Detalles de la popularidad (parte 2)
Capítulo quince.
Detalles de la popularidad parte dos: Señorita Luna Lovegood.
Las lágrimas secas aún surcaban el rostro de Sugar cuando Sonya y Segel desaparecieron por la puerta del gimnasio, dejándola sola en medio del mar de miradas preocupadas.
Ella seguía con su mirada consternada señalando la planta de su pie, mientras juraba que este sangraba, pero en el no había nada. O, en ese caso, ahí figuraba algo que no podían ver.
Pero a los ojos de Sugar, la herida se veía tan fatal que con solo verla le daban ganas de llorar. Había sangre por toda la planta y se escurría en parte de sus dedos. En el centro de la superficie, una herida de por lo menos dos milímetros de profundidad con una amplitud considerable exhibía una parte de sus músculos plantares. La herida estaba a carne viva, y justo en el centro, donde esta se hacía más profunda, un camino de sustancia pegajosa de un color menos oscuro que el negro y más que el azul eléctrico se abría paso al interior. Se veía horrible, como en las fotos de tendencias en los vídeos de "cuánto tiempo soportas esto sin vomitar". Pero no entendía por qué nadie podía verlo. Era real, tan real como el dolor que se extendía por todo su cuerpo y hacia que su cabeza palpitara, tan real como el sentimiento de que algo la quemaba por dentro, y no podía hacer nada al respecto, porque nadie lo sabía.
Y todo era culpa de Segel.
No podía quejarse de su crueldad latente, pues, aunque le doliera, ella era igual, y por eso sentía que merecía cada mala racha en aquella realidad que parecía conspirar en su contra, porque aquello era el karma en forma de persona para hacerla pagar todo el daño que había hecho, y aceptaba que lo merecía, pero, ¿Cuándo acabaría? Necesitaba descansar para sanar, necesitaba dejar de sufrir para poder empezar de nuevo. Esta vez lo haría bien, si volvía a ser popular, sería una buena persona con todos. Ya había escarmentado lo suficiente, pero al parecer no era ella quién decidía eso.
Se acomodó bien en el sillón en donde estaba, relajándose y tratando de no concentrarse en el dolor que le escocía por dentro y hacia temblar a sus nervios. Utilizó una táctica que había aprendido por los años de práctica, que a pesar de estar desgastada por su uso, sí se esforzaba siempre terminaba funcionando.
Comenzó a ver todo su alrededor y concentrarse en aquello que fuera más llamativo. Las luces LED, las luces color neón y aquellos reflectores pequeños resplandecían en los ojos de Sugar mientras ella centraba su atención en estas. Las miraba, asimilaba y trataba de comprender su existencia en el mundo, encontrarle un sentido diferente al científico. Sabía que habían sido creadas por el humano, pero a veces le gustaba pensar que había algo más poderoso que el ser humano que le indicaba a este qué hacer y cómo para llenar la vida humana de maravillas y no dejarla sin nada. Como en aquella vieja leyenda del pueblo que hablaba de un supuesto sabio que se hizo renombrado siguiendo los consejos que un ente intangible le daba en sus sueños.
¿Qué clase de espíritu le había dado a las personas la orden de hacer las pequeñas luces de grandes brillos? Para ella, significaban que a veces las luces más pequeñas, menos brillantes y luminosas son más que aquellas que producen ceguera con su luz, pues demuestran la belleza en aquello cuya magnitud no es diferente a la de un suspiro de éter, el engendro de algo celestial que brilla más por su falta de brillo que por la existencia de esta.
A ella le gustaría ser así. No necesitar mucho para ser alguien a los ojos de alguien más. Ser un suspiro de éter, menos que un todo y más que un nada. Estar en el más bello intermedio donde no existe el mucho y el poco, solo el "existir".
— ¿Sugar? ¿Te encuentras bien?
Ella desvió su mirada de las luces y observó a la persona que le hablaba. Sidney la observaba curiosa y preocupada, con su mano en su hombro. Sugar se removió para deshacerse de su tacto. No fue intencional, sino mero reflejo. Seguía molesta, porque recordaba a Sidney haber insinuado que estaba loca.
Y eso no era cierto, no señor. La herida en su pie era tan real como la existencia de aquella línea temporal extraña donde todos creían ser alguien que no eran, tan real como la existencia de Segel en aquellos momentos.
La realidad estaba flaqueando en esos momentos, diciéndole al mundo que ni siquiera ella se escapaba de la subjetividad, siendo real aquello que dicha persona creía. ¿Desde cuándo lo real era sinónimo de la suposición?
Desde que ese mundo se había vuelto loco, esa era la respuesta.
El resoplido de Sugar y la mirada fría que le dirigió a Sidney le hizo ver a la chica su error, pero nadie podía culparla por sacar conclusiones cuando su realidad estaba lejos de ser parecida a la de ella. Vivian en realidades distintas, aunque la verdad es que todos lo hacían.
— Mira, se que estás enojada, y yo lamento...
— ¿Qué lamentas? ¿Haberme llamado loca, o que esté loca?
Sugar estaba consciente de que eso había sonado demasiado a la defensiva, pero los viejos hábitos difícilmente mueren. La chica la miró con culpabilidad en los ojos y una mirada perdida que hizo que incluso Sugar se sintiera mal.
— Perdóname— susurró, sentándose a su lado bajo la mirada recelosa de la rubia— Sé que no debí de decir eso, pero, no es fácil para nosotras comprenderte, ¿Sabes?
Todas asintieron, para darle más veracidad a sus palabras. Sugar miraba a todas con desconfianza, como un cachorro lo suficientemente lastimado por los humanos que se niega a sufrir más a manos de ellos.
— No sabemos que decir, ni cómo hacerlo. Pero la verdad es que no te odiamos, y tampoco creemos todo lo que Segel ha estado diciendo de ti.
— Eso no es lo que a mí me parece. No las recuerdo a ustedes deteniéndola cuando se rio de mí en la cafetería.
Todas se veían tan culpables, y Sugar, cuyo corazón de pollo estaba saliendo a la luz de nuevo, no podía evitar tratar de entenderlas.
— También sentimos eso— intervino Vanessa— Se que debimos de haberla detenido, pero no pudimos. Tú misma lo has hecho también, quedarte callada, y la verdad me sorprende que aún no le haya hecho nada a tu amigo. La última vez que alguien intervino en las fechorías de Segel...
— Fue horrible. Deja la muerte social, eso es lo de menos— dijo otra de las chicas, que Sugar reconoció como Glenda, quién prefería ser llamada Glen— Sembró drogas entre sus cosas y fue expulsado.
Sugar las miró anonada.
—¿Cómo saben...?
—¿Qué fue ella?— Sugar asintió y Vanesa soltó un suspiro— Porque Naley lo dijo, se lo confesó a todo el mundo.
Sugar no podía creerlo, porque creía estar viendo a otra persona en lugar de Segel. Estaba viviendo su propia vida desde otra perspectiva, y no sabía si eso era bueno o malo. Tal vez era ambas cosas.
— Naley le confesó a todos que Segel estaba enojada por esa confrontación y que por eso provocó su expulsión.
— ¿Te imaginas lo que nos haría a nosotras? Te odia demasiado, y perjudicaría a cualquier persona que se interpusiera. Lo sentimos mucho, enserio.
— Te juro que me hubiera gustado hacerlo, lanzarle algo y cerrarle la boca, pero no quiero perder mi beca— la voz de Sidney representaba la más pura de las sinceridades— Y no quiero ser suspendida del equipo de baile. La danza es mi vida, y aquí encontré mi verdadera familia.
— Y debes de admitir que es muy raro todo lo que dices. Es difícil para nosotras entenderte y, sí lo escucharas desde nuestra perspectiva...
Sugar se puso a pensar. Cuando ella creía que todo era broma y no se planteaba la existencia de la magia, realmente le había parecido que Segel se había escapado de algún manicomio, pues los disparates que salían de su boca eran totalmente ilógicos. Y si veía sus palabras desde otra perspectiva, sí era como ver a una loca hablando del fin de la tierra a manos de los alienígenas.
Las chicas frente a ellas no se planteaban la existencia de la magia, y habían vivido años en una realidad ficticia sin saber que lo era, y aún así ahí estaban, tratando de comprenderla aún cuando la versión de "está loca y necesita medicación" era mucho más fácil de entender que la de creer que había una explicación lógica.
Porque incluso creyendo en la magia, todo eso era confuso.
Sugar suspiró, tenía muchas cosas en la cabeza, pero ninguna de esas ideas aterrizaba en su lugar.
Así pues, tenía que darle la razón a Vanessa.
—Bueno, ahora que lo dices así, creo que sí tienen razón. ¿Sueno como una loca, verdad?
— Solo un poco— señaló Glen, con una sonrisa nerviosa.— pero una loca agradable.
— Sií, ya sabes, de las divertidas, como Luna Lovegood. Ella podía ver criaturas que los demás no y la veían como loca por eso, pero ya vez, sí existían. Al final no estaba loca, solo era una genio incomprendida, al igual que todos los genios en su momento.
Ella se rio ante la declaración de Sidney.
—Si, creo que podría vivir con esa comparación. Al menos ella era bonita y consiguió el amor, ¿No?
— No solo eso— completó Vanessa— Era poderosa a su extraña manera.
Y con eso todas rieron, con una sonrisa en sus labios. Y
Sugar sabía que no habían dejado de pensar que estaba loca, pero al menos no la criticaban por eso. Es más, aunque por obvias razones no había entrado al las bailarinas furiosas, la apodaban de forma amistosa y hasta cariñosa "Luna", por tener una gran similitud con Luna Lovegood; ambas eran rubias, dulces y les faltaba más de un tornillo.
Siguieron la conversación por un rato más hasta que ésta, sin pensarlo, llegó al tema que más le interesaba, pero también le asustaba por más que le doliera admitirlo; Segel.
Podía ver el odio que tenía sus voces cuando la mencionaban, y ella trataba de verla como otra persona y no como un reflejo de ella misma, pero ¿Cómo hacerlo? Eran exactamente la misma persona. El mismo monstruo.
— Y siempre hace trabajo comunitario, ayuda a niños...
— Eso es bueno... ¿No?
La respuesta de Glenda se redujo a un resoplido.
— Es puro teatro— dijo Alejandra, la única que Sugar no ubicaba— Tiene muchos enemigos aquí, todos sabemos lo que hace. Sembrarle drogas a otros alumnos, burlarse de todos a nuestras espaldas. Ella es quién crea los rumores de quien tiene Sida cuando no es así, ella es quién se acuesta con los profesores para obtener mejores notas...
La cabeza de Sugar podía simplemente explotar de tanta nueva información.
— A veces utiliza esas influencias para perjudicar las calificaciones de otros— escupió Vanessa. Se notaba que era personal— y además...
— Engañó a Jaden, probablemente más de una vez— concluyó Sidney, con una extraña expresión en su mirada.
— ¿Cómo sabes que lo hizo?— no pudo evitar preguntar Sugar.
— Porque lo engañó con mi ex novio— dijo, con los ojos vidriosos.
— Yo... Lo siento mucho.
—Lo hizo a propósito. Yo terminé con él, claro, no quería tener nada que ver con algún juguete de Segel, pero cuando le pregunté porqué— la amargura en la voz de Sidney le dolía— dijo que solamente quería saber qué era sentirse como yo; una perdedora que se conformaba con poco.
— Es una perra— concluyó Glenda, abrazando a su amiga, quien estaba a punto de llorar de furia— Y trata de disimularlo, por eso hace todas esas caridades y mierdas, pero no creas que realmente es genial. Todo mundo la odia, incluso sus amigas.
— ¿Sonya también?
Todas resoplaron.
— Claro que no. Ella puede parecer una roca fría, pero es más dulce que un pastel. Siempre la defiende, dice que no es lo qué todos piensan.
— Sonya confía ciegamente en ella— secunda Alejandra a Glend— Ese es su único defecto, no puedes hablar mal de ella porque se vuelve una fiera. No sé el porqué, ni siquiera se porqué son amigas.
— Sonya es genial, y Segel es un arpía.
— ¿Y no creen ustedes, que algo bueno debe de tener ella como para que alguien como Sonya la defienda? Digo, es muy fácil decir, pero es más difícil vivir sobre aquello que se dice. Ver la verdad de alguien que no conoces es como tratar de ver la identidad de los actores de un show de sombras solo con visualizar su silueta. Ustedes no conocen a Segel, no pueden decir nada de ella.
Todos observaron a Sugar sorprendidas. Ella también lo estaba, no podía creer que había defendido a su verdugo. Pero no podía evitar verse reflejada en ella. Quería creer que era cierto, que había algo bueno en ella como para merecer amistades tan buenas. La de Sonya, la reciente amistad de Adler...
Pero al escucharlas, recordaba que no las merecía.
Tú no eres Segel.
Decía la voz en su cabeza, pero no podía estar tan segura. Tal vez estaba peor. La autoestima era un arma de doble filo. Podía hacer que ignoraras tus virtudes y solo te concentraras en tus defectos, sin ver nada malo en ti, pero también podía ponerte en una alta estima injustificada, ignorar todos aquellos defectos que te hacen humano y creerte algo más.
Las chicas lo pensaron por un momento.
— Tal vez lo tuvo, en algún momento— rectificó Sidney— pero todo acaba, la bondad en una persona acaba cuando es ahogada por un torrente de crueldad. Y no se puede ignorar ese hecho y continuar con una amistad basada en los restos de lo qué era solo para ignorar los cimientos de lo qué es.
<<Probablemente había cosas buenas en ella, pero ella misma se encargó de enterrarlas. Y están tan pérdidas que ni ella las encuentra. ¿Cómo podemos conocerla cuando nadie sabe realmente cómo es ella?
El silencio que la procedió por parte de Sugar fue la respuesta de las chicas para continuar.
—Es cierto que no la conocemos bien, pero quieras o no las primeras impresiones son las que más cuentan, así de cruel es el mundo, no podemos ir en contra de la marea sin siquiera una tabla a la cual aferrarnos. Y ella se encargó de dar una impresión de perra, y sostenerla por años y no creo que alguien más quiera conocerla más allá de eso, porque ella misma se encargó de eliminar esa posibilidad. Y quién sabe, tal vez así lo quiera— todas asintieron, dándole la razón a Vanessa.
—Probablemente no se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en eso hasta que ya era muy tarde para cambiarlo— le dijo la rubia en un intento por defenderse, porque en ese momento casi había olvidado que hablaban de Segel y no de ella, pero en esas circunstancias, en esos momentos, no había diferencia, y ella lo sabía.
—Siempre se sabe, Luna— negó con la cabeza Sidney— Se ignora, pero muy dentro de sí, ella sabía en qué se metía. Y a puesto a que eso era lo que buscaba.
—No somos las malas, Sugar, nosotras no elegimos que ella tuviera esa reputación. —Alejandra le sonrío, tratando de suavizar cualquier declaración.
—Ella tampoco— siguió la rubia, más terca que una mula.
—Yo no estaría tan segura— Glenda replicó— Probablemente lo sepa, y trate de cambiarlo con sus pobres intentos de caridad, pero no logrará nada.
—Todos pueden cambiar.
—Claro— se encoge de hombros Sidney— Pero no todos creen que sea capaz de hacerlo. Y a veces no hay diferencia entre lo que la sociedad cree y lo que eres, porque al final es la sociedad quien reconoce a los seres humanos y lo que somos como sociedad y como individuo.
En Sugar se planteó una pregunta peligrosa, cuya respuesta le provocaba terror, pero necesitaba saberla.
—Entonces, si ella tratara con fuerzas de ser mejor persona, de ser buena con todos, ¿Ustedes creerían que es por buena intención?
Sus risas fueron la respuesta que necesitaba, y sus ojos nuevamente se llenarom de lágrimas. Fue Glend quién terminó de reír primero para responderle.
—Espera, ¿Es en serio esa pregunta, Luna? ¿No estás bromeando?
—No, no estoy bromeando, mi pregunta es muy en serio.
—No creo que alguien como ella realmente cambie, Sugar, y si lo hace, ¿Le creerías, después de lo qué te hizo? ¿Después de saber lo qué le hace a todas?
—No, pero.... No sé, tal vez haya algo que le haga darse cuenta de que lo que hace está mal, y trate de utilizar su popularidad para hacer las cosas mejores.
—En la popularidad no hay honestidad y buenas intenciones, al menos no en esta preparatoria, y no en cuanto a Segel y su séquito. Si haces algo malo una vez, ni un millón de buenos actos pueden opacar esa atrocidad. Es una mierda, pero es la verdad.
Sidney siempre decía cosas inteligentes. Sugar no pudo no admirarlas, eran más de lo que parecían. Mucho más.
—En todo caso, es mejor ser invisible. La gente te olvida más a ti que a tus actos— dijo Alejandra.
— No lo creo.
—Di lo que quieras Luna, pero es mucho mejor que no les importe tus actos a que te juzguen siempre por ellos. Al final de todo, solo te debe de importar lo que piensen de ti tus seres cercanos— las respuestas de Vanessa le molestaban únicamente porque sabía que tenía razón.
—Pero, ¿Y si no tiene amigos? ¿Y si la popularidad es todo lo que tiene?
—En ese caso, solo puedo sentir lastima por ella. Porque estar físicamente acompañada no quiere decir que no estés sola.—Se encogió de hombros Glenda.
Sintió una punzada en el corazón, lastimada de alguna forma. No era culpa de ellas, teniendo en cuenta el panorama la habían tratado bien, y era precisamente el caso lo que le daba punzadas de culpa. Ella siempre había sabido que, en su anterior vida, las personas de Marlwood High no la tenían realmente en la más alta estima, pero como veía sus risas, sus sonrisas, veía la forma en la que seguían sus ejemplos, pensaba que al menos estaba de acuerdo en ella, que había admiración. Que la seguían.
Pero, ¿Acaso en su mundo, todos pensaban de la forma en la que estas chicas pensaban? ¿Qué hubiera pasado con Segel de ser todavía su realidad? Tal vez, la hubieran ayudado, tal vez le hubieran ofrecido amistad mientras a ella le daban hipocresía, porque eso era la que ella misma ofrecía. Y recibía lo que daba, lo estaba haciendo en ese momento.
Aunque había tratado de negarlo, probablemente la popularidad no era realmente lo que pensaba, porque ellas tenían razón. Siempre se había sentido sola, incluso cuando trataba de opacarlo.
Ojalá estuviera con su madre, para hacerla olvidar. Para obligarla a dejar de pensar. Dolía, sí, pero no podía doler más que ese sentimiento de desolación.
¿Por qué no llegaba a la paz?
Porque necesitas entender los verdaderos significados de la compañía y el amor.
— Luna, ¿Estás bien?— la voz de Sidney sonaba preocupada.
—¿Eh?
— Estás... Llorando— musitó Glend— ¿Te duele algo?
Sugar solo pudo asentir. Su mente estaba abrumada otra vez y el dolor de la herida y sus extremidades había vuelto, con mayor fuerza. Todas las presentes se alarmaron, era de las más grandes impotencia saber que alguien sufría y no tener idea de cómo evitarlo. La chica rubia cerraba sus ojos con fuerza, como si apretándolos pudiera menguar de alguna forma el escozor que la quemaba por dentro, haciéndola sentir como la simple cubierta de una hoguera, estable hasta el momento en el que comienza a arder, y la deconstrucción empieza desde adentro y termina en desastre exterior.
—¡Sugar!— la voz de Vanessa se había elevado dos octavos, mirándola con angustia. Se acercó a ella y se dispuso a ayudarla a levantarse, pero el alarido adolorido que profirió la hizo ponerse nerviosa, al punto en el que sus mano temblaban e incluso sus suspiros titubeaban—Mierda, mierda, ¿Qué hago? ¿Cómo podemos ayudarte?
La mente de Sugar estaba repleta de niebla, opacada por una densa capa de gas que bloqueaba sus sentidos y no le permitía ni pensar. El dolor en sus extremidades, toda la información recibida de una y aquellos sentimientos que no había podido refrenar, la estaban ahogando. Pero en medio de aquella blanca oscuridad, en su mente resplandecía como halo de luz multicolor una sola idea, un lugar en donde se aseguraba que podía ir para encontrar claridad.
—A-Adler.
Fue lo que abandonó sus labios en aquel suspiro lastimero, tan bajo y tan atolondrado que a las presentes les tomó unos segundos poder procesarlo.
—¿Qué hay con él?
—Adler, ¿Lo quieres a ël?— comenzó Sidney. Sugar, a como pudo, hizo un gesto afirmativo con su cabeza, que, aunque fue muy leve, hizo a su mente dar vueltas—¿Quieres que lo traigamos?
Niebla, niebla, solo había niebla. Niebla y él, su recuerdo, la certeza de que solo lo tenía a el en aquel momento y que confiaba en su amistad (porque aún la llamaba simplemente amistad) en aquella ayuda que podía brindarle. Él sabía algo, y fuera bueno o malo, mucho o poco, y le quisiera decir a ella o no, algo era mejor que nada, y ese algo podría ser aquello que la librara de aquella sensación asfixiante que le arrebataba el alma al tiempo que le atacaba el organismo.
A la mierda la empatía, Segel era el verdadero monstruo. Porque ella nunca le haría a nadie, ni en esa vida, ni en la siguiente, ni en otras cien, eso que Segel le había hecho, ella jamás habría causado ese dolor a nadie, ni siquiera a Gill.
Y aunque después de todo ya debería de estar acostumbrada al dolor, no podía controlar sus ganas de dejar de sufrir aquello, sea como sea.
Menguar. Tranquilidad. Adler.
Esas palabras parecían estar unidas por el destino y ajustadas específicamente para esa situación, porque era exactamente en lo que pensaba cuando imaginaba alguna de esas.
Y con eso en mente, prácticamente se tiró del sillón y comenzó a arrastrarse hacia la salida.
—No, no hagas eso.
—A-dl..
—Nosotras lo vamos a buscar, Sug—la preocupación prácticamente atravesaba la garganta de Glenda— Tú... Solo descansa, por favor.
—N-no, yo....
—Por favor— todas estaban desesperadas. La veían mal, pero ¿Cómo? No sabían que pasaba, ni porqué. La impotencia inundaba el gimnasio.
Sus voces se escuchaban lejanas en la cabeza de Sugar, en la cual solo cabía la idea de encontrar ayuda en la única persona en la que confiaba con que podía proporcionársela.
Estaba tan ensimismada en su propio dolor, tan aislada de los sonidos externos que no notó cuando todas se callaron viendo cómo llegaba Adler, cuyos ojos desorbitados y absortos en preocupación la veían asustado y corría con rapidez hacia ella, como si viviera para ayudarla. Se arrodilló a su lado, acariciando su hombro mientras trataba de mantener la calma. En sus movimientos se veía su terror, el miedo que lo inundaba al verla así y la impotencia por no poder hacer nada.
—Sugar... Sugar escúchame. Detente, cariño, ya estoy aquí— susurró en su oído, pero la chica tardaba en reaccionar. Rápidamente, se dirigió a Sidney, quién estaba absorta en el—¿Qué le pasó?
—Y-yo... No lo sé. Estaba bailando y, de pronto comenzó a actuar raro. Se cayó y comenzó a gritar cosas sin sentido...
—¿Qué clase de cosas?
—Decía que era sabotaje. Que le dolía el pie.
—¿El pie?
—Sí— murmuró Vanessa— tiene delirios, supongo. Dice que tiene una herida en el pie y no sabemos cómo ayudarla, supongo que es mental.
Pero la forma en la que Adler abrió los ojos y palideció decía que no pensaba lo mismo. Fijo su mirada en su pie, y efectivamente, la sangre teñía la planta y parte de los dedos, y una sustancia oscura y asquerosa se extendía desde el centro.
Su preocupación creció a niveles superiores.
—¡Sugar, reacciona!— comenzó a sacudirla, tomándola suavemente entre sus brazos— No dejes que te venza, cariño. Eres más que ella— susurró en su oído— No dejes que lo haga.
—Déjame, diosito, que ya estoy viendo la luz y me gusta mucho.
El rio con suavidad.
— ¿Otra vez con eso, Sug? No soy dios, pero si así evito que te metas en problemas, podría intentarlo.
Ella esbozó una risa también y tosió levemente. Las flemas eran de un color oscuro, morado casi negro y el se alarmó.
—A-Adler... Me duele.
—Si, lo sé— el se levantó con ella en brazos, mirándola con una mezcla de angustia y ternura. Comenzó a caminar a la salida. — Vas a estar bien, lo prometo. Te voy a ayudar.
Ella ya estaba llorando y ni siquiera se había dado cuenta, abrumada por las sensaciones.
—Y-yo— comienza entre sollozos y alaridos de dolor— N-no pasé, no lo hice. Me e- esforcé, pero...
—Ssh, no digas nada. Todo estará bien, tú descansa.
El resto de las chicas se habían quedado calladas. Solo escuchaban, solo veían, solo sentían aquella energía abrumadora y plena que los rodeaba a ambos. Era como si en aquel momento solo existieran ellos, y no se podía explicar por qué estaban tan conectados, cómo era que el se preocupaba por ella con solo conocerla apenas— aunque ellas no lo supieron— y era extraño el saber que ellos no se daban cuenta de que aquella energía no la otorgaba la mera amistad.
Así fue como vieron los ojos de Sugar fallar y cerrarse mientras el chico, sin despegar la mirada de ella, caminaba apresurado hacia la salida y se disponía a ayudarla, sin importarle las consecuencias.
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