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Detalles de la popularidad (Parte 1)

Capítulo catorce.

Detalles de la popularidad parte uno: La culpabilidad de una casi diosa.

—¿De dónde sacaste esto?— exigió respuestas Sonya una vez afuera del gimnasio, con su rostro enrojecido, sus puños cerrados y en uno de ellos apretado el pase color celeste del cual Segel presumía —Responde y déjate de estupideces.

—¿Qué? ¿Crees que no merezco una oportunidad para estar en tu grupo? —preguntó con fingida inocencia. Segel no sabía que estaba pasando con ella en esos momentos, pero no quería averiguar. Le dolía existir y esa táctica al menos le ayudaba a calmar el escozor que sentía en todo su cuerpo. Lo difícil que era continuar sintiendo como su energía era drenada.

—Tú sabes bien que las porristas no pueden audicionar para el equipo de baile, tienen suficientes compromisos y no se comprometerían por completo a ninguno de los dos equipos. Tú estuviste en esa reunión dos años atrás Segel, tú fuiste uno de los votos a favor. Sabías que no podías audicionar y aún así me robaste un pase, porque evidentemente eso fue lo que hiciste. ¿Qué está pasando contigo? ¿Por qué de pronto te estás comportando tan... Tan mierda?

La vergüenza le llegó de repente y bajó la mirada.

—No lo entenderías.

—Probablemente no, y tampoco me importa si es algo tan "complejo" como para que esté fuera del entendimiento de mi mediocre mente —la forma sarcástica en la que Sonya habló dejo entre ver lo mucho que se había ofendido. Su carácter fuerte siempre hacía estragos en Segel —Lo único que puedo decirte es que yo tengo una mejor amiga, la cual todo mundo cree que es una perra, una hipócrita que solo quiere atención, pero que en realidad es divertida, leal y considerada. Una persona que es más apasionada y profunda de lo que muestra, y que no es superficial como lo piensan. Y esta persona frente a mí, no es ella.

La chica se quedó callada. No encontraba palabras justificables y aptas para un humano. ¿Qué podía decirle, que estaba prácticamente muriendo por dentro por estar en un mundo diferente al suyo, y sentía un vacío insoportable que debía de llenar de alguna forma?. No, no había forma de que ella no la tomara como loca si lo decía. Y no le apetecía ser tratada como demente una segunda vez, suficiente había tenido con su primer día. Ya mucho había desperdiciado en esa nueva oportunidad como para malgastarla de esa forma.

—Habla; ¿Qué le hiciste a Sugar?

—¿A qué te refieres? Yo no le hice nada a la pequeña esquizofrénica.

—A mí no me vas a engañar Segel, conozco tus gestos , sé cuándo hiciste algo y cuándo no —dijo tamborileando con sus uñas sobre su pierna, una maña persistente en ella y en la cual Segel se concentró para evitar su pregunta. Le gustaba ese detalle, como le gustaba crear ritmo con sus uñas decoradas sobre cualquier superficie. Fijo su mirada ahí para distraerse de lo que se sentía como una reprimenda —Responde.

—No le hice nada —rodó los ojos, volviendo la mirada a sus ojos —De todas formas, ¿Qué te importa?

—Me importa que la chica no hizo nada como para merecer tu mierda, y yo no quiero que ella y Adler me odien por el simple hecho de ser tu amiga, solo porque tú no sepas controlar tus estupideces. No quiero que arruines mis oportunidades.

Ella resopló exageradamente, mirando sus uñas con impaciencia.

—Claro que hizo, es una arpía— dijo sin poderlo evitarlo —Se merece cualquier cosa que le pase. Y no sé qué te traes con ese chico, pero no es gran cosa Sonya, puedes tener a cualquier chico, ¿Por qué tan encaprichada con el? ¿Qué tiene de especial? Me estás dejando de lado por el, poniéndolo antes que a mí.

Ahora es el turno de la morena de resoplar.

—Cálmate, no eres mi puta esposa, no puedes estar hablando enserio. De quién esté interesada y de quién no, no es algo que debería de importante, y no quieras cambiarme de tema —la señaló con su dedo acusador —No veo como alguien como ella podría merecer tu trato. Es alguien confundida y muy imaginativa, pero es buena y agradecería por una vez en tu vida que fueras amable con aquellas personas que son diferentes. No somos juguetes fabricados en serie, somos artesanías, cada uno de nosotros tiene algo que nos hace especiales, por más torcidos que salgan algunos.

—No me salgas con eso. Si alguien es ordinario aquí, ese alguien es Sugar.

Sonya suspiró con impaciencia.

—¿Qué fue lo que te hizo para seas así con ella? ¿Conmigo?

—No lo...

—Sí, sí, no lo entendería - repitió con los dientes apretados, enfadada- No te pregunté si entendería o no, te pregunté que fue lo que hizo.

—Basta con decir que es una mala persona, peor que yo. Se merece esto y más, y yo soy tan buena, que me ofrezco a hacerla pagar las cuentas.

—Ahora resulta que eres una vengadora.

—Sí, se podría decir que sí.

—Son puras patrañas. Incluso Aunque fuera así como tú dices, que lo dudo, pagarle a alguien con su propia medicina es como tratar de apagar un incendio con gasolina. Tú no eres ningún dios ni tampoco eres el karma, no eres la responsable de hacer que las personas paguen sus propios platos rotos rompiéndoles algunos en la cabeza.

Sonya era la única humana capaz de dejar a Segel sin palabras. De darle bofetadas verbales plagadas de verdad. La golpeó con tanta fuerza y estilo que ella solo pudo bajar la mirada.

Se quedaron unos minutos en silencio, calmando las aguas de la turbulencia con nombre y apellido. Cuando los ojos de Sonya volvieron a conectar con los de Segel, en estos había resignación y vacío. Estaba cansada y triste.

—No me vas a decir que es lo que le hiciste, ¿verdad?

—No.

—Y tampoco me vas a decir que es lo que te pasa, ¿O sí?

—No.

—¿Admitirás que necesitas ayuda y te sientes mal, o seguirás apartándome?

—Creo que será la segunda. Lo siento.

Sonya suspiró otra vez, pero no estaba sorprendida. Tan solo frustrada con resignación.

—Entonces no puedo ayudarte.

Y con eso, se dispuso a alejarse.

—Sonya - dijo repentinamente, tomando la mano de su amiga, mirándola con desasosiego. La súplica se notó en su mirada —No me dejes. No te alejes de mí, por favor.

Ella la miró con tristeza, cansada de pelear y con algo aún más preocupante en sus ojos oscuros: decepción. Esa decepción que escaldo en el pecho de Segel y se quedó ahí por varios días después de ese.

—No puedo ayudarte si no me dejas. Cuando decidas hacerlo, me buscas.

Y con eso y congelado sus actos con su mirada rezagada, se deshizo del agarre de su amiga y caminó lejos de ella, dejándola sin palabras y sola una vez más.

En el camino Sonya se encontró a Adler, que se encontraba apoyado en uno de los casilleros leyendo su cómic. Se notaba que esperaba a Sugar. La morena sonrió y se acercó a él.

No necesitó hablar, en cuanto se acercó el chico alzó la mirada y le sonrió suavemente. Levantó una ceja al verla ahí, ligeramente sorprendido.

—Hola. ¿Qué haces aquí? No se supone que estarías....

— Sí, en las audiciones—dijo ella sonriendo sin ganas. Su discusión con Segel la había dejado triste —Pasaron unas cosas, y Sugar....

—¿Qué pasa con ella?— saltó, cerrando su cómic y dándole toda su atención, preocupado.

—Te necesita— dijo rápidamente y sacó algo de su mochila —Pasó algo, y está muy alterada.

—¿Qué le pasó?

—Será mejor que te lo diga ella. Yo no entendí muy bien, creo que nadie lo hace. Si hay alguien que podría hacerlo, eres tú— se encogió de hombros y le dio un pedazo de papel azul. Era un pase de visitante para entrar al gimnasio de entrenamiento —Digo, por algo eres su mejor amigo.

El rápidamente guardó su cómic en los bolsillos interiores de su chaqueta de mezclilla, mostrando en su rostro la preocupación correspondiente. Había miedo en sus ojos, miedo de que le haya pasado algo. Bien sabía por todo lo que estaba pasando en el momento, y a Sugar le sentaba terriblemente mal el fracaso.

Tomó el pase y comenzó a caminar con rapidez.

—Gracias por avisar.

—No es nada.

El suspiro y el tono poco animado que había en su voz, lo alarmó.

—¿Tú estás bien?

—Lo estaré —dijo sonriendo por cortesía, pero sin que la alegría inunde sus ojos—Tú solo ve a ayudarla. Te necesita.

Se sonrieron una vez más, de forma triste, y, sin decir nada más, cada uno se fue por su lado.

°°°

Segel llegó a su casa con un humor de perros. Casi sentía ganas de llorar, el dolor y la soledad no eran buenas amigas, y sin la compañía de Sonya no había nada.

Desde que había lanzado el hechizo, ella se había acercado a ella y la había llenado de conversaciones y euforia. Siempre con su sonrisa traviesa y su entusiasmo palpable, y cuando Sonya notó que su humor no era el mejor, se concentró en ayudarla a sentirse bien.

Sin saber, la distrajo del vacío, le dio una pequeña luz, un diminuto punto positivo entre toda la negatividad del mundo humano. Había sido apenas una semana, pero la pesadez de la falta de sus poderes hacia que cada minuto se volviera hora. Con Sonya el tiempo iba más rápido, era más llevadero. Era una de las mejores amigas que había podido tener, incluso incluyendo a la ecuación a sus amigas de la villa Lincevstial.

Pero su acto egoísta la había alejado, y por más que quisiera, no iba a poder ir con ella y decirle todo lo que le sucedía. Eso le arrancó un suspiro de frustración y se tiró en su cama, dispuesta a quedarse ahí todo el día.

—Hija— dijo una voz melosa en la puerta. Segel cerró los ojos y los volvió a abrir, con clara irritación— ¿Estás bien, Seg?

—Sí, estoy bien— respondió impaciente y brusca— Sal de mi cuarto.

—Pero a mí no me parece que estés bien — replicó la mujer, sin perder el tono dulzón—No me alejes cariño, puedes contar conmigo para todo.

—Puedo, pero no quiero.

—¿Y por eso debes de hablarme así?— su supuesta madre alzó la ceja —Sé que estás mal desde hace unos días, te sientes enferma y tienes problemas con tus amigos, pero no tienes porqué desquitarte conmigo. No puedes pedir ayuda con tus actos y negarla con palabras Segel, eso no funciona.

Cuando menos lo pensó, su mamá ya estaba sentada en la cama a su lado.

—¿Cómo sabes que me siento mal?

—Soy tu madre— rio con suavidad. Su voz era tan amable y dulce que no podía seguir siendo hostil con ella. Tal vez no todos los humanos merecían un mal trato, pues esa mujer a su lado parecía destilar miel incluso al respirar —Te conozco desde hace mucho, he visto tus actitudes toda tu vida. Tus decepciones, tus triunfos, tus problemas y tus aspiraciones. No puedes engañarme.

Segel casi quería reírse en su cara. Había logrado engañarla, en primer lugar, al hacerla pensar que era su hija. De forma original la mujer solo tenía un hijo de diez años, cosa que Segel cambió. Se había metido a su familia a la fuerza, jugando con su mente y haciéndola creer que realmente tenía una hija a la cual amaba. A veces se sentía mal por estar engañando a todos, pero se le olvidaba al instante.

En su defensa, ella no había decidido nada de eso. Lo único que la chica hizo fue meter su pedido, la magia tomó sus propios métodos para hacerlo realidad.

—Lo dudo mucho.

La mujer suspiró.

—Tal vez quieras estar sola, lo entiendo —dijo agazapada, perdida. No sabía como manejar a su hija — Te voy a dejar unas galletas aquí, las acabo de hacer y sé lo mucho que te gustan. Si necesitas algo... Algún consejo, o algo así, no dudes en pedirlo.

Y con eso, comenzó a alejarse. Pero antes de que llegara a la puerta, la voz de una adolescente triste llegó a sus oídos.

—¿Cómo soy yo, mamá?

Su madre frunció el ceño y la miró confundida, mientras caminaba de regreso a la cama, sentándose a su lado.

—¿A qué te refieres?

Ella resopló, tratando de no arrepentirse de su arrebato. Si la mujer decía que la conocía, quería decir que conocía a la hija que creía tener. A la persona que se supone que era. Y era justo lo que ella necesitaba, saber que clase de persona era en ese extraño mundo. Saber que clase de persona creía conocer Sonya.

— Hablo de que.... ¿Cómo es mi personalidad? ¿Cómo soy con las personas?

— Hija, no entiendo porqué me preguntas esto.

—¡No tienes porque hacerlo!, solo... — suspiró. Estaba siendo muy brusca y sentía que la mujer no lo merecía, de modo que trató de serenarse y decir lo siguiente sin tanta brusquedad —
Solo respóndeme, por favor.

Ella la miró como si estuviera enferma, más no sé quejó más y asintió, acomodándose bien en la cama.

—Eres alguien que desde pequeña quiso ser madura, tal vez demasiado. Mientras muchos jugaban, tú te quedabas estudiando teorías de Stephen Hawking, Sigmund Freud, e incluso escritos de filosofía. Siempre fuiste muy inteligente y gracias a toda la ciencia y filosofía que leíste, fuiste escéptica, no aceptabas algo que no tuviera fundamento científico.

—¿Qué?

—Sí—rio su madre con una pequeña sonrisa —Eres entusiasta de la ciencia. Desde pequeña. Cuando te leía un cuento, siempre cuestionabas su veracidad. "¿Por qué tenía magia?" , "¿Quién dijo que la luna puede hablar?". Siempre preguntabas y decías que era absurdo.

Segel no lo podía creer lo que escuchaba. ¿Ella, entusiasta de la ciencia, la única cosa que había repudiado más que a los mismos humanos? Debía de ser una broma, una muy pesada. La mirada escéptica de la chica alarmó a su supuesta madre, quién arrugó sus cejas confundida.

—¿Te pasa algo?

—No.... Tú solo continúa, por favor.

Ella la miró con condescendencia, como si supiera que algo importante pasaba dentro de su mente y quisiera descubrirlo, pero una simple mirada de su hija bastó para suspirar y continuar, extrañada.

Horas después, tirada en sus cama sin ganas de nada, Segel se permitió reír a carcajada limpia de todo lo que su mamá le había dicho.

Al parecer, Segel Criss era una chica de doble cara, pero de la forma contraria a la que todos creían. Le gustaba la ciencia, más bien le encantaba. Hacía trabajos de caridad y siempre lloraba cuando veía películas de perritos, o cuando veía un perro en la calle, solo. Defendía la estupidez humana, no disfrutaba de las fiestas y su mejor amiga había Sido Sonya desde la infancia. Y, según dijo su madre, nunca las había visto discutir a grandes rasgos.

Cuando la falsa madre de Segel, Thara Criss, hablaba de su amistad, le brillaban los ojos, como si sintiera algo especial, como si no fuera una amistad ordinaria. Decía que Sonya era la persona que más la conocía, pues le contaba todo, y confiaba en ella ciegamente. Resultaba tan raro, pues ella nunca había confiado en nadie con la intensidad con la que la describía, pero no quiso corregirla. Al parecer, la mujer era feliz recordando las mejores cosas de su hija.

Y eso le confundía. Según su madre, su vida sonaba bastante genial. Tenía una amiga leal y una pasión constante. Entonces, ¿Por qué sentía que esa vida era un castigo?¿Por qué le dolía ser de esa forma, aunque no fuera un mayor suplicio que no tener ese mínimo atisbo de atención?

Por eso mismo, le preguntó a su madre la razón. Se explicó entre tartamudeos y oraciones poco complejas, pues ni siquiera sabía como explicarse, pero Thara entendió al instante.

No sé porque eres de esa forma, Segel —había suspirando ella, se vio abatida por lo que decía, como si le pesara —Eres una chica hermosa y divertida, pero por alguna razón actúas como si eso solo lo estuvieras fingiendo. Publicas tus días en los albergues como si los presumieras. Hablas de cosas malas a las espaldas de otros aún cuando no lo creas....

<< Das a entender que eres tonta y que no defiendes a la humanidad, lo cual hace que la gente piense que les pides favores a los profesores para mantener tus buenas calificaciones, o que les pides tareas a los estudiantes estudiosos. Hay tantos rumores y lo peor es que no haces nada para desmentirlo. Te cierras a todos, no quieres mostrar quién eres. A nadie más que a Sonya....

Y así como así, su voz se fue apagando. En esos momentos Segel estaba demasiado en shock como detener a su madre mientras le daba una conversación de "puedes contarme lo que sea" digno de la psicóloga exitosa que era, conversación que Segel no necesitaba y que tampoco estaba escuchando, si quería ser franca. Cuando finalmente pudo reaccionar, levantó la palma de su mano extendida y susurró un "no quiero hablar de eso" tan débil que su madre entendió, y así como así, cambió de tema.

Eso seguía atormentándola, incluso horas después tirada en su cama. ¿Por qué la Segel creada inconscientemente por ella era de esa forma? ¿Por qué le gustaba ser llamada hipócrita o superficial? No tenía ningún sentido. Ninguno en lo absoluto. Y eso solamente la llevaba a pesar que tal vez, y solo tal vez, manipular de esa forma la realidad sin tener control de ello no era buena idea.

No podía dejar de reír, pensando en lo absurdo que era que Segel Cristal Regina LinCek, la princesa de Himelsk, el reino con más cantidad de energía mágica en todo el planeta, fuera en aquella vida Segel Criss, una escéptica entusiasta de la ciencia que defendía a la escoria de la humanidad justificando su mierda.

Parecía un chiste de mal gusto, pero recordaba todavía la mirada de su mamá y sus palabras dóciles, y ese era el tono de la más grande sinceridad y, aunque le doliera, preocupación. Sentía un atisbo de culpa, saber que todos esos sentimientos eran falsos, creados —indirectamente —por ella.

Y esos pensamientos son los que, de una forma drástica, la llevaron a transformar sus risas en sollozantes lamentos y, más tarde, en un llanto tratando de ser silencioso, pero que exhibía algunas lágrimas.

— ¡No llores Segel, no llores! — gritó ella para si misma —Eres una princesa, pronto regresarás a tu trono y olvidarás esta pesadilla. No puedes simplemente llorar por sentimientos de estúpidos humanos. ¡Son humanos!

Se golpeaba la cabeza con su almohada, pero de poco servía eso para aliviar el palpitante sentimiento de culpa y confusión que la embargaban.

Su padre y madre se habían quedado con ella, apoyándola sin cuestionarla. Su mamá le dio más galletas y su papá le dio unos libros que, según él, distraían a cualquiera de cualquier sufrimiento.

Bueno, admito que tal vez sean un poco.... Deprimentes. Pero concentrarte en el dolor de otros a veces ayuda a darnos cuenta de que no estamos tan mal como creemos. Qué siempre hay alguien peor que nosotros al cual le gustaría tener problemas más sencillo que los suyos propios.

Había dicho su padre. Segel lo miró, y simplemente dijo <<Solo es un libro>> a lo que su padre contestó;

Pero por más fantasioso que sea, un escritor siempre se basa en la realidad en la que vive, o en la que otros viven para crearlo. Ya sea para manipularla, cambiarla o plasmarla, la realidad siempre estará en los libros. Y se debe de aprender a reconocer.

Segel no había dicho nada ante eso. No podía. El hombre le sonreía como si la amara mucho, como si estuviera siempre ahí para ella, cosa que no era cierta.

Por si no fuera para tanto, después de eso sus padres fueron a comprar lo que se suponía que era su comida favorita — que realmente sabía delicioso —y la ayudaron a calmarse, simplemente estando a su lado.

¿Esa era la clase de personas a las que engañaba? ¿Personas buenas, inteligentes y honorables, que no lo merecían?

Habría Sido fácil engatusar a todos en una farsa cuando pensaba que todos eran mierda. Cuando la pequeña muestra que había tomado de población era repugnante —al menos lo poco que conocía de ellos—. Pero ahora que veía que no todos eran tan repugnantes como creía la culpa llegaba a ella. Y con la culpa, las lágrimas. No podía no sentirse culpable cuando aquellos humanos con los que compartía casa parecían ser más comprensivos incluso que su propia madre.

Su madre.

Le dolía pensar en esa mujer, más después de lo que ella desmesuradamente había hecho.

No deberías de estar aquí, Segel, no queremos entrometidas inservibles como tú — había siseado su madre con una sonrisa tenebrosa cuando vio a la chica en el umbral. Todos en la habitación la vieron. Ninguno era conocido. Ninguno era himelsk. Eso estaba muy mal. Segel trato de correr, pero su madre gritó —: ¡Guardias! atrápenla y expulsenla de aquí. No permitan que vea a nadie.

Por supuesto que Segel alcanzó a escribir en una de las hojas de un libro lo que pasaba, y lo puso en su librero. Contaba con que su hermano, el príncipe del husmeo, entrara y, como lo hacía siempre, tomara ese libro en particular. El era el único en el que podía confíar, y sabía que probablemente a aquellas alturas ya lo había leído. Lo que había hecho con esa información, eso sí era un misterio para ella.

Después de haber escrito eso, tomó pocas cosas en una mochila. Tomó dos libros de conjuros avanzados y muchos ingredientes, la mayoría con una alta cantidad de energía mixta. Escondió su mochila detrás de una gárgola y segundos después la encontraron y llevaron con su madre. Ella le rogó que no la expulsara, que le perdonará y ella juró a cambio no decir nada— cosa que era mentira, evidentemente— . Pero la mujer solo se río, dijo que ya estaba resultando ser un estorbo de todas formas y la mandó fuera, después de ponerle unos brazaletes que le impedían usar la magia. Esos ya estaban rotos, pero de nada servían puesto que ella no podía utilizar su magia. No ahí.

Y esos ingredientes de la mochila que recupero antes de ser lanzada a través del portal como si de basura mágica se tratase, fueron los que utilizó para cambiar la vida de todos, principalmente la de Sugar. Y en esa misma mochila estaba lo que utilizó para sabotearla.

Con el contenido de esa mochila estaba engañándolos a todos. Engañaba a sus supuestos padres haciéndoles creer que tenían una hija a la que amaban. Estaba engañando a Sonya haciéndole pensar que ella era su mejor amiga de toda la vida, cuando se conocían hacía una semana.

Engaños, engaños, engaños.

Ella era la princesa del engaño.

Pero no quería parar. Porque por más que tratara, su pecho dolía y su estómago se revolvía. Sentía que todo su cuerpo era comprimido, escocido por un cosquilleo incesante y doloroso.

Vidan y Thara Criss eran excelentes padres, debía de admitirlo, y si lo que ellos habían dicho era cierto, entonces tenía más que aprender de la humanidad y de ella misma. Pero luego recordó que por culpa de alguien no iba a poder recorrer el mundo. No le alcanzaría el tiempo para todo.

Sugar.

La maldijo internamente, pero más allá de eso, se preguntó como sería su vida. Como serían sus padres. ¿Serían igual de bondadosos que los suyos? ¿Serían más? ¿O quizá serían peor?

Todas eran posibilidades, sin embargo si era la última, podría significar algo en su comportamiento. Pero Segel se negaba a verla más allá. Estaba en contra de buscar una explicación lógica a su forma de ser además de "es una completa escoria", porque si lo hacía llegaría la culpa.

Y así como así decidió que no importaba la razón. No importan sus amigos vacíos, su posible mala familia. Sugar era lo peor que había en la tierra, una escoria mayor entre un mar de repleto de ellas. Y merecía todo lo que Segel le hacía y tal vez más.

Ella merecía sufrir. Merecía llorar. Merecía estar en el suelo y ser pisoteada tanto como Segel pudiera.

Después de todo, era culpa de ella todos los problemas de Segel.

Y así se durmió, con esos pensamientos destructivos en mente que no le hacían daño más que a ella y no hacían más que tratar de engañarse.

Porque era más fácil culpar a Sugar por todos sus problemas y querer que ella sufra por ello, que aceptar que su propia madre, la que le había dado la vida y le había enseñado sobre ella, la había abandonado a su merced a morir sola.

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