.

La siguiente era que hacía doce años que no andaba en bicicleta, y nunca había intentado utilizar una eléctrica. La situación le aterraba, pues temía pedalear apenas medio metro y acabar barriendo el suelo con su rostro. Más aún llevando en la caja pesada y voluminosa en la parte de atrás de su bicicleta habría cajas de pizza humeante y caliente que descontarían de su sueldo si se caían.

Y no era que le pagaran una fortuna.

Y otra razón importante, era que si lo arruinaba, la cambiarían de puesto a uno aún más inquietante: la botarga de la tienda.

Si arruinaba muchas pizzas, sería obligada a utilizar el apestoso y caluroso disfraz de Minnie pizzera durante toda una temporada.

Le aterraba. Era como si le dijeran que si no mataba a alguien la meterían a un ataúd y la enterrarían viva.

—Vamos, no seas cobarde — dijo Adler mirándola a través de la ventana de su auto — Lo harás bien, no tienes de qué preocuparte.

—Es muy fácil para ti decirlo, estás adentro de ese monstruo, no en una bicicleta rara y mortal repartiendo pizzas.

—Sugar, todavía ni llegamos a la pizzería. Tu caja está vacía.

—No de forma espiritual. El aura de esas pizzas está ahí, retándome a dejarlas caer. ¡Me tienen hechizada!

—¿Alguna vez has escuchado lo boba que te pones?

—No es mi culpa, es tuya.

—¿Perdóname?

—No, no te perdono.

—Que triste ¿Y qué fue lo que hice?

—Bueno, tú eres una mala influencia para mi cordura y estabilidad mental.

—Ajá, claro — él puso los ojos en blanco — Solo sube tus pies a los pedales y comienza a mover las piernas. Vas a llegar tarde y Gastón se enojará más.

—Jeje, Gastón. Qué nombre tan estúpido.

—Deja de reírte de forma tan rara y avanza.

—No quiero. Mejor súbeme con todo y Eylene a tu monstruo con ruedas y llévame al trabajo.

—No, así no funciona. Solo avanza.

—Agh. Está bien.

Dicho esto y aún con el miedo en la boca del estómago, subió un pie al pedal, después el otro y comenzó a pedalear moviendo el volante.
Contó cinco segundos en un zigzagueante andar antes de caer a un lado junto con la bicicleta. Afortunadamente el golpe no dolió mucho — aunque nunca supo porqué—, pero hizo un puchero en el suelo mientras alejaba la bicicleta de ella.

—Me siento mal.

—Una caída le pasa a cualquiera, Sugar.

—No es eso. Es que incluso esta ropa fea me pesa ensuciar. 

Él la miró como si no pudiera creer sus palabras. Ella se alejó de la bici y se sentó en el suelo con sus manos en sus mejillas en posición de berrinche.

—¿Es enserio? Dime que no te estás preocupando más por tu uniforme que por tu integridad física.

—Bueno, también me preocupa dañar las pizzas. O la bicicleta.

— ¿Y no te preocupa lastimarte tú?

—Bueno… Tampoco es que sea el fin del mundo si me raspo o me doblo un tobillo. Y al menos así mi madre pagará el hospital. Pero las pizzas, el uniforme y la bicicleta no. Es sentido común cien por ciento confiable.

—Necesitas ordenar tus prioridades.

—Mis prioridades están bien — se excusó Sugar apartando el cabello de su rostro mientras se levantaba y recogía la bicicleta —, Las que están mal son las tuyas.

—Qué mierda, ¿Te escuchas cuando hablas?

—A veces, ¿Por qué?

—Porque dices cosas absurdas.

—¿Te ves a ti mismo cuando hablas?

—Eh… No. ¿Por?

—Porque haces muecas ridículas. Ya deja de criticarme — se subió a la bicicleta de nuevo, preparándose física y mentalmente para otra caída.

—Solo quiero ayudarte.

—Mucho ayuda el que no estorba— declaró con decisión y con un último resoplido comenzó a pedalear, mientras mordía su labio muy concentrada en no caerse otra vez.

Adler en su camioneta todo terreno la seguía de cerca, vigilando que no se lastimara. Sugar iba tortuosamente lento, temiendo por su vida en cada pequeño centímetro que avanzaba. Pasados unos metros comenzó a accionar la batería del transporte para no cansarse y tratar de ir más rápido, pero el miedo la paralizaba y simulaba un caracol rubio, gigante y con ruedas.

—¿Te mataría ir un poco más rápido?— la voz de Adler sonaba irritada y cansina.

—De hecho sí. Ya deja de molestar y cállate, al menos que quieras hacerme caso y subirme a tu monstruosidad con ruedas.

El silencio del chico fue su respuesta y Sugar bufó antes de seguir mirando al frente y conducir a Eylene con sus pasos de tortuga. Aún sin pedalear se cayó varias veces, provocando raspadas en sus manos, codos y rodillas, atormentándose con las risas de Adler y su renuencia a ayudarla y subirla a su Jeep.   Para cuando llegó a la pizzería, faltaban partes de piel en sus codos y llegaba con diez minutos de retraso.

Gastón, su jefe, la esperaba con el rostro arrugado en la puerta del restaurante, alzando una ceja y moviendo su pie con clara molestia mientras Sugar, con su mejor cara de mártir, se plantaba frente a el. Adler se había quedado esperándola a una cuadra para acompañarla y cuidarla, cosa en la cual la rubia había estado de acuerdo; tenía terror de hacer esas entregas. En general, le temía a las responsabilidades, porque tenía la impresión de que arruinaría todo y le fallaría a todos.

—¿Dónde está tu gorro? — fue lo primero que preguntó Gastón cuando estuvieron frente a frente.

—Eh, espera — dijo un poco nerviosa, sin tener idea de donde venía el nerviosismo. Se acercó en pasos trastabillantes a la caja trasera de su bicicleta y la abrió para sacar el gorro negro y cenizo alusivo al popular ratón. Se volvió a posar frente a su jefe y se lo puso, con una débil sonrisa—Ta-ra.

Su pobre intento de mejorar su humor resultó solo marcar más el ceño fruncido de Gastón y volvió a ponerse seria, con sus manos atrás y la cabeza baja como perrito regañado. No le gustaba hacerlo, pero el hombre era feo, imponente, tenía poder y el derecho para quitarle el trabajo a Sugar, y aunque al principio estaba recia, sabía que aquel era el único ingreso con el que Osiris contaba, y ya amaba a ese gato, aunque lo conocía hacía pocos días.

—Llegas tarde.

—Sí señor, lo sé, es que…

—¿No fue suficiente con faltar una semana entera, niña? ¿También quieres tardar en llegar?

—N-no, señor — juntó sus manos en puños, con una rabia comenzando a crecer. Se repitió en su mente que debía de mantener su calma para no gritarle con aquella voz fuerte y demandante que la caracterizaba — No volverá a pasar.

—Eso espero. Recuerda que eres la única repartidora a la que le permitimos una bicicleta y esperamos el doble de desempeño de ti. Si no lo haces bien, te quitamos tu lugar, no lo olvides.

Genial, más presión a la pobre chica que ya temblaba cual chihuahua por el peso que reposaba sobre sus hombros.

—No lo olvido, Señor.

—Pues pareciera que sí, deja de ser tan incompetente — casi espetó él y a Sugar le dieron unas mundanas ganas de escupirle. Se asustó del pensamiento, pero las ganas seguían ahí — Ahora ven por las entregas, antes de que descuente más dinero de tu sueldo.

Inhala, Exhala, inhala, exhala.

Eso era lo que se estaba repitiendo ella para no enloquecer. Era una persona bastante altiva, y no toleraba que nadie la tratara de esa forma. Su orgullo y su integridad como diva por excelencia estaba siendo mallugado.

—Y te quedarás media hora más al final. Por la tardanza. 

¡¿Qué?!

—Hijo de…

—¿Dijiste algo? — el tono déspota y amenazante que utilizó la hicieron rechinar los dientes.

—Que es un hombre maravilloso y comprometido con su trabajo, señor. Yo debería de seguir su ejemplo.

Ahora dilo sin vomitar.

—Sí, deberías— dijo él arrogante con una gran sonrisa. Era obvio que sabía de la gran actitud que Sugar se comía al hacer eso y lo disfrutaba — Camina, para que no te retrases más.

En el momento en el que le dio la espalda, ella levantó su dedo medio hacia el mientras lo fulminaba con una mirada asesina. Si la otra Sugar la viera en ese momento, le hubiera dado un paro. Estaba diciendo groserías, teniendo pensamientos tan corrientes como los de “escupirle a alguien”, haciendo  cosas triviales y haciendo gestos obscenos. Qué vergüenza.

Una carcajada leve alcanzó su campo auditivo y desvió la mirada a donde Adler se reía de ella. En respuesta, Sugar levantó el dedo hacia él con su mirada encolerizada y luego se giró para caminar detrás de Gastón, rezando para no matarlo.

Entró al lugar, al parecer a petición de los niños y uno que otro adolescente y adulto, el restaurant tenía temática del Disney antiguo. Las paredes eran blancas con plateado, con un suelo rojo y líneas azul oscuro en el;  había cuadros alusivos colgados por el lugar y en cada mesa, residía una pequeña pantalla en la cual podía elegir cualquier clásico de Disney para ver mientras comías. A pesar de eso, el lugar era moderno, con ambiente agradable, amplio y bueno, de modo que no sorprendía que algunos adolescentes de la escuela de Sugar estuvieran ahí. Entre ellos Jaden y su equipo de deportistas, que lucían sus chaquetas del equipo, hablaban en voz muy alta con su actitud déspota y trataban mal tanto a los meseros como al resto de los comensales. Ella los ignoró y caminó con Gastón hasta su oficina. Ahí le dio una lista con sus entregas del momento y la corrió.

Una vez que le dieron  todas las cajas de pizza correspondientes en la ventanilla, ella se encaminó hacia la salida.

—Sugar, te faltó una — escuchó la voz de Nora, una de las meseras, con una sonrisa amable  mientras señalaba una ultima caja que había quedado en el mostrador. Ella asintió, suspiró y dejó las cajas en una mesa desocupada del restaurante de extraña decoración. Para volver al mostrador tenía que pasar por la mesa de Jaden, personas que no soportaba en esa vida, y, creía ella, no soportaría en la otra tampoco.

Esa era la razón por la cual ella quería irse rápido, pero no podía dejar la caja ahí, así que volvió por ella, murmuró un <<gracias>> hacia Nora y se dispuso a irse, pero cuando caminaba hacia donde estaban el resto de las cajas cuadradas, algo, o más bien el pie de algo, la hizo tropezar, gritar por el susto y caer.

Lo hizo de la forma más graciosa y trágica posible; el pie le hizo dar un accidentado giro en el aire casi irreal. Se sostuvo de una mesa con una mano para hacer equilibrio, pero el peso no fue suficiente — en dicha mesa solo había condimentos, convenientemente — y ella cayó de sentón al suelo, junto con la mesa, que derramó todos los aderezos y salsas sobre ella, y sobre la pizza que también salió disparada de su caja y fue a caer en ella, creando todo un platillo.

El local se inundó de risas— aunque la mayoría fueran de los autores de la humillación y uno que otro sin vergüenza — que le coloraron las mejillas, mientras ella apestaba a anchoas, queso y salsa de tomate. Le dolía su trasero, los brazos raspados que había utilizado para amortiguar la caída y estaba llena de comida. Esta se congregaba en su camisa, su cabello y en sus lentes, impidiéndole ver.

Cuando levantó la mirada, se le heló la sangre y unas ganas de golpearlo hasta borrarle la sonrisa con sangre la embargaron. Las risas seguían taladrando sus oídos, y como era de esperarse, eran específicamente de él y su grupo, por lo que eran bastante ruidosos. Limpió sus lentes en la parte interna de su camisa, y  Jaden y su manada todavía reían y bramaban cuando ella se levantó encolerizada y plantó con fuerza la caja con los restos de pizza en su mesa sobre lo que estaban comiendo, volcándola. No contenta con eso, tomó su gorro lleno de sobras y también derramó su contenido sobre sus alimentos. Estaba llamando aún más la atención, pues todos se habían callado y ahora la miraban sorprendidos y expectantes, pero poco le importaba. En ese momento estaba furiosa, y lo demostraría.

No importaba en que realidad estuviera, ella seguía siendo Sugar Bronson, la perra rubia y demandante, y no había rumor desquiciado ni uniforme feo que pudiera cambiar eso. Y nunca permitiría que alguien la humillara de esa forma.

Le dolía que fuera Jaden, quién había sido su amigo, la persona que le hiciera esa clase de desplantes, pero después del fiasco en el vestidor, la imagen que tenía de él se había destruido, y ya no había más que mantener.

Sonrió un poco al escuchar sus gritos de sorpresa y desagrado al ver asquerosa pizza de Anchoas sobre la suya. Se sintió satisfecha y dio media vuelta, pero ellos tenían otros planes. Y no era como que no se lo esperara. 

—¿Qué te pasa, fenómeno? — gritó con voz ridículamente chillona Jaden, mirándola como si quisiera matarla. Todos en la pizzería los miraban, como si no tuvieran nada más que hacer. Se habían sorprendido con su acto descabellado.

—¿Eh? — se hizo la desentendida y se tomó unos segundos para caer en la cuenta —Oh, ¿Este no es el basurero? Perdón, con tanta basura congregada, me confundí.

Escuchó con un poco de satisfacción como ellos trinaban sus dientes con enojo gracias a que la mayoría de las personas ya se estaban riendo. Nora, apoyada en la caja registradora, comía un chocolate con una sonrisa en los labios, disfrutando aquello más que nadie.

Los amigos de Jaden quisieron abrir la boca, pero el negó. Esa era su guerra, quería que Sugar sufriera por su humillación.

—Oye loca, tranquila, no es mi culpa que no sepas por donde caminas, ¿Se te perdieron los lentes o qué, cuatro ojos?

—Sí, claro, en el mismo lugar en donde se te perdió el cerebro hace tiempo. Pero al menos yo sí encontré mis gafas, tú hasta la fecha sigues sin neuronas.

Más risas se escucharon y Sugar pudo ver como el lento procesamiento de Jaden trataba de maquinar una buena respuesta.

—Pues tu cerebro tampoco es gran cosa, si aún no sabe cómo mantener tu trasero fuera del suelo.

—Bueno, al menos yo tengo uno, tu sigues buscando el tuyo. Pero te digo, compañero, no importa cuanto tiempo te comas el de Nora, no te crecerá uno mágicamente, El tren de la pubertad ya te dejó.

Él enrojeció y ahora las carcajadas resonaron en las paredes. Giró a ver a Nora para cerciorarse de que no la había ofendido, pero ella se partía de risa, y cuando se dio cuenta de que Sugar la veía, subió y bajo sus manos simulando una reverencia. Ella lo tomó como señal para continuar.

—Deja de avergonzar al ser humano y trata de pensar, Jaden — dijo, con sus brazos cruzados — Ya sabes, es esa cosa que las personas con cerebro hacen. No te sientas mal, seguro encontrarás el tuyo. Algún día.

Ahora lo había dejado callado, y ella sonrió antes de acercarse a él y susurrar a su oído.

—No te metas conmigo, primor, porque te voy a dejar sin descendencia más rápido de lo que llegas a la cumbre con tu eyaculación precoz. Estás equivocado si crees que puedes hacerme la vida imposible a mí.

Se suponía que fue en voz baja, pero unas personas, entre ellas Nora, la escucharon. Ella era de las que más había disfrutado, pues Jaden disfrutaba de observar de forma obscena su cuerpo — el uniforme de las meseras, al contrario de el de Sugar, consistía en una falda corta roja de puntos blancos y blusa negra con el logo de la pizzería —, y era uno de los que iban precisamente para dedicarle comentarios de ese tipo.

—¡Eres mi ídolo, Sugar! — gritó la chica eufórica y feliz. Ella nunca se había atrevido por miedo a Gastón, pero Sugar sí —¡La puta ama!

Muchos asintieron y aplaudieron dándole la razón a Nora, y Sugar, sonriente, hizo una reverencia meneando su sombrero de Minnie mouse.  Luego se dispuso a salir del local a hacer su trabajo todavía entre aplausos — pues no era la única que tenía conflictos con ellos — , pero Gastón salió de pronto de su oficina gracias a los ruidos de los aplausos y felicitaciones. Nora hacía ruido y reía todavía cuando él, con su cara desagradable de estar oliendo mierda, apareció fulminando a todos. Poco a poco, el silencio regresó al local.

—¿Qué está pasando aquí?

Todos estaban molestos con su presencia excepto Jaden; él estaba extasiado.

—¡Señor gerente! Finalmente alguien civilizado aquí — comenzó a decir Jaden con cinismo, levantándose y caminando hacia él —. Con usted puedo presentar mi queja, ¿Verdad? Se ve como un hombre honorable y recto que mantiene su buen establecimiento en orden.

—Por supuesto— galardonó Gastón maravillado con sus palabras, y Sugar ya se veía venir su muerte —¿Qué fue lo que pasó?

—Su incompetente repartidora — la señaló de forma despectiva  mientras la chica  en cuestión y Nora lo fulminaban —Se tropezó por no estar viendo por donde caminaba, tiró todo y luego me culpó a mí, dejando sus asquerosas anchoas sobre mi comida, y arruinándola.

El hombre comenzó a enrojecer de rabia mientras le dedicaba una mirada que quería hacerla explotar. Dio un paso amenazante hacía ella, y Nora saltó al medio para defender.

—El inició todo, señor — dijo conteniendo su enojo —Le puso el pie y por eso Sugar tropezó. No es su culpa.

Sugar sonrió, sin poder creer lo que la chica hacía.

—Bueno, ella debió poner atención cuando caminaba — dijo casi gritando mientras con su sonrisa socarrona se ganaba varias miradas asesinas — Ahora quítate de en medio, Nora, o voy a reducir tu sueldo a la mitad.

Eso bastó para hacerla gruñir de rabia, pero se quitó a regañadientes, aún mirándolo como si se fuera a lanzar a morderlo.

—Sugar — casi bramó el hombre.

—¿Sí, señor? — respondió con voz contenida mientras la sonrisa socarrona de Jaden amenazaba con hacerla perder la paciencia.

—¿Por qué hiciste algo tan tonto hacia el honorable cliente? ¿Es que estás estúpida? — su voz le figuraba a sugar tremendamente irritante, y respiró profundamente para tranquilizarse. Pudo escuchar también la voz de Nora susurrando un “Tan honorable como la mierda de mi perro” ,y eso la relajó un poco.

—Se lo merecía, Señor. Me hizo tropezar a propósito y estaba molestando a los clientes. Me disculpo con usted por causarle problemas y sé que debo de encargarme del desastre, pero por ahora debo trabajar.

Solo dios sabía lo difícil que había sido para ella pronunciar esas palabras, y casi  veía su victoria y liberación en los gestos de Gastón, pero Jaden tuvo que abrir la boca otra vez.

—Pero eso no arregla la ofensa y la molestia. Arruinó mi día, y precisamente en este lugar  — dijo y decenas de miradas asesinas se fijaron en él, pero poco le importó.

—Exactamente, Bronson. ¿Qué pensarán de este restaurante las personas que supieron de tu fatal comportamiento?

—Que le falta una política de “No se permiten idiotas”.

—¡Qué insolencia! — exclamó Jaden exagerando su reacción con su mano en su pecho y una mirada dolida.

—¡Suficiente! No te permitiré esto, mocosa — ella casi se rio por el terminó. Era casi tan ridículo con él — Te quedarás a limpiar todo el lugar durante dos semanas sin excusas.

¿Disculpa?

<< También pagarás la pizza del chico y te vas a disculpar con él por el problema.

¿Disculpa? X2

—Pero señor…

—¡Él debería de disculparse! — gritó Nora.

—Yo soy el cliente aquí, y yo tengo la razón. Merezco mi disculpa, y creo que también debería de reducirle el sueldo, señor gerente.

—Esa es buena idea  — sopesó gastón.

—Solo obtendrás una tremenda golpiza, pedazo de mierda — comenzó enardecida Nora caminando hacia él y muy dispuesta a golpearlo.

—¡No se meta, señorita Wallas, o le reduciré el sueldo! Y todos sabemos lo mucho que lo necesita.

Los ojos de la chica echaban chispas, pero no pudo hacer nada más y se retiró al mostrador, enojada.

—¿Qué esperas, Bronson? Discúlpate.

Le tomó dos segundos decidir su respuesta.

—No.

Gastón no podía creer su insolencia.

—¿Qué dijiste?

—Que no me voy a disculpar, no tengo porqué. Tal vez debí tener más cuidado, pero este cliente deliberadamente me hizo caer, y no me voy a disculpar por algo que se merecía. Me puedo disculpar con usted, pero es el máximo sacrificio que puedo hacer.

—Si no te disculpas…

—No lo haré. Y no hay nada que usted pueda hacer para obligarme.

—Puedo reducirte el sueldo tanto como quiera — al parecer, “reducirte el sueldo” era la oración predilecta de Gastón, porque no dejaba de decirla.

—No, no puede — él hizo amago de querer responder, pero Sugar ya ardía en furia silenciosa y peligrosa, con los ojos oscuros y encendidos y la mirada calma. Incluso daba miedo —. No puede reducirme un sueldo que ya no recibiré, porque renuncio.

Silencio fue todo lo que precedió sus palabras.

—No digas tonterías — musitó Gastón aún sumido en la sorpresa.

—No son tonterías.

—Necesitas el dinero.

—¿Y? No puede usted aprovecharse de las necesidades de las personas para humillarlas de esa forma, y yo tampoco puedo permitirme este trato solo porque necesito dinero.  También debe de ser imparcial, y no tiene derecho a reducir de formas tan exageradas el sueldo de alguien solo porque sí, y tampoco amenazarlo. Es abuso de poder, y no hará eso conmigo.

<< Puede irse al cuerno con su dinero, no le pagaré nada de esas pizzas porque me debe una semana de sueldo, y tampoco la lavandería del uniforme precisamente porque me debe una semana, y no me disculparé con un patán que miente para buscar un beneficio que usted deliberadamente le da aún notando que lo que dice es mentira.

Sin dejar que el respondiera, se quitó el gorro y se lo dio, seguido de la camiseta sin importarle que todos la estuvieran mirando, quedándose en una camiseta interior negra que llevaba bajo el uniforme. Se limpió un poco el cabello con la camisa y se la dio también.

—Bronson, no permitiré que…

—Es que no le estoy pidiendo permiso. Mañana le traigo el documento formal, porque no pienso trabajar aquí un minuto más.

El eco de su voz seguía resonando en las paredes cuando se giró hacia el publico, hizo una reverencia final y regreso a Jaden con la furia destilando y fulminándolo mientras él , sin ninguna vergüenza, fisgoneaba en los pechos de Sugar ajustados por la blusa interior. Sin darle tiempo de decir nada, ella alzó su puño y le dio un golpe en su nariz con toda su fuerza, disfrutándolo profundamente. Se escuchó el crujido de su nariz, y todos clavaron sus miradas sorprendidas en ellos.

—Eso es por patán. No te doy uno por idiota, porque con serlo ya es suficiente.

Y es lo ultimo que dijo antes de caminar con la frente en alto hacia la salida y cruzarla como la reina sin corona que siempre fue, dejando a todos sin palabras.

En la entrada el auto de Adler ya reposaba a un lado de Eylene. Él estaba recostado en la puerta y acababa de colgar el teléfono. En cuanto sus miradas se encontraron, como si fuera un acto divino, ambos sonrieron de la misma forma el uno al otro, caminando. La felicidad de haber enfrentado sola aquello la llenaba de una dicha indescriptible, y él compartía la dicha con ella; simplemente lo hacía feliz — y aún lo hace feliz — verla feliz.

—¿Lo viste?— preguntó Sugar tratando de contener su emoción una vez que estuvo frente a el.

—Lo vi.

—¿Y…?

—¡Fue lo mejor que he visto! Mira — sacó su teléfono y lo sostuvo frente a ella — Hasta lo grabé.

—¿Y el golpe?

—Ese también. La edición puede hacer magia con todo esto…

—Eres un bobo — dijo con una risa contagioso y de la nada lo abrazó, sonriendo de forma intensa. Él la rodeó con sus brazos, correspondiéndole.

—Felicidades. Eres de las personas más fuertes que conozco — le dijo mientras la miraba a los ojos.

—Nah, solo es mi lado perra que se niega a dejarme.

—No, es tu fortaleza manifestándose.

Ella no pudo dejar de sonreír, y se apartó de él
apenas unos centímetros, dando pequeños saltos para contener su emoción. Adler se rio de ella y luego Sugar le sacó la lengua.

—Entonces, ¿Nos vamos? Porque apestas bastante.

—¡Hey!

—¿Me lo vas a negar?

—Eh… No — hizo un puchero. El acarició dulcemente su cabello.

—Entonces, ¿Quieres que mejor subamos a Eylene a la parte de atrás y nos vayamos a tu casa?

—¿Enserio cabe? Yo solo bromeaba

—Sí, sí cabe. ¿Vienes?

—Eh… — lo sopesó un poco — No, ya cambié de opinión. Quiero aprender a controlarla.

El sonrió, quitándose su chaqueta.

—Bien, espero y luego no te estés quejando.

—No prometo nada.

—No esperaba que lo hicieras — comentó y le extendió la chaqueta. Ella alzó una ceja interrogativa, con una mirada de significados implícitos  —.Es para que te cubras el pecho… y los brazos — ella siguió mirándola de esa forma — Hace frío, la brisa directa al pecho provoca resfriados.

—Sí, claro, resfriados. Solo por eso quieres que me cubra.

— ¡Es cierto! Ya no me mires así.

—Yo solo te miro de forma normal, amigo mío — respondió con un tono meloso exagerado que hizo al chico resoplar irritado.

—Como digas, solo póntelo — ella lo tomó sin dejar de mirarlo divertida — No sé que estás pensando, pero deja de pensarlo. No hay nada raro.

—Pero si yo no estoy diciendo que lo haya — pero el tono condescendiente en sus palabras y el batir burlesco de sus pestañas decía otra cosa. Ante su mirada cansada, ella se puso la chaqueta, y se contuvo de suspirar por el aroma fresco que desprendía — Solo te estás imaginando cosas.

—Ya, claro — rodó lo ojos y se subió a la camioneta. Ella, sin dejar de sonreír, se subió a su bicicleta y se preparó para su muerte. Miró a Adler por la ventana de su Jeep; el quería hablar.

—Te daré unos consejos para no caerte tanto: hazlo más rápido, entre más lento lo haces, menos equilibrio tienes, pero tampoco arranques cual correcaminos, es mejor que estés en una velocidad medida y constante. Entre menos muevas el volante, mejor es tu equilibrio, pero tampoco debes de dejarlo totalmente recto. Relájate, ¿Sí? Trata de sentir confianza en ti misma.

—Okey; más rápido, no mover tanto el volante y relajarse. Lo tengo — respiró profundamente  mentalizándose para lo que iba a hacer—. Domemos esta bestia.

Después de decir esas palabras, subió los pies a los pedales y comenzó a andar.

Las primeras veces todavía se caía y reaccionaba con miedo, sintiendo que iba a morir o algo igual de dramático. Por eso mismo no fueron directamente a la casa de Sugar, sino que dieron unas cuantas vueltas a la manzana hasta que las caídas y los gritos se redujeron un ochenta por ciento. Cuando el sol se estaba poniendo y el cielo perdía su luz, finalmente fueron a la mansión Bronson y Sugar celebró a lo grande con chocolate caliente y pastel el hecho de que en el trayecto no se cayó más que una vez, y su ritmo fue mucho más apresurado.

Estaban ambos sentados en el sillón, viendo la película de volver al futuro, — porque ella nunca la había visto, y recibió regaños por parte de Adler — cuando Osiris saltó a su regazo y la rubia comenzó a sentir culpabilidad por haber renunciado.

—¿Ahora cómo te voy a alimentar, Osy? — se lamentó en voz baja mientras se llevaba el ultimo bocado de pastel a la boca — Por un momento olvidé por quién hacía todo eso. Me siento egoísta.

—No digas tonterías — la regañó Adler acariciando al gato lampiño — Osy lo entiende, no tienes porqué aceptar abusos para conseguir dinero. Hay trabajos mejores.

—Que  ni me dejaran hacer entrevista de trabajo por la pésima recomendación que de seguro me dará Gastón.

—Probablemente, pero no necesitas su recomendación. Ya te conseguí una entrevista en una tienda de ropa en el centro comercial — le dijo, y ella dio un respingo de sorpresa — es Willow’s  design, creo que la conoces…

—¡Claro que la conozco! — gritó emocionada y se tiró a abrazarlo, lo que provocó un gritó arisco por parte de osiris, quien se vio obligado a bajar del regazo en el cual se encontraba — Es de las mejores de Woddley Rich, fundada por una famosa diseñadora de modas que venía de Francia. Pero… es muy difícil conseguir trabajo ahí, ¿Cómo lo hiciste?

—Mi familia tiene… Contactos, por decirlo de una forma. No me gusta utilizarlo mucho, pero sé que Gastón va a querer arruinarte las oportunidades y quise adelantarme. La entrevista es el miércoles, solo te piden disponibilidad, que sepas de moda y que seas amable con la gente.

—Todo un reto, considerando mi comportamiento reciente — dijo ella finalmente soltándolo, un poco  sonrojada y avergonzada por su arrebato — Muchas gracias, de verdad. Pero… La verdad no sabía que aquí hubiera influencias. Que yo recuerde, todos en Woddley Rich vienen de familias importantes, lo cual hace que nadie lo sea.

—Sí, los originarios de aquí. Nosotros somos de Canadá, específicamente los fundadores de un muy importante y exclusivo pueblo de Canadá. Nos mudamos, pero mamá sigue manteniendo negocios ahí, y eso se conecta mucho con este pueblo, así que tenemos algunas consideraciones.

—¡Vaya! Esa sí es información nueva — dijo ella anonada — ¿Y por qué entonces no tienes a todos siguiendo tú culo como ratas al flautista? Con lo interesados que son…

—Es que no saben que pertenezco a esa familia.

—P-pero… ¿El apellido?

—Para los demás mi apellido es Prince, no Malk, para evitarme problemas.

Eso la tomó desprevenida, porque, ¿Cuánto poder podía tener una familia como para requerir y permitirse esas medidas?

—Yo… Wow. Eres tan sorprendente — dijo sorprendida — ¿Qué otras cosas me ocultas, Adler?

—Oh, muchas, créeme.

—Te creo, porque me consta.

Ambos negaron con la cabeza, sin dejar de sonreír y continuaron viendo la película entre risas.

Definitivamente los días de Sugar se estaban volviendo mucho más reales gracias a el.

°°°

¡Semana larga! O al menos para mí. Tenía pensado terminar el capítulo mucho antes, pero tuve varios detalles y no pude. Lo prometido es deuda, y al final este capítulo resultó ser más interesante de lo esperado.

Les pido en este capítulo me digan que piensan de Sugar ahora después de leer este capítulo, me gustaría saber si doy a entender lo que quiero con el personaje.

Espero que les guste :3 en el transcurso del día editaré el resto de los capítulos y los subiré, probablemente hoy. O si no, en el madrugada.

Tengan paciencia.

Con amor de locos,

Lia :3

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